Sanidad Espiritual
SANIDAD ESPIRITUAL
SEGUNDA EDICIÓN
DEDICATORIAS
Señor Jesucristo, cirujano del Reino de Dios Gracias por
darle al hombre una alternativa.
Gracias por
hacer de la misericordia tu herramienta.
Gracias
porque con ella sanas las heridas del alma.
Si, lo reconocemos, a eso viniste.
Lucas 4.18
Misel
Cuando te
recibí por primera vez en mis brazos, tuve una sensación tan grande de asombro que
me faltó capacidad para razonar.
Hoy,
después de muchos años, el asombro no se va.
Es más, no quiero que se vaya nunca.
Gracias por hacerme sentir vulnerable
Kapel
Cuando no
estabas conmigo pensé que no podías existir
Ahora que
existes en mí, iluminas todos mis momentos Cuando alguien me dice que el
verdadero amor deja lo mejor para buscar algo que no vale la pena, pienso en ti.
Ginny
Vi tus ojos
en nuestro cumpleaños y, supe de inmediato que, aunque no puedo cambiar el
mundo para ti, tenía que hacer de tu mundo el mejor posible. No me cansaré de
contar la historia de tu llegada.
Es la mejor definición de lo que para mí es un milagro
AGRADECIMIENTOS
Hermanos de mi iglesia
Capilla Evangélica "Corona"
Costearon
la primera edición impresa de este libro.
Con ello,
además, pagaron por muchos de mis sueños.
Que Dios se
siga moviendo cada vez que aprendemos juntos de Él.
Lleguemos
más lejos de los esperado, eso es bueno.
Lleguemos a
donde Él desea, eso, será bueno en gran manera.
Hermano
Miguel. De parte de todos. Nos vemos pronto.
Hermanos de mi iglesia
Centro Evangélico "Maranatha"
Gracias por
aceptarme como su hermano en Cristo.
Muchas han
sido las luchas, mayores han sido los gozos.
¿Se
imaginaban que llegaríamos a dónde estamos?
¿Hay algo imposible para Dios?
CONTACTO
ASÍ NACIÓ ESTE LIBRO
Cuando estaba escribiendo mi libro: “Sobre los montes” encontré una idea que empezó a crecer hasta convertirse en el libro que tienes en tus manos. Esta idea la podría expresar con las siguientes palabras: muchos cristianos seguimos practicando hábitos pecaminosos que, debieron terminar cuando rendimos nuestra vida a Cristo. ¿Por qué pasa esto? El dar respuesta a esta pregunta me llevó a la conclusión de que, en nuestro proceso de crecimiento humano, vamos viviendo experiencias buenas, pero también malas y, son estas últimas las que van hiriendo a nuestro “yo interior” hasta dejarlo “esclavizado” a hábitos malos que llegan a volverse compulsivos, o sea, ya no se pueden controlar. Estos hábitos malos impiden que obedezcamos completamente a Dios y, lo más preocupante es que estas “heridas interiores” están tan dentro de nosotros que no las llegamos a percibir y creemos que nuestras malas conductas son naturales, creemos que “así soy” y que lo negativo en nosotros “siempre ha estado ahí” pero esto no es verdad, no “somos así”, esos pensamientos pecaminosos que nos controlan son una versión corrupta de nosotros mismos.
Y, cuando reúnes en iglesias a
cristianos “enfermos” del interior, tendrás
iglesias enfermas del interior. Tendremos comunidades de personas cristianas que no están cumpliendo la
misión que Dios les ha encomendado a cada una de ellas; tendremos un
cristianismo mediocre siendo la voz de un Dios perfecto en la tierra y eso nunca dará buenos resultados.
Cristianos enfermos, iglesias enfermas, carentes de
sanidad. Eso preocupa y mucho, pero, además de esta “falta de sanidad” la iglesia de Cristo ¿tendrá otros problemas? He
llegado a la conclusión de que sí, Además de la “falta de sanidad” la iglesia de Cristo está viviendo un liderazgo
pésimo y una alarmante falta de valores espirituales. Así que, cotidianamente
estamos enfrentando tres serios problemas. Para tratar de resolver cada uno de
estos escribí un libro así que, al final, tenemos tres libros que conforman una
serie. Para atender el problema del pésimo liderazgo de la iglesia cristiana
actual escribí: “Líderes de Papel” y,
para el problema de la falta de valores espirituales dentro de la iglesia de
Cristo escribí: “Iglesias que se deben
imitar” y para la falta de “sanidad
interior” escribí el libro que tienes en tus manos.
En su conjunto, estos tres tomos conforman la serie: “Iglesia Hoy”. Te invito a conocer todo
el contenido de esta.
Ahora, vamos a hablar de lo que nos enseñará “Sanidad Espiritual”.
Muchos cristianos estamos
enfermos, heridos por dentro, tenemos marcas que nos han orillado a vivir con
pecados que no podemos controlar y queremos sanar para vivir como a Dios le
agrada, así que, deseamos estar bien, pero, para poder estarlo, tenemos que
pasar un proceso de “curación interior” que será profundamente doloroso. Espero
estés preparado para ello ya que tenemos que levantar el tejido muerto de tu
rutina mental para encontrar la fuente del dolor. Como si fuera un proceso
médico en tu cuerpo físico necesitamos primero, tener el diagnóstico de las
heridas que tienes y eso es lo que es este libro, una descripción de casi todas
las heridas interiores que existen para que, puedas encontrar cuales te están
controlando.
Ya con el diagnóstico, en el último capítulo, iremos ante el médico divino y entonces, podremos sanar, pero eso solo será posible si lo deseas hacer. Espero, doblegues tu voluntad.
Que las palabras de este prólogo te muevan a sanar tu
interior y ser verdaderamente libre.
Elige la vida, para que vivas.
Deuteronomio 30.19
Con Aprecio en Cristo
Miguel Montoro
INTRODUCCIÓN
Salvación + Sanidad = Santidad
Todo cristiano que con sinceridad ama a Dios, desea
agradarlo y, una de las formas más claras en que lo podemos agradar es viviendo como Cristo vivió (1 Juan 2.6), actuando como Él, siendo
sus imitadores (1 Corintios 11.1). Esto,
el vivir como Cristo sería una de las definiciones más precisas de lo que en el
contexto cristiano se llama: “santidad” así que, si la Biblia nos invita a ser
imitadores de Dios esto significa que la condición de santidad puede ser
alcanzada.
Y, en esta búsqueda de santidad, Dios no nos ha
dejado solos. Cuando aceptamos a Cristo, nos fue dada una nueva naturaleza espiritual (2 Corintios 5.17) que, si la
alimentamos constantemente se vuelve la mejor arma para luchar contra la vieja naturaleza carnal que, todo ser
humano tiene y que se opondrá siempre a obedecerlo. Esta naturaleza carnal fue
la herencia espiritual que recibimos de nuestros padres y estará en nosotros hasta que estemos en la
presencia de Dios.
Así que, todos los cristianos tenemos dos opciones:
ser cristianos carnales o cristianos espirituales. Vivir dominados por lo que
queremos o vivir dominados por lo que Dios quiere. Somos seres que vivimos
teniendo a nuestro peor enemigo dentro de
nosotros mientras que, tenemos que responder al llamado de Dios a vivir en
santidad. Vaya lucha la que cada cristiano sostiene y si algún cristiano siente
que no tiene lucha alguna, es porque ya está viviendo completamente dominado
por su naturaleza carnal, ya está viviendo permanentemente
en pecado.
Vamos a resumir lo visto hasta el momento con la siguiente
idea: somos salvos, y debemos ser santos, pero muchos no lo logran ¿por qué?
Porque las heridas en nuestro interior hacen más
fuerte la influencia de nuestra naturaleza carnal y debilitan la influencia de
nuestra naturaleza espiritual. Así que, espero te des cuenta lo importante que
es alcanzar la “sanidad interior” lo que en este libro llamamos “sanidad espiritual” puesto que ahí
está la clave para que vivas una vida en victoria.
El no ser cristianos salvos, sanos y santos puede
provocar dos tristes condiciones. Primero, si soy salvo, pero no sano y la
falta de sanidad no me permite alcanzar la santidad, me puedo frustrar y elegir
mejor alejarme de Dios y vivir en el mundo para poder pecar abiertamente y
satisfacer a mi naturaleza carnal. Si elijo esto, la falta de sanidad explica
lo que interiormente me puede estar atormentando, pero, eso no me justifica
delante de Dios por lo que, su disciplina por mi desobediencia más tarde o más
temprano me alcanzará.
Segundo. Otros creyentes, dominados por el pecado por
su falta de sanidad espiritual, en
lugar de alejarse de la iglesia se quedan dentro de ella, pero pecando. Oran, ofrendan, cantan, pero
siempre terminan practicando lo que su maldad les pide y lo más probable es que
eso pase dentro de la iglesia y con personas que forman parte de la iglesia lo
que ocasionará un pésimo testimonio que a muchos que viven alrededor del
pecador, los alejará de Dios así que, además de la disciplina esperada por
pecar, habrá que enfrentar la disciplina por
dañar almas que le pertenecen al Señor.
Estos casos, tristemente, son más comunes de lo que
imaginamos.
Los
cristianos que pertenecen a estos dos grupos es normal que ante la presencia
constante de pecado duden de su salvación y se hagan constantemente esta
pregunta: “¿Realmente soy salvo?”.
Tú, ¿te lo has
preguntado alguna vez?
Espero que empieces a notar lo importante que es tener sanidad espiritual.
Ahora, pensemos un poco en cómo entra a nuestra vida
la falta
de sanidad espiritual,
pensemos en cómo vamos recibiendo las heridas que nos esclavizan al pecado,
pero, para ello, requerimos entender perfectamente lo que pasa cuando iniciamos
nuestra nueva vida en Cristo así que, hablemos un poco sobre este tema.
El tener una nueva vida en Cristo comienza cuando una
persona reconoce y confiesa a Jesucristo como Señor y Salvador de su vida (Romanos 10.8-9). Al momento de hacer
esto dicha persona (a quién ya podemos llamar “creyente”), recibe literalmente al Espíritu Santo el cual
viene a morar en su cuerpo (1ª.
Corintios 6.19). En el mundo espiritual, esta presencia en el interior de
los creyentes es un sello, una marca de propiedad que significa que, cada
creyente le pertenece a Dios. Además de “morar en” el Espíritu Santo “bautiza”
al creyente, o sea, lo integra al cuerpo espiritual de Cristo que es la iglesia (1ª. Corintios 12.13) la cual es el entorno diseñado por Dios para
que este nuevo creyente se desarrolle y crezca espiritualmente por medio de la
imitación que debe hacer del carácter de Cristo (1ª. Juan 2.26).
¿Recuerdas lo que definimos como “santidad” al inicio de
esta introducción?
Este crecimiento espiritual interior que significa
permitir que el Espíritu Santo gobierne todas las áreas de nuestra vida es lo
que podemos llamar: “santificación” y es, en términos usados por el
apóstol Pablo, el fruto del creyente,
algo que este debe “estar produciendo” y, que es la
forma visible más directa que hay para
comprobar que un creyente que sigue a Cristo como modelo de imitación
(cristiano) está siendo gobernado por Dios (Romanos
6.22).
Para entender mejor la santificación usemos la siguiente
ilustración.
En un taller de metalurgia casera donde se trabajaba
con plata, unas personas hacen una visita y realizan un recorrido por el
proceso que tiene como primera etapa, la purificación de la plata para que esta
pueda ser posteriormente procesada. En este punto, una de las personas que hace
el recorrido, pregunta a uno de los trabajadores acerca de cómo pueden ellos saber el momento preciso en que la plata está completamente libre de impurezas para poder
ser utilizada para la elaboración de joyas. La respuesta del platero fue:
“cuando cualquiera de nosotros se acerca a la superficie de la plata y logra
mirar el reflejo de su imagen, sabemos que la
plata está limpia.”
“Santificación” es cuando la gente te ve a ti y ve un reflejo de Cristo. No cuando enseñas la Biblia en un púlpito o cuando escribes libros o das alguna conferencia. Solo cuando en ti se ve a Cristo, eres realmente un imitador de tu Salvador. “Santificación” es renovar nuestro entendimiento (Romanos 12.2), es no dejar de avanzar a nuestra meta espiritual (Filipenses 3.14) es, aprender a ser fieles a Cristo (Mateo 25.21).
Cuando llegamos a Dios, como en la ilustración del taller de platería, Él sabe que estamos llenos de “impurezas” por el tiempo que hemos pasado en el mundo utilizando nuestra mente y nuestro cuerpo para usos deshonestos y no para las riquezas de la gloria de Dios (Romanos 9.23) por ello, el Señor inicia un proceso de limpieza que puede durar mucho o poco tiempo. Esta duración dependerá de cuán rápido dejemos que actúe la acción del Espíritu Santo en nuestras vidas.
Pero por muy dispuestos que estemos a santificarnos, eso no nos librará de los ataques de los tres enemigos que todo cristiano tiene: el mundo, Satanás y el más poderoso de todos, el cristiano mismo, o sea, nuestra propia naturaleza carnal corrupta que se opone a cualquier cosa que sea la voluntad de Dios (Romanos 8.7).
Aquí nuevamente entra en escena el Espíritu Santo que
se convierte en el “ayudador” que los cristianos espiritualmente necesitan para
que Dios logre en ellos la obra de santificación que desea hacer (Filipenses 1.6). Pero, para que su
ayuda sea efectiva, los cristianos deben permitir que el Espíritu Santo los
llene ya que la experiencia espiritual de la llenura por parte del Espíritu de
Dios (Efesios 5.18) es algo que
depende completamente de la voluntad dispuesta del hijo de Dios (Juan 1.12).
En mis notas de teología defino la llenura espiritual así: “Experiencia limitada a los conversos que
hace que, en respuesta a una total consagración, el Espíritu Santo tome el
control de todos los aspectos de la vida de tal converso”. La llenura
espiritual al depender de la voluntad humana se puede vivir varias veces
siendo lo ideal que, fuera permanente.
Solo ocupándome de mi llenura, llegará la santidad y será
posible alcanzar la sanidad.
Un cristiano lleno del Espíritu Santo mantiene a su
naturaleza carnal debilitada y al mundo derrotado. La Biblia en Juan 16.33 nos muestra que el mundo es
posible de vencer y que el arma para poderlo hacer es la fe (1ª. Juan 5.4-5) y
la fe de un cristiano en condición de llenura espiritual es capaz de enfrentar
cualquier cosa ya que es una fe que no se rinde ante ninguna circunstancia. Los
cristianos llenos del Espíritu Santo no solo conocen la Palabra de Dios, la viven así que, pueden resistir
cualquier incitación del diablo a hacer el mal tal y como Cristo lo hizo en Mateo 4.1-11.
Vamos a concluir este punto señalando que, la Biblia
ve al cristiano como una persona “diez veces mejor” como un “más que vencedor”
o sea, para la Biblia y por ende para Dios, una persona, al momento de su
conversión de inmediato, debería pasar a ser un cristiano santo, pero,
la realidad muestra que pocas veces pasa esto y recordemos que esto es así, por
la falta de sanidad espiritual que
hay en muchos hijos de Dios que hace que estos no quieran iniciar su proceso de
santificación o que lo detengan después de haberlo iniciado.
Es mi deseo que este libro, “Sanidad Espiritual”, ayude a acabar con los cristianos que no
están reflejando a Cristo, con todos aquellos que más bien, siguen mostrando el
reflejo de lo que eran antes de ser salvos ya que siguen siendo los mismos
orgullosos, mentirosos, chismosos o lujuriosos que eran solo que ahora, usaron
algo de su dinero para comprar una Biblia o la descargaron en Internet.
Este libro desea mostrarnos cuales son las cosas que nos pueden tener enfermos interiormente y que están frenando nuestro crecimiento espiritual. “Sanidad Espiritual” quiere mostrarte cuales pueden ser tus heridas interiores, heridas que tal vez no pediste, heridas que otros te provocaron, heridas que trascienden generaciones y parece que se instalaron en tu familia para no dejarte vivir en paz. Vamos a hablar de cosas que nos hacen sentir soledad, odio o resentimiento, de cosas que condicionan nuestra conducta y deforman nuestro temperamento, y que muchas veces, permanecen ocultas ante nuestro estado consciente, disfrazándose de falsas intenciones que nos impiden ver las heridas que realmente tenemos.
Pero, sobre todo, vamos a hablar de medicina espiritual, de cuidados intensivos, de
cirugía y de convalecencia porque Dios desea que compruebes el poder que tiene
para ayudarte a sanar solo que no puede hacerlo por ti. Tú debes dar el primer
paso y sin lugar a duda el libro que tienes en tus manos te servirá para ello.
Solo resta una advertencia. El Maestro nos colocará en la mesa de
operaciones, usará el instrumental adecuado, aplicará la técnica correcta para
el dolor correspondiente, pero eso no garantiza que la operación y la
recuperación vayan a ser fáciles, pero que esto, no nos desanime porque
seguramente Satanás se tomará su tiempo para susurrar de vez en cuando a tus
oídos: “no te curaste”, “no has
cambiado”, “nunca podrás ser diferente”.
Cambia tu enfoque, levanta la frente, que las manos
caídas tomen fuerza (Hebreos 12.12).
Ante lo que esté por venir que tu respuesta sea contundente: “Escrito está”.
Estoy derribado, pero jamás destruido (2
Corintios 4.8-9), prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento (Filipenses 3.4); solo siendo fiel
sostendré la corona de justicia (2
Timoteo 4.8). Escrito está: Las
debilidades me hacen fuerte (2 Corintios
12.10). Escrito está: todo lo puedo en Cristo que me fortalece (Filipenses
4.13).
A
lo largo del libro, comparto testimonios de falta de sanidad espiritual. Todos estos testimonios son reales y llegaron a mí en mis procesos de consejería. Solamente
he cambiado los nombres para respetar la identidad de los involucrados. Espero
no termines identificándote con alguno de ellos.
INDICE
Introducción
CAPÍTULO 1. TRIUNFADORES QUE VIVEN DERROTADOS
Una experiencia personal
Tres claves en el libro de Romanos
Evidencias de la falta de sanidad espiritual
CAPÍTULO 2.
EJEMPLOS BÍBLICOS DE FALTA DE SANIDAD ESPIRITUAL
La traición de Ahitofel
El egoísmo de Micaía
La ambición de Simón el mago
CAPÍTULO 3.
TIPOS DE HERIDAS ESPIRITUALES
Heridas que yo no me provoco
Cuando la educación falla
Amor
Heridas espirituales provocadas por el exceso de amor
Heridas espirituales provocadas por la falta de amor
Estímulo
Heridas espirituales provocadas por el exceso de estímulo
Heridas espirituales provocadas por la falta de estímulo
Disciplina
Heridas espirituales provocadas por el exceso de disciplina
Heridas espirituales provocadas por la falta de disciplina
Cuando la cultura pesa demasiado Cuando vivo con una sexualidad deformada
Cuando sufro abuso físico o sicológico
Ya no quiero ser Mefiboset
Heridas que yo me provoco
Cuando me vuelvo amigo del mundo
Cuando desobedezco los mandamientos de Dios
Cuando piso los terrenos del enemigo
No quiero que me pase lo que a Lucero
Capítulo 4. CÓMO SANAR ESPIRITUALMENTE
El Instrumental
Mostrando el dolor
Cortando el tejido dañado
Cerrando las heridas
Volviendo a caminar
Compartiendo el tratamiento
Conclusiones
1
Capítulo 1:
Triunfadores que viven
derrotados
UNA EXPERIENCIA PERSONAL
Quiero iniciar recordando dos cosas que la introducción de “Sanidad Espiritual” nos dejó claras: primero, los cristianos en esta era no somos perfectos, pero si somos perfectibles. Tenemos
la posibilidad de mejorar, de ir creciendo y, segundo, las heridas de nuestro interior que en este libro
llamaremos “heridas espirituales”,
nos impiden dicho crecimiento. Los cristianos salvos, pero no sanos, suelen acumular mucho conocimiento de la
Biblia, pero no vivirlo. El conocimiento en
lugar de transformarlos, los vuelve engreídos y anula, ante todo, su capacidad
de amar tal y como Dios con claridad lo indica en 1 Corintios 8.1.
Los cristianos tenemos todo para ser triunfadores, pero, en
muchos casos vivimos en permanente derrota y, como un ejemplo de lo anterior te
comparto esta experiencia de mi propia
vida:
Cuando
estaba llegando a la adolescencia ya era creyente. Había pedido a Cristo que
entrara a mi corazón, pero, a pesar de eso, tenía serias dudas en mi fe que se
originaban en una sola cosa: no
podía vencer mis hábitos pecaminosos. Así que, – yo pensaba – si la
cruz promete victoria, pero yo no la veo por ningún lado entonces, la cruz no sirve para nada.
Semana tras semana, mes tras mes, me proponía dejar de lado
las cosas contrarias a la voluntad de Dios que practicaba, y nunca lograba hacerlo. Esto me llevo a pensar
que, esto pasaba porque seguramente yo no era realmente hijo de Dios y que
había cometido algún error en mi proceso de conversión así que, en un año,
llegue a aceptar a Cristo TRECE VECES, pero,
a pesar de esto, yo seguía pecando. Esto,
al final hizo que yo me alejara de Dios.
Cinco años después, con una carga enorme por las cosas que
había practicado fuera de la voluntad de Dios, volví buscando su misericordia y
la encontré, pero, mantenía un temor en mi interior: ¿Volveré a vivir en
pecado? ¿viviré nuevamente escondiéndome de los demás para a solas pecar a
gusto?
En esta terrible contradicción Dios me movió a centrar mi
atención en la carta del apóstol Pablo
a los romanos y ahí ante mis ojos,
surgieron tres ideas de cosas que yo
podía hacer y que me prometían la victoria en mi vida espiritual. Soy
sincero al decir que me desconcertó que nunca nadie me las hubiera mostrado
siendo tan relevantes y determinantes para poder vencer al pecado así que,
antes de hablar de lo que nos lastima el alma, necesito compartir contigo que acciones pueden empoderar tu alma
para que por fin puedas desechar las obras de las tinieblas y vestir las armas
de la luz (Romanos 13.12)
Una vez que tu proceso de sanidad finalice, vuelve a estas
tres claves de victoria cuantas veces sea necesario para que te asegures que
tus heridas espirituales no vuelvan
a doler y para que logres mantener a tu naturaleza carnal como siempre debe de
estar: derrotada.
TRES CLAVES EN EL LIBRO DE ROMANOS
La primera clave para tu victoria la puedes encontrar en la siguiente
cita de la Biblia. Pon toda tu atención en lo que dice.
Una cosa es clara: antes éramos pecadores, pero cuando Cristo
murió en la cruz, nosotros morimos con él. Así que el pecado ya no nos
gobierna.
Romanos 6.6 (Traducción en Lenguaje
Actual)
El pasaje es claro: si estamos en Cristo podemos estar libres de la esclavitud del pecado, pero el “podemos” requiere que, identifiquemos nuestros hábitos pecaminosos, los aislemos para después finalmente, tomar dominio sobre ellos así que, aquí tenemos una verdadera promesa de que todo puede marchar mejor, si queremos.
Ahora, encontremos la segunda
clave para la victoria en el siguiente pasaje:
Pero
ahora fuimos liberados de la ley, porque morimos a ella y ya no estamos presos
de su poder. Ahora podemos servir a Dios, no según el antiguo modo—que
consistía en obedecer la letra de la ley—sino mediante uno nuevo, el de vivir
en el Espíritu.
Romanos 7.6 (Biblia Nueva Traducción
Viviente)
El pecado solo ha perdido su dominio sobre nosotros (como vimos en Romanos 6.6) sino que, además, Romanos 7.6 con claridad nos enseña que estamos libres de lo que nos condenaba. Ya no hay condenación para nosotros. En Cristo, tenemos los argumentos para que la muerte eterna, castigo merecido por la práctica del pecado sea quitada de nosotros. Impresionante.
Pero vamos a tratar de entenderlo mejor. Al existir la ley
de Moisés (entendiendo como “ley” de manera general los mandamientos dados a
Moisés en el Pentateuco) podemos saber lo que es malo para Dios, pero también
podemos saber que, siendo su ley perfecta no hay ser humano alguno que la pueda
cumplir así que, necesitamos de su gracia, de su perdón que Él nos dé porque
nosotros con nuestros recursos nunca lo podríamos obtener. Sin la gracia de
Dios, sin la muerte vicaria de Cristo el pecador queda a merced de la ira de
Dios. En consecuencia, el creyente tiene la misericordia y el cumplimiento de
la ley en sus manos gracias a que, en Cristo, los hijos de Dios cumplen con su ley.
La tercera clave en el libro de Romanos la encontramos en la siguiente cita:
Porque, si ustedes viven conforme a ella, morirán; pero, si por medio del Espíritu
dan
muerte a los malos hábitos del cuerpo, vivirán.
Romanos 8.13 Biblia Nueva Versión Internacional
Recapitulemos. El primer versículo enseña que, en Cristo estamos libres del poder del pecado, la segunda cita enseña que, estamos libres de la condenación del pecado. Con todo esto, lo más normal es encontrarnos la enseñanza de la tercera cita cuya afirmación es la siguiente: teniendo esta libertad de nosotros mismos, nos podemos ocupar solo de hacer cosas espirituales para así no alimentar a los “malos hábitos del cuerpo” o sea, a los instintos de nuestra naturaleza carnal que solo quieren hacer lo malo.
3
Entender las afirmaciones de estos tres versículos, de
manera personal me permitió por fin, dejar de ser un pecador compulsivo y si yo
pude cambiar, por supuesto que tú también
puedes hacerlo.
Si crees
en Dios, ahora se trata de que le creas
a Dios. Él afirma que, si has aceptado a Cristo como Señor y Salvador, eres libre del poder pecado. Él afirma que por
esta misma condición eres libre de la condenación del pecado. Él afirma
que todo lo puedes en Cristo que te fortalece.
¿Crees esto?
Entonces, ¿Por qué muchos cristianos no viven como “más que
vencedores?
Simple. Porque dichos cristianos pasan más tiempo
alimentando a su naturaleza carnal que a su naturaleza espiritual. Si reconoces
que tú eres uno de ellos, pide perdón a Dios por tu egoísmo de solo hacer las cosas que
te hacen sentir bien a ti, y humillado, comprométete con Dios que, a partir
de ahora, solo harás las cosas que lo
hacen sentir bien a Él y entonces, haz una lista de cosas que puedas hacer
para alimentar a tu naturaleza espiritual y
no esperes ni un minuto para empezar a hacerlas y para que tengas la
motivación suficiente para no dejarlas de hacer recuerda que, el día que no las
hagas empezará el proceso que te traerá de nuevo a la esclavitud en la que
ahora te encuentras.
Tenemos todo para vencer, pero, la falta de sanidad espiritual está logrando que
muchos cristianos fracasen.
EVIDENCIAS DE LA FALTA DE SANIDAD ESPIRITUAL
Pensemos primero en los predicadores cristianos.
En muchos casos, las personas que se supone deben compartir
el mensaje de la cruz claramente se ven más interesadas en que la gente les
aplauda a ellos que al mensaje que comparten. Por televisión, internet, radio o
medios impresos, vemos a estos “predicadores” tratando de atraer a la gente
para generarse popularidad y por supuesto quitarle a esta gente su dinero. Para
lograrlo, sacan el concepto del pecado de sus mensajes. No quieren incomodar a
la gente, no quieren enseñar sobre la obligación
de la santidad así que, desde el púlpito entretienen y motivan, pero no
confrontan, no denuncian la maldad. Enseñan
que, con el hecho de parecer “buenos” e ir a la iglesia alcanzará para tener la
simpatía de Dios. En resumen, enseñan un cristianismo tibio que mezcle lo santo
con lo profano. Esto, no debe de extrañarnos ya que así de tibio es el corazón
de esta clase de “predicadores”.
¿Dónde inicia la decadencia de estos seudo mensajeros? En
su falta de sanidad espiritual.
Ahora,
pensemos en los líderes de las iglesias.
“Pastor”, “Obispo”, “Apóstol”, “Evangelista”, “Anciano” o “Diácono” son títulos con los que los malos líderes reclaman ser nombrados aunque la mayoría de ellos no tiene la más remota idea de lo que estos títulos significan en la Biblia o sea, solo quieren ser “eso a lo que suena el título” aunque no saben “como serlo” porque, en realidad lo que quieren es una oficina dentro de una iglesia con sillones acolchonados y fotos sonrientes de ellos rodeados de gente colgadas de las paredes pero, otra cosa como, por ejemplo, ir a una montaña, sudar y pasar hambre para ganar una alma. No, eso no lo harían ni de broma porque se puede ensuciar su saco de marca cara comprado con el dinero de los fieles. El “obrero es digno de su salario” de la Biblia (1 Timoteo 5.18) lo retuercen hasta extremos inexplicables para así poder esconder lo que en realidad son: unos ladrones
Los malos líderes cristianos parecen más lideres políticos
que imitadores de Cristo. Se sienten dueños de un puesto dentro de la iglesia. Por favor, que alguien
urgentemente les diga que únicamente están ejerciendo una función. Urge que alguien les haga saber que, en la iglesia de
Cristo, solo hay una clase de personas: “los siervos inútiles” (Lucas 17.10).
Dice una frase popular que: “para muestra basta un botón”
así que, te comparto el siguiente “botón” de una persona que, nos mostrará como
suelen ser aquellos que ejercen cualquier clase de liderazgo en la iglesia de
Cristo sin tener sanidad espiritual y
es muy atemorizante pensar que, esta clase de personas enfermas del alma, sean
las que estén cuidando, enseñando y dirigiendo a las ovejas que no les
pertenecen sino que le pertenecen a Cristo y a quiénes tratan por cierto, como
si fueran de su propiedad.
Es consolador pensar que más tarde o más temprano esta
clase de líderes serán llamados a cuentas por el dueño del redil.
Testimonio 1
Visitando algunas iglesias en la isla de Cuba, un hermano
líder de una de ellas me platicó la siguiente historia:
Un hermano de México le llamó por teléfono para decirle
que, un famoso predicador de los Estados Unidos iba a visitar Cuba y que, a
este, le habían platicado sobre su labor como líder en ese lugar por lo que, el
famoso predicador y además escritor de libros iba a pasar a visitarlo con la
intención de llevar alguna ayuda material en forma de ropa. El día y la hora
acordados, los hermanos de Cuba rentaron una destartalada camioneta a un
altísimo costo para ellos para estar a tiempo en el aeropuerto y así, recibir
la ayuda que les habían prometido.
Después de mucho esperar en el aeropuerto, el famoso
predicador salió, pero, antes de atender a los hermanos que lo esperaban,
delante de ellos recibió a dos personas de aspecto sospechoso a los que les
permitió abrir las cinco maletas que llevaba con ropa para que seleccionaran lo
que quisieran lo que hicieron llevándose la mayor parte de ella.
Apresuradamente el resto de la ropa la metieron en una sola maleta y se la
entregaron a los hermanos que habían estado esperando.
Los hermanos (que asumieron que recibirían más ayuda que
una maleta) le dijeron al predicador que habían rentado una camioneta pensando
que recibirían más cosas. Aclararon que no pedían más de lo que se les estaba
dando pero que, no tenían el dinero suficiente para el pago de la renta del
vehículo así que, le pidieron al famoso escritor de libros que les pudiera
prestar 20 dólares. De mala gana, el
predicador famoso, sacó su cartera en donde, en medio de muchos billetes de 100
y 50 dólares sacó el único billete de 20 dólares que tenía. Se lo dio a los
hermanos cubanos diciéndoles claramente que era de su dinero “personal” ya que
el dinero para “el ministerio” estaba dentro de otras maletas que, en ese
momento él no quería abrir.
El incómodo encuentro terminó.
Unas semanas después el hermano líder de Cuba vuelve a recibir una llamada del hermano de México que le contactó por primera vez para decirle que, el famoso predicador y escritor de libros le había llamado para pedirle que, hablara a Cuba para que, por medio de él, los hermanos le devolvieran los 20 dólares que les había prestado porque, argumentó, los necesitaba para poner en orden sus finanzas personales.
Yo tuve un libro del “famoso” predicador en mis manos y,
aunque no lo puedan creer la temática del libro era: “la gracia” los dones, los regalos que Dios da y, obviamente es
algo que a dicho predicador le gusta recibir, pero por lo visto, no le gusta
dar. Increíble, ¿no es verdad?
Ahora, analicemos un poco los ministerios cristianos de la actualidad.
Las personas que hacen trabajos en el nombre de Dios en
muchos casos nos presumen sus resultados hablando del número de personas que
alcanzan, pero, no pueden nunca decirnos cuantas de esas personas “alcanzadas”
están viviendo vidas realmente transformadas así que, sus trabajos provocan
mucho ruido, pero nulos resultados.
Con una facilidad que sorprende, algún cristiano o grupos
de cristianos fundan su “ministerio” sin que se sepa que iglesia los respalda,
donde se originó lo que hacen y sobre todo, cuál es su trasfondo doctrinal lo
que justifican diciendo que “el Señor los llamó” o que “su ministerio no tiene
denominación porque es para alcanzar a cualquier persona”. Pero, detrás de eso,
hay algo escondido.
Y lo que esconden es que no quieren rendirle cuentas a
nadie. Quieren ejercer un control total sobre todos los aspectos de su
“ministerio” lo que implica, por supuesto, las cantidades de dinero que reciben
por “ofrendas de amor” que les son entregadas. Los modernos siervos cristianos
no apelan a las ofrendas voluntarias (que así es como vivían los siervos de la
iglesia) sino que ahora ya demandan cantidades mínimas o específicas de lo que
deben recibir.
Se han multiplicado los “obreros cristianos” hechos al
vapor que nunca han tenido experiencias reales de servicio donde con humildad
sirvan a la gente porque, todos están a la búsqueda de la fama, del
reconocimiento. Quieren que sus nombres estén en letras doradas en grandes
anuncios donde se dé a entender que son gente con “un toque especial” de parte
de Dios y lo hacen sin darse cuenta que, la vanidad es el camino más corto para
caer en la soberbia que los lleve a vivir alejados de una verdadera vida espiritual.
¿Dónde aprendieron esta clase de “obreros cristianos” que lo importante no es
ser piadoso sino parecerlo? En su falta de “sanidad
espiritual”.
Para respaldar lo anterior vamos a un testimonio de dominio
público.
Testimonio 2.
Una investigación conducida por la NBC cadena televisiva de
los Estados Unidos, comprobó que, uno de los más grandes tele evangelistas del
sur de ese país, vive en una casa que está valuada en más de 10 millones de
dólares además de que, en las campañas que encabeza se aloja en hoteles que
llegan a costar más de 10000 dólares la noche. Para sus viajes utilizaba un
avión privado requiriendo para ello el pago de más de 100000 dólares al mes.
Cuando se preguntó en las oficinas de su “ministerio” el motivo por el que este
hombre gastaba tanto en el uso de un avión privado respondieron que era por:
“motivos de seguridad”. Este personaje nunca ha querido dar a conocer
públicamente el monto de sus ingresos
Ahora veamos
de cerca a los cristianos en general.
Por lo general, una iglesia cristiana por semana requiere la presencia de los cristianos unas cinco horas y pesar de ello, siempre escuchamos a los cristianos decir que no tienen tiempo de asistir porque “están muy cansados”, “porque tienen un compromiso” o “porque la iglesia está muy lejos de mi casa” pero, si tuvieran otra actividad donde recibieran dinero seguramente no pondrían pretextos.6
Y esta costumbre de dejar a lo último los asuntos del Padre
no hacen nada por cambiarla y viven pensando que, cosas como estas son
toleradas por Dios así que, llevan a ser probada la misericordia de nuestro
Señor al máximo.
Si nos damos cuenta que nosotros tenemos esa clase de
costumbres no olvidemos que Dios nunca las justificará. Él dio todo por ti así que espera que tú des
todo lo que puedas dar por Él, y si no vamos a hacerlo así mejor nos
conviene no dar nada. Recordemos que seguimos a un Dios que prefiere que seamos
fríos a ser tibios.
Testimonio 3
Carlos llegó a los pies de Cristo y de una manera
sorprendente empezó a crecer en conocimiento y sabiduría, pero, al mismo tiempo
manifestaba el ser muy crítico e intolerante lo que dejaba ver algo que en su
interior, no estaba bien ordenado,
pero, como su dedicación sobrepasaba estas actitudes, todos asumimos que,
estaban bajo su control, pero no era así. Mutuamente nos acompañamos a lo largo
de buena parte de nuestro crecimiento espiritual lo que de mi parte hizo que le
tuviera mucha confianza llegando a platicarle cosas profundamente personales
que, yo asumía solo quedaban entre él y yo, pero, algo que sucedió que detallo
a continuación me demostró que, las cosas personales que yo le platicaba a
Carlos este las usaba a su conveniencia.
Cierta ocasión mis líderes me llamaron para pedirme
explicaciones porque “sabían” que yo estaba en una relación sentimental con una
“mujer casada” lo que no era cierto en ningún
sentido. Como se puede suponer, nunca quisieron decirme quién les dio la
información y, terminamos la charla quedando yo bajo sospecha de estar haciendo
algo incorrecto.
Poco tiempo después de eso, Carlos pidió ser nombrado líder
de la iglesia. Desconozco porque motivo, pero, la solicitud le fue denegada lo
que le incomodó a tal grado que decidió abandonar la iglesia a pesar de que su
familia no estaba de acuerdo con su decisión.
Es entonces cuando, mis líderes me confiesan que Carlos
había sido quién les había dicho sobre la supuesta relación que yo mantenía con
una persona casada cuando en realidad, lo que le había dicho a él era que, en
mi entorno de trabajo había una joven que llamaba mi atención y nada más. Fue
obvio que, dentro de Carlos, existía un problema de ego que terminó por hacerle
creer que era yo un obstáculo en su meta de ser líder de la iglesia así que, la
falta de sanidad espiritual me quitó
a uno de mis grandes amigos de mi etapa de crecimiento espiritual.
Si comparamos hechos contra palabras, práctica contra
teoría, nos daremos cuenta que, por todos lados, aparecen cristianos con claras
señales de estar cargando heridas
espirituales en su interior que controlan su conducta y los llevan a vivir
vidas infructíferas.
Un análisis a profundidad del mal liderazgo de la iglesia
cristiana actual lo encontrarás en mi libro:
Líderes de Papel que
es el volumen 2 de la serie Iglesia Hoy y
que continúa a Sanidad Espiritual. Te
motivo a leerlo.
Por todo lo anterior, deseo que no continúes adelante en tu vida cristiana si antes no has sanado tu interior. Fervientemente anhelo que este libro ponga en tus manos las herramientas necesarias para sanar las heridas que te mantienen lejos del poder de Dios y sé que en el fondo sabes que necesitas sanidad espiritual, pero, también sé que, cuando alguien toca nuestras partes lastimadas solemos reaccionar con violencia, resistencia o negación por lo que creo necesario elevar a Dios una oración junto contigo para que seas capaz de clavar tu ego en la cruz donde siempre se debe quedar. 7
Lo anterior lo
afirma la Biblia con contundencia en Gálatas 2.20 donde nos
queda claro que si lo haces, libre del dominio de ego, podrás aceptar el
doloroso pero necesario proceso que requieres para por fin ser libre de ti
mismo. Por favor, regálame un amén al final de las siguientes palabras.
Amado Dios.
Estoy aquí porque te necesito desesperantemente. Por favor,
ayúdame.
Siento que todo lo tengo en contra. Me reconozco como mi
peor enemigo y me doy cuenta que todo lo que hago es motivado por mi propia
maldad. Peco porque deseo hacerlo y a pesar de que no lo merezco sé que a pesar
de esto me amas de pura gracia y eso, es algo que no quiero ya ensuciar más.
Perdóname. No soy como tú lo has deseado. No sigo tus
pisadas y he dejado crecer en mi interior heridas que en este momento me mueven
a hacer cosas que no son agradables a ti, pero no soy una marioneta inocente.
He dejado crecer las heridas y disfruto el pecar hacia donde ellas me mueven,
pero, después del fugaz placer siento la soledad y la vergüenza de mi patética
vida espiritual y ya no quiero seguir así.
Tengo heridas abiertas y sangrantes todo el tiempo. Muchas
de ellas yo no las provoqué, no las pedí, pero ahí están y acepto que eso no me
justifica ante ti y ya no voy a esconderte lo que me está pasando. No huiré, no
voy a culpar a otros, no voy a mirar las heridas de mis hermanos para apartar
convenientemente mi mirada de mis propias heridas. Estoy aquí porque quiero de
tu mano sanar mi interior y no me detendré hasta lograrlo. Necesito ser un hijo
que te haga sentir orgullo y no vergüenza.
Necesito las alas del águila. Quiero correr sin fatigarme.
Pon tu mirada en mí. Dame de nuevo el gozo de mi salvación que he perdido.
Acepto que abras las heridas de mi alma. Muéstrame donde estoy lastimado para
que renuncie a ello y te lo entregue. Quero ser esclavo de ti, no de mis
instintos de maldad que están pervirtiendo mi mente.
Yo soy el fruto de la aflicción de tu alma. Soy el
resultado de la conmoción eterna que termino con el Dios de la gloria revestido
en piel y sangre. Soy el fruto del amor de Dios, y ahora más que nunca, quiero
ser la imagen viva de tu Hijo. Dame
sanidad, aunque
para lograrlo me duela. La recompensa de ser como tú, valdrá la pena.
Humillados ante ti, te lo suplico. En el nombre de mi
Salvador y que ahora en verdad, dejaré que sea el Señor de mi vida. En el
nombre de mi amado Jesús.
Amén.
Ahora sí, estamos listos para ser diagnosticados, pero, a
veces suele pasar que, no nos queda completamente claro que significa tener “heridas espirituales” por lo que es
necesario que, usemos todo el capítulo 2
para conocer a tres personajes de la Biblia cargados de heridas interiores para
que nos identifiquemos con ellos porque puede ser que sus heridas sean las
nuestras lo que permitirá que nos va a permitir reconocer cual es nuestro daño
y así, poder encontrar más fácil el diagnóstico que necesitamos para sanar lo
que haremos a partir del capítulo 3.
Pongamos manos a la obra.
Capítulo 2:
Ejemplos de falta de sanidad espiritual
LA TRAICIÓN DE AHITOFEL
Ahitofel fue el principal consejero del rey David y, en la
última etapa de su vida, vivió obsesionado con la idea de matarlo algo que
desconcierta porque se asume que David era una de las personas más cercanas a
él y que gozaba de su confianza y amistad así que, es válido preguntarnos: ¿Qué clase de heridas espirituales provocaron que Ahitofel deseara matar a quién
merecía su lealtad? Eso lo descubriremos más adelante, pero, esas heridas
lo más paradójico es que fueron provocadas por el propio rey David.
Nuestra historia inicia cuando el rey David, guerrero por
naturaleza está en Jerusalén, preso de un juramento que le impide ir a la
guerra (2 Samuel 21.15-17) lo que lo
mantiene en un alto estado de ansiedad. En esta condición sucede lo relatado en
2 Samuel 11. El rey David paseando
por el techo del palacio ve a una mujer desnuda que se baña y entonces, la
ocasión para calmar su ansiedad lo arroja al pecado.
La mujer desnuda es Betsabé, mujer casada con Urías uno de
los guerreros más cercanos a David que, por lealtad a él había renunciado a su
nación y creencias ya que era heteo pueblo enemigo de Israel y David, por
supuesto, en esto, no supo dar la misma lealtad que recibía. Manda a traer a la
mujer a sus aposentos y, comete adulterio.
El paso de los días sorprende a David con la noticia de que
su aventura se ha salido de control. Betsabé
está embarazada. Así que David tiene que reconocer públicamente el
adulterio y recibir la condena que le correspondía, pero no, apuesta por la
hipocresía y las apariencias y entonces comienza a fraguar un plan para salvar
su reputación, plan que casi logra su cometido.
Del frente de batalla David manda a traer a Urías bajo la
excusa de pedirle un reporte de la guerra y, dándole una porción especial de
comida lo manda a su casa con la clara intención de que fuera a dormir con su
esposa y así, el hijo de David podría pasar por hijo de Urías, pero, este leal
guerrero prefiere quedarse dormido en la puerta del palacio porque siente que
es algo indigno disfrutar de placer y comodidad cuando el pueblo de Israel está
bajo ataque. Vaya muestra de fidelidad que
seguramente golpeo el endurecido corazón del rey David que solo piensa en
salvarse a sí mismo. Tristemente este golpe de amor, no le provocó el más
mínimo efecto.
Definitivamente, cuanto alguien quiere pecar pocas cosas pueden detenerlo. Entonces, en un
segundo intento, David embriaga a Urías para que, influido por el alcohol vaya
a su casa y duerma con su esposa, pero, la lealtad de Urías está por encima de
una borrachera.
Es entonces cuando David decide regresar a Urías al campo
de batalla con una carta en donde pide al general del ejército que lo ponga al
frente del ataque y lo abandone bajo el fuego enemigo para que Urías muera.
Urías, el hombre sin heridas, sin pendientes en su pasado e íntegro en su
interior, cabalga al campo de batalla llevando su sentencia de muerte en sus
propias manos sin saberlo.
Regresa a la guerra dispuesto a morir por su rey sin ni
siquiera haber recibido un beso o una caricia de su esposa. Ella, ¿habría
tenido el valor de dársela?
El plan de David fue ingenioso, astuto y brutal. Casi
perfecto. Solo tuvo una falla: Dios supo
todo el tiempo lo que estaba pasando.
Después del luto social de Betsabé, David la hace traer al
palacio y se casa con ella. Vaya jugada
maestra. Ahora David queda a los ojos del pueblo como el “amoroso” hombre
que ha salvado la estirpe de Urías ya que, la gente, al notar el embarazo de
Betsabé alabaría al rey por hacerse cargo de un hijo “que no era de él” ya que
entre el pueblo seguramente se habría corrido la voz de que Urías visitó
Jerusalén y, por lógica, todos habrían asumido que durmió con su esposa.
En este punto interviene
Dios quién envía al profeta Natán a informarle a David que, lo que el
decidió hacer en secreto, otro se lo haría en público además de que, su condena
implicaría que a partir de ese momento el rey no tendría paz en su casa hasta
el día en que muriera. La sentencia quebranta al rey quién cae en un sincero
arrepentimiento que le ganó el perdón de Dios, pero, las consecuencias, le
siguieron hasta el fin de sus días empezando por el hecho de que el bebé
engendrado con Betsabé muere.
Al paso del tiempo, llegan
más consecuencias para David. Absalón, el más amado de sus hijos levanta
una rebelión para arrebatarle el trono lo que planea con completa astucia
primero, formando un pequeño ejército personal (2ª. Samuel 15.1) luego de lo cual se enfoca en hablarle
amorosamente a la mayor cantidad de la gente del pueblo que puede para hacerse
pasar por mejor persona que su padre. Ya con las simpatías de la gente, Absalón
mintiéndole a David sobre sus propósitos, se dirige a la ciudad de Hebrón para
“ofrecer sacrificios a Jehová” cuando lo que en realidad deseaba era declarar
el inicio de su revolución (2ª. Samuel
15.10).
Es interesante notar que, antes de hacer cualquier cosa,
estando en Hebrón Absalón decide mandar a traer desde su casa a Ahitofel nuestro personaje (2ª. Samuel 15.12). ¿Por qué era tan
importante para Absalón que el consejero de su padre le acompañara en su
revuelta? Para que tengamos una respuesta clara a esta pregunta leamos con sumo
cuidado 2ª. Samuel 16.23 y
sorprendámonos con el hecho de que, para la gente, oír a Ahitofel era como escuchar las palabras del mismo Dios. Por eso importaba en la rebelión, por su
popularidad, por la simpatía que tenía entre la gente, por su sabiduría, por su
astucia, por su extraordinaria inteligencia a lo que sumemos el odio oculto que
tenía de matar al rey, pero, ¿de dónde nació este odio? ¿Qué heridas
espirituales lo alimentaron?
Considerando lo anterior podemos entender porque, cuando
David se entera de la rebelión de su hijo lo primero que le pide a Dios es que entorpeciera los consejos de Ahitofel (2ª. Samuel 15.31). Absalón no era la
principal preocupación para David, lo era Ahitofel porque el rey sabía que este
hombre no tenía nada de ordinario.
Para que tengamos una idea de lo que podía producir la
mente de Ahitofel, analicemos dos consejos que le da a Absalón una que vez que
se ha aliado con él y puede dar rienda suelta al odio que siente por David.
Primero, le sugiere a Absalón que forme un comando de soldados que dé caza al
rey y lo maten aprovechando que, seguramente estaría moralmente desanimado por
la rebelión lo que era cierto, pero, Dios no permitió que sucediera 2ª. Samuel 17.1-2. Además, sugiere a
Absalón que, en el techo del palacio (desde donde David en su momento codició a
Betsabé) ponga una cama y a la vista de toda la ciudad tenga relaciones
sexuales con las concubinas de su padre para que así el pueblo entendiera que
su rebelión iba en serio y que no tendría misericordia con su padre y Absalón,
lo hizo. 2ª. Samuel 16.21-22.
Vaya mente la de Ahitofel, vaya oscuridad de su corazón,
vaya clase de heridas espirituales que
cargaba en su interior. Ahora, ha llegado el momento de que podamos encontrar
estas heridas.
Lo primero que tenemos que hacer es leer con atención 2ª. Samuel 11.3 para darnos cuenta que
Betsabé era hija de un hombre llamado Eliam y, de acuerdo a 2ª. Samuel 23.34 Eliam era ¡hijo de Ahitofel! La relación no
necesita mayor explicación.
Betsabé era nieta de Ahitofel.
Podemos asegurar que, con la sabiduría que tenía Ahitofel
y, moviéndose con libertad por los pasillos del palacio real como lo hacía,
desde el primer momento supo cómo David, había destruido a su familia.
Imaginemos a Ahitofel
día tras día alimentando las heridas
del rencor mientras con cada pensamiento iba perdiendo el respeto por el
amigo que antes admiraba. Imaginemos cuantas veces habrá Ahitofel planeado su venganza, cuantos planes maquinó, cuantos
desechó. Seguramente supo que, de manera directa no iba a poder luchar contra
un hombre como el rey David que, todo lo que hacía le parecía bien al pueblo,
pero, cuando Absalón se rebela Ahitofel ve la oportunidad de sacar todo el odio
acumulado.
¿Recuerdas que, cuando Absalón se rebela Ahitofel no está en la corte real donde
se supondría que debía estar por su labor de consejero? No es una especulación
carente de fundamento pensar que, fue el propio Ahitofel que haya “sugerido” a Absalón la rebeldía valiéndose del
ego que vivía en el corazón del príncipe que le pedía ser el más grande de
todos. Es muy posible que, el rebelde Absalón no haya sido más que un peón en
el tablero de ajedrez que Ahitofel usaba para lograr su venganza motivado por
sus heridas.
Las heridas de Ahitofel
por lo menos en lo que concierne al adulterio del rey David con su nieta
fueron heridas que él no provocó. Alguien
que amaba lo defraudó y esto le provocó tanto daño que solo pudo empezar a
sentir desprecio y resentimiento por lo que planeó una venganza que, no solo
destruyera el reino de David sino también su corazón. Si David hizo pedazos el
hogar de su hijo Eliam el también haría pedazos la vida del más amado hijo del
rey, Absalón y, tristemente, Ahitofel lo
logró. Absalón no salió vivo de su rebeldía.
¿Alguien que esté leyendo este libro tiene esa clase de
heridas? ¿Alguien te lastimo hasta volverte una persona resentida? ¿Aún de
adulto te despiertas en ocasiones pensando en ese daño que te hicieron en tu
infancia y que nadie sabe? ¿Vives pensando en que no mereces ser feliz o no
mereces que te pasen cosas buenas por lo malo que te ha pasado? Si es así, tus
heridas pueden ser las mismas de Ahitofel,
pero, antes de que vuelvas a sentir la soledad con la que has vivido por mucho
tiempo, debes saber que, en Dios, puedes sanar hasta la última de tus heridas.
UN HOMBRE EDUCADO PARA SER EGOÍSTA
El tiempo de los Jueces de Israel fue un tiempo que, en lo
moral fue particularmente triste. La Biblia describe las condiciones de este
tiempo con las siguientes palabras:
En
aquellos días no había rey en Israel, cada quién hacía lo que bien le parecía
Jueces 21.25
Dentro de este tiempo de impiedad, y con una moral igual de
impía vivió el personaje que nos ocupa em este apartado llamado Micaía. Puedes leer todos los detalles
de la vida de este personaje en Jueces
capítulo 17.
La historia de Micaía
inicia con un robo. Su madre pierde 1100 siclos de plata. En los días de
Micaía un siclo de plata era el salario que se pagaba por un día de trabajo así
que, la madre de Micaía perdió el dinero equivalente al ahorro de más de tres
años de arduo trabajo. Como es de esperarse, al saberse robada la madre de Micaía lanza maldiciones contra quién
le robó (Jueces 17.2) lo que asusta
a Micaía porque él había robado el dinero.
Así que, este hijo convertido en ladrón va con su madre y
le confiesa que él tiene el dinero y se lo devuelve y entonces, cuando ha
llegado el momento de una buena disciplina para el hijo que no le importa
aprovecharse de su propia madre para lograr sus propósitos, contra toda lógica
lo que recibe de su madre es una
bendición y además, la madre declara que, va a dedicar a Dios el dinero por
su hijo y lo dedica mandando a hacer un par de ídolos para cometer idolatría
así que, es difícil saber que es peor, el hecho de la tolerancia excesiva hacia
Micaía o el uso que se le dio al dinero.
Tenemos entonces a una madre que da premios al egoísmo,
pero, además, no olvidemos que, Micaía y su madre pertenecían al pueblo de
Israel así que, estaban al tanto de la prohibición expresa de Dios de no
representarlo con ninguna imagen, pero, por lo visto, esto no parece importarle
a la madre de Micaía que ha decidido amar a su hijo más que a Dios.
Los ídolos construidos por la madre de Micaía dan la clara
evidencia de que ella sabía el deseo de su hijo de tener un “templo” con ídolos
para – así lo creemos – por medio de ellos adorar a Dios lo que revela lo que
había en el fondo del corazón de Micaía, y esto era un profundo egoísmo ya que si Dios no autorizaba la
idolatría o la construcción de otros templos además del templo en la capital de
Israel, Jerusalén , eso no le importaba
a Micaía lo que nos deja cual es la conducta típica del egoísta que valdría
bien memorizarla para identificar a los egoístas que se crucen en nuestro
camino,
Para un egoísta si las cosas no se hacen a su manera entonces, nunca las aceptará.
Una vez que Micaía tiene
sus “dioses”, entonces, ahora, se construye un templo en su casa y como para
adorar a sus ídolos necesita un sacerdote pues toma a uno de sus hijos y lo
nombra sacerdote. Dios en la ley de Moisés claramente marcaba como requisito
para los sacerdotes que solo podían serlo los que fueran descendientes de la
tribu de Leví y Micaía y su hijo son descendientes de la tribu de Efraín, pero,
eso que le puede importar al egoísta Micaía
que siempre hace las cosas a su manera.
Falta un detalle en la historia. Por las tierras de Micaía aparece un levita ocioso (Jueces 17.8) un hombre que,
recordemos, por derecho puede ser sacerdote, pero, que lo único que le interesa
es estar holgazaneando (Jueces 17.8). Micaía
al conocerlo, de inmediato le invita a ser su sacerdote personal haciendo a un
lado a su hijo a quién por supuesto solo usaba para lograr lo que quería (Jueces 17.10). Y es entonces cuando Micaía nos vuelve a sorprender con algo
que dice después de contratar al levita. Estas fueron sus palabras:
“…
Ahora sé que Jehová me prosperará, porque tengo un levita por sacerdote”
Jueces 17.13
Los egoístas
nunca dejan de sorprendernos.
Micaía ha hecho
todo mal y él concluye que le terminará yendo bien. Piénsalo. Esa suele ser la
lógica de mucha parte del género humano: si
hago las cosas mal me va a ir bien. La
lógica de Dios es totalmente diferente.
Si actuamos mal, más tarde o más temprano terminaremos mal. ¿Este principio se
cumplió con Micaía?
Un grupo armado proveniente de la tribu de Dan, llega a las
tierras de Micaía y son recibidos
por su sacerdote así que se enteran del asunto del templo personal. El grupo
continúa con sus actividades de reconocimiento, pero, con el tiempo vuelven en
plan de conquista y al recordar lo que Micaía
tenía en su casa, le roban sus imágenes, sus vestiduras sacerdotales y por
supuesto a su sacerdote que, ante la perspectiva de un mejor sueldo no lo pensó
dos veces (Jueces 17.18-20).
Micaía intentó
recuperar sus cosas, pero ante la mayor fuerza de los Danitas regresó a su
casa, perdiendo todo lo que había logrado en su lucha por adorar a Dios a su manera.
La recompensa final del egoísmo siempre es la misma: se termina perdiendo lo que más se adora. Puede
ser un sacerdote, unos ídolos, unas vestiduras, un trabajo, el respeto de los
demás, el amor de la gente a nuestro alrededor, la vida de un hijo o incluso,
la propia vida. Eso solo lo decide el juez de todo.
Miremos ahora de cerca el corazón de Micaía para lograr lo que nos importa que es: encontrar sus heridas espirituales. No será tan complicado. Dia tras día, año tras año, las personas
que debieron educar y dirigir a Micaía le
hicieron creer que merecía todo, que
podía hacer todo. Siempre hubo quién lo librara de sus consecuencias y
cuando asumes el rol de sirviente de tus hijos como lo hizo la madre de Micaía lo único que vas a conseguir es
que tus hijos te terminen despreciando y lo que es peor, te terminan usando tal
y como Micaía usó a su madre y usó a
su hijo y tal como los danitas lo usaron a él.
Las heridas
espirituales de Micaía que lo
volvieron un monumento al egoísmo son heridas que no se provocó el mismo, las
recibió desde el principal entorno de formación que llegamos a tener: nuestro hogar. La mala educación fue
moldeando a Micaía por medio de la
excesiva tolerancia y sobre protección hasta volverlo un engreído que creía que
podía aprovecharse de todos y que todos estaban para servirlo.
¿Alguien que está leyendo este libro tendrá esta clase de
heridas?
¿Creciste sin recibir la disciplina que merecías? ¿Cuándo
alguien te llama la atención sobre algo que
haces mal reaccionas con ira porque crees a que a ti nadie te puede decir
que hacer o no hacer?
Entre los cristianos, actualmente, existen muchos a los que
deberíamos cambiar su nombre por el de “Micaía”.
Hablamos de cristianos que incluso son líderes de iglesias y que se
comportan como si lo merecieran todo y usan a quién lo permite para pisotearlos
para que así siempre se cumplan sus planes y no la voluntad de Dios.
Hablamos de cristianos que, con su pésima conducta alejan a
las personas de las iglesias, pero eso, no les importa en lo más mínimo ya que
siempre encontrarán personas incautas e incluso hombres o mujeres que se casen
con ellos a quiénes eligen por cierto con todo cuidado, porque siempre van a
buscar tener a su alrededor personas que vivan inflando su ego hablando de lo
“inteligentes” que son, “de lo hermosos que son” o de que “nadie es como
ellos”.
Si tú andas por la vida siendo así de insoportable, tus heridas espirituales pueden ser las
mismas de Micaía. Detente por favor.
Recuerda, lo vas a perder todo y si no quieres que eso te pase de la manera más
dolorosa posible, ven a Dios porque solo en Él encontrarás la sanidad espiritual adecuada para que
así dejes de pensar que tienes derechos a usar a las personas para tu beneficio
y así, podrás ver la realidad detrás de tu máscara de egoísmo: nunca has gobernado nada. No eres más que un
niño mimado queriendo toda la atención para ti mientras que, vives creyendo
que Dios a cambio de las cosas malas que haces te va a dar buenas. Eso, nunca
pasará.
No compruebes como tantas personas lo han hecho que, el
egoísmo es el camino más corto para terminar perdiéndolo todo.
EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
Nuestra última historia que nos muestra ejemplos de la
falta de sanidad espiritual nos
lleva en la Biblia hasta el libro de Hechos de los apóstoles donde, el fervor
evangelístico de la naciente iglesia cristiana lleva al diácono Felipe a la región de Samaria.
Pongamos un poco de atención al siguiente detalle: Felipe, era de nacionalidad judía y Dios le lleva a la región de Samaria para predicar a Jesús que también fue judío. Si tomamos en cuenta que los
samaritanos y los judíos se rechazaban con vehemencia no pareciera que la labor
de Felipe fuera a tener éxito y, sin embargo, lo tuvo más allá de lo que se
pudiera esperar y en este éxito contribuyó mucho que Felipe hiciera milagros que, como podemos imaginar
asombraron a los samaritanos que los contemplaron.
Una persona asombrada por el poder de Felipe es el
personaje que estudiaremos en este apartado y que nos enseñará cómo es posible
que muchas de las heridas espirituales
de nuestro interior llegan a sobrevivir aún incluso después de haber aceptado a
Cristo como Señor y Salvador de nuestra vida. Este personaje ha llegado a ser
conocido como: Simón el mago.
Simón ya habitaba desde tiempo atrás la ciudad donde Felipe evangelizaba y tenía dotes sobresalientes como prestidigitador, o sea, podía hacer parecer como algo mágico lo que solo era astucia y práctica con sus manos y su talento era tan grande que la gente decía de él cosas como: “Este hombre es al que llaman el gran poder de Dios” (Hechos 8.10).
Nuestro personaje, se rinde al mensaje de salvación de
Cristo y lo recibe en su corazón y se bautiza confirmando que, ha entregado su
vida a Jesús (Hechos 8.13).
A partir de ese momento, Simón se vuelve un acompañante
asiduo de Felipe porque hay algo que lo intriga: las señalas milagrosas que acompañan al mensaje del evangelio. No
olvidemos que Simón era un mago así que, él de inmediato identifica que estas
señales no son montajes o farsas, sino que son cosas realmente sobrenaturales y
eso, llama su atención porque sabe que, el tener un poder así puede ganarle una
popularidad inimaginable y, además, producirle por supuesto, mucho dinero.
Mientras todo esto está pasando, a Jerusalén llegan las
noticias de lo que Felipe el diácono
está logrando en Samaria, y los apóstoles Pedro
y Juan deciden viajar a esta región para comprobar que Dios esté obrando
ahí tanto como lo está haciendo en Jerusalén.
Aquí, de paso, vemos a Dios tratando de ayudar a los
apóstoles judíos a sanar una herida
espiritual cultural que, les mueve en su interior a pensar que solo los judíos de nacimiento eran los portadores
“autorizados” del mensaje de la salvación lo que los haría “más importantes”
que el resto de los cristianos. Aún ellos, los apóstoles, deben sanar esa herida que les produce soberbia social
para que entiendan que, en el corazón de Dios está el deseo de que cualquier
persona salva pertenezca a la iglesia sin importar donde haya nacido (Hechos 8.17). Las nacionalidades, las razas, el entorno social, y cualquier
otra cosa no determinan lo que alguien es ante los ojos de Dios.
Volvamos con el Simón
ya cristiano que, seguramente desea que las señales milagrosas empiecen a
manifestarse a través de él. Al estar cerca del grupo misionero se enteró que
los apóstoles llegarían a Samaria así que, si Simón quería recibir alguna clase de poder, asumió que los que
habían conocido vivo a Jesús se lo podrían dar.
Llegan los apóstoles y con su invocación, el Espíritu Santo
se derrama en los samaritanos con lo que queda claro que, lo que los apóstoles
judíos vivieron en Jerusalén estaba también disponible para los que no eran de
la “descendencia de sangre de Abraham” pero, además, quedo claro que, los
apóstoles manifestaban señales que nadie más podía hacer (Hechos 2.43; 5.12) y con las señales se manifestaba un poder que Simón deseaba a toda costa.
Nuestro personaje quiere estar en la iglesia de Cristo, pero quiere ser “uno de los importantes” dentro de ella por lo que, quiere obtener
ese “algo” que aumente su nivel, su estatus por lo que, pensando en esto se
dirige a los apóstoles y les ofrece dinero para que le den el poder de que él
también pueda hacer que el Espíritu Santo llegue a las personas. La respuesta
de Pedro el apóstol no pudo ser más
directa:
“Tu
dinero perezca contigo…
Hechos 8.20
Los dones de Dios no se compran con dinero. Dios no es una
fuente de poder, no es un sirviente que se rinde a nuestros caprichos y Simón por fin lo entendió. Se le ordena
que se arrepienta de su pecado y se humille pidiendo perdón ante Dios lo que se
le indica con estas palabras:
Veo
que vas camino a la amargura y a la esclavitud del pecado
Hechos 8.23 NVI
Pedro no le dice
a Simón que perdería su salvación
porque esta es segura, pero si es claro que, si Simón no sanaba sus heridas espirituales que se manifestaban en de soberbia, manipulación y deseos de
sentirse superior a los demás, terminaría esclavizado por ellas el resto de su
vida cristiana. La historia nos deja al final a un Simón que parece arrepentido con lo que, abrigamos esperanza de
algún día verle en la gloria.
Las heridas de Simón
son más comunes de lo que imaginamos. Son heridas que no se generan
haciendo cosas espantosas o destructivas, son heridas que parecen inofensivas y eso, precisamente las hace mucho más peligrosas.
Simón no amaba
tanto su arte como el reconocimiento que este arte le daba y eso, el querer ser
más que los demás, es la herida de un egocentrismo que con toda seguridad
desarrolló a lo largo de su vida, llegó con él a la cruz y no se la entregó al
Señor, no crucificó su soberbia y esta, le hizo confundir las cosas y lo
mantenía en un cristianismo tibio sin fruto alguno.
O tal vez, las
heridas de Simón comenzaron cuando escuchó el primer aplauso o recibió la
primera felicitación. Muchos hombres y mujeres son capaces de resistirlo todo,
pero pocos, realmente pocos, son capaces de resistir la vanidad. La soberbia siempre ha sido un bocado
apetecible para el que ni siquiera los ángeles pueden resistirse y si no lo
creemos, miremos donde comenzó la historia de quién hoy conocemos con el nombre
de Satanás.
Espero que estos tres ejemplos de falta de sanidad espiritual en la Biblia nos permitan ver con
claridad que pueden existir vidas cristianas que han sido tocadas por el
Maestro y, sin embargo, viven en la esclavitud del pecado y no pueden salir de
ahí porque ni siquiera se han dado cuenta de
las heridas que tienen.
Identificar nuestras heridas, y sanarlas es lo que marca la
diferencia entre santidad y pecado, es lo que logra que nuestra ecuación que
inicia con la salvación termine con la santidad (recuerda la introducción) así
que, te invito a prepararte porque, a partir del próximo capítulo empezaremos a
conocer cuáles son los tipos de heridas
espirituales que existen pero, creo que es obvio que la parte más
importante es que tú valientemente identifiques cuales son las heridas que
tienes y, en una sincera dependencia de Dios le pidas que te ayude a preparar
tu interior para ser sanado y por fin,
vivir verdaderamente libre de la esclavitud del pecado.
HERIDAS QUE NO ME PROVOCO
Vamos a empezar por identificar aquellas heridas espirituales en nuestro interior que no son consecuencia de
nuestras malas decisiones o de cosas que se hayan salido de nuestro control. No
son heridas consecuencia de nuestros pecados o el resultado de rechazar de
manera voluntaria los mandamientos de Dios. Son heridas en las cuales no
tenemos responsabilidad alguna, no son nuestra
culpa.
Estamos hablando de cosas que hemos vivido que no las
buscamos, nunca las deseamos y, sin embargo, llegaron a nosotros, cosas terribles, brutales que de manera
injusta golpearon nuestro cuerpo y nuestra alma y que provocan años de dolor
que llega a ser tan profundo que cuestionamos a Dios pidiendo una respuesta de
porqué permitió que tales cosas nos pasaran. Estas heridas, además, causan una
mezcla de ira, resentimiento y miedo y todo lo anterior, provoca que, en la
mayoría de los casos, no hablemos con nadie de los lastimados que estamos,
pero, eso no evita que estas heridas
espirituales duelan profundamente.
Es el propósito de este libro “Sanidad Espiritual” que, cuando termines de leerlo, estas heridas
sean para ti una fuente de aprendizaje, pero nunca más una fuente de dolor.
Veamos cuáles son las heridas espirituales que yo no me
provoco.
CUANDO LA EDUCACIÓN FALLA
A todo lo largo de nuestra vida, todos los seres humanos
somos influenciados de distintas formas. Mucho de lo que creemos auténtico en
nosotros es consecuencia de que algo o alguien lo colocó en nuestros
pensamientos. En un cierto sentido somos la suma de cosas que van dando forma a
nuestra identidad y contribuyendo al desarrollo de nuestro temperamento. Es
importante aceptar este hecho porque solo así, nos daremos cuenta que, el primer y principal medio de influencia en
cualquier ser humano desde su nacimiento hasta su juventud es su hogar.
Durante la etapa en que crecemos siendo parte de una
familia, recibimos educación académica y
educación moral. La educación académica
es el conocimiento que nos dan nuestros maestros de escuela mientras que la
educación moral son los valores que
nuestros padres nos enseñan más con sus acciones que con sus palabras, y se
debería suponer en el caso de los hogares cristianos que esta educación moral
debería reforzar la educación espiritual basada en valores bíblicos que las iglesias
nos transmiten, pero, en muchos casos esto no sucede.
Las fallas en
nuestro proceso de educación moral provocan
heridas espirituales, crean en
nosotros pensamientos que nos llevan a conductas equivocadas que provocan
consecuencias de vida que nos afectan y afectan a quiénes viven con nosotros
que tienen que soportar nuestra falta de
sanidad espiritual.
Nuestra educación moral debería enfocarse en atender tres
áreas de nuestra vida que son: el amor,
el estímulo y la disciplina. Cuando se educa a un hijo con exceso o defecto
de cualquiera de estas tres cosas, les provocamos falta de sanidad espiritual.
Analicemos ahora las heridas
espirituales que se nos presentan cuando no somos correctamente educados
con respecto al amor.
AMOR
El amor a diferencia de lo que la mayoría de la gente
piensa no es una fuerza, un impulso o un sentimiento. Estas cosas y otras se manifiestan cuando estamos sintiendo amor
por alguien, pero, no son el amor. Lo que en
realidad es el amor, es una decisión.
Cuando digo que “amo”
a alguien lo que estoy diciendo es que, de manera libre y voluntaria, he tomado
la decisión de que todo lo que soy esté ligado a una persona en particular con
lo que acepto que mutuamente dependamos el uno del otro. La Biblia dice en Juan 3.16 que Dios, “ama” al mundo lo que implica que Dios
tomó la decisión de ligar su existencia con su criatura, con el hombre. Esto
hace que Dios siempre busque “estar” con aquellos que ama, o sea, los creyentes
redimidos; todos aquellos que han aceptado el sacrificio en la cruz de Cristo
para la salvación de sus almas.
El amor decisión siempre
va a buscar manifestarse por lo que, cuando amamos a alguien, necesitamos que
ese “alguien” lo sepa. A todas las cosas que hacemos para manifestar
físicamente el amor decisión que
sentimos por alguien es a lo que se le llama “cariño”; estamos hablando de
cosas como caricias, besos, abrazos, palabras de estímulo, nuestra constante
presencia cerca de quién amamos, mensajes escritos, gestos cargados de ternura
y, cualquier cosa semejante a estas.
El amor decisión
es importante en nuestra vida porque el hecho de que una persona que nos ame
esté al lado nuestro nos da seguridad lo que hace que nuestra autoestima se mantenga saludable. Esta seguridad nos lleva a atrevernos
a alcanzar mejores metas ya que nos sentimos capaces de lograrlas. Un entorno
plagado de amor ayuda a que nos volvamos personas con capacidad de comunicación ya que no tenemos temor de
mostrar lo que pensamos o sentimos porque sabemos que, sin importar lo que esto
sea será respetado.
El amor decisión
nos hace personas alegres lo que permitirá que desarrollemos la capacidad de resistencia ante los tiempos malos que
se nos presenten. Además, como el amor
decisión nos permite conocer las
mejores facetas del carácter de quién nos ama, podemos llegar a saber
perfectamente cuando alguien quiere ser deshonesto
con nosotros lo que nos previene contra el abuso y la manipulación.
Léase Proverbios
21.3; Jeremías 9.5; Mateo 24.4; 1 Timoteo 4.1 y 2 Pedro 2.14. La Biblia es clara, el tener el amor de Dios nos
previene contra el engaño. Lo mismo pasa con el amor decisión que alguien nos manifiesta.
El vivir con las expresiones de amor decisión correctas nos enseña a valorar a los que nos aman y esto nos generará humildad de carácter y
empatía lo que nos permitirá ser seres sociables que, en la interacción con
los demás podremos llegar a encontrar las herramientas para resolver casi todos
los conflictos emocionales que se nos presenten.
Todo esto y más son los beneficios que nos trae el saber y
sentir que somos amados, pero, cuando el amor
decisión no nos llega correctamente causa en nosotros heridas espirituales que provocarán que muchas de nuestras
conductas se deformen, se alteren (esto es lo que se conoce como patología del carácter) lo que nos
llevará a una toma de decisiones incorrectas que puede perjudicarnos a todo lo
largo de nuestra vida.
Durante la continuación del presente apartado de “Sanidad Espiritual” cada vez que
aparezca la palabra “amor” nos
estaremos refiriendo al “amor decisión” esto,
para hacer más más cómoda la lectura de este libro.
HERIDAS ESPIRITUALES PROVOCADAS POR EL EXCESO DE AMOR
Cuando durante nuestro proceso de educación en el hogar se
nos da un exceso de amor, se nos empuja a vivir en una irrealidad.
Desarrollamos una visión falsa de lo que es la vida porque si, siendo niños
siempre hubo a nuestro alrededor gente atendiendo nuestras necesidades y
cumpliendo nuestros caprichos entonces, creemos que siempre la gente a nuestro
alrededor estará para servirnos. Nos volvemos manipuladores y egoístas. Las
personas para nosotros son solamente “cosas” que usamos para nuestro beneficio.
¿Te es familiar la historia donde los padres dolientes ya
no saben que hacer porque sus hijos hacen lo que quieren sin tomarlos en
cuenta? Pues bien, aquí es donde nacen esas historias.
Cuando se muestra un exceso
de amor se nos sobreprotege y
consiente lo que nos vuelve sumamente irresponsables.
No logramos alcanzar ninguna meta y, esto es obvio, ¿Cómo vamos a preocuparnos
por los problemas que provocamos si siempre hay alguien asumiendo nuestras
consecuencias? ¿Por qué esforzarnos en lograr algo si siempre habrá alguien que
me dé lo que necesito? Nunca buscaré por mí mismo lo que necesito si otros me
lo dan.
Léase Proverbios
17.25; 29.15. Dios no puede ser más claro sobre esto.
Las cuatro principales heridas
espirituales que puede provocar en el interior de una persona una formación
con exceso de manifestaciones de amor
son las siguientes:
•
Soberbia
•
Desprecio
•
Exigencia
•
Indisciplina
La soberbia, el
tener un concepto más alto de mí del que debo tener (Romanos 12.3) es la consecuencia natural de alguien al que se ama
en exceso porque se le hace creer que merece
todas las atenciones. Cuando se nos da más de lo necesario, termino
creyendo que soy más que los demás. Como consecuencia de lo anterior, mi
conducta manifiesta desprecio. No
soy capaz de valorar lo que otros hacen por mí, ya que no me cuesta ningún
esfuerzo obtenerlo lo que me vuelve exigente
ya que, me enojo y exploto si las cosas no las recibo cuando yo las quiero
y de la forma que yo las quiero.
Sin dudar, muestro desprecio a quienes me han consentido
sean quiénes sean porque muy pronto en la vida aprendí que, quiénes me
consienten, dependen emocionalmente de mí
y sé que siempre vendrán a suplicar por mi atención así que, si puedo vivir
como sea y a pesar de eso, se me sigue dando respaldo entonces, me vuelvo una
persona indisciplinada. No hay regla
que obedezca, no hay norma a la que me sujete ni consejo que siga.
19
¿Cómo voy a seguir reglas si fui educado para creer que
puedo hacer lo que quiera?
Las personas que han desarrollado patologías como las que
acabamos de describir suelen tener pensamientos como los siguientes:
•
“Tengo derecho a vivir mi vida sin que nadie me diga
nada”
•
“Yo merezco a mi lado mejores personas que las que
tengo”
•
“Todos a mi alrededor son una bola de ineptos”
•
“A mí nadie me va decir cómo hacer las cosas”
Si tu conducta se ajusta a cualquiera de las patologías que
vimos, si has pensado cualquiera de las cuatro cosas anteriores, entonces
tienes falta de sanidad espiritual. Tu
diagnóstico es que tienes heridas interiores provocadas por la educación a causa de haber sido
formado con un exceso de manifestaciones de amor. Si no te detienes, si
no haces algo por sanar tienes por delante un futuro de permanente conflicto
donde, siempre terminarás alejando a las personas que te amen de forma sincera
sean padres, hijos, esposos o hermanos en la fe porque siempre terminarán
dándose cuenta que los estás utilizando.
Y claro, tu soberbia te dará resistencia algunos años para
seguir acusando a todos de las faltas que tú habrás cometido, pero, con la
edad, la resistencia se acabará y entonces, desearás un poco de lo que tanto
despreciaste, pero, a tu alrededor, nadie va a querer estar contigo.
¿Eso es lo que deseas para tu vida?
Testimonio 4
Fermín creció en un hogar donde siempre se le hizo creer
que él no debía dejar que nadie le dijera que hacer. Ante cualquier problema
que Fermín tuviera, siempre alguno de sus padres se encargaba de hacer un
escándalo del tamaño lo suficientemente grande para enterar a Fermín que
siempre alguien le ahuyentaría los problemas así que, si algo odiaba Fermín era
que alguien le dijera que hacer o le llamara la atención. Es en este punto
cuando yo lo conozco.
Fermín se acerca a la iglesia cristiana y empieza entender
que algo en él no anda del todo bien. Los problemas en su matrimonio van en
aumento y, su primera solución es casi no aparecerse en su casa buscando
trabajo que lo lleve fuera de la ciudad en donde vive. Pareciera que,
intencionalmente no quiere estar cerca de su familia, pero, no es eso, en
realidad, no quiere estar cerca de ninguna responsabilidad. No quiere cerca a nadie que
le diga cómo hacer las cosas.
Pero, empieza a creer que necesita ayuda y, durante varias
charlas donde parecía que entendía su principal herida espiritual de no asumir ningún compromiso me platicó algo
que le había pasado unos días antes. Había conseguido un empleo por fin dentro
de la ciudad donde estábamos con un excelente salario así que, podría estar
cerca de su familia y tratar de resolver las situaciones que él mismo reconocía
estaban empezando a salirse de control.
Cuando ingresó al trabajo entre ciertas condiciones le
hicieron saber a Fermín que, en horas de labor estaba prohibido consumir alimentos ya que tenía que lidiar con materiales
peligrosos por lo que no podía distraerse, pero, recuerden, a Fermín nadie le debe decir que es lo que debe de
hacer así que, unos días después de estar en el trabajo que tanto había
buscado le dio hambre así que, simplemente empezó
a comer algo. Su supervisor pasó cerca de él y, lo saludo sin decirle nada.
Fermín lo siguió con la mirada y a la distancia, vio que el supervisor entro a
las oficinas de los jefes superiores así que Fermín asumió que entró a
presentar una queja en su contra y como a él no le gusta que le llamen la
atención, en ese momento, se quitó su ropa de trabajo, tomo sus cosas y salió
de la empresa sin hablar con nadie y sin
esperar a ver qué es lo que pasaría.
La consejería acorraló a Fermín. Tenía que humillarse y
reconocer su soberbia algo que, por supuesto, jamás haría así que, hizo lo que
suelen hacer los cristianos soberbios. Se fue de la iglesia para buscar una que
fuera como él quería. Al paso de los años, se ha alejado por completo de la
vida cristiana y, por supuesto, en Internet abundan las fotos de él con sus
hijos escribiendo que, estos, son lo más lindo de su vida, aunque todos saben
que la vida de esos hijos es un desastre sin control. Era de esperarse, Esos
hijos tuvieron al mejor maestro de la indisciplina.
¿Algún Fermín estará leyendo esto?
HERIDAS ESPIRITUALES PROVOCADAS POR LA FALTA DE AMOR
Cuando el amor no
está presente en nuestras vidas, es como si perdiéramos la referencia de cómo
vivir. Esto, puede convertirnos en personas inseguras lo que no nos permite tomar buenas decisiones o no
tomarlas a tiempo ya que nunca tenemos la certeza de que lo hagamos dará buenos
resultados y, ante esta inseguridad siempre buscaremos personas que, a nuestro
alrededor nos representen cierta certeza lo que nos puede volver dependientes lo que significa que
siempre necesitaremos la aprobación de alguien muy específico para sentir que
estamos haciendo lo correcto lo que hace que, en muchos casos, las personas de
las cuales dependemos usen eso para poder sacar ventajas de nosotros.
En este sentido es común encontrar ejemplos de mujeres que
vivieron sin la manifestación del amor
de su padre varón lo que les lleva a buscar como esposo a un varón de
temperamento fuerte porque inconscientemente están buscando quién les aporte seguridad, el problema es que
los varones de temperamento fuerte suelen ser poco expresivos en su cariño así
que, este tipo de mujeres no reciben la gratificación emocional que requieren
y, en lugar de iniciar un proceso de sanidad
espiritual ahora, se aferran emocionalmente de sus hijos para que ellos les
den seguridad pero, los hijos dándose cuenta de la dependencia de su madre la
usan para obtener lo que quieren y la madre, sin capacidad de hacer nada en
contra de “quién ama con todas su fuerzas” convierte a sus hijos en personas
consentidas, egoístas y soberbias y todo, por la presencia de una herida de falta de amor.
Al crecer con falta de amor, somos lastimados y, esas heridas espirituales hacen que
reaccionemos en contra de quién o quiénes nos lastiman porque deseamos que el
daño se detenga, que nos dejen lastimar.
Nuestro deseo de sobrevivir al daño nos hace que nos
endurezcamos por medio del resentimiento
para con eso rechazar lo que no está destruyendo y nos volvemos personas
resentidas con todos, personas que no podemos construir relaciones emocionales
estables con nadie porque, cualquier acercamiento nos recuerda que, en nuestra
infancia cualquier acercamiento era para lastimarnos.
A lo anterior agreguemos que, al no tener los niveles correctos de amor en nuestra vida no nos sentimos
completos por lo que siempre tendremos una permanente
inconformidad. Todo el tiempo encontraremos cosas de que quejarnos, cosas
que siempre criticaremos. Señalaremos las fallas de otros y eso, no nos
permitirá reconocer las cosas buenas que las personas tienen por lo que, nos
perderemos de verdaderos amigos porque solo estaremos mirando las cosas que no
hacen bien. Nos resistimos a disfrutar de nuestra vida porque la voz de
nuestras heridas espirituales todo
el tiempo nos hace creer que no merecemos ser felices, que no tenemos lo
necesario, que no debemos alcanzar nuestras metas, que la felicidad no es para
nosotros y, para los cristianos con esta clase de heridas, las enseñanzas de la
Biblia sobre el amor incondicional de Dios las sentimos vacías porque solo
vacío es lo que hay en nuestro interior.
Si este es tu caso, por favor sana de tus heridas de la falta de amor.
Tu felicidad en esta tierra está en juego.
Las personas que crecen con deficiencias de amor pueden llegar a desarrollar una o varias de
las siguientes patologías:
•
Rebeldía
•
Resentimiento
•
Envidia
•
Desagradecimiento
Cuando no se recibe el mínimo amor para tener estabilidad
en el interior, se rechaza cualquier cosa que se parezca a una manifestación de
aprecio. Si cuando se necesitaba amor este no se recibió entonces ya no hay interés en recibirlo, aunque se necesite con desesperación. Eso hará que se
manifieste rebeldía ya que se quiere
causar a otros un poco del daño que se nos provocó lo que por otro lado
interiormente, hará crecer en nosotros un gran resentimiento lo que significa que, ese dolor por la falta de amor
vendrá a nuestra mente una y otra vez lo que seguramente, nos termina amargando
el alma y esto, puede provocar el llegar a sentir envidia cuando se ve a otras personas disfrutar del amor del que
carecemos y, si estas personas son cercanas a nosotros, podemos llegar a
manifestarles un injusto repudio ya que ellas nos recuerdan lo que todo el
tiempo estamos necesitando. Todo lo anterior, nos puede llevar a ser desagradecidos, a no valorar las cosas
que las personas sinceramente hagan por nosotros para manifestarnos su
amor.
Vivir de esta manera, sin
amor, hace que quedes en una posición vulnerable,
aunque tú pienses que no es así. ¿Por qué? Porque tú necesidad de sentir
amor no ha sanado, está en ti todo el tiempo por lo que,
vas a andar buscando, aunque lo niegues, una fuente de amor y eso puede lograr
que abras tu corazón a personas que no te aman sinceramente, que se darán
cuenta de cuanto las necesitas y esto, tu necesidad, lo van a usar para hacer
cosas que incluso pueden atentar contra tu dignidad y lo vas a aceptar porque
sigues creyendo en tu interior que una persona te puede dar la felicidad cuando
eso, es
una mentira. No existe ningún ser humano que pueda hacer feliz a otro
ser humano. Eso solo puede hacer Dios.
Personas con esta clase de heridas espirituales son las madres que se han convertido en
esclavas de sus hijos que les quitan, su dinero, su tiempo y su paz o, las
mujeres que son abusadas físicamente por sus parejas o que soportan todo tipo
de infidelidades en el matrimonio sin hacer nada para remediarlo. La falta de
expresiones de amor en nuestra vida, vaya que condena nuestro futuro a una
condición de verdadera infelicidad
Léanse en la Biblia los siguientes pasajes:
1 Corintios 13; 16.14; Colosenses 3.14; 1 Juan 4.16
Las personas que han vivido con deficiencias de amor suelen
tener estos pensamientos:
•
“No debo confiar en nadie. Todas las personas quieren
aprovecharse de mí”
•
“Yo puedo perdonar lo que me hacen, pero nunca voy a
olvidarlo”
•
“Yo no merezco que nadie me ame”
•
“Se que me está usando, pero en el fondo es buena
persona, va a cambiar”
Si te comportas de acuerdo con las cuatro patologías
señaladas anteriormente o, si tienes pensamientos semejantes a los anteriores
tienes falta de sanidad espiritual. Tu
diagnóstico es que tienes heridas
espirituales causadas por un mal proceso educativo en donde no tuviste las
manifestaciones de amor necesarias.
Ese es el origen de muchas de tus cargas interiores y si no sanas, puedes llegar a buscar una fuente de amor en la persona o la situación más desfavorable posible o, puedes finalmente endurecerte, no aceptar tu necesidad de amor y dejar que los años se acumulen sobre ti mientras te vuelves una persona iracunda que se transforma en el pariente al que nadie quiere visitar mientras en tu negación dirás: “mejor que nadie me venga a ver porque no necesito a nadie” cuando precisamente eso es lo que más necesitaras.
Es interesante descubrir como cuando recibimos más
manifestaciones de amor de las necesarias o cuando no recibimos las necesarias
terminamos llegando a un mismo destino: la amargura.
Testimonio 5
Es difícil vivir pensando en que nadie me ama, pero, es
todavía peor amar y no poder manifestarlo. Precisamente así es como podría
definirse la vida de Alicia.
Cuando Alicia cobró el valor de poder hablar, yo fui el
primer sorprendido, ya que la imagen que todos teníamos de Alicia era de una
mujer segura que, a pesar de todos sus problemas, estaba dando sentido a su
vida y dirección a la vida de sus hijos adolescentes lo que era notorio porque,
sin importar lo que ella pudiera estar pasando, siempre hacía presencia en la
congregación llevando a sus hijos.
Pero, ya con una pubertad bien desarrollada, los hijos de
Alicia al parecer ya no estaban tan dispuestos a compartir sus ánimos por
asistir a la iglesia y, los conflictos en la casa de Alicia eran cada vez más
frecuentes en los cuales, los jóvenes no escatimaban en lanzarle palabras
hirientes a su madre para hacerla sentir mal y lo lograban. Cuando fue el
momento de poder afrontar el problema, una sola era la pregunta que circulaba
por la mente de Alicia: ¿Es que acaso mis
hijos no me aman?
La respuesta parecía un
definitivo sí, pero la realidad era un poco más compleja y el poder ir
descubriendo todos los caminos de la vida de Alicia, le pudo dar a ella por
fin, una idea más clara de cómo resolver esa gran sensación de falta de amor que experimentaba,
Alicia creció en un hogar sin expresiones básicas de amor.
Desde la infancia todo fue trabajo y cumplir con las responsabilidades para
cada quién asignadas. No hubo tiempo para juegos, visitas al parque o palabras
de aliento. Por ende, Alicia fue seriamente lastimada, pero se acostumbró a
ello y dejo de prestarle atención. Su forma
de pensamiento era que, la vida se enfrentaba con ganas, sin rehuir los
problemas, se tiene que ser fuerte y no hay lugar para las lágrimas.
Ir a la iglesia para Alicia era algo que se tenía que hacer
como si de una disciplina militar se tratara y, si ella hubiese puesto un poco
de atención en todas las cosas anteriores hubiera reparado en la presencia de
una herida espiritual que claramente
manifestaba. Su herida era que, al no haber
conocido el amor, ella estaba incapacitada para darlo aun cuando en muchas situaciones su
corazón gritaba por poder manifestar su amor.
Cuando Alicia se casa, se casa con un hombre franco,
directo, “de esos que dicen las cosas como son” pero, que también era incapaz de mostrar amor.
Esto nos lleva a una segunda herida
espiritual producida por la primera. Al conocer a un hombre que vivió cosas
semejantes a ella, Alicia pensó que eso haría que él la comprendiera y
resolviera su necesidad de afecto, pero, lo que terminó pasando es que su
necesidad de amor se hiciera más grande y, fiel a su filosofía de vida, Alicia
se obligó a seguir adelante a pesar del dolor.
Cuando llegaron los hijos, el esposo de Alicia mostró un
total desinterés en todo lo que tuviera que ver con ellos. Así que, Alicia se
convirtió en formadora de sus hijos y siendo como era, con el carácter duro y
teniendo canceladas sus emociones, empezó a educar a sus hijos en una férrea
disciplina de parte suya contra la total tolerancia y desinterés de parte de su
esposo.
Sus hijos, pronto comenzaron a acumular
sus propias heridas hasta que, hartos de su situación, empezaron a mostrar
rebeldía y resentimiento además de un fuerte desagradecimiento con cualquier
sacrificio que Alicia hiciera por ellos.
Esos hijos sentían ira hacia su padre por ser el gran
ausente de sus vidas y por Alicia, sentían la misma ira por ser ella una
persona que estaba encima de ellos todo el tiempo. Sus hijos vivieron entre los
dos extremos, y aprendieron a odiar a sus dos
padres además que se convirtieron en la siguiente generación de esa familia
con necesidad de amor.
El camino de Alicia ha tomado cierta estabilidad. Todo ha
empezado a marchar bien, y esto inició cuando Alicia fue a Dios y le pidió que
se convirtiera en la mayor fuerza de amor de su vida para que, la presencia del
amor de Dios en ella le hiciera sentir la necesidad de poder mostrar más amor a
los suyos lo que le ayudaría a ella y ayudaría también a sus hijos.
Por su parte, los hijos de Alicia hoy saben con certeza
que, no era verdad que no amaran a su madre, por el contrario, todo lo que
hacían era para que ella los amara tanto como ellos lo estaban necesitando.
De esta forma nos hiere el amor cuando de manera incorrecta
lo vivimos. Si ese es tu caso, Dios te ha traído hasta estas líneas para que
finalmente puedas tener sanidad
espiritual, pero, antes de entrar al proceso de curación, necesitamos ver
el segundo aspecto con que la educación suele lastimarnos.
ESTÍMULO
Se considera un
estímulo a cualquier cosa que hacemos para provocar una reacción en una
persona. Un ejemplo nos clarificará las cosas. Muchas empresas en el mundo dan
a sus trabajadores un estímulo de
puntualidad lo que significa que, les dan una cantidad extra de dinero para que estos, reaccionen con el
hábito de llegar a la hora correcta a trabajar.
Si lo pensamos bien, estamos rodeados de estímulos todo el
tiempo. La chica enamorada que estimula a su amado con palabras en un tono más
suave para que, al día siguiente haga algo que no tenía contemplado, el maestro
de escuela que muestra a los alumnos el premio que les entregará al final del
día siempre y cuando estos se comporten de la manera correcta, el consejero que
le muestra a la persona en depresión las cualidades buenas que tiene para
provocar la reacción de que esta se levante de su apatía por la vida y luche
por superar sus conflictos.
¿Te puedes dar cuenta? Por todos lados estamos rodeados de
estímulos los cuales recuerda, tienen el propósito de condicionar nuestra
conducta, de provocar una reacción. Y es esto, donde radica la principal
importancia del estímulo. Los
estímulos adecuados en el momento adecuado desarrollarán las mejores conductas
de nuestra parte y. si estás conductas se mantienen se volverán hábitos, o sea, conductas que estarán
ya incorporadas a nuestra manera de ser, o sea, las practicaremos de manera
natural sin que exista ya un estímulo de por medio. Bajo este enfoque, podemos
darnos cuenta de que los estímulos no solo desarrollan
buenas conductas, sino que, además, nos
convierten en mejores personas.
Ahora, pensemos cuando llegamos como bebés a nuestro nuevo hogar. Desde el principio empezamos a ser bombardeados por toda clase de estímulos como palabras con tonos suaves, gestos cargados de alegría o sonidos guturales para que respondamos a ellos y cuando ya vamos creciendo, en cada momento de nuestra vida escolar, ahí está alguien de mi familia estimulándome. A esto, agreguemos el estar sentados junto a nuestros padres haciendo las tareas escolares mientras, en los ratos de ocio, ellos cantan con nosotros canciones infantiles que no les gustan para nada pero que lo hacen para manifestarnos su amor. Todo esto, nos está estimulando y si estos estímulos son buenos, desarrollaremos buenas conductas y seremos buenas personas, pero, si los estímulos son malos, desarrollaremos malas conductas y por ende, nos volveremos malas personas.
Es un buen momento para que te preguntes a ti mismo: ¿Qué
clase de estímulos recibiste durante tu proceso de educación? ¿Estímulos que te
hicieron desarrollar buenas conductas? O será que, lo que te estímulo ¿te causo
falta de sanidad espiritual?
En este apartado nos resta entender algo. Hemos hablado de “buenos” o “malos” estímulos, pero ¿qué es lo que determina que un estímulo sea “bueno” o “malo”?
En una sociedad donde cada uno defiende su “paquete” de
ideas como el correcto, es complicado determinar que va en la dirección buena o
en la mala, pero, afortunadamente, en el mundo cristiano las cosas son más
fáciles. Para las personas que confesamos a Cristo como Señor y Salvador de
nuestras vidas, nos queda claro que, lo único perfecto es la persona Santa de Dios (Mateo 5.48). Así que, es lógico asumir que, lo que Él representa es el modelo de lo que debemos ser para,
convertirnos en las mejores personas posibles. Esta idea es la esencia de lo
que el apóstol Pablo declaró en 1
Corintios 11.1 donde manifiesta que debemos ser imitadores de Cristo.
Al conjunto de todo lo que Dios “es” se le suele llamar “atributos divinos” que, nos quedó claro,
son perfectos. Por otro lado, la
Biblia declara con contundencia que, la
persona de Cristo es la expresión visible de lo que Dios es porque,
finalmente Cristo es Dios (Juan 14.9; Juan 1.1). Unamos las dos
ideas. Si estudiamos como era Cristo conoceremos
como es Dios y, si solo los atributos
de Dios son perfectos, estudiando la conducta de Cristo conoceremos la conducta
perfecta la que nos garantiza convertirnos en las mejores personas.
¿Cómo se relaciona esto con el tema de los estímulos? Es
simple. Cualquier estímulo que apunte a provocar el desarrollo de una cualidad
del carácter de Cristo en nosotros, entonces será un estímulo bueno mientras que, todo estímulo que no nos mueva a ser como Cristo será inevitablemente un estímulo malo.
Que sea un ejemplo el que nos ponga todo en la perspectiva
correcta. Mateo 11.29 dice que,
Cristo es “manso” una persona con el carácter bajo
control, alguien que las cosas que hacía, nunca las llevaba a cabo bajo el
control de sus emociones, sino que las hacía bajo el control de Dios. Cristo no
hacía lo que él quería, hacia lo que su Padre quería (Juan 6.38). Si como padres, deseamos que nuestros hijos aprendan a
desarrollar el “dominio propio” para poder contener sus emociones y que no
caigan bajo el control de ataques de ira, cualquier cosa que hagamos para desarrollar en ellos su capacidad de auto
control será un estímulo bueno
porque va en favor de lo que Dios es.
Pero, si como padres hacemos enojar hasta la ira a nuestros
hijos (Efesios 6.14) por medio de
burlas o reproches o hacemos algo que provoque que su enojo se manifieste sin
control, entonces estaremos usando malos
estímulos lo que convertirá a nuestros hijos en malas personas.
Aprendimos en el apartado anterior que, cuando vivimos con exceso de amor, llegamos a vivir en una
irrealidad, ya que quedamos desconectados de lo que realmente es la vida. Algo muy semejante sucede cuando vivimos
sobre estimulados solo que, en este caso, la irrealidad que vivimos es con
respecto a las cosas que hacemos. Si somos sobre estimulados vivimos creyendo
que nuestras acciones son más importantes de lo que realmente son y, creemos
que, lo que hacemos, aunque sea insignificante merece
algún tipo de recompensa.
Ejemplos de educación con exceso de estímulo son los hogares donde los padres
se preocupan si no llevan nada material a sus hijos cada vez que salen a casa
para nos despertar su enojo.
También en esta categoría caen los
hogares donde, existe un juguete para dos o más hijos y, en lugar de enseñar la
tolerancia y el hábito de compartir, rápidamente se compra un juguete a cada
hijo con lo que se anula la posibilidad de que entiendan que son hermanos y que
deben aprender a renunciar a su derecho de uso sobre un juguete para hacer
generarle un bien a alguien con quién estarán ligados hasta el último día de su
vida.
Nos ha quedado claro que, los estímulos tienen como
objetivo que las conductas correctas se mantengan, pero, el exceso de estímulos lo que
provoca es que sean las conductas
incorrectas las que se manifiesten sin control. Las malas conductas se corrigen con disciplina, pero, en muchos de
nuestros hogares se nos promete “algo” si dejamos de comportarnos de una forma
incorrecta con lo que, con estímulo deseamos
componer lo que solo se resolverá con disciplina.
Pensemos en esto: si nuestros hijos están actuando mal y aun así siguen
recibiendo estímulos, ¿Cuándo van a tomar la decisión de dejar de hacer lo que
hacen mal? La respuesta es: nunca.
Sanar de tus heridas
espirituales por el exceso de estímulos es apremiante ya que, de no
hacerlo, vivirás siendo una persona que exigirá lo mejor de los demás sin
corresponder de la misma forma y eso, el esperar recibir siempre sin dar,
termina fabricando egoístas que
alejarán de su lado a todas las personas a su alrededor que huirán para no
seguir siendo utilizadas. Si tu proyecto de vida consiste en terminar rodeado
de una soledad que te deprima cada segundo de tu vida, entonces, no sanes de
esta clase de heridas espirituales,
pero, vivir así es algo que nadie soporta. No te arriesgues a que ese sea tu
caso.
Léase Levítico 20.9; Proverbios 1.7; Efesios 6.1; Colosenses 3.20
Las personas con esta clase de heridas espirituales desarrollan las siguientes patologías, pero,
no olvidemos que, estás son solamente las más notorias.
•
Demandantes
•
Incomprensivos
•
Insensibles
•
Manipuladores
Cuando recibes todo el tiempo algo, te acostumbras a ello
por lo que te volverás demandante,
siempre estarás no solo esperando sino exigiendo que se te de algo e incluso,
condicionarás tu conducta en función de lo que recibas o no. Esto, hace que
pocas veces se entiendan los sacrificios que las personas a mi alrededor hacen
para poder darme los estímulos que exijo lo que me puede volver incomprensivo, carente de todo respeto
hacia el esfuerzo que hacen las personas a mi alrededor para darme algo y,
cuando alguien hace más de lo necesario por mí, ¿suelo agradecerlo? La
respuesta es obvia: por supuesto que no.
Lo anterior provocará una respuesta natural de desprecio
hacia las personas que me están estimulando cuya vida no me interesa en lo más
mínimo ya que solo quiero sacar provecho de ellas, esto, se llama insensibilidad. No sentiré nada de
empatía hacia las cargas que tienen mis estimuladores y por supuesto, no me
interesa el dolor que les provoco con lo cual aumento esas cargas, es más,
intencionalmente provocaré dolor para obtener un beneficio, a eso, se le llama
ser manipulador
Para un manipulador las personas son únicamente como piezas
de ajedrez que mueven todo el tiempo para lograr para ellos un beneficio.
Vivir en una condición de sobre estímulo como sucede con
otras condiciones semejantes, me lleva con mucha rapidez al ensoberbecimiento,
donde me muestro como superior a los demás y, el actuar así, la Biblia advierte
en Proverbios 16.18 es llegar al
momento preciso en que la disciplina de Dios nos azotará de tal forma que se
reciba lo que se merece. Las personas sobre estimuladas están tan seguras de
que siempre recibirán algo que, sin darse cuenta, quedan indefensas ante otras
personas que, negándoles algo, harán que enloquezcan y que, por la
desesperación de recibir lo que se les ha negado cederán emocionalmente y se
convertirán ahora en juguetes de otros que los usarán para su propio beneficio.
Terminarán tan usados como ellos han
usado a otros.
Las personas con exceso de estímulo suelen pensar cosas
como las siguientes:
•
“Todo lo que estoy recibiendo, lo merezco”
•
“Después de todo, yo no he pedido lo que me están
dando”
•
“Haciendo esto, voy a lograr que me de lo que quiero”
•
“Si está sufriendo no es porque yo haya hecho algo, es
porque se lo buscó”
Si manifiestas cualquiera de las cuatro patologías que se
señalaron anteriormente, o si tienes pensamientos iguales o semejantes a los
anteriores entonces, tienes falta de sanidad
espiritual. Tu diagnóstico es que tienes heridas espirituales en tu alma provocadas por el hecho de que, las
personas que debían estimularte con equilibrio, lo que hicieron fue darte más
cosas de las que necesitabas lo que te ha hecho crecer creyendo que mereces más
de lo que has recibido y el hecho de usar a las personas a tu favor lo único
que te está provocando es un vacío de amor y compañía sinceros que cada vez te
está haciendo más falta.
Si no te detienes, si no haces lo posible por sanar estas
heridas quedarás condenado a que lleguen personas más astutas que tú que
terminen usándote peor a como tú lo has hecho con las demás personas. Este es
el momento en que te detengas, te veas como realmente eres y reconozcas que has
estado totalmente confundido sobre el valor que realmente tienes. Crees
merecerlo todo, pero, sin Dios en tu vida, no recibirás nada de lo que exiges y terminarás perdiendo todo lo que tienes.
Testimonio 6.
Adrián creció con el ejemplo de su padre que, vivía para
satisfacer solo lo que su ego le pedía lo que incluía por supuesto serle infiel
a la madre de Adrián quién al principio se molestó por eso, pero, terminó
viéndolo como algo normal que él mismo podía practicar. Al paso de los años su
padre abandonó a su mamá y Adrián quedo al cuidado de esta. Su madre, entonces
convirtió a Adrián en el objeto de su amor y empezó a darle todo lo que él
quisiera, empezó a sobre estimularlo.
Año tras año, sin importar las cosas que hiciera, Adrián
siempre recibía lo que pedía así que, pronto aprendió que no importaba lo que
hiciera, su madre siempre estaría ahí para enfrentar las consecuencias de las
malas acciones que él hiciera así que, su conducta pronto empeoró.
Al cabo del tiempo, Adrián se metió en problemas personales por tener relaciones con personas casadas que por supuesto, su madre aceptaba e incluso toleraba que vivieran dentro de su casa así que, Adrián entonces paso a algo mayor y decidió adentrarse en negocios ilícitos que, lentamente se fueron tornando más oscuros hasta que, lamentablemente en un enfrentamiento armado perdió la vida pero, en ese proceso de muerte, es claro que, perdió todas las cosas que recibía y, en el caso de su madre en particular, esta perdió todo lo que quería conservar y proteger.
Hasta extremos tan terribles como estos, pueden llegar las
consecuencias para las personas que no entiende que, los estímulos son algo que
se dosifica, que se da lentamente y que se entrega siempre y cuando las
personas estén haciendo algo para merecerlos.
HERIDAS ESPIRITUALES PROVOCADAS POR LA FALTA DE ESTÍMULO
Espero nos haya quedado claro que los estímulos logran que
nuestras buenas conductas se vuelvan hábitos en nosotros. Las personas que han
desarrollado, por ejemplo, la buena conducta de la empatía lo hicieron porque en su momento alguien les estimuló a
hacerlo y este estímulo les hizo sentir bien o, porque alguien los proporcionó
“algo” que les motivó a continuar siendo empáticos así que, los estímulos
definitivamente son capaces de condicionar conductas pero, otro aspecto que
debemos entender es que, si un estímulo nos motiva a alcanzar una meta,
entonces también nos alentará a alcanzar metas mayores las que en muchos casos,
buscaremos ya no por el estímulo que recibiremos sino porque hemos adquirido la
auto confianza suficiente para lograrlas por nuestra propia cuenta.
Resumiendo. Con los estímulos correctos desarrollo buenas conductas y me atrevo a
alcanzar metas mayores. Si ahora respondemos a la siguiente pregunta: ¿Qué
pasa si no recibimos los mínimos estímulos necesarios? Es obvio que, la
respuesta es que, viviremos lo contrario a lo que pasa cuando si obtenemos los
estímulos adecuados, o sea, no
desarrollaremos buenos hábitos y, no nos atreveremos a alcanzar metas
mayores.
Al no tener los estímulos adecuados que me hacen sentir
parte de un “todo” donde estoy interactuando, sentiré que no “encajo” en mi
entorno, que no me identifico con el resto de las personas y debe quedarnos
claro que, esto es resultado de una pésima educación y no del carácter que cada
persona tenga. Lo anterior, da a muchos el pretexto ideal para volverse
antisociales, críticos con las personas para no mirar hacia el interior las
fallas que se tiene a lo que añadiremos el ser rencorosos ya que siempre vamos
a intentar acusar a los demás de las cosas con las que nosotros mismos nos
estamos auto destruyendo.
Pero, esto no es todo. También seremos personas mediocres porque nunca tendremos la
confianza de atrevernos a lograr nuevas y mejores cosas porque no tendremos el
impulso de carácter para hacerlo. Es como si una voz en nuestro interior todo
el tiempo nos dijera: “eso no va a funcionar”, “es demasiado riesgoso”, “vas a
tardar en obtener buenos resultados” o cosas semejantes y esto, no solo se
vivirá en el aspecto material. Imaginemos a un esposo que siente de parte de
Dios la dirección para poder ser una persona más cariñosa con su esposa que,
decepcionada de su conducta ya piensa en abandonarlo. Ahora imaginemos que ese
esposo se detiene porque piensa cosas como: “no tiene caso, ella no va a
responder bien a esto” o, “ya es demasiado tarde”, “mejor no porque si ella me
desprecia voy a sentirme muy mal” o “no vale la pena cambiar porque ella va a
seguir siendo la misma y además, el daño que le hecho ya es irreparable” y así,
un matrimonio terminará destruido por nuestra falta de sanidad espiritual provocada por la carencia de los estímulos
adecuados.
Sanar de tus heridas
espirituales por falta de estímulo es apremiante ya que, de no hacerlo, te
puedes convertir en una persona sumergida en una permanente frustración ya que
siempre todo en tu vida, estará a medio crecer. Tendrás relaciones mediocres
con tus hijos, relaciones mediocres matrimoniales, finanzas mediocres, una vida
ministerial mediocre, y lo peor, una relación mediocre con Dios que te llevará
a vivir siempre en permanente tibieza
espiritual donde un día tendrás una vida de santidad para el otro día vivir
en pecado.
A esto agrega vivir con hábitos que te destruyen lentamente
y alejan a las personas de ti. Imagina vivir sin sentirse ser parte de nada,
incluso sin sentir parte de la iglesia de Cristo. Esto, en verdad, suena y es terrible. No permitas que esto
pase con tu vida.
Lo deficiente lo
corrige la disciplina. En otros
términos, la disciplina repara lo que
está mal; los estímulos ayudan a que
lo bueno, continúe. Esto no debe olvidarse ya que, actuar bajo el principio
equivocado, logrará que nuestros estímulos no produzcan ningún resultado.
Llegando a este punto, vale la pena aclarar que, los
estímulos no son precisamente cosas
materiales, aunque pueden serlo. Tan importantes como los estímulos que
pueden tocarse con los estímulos siguientes: una palabra de aliento, un abrazo
en el momento oportuno, una sonrisa para fortalecer el corazón, una nota de
papel conteniendo una gratitud, una demostración del orgullo que nos hacen
sentir las personas que tenemos cerca, mostrar respaldo a lo que alguien es
para que siga desarrollando sus metas personales y un largo etcétera de cosas
semejantes.
Por favor, te repito lo siguiente porque es importante
tenerlo siempre presente: los estímulos además
de que mantienen la ruta de las cosas
correctas, hacen que las personas se conviertan en mejores seres humanos. El estímulo que no cumple
esta es un estímulo equivocado y peligroso.
Otro detalle para entender con respecto a los estímulos es
que generan la repetición de estimulación, o sea, la persona que recibe un
estímulo se convierte a su vez, en una persona que empieza a estimular a otros por lo que, un
estímulo que yo de puede seguir dando frutos muchos años después incluso de que
mi en la Tierra haya pasado.
Ahora, no debe cometerse el error de creer que, si no se
estimula, las cosas de cualquier manera se lograrán. En absoluto no. El estímulo bajo
cualquier circunstancia es vital para
la conformación de una personalidad sana. El estímulo nos hace sabernos
apreciados por alguien y, sobre todo, que pertenecemos a un grupo sea cual este
sea. El estímulo mantiene sana nuestra autoestima puesto que da fuerza a
nuestra certeza de que somos personas agradables a los ojos de alguien y que,
tenemos lo necesario para ser valorados y tomados en cuenta. Además, los
estímulos crean un impulso extra para que podamos desarrollar mejor algunas
cosas. Nos hacen ver cuales son los caminos que nos falta desarrollar y cuales
son aquellos caminos que debemos evitar.
Léase:
Josué 1.9; Salmos 31.24;
Proverbios 3.5-6; 2 Corintios 4.16; Efesios 6.10
Las personas que no reciben el nivel de estímulo mínimo que
requiere su vida, pueden llegar a desarrollar las siguientes patologías
destructivas.
•
Inseguridad
•
Dependencia
•
Conformismo
•
Criticismo
Si una persona debe ser estimulada para que pueda tener una dimensión clara de las cosas que puede y debe hacer ante el competitivo entorno que se vive en el mundo no es nada difícil de imaginar que pasa en la mente de quién, no es preparado para esto.
Si no estoy seguro de algo, entonces estoy inseguro. Las
personas mal estimuladas no tienen la certeza de que las cosas que van a hacer
van a dar buenos resultados, por eso es común que con constancia manifiesten
pensamientos en donde muestran no estar convencidos de hacer algo y, la
inseguridad incluso los puede llevar al terrible error de no querer seguir la
voluntad de Dios que es lo único que puede traer cosas buenas a su vida así que
su inseguridad, puede provocar presencia de mal en ellos. Cuando una persona es
insegura, suele buscar a alguien cercano que le represente la tranquilidad en
su vida y eso, nunca será bueno porque crea dependencia, nos obliga a que solo en presencia de alguien podamos lograr algo. Nuestra dependencia puede
ser colocada en un padre, una madre, un esposo o esposa o en un amigo cercano
que se convierte, por así decirlo en nuestra persona “salvavidas”.
Si dicha persona no está con nosotros o cerca de nosotros, no podemos hacer ningún trámite,
no viajamos, no nos relacionamos con nadie y, cuando Dios debiera ser nuestra
única fuente de fortaleza, terminamos entregando a un ser humano imperfecto
nuestra seguridad. ¿Qué pasará cuando ese humano falible nos falle? ¿o muera?
Seguramente la vida de una persona dependiente se vuelve un caos y, no hay que
perder de vista que también la persona “salvavidas” se puede llegar a convertir
en un abusador que material o emocionalmente se aproveche de la dependencia que
han depositado en él o ella.
Cuando no se tienen los estímulos adecuados, no hacemos el
intento por movernos, por avanzar, por mejorar por lo que, cuando alcancemos
una condición que nos dé lo mínimo que necesitemos para vivir ahí nos
quedaremos y no aceptaremos nuevos retos que nos lleven a mejorar nuestra vida
por el miedo a fracasar y, en el aspecto emocional, puedo llegar aceptar
relaciones de pareja donde, no se me ame lo que necesito y todo con tal de no
perder a la persona que tengo a mi lado. En estos casos sentimentales, el dependiente se suele consolar pensando
que, su abusador va a cambiar lo que nunca hará porque obviamente, desea estar
ahí, donde puede controlarnos a placer.
Situaciones como las anteriores nos pueden llevar a vivir
una vida de permanente insatisfacción que
solo nosotros podemos cambiar, pero no queremos así que, como
alternativa, puede ser que empecemos a criticar a todos a mi alrededor y no por
que tenga mala voluntad hacia ellos o porque les odie, no, los critico porque odio lo que yo no tengo y esas personas
me lo recuerdan a cada momento así que, al hablar de sus “defectos” logró dejar
de mirar mis carencias.
Las personas con bajo nivel de estimulación suelen tener
esta clase de pensamientos:
•
“Es muy arriesgado, es mejor que vaya a la segura”
•
“Es que si esta persona saliera de mi vida no sé qué
sería de mí”
•
“A veces me tratan mal, pero yo sé que en el fondo me
aman”
•
“Voy a dejar que Dios cambie las cosas porque yo no
puedo hacer nada”
Si tu descubres en ti patologías como las que hemos visto o
tienes pensamientos como los anteriores entonces, tienes falta de sanidad espiritual. Tu diagnóstico es
que tienes heridas espirituales porque
viviste en un entorno donde no recibiste los estímulos que necesitabas y, si no
haces algo para sanar esto, vas a ser una persona aún más mediocre de lo que ya eres. Vivirás incómodo contigo porque no
verás éxito en tu vida sentimental, familiar, laboral o espiritual. Te la vas a
pasar comparando tu vida con la de los demás y anhelando tener cosas que otros
tienen y cuando uno vive sin alegría por
lo que es, no importa las cosas que
tengas o te den. No podrás ser feliz.
30
Testimonio 7
Verónica pidió
consejería lo que al ver su vida superficialmente no parecía tener
sentido.
Profesional ejerciendo su carrera en una buena empresa,
podía presumir de un buen trabajo. Se casó en los caminos del Señor y su
relación de pareja por mucho tiempo fue muy buena y satisfactoria además de que
la comunicación y el trato con sus dos hijas en etapa de infancia era muy buena
algo que era visible en su iglesia donde era una participante activa de las
actividades que ahí se organizaban, sin embargo, algo parecía no estar bien y,
de hecho, no lo estaba.
Una vez pasada la carga de atender a sus hijas en la etapa
de lactancia, Verónica pudo recuperar su ritmo habitual de vida, y justó, las
cosas con su esposo comenzaron a cambiar empezando a tornarse bastante
complicadas.
Las discusiones entre ellos aumentaron y los desacuerdos se
hicieron comunes. Al principio Victoria pensó que era debido a que ambos
estaban reaccionando diferente al hecho de cómo educar a sus hijas, pero,
pronto se dio cuenta que no era eso ya que con una charla larga hicieron los
ajustes convenientes en el trato con sus hijas y, a pesar de eso, las cosas no
mejoraron.
Sin razón aparente Victoria empezó a desconfiar de su
esposo, empezó a revisar su teléfono y a llamarle con insistencia algo que
nunca había hecho. Los reclamos de ella se hicieron constantes lo que derivó
incluso en que Victoria llamara por teléfono a mujeres cercanas a su esposo en
el trabajo y en la iglesia para preguntarles directamente si tenían algo que
ver románticamente con él y una y otra vez, encontraba que nada malo estaba
pasando, sin embargo, su alteración nerviosa continuaba e incluso se iba acrecentando
lo que le preocupó y motivó a buscar ayuda ya que como cristiana empezó a
pensar que pudiera estar bajo algún tipo de opresión espiritual directa lo que
por cierto, no estaba sucediendo pero, ella ya lo empezaba a creer así.
Durante la consejería, al no encontrar nada en el presente
que diera sentido a lo que le estaba pasando, nos movimos a escudriñar su
pasado y algo empezó a verse con claridad: Victoria
no había recibido el estímulo emocional mínimo que requería. Creció con una
mamá que trabajaba arduamente y que, al final del día, aunque quería
interesarse en los logros escolares de Victoria no tenía tiempo porque tenía
que preparar las cosas que iba a utilizar en el trabajo del día siguiente. Su
papá por su parte no fue un hombre que agrediera, o fuera seco o carente de
expresiones de cariño, pero si era una persona un tanto de carácter fuerte que,
consideraba que un acercamiento excesivo con sus hijos no era lo que se
esperaría que un hombre hiciera así que, dejo a Victoria sin el estímulo que da
la presencia del papá que reconoce los logros que vamos alcanzando.
Todo lo anterior hizo que Victoria se esforzara para
demostrarle a sus padres y a ella misma que era capaz de alcanzar buenas metas
y, como lo empezó a lograr, ella misma terminó generándose su propia auto
motivación, pero esta, que quede claro, nunca
podrá sustituir a la estimulación que los padres
deben dar por lo que, eso quedo como un pendiente en su interior.
En este momento, llegan sus hijas y entonces, eso, el hecho
de saberse madre y de tener que responder ante Dios por la buena educación y
cuidado de ellas le “activó” las heridas dormidas. Comenzó a dudar de que estuviera
haciendo un buen papel como madre y, en consecuencia, empezó muy en el fondo a
consentir la idea de que no era lo “suficiente” buena compañera de su esposo
por lo que – le llevaron sus heridas a pensar – seguramente, él estaría
buscando a alguien más.
Cuando las heridas
espirituales de Victoria fueron llevadas ante el médico divino, las cosas
volvieron a la normalidad y Victoria pudo volver a reconectar con el esposo que
sus arranques de inseguridad estaban alejando de su vida.
DISCIPLINA
Podemos entender la disciplina como cualquier acción que permita corregir algo que está deficiente así
que, la necesitamos cuando en nuestra vida desarrollamos conductas que, de no
detenerse, pueden crear en nosotros hábitos que pueden dañar de una manera
profunda todos los aspectos de nuestra vida. La disciplina a tiempo es una
poderosa arma que corrige. Es el
complemento ideal del amor y del estímulo que previenen.
Y es precisamente en ese sentido de que la disciplina sea
un complemento del amor y del estímulo donde se comete un error en nuestra
formación muy común. Ese error ss que muchos padres, cuando deben disciplinar
en lugar de limitarnos, de disciplinarnos, prefieren estimularnos.
Por ejemplo, para poder mejorar las notas escolares nos
prometen darnos algo y eso, nunca
resuelve lo deficiente, tan solo lo esconde.
Si en lugar de disciplina recibiste estímulo piénsalo bien porque con toda
seguridad tienes falta de sanidad
espiritual.
La Biblia es clara al enseñar que Dios aplica la disciplina
como algo común en su ejercicio de paternidad sobre nosotros (Hebreos 12.6) así que, la disciplina
es indispensable, debe existir en
nuestra vida y no puede ignorarse por querer atender solamente el amor y el
estímulo. Ahora, si razonamos un poco más a fondo la disciplina de Dios,
encontraremos algo muy interesante, pero, primero, debemos recordar que, en su
naturaleza, Dios es amor por lo que, todo lo que hace nunca estará carente de
amor lo que incluye la disciplina lo que significa que, todo proceso
disciplinario de Dios – aquí está lo interesante – es una forma diferente en que se manifiesta su amor.
Que profundo es llegar a esta conclusión y mirar a un Dios
de amor no solo corrigiendo sino protegiendo a través de la disciplina, pero,
con el hombre, las cosas son muy diferentes. En la mente humana, separamos el
amor de la disciplina y convertimos a esta en una herramienta para reprimir no
para amar lo que quiero que nos lleve a entender que, un principio básico sobre
la disciplina que casi nadie practica es que no puede ejercerse si antes no se está ejerciendo un fuerte vínculo de
amor. Si no se hace así, la disciplina no sirve de nada.
Pensemos como ejemplo en un padre que disciplina a cada
momento a su hijo varón por todo lo que este hace sin que le manifieste amor
pasando digamos, tiempo con él, estimulándolo en sus logros, animándolo en sus
fracasos o acompañándolo en sus procesos de vida. Este padre solo muestra la
disciplina como forma de reprimir y su hijo nunca sentirá que esta es una forma
en la cual él desea ayudarlo, sino que, por el contrario, la verá como una
carga así que, este hijo al paso de los años no quedará con una imagen de que
es amado y, si quedará con un profundo resentimiento. Así que, antes de
preocuparnos porque disciplina voy a aplicar,
primero debe estarme preocupando por cuanto
amor estoy mostrando.
HERIDAS ESPIRITUALES PROVOCADAS POR EL EXCESO DE DISCIPLINA
Cuando la disciplina es excesiva en nuestra vida es como
vivir encadenados, reprimidos. Lentamente nos acostumbramos a no manifestar lo
que pensamos y sentimos porque entendemos (lo cual puede ser muy cierto) que,
si lo manifestamos recibiremos una acción correctiva que nos será desagradable.
El exceso de reglas, irrita, desgasta y, aquellos que nos
guiamos bajo los principios de la Biblia podemos caer en un riesgo muy grande
de no solo disciplinar excesivamente a quiénes dependen de nosotros sino
incluso, imponerles cargas que nosotros nunca tuvimos o, no las tuvimos tan
pesadas. Nos comportamos como los antiguos fariseos de los evangelios, esos
hombres pertenecientes a esa secta del judaísmo que defendían la obediencia
extrema a la letra de la ley de Moisés lo que los llevaba a exigir a sus seguidores
que siguieran tradiciones sin sentido que ya estaban alejadas por completo de
lo que realmente Dios quería y, es de destacar que, en el ejercicio de este
accionar, los fariseos imponían cargas para que la gente obedeciera sus mandamientos, pero, ellos encontraban la forma de no
obedecerlos. Aquí tenemos algo que no se debe olvidar. Cuando disciplinamos en
exceso, pero, nosotros no vivimos las reglas
que queremos imponer, terminaremos por provocar un rechazo extremo a las
cosas que queremos que se obedezcan y más tarde o más temprano la persona bajo
nuestro exceso de disciplina “explotará” con lo que de manera escandalosa y sin
medir consecuencias buscará alejarse de quién le ha estado disciplinando.
Ten cuidado con esto. Como padre puede pasarte sino es que
ya te ha pasado.
Si pensamos en cómo vive y piensa una persona que se siente
encadenada todo el tiempo muy fácilmente podemos encontrar el tipo de heridas espirituales que han sufrido
las personas que viven con exceso de disciplina.
Sanar tus heridas
espirituales provocadas por esta causa es muy importante ya que de no
hacerlo te volverás una persona completamente insatisfecha con la vida, una
persona que no podrá vivir en plenitud en ninguna de las áreas de su ser ya que
la desconfianza que tengas de todos por el exceso de disciplina que has vivido
no te permitirá disfrutar de aquellos que de una manera genuina desearán
amarte. El exceso de disciplina te volverá una persona resentida y eso, te hará actuar siempre con agresividad con las personas con las que vivas y, las terminará
alejando de ti. Las personas con exceso de disciplina siempre terminan solas,
rechazando a todos, pero, al mismo tiempo, desesperadamente buscando un poco de
compañía y, como cristiano ni siquiera la certeza de Dios en tu vida te ayudará
ya que solo tendrás pensamientos sobre el dolor que tienes y no sobre las cosas
buenas que has recibido de la mano de tu Salvador.
Léase:
Proverbios 10.18; Proverbios 22.15; Efesios 6.4; Hebreos 12.11
Las personas con heridas
espirituales provocadas por el exceso
de disciplina suelen manifestar alguna o varias de las siguientes
patologías:
•
Desconfianza
•
Ostracismo
•
Odio
•
Rechazo
Cuando las personas que deben corregirte y amarte solo te corrigen, te vuelves desconfiado ya que te acostumbras a
creer que, el acercamiento de alguien es para
lastimarte así que, mejor dejas de creer en las buenas intenciones de la
gente y si, haciendo esto lograr evitar más daño, pero, al mismo tiempo, nos
perdemos el contacto con gente realmente buena. Además, si vives con exceso de
disciplina terminas dándote cuenta que, no importa las cosas que manifiestes,
todas recibirán una reacción negativa por lo que, lo más normal es que te
encierres en tí mismo (eso es ostracismo),
no platicaras nada, guardarás tus ideas, no comentarás nada de lo que te pase y
solamente te comunicarás con frases como las siguientes:
“Estoy bien”, “todo está perfecto”, “ahí las cosas se van
dando” o algunas otras frases semejantes y, se entiende que esto lo hagas para
evitar más daño pero, el problema es cuando ya no vives con las personas que te
lastimaron pero, conservaste la costumbre de no mostrarte tal cual eres,
continuarás haciendo esto con las personas que necesitan de toda tu entrega y
así, lastimarás a otros de la misma forma en que te lastimaron a ti.
El sentir disciplina que te
lleva a la ira, siempre termina conduciendo al odio. Solo se tienen ideas de venganza y destrucción sobre quién
nos han lastimado. Queremos causarles daño y, de hecho, lo hacemos lanzando
palabras y actitudes que le muestren a quiénes nos dañaron cuanto los odiamos.
No nos atrevemos a dañarles físicamente (o en ocasiones sí), pero, nos
regocijamos interiormente cuando algo malo les pasa y, por supuesto, esto hace
que manifestemos rechazo. No
queremos estar cerca de las personas que nos representan angustia y dolor.
Nos molesta su presencia, el tono de su voz o que hablen de
manera amable con otros cuando a nosotros solo nos han manifestado su faceta de
abusadores. No creemos en ellos y, si son cristianos, rechazamos su testimonio.
Nos burlamos de la forma en cómo viven su vida en Cristo porque todo lo que
hacen trae a nuestra memoria la suma de todo el daño que nos han hecho y esto,
no se detendrá a menos que sanemos esas
heridas espirituales.
Las personas con exceso de disciplina suelen pensar cosas
como las siguientes:
•
“Merecido se tiene todo lo que le pasa”
•
“Es que en verdad no lo soporto”
•
“Ojalá y se muriera”
•
“No he conocido persona más falsa que esa”
Si presentas alguna de las patologías que se nombraron o
tienes pensamientos semejantes a los anteriores, tu diagnóstico es que padeces falta de sanidad espiritual a causa de
heridas que tu no te provocaste, sino que otros te provocaron ya que te
sometieron a un proceso de exceso de
disciplina. Fuiste corregido, pero, con saña.
Quién te lastimó, no tomo en cuenta lo que sentías, es más,
ni siquiera le importo. Te hicieron sentir que, sobre ti estaban todas las
cosas malas, te hicieron creer que no eras una persona valiosa y, sin embargo, lo eres. Eres una pieza fundamental en
el plan eterno de Dios así que, debes sanar esas heridas para que, por fin
empieces a disfrutar de todas las cosas buenas que Dios te está dando y que,
por tus heridas espirituales ni
siquiera las puedes ver y, por supuesto, ni siquiera las estás disfrutando.
Testimonio 8
Pedro siempre manifestó tener un carácter fuerte lo que
hizo que, en sus etapas de infancia fuera el niño que siempre daba problemas,
pero, eso para su mamá no era importante. Ella lo amaba e intentaba dirigirlo,
pero, para su papá su conducta si era realmente un problema.
El papá de Pedro, por su parte, creció en un entorno de
abuso físico y psicológico que deformó por completo su idea de la disciplina.
Para el papá de Pedro, la disciplina tenía que ser inmediata y contundente.
Para él un golpe era más efectivo que una palabra y, vaya que esto lo aplicó
con Pedro una y otra vez.
Durante años, Pedro fue golpeado y confrontado lo que hizo
que, en lugar de corregir lo deficiente lo aumentará con el único propósito de
molestar más a su padre y así obtener un poco de venganza. Por cada golpe
recibido Pedro devolvía un desastre más grande y así llegó a la etapa
adulta donde dándose cuenta del problema
que tenía, decidió que él no haría lo mismo con sus hijos y eso, lo llevo al
extremo porque empezó a criar a estos sin
disciplina y defendiéndolos ante quién fuera a pesar de que eran obvias las
malas conductas que ellos estaban desarrollando.
Ahora, los hijos de Pedro ya son mayores y son
incontrolables. Usan a Pedro, lo engañan, lo manipulan y él sigue tolerando
conductas deficientes y aquí está lo paradójico. Pedro siempre pensó que no
haría con sus hijos lo mismo que hicieron con él y, aunque fue por otro camino,
pero terminó provocando en sus hijos lo mismo que hicieron con él.
HERIDAS ESPIRITUALES PROVOCADAS POR LA FALTA DE DISCIPLINA
Como entendimos en la introducción al apartado “disciplina” esta, ayuda a corregir lo deficiente así que, si no hay presencia de disciplina en nuestra vida, lo deficiente no desaparece, se mantiene y, si estas conductas no son corregidas, entonces, se fortalecen con lo me vuelvo una persona “deficiente” y esta clase de gente podemos definirla como alguien con carencia.
Una persona deficiente es una persona que siempre va a
tener en su vida áreas incompletas. Hablamos de personas a las que siempre les
faltará “algo” y, por mucho que se esfuercen, se disciplinen o enriquezcan
siempre habrá cosas que no están del todo bien y estás siempre traerán
problemas recurrentes o permanentes a la vida de quién se crio con falta de
disciplina.
La deficiencia de disciplina nos vuelve incapaces de lograr
metas realmente trascendentes y a cualquier persona, el no lograr lo que desea
le hace sentir frustración en su vida y por supuesto, envidiar lo que otros
tienen.
Para entender este punto usemos como ejemplo lo que sucede
con un atleta del alto rendimiento.
Mientras los demás estamos en las actividades cotidianas,
comiendo, durmiendo, relacionándonos con los demás y en nuestro tren normal de
actividades, el atleta de alto rendimiento está entrenando, está exigiendo su
cuerpo al máximo, está cuidando su alimentación para no ingerir sustancias que
no le benefician. Sus horas de descanso están planificadas al máximo. Una y
otra vez regresa a intentar (como dice la frase que identifica a los juegos
olímpicos) ser cada vez más rápido, más alto o más fuerte y todo ese agotador
esfuerzo que lo lleva en ocasiones a la desesperación y a cuestionarse a sí
mismo lo hace porque se está preparando para
la competencia.
Se acerca para este atleta el momento de enfrentarse a
otras personas que se han sometido al mismo régimen que él y lo han hecho
porque desean ganar también, porque
esto los volverá los mejores en la disciplina que practican así que, intentarán
con todas sus fuerzas llegar a obtener ese lugar de gloria, ese espacio que no
se comparte con nadie más.
Y, espero que ya nos quede claro que, la única posibilidad
para el atleta de nuestro ejemplo de lograr esto es, a base de disciplina, de las limitaciones que se auto impone, limitaciones
que nadie lo obliga a adquirir. La disciplina es, el único camino para
superarnos a nosotros mismos.
Detrás de cada historia de éxito a nivel cristiano o
secular, sean o no historias de personajes históricos, populares o bíblicos,
siempre existirá un factor común: la
gente que triunfa está sometida a alguna clase de disciplina y, por el
contrario, las grandes historias de fracaso siempre están relacionadas con la falta de disciplina donde alguien ya no
creyó necesario esforzarse, alguien sintió que, una vez llegado a la cima,
nadie más podría ocupar su espacio y, cuando por descuido, alguien te arrebata lo que habías conseguido con
esfuerzo llega la frustración, la pesada carga de saber que se fue
insuficiente, de que no se fue capaz de cuidar lo que se había obtenido.
La falta de disciplina siempre deja tras de sí personas
que, ocultan sus fracasos, que culpan a otros de sus fallas, y que, si hicieron
algo bien en su vida, no se cansan de hablar de eso a cada rato cuando la
realidad es que una sola cosa bien hecha en la
vida no es suficiente para lograr que toda
nuestra vida sea feliz.
Por esto, la disciplina es importante, por lo que logra,
por lo que desarrolla en nosotros, por la clase de persona en lo que nos
convierte. La disciplina no solo se trata de cosas que me corrigen o que me
limitan, se trata de entender que estas cosas son buenas y seguirlas por pura
convicción y no solo porque alguien me las está mandando. No sirve solo recibir
la disciplina de Dios, se trata de entender que es necesaria en mi vida para entonces amarla.
Léase:
Proverbios 18.12; Romanos 12.2; 1 Pedro 1,14; 1 Tesalonicenses 5.17
Las personas que tienen heridas espirituales por causa de la falta de disciplina en su
vida, suelen presentar alguna, varias o todas las patologías siguientes:
•
Temeridad
•
Insolencia
•
Agresividad
•
Intemperancia
Cuando sientes que nada te limita te vuelves temerario o sea, te atreves a hacer
cosas que implican ciertos riesgos los cuales ignoras porque estás seguro que,
no te traerán ninguna consecuencia lo que te puede llevar a la temeridad ignorante, donde peligrosamente
subestimas las consecuencias de tus acciones y crees que nunca te pasará nada,
el problema es que te va a pasar y, muchas personas sin disciplina que se
atrevieron a retar a la circunstancias hoy, de ellos solo queda una lápida de cementerio
como testimonio.
Cuando no has recibido la disciplina necesaria, aprendes a
despreciar cualquier figura de autoridad porque sientes que estas te limitan
así que, te vuelves insolente, te comportas de manera irrespetuosa y grosera.
Té muestras retador y dices cosas para hacer sentir mal a las personas a tu
alrededor sean tus padres, amigos o miembros de la iglesia donde te llevan a la
fuerza porque a ti nadie te limita, porque eres el mejor, porque las reglas se
hicieron para romperse porque el ser rebelde, dice “es parte de tu ser” cuando
la realidad es que, en el interior, tu insolencia es solo una máscara, es un
maquillaje de tu alma para que las personas en realidad no vean que, en el
fondo estás vacío, carente de amor.
Si alguien pusiera atención se daría cuenta que, todos tus
gritos y explosiones de carácter son solo cosas para llamar la atención y para
que los que estamos a tu alrededor creamos que eres fuerte y arrogante porque
precisamente con eso quieres distraernos de la
verdad que hay en tu vida y que, es el hecho de que en fondo eres una
persona frágil e insegura que desea sentir que alguien le ame. Tus gritos son
el intento de hacer mucho ruido para que así no escuches los gritos
desgarradores de la soledad que hay en tu interior.
Por la falta de disciplina te vuelves agresivo, manifiestas reacciones violentas que son innecesarias pero que no dejas de hacerlas porque con ello, quieres limitar a las personas, mantenerlas lejos de ti, que tengan miedo de acercarse a ti así, sigues reafirmando en tu interior la falsa idea de que naciste para dominar a los demás cuando en realidad tú eres quién vive dominado por la inseguridad que te produce el saber que no tienes una identidad.
No naciste para abusar, eso es seguro y lo sabes, el
problema es que no logras descubrir que es lo que realmente eres y, al mismo
tiempo, no deseas que nadie vea lo indefenso que estás. Y todo esto además te
vuelve intemperante. No tienes
dominio propio, dejas que lo que sientes o quieres se manifieste libre sin
importar que, en el proceso puedas lastimar a los demás, pero, no dejarás de
hacerlo porque a ti, recuerda, nada te limita, nadie te puede decir que hacer o
cuando hacerlo, pero, muy en el fondo las malas consecuencias de tus acciones
te han ido destruyendo lentamente por lo que cada vez más se acumula
insatisfacción y depresión en tu interior. No te gusta quién eres, no te gusta
como eres, pero mejor enfrentas a otros que
enfrentarte a ti mismo.
Por todo esto, es común que las personas con esta clase de heridas espirituales piensen cosas como
las siguientes:
•
“Todos son unos tontos”
•
“A mí nadie me puede decir qué hacer”
•
“Si algo le pasa a esa persona, no es mi culpa”
•
“Les voy a demostrar que conmigo no se juega”
Si reconoces las anteriores patologías en ti o, si has
tenido pensamientos como los anteriores entonces tu diagnóstico es que tienes falta de sanidad espiritual debido a
que tienes en tu interior heridas
espirituales provocadas por la falta
de disciplina lo que te ha hecho creer erróneamente que, tu vida está por
encima de las demás y que solo vives para satisfacer tus deseos, lo que te ha
hecho ignorar las necesidades de las personas que te han llegado a mostrar algo
de afecto por lo que, no te ha interesado para nada el daño que les puedas
causar porque solo las estás utilizando para obtener lo que deseas.
El problema es que lo anterior, te ha desconectado
socialmente y las consecuencias de eso, ya te pesan. Los seres humanos no
fuimos creados para ser seres aislados. Dios puso en nosotros el deseo de estar
con otras personas que sean como nosotros y no tener eso, nos destruye
lentamente. Si estás viviendo eso y no te detienes y sanas tus heridas puedes
llegar a convertirte en una persona que, con los años, buscará desesperadamente
a alguien para tener compañía y nadie, deseará serlo.
Testimonio 9
Saúl siempre tuvo todo. Creció en un entorno de abundancia
material que le permitía vivir mejor que cualquier persona a su alrededor y,
además, contó con el apoyo de sus padres que nunca le limitaron. Siempre que
algo que Saúl hacía daba malos resultados, papá o mamá estaban detrás
resolviendo las consecuencias de sus acciones así que, él podía hacer lo que
quería.
Cuando apenas siendo un adolescente alguien le habló de
Dios, se le hizo interesante conocer a un ser que, era una imagen de amor
porque, en el fondo, Saúl sabía que necesitaba amor así que se acercó a
conocerlo, pero pronto se sintió muy incómodo porque era claro que Dios deseaba
poner límites a su vida, disciplina y él
no estaba dispuesto a obedecer a nadie así que, a pesar de múltiples
advertencias decidió dar la espalda a los caminos de Dios.
Tan solo unos meses después de decidir alejarse del
cristianismo, Saúl cumplió 18 años y, en ese día especial para él, sus padres
decidieron premiar su insolencia con un auto nuevo. La misma noche en que se
celebraba una gran fiesta en su casa por su cumpleaños, Saúl tomo su auto nuevo
y salió a conducir por las calles de su ciudad que no estaban diseñadas para
altas velocidades y aceleró lo más que pudo para demostrarse a sí mismo y a sus
amigos que nadie lo controlaba y entonces, él terminó perdiendo el control.
El auto de Saúl salió proyectado contra una barde de
contención y el golpe brutal le quitó la vida.
Años después, sentado en una oficina de un lujo
extraordinario yo escuche del padre de Saúl las siguientes palabras: “Daría
todo lo que tuviera por tener de nuevo a mi hijo” pero, es claro que hay
decisiones que traen consecuencias que con irreversibles
eso, cosas que no pueden repararse o reponerse es lo que les espera a las
personas que no sanan sus heridas
espirituales por la falta de disciplina.
CUANDO LA CULTURA PESA DEMASIADO
Como nos hemos podido dar cuenta, el proceso formativo en
el hogar puede provocarnos muchas heridas
espirituales. Para poder aprender cómo mejorar ese aspecto en particular te
invito a consultar mi libro: El Castillo
de las Princesas. Las 42 Reglas de la Paternidad Cristiana.
Ahora, dejando atrás la formación en el hogar de lo que nos
ocupamos en el apartado anterior vamos a analizar como nuestra cultura a pesar
de las cosas buenas que puede tener, es capaz de provocar una gran cantidad de heridas espirituales porque nos enseña
como cosas “buenas” lo que va en contra del pensamiento de Dios y que, por
supuesto, son malas, pero, antes de ver las heridas que toda cultura provoca
vamos a entender que es “cultura”.
La definición más simple es que “cultura” se refiere a
todos los rasgos característicos de una sociedad. Profundizando más diríamos
que estos “rasgos” se refieren a las cosas que se creen buenas o malas dentro
de un grupo social por lo que, la cultura a través de la acumulación de muchos
años de enseñanza a través de la presión que nuestra sociedad ejerce sobre
nosotros nos ha enseñado cosas que debemos calificar como “buenas” o “malas”.
En consecuencia, la cultura nos dice lo que debemos creer
con respecto al rol social que tienen hombres y mujeres, la forma como debemos
tratar a las personas que nos comparten nuevas ideas, la manera como debo
recibir las opiniones de los demás, cómo debo entender la realidad de la muerte
y como debo enfrentar la vida, la forma en que debo superar mis problemas, la
forma en que administro mis bienes, la forma como debo tratar a mis antecesores
y cuáles son los valores morales que debo transmitir a mis sucesores entre
muchísimas otras cosas más.
Quiero aquí, resaltar dos puntos. Primero. La cultura da forma a nuestra manera de pensar y está en
todo lo que hay a nuestro alrededor así que, aceptémoslo o no, todos estamos
influenciados por nuestra herencia cultural. Segundo. La cultura que desarrollan los pueblos conquistados no es
la misma que desarrollan los pueblos conquistadores. La cultura que se
desarrolla en la abundancia no es la misma que se desarrolla en la pobreza así
que, debemos tener bien claro de manera personal, cuáles son las características
de la cultura a la que pertenecemos y, debo aceptar que, mis condiciones
culturales son diferentes de las condiciones de las personas que se han formado
en una cultura distinta de la mía.
Existiendo tanta variedad cultural en el mundo es válido
preguntarnos ¿a qué clase de cultura nos referiremos en este apartado? La
respuesta es que, en este espacio miraremos a la cultura de los países de habla
hispana que se encuentran en el continente americano en la zona que comúnmente
es conocida como: “Latinoamérica”.
La cultura latinoamericana está conformada por el
sincretismo (unión) de dos grupos sociales, el primero de estos grupos son los
pueblos indígenas que, llegaron a los territorios del centro y sur del
continente americano a través de diversas migraciones que hicieron personas
originarias de lo que hoy es el centro del continente asiático. Estos grupos se
establecieron y empezaron a desarrollar su propia cosmovisión, o sea, su forma
de ver la vida. Estos pueblos, en diferentes momentos vivieron episodios de conquista
de manos de pueblos procedentes de Europa y, todos ellos llegaron a ser
colonizados por España que, unió a la cultura indígena con su propia cultura y,
de la fusión de esto nacieron los pueblos latinoamericanos.
Ahora, si bien en este libro nos referiremos a heridas espirituales que provoca
específicamente la cultura latinoamericana, muchas de estas heridas las podemos
ver también en otras culturas, pero, también hay heridas que solo aparecen
especialmente en cada cultura en particular por lo que invitamos al lector a
hacer un análisis por su propia cuenta para poder encontrar las heridas que
estén presentes en alguna cultura específica que sea de su interés.
Volvamos ahora al análisis de las heridas espirituales de los pueblos latinoamericanos.
Casi todos estos pueblos desarrollaron culturas ancestrales
que fueron capaces de lograr verdaderos prodigios para su tiempo en diversas
áreas del quehacer humano como la astronomía, la arquitectura o la medicina
natural, pero, lamentablemente, la gran capacidad de trabajo, la organización y
el conocimiento de estos pueblos, estaban ligados a un ambiente pletórico de
superstición, magia y ocultismo que, en gran parte, los preparó de antemano para ser
conquistados.
El comentario anterior nos acercará a un aspecto de la
cultura latinoamericana que nos mostrará la
primera herida espiritual que esta cultura provoca, pero, antes de eso,
deseamos señalar que, a partir de estas líneas cuando digamos: “cultura”
nos estaremos refiriendo específicamente a la cultura latinoamericana.
En este apartado del presente capítulo conoceremos las cinco heridas espirituales que nos
provoca nuestra cultura, Vamos ahora a ver un aspecto que nos hará entender
cuál es la primera de estas heridas.
El aspecto radica en que los países latinoamericanos están conformados por personas con una mentalidad de conquistados, no de conquistadores. Tenemos una mentalidad de vencidos no de vencedores lo que da pie a la primera herida espiritual cultural que existe:
Nuestra conducta es de personas conquistadas, sometidas
Y esta herida hace que, como conquistados, seamos siempre recelosos a lo que nos es desconocido. Buscamos silenciosamente sacar provecho de las cosas que nos rodean, pero, con un eterno miedo a que se nos descubra y esto, hace que por todos los medios evitemos enfrentar a aquellos a quienes creemos “superiores” y, cuando los enfrentamos reaccionamos con un miedo o un enojo excesivo que es en realidad un reflejo del temor ancestral de enfrentar a quienes pueden “dañarnos”.
Que un ejemplo de la historia nos ayude a entender esta
herida.
Durante el siglo XIX, ante el crecimiento económico de los
Estados Unidos de América, Francia planeó la instauración de una monarquía en
el continente americano que le fuera servil y así, poder equilibrar el
creciente poder de lo que hoy conocemos como los Estados Unidos. Unas viejas
rencillas con México hicieron que Francia viera la oportunidad perfecta de
invadir este país y establecer un emperador en suelo mexicano.
La elección para la corona recayó en el príncipe
Maximiliano de Hasburgo quien inició la aventura de la monarquía en México que
terminó con su fusilamiento en la ciudad de Querétaro, pero, la historia
registra que Maximiliano siempre buscó ser el mejor monarca posible y en varias
ocasiones trató de encontrarse con Benito Juárez, quién era el presidente
mexicano reconocido por el grupo de los llamados “liberales” pero, Juárez nunca
quiso verse cara a cara con Maximiliano y, la única vez que se atrevió a hacerlo
fue cuando el príncipe de la casa de Hasburgo yacía en una plancha después de
su fusilamiento.
Muchos historiadores aseguran que, lo que hizo a Juárez
rechazar siempre los encuentros con Maximiliano fue el miedo y su miedo era, presentarse ante alguien que era
“príncipe” que era rubio, que hablaba varios idiomas y que era mucho más alto
que él quién sabemos, era un indígena zapoteca del estado de Oaxaca de donde
surgió hasta llegar a la presidencia de México.
Esto, es historia, pero, si observas con atención veremos
como esa mentalidad de derrotado, de no atrevernos a hacer cosas grandes, de no
creer que podemos ser más que vencedores, de no creer que podemos vivir en
santidad aparece en muchos corazones cristianos. La primera herida cultural llega a manifestarse en actitudes como las
siguientes.
Tenemos pasión por
hacer, no por pensar. Somos excelentes en la acción. Sacamos adelante
proyectos complicados, pero, el beneficio de esos proyectos termina siendo para
otros. No nos atrevemos a ser nosotros quiénes diseñemos el proyecto.
Trabajamos para que la imaginación de otros dé resultados, pero no impulsamos
lo que nosotros imaginamos. Esto, ¿A dónde puede llevarnos? A vidas de mediocridad donde aspiramos a vivir con
lo que tenemos cuando podemos por medio de las bendiciones de Dios mejorar
nuestra calidad de vida. Aceptamos relaciones matrimoniales mediocres, hijos
con vidas espirituales mediocres e iglesias que por generaciones no crecen ni
se atreven a hacer cosas diferentes.
Somos excelentes
trabajadores pero pésimos jefes. Muchas personas que logran triunfar lo
logran a pesar de haber tenido que luchar contra mil obstáculos y cuando llegan
a la cima, ahora le ponen mil obstáculos a la gente. Esta herida espiritual cultural nos hace pensar que ahora, la gente debe
padecer lo que yo padecí y bajo el argumento de querer ayudar a que otros
aprendan en las iglesias, ignoramos a gente con talento e impulsamos a gente
que no merece estar ahí.
Y todo lo anterior, lo hacemos simplemente porque tenemos
miedo de que puede llegar alguien que sea mejor que nosotros. Desde la
antigüedad en la Biblia en el libro de Proverbios, se nos advierte de esta
herida cuando se nos dice que tierra sufre cuando un esclavo se vuelve señor (Proverbios 30.22).
Cuando el triunfo
llega nos olvidamos de nuestras raíces. Muchos que logran superar sus
complicadas condiciones de vida dentro de esta cultura cuando llegan a un lugar
alto, rechazan el sitio de donde nacieron e incluso se avergüenzan de los
primeros peldaños que tuvieron que subir.
Desde la cómoda posición económica que ahora tienen,
viviendo incluso en otros países critican severamente las cosas que sus
paisanos hacen cuando son exactamente las mismas que ellos hacían. Se pierde la
empatía y nos convertimos en mayores tiranos que aquellos que nos esclavizaron
a nosotros.
Desacreditamos al
que triunfa. Desde la condición de temor a vivir con éxito miramos a los
que logran salir del fondo con ojos de envidia que manifestamos a través de
críticas para minimizar sus logros y el esfuerzo que han tenido que hacer. Si
alguien logra tener una casa que nunca me he atrevido yo a tratar de tener,
aseguro que esa persona la obtuvo por medio ilícitos. En la iglesia, las
capacidades de las personas a mi alrededor, las critico argumentando que, el
crecimiento espiritual de una persona es porque alguien lo está ayudando o
porque cuenta con la simpatía del líder en turno.
Testimonio 10.
En el servicio de la obra de Dios, siempre he sentido
simpatía por los hermanos que se congregan en la iglesia donde sirve Pedro
quién siempre ha manifestado amor por la obra de Dios y fidelidad hacia su
ministerio, pero, siempre ha mostrado un problema: no se atreve a hacer nada para
salir de su zona de comodidad. Los años pasan y la iglesia de Pedro
sigue teniendo la misma cantidad de gente y no se ve alguna clase de revulsivo
que los mueva a hacer algo diferente para que su congregación sea de un mayor impacto
en el sitio donde ellos se desenvuelven.
No una ni dos, muchas veces en la congregación donde
trabajo le hemos ofrecido a Pedro el ayudarle. Le hemos ofrecido enviar
hermanos capacitados que ayuden con la exposición de estudios bíblicos,
organizar actividades evangelísticas, dar algunos seminarios para maestros,
organizar escuelas bíblicas para atraer a los niños vecinos, presentar obras de
teatro al aire libre para que la iglesia crezca y mucho más y, además, sin
pedir ninguna clase de ofrenda o pago, tan solo la acción de involucrar a la
gente de su congregación para que trabaje con la gente de la nuestra y así, su
trabajo crezca. Claro hemos dicho que solo deseamos que su iglesia crezca, no
aspiramos a dirigir su congregación o involucrarnos en su toma de decisiones,
pero, no hemos logrado concretar ninguno de los planes que se han planteado.
Con toda amabilidad, Pedro siempre agradece los
ofrecimientos y pide que oremos por su trabajo. Nos invita a orar por lo que se
planea y nos asegura que se comunicará para acordar algún esquema de ayuda,
pero, las llamadas o los mensajes nunca llegan.
Todo parece indicar que así seguiremos. La iglesia de Pedro
pudiendo crecer en número de congregantes, no crecerá. La iglesia de Pedro
pudiendo tener mayor crecimiento espiritual, continuará en el enanismo
espiritual y esto es precisamente porque la iglesia “de” Pedro, no es de él, es
de Cristo, pero Pedro la ha secuestrado para amoldarla a su mentalidad de
mediocridad donde siempre hay temor de atreverse a hacer algo diferente.
Lamento el tipo de alimento que las ovejas reciben en
iglesias como la de Pedro.
Vamos ahora con la segunda herida cultural:
En los países latinoamericanos (y en la mayoría de los
países del mundo), los roles sociales predominantes siempre han sido ejercidos
por los varones que, por siglos se valieron de su mayor fuerza física para
relegar a la mujer a un rol secundario en todos los aspectos de la sociedad lo
que provocó la siguiente herida:
Los varones consciente o inconscientemente creen ser superiores a la mujer
Esto, se ve reflejado en actitudes donde los hombres
menosprecian lo que las mujeres hacen. En el área familiar los esposos restan
valor a las opiniones de sus esposas, los padres varones imponen reglas
excesivas en casa a las hijas para ser tolerantes hasta el extremo con los
hijos. Desde la más temprana edad educamos a las mujeres para que piensen que
“no pueden hacerlo” hasta que, sea autoconvencen de que “no pueden hacerlo” así,
el circulo del dominio que se impone a la mujer es aceptado por esta.
Y algo queremos dejar bien claro. Aquí no estamos hablando
de las funciones específicas que Dios ha delimitado para el hombre y la mujer
dentro del hogar y dentro de la iglesia las cuales deben ser respetadas tal y
como la Biblia las define. Aquí partimos de la idea de concebir al hombre y a
la mujer como criaturas redimidas por Dios que, espiritualmente ante Él son
iguales. En consecuencia, tienen los mismos derechos y las mismas
responsabilidades.
La segunda herida espiritual que produce la cultura, en
ocasiones es difícil de encontrar porque, la mayoría de los hombres cristianos
viven manifestando una aparente condición de igualdad con las mujeres, pero, esta
herida cultural está ahí, escondida, siempre presente.
Por ejemplo, si un hombre se equivoca, pide una disculpa,
pero, se comporta como asumiendo que, su equivocación ya fue disculpada y las
consecuencias de esta ya hubieran desaparecido pero si una mujer se equivoca,
pide una disculpa pero se encuentra enfrentando un entorno donde casi es una
exigencia que tiene que hacer cosas para ganarse tal disculpa. En este entorno,
la mujer muchas veces la vemos querer comportarse como hombre o, actuando de
una manera que va en contra del temperamento que tiene lo que hace que,
espiritualmente termine con más heridas ya que, obviamente está yendo en contra
del plan de Dios para su vida.
Pero, además de lo anterior, en general se suelen reconocer
las aspiraciones de un hombre y se la alienta a que planee metas más grandes
mientras que, las aspiraciones de las mujeres no se ven como algo que sea tan
importante y ese desprecio por las metas que las mujeres tienen lo podemos ver
en lo que los padres les dicen a sus hijas cuando hablan sobre su futuro, en la
forma como el esposo responde a los planes de su esposa o, en la forma en como
muchos líderes de iglesia aconsejan a las mujeres de la congregación.
Testimonio 11.
Cierta ocasión de manera involuntaria me tocó estar al lado
de un líder de una iglesia que visitaba en el momento en que una pareja de
jóvenes llegó a pedirle su opinión. Por lo que escuche, ya estaban en planes de
casarse y se entendía que, la mayoría de estos planes ya habían sido platicados
con el líder, pero, en ese momento llegaron a comentar una inquietud que
tenían.
Esta inquietud se refería a que, deseaban economizar en los
planes de la ceremonia de bodas para invertir ese ahorro en los primeros
artículos para su hogar que deseaban comprar y para que la próxima esposa
continuara con sus estudios universitarios a los que le faltaba poco para
concluirlos ya que consideraban que eso le ofrecería a ella nuevas opciones de
trabajo que podría junto con el sueldo del trabajo del esposo permitirles
empezar con buenas condiciones su vida en común. Déjenme decir que el plan de estos
jóvenes prometidos sonaba muy bien.
El líder sin tardar mucho en pensar les respondió que,
entendía sus deseos pero que, era importante que ellos trataran de mantener
el plan original porque “por testimonio”
afirmó, era necesario que la iglesia viera que, tenían la capacidad de afrontar
todas las necesidades económicas de la ceremonia de bodas, que pensaran –
afirmó – que los estudios de ella podrían esperar un par de años porque cada
año ella podría tener la posibilidad de retomar sus estudios mientras que, su
boda iba a ser una sola vez en sus vidas luego de lo cual le dijo directamente
a la futura esposa: “además, no es tan importante que estudies pues finalmente
vas a casarte y vas a estar en tu casa para atender a tu esposo porque mira
que, por no cumplir sus responsabilidades, muchas mujeres hacen que sus esposos
busquen en otro lado lo que no encuentran en su casa”
Por la expresión de los jóvenes y sobre todo de la hermana,
fue claro que no esperaban ese comentario y que, no había sido de su agrado.
Rápidamente intentaron cambiar la conversación y le dijeron al líder que iban a
pensar en lo que les había dicho, pero, es claro que, los jóvenes no esperaban
una respuesta así, que claramente tenía tintes “machistas” de quién se supone
no debería tenerlos.
Vamos ahora con la tercera herida cultural.
En nuestro inconsciente de pueblos conquistados, los países
latinoamericanos nos sentimos despojados, humillados, lastimados por lo que, tenemos ira. Hay una seria molestia
hacia nuestra condición lo que, por supuesto manifestamos todo el tiempo
quejándonos de todo, quejándonos de gobiernos, familia, vecinos, sociedad y
cualquier cosa que se nos ponga enfrente pero, esto lo llevamos a un plano
espiritual cuando empezamos a manifestar nuestro desagrado hacia la persona de
Dios, hacia la voluntad de Dios o hacia nuestros hermanos ya que en este punto,
la presencia de esta herida cultural llega
a dañar seriamente nuestra estabilidad espiritual.
Toda esa ira por ser conquistados, toda esa revancha que
deseamos obtener buscamos hacia dónde dirigirla pero, por supuesto, no lo
hacemos hacia quién nos daña porque recordemos, la primera herida cultural nos
hace temerles entonces, dirigimos nuestro enojo hacia nuestros propios hermanos de cultura, hacia quienes comparten
nuestra condición de mutilación emocional así que, con ellos nos volvemos
prepotentes y egocéntricos por lo que es común que, quien critique con más
severidad a nuestra gente no sean personas de otras culturas sino nosotros
mismos. Usamos todo lo que esté a nuestro alcance para limitar el trabajo y el
éxito de quién vive a mi alrededor y que igual
a mí ya que, estoy dispuesto a ver a mis hermanos de cultura o espirituales
en una condición “buena” pero, nunca mejor que la condición en la que yo vivo.
En estas circunstancias, como dice la Biblia hacemos sufrir
a la tierra porque somos siervos que, al volvernos amos actuamos con brutalidad
lo que nos lleva a denigrar a las personas a nuestro cargo. Buscamos todos sus
defectos y nunca somos capaces de mirar sus virtudes y esto, en muchos casos
nos vuelve “clasistas” ya que dentro de nuestra cultura empezamos a catalogar a
la gente como de un nivel social alto, medio o bajo y, por supuesto, yo siempre
suelo estar en un nivel que está por encima de los demás y, si alguien
materialmente me supera entonces yo diré que tiene más dinero “pero no es
feliz”, que tiene una mejor casa pero
“no hijos como los que yo tengo” o que desarrolla mejor sus ministerios en la
iglesia pero “no tiene la experiencia que yo tengo.
Esta misma situación nos lleva a que siempre queremos
“recibir” más de lo que “damos”. Buscamos obtener el mayor provecho posible de
la gente sin dar nada a cambio y cuando vamos a dar algo, lo condicionamos, o
sea, obligamos a que la persona cumpla con ciertas condiciones o que haga cosas
en ocasiones exageradas para nosotros “dignarnos” darles lo que prometimos y
esto no solo aplica en los ámbitos laborales, también pasa en las relaciones
matrimoniales y, entre padres e hijos.
Aunado a esto, sucede una situación por demás paradójica.
Así como abusamos de quiénes consideramos inferiores, nos mostramos temerosos
con aquellos que consideramos superiores. Todo lo que abusamos de quiénes están
“debajo” de nosotros permitimos que lo hagan con nosotros los que están –
porque así los queremos ver - por “arriba”.
Esto, es sumamente evidente en el mundo cristiano donde
personas que han adquirido cierta popularidad como predicadores o cantantes, se
comportan como si eso los volviera espiritualmente superiores al resto de sus
hermanos en Cristo lo que la Biblia no lo respalda en ningún lado. El cantante
cristiano se acerca a la gente y disfruta las felicitaciones, pero, se baja del
escenario y tiene que ser escoltado por alguna clase de guardaespaldas porque
evita el contacto con la gente porque “no tiene tiempo” para estar con ellos.
El Cristo al que le acaba de cantar, se rodeaba de gente que incluso le llegaba
a oprimir físicamente lo que no parecía molestarle en lo más mínimo mientras
estos falsos imitadores de Cristo, faltos de sanidad espiritual se comportan como personas que solo se valen de
los demás para alcanzar un motivo egoísta sea este popularidad, atención o
dinero.
Testimonio 12.
En mi infancia, recuerdo que, una de las cosas que más me
molestaban de las actitudes de mi padre era que, siempre que me pedía ayuda
para hacer algo material en la casa lo hacía gritando, exigiendo que de
inmediato se le diera lo que quería o se hiciera lo que esperaba y, si algo se
hacía con algún detalle que no le parecía había que aguantar regaños y muchas
veces insultos.
Recuerdo que yo trataba de esforzarme en hacer las cosas
como me pedía y, si no lo hacía, me sentía mal conmigo mismo por no estar “a la
altura” de lo que mi papá deseaba así que yo asumía la culpa cuando las cosas
“salían mal”. Pronto me di cuenta de que, no era mi culpa sino suya y me di
cuenta cuando empecé a notar algo.
Cuando mi padre estaba en alguno de sus afanes y a la casa
llegaba alguno de sus hermanos mayores los cuales en la infancia lo habían
maltratado física, verbal y psicológicamente, les hablaba sumiso y sin
replicarles nada. Era como si se convirtiera en otra persona. Si sus hijos le
dábamos alguna sugerencia, de inmediato la descartaba en medio de toda clase de
críticas, pero, si alguno de sus hermanos le hacía una sugerencia para él, se
convertía en una orden que tenía que obedecer de inmediato.
Su transformación era increíble y, por cierto, si yo andaba
por ahí, entonces sus comunes gritos y agresiones se volvían más fuertes lo que
pronto me di cuenta lo hacía para demostrar a sus hermanos mayores que él era
“el hombre de la casa” que “mandaba y todos lo obedecían”. Era una conducta que
le llevaba a aparentar lo que no era para poder mostrar una imagen ante quiénes
consideraba personas a las que debía impresionar.
Hoy estoy seguro de que, muchas personas tienen la clase de
heridas espirituales que, en esa
área de su vida mi padre manifestaba y es posible que, alguna de esas personas
este leyendo esto en este momento. Cerca estamos de ver cuál es el proceso de sanidad espiritual sin que importe la
clase de heridas que tengamos, pero, antes de eso, hay heridas que aún nos
faltan por conocer.
Es tiempo de atender la
cuarta herida espiritual que puede provocar nuestra cultura y esta tiene
que ver con el hecho de que nos encerramos en nosotros mismos escondiendo lo
que pensamos o sentimos. Preferimos elegir la comunicación informal, aquella en
la que las cosas que debemos decir, las hacemos frente a las personas que no
debemos y de la forma incorrecta por lo que nunca lograremos resolver los
problemas que estemos enfrentando, más bien, nuestros problemas tenderán a
crecer cada vez más.
Aquí tenemos una explicación de las situaciones tan comunes
que se viven en matrimonios o iglesias donde las personas tienen que andar
“adivinando” lo que las personas a su alrededor sienten porque, no comunican
nada y cuando lo hacen, lo hacen de manera deficiente.
Estas bajo el control de esta herida espiritual cultural siempre provocará que nos aislemos de
los demás que es lo que precisamente Satanás quiere para, así, atacarnos con
tentaciones que no podamos resistir ya que aquellos que podrían respaldarnos,
nosotros mismos los alejamos.
El poder que tiene esta herida espiritual cultural puede llevarnos a que, cosas que son
triviales y que podrían resolverse rápidamente las carguemos demasiado tiempo
sin darles solución porque nuestras cargas, incluso (algo absurdo) se las
queremos esconder a Dios porque no queremos escuchar su voluntad al respecto
porque sabemos que Él nos moverá a sanar y no queremos hacerlo, queremos seguir
sintiendo el disfrute que nos da el saber que nadie tiene idea de lo que está
en nuestra mente.
Además de lo anterior, al no tener comunicación y, por
consiguiente, consejo, tomamos decisiones de manera unilateral lo que muchas
veces se manifiesta en que iniciamos un compromiso sin haber terminado el anterior. Antes de saldar una
deuda económica, empezamos otra. Antes de resolver un conflicto de pareja,
generamos otros, antes de ser fructíferos en nuestros ministerios de la
iglesia, nos llenamos de más responsabilidades y ahora, tenemos dos ministerios
que los hacemos a medias. No tengo una buena relación con mi esposo o esposa y
en lugar de resolver los conflictos echando mano del amor y sacrificio empiezo
a poner mi mirada en otra persona con la que creo que no tendré ningún
conflicto cuando en realidad el
conflicto soy yo.
También caemos en el error de que, cuando tenemos que decir
algo, lo decimos a medias. Decimos una media verdad creyendo que con eso
evitaremos problemas y no nos damos cuenta que, a los ojos de Dios una verdad a
medias es una mentira completa y, desde la comodidad del anonimato, lanzamos
ataques verbales a personas que no están presentes y, por supuesto que, es
nuestro derecho ser diferentes a los demás lo que incluye opinar de forma diferente pero, de lo que no tenemos ningún
derecho es de cobardemente hablar de las otras personas porque cobardemente no
tengo el valor de decir de frente lo que siento porque mis heridas espirituales culturales me hacen sentir miedo de
enfrentar a personas a las que, interiormente los veo como superiores a mí o,
que, simplemente puede demostrar que, yo estoy equivocado.
Testimonio 13.
Una ocasión mientras conducía mi auto por la ciudad donde
vivo, recibí una llamada de Alberto que me dijo, quería platicar conmigo, pero,
no sabía si era lo correcto. Le anime a que meditara si hablar conmigo es lo
que podría darle el mejor consejo y, le hice saber que, siempre de mi parte
encontraría por encima de todas las cosas una opinión a que se acercara a la
voluntad de Dios para su vida.
Con cierta resistencia, Alberto aceptó verse conmigo lo que
acordamos hacer unos minutos después en una oficina que yo tenía en un negocio
que por entonces administraba.
Cuando estábamos juntos, invité a Alberto a orar luego de
lo cual le pedí que me dijera que le estaba aquejando. Después de unos minutos
de duda me dijo que, en su trabajo, con cierta frecuencia, compartía bebidas
alcohólicas con sus amigos lo que además de provocarle vergüenza le hacía
sentir incómodo consigo mismo por el mal testimonio que - él tenía muy claro -
estaba dando. Después de su confesión me preguntó si, como líder de la iglesia
iba a disciplinarle y si iba a privarle de la oportunidad de servir, algo que
no quería dejar de hacer.
Después de unos minutos de reflexión le dije a Alberto que, agradecía su confianza y que, antes de decirle que iba yo a hacer le quería confesar algo. Le dije que, por semanas había estado consistiendo pensamientos impuros en mi mente con respecto a mi sexualidad y que estaban ya siendo demasiado frecuentes así que, al final de mi confesión le pregunté si él juzgaba que yo podía seguir siendo su líder espiritual porque, le estaba dando un mal testimonio.
Alberto se me quedó viendo a los ojos sin atinar a decir
nada por lo que yo le comenté que, yo quería hacer lo bíblico que es confesar
los pecados los unos a los otros (Santiago
5.16) así que por eso lo hice. Entonces, le sugería a Alberto que,
tomáramos un tiempo donde le pedí que orara por mí para que Dios me diera la
voluntad de entregarle mis apetitos sexuales para, al desear honrarle con ellos
eso me diera la fuerza de voluntad para consagrar mi mente y que, además, de
parte de Dios me diera el espíritu de dominio propio para hacer precisamente
eso. Por mi parte, también le dije a
Antonio que cuando terminara de orar por mí yo iba a orar por él pidiendo a
Dios que, le diera la oportunidad de ver lo que hacía no como una “debilidad”
sino que lo viera como Dios lo veía, como un pecado que estaba
destruyendo su relación con Dios y que en esa oración – le recomendé -, le
entregara a Dios su plena satisfacción para que Dios se convirtiera en su única
fuente de plenitud y que no tuviera que necesitar un poco de alcohol para
sentirse feliz.
Oramos el uno por el otro y al final, abrazados y llorando,
Alberto me dijo que, siempre había pensado que yo iba a reaccionar diferente y
que no lo iba a comprender así que, eso retardo su confesión además de que, me
dijo, varios hermanos le recomendaron que mejor no hablara conmigo porque “yo
me veía demasiado serio y exigente” así que, no iba a ayudarle y que lo iba a
juzgar antes que sacarlo adelante.
Nos despedimos con una relación fortalecida y con el mutuo
compromiso de no pecar más puesto que ahora teníamos a alguien cercano a quién
no debíamos defraudar.
Añado que, por mi parte, me quede pensando dos cosas, primero, pensé en las experiencias
increíbles de amor que solo se pueden vivir en la comunión cristiana y en cómo
Alberto se las estaba perdiendo por no acercarse a confesar su pecado y, segundo, pensé en como las ideas llenas de heridas espirituales culturales de los
hermanos que le recomendaron que no hablara estaban condenando a Alberto a una
vida de pecado, insatisfacción y mal testimonio y no creo que, los hermanos que
le dieron a Alberto las “recomendaciones” lo hayan hecho en un ejercicio de
mala voluntad, lo que pasa es que, simplemente, así es la falta de sanidad espiritual, está escondida lo más profundamente
posible en nuestras vidas causando un gran daño de la mano de Satanás mientras
no nos damos cuenta, que algo está controlando
nuestros pensamientos.
Finalicemos este apartado viendo la quinta herida espiritual que nos provoca nuestra cultura.
Como pueblos conquistados, gobernados, nos vemos y nos comportamos como los eternamente lastimados que, creemos ver que todas las personas a nuestro alrededor están en contra nuestra. Asumimos que nadie nos quiere, todos desean atacarnos, estamos solos sin nadie que nos pueda respaldar en nuestros problemas lo que termina condenándonos, a siempre vivir las cosas a medias, porque no merecemos triunfar, solo merecemos lo necesario para “irla pasando más o menos”.
Y así, como las personas “sufrientes” que
creemos ser, nos pasamos toda la vida esperando que alguien o algo nos saque de
nuestros problemas. Por ejemplo, esperamos que nos aparezca un pariente rico
que pague todas nuestras deudas o que, el gobierno me construya una casa o que
la iglesia me dé el dinero para comer o que Dios mande una legión de ángeles
con sacos de dinero que sean puestos a mi puerta y, por supuesto que no es malo
ayudar, no es malo dar.
De hecho, hacerlo es una bendición (Hechos 20.35) pero que recibamos las
cosas sin hacer nada, sin que pongamos el más mínimo esfuerzo para merecerlas o
para salir de nuestra condición eso, es una herida interior, es una herida espiritual cultural. Eso es mediocridad.
Y como buenos mediocres (o personas tibias según los
identifica la Biblia (Apocalipsis 3.16) vivimos
con un pie en el mundo y otro pie en las cosas de Dios además de que, nos
volvemos personas hipócritas espiritualmente. Un día obedecemos a Dios y otro
día, lo desobedecemos mientras que, delante de todas las personas nos
comportamos como si fuéramos los más espirituales de la congregación.
¿Cómo se manifiesta la quinta herida espiritual cultural?
Iniciamos cosas que nunca terminamos. Juramos que seremos
mejores padres y volvemos a nuestras malas conductas para con nuestros hijos
dos semanas después del juramento. Prometo que, para el siguiente culto
matutino ahora si “me levantaré temprano” para estar a tiempo en el templo
porque “Dios se lo merece” y tres meses después, seguimos esperando ese primer
paso espiritual para comprometer más mi relación con Dios. Aseguro que
aprenderé a tocar un instrumento música para “darle la gloria a Dios” y, ahora,
tengo el instrumento musical en casa cubierto de polvo y usándolo para poner mi
ropa húmeda para que se seque más pronto.
Cualquier cosa a medias, es una manifestación de la presencia
de esta herida espiritual cultural y,
algo que es muy curioso que sucede con quién tiene esta herida es el hecho de
con toda intención, oculta aquellas cosas en las que sabe que está fracasando.
Usemos el ejemplo de la paternidad.
Si he fracasado como padre, entonces no toco el tema de mis
hijos con nadie porque sé que no hay nada bueno que pueda compartir y, cuando
no hay forma de esconder el fracaso entonces, lo justifico. Yo sé que mis hijos viven dándole la espalda a Dios
haciendo lo que Él le desagrada pero, en lugar de reconocerlo voy a decir que:
“ellos quisieran estar en la iglesia pero su trabajo no les da el tiempo para
hacerlo” o en otra excusa diré que: “todo iba bien hasta que conoció a esta
persona” y, en una manifestación extrema me atreveré a pedir a mis hermanos que
oren mucho por mis hijos para que “Dios los vuelva a su camino” y así distraigo
la atención hacia los que no están, que son mis hijos y logro que, la personas
no se den cuenta que, si mis hijos no están en la iglesia es por mi culpa, por el pésimo testimonio que les di, porque los
consentí demasiado o porque nunca me interesó involucrarme en su vidas y los
termine lastimando.
Esta estrategia es muy común en los padres mediocres que,
además, para cubrir su pecado, no paran de asistir a la iglesia con lo que, nos
venden la mentira de que son bien espirituales así que, asumimos, lo malo está
en sus hijos o en el mundo, pero no en ellos como padres. Que bendición que
Dios puede ver debajo de las máscaras y, aunque el ejemplo anterior se centró
en la paternidad, se puede aplicar a cualquier situación espiritual de nuestra
vida.
Además de lo anterior, esta herida espiritual cultural no nos permite trabajar en equipo.
Solemos pensar cosas como: “yo hago las cosas mejor solo(a)” cuando la realidad
es que no quiero que me digan que hacer, no quiero que me saquen de mi zona de
confort, no quiero aceptar que hay formas mejores para vivir mi vida porque no
deseo abrirle a nadie la posibilidad de decirme que hacer porque claro, mi
mente me repite: “a mi nadie me controla” mientras, mis heridas me controlan
por completo.
Y como a los que tienen esta herida espiritual cultural no les gusta que nadie les supere para
no enfrentar su fracaso entonces, hay que hacer que los demás estén a mi nivel
de mediocridad ¿y como hago eso? Simple, encuentro deficiencias a todo lo que
las personas hacen y además les obligo a soportar mi deprimente forma de vida.
Si tengo un compromiso a la 1pm, no me importa llegar a la 1.30pm porque asumo
que la gente tiene la responsabilidad de esperarme y, cuando mi mediocridad es
obvia, entonces asumo una actitud de cinismo donde simplemente guardo silencio y
me pongo a la defensiva y, cualquiera que se atreva a señalar lo que hago mal,
escuchará toda la lista de cosas que yo sé que esa persona tiene mal porque a
mí, “nadie me gana una”.
Testimonio 14.
Cierta ocasión estábamos en nuestro culto de adoración y
comunión en la iglesia y, de acuerdo a nuestra costumbre, entonábamos algunas
alabanzas para, de inmediato, tener una meditación en la Biblia de parte de
algún hermano para conducirnos a la adoración.
Ese día, yo era el encargado de dirigir las alabanzas y,
siempre que me tocaba, trataba de mirar si, el hermano a quién le correspondía
la meditación llegaba al culto para poder estar tranquilo a este respecto. Para
mi mala fortuna, ese día no lo veía llegar. Pasó el tiempo de la alabanza y
pedí a la congregación que se pusiera de pie para orar y pasar a la meditación.
Yo oraba, mientras mi cabeza pensaba en qué hacer cuando, escucho unos pasos
que se acercan al púlpito, me dejan algo en la mano y se van.
Cuando abro mis ojos después del amén, veo en mi mano un papel
que dice:
“Hermano
Miguel, no tuve tiempo para preparar la
meditación. Por favor, tómela usted. Disculpe. Gracias”
No exagero al decir que fue la ocasión en la que más rápido
pensé y preparé un sermón. De hecho, mi tiempo de preparación fue el que duró
abrir los ojos, leer el papel y empezar a hablar por el micrófono. Desde mi
posición, veía yo al hermano que no había cumplido su responsabilidad
cómodamente sentado escuchando mi mensaje.
Cuando el servicio terminó, me acerque con mi molestia
controlada a pedir una explicación porque lo anotado en el papel me parecía
absurdo y sin embargo, el hermano sostuvo su argumento: no había
tenido tiempo durante toda una semana para preparar una meditación.
Después de escuchar lo anterior, preferí callar. Fue lo mejor.
Estas son nuestras cinco
principales heridas espirituales culturales y, hemos visto ya algunos
ejemplos de las cosas que pueden llegar a provocar por lo que, si con toda
honestidad al hacer un escrutinio de tu vida reconoces que, algunas de estas
heridas están en ti, el diagnóstico es que tienes falta de sanidad espiritual por
causa de tu cultura que, te ha hecho conservar formas de pensamiento que
tenías que haberlas entregado a Dios y, al no hacerlo, han crecido hasta lograr
que vivas no como Dios dice sino como la sociedad te dice que lo debes hacer.
Detén tu vida y sana estas heridas o de lo contrario, quedarás condenado a una
vida infructífera y de infelicidad.
Y finalmente, deseamos que, quede claro que nunca hemos dicho
que nuestras respectivas culturas sean malas, no, para nada.
Cada cultura tiene una gran cantidad de valores universales y
formas de pensamiento que nos dan cosas que nos permiten crecer socialmente,
pero, por muy buena que sea una cultura, nunca podrá provocar en nosotros, las
cosas que el reino de los cielos nos puede dar así que, disfruta tu cultura y
vívela siempre y cuando no te pida hacer algo contrario a la voluntad de Dios.
Recuerda, no podemos imitar al mundo por la simple y sencilla razón de que no
pertenecemos a él (Juan 17.16).
CUANDO ENFRENTO UNA SEXUALIDAD DEFORMADA
Testimonio 15.
Una hermana en Cristo de 39 años, casada y con tres hijos,
motivada por una plática de ética sexual se acercó a mi para preguntarme: ¿Qué
es un orgasmo? Y me refirió que, todo lo que ella había escuchado desde su
juventud sobre el orgasmo femenino era algo que ella nunca había experimentado
por lo que, la intimidad sexual en su matrimonio no le estaba ofreciendo
ninguna clase de satisfacción e incluso se preguntaba si su cuerpo estaba
enfermo o, si ella espiritualmente estaba pecando ante Dios por desear sentir
placer en la intimidad.
Me pidió que pudiera darle algunos consejos sobre cómo tratar
con su esposo porque este, cuando tenían relaciones sexuales de inmediato
intentaba la penetración sin ningún tipo de estímulo para ella y, después de
esto, eyaculaba en cuestión de minutos para entonces, ponerse a dormir sin
ninguna otra palabra o comentario algo que, a ella le provocaba un profundo
resentimiento.
En el ejemplo anterior, podemos ver a una mujer cristiana que,
constantemente está recibiendo heridas
espirituales por parte de su esposo quién la tiene sometida contra su
voluntad a tener que enfrentar las consecuencias del concepto deformado de la sexualidad que este
tiene. Situaciones como esta, son más comunes de lo que creemos y son en las
manos del Satanás oportunidades para destruir matrimonios o provocar
adulterios.
De esta clase de cosas hablaremos en este apartado, de
situaciones donde siempre el factor común es la presencia de problemas
relacionados con la conducta sexual por lo que, es importante entender antes de
todo, porqué el aspecto de la vida sexual
es tan importante y, nos daremos cuenta lo mal atendida que esta área está
dentro de la enseñanza y la consejería de la iglesia cristiana, donde líderes
con una manera de pensar limitada que a su vez cargan con heridas espirituales que les provocaron un concepto deforme de la sexualidad siguen insistiendo en que
estos temas “deben tratarse solo hacia el interior del matrimonio” y que, “son
cosas que no deben tratarse en público”.
¿Por qué afectan tanto las heridas espirituales relacionadas con la sexualidad?
Desde siempre, la sexualidad se ha considerado como la parte
más íntima de una persona lo que es verdad. Recordemos como, una de las
primeras cosas que sucedieron cuando el hombre en Edén pecó contra Dios fue el
reconocimiento de que estaba desnudo lo que le provocó vergüenza inmediata y
una actitud de buscar esconderse de Dios (Génesis
3.7) así que, para el hombre, la desnudez se convirtió en símbolo de las
cosas que se deben esconder de la manera más profunda posible y, esta idea
sobre la intimidad física y la sexualidad prevalece hasta nuestros días.
En la sexualidad humana se manifiestan los aspectos más
negativos de nuestra personalidad que tratamos de esconder de los demás; así
que, la sexualidad se convierte en una especie de recipiente donde colocamos
nuestra ideas más extrañas sobre las prácticas que nos dan placer sexual y
esto, no sería problema si nuestra formación sexual fuera la adecuada y
tuviéramos la idea correcta y bíblica de qué es la sexualidad, cómo se usa la
sexualidad y cuál es su propósito; lamentablemente, pocas personas cristianas
tienen una formación sexual adecuada.
Pocos padres cristianos les hablan a sus hijos sobre
sexualidad con la Biblia en la mano y, mejor prefieren guardar silencio en esa
área esperando que, el entorno o la iglesia den a sus hijos formación en un
área que, es responsabilidad principal de ellos hacerlo.
Ante esta falta de apertura que hay en los hogares e iglesias
y la carencia de información sexual con valores a nuestro alrededor, los seres
humanos empezamos a buscar en cualquier parte información que nos haga entender
algo sobre lo que deseamos saber porque, recordemos, la sexualidad es algo que
nos da placer, que nos hace sentir bien y, entonces, nuestra mente va a la
pornografía, a las historias que nos platican personas impías de mayor edad que
nosotros, a las clases de biología de las escuelas donde la sexualidad se trata
como un aspecto físico por lo que se nos dice que no hay problema, que hagamos
uso de la sexualidad pero “responsablemente”.
Y así, nuestra formación sexual queda en manos de personas que
nos bombardean con la idea de que el sexo es algo que debe practicarse, pero
nadie, absolutamente nadie nos dice los
resultados de practicarlo irresponsablemente y
el daño emocional que esto nos provocará.
Mientras tanto, con nuestra información sobre la sexualidad
deformada, comenzamos a practicarla pero, por supuesto, manteniendo todas las
cosas en secreto, sin revelarlas a quién nos pueda dar un buen consejo,
guardando en nuestra mente o en las
carpetas ocultas de archivos en teléfonos celulares y computadoras la
información que nos provoca placer y que, por lo mismo, usamos una y otra vez e
incluso, siempre intentamos llevar más allá las cosas o sea, cada vez busco lo
que me de mayor placer sexual y así, llego a la práctica de una sexualidad
pervertida buscando una mayor sensación de placer que nunca me satisface porque
no entiendo que mi idea de placer corrupto no nace en lo que siente mi cuerpo
sino en los pensamientos que yo mismo provoco. Son mis pensamientos enfermos
los que me dan placer y esos, si no se dominan nunca se acaban así que, mi
búsqueda de placer puede no tener fin, condenándome toda la vida a estar
esclavizado de mis pensamientos sexuales enfermos.
Y, mientras todo eso sucede, Satanás como dios de este siglo (2 Corintios 4.4) no se cansa de lograr que, por todos los medios de comunicación posible se nos venda la mentira de que al ser algo íntimo, mi sexualidad me pertenece solo a mí así que puedo hacer lo que quiera con ella y en muchos casos, logra hacer que a los cristianos se les olvide que la sexualidad es una más de las áreas de nuestra vida con las que debemos glorificar a Dios; logra que incluso dejemos de lado la verdad bíblica de que al ser nuestra sexualidad parte de nuestra mente y nuestro cuerpo es algo que debemos guardar, proteger y mantener de tal forma que Dios no me pueda reprochar nada por el uso que hago de ella
(1
Tesalonicenses 5.23).
Con todo lo que se ha expuesto hasta el momento, imaginemos
ahora a un hombre y a una mujer cristianos que han decidido unir sus vidas en
el vínculo santo del matrimonio donde, al entrar a una condición de confianza
total, podrán disfrutar de su desnudez y de su sexualidad para demostrarse
físicamente el placer que les representa el vivir con una persona que, con su
sola presencia les estimula sexualmente.
Ahora, pensemos que, esta pareja va a empezar a compartir su
vida sexual, pero, resulta que cada uno por su lado ya ha tenido cierta
formación sexual que recordemos, la mayor parte de las veces estará deformada,
pero, no aprovechan el tiempo en el noviazgo para hablar de ese tema, es más, intencionalmente lo evitan porque no desean
hablar de su pasado ni externar lo que les gusta sobre la sexualidad para que
su futuro cónyuge no vaya a pesar que, “estoy un poco loco” así que, mejor se
esperan para que, durante la primer noche juntos esto se pueda resolver pero,
si hablamos de personas con una sexualidad deformada, su intimidad no resolverá
nada, no los llevará a la plenitud y ahí manifestarán las peores facetas de su
carácter.
Al llegar aquí, quiero dejar bien claro que no estoy asumiendo que todos los matrimonios cristianos viven sus vidas con su sexualidad deformada, pero, los que si la tienen son muchos.
Las estadísticas indican que, el 91% de los hombres y el 85%
de las mujeres aproximadamente consumen pornografía y se masturban a lo largo
de su vida y, este dato es general así que, incluye a los hombres y mujeres
cristianos por lo que ahí, en silencio, entre los cantos en los templos y los
estudios bíblicos, hay ideas sexuales provocando heridas espirituales que pueden destruir a muchas personas por eso,
es necesario sanar estas heridas lo más pronto posible.
Ahora, vamos a explicar cuáles son las heridas espirituales sobre sexualidad más comunes que son, no
olvidemos, consecuencia de la información sobre sexualidad que hemos recibido.
1.
Estímulos
incorrectos. Esta herida se refiere al hecho de que a las personas no les
es suficiente la penetración vaginal (que es la interacción sexual que va de
acuerdo a la naturaleza de los órganos sexuales que tenemos) para alcanzar el
estado físico de la plenitud sexual cuando, en el caso de los hombres, por lo
que, además de la penetración vaginal “se necesitan” otras cosas para alcanzar
la plenitud como masturbación de parte de la pareja o propia durante la
relación sexual, pensar en cosas que se vivieron en el pasado para sin
decirlas, practicar penetración anal, el desear sentir dolor durante el acto
sexual y cosas semejantes a estas. Cuando estas heridas se presentan por lo
normal, es uno de los esposos quién pone en práctica sus ideas y es el otro el
que consiente con esto, aunque muchas veces no está de acuerdo porque no se
sienten cómodos con estas prácticas, pero se aceptan contra voluntad porque no
se quiere parecer anticuado o como una muestra de amor a su pareja.
2.
Placer
egoísta. Esta herida está presente cuando se practican cosas como las
descritas en el testimonio 15 en
donde uno de los esposos vive creyendo que, la sexualidad es para que ellos
disfruten y se olvidan de que
el propósito de un cónyuge cristiano debe ser el no alcanzar el orgasmo o la eyaculación hasta que su pareja lo haya alcanzado primero. Como consecuencia de
esta herida, se vive falta de satisfacción sexual donde veo a mi cónyuge como
el culpable de que yo no sea feliz lo que provoca que empiece a mirar sus defectos
con mayor claridad o, empiece a creer que, mi cónyuge es también responsable de
mi infelicidad en otoras áreas aparte de la sexual con lo que, se comienza con
la desconexión emocional del matrimonio cristiano que puede llevar al
adulterio, al divorcio o a la costumbre de una vida infeliz.
3.
Placer
fingido. Esta herida está presente cuando al no ser una persona plena en su
sexualidad entonces finge en la intimidad que lo es para así, estimular a su
pareja y con ello provocar su eyaculación u orgasmo según corresponda y así
poderse librar lo más pronto posible de una relación sexual que se siente
desagradable.
Existen muchas más manifestaciones de conductas motivadas por
una idea deformada de lo que es la sexualidad pero siendo este un tema tan
extenso por cuestiones de espacio, deseo concentrarme solo en las conductas más
comunes que aparecen en los proceso de consejería pero, si el tema es de
interés de alguno de los lectores, tengo escritos dos manuales que se llaman: “Sexualidad Sana” y “Sexualidad para Cristianos” los que
son de circulación libre así que si alguien los desea los puede pedir por los
espacios de Internet que presentamos al inicio de este libro para que se les
puedan hacer llegar de forma completamente gratuita.
Si al tratar el tema que estamos analizando descubres que en
tu vida hay ideas que te conducen a conductas sexuales como las que se
describieron o conductas semejantes el diagnóstico para ti es que tienes falta de sanidad espiritual como
consecuencia de una pésima formación
sexual.
Te animo a que sanes tus heridas que tienes y que te mantienen esclavizado a conductas sexuales que, cada vez toman un mayor dominio de tu vida y que te llevan a practicar cosas que te están alejando de Dios a cambio de sensaciones que te dan placer momentáneo, pero, nunca te darán la verdadera felicidad.
Antes de terminar con el tema de la sexualidad deformada,
quiero señalar que, este se ha enfocado a cosas que pasan en el matrimonio
porque reconocemos a este como el único ámbito de vida aprobado por Dios en
donde se puede vivir teniendo una vida sexual activa pero, creo que a todos nos
queda claro que, es común la práctica de conductas sexuales deformadas sin que
las personas estén casadas lo que añade la herida
espiritual adicional de estar viviendo en desobediencia a Dios acción por
la cual matrimonios y solteros con conductas sexuales deformadas pueden llegar
a padecer o estas padeciendo la disciplina del Señor.
CUANDO SUFRO ABUSO FÍSICO O SICOLÓGICO
Testimonio 16.
María ya tenía una familia hecha. Dios le había dado ya
grandes alegrías e incontables bendiciones, pero, algo la atormentaba en secreto. Éramos testigos de su esfuerzo por
servir y de sus ganas de aprender pero, algo en su pasado no la dejaba vivir en paz.
María, fue presa de abuso sexual por parte de su padre durante
más de 10 años y siendo aún una niña, se encontró con una serie de pensamientos
que la avergonzaban. Ella veía a su madre y sentía celos de ella porque, se
consideraba la pareja de su padre a pesar de que a este, lo rechazaba con un
profundo odio que le guardó hasta el día en que él murió.
El hogar de María suavizó sus heridas y las dejó en un espacio
en que no lastimaban, pero no las sanó y, María se dio cuenta que ese
sentimiento de rencor hacia el padre muerto, no le permitía llevar relaciones
sanas con muchas personas además de que, el rencor la atormentaba varias veces
a lo largo de cada semana.
María le dio su carga al Señor. Dios le mostró que el perdón
ya no era para ella opcional, clamó a Dios y, en su oración, ella sintió como
Dios le dio la posibilidad de encontrarse con el recuerdo del brutal dolor para
dejarlo atrás y, gracias a Dios, la figura de su padre dejó de causar rencor.
Su corazón se abrió a la misericordia y el
dolor se fue.
Los problemas de María no han acabado, es cierto, pero las
heridas del abuso sexual de la infancia han dejado de causar más daño. Libertad
es la palabra que definiría mejor a María y, cuando de reojo la veo en la
iglesia, me da gusto pensar que su sonrisa ahora es más auténtica porque está
esperando en Dios y a esa clase de gentes, Dios les da el poder de volar, al
menos, eso es lo que Dios nos hizo saber a través del profeta Isaías (Isaías 40.31).
En esta sección de Sanidad
Espiritual nos vamos a referir a esas aberrantes situaciones en las que una
persona abusa de otra de forma sexual, física o sicológica. No importa el
argumento que un abusador utilice, en el fondo todo se reduce a una sola cosa: los abusadores son personas enfermas del
alma que, han permitido tanto la presencia del pecado en su vida que este les
ha trastornado hasta el punto de que, de manera voluntaria solo desean provocar
mal en otra persona porque eso les produce placer por lo que, han llegado a
un nivel tal de depravación que ya no reconocen la existencia de un bien o un
mal moral. Son mentes que han caido en el nivel más bajo de corrupción que es
adorarse a ellos mismos creyendo que ellos determinan lo que es correcto o incorrecto.
Hay casos de abuso donde la persona abusadora está enferma psiquiátricamente, su cerebro no funciona bien por lo que, requieren asistencia médica profesional que determine la ayuda necesaria, pero, en este sentido, los casos son los mínimos. En la mayoría de los casos, recordemos, hablamos de personas que por placer, decidieron en algún momento, recibieron placer, lo repitieron, volvieron a recibir placer y así reforzaron un ciclo que, los ha trastornado por completo.
Los abusadores dejan tras de si, horrendas huellas de dolor y
destrucción emocional. Muchos corazones en silencio lloran porque fueron
ultrajados en su infancia y eso les abrió heridas de culpabilidad y les hizo
sentirse despreciables y sin derecho a vivir una vida feliz. No debemos olvidar
que, en el caso de los abusos sexuales de infantes, el mayor número de los
abusadores son los padres o algún familiar cercano de la víctima lo que daña
aún más severamente ya que la persona abusada tiene que lidiar con el odio y la
desilusión de saber que el abuso vino de alguien que, en teoría tenía que
cuidarlos y evitar que los dañarán lo que suele cargar su alma con depresión y resentimiento.
Ahora, si pensamos en el abuso
físico no sexual, si bien es verdad que suele existir de mujeres hacia los
hombres, no se compara en proporción con los casos donde son los hombres
quiénes cometen los abusos los que a su vez abusan por sus propias heridas espirituales han desarrollado la idea de creer que,
como hombres, son “superiores” a las mujeres pensamiento que es la base de lo
que se conoce como “machismo”.
A este respecto, muchos creen que, por el desarrollo social el
machismo está muriendo lentamente. La verdad es que sigue completamente vivo,
pero, sabe maquillarse de formas diferentes. Los hombres machistas que, por
cierto, suelen ser grandes cobardes frente a otros hombres, ante el temor de ir
a la cárcel, toman la ruta de lo que podríamos llamar “machismo sicológico” en
el cual, evitan golpear pero azotan con las palabras y burlas para, intentar
poner en sus víctimas pensamientos erróneos siendo el más común de ellos el
convencer a sus víctimas que, sin la
presencia de sus verdugos no pueden vivir, convencen a sus víctimas de que
ya no tienen valor como personas y que nadie además de ellos los aceptará para
así mantener a sus víctimas emocionalmente ligados a ellos pero esta idea, debe
quedar claro, completamente falsa.
Heridas espirituales
adicionales se abren cuando el abuso es sistemático, cuando se repitió por
muchas veces o se sigue repitiendo con frecuencia lo que los abusadores logran
haciendo creer a sus víctimas que pueden hacerles algo malo a ellas o a sus
familias si se atreven a hablar del abuso.
Esto, también es completamente
falso.
Además del abuso sexual o de violencia física, otros ejemplos
de esta clase de heridas espirituales
son cuando los padres maltratan la autoestima de sus hijas mujeres porque ellos
querían un hijo que fuera varón o viceversa o, cuando una madre aplica un
temperamento tan dominante en sus hijos varones que les cancele la posibilidad
de distinguir diferencias entre lo femenino y lo masculino provocando una
distorsión de su identidad y propiciando la presencia de tendencias
homosexuales por la necesidad de buscar el aspecto tierno y el cariño que nunca
tuvieron lo que no significa que, esta sea la única causa por la cual se
desarrolla la conducta del homosexualismo.
Además, no debemos olvidar a las madres que, dando y
permitiendo todo a sus hijos varones los convertirán en los abusadores que
lastimarán a sus futuras esposas a las que solo usarán para su beneficio y,
que, cuando se les señalaran su errónea conducta llegan a decir cosas tan
absurdas como: “aunque a mí me critiquen yo siempre apoyaré a mi hijo”.
Si las cosas que te han pasado en tu vida caen dentro de esta
categoría, entonces a pesar de que no
eres culpable del daño que tienes, a pesar de que tu no pediste las heridas
que duelen, la realidad es que las tienes.
Acepta que en tu vida hay falta de
sanidad espiritual consecuencia del abuso al que fuiste sometido y acepta
que, tu búsqueda sin descanso del placer o la venganza está motivada por algo
que te hacer falta y que por más que buscas no puedes encontrar.
Tienes que entender que, tu corazón nunca podrá encontrar nada
que lo satisfaga porque tu necesitas algo que puede llenarlo todo y eso, solo puede
ser el amor de Dios.
Aquí estamos, al final de nuestra galería de las heridas que yo no me provoco, heridas que
nunca pedimos, heridas que nos hicieron llorar y que nos están haciendo ver la
vida en la forma equivocada al tiempo que nos tienen esclavizados a la desdicha
y la miseria emocional y tal vez, el dolor de estas heridas es tan profundo que
sientes que Dios no está a la altura necesaria para sacarte del pozo de la
desolación donde estas pero créeme, Dios está a la altura (Salmo 40.1-3) y para que te des cuenta de esto, antes de terminar
esta parte de este capítulo quiero compartirte la historia de un personaje que
se encuentra en el libro de Dios, la Biblia, personaje que, como tú, padeció
heridas que nunca pidió y que destruyeron su vida. Deseo que te identifiques
con este personaje y, que no solo te reconozcas en sus heridas, sino que
también puedas descubrir que, el asombroso proceso de sanidad al que Dios lo
sometió es el mismo proceso que hoy te ofrece para que por fin, después de
tantos años de dolor puedas disfrutar de una verdadera sanidad espiritual.
YA NO QUIERO SER MEFIBOSET
Para entender las heridas de Mefiboset y como representan las
nuestras, debemos mirar primero una serie de cosas que sucedieron antes de que el naciera.
Todo inicia con el famoso rey David de la Biblia que cualquier
creyente reconoce. Este hombre, virtuoso para la música, tocaba instrumentos
musicales algunos de los cuales él mismo diseñó por lo cual, era llamado a
Jerusalén para poder llevar un poco de calma con su música a un rey Saúl
atormentado por un mensajero espiritual que le azotaba, permitido todo esto por
la mano de Dios (1ª. Samuel 16.14-22). De
estas visitas regulares al palacio que terminaron convirtiéndose en una
estancia permanente, David obtuvo una profunda relación de hermandad con uno de
los hijos de Saúl, con Jonatan. La
intensidad de esta relación queda al descubierto en el siguiente versículo de
la Biblia:
Aconteció que cuando David acabó de hablar con Saúl, el alma de Jonatan quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatan como a sí mismo.
1ª. Samuel 18.1
Jonatan,
antes de relacionarse con David, había dado muestras de una profunda fidelidad
a Dios lo que explica porque, se fortaleció tanto su relación con el joven
pastor guerrero que era ya conocido como el hombre conforme al corazón de Dios (Hechos
13.22). Esta relación, fue
sometida a prueba muchas veces, sobre todo cuando los celos de Saúl por la
popularidad de David lo ponían en contra de su mismo hijo.
No debemos perder de vista que, a Samuel (el sumo sacerdote de
aquel tiempo), ya se le había ordenado ungir a David como rey y probablemente
esto ya lo sabría Saúl, el monarca a quién David consolaba.
Jonatan acepta el rechazo de su padre a cambio de ser fiel a
David, su amigo, lo que lo lleva a realizar con este, un pacto que más adelante
dará sentido a nuestra historia. Estas fueron las palabras de este pacto:
Y si yo viviere, harás conmigo misericordia de Jehová, para que no muera, y no apartarás tu misericordia de mi casa para siempre. Cuando Jehová haya cortado uno por uno los enemigos de David de la tierra, no dejes que el nombre de Jonatan
sea quitado de la casa de
David.
1ª Samuel 20.14-15
Al paso del tiempo, por desobedecer la voluntad de Dios, Saúl,
el padre de Jonatán es muerto en batalla junto con todos sus hijos. David,
recibe el reino de Israel e inicia el largo proceso de la pacificación del reino,
pero nunca olvidó el voto que hizo con Jonatán.
Una vez estabilizado su imperio y estando en condiciones de
cumplir con su voto, David pone manos a la obra. Manda a preguntar por aquellos
que habían sobrevivido de la familia de su gran amigo (2ª. Samuel 9.1), la respuesta que recibe es que aún sobrevivía un
hijo de Jonatan (2ª. Samuel 9.3).
Aquí, aparece en escena nuestro personaje de estudio, quién vivía en la
terrible condición de estar: “lisiado de
los pies” y viviendo en un lugar llamado Lodebar.
Pero ¿Cómo llega Mefiboset a este lugar? y sobre todo, ¿Qué lo
lastimó de esa manera? Si vamos ahora a 2ª.
Samuel 4 veremos últimos minutos del reinado de Saúl y su muerte junto con
sus demás hijos, pero, además esto, a partir del versículo 4 menciona algo estremecedor.
Teniendo Mefiboset cinco
años, llega hasta la capital Jerusalén, la noticia de la muerte de Saúl y de
Jonatan, abuelo y padre del niño respectivamente, lo que provocó un pánico
mayúsculo que hizo que mucha gente intentará huir de súbito de la capital por
temor a una probable invasión de los ejércitos enemigos ya que, quedarse ahí
podría costarles la vida.
Es aquí cuando la casa reinante del imperio que cae debe huir
de prisa porque se pone un precio a las cabezas de sus sobrevivientes y es,
usualmente, cuando nadie ayuda a los derrotados lo que no pasó con aquella
diligente y amorosa mujer que cuidaba de Mefiboset
quién, busca salvarlo apresuradamente y esto, la prisa por huir, la prisa
por salvarlo, resulto fatídica.
Al ir huyendo, el niño se resbala de las manos de su
protectora y resulta severamente lastimado de por vida. No sabemos después que
paso, pero unas manos levantaron a un niño fracturado de los pies y de su
futuro y lo fueron a olvidar en el sitio donde nadie se atrevía a pasar, en Lodebar, palabra cuyo nombre traduce
algo semejante a “desolación” o “desolado”.
No hay más para Mefiboset.
En solo unas horas, su suerte cambió radicalmente.
Pensemos ahora, cuántas veces al crecer, se habrá preguntado Mefiboset: ¿Por qué? El nació para
estar en un palacio, él viviría con dinero más que suficiente de por vida. Su
futuro no fue diseñado para esfuerzos o sudor, su futuro fue diseñado para
vestir de púrpura y oler a perfumes traídos de oriente. Él no eligió a Saúl por
abuelo ni a la mujer que le tocó por nodriza. Él solo tenía cinco años y nadie
podría decir que su infelicidad fue bien ganada.
No, Mefiboset no tuvo la culpa. Seguramente por años su
mente destiló ideas de resentimiento y odio hacia la vida y para colmo, el
sitio de la desolación era su hogar por lo que todavía le fue quitado el
consuelo de la compañía, viviendo con gente ajena, mendingando por un poco de
techo y una cama sucia.
Mefiboset nunca eligió
Lodebar, pero sus heridas eran tan intensas que él mismo terminó por exiliarse allí y ahí estaba listo para esperar
la llegada de la muerte.
Nadie iba a poder sacar a Mefiboset
de Lodebar, simplemente, porque él mismo no quería salir de ahí. Y en la actualidad, en medio del
pueblo de Dios, hay muchos creyentes que son cada uno, un Mefiboset que han sido lastimados por cosas que ellos nunca
hubieran elegido. No importa cuantos años han pasado, sus heridas siguen igual
de dolientes y los rencores no se van.
Los modernos cristianos Mefiboset
son personas redimidas que, a pesar de conocer el perfecto amor de Dios,
eligen regresar a su Lodebar una y otra vez porque olvidaron entregarle estas heridas espirituales a su Salvador
quién para eso sufrió, para sanarlos (Isaías
53.5).
Ha llegado el tiempo de sanar para aquellos que crecieron en
medio de golpes violentos que marcaron su cuerpo y fracturaron su alma, para
aquellos que sufrieron violaciones sexuales que abrieron una carga de vergüenza
que cada día pesa más en su alma. Hoy es el tiempo de la paz para los niños que
fueron tachados de lo peor o de inútiles y que aún ahora, lloran en silencio.
Ha llegado el momento de salide de Lodebar para todos aquellos hombres y
mujeres que pasaron toda la vida esperando un abrazo o una muestra de cariño y
solo tuvieron a la soledad para compartir sus lágrimas. Personas usadas,
amordazadas del corazón. Mentes que nunca desearon su educación, su ambiente y
su miseria y que, sin embargo, terminaron despedazados por dentro.
Personas que gritan con todas sus fuerzas: ¡Ya no quiero ser Mefiboset!
Si tu eres uno de ellos, te puedo decir con convicción de
acuerdo con lo que Biblia enseña que Dios tampoco quiere que lo sigas siendo.
Hay solución de gracia y amor de los cielos aun cuando tus
heridas parezcan demasiado profundas, terminales o incluso incurables. Hay
solución de misericordia y paz aun cuando antes de esto, hayan sido cientos las
consejerías y charlas con sicólogos y siquiatras que no dieron ningún
resultado.
Y aquí, algo debe quedar bien claro:
Las heridas que tenemos
y que no hemos provocado nosotros duelen
infinitamente más que las que nosotros nos provocamos
y son mucho más difíciles de sanar.
Eso, Dios lo sabe perfectamente bien y desea que sepas con
toda precisión que, Él conoce la naturaleza y profundidad de tu dolor.
Él vino a este mundo para poder meter las manos en la miseria
y el dolor humanos. Él vino a demostrar que el amor que Dios siente es un amor
que supera el amor por su misma condición divina. A eso vino, a enseñarnos que
son precisamente las personas sin esperanza las que más le apasionan. Somos
nosotros, aquellos que no podemos con la carga de nuestro fracaso, a quiénes
quiere encontrar, guiar y sanar.
Él sabe lo que sufres y tiene un plan de sanidad para ti. Ese
plan, lo encuentras a partir del capítulo 4 de este libro por lo que, si
sientes el llamado de Dios a sanar tus heridas ahora mismo, siente la completa
confianza de ir directamente a este capítulo y terminar para siempre con tu
agonía. Pero, tal vez sea bueno conocer también las heridas que tú puedes haber
provocado para distinguir la diferencia con las que ya hemos tratado y así, de
una manera más precisa, llegar a las manos del médico del alma.
HERIDAS QUE YO ME PROVOCO
Hasta este punto, hemos mostrado cuales son las heridas espirituales que otros nos provocan
heridas que, en ocasiones, son difíciles de encontrar ya que, quienes las
sufren las suelen sepultar en su mente y disimularlas con otros pensamientos.
Esto, es un mecanismo natural de defensa de la mente humana que se activa para
evitar que algo que nos lastima lo vuelva a hacer con pensamientos o recuerdos
que causan nuestra ira por lo que, en estos casos es muy importante orar
pidiendo la ayuda de Dios para que por medio de la influencia de su Espíritu en
nosotros podamos ver con claridad cuáles son nuestras heridas para empezar a
sanarlas.
Pero ahora, vamos a analizar las heridas espirituales que son más fáciles de encontrar, pero, más difíciles de reconocer por quién la
sufre y esas son las heridas que yo mismo me
provoco.
¿Por qué estas heridas son más difíciles de reconocer? Porque
el hecho de encontrarlas significa que tenemos que aceptar que nos hemos equivocado y, doblegar el ego
para reconocer una falla en mi carácter, eso es algo que pocos corazones
humanos están dispuestos a hacer.
Por lo anterior se puede entender porque en la Biblia se nos
dice con claridad que solo la humillación ante Dios puede lograr que de él
venga el reconocimiento que merecemos (1
Pedro 5.6) y, este versículo no es el único en la Palabra de Dios que nos
exhorta a humillarnos lo que podemos encontrar en citas bíblicas como las
siguientes: Proverbios 11.2; Efesios 4.2
y Filipenses 2.3.
Por eso es que, para lograr cualquier proceso de sanidad espiritual es vital doblegar el
ego ante la persona de Dios ya que, de lo contrario, no habrá muchas soluciones
que podamos tener. No se puede iniciar un proceso de sanidad espiritual si no se acepta que Dios está por encima de
nuestra voluntad y que solo cuando nos humillamos ante Él encontramos el camino
para recibir su paz perfecta que solo puede ser recibida por quién trata a Dios
como alguien superior.
Nosotros necesitamos de Dios, Él no necesita de nosotros. Su
llegada a nuestras vidas es un acto de misericordia divina y no de justicia humana (Efesios 2.8-9) y logra que su luz rasgue
nuestras tinieblas para ver con claridad los errores que hemos cometido y que
pueden tenernos postrados, con el rostro en tierra, fracasados; conociendo
únicamente la derrota sin disfrutar de las riquezas y las bendiciones que el
mismo Dios desea darnos. No perdamos todo esto de vista.
Ahora, pasemos a ver cuáles son las heridas espirituales que
nos podemos provocar a nosotros mismos. Seamos pues, honestos en aceptar si
cualquiera de las cosas descritas a continuación, las hemos practicado en
nuestra vida. Como hemos aprendido, dobleguemos el orgullo y demos paso a la sanidad espiritual.
CUANDO ME VUELVO AMIGO DEL MUNDO
Quisiera empezar anotando que, según la Biblia, todas las
cosas que provienen de Dios tienen la cualidad de ser cosas con un grado total
de perfección:
Toda buena dádiva y todo don perfecto descienden de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.
Santiago
1.17
Esto significa que, toda cosa proveniente de Dios hará que algo en mi ser mejore y, en contraparte, cualquier cosa que no provenga de Dios; será algo cuyo fin sea destructivo aun cuando al principio, estas cosas no parezcan peligrosas e incluso luzcan inofensivas.
Los creyentes vivimos en el mundo, pero no pertenecemos a él (Juan 17.16) así que, no buscamos las
cosas que hay en el mundo, buscamos lo que proviene de Dios que, ya entendimos
es lo único realmente bueno que podemos tener (Colosenses 3.2) pero, el mundo, siempre va a ofrecernos cosas que
nos van a atraer las cuales hacia las cuales el diablo siempre va a buscar que
desviemos nuestra atención porque bien sabe que, si ponemos nuestra mirada en
el mundo, vamos a desear ir a practicar las cosas que hay en el mundo que al
final serán mala pero en el proceso,
nos alejaremos de Dios que es lo que realmente Satanás quiere para destruir
nuestra relación con Dios y, lograr destruirnos a nosotros.
Entendemos algo. Al vivir en el mundo, tenemos que producir en
él lo que necesitamos para vivir de la mejor manera posible, pero, para el
cristiano, el vivir para anhelar con desesperación lo que ve en el mundo deja
de ser su prioridad ya que su prioridad es buscar las cosas de Dios.
Pero, al anterior, es constantemente ignorado por los
cristianos que se sumergen en la corriente de lo que el mundo ofrece y, cuando
se dan cuenta ya está viviendo en permanente condición de pecado padeciendo
solo cosas malas y nos las buenas que llegan cuando nos entregamos como
prioridad a cultivar nuestra relación con Dios y las cosas malas, siempre van a
terminar produciendo falta de sanidad
espiritual por lo que es importante identificar cuáles son las cosas malas
que hay en el mundo que me puede provocar heridas
espirituales que destruyan mi vida.
En la Biblia, existe una cita que, nos enfoca claramente a que
cosas nos referimos al decir “cosas
malas”, cosas “que no provienen de Dios” y que después, analizaremos más
detalladamente.
No améis al mundo, ni las cosas que están en
el mundo.
Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no
está en él.
Porque todo lo que hay en el mundo: los
deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no
provienen del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos;
pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.
1 Juan 2.15-17
Estas son las cosas que no son de Dios: los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la
vida. El practicar cada una de estas cosas provoca heridas espirituales que cancelan nuestro crecimiento interior y
nos impiden fortalecer nuestra relación con lo que nos arrojan a una vida de
infelicidad. Debido a ello, no es nada impropio afirmar que, muchos cristianos
por practicar esto pueden ya estar cargando una gran dosis de heridas en el
alma,
Y es importante que entendamos que, “lo que hay en el mundo” se refiere a cosas que, la mayoría de las
veces parecen inofensivas, que no son importantes o que, pensamos, las vamos a
mantener bajo control todo el tiempo, pero, no
es verdad. Terminan siendo cosas que nos dominan, nos hacen perder por
completo cualquier intento de dominio propio que queramos aplicarles y como
toda cosa mala, estamos hablando de cosas que serán muy atractivas cuando se
presenten ante nosotros y precisamente por eso, se presentan así para llamar
nuestra atención y seducirnos a practicarlas. No caigamos en este juego.
Hablemos ahora un poco más a fondo de estas cosas que nos
llevan a desobedecer a Dios.
58
Los deseos de la carne
Podríamos definirlos como “los malos deseos del cuerpo” o como
apetitos corporales desordenados. Estos,
inician como necesidades físicas básicas que crecen en exceso hasta
destruirnos. Un ejemplo nos pondrá las cosas en claro.
Pensemos en tres apetitos necesarios del cuerpo: la necesidad de descanso físico (sueño), la necesidad de la comida (alimentación) y la
necesidad del placer sexual. Estas cosas, insistimos, son necesarias; las requerimos cotidianamente, pero,
desordenadas, se vuelven un río impetuoso de impulsos tan fuertes, que llevan
al creyente a practicar cosas que jamás se hubiera imaginado practicar.
Veamos el primero de los los tres apetitos que elegimos, pero
ahora, de una forma desordenada. El deseo de dormir proporciona descanso al
cuerpo y vigor a nuestro organismo, pero desordenado, se vuelve algo peligroso ya que produce gente
perezosa y holgazana que no se ocupa de sus obligaciones más mínimas y tenemos
así, a esposos que no quieren trabajar o cristianos que dicen que quieren
servir al Señor de “tiempo completo” cuando en realidad quieren ser mantenidos
por su iglesia. Esta clase de personas suelen producir familias viviendo en
pobreza que no miran en ellos autoridad moral porque saben lo que en el fondo
son: personas irresponsables que solo les
interesa recibir las cosas gratis.
En el sentido contrario llegamos a tener personas que descansan mucho menos de lo que deberían. Amablemente, les podemos decir que son “hiperactivos” o, que padecen “insomnio”, pero la verdad, es que son gente que se encuentra afanada por proyectos que se suceden uno tras otro y el “solamente termino este trabajo y descanso” se vuelve una mentira constante.
Pero ¿Qué puede tener esto de malo? ¿Qué hay de malo en
trabajar fuertemente? Les aseguro que quienes están ya controlados por el
exceso o defecto del deseo de la carene del descanso no mirarán nada malo en
los hábitos que tienen y sin embargo, son terriblemente malos pero, no les
prestamos atención porque parecen inofensivos. No olvides por favor que, en
esto, está su mayor peligro, en el hecho de no mostrar los riesgosos que son.
El no descansar lo necesario quita tiempo a la familia, a los
hijos y lo que es peor, al mismo Dios ya que siempre se está “muy cansado” para
poder cumplir con lo que es necesario para vivir en equilibrio. No es
casualidad que, los pecados escandalosos de muchos siervos públicos de Dios
empezaron cuando se “ocuparon en la obra de Dios” pero dejaron de ocuparse de
Dios.
Y esto, el propio Cristo lo entendía tan bien que, a pesar de
su trabajo agotador como misionero, se tomaba un tiempo grande, aunque fuera de
madrugada para cultivar su relación con Dios así que, se ocupaba de la obra de
Dios, pero también de su relación con él.
Analicemos ahora el segundo apetito que estamos usando de
ejemplo: la necesidad de comer.
Comer en exceso o despreciar la comida, nos llevan a la bulimia o a la anorexia
respectivamente, las cuales, hacen que toda la estabilidad de nuestro
cuerpo se pierda. El comer sin parar para después sentir remordimiento, inducir
un vómito para volver a empezar o la idea obsesiva de que tenemos una talla
corporal desmedida, ha llevado a muchas personas a la muerte por lo que, nos
debe quedar claro que las heridas espirituales que producen las cosas que
no son de Dios son mucho más graves de lo que podríamos suponer.
Y en cuanto al tercer apetito que se puso de ejemplo que es el
deseo sexual tenemos que entender que, este, fortalece la relación del
matrimonio y brinda placer y gozo en las caricias y en las manifestaciones de
amor, pero, desordenado, se vuelve en un deseo desenfrenado de querer estarlo
sintiendo y, para lograr esto se recurre a la pornografía la que a su vez nos
induce a otras prácticas sexuales que terminan dañando toda la estabilidad
emocional y espiritual de una persona.
Lo anterior en cuanto al exceso
desmedido del apetito sexual pero, sucede también que, en el matrimonio por
diversos motivos se reduce la interacción
sexual al mínimo lo que hace que las personas al no tener atendida esta
necesidad empezarán a buscar como saciarla lo que suele provocar además de las
mismas prácticas del exceso de apetito sexual, el resentimiento y molestia para
con la persona que es la única indicada con la que mi apetito sexual debería
satisfacerse lo que incluso puede provocar adulterios y divorcios.
Los deseos de los ojos
Esto se refiere a las
cosas que los ojos miran y que se vuelven objetos de deseo. La codicia que
ingresa por los ojos también provoca heridas
espirituales que suelen ser muy dolorosas y esto, tiende a crecer cada vez
más en una sociedad que apela tremendamente a manipularnos por medio de la
vista. Estamos hablando de materialismo y este, entra a la mente por los ojos.
Por todos los medios de comunicación masiva y en cada aspecto
de la vida humana, desfilan ante nuestros ojos una interminable cantidad de
objetos que ofrecen mejorarnos la vida y, en cierto sentido lo hacen, pero, sin
tenerlos, de cualquier manera, podríamos vivir y en esto, está escondida una
trampa de los deseos de los ojos: el hacernos creer que necesitamos cosas que
realmente no son indispensable para vivir.
El apóstol Pablo llegó a hacer hincapié en la importancia que
tenía el hecho de solo buscar conformidad con tener un lugar para vivir y tener
para comer (1 Timoteo 6.8), pero,
ese estándar hace mucho tiempo que ya fue despreciado. Van y vienen teléfonos
celulares sofisticados y autos con más y más herramientas integradas. La
televisión ahora nos pide comprar un contrato para acceder a señales
codificadas mientras una conexión a Internet a muchos les hace sentir que son
alguien y que deben mantenerla a cualquier costo posible.
No razonamos si el mantenimiento de las cosas que compramos es
costoso o, si a largo plazo, tendremos para pagarlas. Únicamente brilla en
nuestros ojos el “pequeño” precio que debemos pagar que se va acumulando a otro
pequeño precio hasta endeudar nuestro futuro mientras, bajo la idea de:
“necesito más dinero” nos hace el justificar el abandono en que tenemos nuestra
relación con Dios porque la realidad es que mi prioridad no es Dios, es el
dinero mientras, el materialismo va gastando lentamente mi alma.
Los deseos de los ojos nos meten a una espiral donde nos
convertimos en esclavos de las deudas, mientras el dinero de plástico pone un
eslabón más a la cadena con la mentira de darnos crédito a un interés bajo.
Caemos en el juego de creer que nuestro valor va en función de lo que tenemos y
no en función de lo que somos que es como realmente Dios nos ve. Y las heridas espirituales se van abriendo,
nos vamos sintiendo cada vez más vacíos, cada vez más alejados de las personas
que llegaron a querernos y, viviendo una eterna insatisfacción por no tener la
seguridad de haber obtenido lo que debiéramos y a esto, se añade la pesada
carga de pensar en un futuro lleno de miedos y temores porque se ha perdido la
juventud y el cheque de la jubilación no alcanza y sobre todo, sin ganancias
espirituales en el bolsillo lo que hace que todo sea cada vez más difícil de
vivir.
60
Si hablamos en términos comerciales, diremos que es la soledad
la factura que los deseos de los ojos nos
entregarán en el momento en que menos lo esperamos. Aquellos que ya han
empeñado su futuro en deudas, saben muy bien de lo que estamos hablando.
La vanagloria de la vida
La arrogancia de la vida, la búsqueda del poder, la seducción
de saber que estamos en un nivel más alto que los demás en inteligencia,
riqueza o estabilidad, ese ego de “saber” que tenemos una camisa más que el
vecino, o un metro cuadrado más de jardín; el perder los límites de nuestra
persona, se vuelve soberbia total, y nos convierte en seres que dejamos la
razón para movernos por el instinto de aplastar y arruinar a los demás y esto,
puede venir envasado en frascos muy bien disimulados.
La adolescente que no resiste el impulso de admirar con
irracionalidad la imagen que le devuelve un espejo, el joven empresario que
logra ganancias en corto tiempo y que no se atiene a entender que siempre
terminan por llegar los años malos, el conquistador que vive de contar el
número de sus parejas sin atreverse a reconocer que no fueron legítimas ni
sinceras lo que las hace inservibles, el
cristiano que empieza a creer que su voz es mejor que la del predicador en
turno, o aquel hombre que ha conocido de Dios y que con gran ansiedad se pasa
escuchando los sermones para encontrar errores doctrinales y así, volver a
sentir esa droga de tener alguien a quién corregir. En todo lo anterior, vemos
ejemplos más que claros de lo que estamos hablando.
La vanagloria de la
vida, el que se nos ofrezcan los reinos del mundo a cambio de sometimiento,
el que miremos lo prohibido como algo codiciable para alcanzar sabiduría y, así
ir con desesperación a tomarlo sin precaución. Y todo, que se sigue alimentando
desde dentro del sistema que llamamos mundo en donde se premia al más fuerte,
al más alto, a la más bella o al más popular, lo que nos impulsa a llegar allá para tener ese reconocimiento.
Crueles heridas
espirituales de la vanagloria de la vida que nos va vaciando en nuestros
esfuerzos de alcanzar nuestros estándares humanos y nos aleja cada vez más del
estándar puro de la felicidad que es el que pertenece a Dios. A quién esté
pensando así, bien le valdría recordar que la vanagloria de la vida fue puesta
a los pies de Cristo y supo decir “no” porque entendió que ni aun siendo
hombre, podía renunciar a obedecer la voluntad de Dios.
Testimonio 15.
Ya he referido anteriormente la historia de Eduardo, un buen
siervo que no fue un buen pastor (suele suceder con frecuencia). Retomo este
testimonio por algo que sucede cuando Eduardo fue presentado como pastor ya
que, al mismo tiempo que él, fue presentado también para ejercer la misma
función otro hermano a quién vamos a llamar Sebastián.
Al igual que Eduardo, Sebastián tenía el serio problema de la
falta de experiencia ministerial. Él era mucho más accesible que Eduardo y más
sencillo por lo que, había la posibilidad de que su ministerio pudiera
desarrollarse lentamente, pero, las cosas comenzaron a ir mal.
A escaso mes o mes y medio de haber sido constituidos como
ancianos de su iglesia, platiqué con Sebastián y, al final de la charla, me
dijo: “Hermano (así, sin más, dejé de ser Miguel), te doy mis datos para
cualquier cosa”; tomé de sus manos una tarjeta blanca con un símbolo de un pez
al centro (¿Por qué insistimos los creyentes en espiritualizar símbolos que
nada tienen de cristianos?), y, sobre la figura del pez en relieve, su nombre
labrado y abajo del mismo con letra más oscura la palabra “pastor”.
Me quedé sorprendido. Yo pensaba que el pastor o anciano, debería de estar más preocupado por servir a Dios que por ser reconocido, pero al parecer, Sebastián no lo entendió así y, según parece más del 80% de los líderes de la iglesia tampoco lo entienden.
No recuerdo ni donde guardé la tarjeta que recibí. Siempre he
pensado que, la soberbia, no se debe tener ni debajo del colchón de la cama
donde se duerme.
Han pasado ya varios años desde aquel curioso incidente. El
cómo terminaron las cosas estoy seguro de que el lector ya puede imaginarlo.
Sebastián, no solo dejó de ser “pastor”, también dejó su congregación y también
dejó de congregarse. Un hermano de otra iglesia me preguntó por él, preocupado
porque lo había visto en su trabajo con un “pésimo testimonio” y, él pensaba
que aún era congregante, pero no, ya no lo es.
La torre de Babel, el monumento a la soberbia humana del libro
de Génesis (Génesis 11.1-9) nos
enseña que cuando albergamos sentimientos de creernos más de lo que realmente
somos, siempre terminamos en una confusión que nos acaba destruyendo.
Los cimientos de la torre de Babel de Sebastián se
construyeron en mes y medio; su edificación tardó unos cuatro años y destruyó
su vida. Sería muy bueno que, si esto lo están leyendo modernos “Nimrods” que
están encabezando el proyecto arquitectónico de sentirse más que los demás,
entiendan que, no importa lo infalible que parezca su proyecto, todo
terminará en ruinas.
CUANDO DESOBEDEZCO MANDAMIENTOS DE DIOS
En toda la historia del cristianismo siempre ha sucedido que,
los mandamientos de Dios son minimizados por los cristianos. Apegarse a
mandatos de Dios como una prioridad se llega a considerar de gente “anticuada”.
Terrible forma de pensar por las consecuencias que esto implica.
En Sanidad Espiritual con
firmeza señalamos que, cada vez que desobedecemos un mandamiento de Dios
provocamos en nuestra vida que, nuestra naturaleza carnal que solo desea pecar
comience a crecer e influir más en nosotros.
Es como tener un cáncer espiritual que infecta no solo nuestra
mente y corazón sino también a los que nos rodean quiénes empiezan a pecar
también lo que se puede convertir en una forma de vida que se mantenga por
generaciones hasta que alguien haga un alto, reconozca las heridas espirituales que existen por haber desobedecido los
mandamientos de Dios y decida ponerse a cuentas con Él.
Hay mucho material bíblico que respalda lo anterior, sin
embargo y por cuestiones de espacio, nos reduciremos a analizar la lista de las
consecuencias buenas de obedecer los
mandamientos de Dios contra las
consecuencias malas de desobedecerlos, confrontadas en la revelación que da
Dios a Moisés en Deuteronomio 28.
Primero, la inferencia al principio del capítulo es clara. Se da al pueblo de Israel una exhortación directa: si ellos escuchan la voz de Dios y obedecen sus mandamientos se les promete lo siguiente pero, debe quedarnos claro que, además de esto, se especifica que dichas bendiciones serían permanentes.
• Bendición en cualquier lugar donde sus hijos estuvieran
(versículo 3) • Bendición al momento de
engendrar y dar a luz a sus hijos (versículo
4)
•
Bendición en el fruto de lo que se hiciera (versículo 4).
•
Una bendición sobrenatural sobre las consecuencias de
lo que se hiciera (versículo 4)
•
Bendición en los instrumentos de trabajo (versículo 5)
•
Una bendición para el ambiente del hogar y del tránsito
(versículo 6)
•
Una capacidad sobrenatural de someter a cualquier
enemigo (versículo 7)
•
Prosperidad en toda lo que se posea (versículo 8)
•
Una posición clara de predominio sobre todos (versículo 9)
Esto, nos lleva a varias preguntas muy interesantes en nuestro
particular contexto.
•
Cuando en mi vida las cosas no marchan bien ¿es por
esto?
•
Cuando a pesar de ser hijo de Dios no alzando la
prosperidad ¿es por esto?
•
Cuando en mi vida cristiana los problemas no terminan
¿es por esto?
La respuesta a estas preguntas o a otras semejantes es una
sola: sí.
El no obedecer los
mandamientos de Dios cancela cualquier bendición y deja a cualquier
creyente bajo la influencia total del sistema de todas las cosas llamado “mundo”
el cual, bajo el control de
Satanás, descargará toda su furia para sumir en la miseria y desesperación al
desobediente y así, se suceden heridas
espirituales que nos llenan de resentimiento y desesperación, pero cuidado,
la culpa no está en el cielo, ni siquiera en el diablo mismo; la culpa está en
nosotros desde el momento que dejamos los mandamiento de Dios a un lado.
Volver a ellos, es volver a la dirección correcta.
Cerremos
esta parte con la forma en como Dios resume el resultado de las bendiciones que
recibimos si obedecemos sus mandamientos como es presentado por la Biblia Nueva
Versión Internacional:
…
Siempre estarás en la cima, nunca en el fondo
Deuteronomio 28.13
A partir del versículo
15 de este capítulo, inician los contrastes. Dios advierte claramente que
hay serias consecuencias para el que ignora sus mandamientos. Estas son las
consecuencias:
•
Mal en cualquier lugar donde se ande (versículo 16)
•
Serán malditos los medios de producción de alimento (versículo 17)
•
Habrá maldición al engendrar hijos y en todo fruto del
trabajo (versículo 18)
•
Maldición en el hogar lo que puede provocar trastornos
de todo tipo (versículo 19)
•
Fracaso se anticipa para cualquier cosa que se haga (versículo 20)
•
Manifestación de enfermedades mortales repentinas (versículo 21)
•
Ataques destructivos en el cuerpo y en el medio de
trabajo (versículo 22)
•
Se sufrirán derrotas en manos de los enemigos (versículo 25)
•
Locuras y enfermedades devastadoras (versículos 27-28)
•
Ruina total en todos los sentidos (versículos 30-33)
•
Presencia de visiones y estados alterados de conciencia
(versículo 34)
•
Se trabajará mucho para obtener poco (versículo 38)
Este cuadro durísimo se vuelve insoportable durante todo el
resto del capítulo 28, mostrando la
fiereza de la ira de Dios completamente desatada con el determinado y preciso
propósito de destruir a quién ha ignorado sus mandamientos. Este cuadro de
destrucción nos deja ver bien claro que, para Dios, desobedecerlo es algo muy,
pero muy delicado y es algo que muchos
cristianos están haciendo precisamente en
este momento.
Puede ser mis amados lectores que alguno de ustedes haya ya
sanado las heridas espirituales de
su pasado, y ha tomado un equilibrio en cómo vivir y manejar las cosas que no
pertenecen a Dios y que, sin embargo, siga preguntándose porque las cosas no
salen bien o porque todo parece que está empeorando. No se confundan. Bien
puede ser que se esté así porque desde hace tiempo los mandamientos de Dios se
han ignorado o no se han querido obedecer.
Medítese bien en esto, porque ese puede ser nuestro problema.
Si es tu caso, alista una humillación, y pidamos a Dios que
ejerza su misericordia antes de que sea demasiado tarde. Más adelante tenemos
un capítulo final del libro para sanar, pero creo que es necesario poder
empezar a hacerlo desde este momento preparándonos para ese encuentro tan
necesario que debemos tener con nuestro Creador.
Testimonio 16.
Maribel tuvo una experiencia que, en pocas palabras, nos
enseña lo importante que son los
mandamientos de Dios.
Maribel es una creyente que sirve con entrega a Dios, pero que, en una etapa de su vida, tuvo que luchar con el problema que le causaba dar orientación a una amiga de la escuela incrédula que, usaba a Maribel con un propósito nada correcto.
Esto es lo que pasaba. La amiga de Maribel iba a su casa con
el pretexto de hacer la tarea de la universidad, pero, en cuanto llegaba, le
decía que tenía que salir y que no tardaba mucho y que, “por lo que más
quisiera” si su mamá llamaba que no le dijera que se había ido, que, por el
contrario, le dijera que estaba en la tienda o que regresaba pronto. Esto,
orilló a Maribel a que, después de varias veces, le pidiera a su amiga una
explicación; esta se sinceró con Maribel y le comentó que, usaba sus salidas
para poder verse con su “novio”, una persona casada con quién se iba a sostener
relaciones sexuales a algún hotel de paso.
En este punto, Maribel me pidió una opinión. Le comenté que,
la Biblia era clara al decir que no
debemos participar en pecados ajenos (1
Timoteo 5.22) por lo que, una muestra de aprecio sincero hacia su amiga
sería pedirle que, cuando se viera con ella, no se fuera con su “novio” porque
ella no estaba de acuerdo y que, si lo volvía a hacer, tendría que avisarle a
su mamá lo que hacía.
Le recomendé que no fuera simplemente un regaño. Insistí en
que, al mismo tiempo, le ofreciera su amistad y le hiciera ver que, una
relación de ese tipo, difícilmente le podría dar una vida estable. Maribel
entendió esto, pero se sentía muy triste porque este actuar la podría
distanciar de su amiga a quién consideraba una persona sumamente cercana a
ella. Le invité a que orara y que dejara todo en las manos de Dios pero que,
era inevitable que tarde o temprano, tuviera que confrontar a su amiga.
Estando Maribel en esto, recibe a su amiga un día y las dos, después de trabajar en sus tareas, se despiden y Maribel sale a la puerta de su casa a esperar que la mamá de su amiga pasara por ella.
Mientras esperaban en la calle, un auto se sube a la acera
espantándolas sobremanera y de él, se baja una mujer en una actitud amenazante
y profiriendo toda suerte de maldiciones. Esa mujer era la esposa del hombre
con quién la amiga de Maribel se veía a escondidas. Ante las amenazas a su
amiga, Maribel decide hablar con la mujer pidiéndole un poco de calma, pero,
ante la sorpresa de Maribel, la mujer desvió sus agresiones dirigiéndolas a
ella, diciéndole entre otras cosas, algo que afectó mucho a Maribel: “seguramente tú eres igual que esta”.
Maribel entonces se dio cuenta que, delante de esta mujer que
se fue enfurecida, ella quedo con un muy mal testimonio y, cuando me platico el
evento, me dijo que pensaba con mucha pena en lo que pasaría cuando esta mujer
la viera en alguna actividad cristiana. Los dos, sin muchas palabras,
terminamos coincidiendo en que se fallón al no obedecer el mandamiento de Dios.
CUANDO PISO LOS TERRENOS DEL ENEMIGO DE DIOS
La lucha por el bien y el mal va más allá de un argumento
fílmico o una novela emocionante. La guerra espiritual entre Dios y el diablo
es real y se desarrolla a nuestro alrededor sin que nos demos cuenta de cómo
puede llegar a influirnos. Los terrenos de Dios son claros, los de Satanás no
tanto, ya que este usa como arma la confusión para que caigamos en ellos sin
darnos cuenta, aunque la mayoría de las veces, muchos cristianos no oponen
resistencia para acercarse al mal.
Entrar en los terrenos del enemigo sea por tentación,
carnalidad o curiosidad, desata de inmediato la aparición de heridas espirituales provocadas por
estar practicando el mal cuando como creyentes se supone que debería de ser lo
último que hiciéramos a lo que debemos añadir el justo proceso de disciplina al
que Dios va a someterme.
¿Eres tu un cristiano que está pisando los terrenos del
enemigo?
Estos terrenos se refieren a tres tipos de situaciones: la práctica del mal, el ocultismo y la
adoración a la persona de Satanás. Vamos a explicar estas situaciones con
más detalle.
Practica de mal
Sumergidos en el relativismo, un cristiano identifica como
“malo” algo para que otro cristiano venga y diga que “no es malo para él”, por
lo que, lo practicará sin problema. No caigamos en ese juego como hijos de
Dios. Para un verdadero cristiano no
existe el relativismo. Si tenemos un Dios perfecto, sus mandamientos son
perfectos por lo que son absolutos morales, cosas completamente buenas así que,
aunque algo nos parezca bueno, si Dios dice que es malo, lo aceptaremos como malo. Dicho
de otra manera, para Dios, las cosas son buenas o malas, blancas o negras, para
Satanás, todo es “gris” así que, se puede mezclar lo bueno con lo malo sin
problema.
¿Qué es el mal? La
respuesta es simple. Cualquier cosa que va en
contra de la naturaleza de Dios es mala. Si sabemos que Dios es justo,
amor, misericordia, verdad, pureza, etcétera, pues cualquier cosa que va en
sentido contrario a estas cosas es mala,
nos guste o no; y el llegar a ser practicantes de lo malo, nos puede llegar
a convertir en esclavos del mal, o sea, empezaremos a ser gobernados por el mal, no por el bien, llegando a ser incluso, personas malvadas. Así de clara fue la
advertencia de Cristo en Juan 8.34.
Ocultismo
El ocultismo es la influencia del diablo con cientos de
disfraces diferentes. Para un tratamiento a fondo del tema, remito al lector a
mi libro: La Biblia y los fenómenos
paranormales que es de circulación libre. Por cualquiera de los medios
compartidos al inicio del libro lo puedes solicitar para que se te envía de
manera completamente gratuita.
Comparto a continuación una definición de ocultismo: conjunto de
prácticas que, supuestamente, ofrecen al hombre la posibilidad de llegar a
tener acceso a algún tipo de
conocimiento o información especial o sobrenatural que le puede dar control
o dominio sobre sí mismo, los demás o sobre entidades espirituales. Dicha
información que el hombre recibe no la puede llegar a alcanzar por sus sentidos
normales de percepción
Como podemos ver en la definición, el ocultismo se refiere más
a cosas que se hacen que a cosas que se creen, una sola es la idea, la de dar
al hombre un supuesto “conocimiento” que por medios ordinarios no le ha sido
entregado lo que puede alcanzarse de muchas maneras.
Para empezar a comprender como puede el ocultismo ser una fuente de heridas
espirituales, tenemos que empezar a preguntarnos que podría llevar a
alguien a querer tener ese “conocimiento oculto”. Qué es lo que provoca que una
persona se acerque a cosas claramente sobrenaturales para encontrar respuestas
a lo que le aqueja.
Analizando lo anterior, podemos llegar a la conclusión de que,
una persona se acerca al ocultismo por tres motivos: soberbia, dominio, o poder.
Soberbia, porque
deseo saber más que los demás para recibir la gratificación interior de que de
alguna manera, soy superior a quiénes me rodean en cualquier aspecto. Dominio, porque la información
escondida de las cosas o las personas puede hacer que pueda influenciar en
ellas para controlarlas en cualquier sentido posible y, poder porque llegar a tener la capacidad de hacer que las cosas
sucedan seduce a cualquiera. Una frase originada en el imperio romano dice que
el poder corrompe, y el poder absoluto, corrompe absolutamente. Y el ocultismo ofrece poder.
El poder que el ocultismo ofrece es obtener lo que queramos de
la persona que lo deseemos y es poso eso que lo oculto es popular y seguirá
siéndolo siempre porque entrega una posición superior, pero sin someterse a
nadie, o al menos, eso llegan a creer quiénes se inician en su práctica.
¿Qué podemos considerar como ocultismo?
De un estudio que elaboré sobre el tema, anoto las categorías
de lo que puede considerarse ocultismo. Doy a cada categoría un nombre y coloco
en cada una de estas una definición corta para entender a qué se refiere.
Después de la definición corta, escribo la lista de las cosas que pueden
agruparse en torno a cada una de estas categorías. Al final de la lista, anoto
algunas explicaciones.
Aclaro que, no es el motivo del texto tratar el tema a fondo por lo que, todas las explicaciones que se anotan al final no pretenden ser exhaustivas. Para una mejor referencia, vuelvo a remitir al lector a mi libro: La Biblia y los fenómenos paranormales.
Adivinación
Métodos para poder saber cosas que los sentidos comunes no
pueden revelar.
·
Lectura de cartas
·
Astrología
·
Tarot
·
Lectura de la mano
·
Adivinación por cualquier medio u objeto.
Dimensiones alternativas
Otros órdenes de existencia que pueden ser alcanzados o
conocidos
·
Viajes astrales
·
Portales dimensionales
·
Vórtices de espacio – tiempo.
Sanidades milagrosas
Curación de enfermedades físicas por medios no ordinarios o por medios sobrenaturales.
·
Sanidades por medio de fuerzas espirituales
·
Curaciones por medios no comunes
Literaturas místicas
Manuscritos
revelados por entidades no físicas
Escrituras automáticas
Libros revelados por entidades de orden
superior al ser humano (espíritus principalmente)
Práctica
de hechicerías
Invocación de seres no encarnados para lograr
algún propósito en particular
·
Magia blanca provocada por buenos espíritus o
para hacer el bien.
·
Magia negra provocada por malos espíritus o para
hacer el mal
Canalizaciones de energía
Capacidad de hacer usar la
energía de las cosas con un propósito específico
·
Sitios de energía
·
Uso de minerales por supuestas propiedades para
atraer o generar energías
·
Uso de objetos para atraer fortuna como amuletos
o prendas especiales
Conocimiento superior
Adquisición
de conocimiento oculto en las cosas que hay en el mundo
·
Gnosticismo
·
Masonería
·
Numerología
·
Estados alterados de conciencia
Por adivinación entendemos cualquier
cosa que se utiliza para obtener información oculta. Es común que, las
prácticas de adivinación sean nombradas con una palabra acompañada del sufijo
“mancia”. Por ejemplo, la cartomancia es
la adivinación por medio de las cartas, la quiromancia
es la adivinación por medio de las líneas de las manos y así muchas otras
más.
Se cree que, por medio de la adivinación se puede saber el
pensamiento de otras personas, donde están ciertos objetos perdidos o incluso
el futuro. Como ejemplos de adivinación podemos tomar desde las famosas cartas
del tarot o las runas hasta llegar a “profetas” que han escrito sobre el futuro
como, por ejemplo, el famoso Nostradamus.
Dimensiones
alternativas se refiere a la idea que se tiene de la existencia de otros
planos en donde cosas están sucediendo y a los que, bajo ciertas
circunstancias, se puede acceder. Buenos ejemplos de esto son las personas que
dicen pueden viajar en el tiempo y tienen visiones de tiempos pasados o futuros
o, las anomalías que en algunos casos pueden devorar personas u objetos incluso
grandes, como en el tristemente falso Triángulo de las Bermudas.
Sanidades milagrosas se
refiere a cualquier medio por el cual, las enfermedades físicas de unas
personas desaparecen no por la intervención de medios convencionales o por
medicinas de tipo tradicional o natural. Las literaturas místicas hacen referencia a todas aquellas cosas
escritas que tienen su origen en el “mundo invisible”. Por ejemplo: El libro de los espíritus que se cree
fue dictado por espíritus desencarnados famosos y que da sustento junto con el Libro de los médiums a la mayor parte de
las creencias del mundo del espiritismo o espiritualismo. Por su parte, las
escrituras automáticas son manuscritos escritos por seres humanos que lo hacen
mientras son poseídas por alguna clase de espíritu o fuerza espiritual.
Hechicerías En este
punto nos referimos a cualquier cosa que implique conjuros, hechizos,
elaboración de pócimas, e incluso, las magias naturales como la wicca, quedando
así en esta categoría cualquier cosa que pudiera ir encaminada a producir una
alteración sobrenatural del orden de las cosas. Las canalizaciones de energía son todo lo referente a supuestas
vibraciones o radiaciones que pueden ser utilizadas para obtener información,
sanar enfermedades o atraer la suerte. Aquí es común el uso de amuletos especiales
donde la “energía” es “canalizada”.
En lo anterior podemos incluir la visita de gente a ciertos lugares antiquísimos que son supuestas “fuentes” de energía la mayoría de ellas según se cree, “benignas”.
Por conocimiento
superior entendemos la estructura y práctica de cualquier sociedad, desde
las que utilizan la fraternidad como su base de conducta hasta las que cuentan
con grados o niveles que les permite irse desarrollando con mayor poder las
cuales se encaminan a estudiar conocimiento escondido en el mundo que es capaz
de revelar formas de despertar a un mayor grado de iluminación la conciencia.
En Sanidad Espiritual creemos
que, toda práctica de ocultismo tiene un trasfondo demoniaco que, en cada caso
se disfraza de otro tipo de cosas pero, detrás de cada energía, vibración,
fuerza espiritual, radiación o impulso espiritual están seres demoniacos
queriendo manifestarse para tomar control de nuestras voluntades pero, también
existe el acercamiento directo hacia estos seres espirituales lo que es una
rendición consciente ante el mundo espiritual maligno por lo que, dedicamos a
estos los siguientes apartados de información específica.
Adoración de demonios
Con este título nos referimos a todas las cosas que implican
la adoración abierta o encubierta de seres demoníacos, de fuerzas espirituales
de maldad moral, que promueven y exigen la anarquía como forma de vida. Muchas
veces, la adoración a demonios puede ser abierta, en el sentido de que el
adorador sabe lo que está haciendo y a
quién lo está haciendo como sucede con algunos grupos que practican la
adoración de ciertos seres espirituales de maldad.
Pero, existen otros casos donde hay una adoración implícita de demonios que, por medio de esta, ganan
dominio e influencia sobre sus adoradores que, en muchos casos, llega a la
posesión La Biblia al respecto nos comparte la enseñanza de 1ª. Corintios 10.20 en donde dice que
un altar dedicado a cualquier ídolo conlleva la
adoración de un demonio. Esto,
aplica para cualquier religión o cualquier movimiento en donde predominen la
adoración a imágenes y esculturas y el mismo principio aplica para cualquier
costumbre o tradición cultural donde se coloquen altares. Una fuerza espiritual
de maldad espera agazapada para influir sobre personas y hogares de los
adoradores que les rinden culto. Muchas culturas de todos los tiempos llegaron
a un punto de idolatría tal, que sin dudarlo podemos decir que la influencia
demoníaca fue pieza decisiva en su desintegración y desaparición.
Satanismo
Con esto nos referimos a cualquier adoración que implique la
persona de Satanás sea que este sea considerado un ser personal o la
representación de los instintos pervertidos del ser humano.
Existen muchas manifestaciones de satanismo que pueden ser
consideradas como tales, tantas, que es difícil conocer a fondo en que basan
sus creencias y cuáles son las prácticas de cada una de ellas. La apertura de
cultos de la iglesia de Satanás en
los Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX permitió por fin ver el
tamaño del movimiento que el satanismo representaba. Hoy, muchas de las
prácticas de grupos satánicos, hacen palidecer los ritos de esa primera iglesia
que se mofaba de la liturgia romana. Se sabe que hay grupos que adoran a
Satanás y que no realizan ningún tipo de sacrificio ritual, pero, se cree que
hay grupos satánicos “duros” que tienen como principal herramienta de adoración
el sacrificio el cual llega a ser, en algunos casos, de seres humanos.
En el satanismo y la demonolatría hay tanta clase de
información que es difícil determinar cuál es cierta y cual no pero,
espiritualmente el peligro de estas prácticas siempre será el mismo.
Y este peligro es que, el rendir cualquier culto a cualquier
entidad espiritual hace más fuerte la influencia de esta entidad en su adorador
y, si se adora a una entidad de mal moral, maldad moral será la consecuencia para el adorador y al final, siempre se llegará
a una condición donde se tendrán problemas todo tiempo los que parecerá que
nunca se nunca acabarán y de hecho es así, nunca acabarán e irán cada vez peor
a menos que se busque la ayuda del Dios Todopoderoso que es el único que puede
cortar con la influencia de estas entidades en la vida de las personas.
Testimonio 17.
La siguiente experiencia es personal.
Siendo ya creyente, me di a la tarea de tratar de entender lo más fielmente posible el pasaje que habla sobre bendiciones y maldiciones en Deuteronomio capítulo 28, pasaje de la Biblia al que ya me he referido anteriormente. Al estudiarlo me di cuenta que, muchas de las cosas indicadas como consecuencia de desobedecer a Dios estaban presentes no solo en mí, sino también en mi familia.
Recordando, la palabra con la que podemos resumir dichas
consecuencias es fracaso y
precisamente eso fue lo que encontré en dos áreas de mi vida: el área económica y el área de los
proyectos. Dios, suplía lo necesario y a pesar de tratar de controlar los
gastos, el dinero no rendía. Los proyectos personales eran bien planeados,
orados y puestos en manos de Dios para evitar alguna motivación deshonesta,
pero, a pesar de tener excelentes arranques, siempre terminaban mal añadiendo
además de la decepción, más carga de deuda económica y por si fuera poco, esos
mismos proyectos al entregarlos en otras manos, comenzaban a prosperar.
Todo esto, para mí era claro, ya había rebasado lo ordinario.
Mi hogar estaba en una condición de inestabilidad financiera que estaba
afectando todas las áreas de mi vida.
Empecé a pensar que tal vez, algo en mi pasado se había hecho
faltando al respeto a Dios y que aún no había pedido perdón por ello. Yo, tenía
claro que, la culpa y la condena del pecado ya no estaban en mí, pero me
preocupaban las consecuencias. Me preocupaba que, alguna práctica hubiera
propiciado alguna “infección espiritual” y que, alguna fuerza hostil a Dios
estuviera ejerciendo una presencia de mal en mi vida.
Mi búsqueda personal me llevó hasta los 15 años, cuando
sabiendo de las cosas de Dios, me atreví a rechazarle de manera abierta. Pedí perdón
por esto, pero, nada cambió.
Recordé entonces, una etapa de mi vida de los 16 a los 18 años
en la que practiqué artes marciales hasta llegar a ser instructor. En este
ámbito, era común que reverenciáramos símbolos orientales de dragones, el ying
yang y algunos otros. Entendí que eso fue una idolatría descarada. Pedí perdón
por ello y entregué esto al Señor pidiendo que cerrara cualquier puerta de
influencia espiritual que dicha idolatría hubiera abierto. Todo marcho bien,
pero solo durante cierto tiempo.
Una por una, fui entregando a Dios todas las cosas con las
cuales le ofendí en sobremanera, pero, aun así, las cosas se mantenían igual.
Hoy, agradezco a Dios que me diera la visión de voltear a mi
familia lo que me permitió descubrir que, sobre todo, la rama materna de mis
ascendientes estaba cargada de fracaso.
Mi abuela materna, fue a la presencia de su Señor con Cristo
en su corazón, pero, con una carga muy pesada de amargura que nos lastimó a
muchos. En sus hijos, solo encontré el mismo patrón de matrimonios destruidos,
infidelidades y resentimientos.
Los que pertenecíamos a la generación siguiente resultamos ser
adictos, iracundos y desenfrenados sexuales. Incluso, muchas de las mujeres
jóvenes de la familia se casaron por matrimonios apresurados a consecuencia de
embarazos no deseados.
Descubrir este cuadro fue espeluznante y créanmelo, me alarmo
en sobremanera al pensar que, una influencia espiritual maligna estuviera
causando destrozos e influenciando mi vida sin que nada, aparentemente la
pudiera detener.
Ahora, la parte importante era responder: ¿Por qué?
No paso mucho tiempo antes de encontrar la respuesta. La rama
materna de mi familia, hasta llegar a mi madre, practico el ocultismo de una manera abierta en la forma de espiritismo.
Incluso, en mi propia casa, se llegaron a celebrar muchas sesiones
espiritistas.
Era tiempo de cortar con eso.
En la oficina donde trabajaba, me encerré de noche y, postrado en el suelo,
clamé a Dios pidiendo perdón por los pecados míos y por los pecados de mis
padres. Confesé que éramos una estirpe malvada que rechazábamos su voluntad.
Pedí a Dios que perdonara a todos los miembros de la familia uno por uno
mencionándolos por nombre y, siendo claro en declarar cada una de las cosas que
yo sabía habían cometido.
Entonces, llegó la paz.
Y esta, no solo fue de pensamiento, fue una paz práctica y,
sobre todo, fue sorprendente ver que, las cosas que parecían destinadas al
fracaso se desataban para empezar a ser productivas.
Nunca olvidaré la sensación de descanso que tuve al levantarme
del suelo. Supe en ese instante con toda certeza que muchas cadenas habían
quedado destruidas. Ahora, todo dependía de mí y, oro porque este mismo camino
sea entendido, por el resto de mi familia de sangre.
Cómo nos afecta andar en los caminos del mal
La práctica del mal, el ocultismo, la adoración de demonios y
el satanismo laceran el alma y condenan a una esclavitud de maldad. Heridas y
más heridas se van acumulando cuando la influencia espiritual crece induciendo
a la persona a la práctica de cosas que lo esclavizan más.
Por medio de un ejemplo completamente ficticio vamos a ver con
detalle a que nos estamos refiriendo; queda en la responsabilidad del lector
adaptar este ejemplo a sus personales circunstancias.
Pensemos en un joven de unos 17 años.
Fue educado en un ambiente considerablemente bueno, con
recursos económicos suficientes, pero, con una nula atención de sus padres los
cuales trabajaban todo el tiempo para obtener mejores condiciones para ellos y
para su hijo que fue el único que tuvieron. Tuvo nulo amor, carente disciplina,
pero fue sobre estimulado como una manera de sustituir la falta de cariño y
cuidados así que reci0bió cosas materiales en exceso. Pronto el joven de
nuestro ejemplo se independizo emocionalmente de sus padres pero, creció siendo
egoísta y engreído.
Sus arranques de altanería son grotescos y vulgares, pero, sus
padres ya han perdido el control. Aquí encontramos las primeras heridas espirituales de este joven. Al rencor, la rebeldía, el odio, el egocentrismo y una autoestima
nula o deficiente, añadamos que se empieza a gestar en el corazón de este
joven, una dura soledad que le lleva a buscar cosas para sentirse parte de
algo, lo que lo predispone a ser influenciado en exceso por algo o alguien.
Pensemos ahora que alguien sumergido en el ocultismo, le
invita a experimentar situaciones que le muestran la existencia de un poder que
le trasciende, un poder que domina el espacio y en muchas situaciones parece
también dominar el tiempo. Esta sensación de poder y dominio lo termina
introduciendo en un primer espacio donde utiliza una “inocente” tabla ouija
para saber cosas que le interesan.
La tabla ouija pronto le presenta a un espíritu guía que le da
muestras de poder que lo terminan convenciendo. Las actividades cada vez se
tornan más oscuras. Los momentos de las presencias espirituales se convierten
ya en presencias corpóreas. Ha aprendido a lanzar toda suerte de hechizos y
encantamientos y, seguro está que él provocó la muerte de sus padres por medio
de un conjuro; esto le hace seguir adelante.
Se introduce en un grupo de adoración directa al diablo donde
se consumen drogas y se practica el hedonismo. A estas alturas, ya es adicto a
varios tipos de drogas y, una noche, un ataque cardiaco lo sorprende mientras
duerme después de haber consumido una cantidad anómala de drogas y alcohol.
Analicemos la situación.
Primero. En este caso, se desarrollaron las primeras heridas espirituales como consecuencia
de una mala educación y deficiente formación. Estas heridas no las provocó el
joven ni las buscó, pero, ante la oferta del mal y su aceptación voluntaria, se
convirtió en un practicante de lo malo, lo que le provocaría más heridas añadidas,
descontrol, desesperación, afán y angustia. Seguido de esto, acumuló más heridas espirituales como consecuencia
de que los demonios que empezaron a oprimirle han contribuido a que tome
decisiones que solo han traído malas consecuencias a lo que se agregan los
estados alterados de conciencia o los pensamientos de miedo repentino que los
seres espirituales que rodean al joven de nuestro ejemplo le provocan para
mantener cautivo de todas sus heridas con la intención de destruirlo sin que se
acerque a Dios, pero, no olvidemos, él fue el que primero abrió la puerta.
Espero que, este ejemplo nos haga pensar seriamente en todo lo
que puede traer a nuestra vida como consecuencia el hecho de andar en los
caminos del mal. Si en este punto, alguno de los lectores ha llegado a la
conclusión de que tiene heridas
espiritual por esta causa, ha llegado el momento de sanar.
Aquí terminamos nuestro capítulo, pero, a pesar de que pueda
parecer repetitivo a continuación te comparto los puntos que hasta este momento Sanidad
Espiritual nos ha enseñado para, posteriormente, pasar al próximo
capitulo donde explicamos cual es el proceso que nos puede llevar a la sanidad
interior.
Primero. Sanidad
espiritual es el proceso por el cual, Dios, a través de la Biblia y de la
aplicación de sus principios a nuestra vida con la asistencia del Espíritu
Santo nos revela cuales son las cosas que nos han causado afectaciones de tipo
moral, emocional o espiritual que impiden el desarrollo de la madurez cristiana
y el desarrollo de las virtudes de Cristo en nuestra vida lo que hace que, esas
virtudes no las podamos reflejar hacia el mundo así que, no podemos ser ni luz
del mundo ni sal de la tierra que es lo que Dios espera de sus hijos (Mateo 5.13-16).
Segundo. Cada cosa
que nos provoca falta de sanidad
espiritual nos produce heridas, cosas que nos
han lastimado interiormente, y que condicionan nuestros pensamientos y
por ende nuestra conducta.
Tercero. Cristianos
y no cristianos tienen por igual heridas
espirituales. Las heridas interiores, para el caso de los creyentes pueden
sobrevivir a la aceptación de Cristo como Señor y Salvador y esto sucede
porque, al momento de la conversión no se le entregan de manera total al Señor
para que, las sane y con ello podamos lograr la renovación de nuestra mente que
Dios necesita (Romanos 12.2).
Cuarto. El cristiano, tiene la bendición de que, siendo hijo de Dios, tiene el poder de reconocer las heridas para poder entregárselas al Padre Eterno para que este las sane. El no creyente, debe primero aceptar a Cristo como Señor y Salvador de su vida para aspirar a una verdadera sanidad espiritual.
Quinto. Lo máximo
que podemos lograr en esta vida con Dios,
es que él tome nuestras heridas, las sane y las cierre por completo, pero
no van a desaparecer. Eso
sucederá cuando, a semejanza de Él, siendo superiores a los ángeles, gocemos de
completa redención en su presencia.
Sexto. Hay
heridas que yo me provoco y hay
heridas que otros me provocan.
Séptimo. Las
heridas que otros me provocan son
más difíciles sanar porque a estas les tengo que añadir el sentimiento de haber
sido tratado injustamente.
Octavo. Me puede
causar heridas la mala educación, la
mala cultura que tengo y el daño que otros me hacen, sea este
físico o emocional.
Noveno. Yo me provoco
heridas cuando practico el mal, cuando desobedezco todos aquellos
mandamientos de Dios y cuando practico las cosas de índole espiritual que
pertenecen al diablo.
Añadido a las heridas
espirituales que alguien pueda tener, se debe sumar que, cuando se vive en
oposición a la voluntad de Dios, de parte de este viene una disciplina que
traer consecuencias claramente delimitadas en la Biblia y que pueden ser
perdurables en tanto no se pida perdón por la falta cometida. Dicho perdón no
se puede pedir mientras el corazón se encuentra lastimado y así, se desarrolla
un círculo de heridas espirituales que
nunca acaba y que siempre termina haciéndose más grande.
Décimo. Las heridas no
sanadas garantizan que, nuestra generación siguiente sufra también heridas
y así, condenamos a nuestra estirpe a una condición espiritual de permanente
fracaso que nos termina dejando alejados de Dios y con una vida espiritual nula
e infructífera por muchas generaciones.
Ya identificamos las heridas, ya entendimos la clase de daño
del que podemos ser objeto. Y aquí es donde resalto la parte más importante, no
podemos seguir adelante si no
entendemos, si no reconocemos que, tenemos heridas.
No importa si somos líderes de la iglesia, ancianos o
pastores, siervos, maestros de escuela dominical, predicadores o misioneros.
Todos tenemos heridas espirituales si
es que antes no las hemos sanado. Debemos estar plenamente conscientes de las
cosas que tenemos mal y de las que se están deteriorando.
El mejor análisis lo podemos hacer nosotros mismos.
Seamos sincero. Nosotros sabemos lo que anda mal, sabemos cuán
fracturada está nuestra relación con nuestros padres y hermanos de sangra,
sabemos las cosas que no funcionan bien en nuestros matrimonios. Sabemos en qué
cosas perdemos el control y cuales son nuestros defectos más visibles. No
huyamos más, no busquemos más pretextos, no tratemos inútilmente de
escondernos. La verdadera sanidad
espiritual inicia cuando llegamos reconociendo la necesidad de ayuda.
Si las cosas te están saliendo mal, hay mal en tu vida. Hay heridas, hay marcas y no quiero que esto se confunda. Es muy diferente la que le pasa a la persona justa que enfrenta problemas porque su fe está a prueba. Esto es otro caso diferente.
Entender la diferencia puede significar caminar el sendero de
la verdadera sanidad espiritual en
nuestras vidas. Que en este punto nos ayude la lista de frutos y obras de Gálatas capítulo 5 que creo importante
se lea en este momento. Si tú eres una persona que está mostrando las nueve
manifestaciones del fruto del Espíritu Santo descritas en este pasaje y aun
así, tienes problemas, fortalece tu fe; eso es pasajero y saldrás adelante pero, si eres una persona que está mostrando las
catorce obras de la carne descritos en el mismo pasaje y hay problemas,
entonces no saldrás adelante, habrá a tu
alrededor problemas permanentes.
NO QUIERO QUE ME PASE LO QUE A LUCERO
Cuando vimos el apartado sobre las heridas espirituales que yo no me provoco, utilizamos al personaje
bíblico de Mefiboset para ayudar aún
más al lector a identificarse con este y ver que, las heridas de las que se
habla en ese espacio siempre estarán presentes en los seres humanos no importa
su condición social o su preparación intelectual.
Con las heridas
espirituales que yo me provoco haremos lo mismo así que, en este apartado
vamos a ver a un personaje no humano, un personaje espiritual a quién la Biblia
llama “Lucero” cuya historia se
encuentra relatada en Isaías 14.1-17 y
en Ezequiel 28.11-19. En ambos
pasajes lo que podemos identificar es lo que llamaríamos “cantos fúnebres” o
sea, expresiones poéticas que lamentan la caída de alguien en particular. En el
caso de Isaías el canto se refiere a
la caída del rey de la ciudad de Babilonia
mientras que, Ezequiel se
refiere a la caída del rey de Tiro, pero, al analizar con detalles dichos
cantos fúnebres nos damos cuenta de que, las cosas que se dicen de ambos reyes
no podrían referirse a ningún ser humano.
Lo anterior hace que, la mayoría de los estudiosos de la
Biblia vean en estos cantos referencias claras al ser espiritual antagónico a
Dios que, en el mundo cristiano conocemos como “Satanás” así que, ambos escritores humanos de estos libros nos
están diciendo que, la caída de los reyes de Babilonia y Tiro fue tan estrepitosa como la caída de Satanás.
Satanás, en estos pasajes no es presentado como un ser de
maldad sino como un “querubín” como
uno de esos seres angelicales que en la Biblia siempre están protegiendo algo
por lo que, a este querubín llamado “Lucero”
se le llama: querubín protector (Isaías 14.12).
Como la mayoría de los cristianos sabemos, Lucero pierde su
posición original para convertirse en alguien que “cae” de su posición original
(Isaías 14.12) para convertirse en
un ser de espanto (Ezequiel 28.19) que
se ha convertido en el tentador (Mateo
4.3) que como un león rugiente (1
Pedro 5.8) anda buscando atraer al pecado a los creyentes para con ello
romper su relación con Dios puesto que, al hacerlo, pretende justificar que él
puede gobernar sobre el hombre ante la incapacidad de Dios para que este le
rinda respeto viviendo en santidad.
En esta referencia que estamos tomando de la persona de
Satanás la parte que nos interesa es que
es lo que motiva a este querubín a perder su posición delante de Dios. La
respuesta es la soberbia. Ezequiel 28.16
afirma que, a causa de las repetidas ocasiones que Lucero era requerido por
Dios eso hizo que empezará a pensar en que estaba
a la altura de Dios lo que después lo llevó a la conclusión de que podía
reinar en lugar de Dios (Isaías 14.14).
Razonemos. Una idea inofensiva, trajo la presencia total de mal en el corazón de un ser creado perfecto con un libre albedrío y, por ello, con la posibilidad de hacer el mal. En este caso, fue la herida espiritual de la soberbia la que trastornó a un ángel hasta destruirlo y que comenzó con un idea que parece inofensiva, con un pensamiento, “mucho soy requerido para estar delante de Dios”, “seguramente eso me hace mejor que los demás ángeles” para finalmente pensar “entonces, hay posibilidad de que pueda ser mejor que Dios”.
Lucero se convirtió en su peor enemigo y, el mismo anzuelo de
la soberbia sigue siendo mordido por cristianos de todas latitudes que, se auto
destruyen perdiendo sus posiciones espirituales para terminar controlados por
la soberbia idea de que son especiales, de que reciben revelación de Dios, de
que pueden ordenarle a Dios cuando actuar o que pueden valerse de las personas
para obtener reconocimiento o dinero.
Si la soberbia hizo pedazos el alma de un ángel, imagina lo
que puede hacer en el alma de un insignificante mortal.
Ya no seas tu peor enemigo. Si, te has reconocido en el
ejemplo de Lucero, si en este momento descubres que, te has provocado más
heridas incluso de las que tu pensabas que tenías, ha llegado ahora el momento
de sanar. No esperes más.
CAPÍTULO 4:
COMO SANAR ESPIRITUALMENTE
Hemos llegado al momento de sanar espiritualmente. Hemos
recorrido el camino que nos ha mostrado todas las heridas espirituales que posiblemente tenemos. Con la ayuda del
Espíritu de Dios que nos convence de pecado, justicia y juicios (Juan 16.8) estoy seguro que ya sabemos
que es lo que lastima nuestra alma. Nos ha traído el Señor al punto en el cual
podemos empezar a caminar diferente.
Hemos llegado al “hospital” en donde el consuelo toma forma y
los corazones sanan. Pero, antes de intervenir en nuestro interior, Dios desea
que conozcamos las cosas que él utiliza
para operar; quiere que identifiquemos con que podrá sacarnos adelante para
que así podamos desde el principio, saber que las cosas que él hará serán las
mejores posibles, tal y como siempre lo hace.
EL INSTRUMENTAL
Esto es lo que Dios usará para sanarnos. Te explicamos cada
una de sus herramientas colocándolas en estricto orden alfabético lo que no
quiere decir que en ese orden preciso serán ocupadas por Dios porque eso
depende de las heridas espirituales que
tengamos. Es necesario que te queden claro que son y a que se refieren para
que así, cuando Dios las meta en tu alma aceptes lo que que tu tendrás que
hacer para permitir que este instrumental quite todo el daño que tienes porque,
nunca será fácil enfrentar el dolor que por demasiado tiempo se ha tolerado.
Amor
Por amor entendemos la decisión que Dios ha tomado, de aplicar
toda la perfección de su persona para desarrollar la nuestra (Romanos 5.8). Todo lo que Él es, se
centra en un permanente ejercicio de darnos lo mejor de su naturaleza a
nosotros, esto, no porque lo merezcamos sino porque ha decidido darlo (Jeremías 31.3) lo cual incluye a su
hijo en un sacrificio vicario a nuestro favor (Juan 3.16).
Siendo Dios perfecto (Santiago
1.17) y siendo su naturaleza amor (1
Juan 4.8), es una perfecta manifestación de amor lo que nosotros recibimos
de Él lo que hace de manera fiel (2
Timoteo 2.13) así que, no importa la circunstancias su amor siempre será
una alternativa para nosotros.
Lo primero que Dios utilizará para sanarnos es el tremendo
amor que tiene para cualquier ser humano. Un amor que comprende las heridas espirituales, que las conoce y
que sabe cómo poderlas remediar, un amor que conoce el momento perfecto para
sanar ya que sabe cuándo las personas están deseando realmente recibir esa
clase de amor.
Si quieres recibir sanidad
espiritual debes estar dispuesto a ser amado por Dios y quitar todas tus
barreras emocionales para ellos y, algo que puede ser doloroso: debes estar
dispuesto a amar de la misma manera que Él
te ha amado lo que por supuesto incluye a quiénes te han lastimado. Si
no estas en disposición de atender esto, nunca
podrás sanar interiormente.
Paz
La paz que Dios da (Juan
14.27), entendida como un estado de equilibrio permanente, es una paz que
está muy por encima del concepto de “paz” que el mundo maneja.
Dios no solo tranquiliza, sino que da condiciones permanentes
para que todo se desarrolle en concordia. Da soluciones exactas y perfectas
para cualquier conflicto sea que este se genera en el interior de nosotros o en
nuestro exterior cuando tenemos diferencias con alguien. Para sanar espiritualmente debes estar
dispuesto a recibir la paz que Dios
te quiere dar lo que implica aceptar la forma en que el está moviendo los
procesos en tu vida y aceptar los tiempos en los cuales sus procesos darán
resultado y, algo muy importante es que, no importa lo que hagan las personas a
tu alrededor, lo que incluye por supuesto a quiénes te han lastimado no puedes
permitir que nada alteré la paz que Dios te está dando. Si no estás dispuesto a
vivir así, nunca podrás tener una verdadera sanidad espiritual.
Misericordia
Misericordia es un sentimiento pleno de identificación con las
cosas que afectan a otros. La ira de Dios que justificadamente puede desatarse
sobre nosotros por las cosas que hacemos que van contra su voluntad no está exenta de misericordia. Dios
tiene una identificación perfecta con las cosas que nos afectan y las que nos
lastiman.
De hecho, su identificación con nuestras cargas es tan íntima
que cada una de ellas las llevó consigo a la cruz (Isaías 53.4-6), esto hace que Dios pueda en toda su dimensión,
entender la naturaleza de nuestras heridas y tener la capacidad de curarlas.
Dios siempre en la ira, logra acordarse de la misericordia tal y como afirma Habacuc 3.2.
Si tú quieres entonces sanar
espiritualmente debes estar dispuesto a someterte a la misericordia de
Dios, el estar dispuesto a sentir su compañía, su abrazo, su consuelo ya que él
es el Dios de toda consolación (2
Corintios 1.3) y esto, suena realmente hermoso, pero, tienes que entender
que, el proceso de sanidad te va a requerir mostrar esa misma clase de
misericordia a muchas personas lo que, por supuesto, incluye a quiénes te han
lastimado.
Justicia
Justicia es la capacidad de hacer las cosas de manera correcta
tal y como cada quién lo merece. La justicia de Dios es perfecta (Isaías 61.8), da a cada quién lo que
cada quién merece. No es en los tiempos del hombre ni de la manera en que el
hombre lo haría, pero es justicia perfecta. Esto implica que, cuando Dios sana
heridas, lo hace de una manera perfectamente proporcional al daño que se puede
estar sufriendo y las soluciones que dará serán suficientes y correctas ya que
Él es juez justo de toda la tierra (Génesis
18.25).
Para sanar
espiritualmente, debes aceptar que es la justicia de Dios la que
determinará la recompensa de cada persona. Tienes que aceptar que, aquellos que
te lastimaron recibirán lo que merecen como un acto de justicia de Dios y no
como un acto de venganza por tu propia mano (Romanos 12.19-20) lo que implica que, tu responsabilidad para con
las personas que te lastimaron no será estar esperando a que la justicia de
Dios los destruya. Tu responsabilidad será amarlos porque, finalmente, son tus
prójimos (Mateo 22.39). Si no estás
dispuesto a actuar de esta manera, nunca podrás tener verdadera sanidad espiritual.
77
Paciencia
Dios tiene paciencia (Romanos 2.4) así que se tomará el tiempo que tu alma necesite para sanar sus heridas. Eso es lo que le corresponde a Él, a ti te corresponde aceptar sus tiempos y sus condiciones. Dios es Soberano y está por encima de todo, incluido tu deseo de cómo y cuándo tu vida podrá ser restaurada. Esto implica que, no podemos ponerle condiciones o pedir que actúe de formas determinadas. Por no esperar en la paciencia de Dios muchos cristianos toman decisiones que lo único que provocan es que sus heridas espirituales se hagan más grandes.
Dios está con todo cariño esperando que
identifiquemos las heridas que tenemos y se las entreguemos, pero no corramos
con el riesgo de despreciarle al rechazar los tiempos en los que Él trabaja ya
que esto hará que seamos justos responsables porque él desate su ira sobre
nuestra vida (Ezequiel 8.18).
Para poder sanar
espiritualmente es necesario que estes dispuesto a tener con las demás
personas la paciencia que Dios te está teniendo a ti lo que por supuesto puede
incluir a las personas que te han lastimado. Si exigirás más de lo que estás
dispuesto a dar, no estás listo para
sanar espiritualmente.
MOSTRANDO EL DOLOR
Estamos en la mesa de operaciones. Todo va a comenzar, pero
antes de proceder, Dios desea que por última vez pensemos en el dolor presente,
en las heridas que Él tocará y que te están doliendo por última vez. Dios desea
que sintamos la sensación de haber sido lastimados para nunca olvidarla y así,
podamos valorar la sanidad espiritual que
pondrá en nosotros.
Estar en la mesa de operaciones con el alma desangrándose me
recuerda a aquel Jacob que, una vez habiendo sido bendecido por Dios, se
levanta del fango del río Jaboc con una pierna descoyuntada que le dolía
intensamente (Génesis 32.31) y que
le dolió durante todo el resto de su vida.
Todo aquel que ha sufrido una herida en donde un hueso se sale
de su órbita sabe lo que sufrió Jacob durante años. Era un dolor terrible y permanente. Dolor que no solo Dios causó, sino que también permitió
para que Jacob no olvidara lo que había sido antes de ponerse a cuentas con
Dios.
Miren que hermosa paradoja. En la antigüedad, era necesaria la
intervención directa de Dios para hacer que las cosas se solucionaran, hoy nos
da al Espíritu Santo para que las cosas se solucionen sin que queden heridas permanentes como sucedió con Jacob.
Estamos pues, como este personaje; las cosas nos están
doliendo. Hemos viajado a nuestro pasado y nos han vuelto a gritar los
fantasmas que nos aterraban y creíamos callados. Ha vuelto a gritar el fantasma
de la violencia, del sentir como mis padres preferían a mi hermano o a mi
hermana, hemos oído las burlas hacia nuestra persona como si estuviéramos en el
momento mismo en que fuimos atacados. Volvimos a recordar la soledad esperando
un poco de amor, o el duro daño a nuestros cuerpos y corazones que mucha gente
hizo sin que nadie además de nosotros lo supiera.
Recordemos bien ese dolor, porque no va a regresar jamás. Dios lo tomará para siempre y sanará las
heridas, pero guardemos recuerdo de las misericordias que Dios hará, para que
nunca olvidemos las heridas de la cruz por medio de las cuales, él nos sanará
ahora.
CORTANDO EL TEJIDO DAÑADO
Lo primero que Dios hace es aislar la zona lastimada. Piensa
en las heridas y entiende que, aquello que pasó con tus padres, no debes
relacionarlo con nada que estén haciendo tus hijos. Lo que haya pasado con tus
amigos, no debe afectar la relación que tengas con tus padres. Lo que sufriste
en la infancia, no permitas que continúe en tu vida adulta. Aísla el problema, déjalo en su propio
contexto y entiende que Dios empezará a trabajar para que las cosas que te lastimaron
se vayan. Esto que has aislado es lo que Dios va
a quitar de ti pero, para lograrlo, necesita
tu ayuda.
Tú serás parte fundamental para que Dios pueda recomponerlo
todo. Por ejemplo, si algo te hizo tu padre, el daño, Dios lo va a quitar en
este momento, pero él no va a hacer que la relación con tu padre mejore. Serás
tu quién deberá tomar la iniciativa para poder también ayudar a ese corazón que
te lastimó tan profundamente. No olvides eso.
Si ya tienes bien identificado el problema, y estás
listo para la operación, mira como Dios toma el escalpelo del perdón, lo pone en tu mano y en
la suya para juntos, hacer el corte que se lleve el tejido dañado de tu alma
lastimada.
Solo el perdón engrandece al alma y acrecienta el espíritu.
Solo el perdón permite que se pueda entender un poco la naturaleza de Dios.
Solo el perdón tiene el poder de aplicar el sedante y el antibiótico al
corazón. Solo el perdón ofrece la posibilidad de verdaderamente terminar con la
angustia. El perdón aleja a la soledad y expulsa el dolor del alma.
Revisa conmigo la siguiente cita de la Biblia porque en ella
se define la parte más importante de tu sanidad
espiritual:
Oísteis que fue dicho: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os odian y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y llover sobre justos e injustos. Si amáis a los que os aman,
¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.
Mateo 5.43-48
¿Realmente entendiste bien el mensaje?
¿Realmente comprendiste lo que quiso decir Jesucristo?
¿Amar a
mi enemigo?
¿Demostrar
amor por el padre que me abandonó antes que naciera?
¿Amor
por quién me ha lastimado poniendo obstáculos en mi vida?
¿Bendecir
a los que me desean un mal?
¿Desear
algo bueno a la persona que me violó?
¿Sentir
bondad por una madre que por trabajar se olvidó de que yo existía?
¿Agradecer
por el que me ofreció una droga para que me volviera un cliente cautivo?
¿Sentir
bondad por una esposa que me muestra desprecio y desconsideración?
¿Desear
lo mejor para el esposo que me golpea en la casa y usa Biblia en la iglesia?
¿Pensar
algo bueno del mantenido que tengo por marido que no quiere trabajar?
¿Hacer
bien a los que me odian?
¿Para
qué después piensen que soy débil?
¿Para
qué después abusen de mí porque pensarán que deberé soportarlo todo?
¿Buscar
beneficiar a unos padres viejos que de jóvenes no les importe?
¿Dar lo
mejor a la persona que en mi trabajo me ha hecho llorar de angustia?
¿Ser
bueno con la familia que me ha tratado tan injustamente?
¿Agradecer
la miseria y los días sin comer bajo la lluvia?
¿Orar
por quienes me ultrajan y persiguen?
¿Pedir
que Dios les dé bien a quiénes me han dado mal?
¿Pedir a
Dios que prospere a quiénes me han hecho miserable?
Pero ¿De
qué me estás hablando?
Te estoy hablando del perdón, solo del perdón.
El perdón, es la única navaja que corta cualquier tejido
lastimado del alma, la única, no hay otra.
El perdón no es un recurso de los débiles, es la bandera de los más fuertes. Solo quién desea la
paz, puede perdonar. Tal vez en este momento quieras replicarse y, seguramente
tu argumento será que en el mundo las cosas no funcionan así, mi contra
argumento es preguntarte por la condición del mundo. Seguramente va mejorando y
la sociedad cada vez está más cerca de su propia felicidad. Si eres sincero,
dirás junto conmigo que, hemos fracasado como raza.
Nos estamos destruyendo unos a otros y eso, nada lo puede
parar a menos que dejemos a Dios intervenir. Los cristianos que hemos leído la
Biblia sabemos que eso, la intervención definitiva de Dios en su creación está
a punto de ocurrir.
Perdona, aunque te
estés retorciendo en la cama y en el sillón en donde estás leyendo esto. Perdona, renuncia a seguir cargando el
daño que te han hecho, acepta el agravio que sufriste, perdona la deuda que tu pasado o alguna persona en particular tiene
contigo.
Decide voluntariamente que, aquellos que te hicieron daño ya no tienen cuentas pendientes contigo. No necesitan pagarte nada. No deben pedirte disculpa alguna; por convicción y voluntariamente decide que no tienen ya de su parte algo que te haya ofendido. Y esto debe quedar bien claro, si no eres capaz de hacer esto, no estás listo para que tus heridas sanen, y si no perdonas, nadie te pyede garantizar que te alcance la vida para terminar con la carga que te ha estado agobiando.
Hacer esto, perdonar, te lo está pidiendo Jesucristo, pero,
antes de que niegues con tu cabeza ante lo que estás leyendo, vuelve a pensar
quién es la persona que te está pidiendo perdonar.
Te lo pide alguien que sufrió la acumulación de las heridas espirituales de todos los seres
humanos de todos los tiempos lo que por supuesto incluye las tuyas. Te lo está
pidiendo Jesús, quién viviendo en
una eternidad de perfecta comunión con Dios quiso crear a una criatura a la
cual pudiera demostrar su amor lo que, nos incluye a ti y a mí.
Te está pidiendo perdonar quién en su mente eterna te estaba
tomando en cuenta cuando el diseño del tiempo se desplegó ante su mirada. Su
criatura sería reflejo de su personalidad, sería libre moralmente, pero también
pecaría, sería incapaz de hacer el bien y en un ejercicio de libre albedrío le
rechazaría.
La mordida del fruto por parte del hombre era ya capítulo conocido en la novela de la eternidad. Desde el
principio, Dios conocería el rechazo de su criatura, pero, su amor
incondicional, le llevaría a construir un plan utilizando a un pueblo: Israel.
Este plan haría que por medio de un hombre y una promesa, la justicia de Dios
se diera a conocer hasta los lugares más apartados de la tierra, pero, el
pueblo elegido no fue una buena garantía y
la promesa se volvió religión, por lo que una vez más, Dios debió cargar
con la herida del rechazo de aquellos por quiénes abrió mares, de aquellos por
quiénes produjo millones de galones de agua para saciar su sed en un desierto,
aquellos que observaron su gloria y recibieron sus mandamientos para terminar
convirtiéndolos en una fría lista de cosas que “si se pueden hacer” y “cosas
que no se pueden hacer” en lugar de preocuparse por lo verdaderamente
importante que era alcanzar a todos los hombres y darles a conocer el perfecto
amor del Dios Creador.
El plan ya
estaba escrito, Dios, en un instante como nunca otro ha existido, traspasaría
las nubes y se revestiría de piel; se movería entre los hombres y llegaría a
ellos simplemente para decirles que su Dios tenía una eternidad esperándolos.
El reino de los cielos se acercó junto con la más grande muestra de amor. ¿El
resultado? El Dios hombre colgado de una cruz por decir la verdad, por decir
que era el Hijo de Dios y el camino de entrada al Padre. La ira de la gente se
volvió injusticia para Cristo, quién en la cruz aún, tuvo que sentir como su
Padre le cobraba a él, pecados no cometidos, los pecados tuyos y los míos, pero
ese no fue el único desprecio que sufrió el Hijo del Hombre.
Fue
rechazado por la gente de su aldea natal, fue rechazado al inicio de su
ministerio por su propia familia. La cúpula religiosa le tildó de demoníaco y
la mayoría de la gente veía en Él una respuesta a su desesperación, veía en Él
un poco de pan o a un hacedor de prodigios, más no un salvador.
Herida tras herida, sin que esto pareciera terminar así vivió
quién te pide hoy perdonar, y en la cruz, la vergüenza y la desnudez aún
infringieron sobre él un último intento por quebrar su alma.
El que te atrevas a perdonar, te lo está pidiendo quién tuvo
todos los argumentos a su favor para mostrar desprecio e ira, porque sufrió,
pero injustamente. Su entrega fue
voluntaria, pero esa entrega le llevó a cargar pecados que no le
correspondían.
Jesús está en el momento en que todo se decide. Unos segundos le separan de la muerte. Sus pulmones están a punto de estallar y su corazón de detenerse.
Los ángeles por su parte solo esperan un gesto, solo un gesto,
solo una palabra que desate la voluntad de Dios y ellos se precipitarán a
masacrar no a un imperio o a una ciudad, sino a todo un planeta por quién su
Santo Soberano muere tan brutalmente.
Ese gesto que los ángeles esperaban nunca llegó y cuando Jesús
pudo llenar su corazón de rencor (algo que estaría completamente justificado),
decidió escoger un camino distinto: eligió
perdonar.
Jesús decía:
Padre, perdónalos porque no saben lo que
hacen
Lucas 23.34 RVR95
Lo que predicó Jesús, fue precisamente lo que Él termino
haciendo. Jesús lo sabía bien, Jesús lo supo todo el tiempo.
Si Él no entregaba la
carga de saberse rechazado por su criatura y lo toleraba en su interior, su
salvación no habría sido perfecta, habría
sido una persona que estaría amando, pero dependiendo de una respuesta de sus
amados. Si haces esto, te perdono tus pecados, pero si no lo haces, no te
perdono y eso, automáticamente cancelaría la perfección de su salvación y nos
hubiera dejado a toda la raza humana
condenada a la perdición eterna.
Ahora, piensa que todo es lo mismo tratándose de ti.
Si tu perdonas, tu corazón rompe sus cadenas, porque te tenían
esclavizados los motivos por los que no podías perdonar. No importa si la otra
persona no te perdona, te perdona a medias o ya no vive. Tú ya eres libre. Y, por si fuera poco, al igual que con Jesús,
logras traer una mejor posibilidad de vida a aquellos que te conocerán libre ya
de todas tus cadenas.
Decídete.
Siente la presión de la mano del Señor en la tuya. Tómala con
firmeza y empieza sin temor a cortar el tejido dañado del interior de tu alma.
Perdona, cancela la deuda, llora con todas tus fuerzas si eso es necesario,
pero enséñales a todos, sobre todo al diablo, que eres más fuerte de lo que tú
mismo pensabas y que por fin, estás libre de la esclavitud que te tenía
destrozada el alma.
Es necesario que oremos y si te es útil, comparto contigo
algunas palabras que pueden dirigir el escalpelo de Dios en tu corazón. Si te
son útiles, úsalas de modelo para poder clamar a Dios, pero recuerda, primero
tienes que pedirle perdón de tus pecados, perdón por los mismos y que entre a
tu corazón como Señor y Salvador de tu alma. Todo inicia en la cruz.
El proceso de perdón de Cristo no hubiese sido posible, si
primero no iba a la cruz de maldición la cual, para ti, hoy es una cruz de
salvación. Te comparto este modelo de
oración de fe para el perdón de los pecados:
Señor Jesucristo:
Reconozco que soy pecador y que he vivido mi vida alejado de
tus mandamientos haciendo solo mi voluntad. Esto, me ha llevado a una vida
plagada de errores y desaciertos que me han lastimado y además me han hecho
quebrantar tu ley. Me confieso pecador y en confesión te entrego cada uno de
mis pecados. Renuncio de manera voluntaria al dolor que ellos me han provocado.
Te pido que, cualquier puerta que se haya abierto como
consecuencia de estos pecados para la influencia espiritual maligna, quede
cerrada. Reconozco que tu Señor Jesús, fuiste a la cruz para pagar el precio
que yo debía pagarle al Padre por mi maldad y siendo tú, el único camino que
reconozco para llegar a Dios, te acepto como el único Salvador de mi vida y te
declaro Señor sobre la misma con el compromiso de buscar hacer tu voluntad y no
la mía de ahora en adelante.
Te lo ruego en tu mismo nombre Señor Jesús, Amén.
Y ahora, te comparto un modelo de oración pidiendo por sanidad de las heridas personales:
Amado Dios y Padre:
Llego hasta aquí para agradecerte los infinitos beneficios que
para cada uno de nosotros trajo la cruz de Cristo. El grotesco espectáculo de
la criatura quitándole la vida al Creador nos sigue conmoviendo porque si
hubiésemos estado allí, seguramente también habríamos pedido su muerte.
Es en este punto donde lo grotesco se vuelve glorioso porque
antes de conocerte a ti, todas las cosas que hacíamos eran motivadas por
nuestra propia maldad. Nada había bueno en nosotros y cuando la muerte eterna
parecía la única salida, nos amas de
pura gracia y apartas tu ira dejando que esta caiga con toda su fuerza sobre tu
Hijo, dándonos a nosotros la justicia que a él le corresponde.
Señor. Gracias, muchas gracias, y perdónanos, porque no somos como tú lo has deseado siempre. No seguimos tus pisadas y sobre todo, hemos dejado crecer dentro de nosotros heridas espirituales que en este momento, nos controlan
y nos someten al poder del
pecado.
Las armas espirituales de nuestra milicia en muchos de nosotros
están abandonadas y sin uso.
Sabemos, que muchas de nuestras heridas están abiertas y
sangrando todo el tiempo, sabemos que muchas de esas heridas no las provocamos
nosotros y ni siquiera las deseamos, pero eso no impide que comprendas
perfectamente nuestra angustia por no poder volar.
Danos las alas del águila. Que nuestros pies caminen y corran
sin que se cansen. Pon tu mirada en nosotros, danos de nueva cuenta el gozo de
nuestra salvación y que aceptemos voluntariamente que tú, como el médico
divino, abras las heridas, nos muestres la sangre coagulada y la infección
sufriente y con un amén, aceptemos que empieces a trabajar en aquello que nos
tenía esclavizados y que después de esta oración, pasaremos de largo.
Somos el fruto de la aflicción de tu alma. Somos el resultado
de la conmoción eterna que termino con el Dios Soberano revestido en piel y
sangre. Somos el fruto del amor de Dios, y ahora más que nunca, queremos ser la imagen viva de tu hijo. Danos sanidad, aunque nos duela.
La recompensa de ser como tú, bien vale la pena. Humillados
ante ti, lo suplicamos.
Pero, queremos empezar de la manera correcta, queremos perdonar. Danos el impulso espiritual para poder entender que las personas que nos lastimaron lo hicieron presas de sus propias cadenas. Les remitimos cualquier culpa y les perdonamos por completo. No guardamos rencor por daño alguno que nos hayan hecho. Perdonamos, no como reflejo de debilidad sino como un paso de verdadera fortaleza para hacer a un lado las cadenas que nos ataron.
Pero, además, si hubo mal en nuestro corazón, pedimos perdón.
Perdónanos, Señor por desobedecer tus mandamientos. Las maldiciones han caído
sobre nosotros y han estado ahí como mudas advertencias de que hemos
transgredido tus ordenanzas. El fracaso y la mediocridad y las metas no
alcanzadas revelan como hemos ignorado tu voluntad.
Te pedimos perdón también por los caminos del enemigo que
hemos pisado. Pedimos perdón por consultar el horóscopo, por buscar en
sanadores diabólicos y no en la oración la estabilidad física de nuestros
hijos. Nos hemos sentido atraídos por el mundo espiritual negativo que ofrece
dinero al alcance de la mano y hemos visto y escuchado cosas y hemos colgado de
nuestros cuellos símbolos que no sabemos que representan y que fuerzas están
atrayendo y todo lo hemos hecho en una búsqueda incesante de poder y soberbia
que el diablo nos vende, porque es la misma situación que a él le condenó.
Queremos suplicar, que, en el nombre de tu hijo, se cierre
cualquier puerta de influencia espiritual que el mal y las prácticas diabólicas
hayan ocasionado.
Seremos poderosos en ti. Tu poder será el nuestro. Sé tú,
Señor nuestra espada y nuestra alforja y danos esas sombras refrescantes
después de haber andado en las tierras se sequedad de las que queremos salir
directo a tus brazos para hacer un firme compromiso de no salir de ellos nunca
más.
En el nombre de Jesucristo nuestro Señor y Salvador Jesucristo
lo rogamos, amén.
Listo.
La sanidad ha comenzado.
La cirugía mayor terminó y si todo siguió la voluntad de Dios,
seguramente un peso muy grande ha desaparecido de tu interior. Dios ha
encendido el fuego, mantenerlo vivo, dependerá de ti.
CERRANDO LAS HERIDAS
Lo malo se ha ido.
Ahora, Dios tomará la aguja del amor que siente por ti y le
pondrá el hilo de la misericordia y empezará a cerrar las heridas que ahora, han
quedado completamente limpias. En lo que a Dios concierne, eso le apasiona
hacer con sus criaturas; en cuanto a ti, es necesario que entiendas que, con el perdón, las heridas han dejado de
tener poder sobre ti, pero también deben ser cerradas
para evitar que sigan supurando las cosas que lastiman.
El amor de Dios debe mantener cerrada el área afectada porque
Dios te amo tanto, que fue capaz de llevar todas las heridas tuyas y las mías.
Tú y yo, venimos a este libro a cerrar unas pocas heridas espirituales mías y unas pocas tuyas, pero Cristo, tuvo que
pagar por las de todos sin que las suyas pudieran ser sanadas.
Piensa en ese amor y entiende que, a partir de ahora en
adelante, debes pensar que, así como el Señor te perdono tanto tú puedes y debes perdonar lo poco que tú tienes pendiente.
La misericordia ayuda a mantener las heridas cerradas. La
misericordia es una total comprensión hacia la condición de los demás y eso,
debe quedar siempre en ti hacia las personas que te lastimaron, que te lastiman
o que viven lastimando a otros.
Mira a esta gente como lo que realmente son, personas muertas
en vida que no pueden ser capaces de encontrar dentro de si mismas lo mínimo
para sentirse útiles; corazones viviendo en envida que deben tener por fuerza
lo que no pueden ganar honestamente, persona esclavas de su propia maldad que
los va haciendo peores lentamente hasta convertirlos en nada. Seres que como
tú, necesitan a Dios para volver a la razón.
Personas que conscientemente rechazan a Dios, muchas de las
cuales no llegarán a alcanzar su misericordia, pero esa parte, no la sabemos
nosotros, por lo que deben contar con nuestra misericordia que pueda llevarlos
a la misericordia de Dios. Amor y misericordia deben ser las cosas que
mantengan tus heridas limpias y que te ayuden a blindarte contra las que
seguramente llegarán.
Pero ten siempre ánimo, porque esperamos pronto el día en que
estando en su presencia, veamos como las heridas se van desdibujando hasta
desaparecer para siempre sin consecuencia alguna. Seremos como Él, nos sonreirá
y entonces, sabremos todas las respuestas.
LA CONVALECENCIA
El periodo de convalecencia en un proceso de recuperación. Si
hablamos en un contexto de salud física, diríamos que es el tiempo en que, una
vez sanadas las heridas, damos al cuerpo un espacio libre de esfuerzos para
fortalecerlo y que pueda recuperar energías mientras los tejidos sanos
reemplazan a los malos que se han ido. Luego de la convalecencia, podemos
declarar a alguien técnicamente sano y es entonces cuando se puede intentar
volver a las actividades cotidianas.
En la sanidad espiritual suceden cosas que se
parecen mucho a una convalecencia física.
Se nos ha retirado el daño y se nos han cerrado las heridas,
pero el alma queda enrojecida y el corazón aún puede continuar doliendo. La
operación fue la correcta y el Cirujano, el mejor del Universo, el único de
todos, pero lamentablemente nuestro pensamiento es finito y deficiente por lo
que requiere de un tiempo para volver a caminar con normalidad.
Este proceso se realiza de una manera más rápida si podemos
tomar en cuentas las siguientes cosas:
Debemos tener convicción. Estamos sanados, hemos sido perdonados por Dios y gracias a esto, podemos perdonar a nuestros heridores. Esto debe ser algo contundente en nuestros corazones. Si por un momento sentimos que volvemos al dolor o a la angustia, recuperemos el ánimo, las cosas están bien, y si nos molestan un poco; es señal de que estamos en proceso de restauración. Respiremos hondo, pidamos a Dios que nos haga sentir su presencia y digámosle con claridad a Satanás que no vamos a pensar y creer las mentiras que él diga, y que pretenden volver a colocar cadenas en nosotros.
Debemos movernos en un
ámbito sano. Debemos mirar a nuestra iglesia como lo que siempre ha sido:
un refugio para los creyentes. Con profundo gozo, acércate a tu congregación y
trata de dar lo mejor de ti en ella, trata de acercarte a un ministerio y
hazlo, no para huir de tus problemas sino para desarrollar una mayor influencia
de Dios en tu vida.
Trata de estar en cultos de oración y ten la confianza de
pedir que la congregación ore para que Dios te de ayuda en tu vida
espiritual.
Busca hermanos en la iglesia que tengan todas aquellas
características que Gálatas 5 otorga
a las personas maduras espiritualmente, y trata de generar relaciones de
amistad cristiana con ellas. La cercanía a gente espiritual te fortalecerá. La
cercanía con gente carnal te debilita. Distingue
la diferencia.
Debemos poner en
nuestro interior cosas que ayuden a sanar. Debes poner especial atención en
las cosas que ingresarán a tu mente por medio de tu vista y tu oído. Lo que
llegue a ellos, deben ser cosas que sirvan para que crezcas interiormente y no
para que caigas espiritualmente. Las buenas conversaciones te pueden ayudar. Lo
mismo puede pasar si estudias la Biblia poniendo especial atención en los
personajes y en la manera en que estos sanaron sus heridas. Muchos de ellos
tuvieron heridas y todos los que buscaron a Dios con todo su corazón pudieron sanar.
También es bien recomendable que busques un libro cristiano de
motivación que pueda aportar algunos conceptos agradables para tu vida y que
pueden lograr que una mejor información comience a residir en tu mente. Pero
recuerda, no hay mejor libro que la Biblia.
Busca en ella la mejor fuente de inspiración para tu vida cristiana. Puedes no
tener un buen libro cristiano al lado, no importa. Si tienes tu Biblia, la
Palabra de Dios, lo tienes todo.
Debemos practicar
hábitos más sanos. Debemos de alejarnos de las cosas que nos hicieron daño.
Debemos abandonar las conversaciones que corrompen las buenas costumbres y las
situaciones que nos hagan perder el autocontrol. Debemos ser sabios al hablar
midiendo con toda prontitud lo que vamos a provocar hablando. Debemos ser
prontos para oír y para analizar las cosas que lleguen a nosotros. Tenemos que
valorar las cosas de parte de quién nos llegan y, debemos medir las intenciones
con que nos son dirigidas. Y debemos al menos por un tiempo en el que nos
fortalezcamos en la oración, la lectura de la Biblia y la congregación en la
iglesia, alejarnos de las personas que
pueden desencadenar en nosotros reacciones inadecuadas.
VOLVIENDO A CAMINAR
Una vez terminada la convalecencia, hay que dar los primeros
pasos en la dirección que nos sane por completo. Dar los primeros pasos será la mejor prueba de que las heridas
ya han sanado y que la recuperación va por el camino adecuado. Los siguientes
puntos pueden ayudarte a medir el grado de convalecencia que vayas logrando.
Debes caminar en otro tipo de relación. Si tu convalecencia se está desarrollando de manera natural, deberás tener el deseo interior de desarrollar relaciones con personas que no sean tan destructivas como aquellas personas que te lastimaron. Atrévete a confiar nuevamente en alguien, pero recuerda solo son confiables quiénes se están esforzando por seguir las pisadas de Jesús en su exterior, pero sobre todo en su interior.
Encontrarás que, al paso del tiempo, tu corazón empezara a sentir tristeza por la condición espiritual tan espantosa de las personas que te lastimaron y las recordarás como episodios de aprendizaje que, te dejarán una clara idea de que hacer para no volverte a equivocar. Poco a poco a pesar de la desconfianza inicial, será más fácil volver a acercarte a las personas lo que podrás hacer con una visión más aguda porque, llegarás a distinguir mejor las motivaciones de las personas a tu alrededor lo que te permitirá conocerlas por anticipado para determinar el mejor comportamiento que debas tener con ellas.
Se generan nuevas
necesidades espirituales en ti. La Biblia dice del creyente que, estando en Cristo nueva criatura es (2 Corintios 5.17) y eso, te alcanza a ti
también. Si tú te provocaste heridas
espirituales, notarás que ahora, tienes nuevas
necesidades espirituales que antes no tenías. Debes sentir la necesidad de conocer más de las cosas de
Dios y de querer saber cómo poder estar cerca de él. De hecho, Dios debe
convertirse en tu relación más
importante que debes atender y poner en orden. De tu interior ya no deberá
salir el deseo de practicar las cosas que antes te dominaban y esclavizaban.
Tu recuperación no será
inmediata, pero si progresiva. No podrás caminar desde el primer momento,
ni serás perfecto en el mismo instante de tu confesión. Yo no soy partidario de
la idea de idea de que una vez sanada, la persona nunca volverá a tener problemas con sus heridas espirituales así que, quiero dejar algo bien claro: las heridas no van desaparecer. Desaparecerán
cuando estemos ante la presencia de Dios y nuestra redención sea completa, pero
eso si, las heridas pueden dejar de doler permanentemente,
pero, para que el dolor se vaya, seguramente
pasará un cierto tiempo.
En ese tiempo, tendrás ciertos miedos, algunas angustias te
volverán a asaltar y Satanás, sobre todo, se encargará de hacerte sentir que
tus pequeños tropiezos son síntomas de que has caído. Eso no es cierto. A pesar de que algo no marche bien, a pesar de que
cierto pensamiento vuelva, a pesar de que un impulso muy escondido te haga
sentir que hay una vieja naturaleza en ti, ya
has sido sanado.
Y la mejor manera de darte cuenta es que
las viejas cosas que antaño te dominaban, te
vuelven a presionar, pero ahora, ya hay en ti el poder para decir “no” y renunciar voluntariamente a ellas.
Tu dependencia va
siendo menor de otras personas. Cuando estamos en una situación de
convalecencia espiritual, siempre será recomendable estar cerca de personas que
puedan darte unos minutos de charla, un pequeño ánimo, una lectura de la
Biblia, una oración o incluso una lágrima a tiempo; no debes olvidar que cuando
estamos recién operados, todas nuestras pláticas tienen que ver con lo que nos
ha pasado por lo que tú, de manera inconsciente, buscarás hablar de tus heridas
sanadas para, de esa manera, sentirte menos cargado, no hay problema, solo
recuerda que esas charlas donde tu corazón se abrirá, no pueden hacerse con cualquier persona.
No todos tienen la madurez espiritual para poder acompañar a
un herido. Ora profundamente a Dios para que con esa sensibilidad para conocer
a la gente que has adquirido, puedas ser dirigido a quién pueda llevar tus
cargas contigo. Te recomiendo de una manera muy insistente que busques no a las
personas que tengan títulos o cargos en la iglesia, eso no es importante en
esto, busca a las personas en quiénes sea visible el fruto espiritual del que
habla Gálatas capítulo 5: amor, gozo, paz, paciencia, bondad, benignidad,
fe, mansedumbre y templanza.
Todas estas características son un solo fruto, no lo olvides; o sea, no existe el cristiano que solo refleja amor y templanza, pero no paz ni mansedumbre. De estos inconstantes, huye a la mayor velocidad que puedas y refúgiate en aquellos que realmente están imitando a Cristo.
El dolor irá cediendo, las cosas angustiarán menos y el tiempo
te irá haciéndote sentirte fuerte. Te acostumbrarás a tus cicatrices, te serán
familiares y para ti, serán evidencias de lo que puede pasar cuando te alejas
de Dios para que así te convenzas a ti mismo que no te volverás a alejar ya más
del redil espiritual.
Cobra confianza en ti mismo y sonríe con la seguridad de que
Dios ha logrado sanar tu interior y que tu futuro en las manos de Él, pone por
delante de tu vida, cosas mejores, más ricas, más sanas y mucho más profundas,
llenas del imperio de sus bendiciones que el Señor siempre quiso poner en ti y
para lo cual, ahora, ya no hay impedimento alguno.
COMPARTIENDO EL TRATAMIENDO
Desde el momento que saliste de la intervención quirúrgica espiritual a la que Dios te sometió, te convertiste en vocero de Dios, en embajador del reino de los cielos,
como si Dios rogara por medio de ti
(2 Corintios 5.20).
Eres un mensajero de la reconciliación
para que otros a su vez, por medio de tu experiencia, puedan también reconciliarse con Dios. Serás de impacto a tu
alrededor, porque no solo hablarás del amor de Dios porque lo has oído nombrar
o porque alguien te lo ha enseñado; serás de impacto, porque el amor de Dios, lo habrás vivido en carne propia limpiando
tu alma.
Comparte lo que has vivido sin temor, habla a todos los que
puedas y te permitan que lo hagas.
Descubre en otros las heridas
espirituales que buscan esconder para poder con todo amor, ayudarles a que
no las escondan más para así poder empezar a ser sanados. Sé gentil y trata a
las personas con el mismo amor que te trato a ti el Señor, y es conveniente una
observación importante: cuando compartas tu propio proceso de sanidad, pide en
oración a Dios que te de la sabiduría para poder saber cómo y que tantas cosas compartir con las personas con quiénes hables. Hay
personas lastimadas que, al escuchar de las heridas de otras, se inquietan más
y se cierran para no compartir sus cargas; es por eso que, deberás ser
cuidadoso para solo poder hablar de las cosas que pueden ser de utilidad a
otros. Y sobre todas las cosas, acepta el reto de ser la guía para que muchas
personas puedan recorrer los senderos de la sanidad como tú lo has hecho.
CONCLUSIONES
Hemos llegado al final.
En este momento, espero que puedas ya sentir en tu interior la
paz espiritual que solo Cristo puede dar y que nada en el mundo lo puede hacer
como Él lo hace. Todos los que hemos recorrido el camino de la sanidad
interior, sabemos que el tiempo es largo y que son muchos los años que las
heridas necesitan para del todo cerrar por completo. Incluso, tal vez, no sea
un solo proceso de sanidad el que emprendas, ya que muchas veces sanar una
herida solo sirve para mostrar las otras heridas
espirituales que no se distinguían antes debido al tamaño de las más
grandes.
Anhelo con todo mi corazón que el Señor te haya dado el equilibrio emocional para poder seguir adelante rumbo al encuentro pendiente que tenemos con Él en las nubes y que esperamos, suceda lo más pronto posible.
Para finalizar, creo que no hay mejor manera de terminar
que dando a Dios una oración de gratitud para que no solo sienta nuestro gozo,
sino también nuestro compañerismo con él. Espero que muy pronto, nos permita
estar juntos para, como guerreros que portan las armas de luz, compartir al
calor de su presencia las vivencias y emociones que pasamos luchando para
lograr que, la voluntad de nuestro Padre Eterno gobernara en nuestros
corazones:
Oremos.
Querido Dios:
¿De qué manera podemos agradecerte por el
gran sanador que eres para nosotros?
¿Dónde estaríamos si no hubiésemos corrido a
ti en busca de sanidad espiritual?
¿Cómo expresar en palabras lo que nuestro espíritu grita?
Nos encontraste, nos buscaste, y nos amaste en el momento
justo en que estábamos por renunciar a nuestra felicidad. De no haber sido por
ti, nuestra vida hubiera terminado con cadenas de amargura y consumida por el
miedo y la soledad.
Que impresionante tú luz quebrando nuestra oscuridad cuando
miramos que las heridas tuyas, podían sanarnos por completo. Gracias, porque
aún recordamos con angustia la forma tan dolorosa en que una a una nuestras heridas espirituales fueron exhibidas,
nuestros miedos, nuestro dolor; por mucho tiempo, intentamos disimularlas, las
justificamos y las cubrimos con argumentos, y tu pacientemente nos fuiste
conquistando hasta que la suavidad de tu abrazo hizo que quitáramos las
máscaras y pusiéramos en total evidencia lo que nos angustiaba.
Paso a paso, amoroso Señor sentimos el amor que sintió la
samaritana, el impulso de Zaqueo, la sorpresa de Nicodemo y la alegría del
leproso sanado. Volvemos en esta oración gozosos a tus pies para decirte que te
agradecemos con toda la intensidad con que sea posible, que nuestra alma y
espíritu sientan lo que hiciste con nuestras heridas, con aquellas cosas con
las que otros nos lastimaron y con aquellas cosas con las que nosotros mismos
nos herimos hasta terminar sedientos en nuestro interior.
Miramos ahora con alegría los tiempos pasados, porque a pesar
de ser difíciles, cumplieron el propósito de acercarnos a ti y nos hicieron
conocer un amor que desafía al tiempo: tu
amor.
Este agradecimiento nos lleva a comprometernos contigo para
pedirte que nos ayudes a convertirnos en tal fruto de la aflicción de tu alma
que te hagamos sentir satisfecho.
Ahora sí, Señor Jesús, cada vez que recordemos al profeta Isaías y sus palabras: “y por su llaga fuimos nosotros sanados” (Isaías 53.5), sonreiremos con gozo, sintiendo como tu Espíritu se mueve en nuestro interior porque podemos decir que ahor
a sí, finalmente, comprendemos a plenitud el significado de esas
palabras.
Todo es
puesto ante, ti, ¡oh gran sanador de nuestras almas!
Amado
Señor Jesús.
Amén.
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