Imitemos a las Iglesias de la Biblia



Dedicatorias

Señor Jesucristo.

Cabeza de tu cuerpo espiritual que es la iglesia

Gracias por un privilegio inmerecido

Pusiste una tarea eterna en manos humanas

Enviaste un mensaje perfecto en bocas cargadas de imperfección

Lanzaste un llamado a la santidad en vidas plagadas de errores

Gracias por un regalo de gracia

Porque nos has dado un hogar que se sostiene por el perdón

Nos has dado una familia en donde nadie es mayor que los demás

Realizas una obra majestuosa en vidas que sin ti no son nada

Gracias por la iglesia

Por su poder, por sus debilidades, por sus caídas, por sus momentos de victoria, por sus crisis; por los que se alejan de ella y por los que llegan a formar parte de ella.

Por sus sonrisas, por sus lágrimas, por sus aflicciones, por sus inseguridades y por sus momentos de fe

Porque no es perfecta, pero si perfectible

 

Agradecimiento

Una gratitud del tamaño más grande posible a todas las iglesias que han entendido que el mejor modelo para sus vidas es el modelo que Dios desde la eternidad diseñó y que plasmó en las páginas de la Sagrada Escritura.

Y en especial, a cada una de las iglesias que me han brindado en sus pulpitos un espacio para que juntos sintamos la presencia de Dios y entendamos lo que quiere de nosotros. Gracias. Espero haberles sido útil.


Contacto

 

miguelmontoroministerio
miguelmontoroministerio@gmail.com
mministerio.webnode.mx

 

Serie “Iglesia Hoy”

La serie “Iglesia Hoy” está conformada por tres volúmenes. El libro que tienes en tus manos es el tercero de ellos. El propósito general de la serie es analizar cómo puede la iglesia de Cristo enfrentar los que a juicio del autor son los tres principales problemas que enfrenta en la presente era.

El primero de estos problemas que planteo es la falta de sanidad en nuestro interior y para resolverlo escribí: “Sanidad Espiritual”. El segundo de estos problemas es el pésimo liderazgo que los cristianos están ejerciendo en su hogar, en la iglesia y en su entorno secular y, para resolverlo escribí: “Lideres de Papel”.

El tercero de estos problemas es que la iglesia de Cristo no está practicando los valores adecuados, la clase de cosas que nos vuelven mejores iglesias y en consecuencia, no estamos inyectando en el mundo los valores que logren que la sociedad se dé cuenta que, la iglesia es el único lugar que le queda donde puede encontrar gracia y transformación verdaderas. Para resolver este problema, escribí el libro que tienes en tus manos.

En este punto es válido preguntarse: ¿Dónde podemos descubrir cuales son esos valores que convierten a la iglesia en una fuente de poder espiritual? La respuesta no es tan complicada: esos valores los encontraremos en las iglesias que nacieron en los primeros años de cristianismo y que, entendieron con claridad como debían de vivir en esta tierra algo que, la iglesia del presente siglo parece que no ha entendido.

Las iglesias de la Biblia, con muchos menos recursos materiales de los que tienen las iglesias del día de hoy transformaron a la sociedad de su tiempo mientras que, la iglesia cristiana del presente siglo parece que lo único que desea es que el mundo la transforme. El mundo debiera imitar todo lo que hace la iglesia, pero al parecer lo único que le preocupa a la iglesia es imitar al mundo y, el resultado está siendo desastroso. Como iglesia de Cristo no estamos transformando al mundo lo que debiera ser nuestra máxima prioridad.

Así que,si los valores que practicaban las iglesias del primer siglo pueden volvernos una mejor iglesia, en este libro vamos a extraerlos de las Sagradas Escrituras para entender como cada creyente puede poner estos valores en su vida cotidiana para que así, estos se vuelvan algo permanente en nuestra vida como congregaciones cristianas y con esto logremos transformarlo todo lo que implica nuestra vida, nuestras familias, nuestras culturas y nuestra sociedad completa.

Así que, ven conmigo y descubre la forma en como vivieron las iglesias descritas en el libro de los Hechos de los apóstoles y sorpréndete al descubrir que, detrás de cada historia que encontraremos hay mucho más que simples relatos para dar clases de niños.

Prepárate para encontrar valores que te transformarán y, sé valiente; pon estos valores en práctica para que te vuelvas a sorprender, pero ahora al ver como todo a tu alrededor comenzará a cambiar.

Con aprecio en Cristo

Miguel Montoro


Imitemos a las Iglesias de la Biblia

Segunda Edición

 

Introducción

Galilea, 29 d.C.

Toda la conmoción ha pasado. Se han secado todas las lágrimas y la mayoría de los visitantes temporales de Jerusalén que llegaron ahí para celebrar la pascua, se han ido. Las arcas del templo rebosan de ofrendas y no parece importante recordar a tres crucificados, el terremoto, las tinieblas y los muertos resucitados. Fue impresionante sí, pero el peso de la rutina se ha llevado la conmoción y junto con ella la romántica historia del galileo que trajo en su mensaje unas palabras que Él dijo que provenían de los cielos.

La historia parece que seguirá igual, pero no. El mundo ya no es el mismo 

Once hombres descienden de la cima de una montaña para asistir a una cita que cambiara la historia. Se miran sin atreverse a decir palabra alguna. La carga emocional que tienen en sus hombros es y ha sido hasta ese momento abrumadora. Ellos recuerdan los últimos días como un aluvión de sentimientos y lo único que viene a su memoria son el aposento alto, las interminables oraciones que calmaban su espíritu y los sollozos de las mujeres que hacían recordar el dramático final que, en una cruz, sobrepasó la crueldad del castigo mostrando la injusticia de asesinar al inocente.

Estos once hombres ahora tendrán que iniciar un largo camino a Jerusalén para ahí, encontrarse con lo que su maestro ha prometido y eso, una promesa, es lo que está sostenido cada aspecto de su vida.

Hace ya mucho tiempo que escucharon la voz del Maestro. Sus palabras parecieron demasiado serias para ignorarlas. Les prometió un Consolador, un Ayudador, una persona divina que vendría al mundo a ocupar el lugar vacío que Él dejaría. Una persona divina que más que hacer milagros o magia, vendría a recordarles sus palabras y a guiarlos a la certeza plena de las cosas, a la verdad indubitable de la vida, a la forma como Dios piensa en el cielo.

Así que, van a la búsqueda de que se cumpla la promesa de la venida del Espíritu Santo a la tierra.

Jerusalén, 29 d.C. 50 días después de la celebración de la Pascua

Es tiempo de cumplir promesas y de que la obra inicie.

Está por celebrarse la fiesta de pentecostés y, como sucede con la pascua, una gran cantidad de gente ha llegado hasta Jerusalén desde diversos lugares para guardar en la ciudad de David esta fiesta solemne.

Muchos de los que llegan a celebrar se encuentran con la nueva de lo que pasó 50 días antes y ante las noticias de un galileo crucificado que ha dejado la muerte atrás, la expectación por conocer a quiénes vivieron con este hace que una muchedumbre mucho más grande de lo habitual se reúna justamente donde están aquellos a quienes la gente señala llamándoles “los seguidores” de Jesús de Nazaret.

La multitud es grande, puesto que la festividad lo amerita, pero, parece que la gente se va a ir decepcionada el día de hoy. Los seguidores de Jesús solo parece que tienen tiempo para orar y, ni siquiera se observa un cambio de actitud en las mujeres que estuvieron en el grupo nuclear de Jesús y que también no dejan de orar con los demás.

Los visitantes se miran inquietos y algunos se hacen una seña con la clara intención de decir a sus acompañantes que es tiempo de marcharse, que nada ha pasado y, por ende, con seguridad nada de lo que el vulgo dice pasó. Es tiempo de partir, parece que las promesas de Dios, no se cumplirán.

Y de pronto, el estruendo.

Desde lo más sublime de los cielos, un sonido que desciende de lo alto se precipita sobre el lugar donde hay hombres y mujeres reunidos y entonces, la incredulidad dejó de existir. Un viento recio que causa un gran estruendo empieza a sacudir la casa donde todos están para después empezar a sacudir corazones.

Las miradas de aburrimiento son ahora miradas de desconcierto y de temor.

Definitivamente, no es lo mismo enfrentar la curiosidad que enfrentar a Dios y de ese enfrentamiento hoy, saldrán sin lugar a duda muchas almas que no podrán seguir siendo iguales. El estruendo continúa y parece que va a acabar con todo cuando de pronto, un tenue destello en el techo empieza a cobrar fuerza y a cada momento una intensidad cada vez mayor.

Es entonces cuando el destello da su paso a lo que parece ser lenguas de fuego, flamas que vienen y van y que comienzan a descender acompañadas de la música de fondo de las oraciones que tienen en ese momento la certeza de saber que Dios les ha respondido.

La promesa se está cumpliendo y es necesario que la gente lo vea, que la gente sepa, que la gente tenga la certeza para poder contar a otros la historia. Que la certeza sea clara en el sentido de que Cristo, el Mesías resucitado predicado por un grupo de sus seguidores cumplió lo que prometió para que entienda que, si la promesa es real, la tumba vacía lo era también.

Si la tumba vacía es real, entonces, todo acerca de Cristo es real; las enseñanzas, los milagros y las palabras fueron verdaderos y si esto fue así, no hay más que decir, Dios caminó entre ellos y no quedaba más que reconocerlo y actuar en consecuencia, lo que nos permite explicar porque ese día más de tres mil almas vieron en la cruz la respuesta y, desde entonces, el Señor que murió en esa cruz sigue siendo la única respuesta.

Ese evento portentoso del derramamiento del Espíritu Santo fue un acto probatorio de la verdad de lo que había sucedido. Fue una manera de dar credenciales, de acreditar a los mensajeros y de dar confiabilidad a su mensaje.

Todos los detalles de este evento y lo que trajo como consecuencia, están registrados en la Biblia en el libro de Hechos de los apóstoles libro que será la base medular del material que se presenta en este documento.

Hechos de los apóstoles no es otra cosa más que el relato de Dios acerca de la fundación, establecimiento y crecimiento de la iglesia cristiana lo que le da al libro de Hechos la calidad de un libro de relato histórico cuya función es darnos a conocer el desarrollo del nuevo pacto de Dios convertido en asambleas, en grupos de personas reunidas bajo un mismo propósito.

El libro de Hechos es la validación del mensaje de los evangelios. Es la prueba de que el más grande misterio de todos se estaba cumpliendo, el misterio de que el pueblo de Israel y las naciones gentiles se unían bajo la bandera de la gracia.

Esto queda claro cuando vemos en el libro de Hechos que cada vez que se manifiesta el Espíritu Santo de manera visible o cada vez que el don de lenguas se da a conocer siempre hay o un grupo de judíos o un grupo de gentiles que necesitaban saber que este misterio había sido develado y que ellos eran participes de un momento histórico que lo estaba cambiando todo.

Bajo este criterio miraremos al libro de Hechos.

La perspectiva teológica será la de cada lector de este libro. De la mano de Lucas, escritor humano del libro de Hechos de los apóstoles conoceremos iglesias, siervos, siervas, ministerios, trabajo en equipo y muchas cosas más que dieron forma a lo que hoy nosotros conocemos como la iglesia de Cristo.

Pero, antes de entrar en materia, consideramos necesario hacer una observación que a nuestro juicio es de vital importancia.

Cuando los cristianos de la presente era nos acercamos a la iglesia del primer siglo, muchas veces lo hacemos de una manera casi romántica. Imaginamos los primeros años del cristianismo como una etapa de oro, una etapa en donde la iglesia vivía carente de los problemas y conflictos que enfrentamos el día de hoy. Nada puede estar más alejado de la realidad.

La iglesia del primer siglo tenía nuestras mismas luchas y nuestros mismos problemas. En momentos, vivían avivamientos que arrasaban con todo y en otros momentos, vivían subyugados por el pecado que la mermaba y dividía.

Los siervos de esta iglesia se llenaban del Espíritu de Dios y se convertían en lumbreras que rasgaban las tinieblas de la maldad para de pronto, verse envueltos en soberbias, envidias y toda la gama de emociones humanas negativas que acaban con la estabilidad de cualquier persona.

Pero, hay algo que, en medio de todo esto debe asombrarnos.

Algo tenían las iglesias de la Biblia que permitió que lograran cosas sorprendentes. Algo sabían, o algo pusieron en práctica que logró que cimbraran cualquier lugar en donde se paraban sin que nada les pudiera detener y el eco de eso que pudieron hacer seguirá resonando mientras el hombre exista sobre la faz de la tierra.

Es por eso por lo que creemos que la iglesia del presente siglo debe lanzar una mirada a lo que tuvo la iglesia del primer siglo porque tal vez ahí, la iglesia de hoy encuentre la dirección para poder pensar, hablar y actuar como la iglesia que más cerca ha estado del momento en el cual fueron declarados los principios doctrinales sobre los cuales se tenía que empezar a edificar la estructura de lo que hoy llamamos “cristianismo” 

Los oyentes de los primeros años del cristianismo tenían a la mano a los testigos oculares de la presencia de Dios en la tierra, a los apóstoles, para preguntarles que fue lo que quiso decir el Señor de la iglesia. Esto los acercaba de una manera veraz a la esencia del mensaje de la vida cristiana, un mensaje libre de la corrupción de la política que degradó el principio bíblico hasta volverlo una religión trescientos años después de cuando ellos vivieron.

Así que, sin lugar a duda podemos afirmar que, esta iglesia del primer siglo estaba de una manera exageradamente cercana a los valores sobre las cuales debiera fundamentarse la existencia del cuerpo espiritual de Cristo de hoy por lo que, se vuelve una necesidad urgente que, el día de hoy imitemos a las iglesias de la Biblia.

Los valores de Dios deben ser los valores de la iglesia

Solo así la iglesia será como su Creador desea.

A final de cuentas, Él es el Señor de la iglesia

La compró con su sangre

¿Estamos dispuestos a devolvérsela?

 

Imitemos a las Iglesias de la Biblia

Segunda Edición

 

Índice

Introducción.


Capítulo 1. ¿Qué es la iglesia?

La iglesia es un cuerpo
La iglesia es un edificio
La iglesia es una esposa
La iglesia es una labranza
La iglesia es un rebaño
La iglesia es luz y sal

           

Capítulo 2. Lo que Deben Hacer los Miembros de la Iglesia

Vivir obedeciendo los mandatos de Dios 
Teniendo la necesidad de orar 
Buscar mantener la unidad 
Ser merecedores de las promesas de Dios
Tener una vida Cristo céntrica 
Mostrar el poder de Dios 

           

Capítulo 3. Imitemos a las Iglesias de la Biblia

La Iglesia en Jerusalén 

Enfrentemos la oposición 
Compartiendo las angustias 
Viviendo con disciplina 
Dando su lugar al sufrimiento 
Trabajando de manera organizada 
No negándole nada a Dios 

La iglesia en Samaria 

Desarrollando la capacidad de obedecer 
Usando las motivaciones adecuadas 

El apóstol Pablo en Damasco y Jerusalén 

Aprendiendo a caminar en Cristo 

Las iglesias en Lida, Jope y Cesaréa 

Mostrando el poder de Dios 
Entendiendo la voz de Dios 

La iglesia en Antioquía de Siria 

Creciendo en base a la buena enseñanza 
Teniendo una identidad 
Ayudando a otras congregaciones 
Dejando la soberanía a Dios 

Las iglesias de los viajes misioneros del apóstol Pablo

Anunciando un mensaje de gracia Antioquia de Psidia
Perseverando en ganar corazones Iconio 
Sintiendo amor por las almas Listra 
Respetando a todos El concilio en Jerusalén 
Entendiendo la dignidad del siervo Filipos 
Guardando la integridad de todos Tesalónica 
Asegurando la calidad del mensaje Berea 
Defendiendo la fe con sabiduría Atenas 
Compartiendo el conocimiento Corinto 
Corrigiendo lo deficiente Éfeso 
Aceptando la voluntad de Dios Los ancianos de Éfeso en Mileto 
Usando la vida como testimonio Pablo viaja a Roma
 

 

Capítulo 4. Como vive la iglesia del presente siglo

Crece por división no por multiplicación 
Con un desmedido amor por el mundo 
Preocupada por la forma no por el fondo 
Convertidas en cuevas de ladrones 
Propiciando el morbo religioso 
Realizando cultos irracionales 

 

Capítulo 5. Las cuentas que debe entregar la iglesia

Un cuerpo libre de enfermedades y parásitos 
Unos cimientos que nunca se movieron
Un ajuar terminado
Un fruto que debe estar maduro
Un registro de fiel obediencia
Un buen sabor y el brillo de la acción del Señor


Conclusión                                                                                                               

 


Capítulo 1
¿Qué es la Iglesia?

En el segundo volumen de la serie Iglesia Hoy, Líderes de Papel, analizo conceptos básicos acerca de lo que es la iglesia, su organización y su funcionamiento por lo que, aconsejo al lector que lea este libro puesto que la información sobre la iglesia que hay en él, sería una introducción a lo que veremos en este capítulo en el cual analizaremos que nos dice la Biblia acerca de lo que es la iglesia.

La definición de la palabra griega eklessia que es traducida modernamente como: “iglesia” simplemente traduce “asamblea” o sea un conjunto de personas reunidas con un propósito común, pero, en la Biblia la iglesia es vista como algo más que “personas reunidas” y para hacernos comprensible lo que ese “algo más” significa, la iglesia dentro de la Biblia es comparada con varias cosas que nos hacen entender que es para Dios la iglesia y por lo tanto, lo que debería ser para nosotros.

La iglesia es un cuerpo


Y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia
Colosenses 1.18 RV1960


Sino que, siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor
Efesios 4.15-16 RV1960

Podemos imaginar que es la iglesia si pensamos en lo que es un cuerpo humano.

Colosenses nos dice que Cristo es la cabeza del cuerpo, el cual es la iglesia, esto implica que todas las órdenes, toda la dirección y toda la coordinación que la iglesia pueda necesitar deben provenir únicamente de Cristo y de nadie más por lo que la iglesia debe buscar garantizar que realmente sea Cristo quién la esté gobernando y no hombre alguno.

Efesios por su parte, nos dice que nuestra vida debe tener como centro a Cristo ya que debemos crecer “en todo” en Cristo por lo que queda claro que nuestra misión en esta vida es ser imitadores de Él como afirma 1ª. Juan 2.6. Esta imitación se lleva a cabo si todo lo que hacemos está motivado por el amor así, las personas a nuestro alrededor verán en nuestras palabras y acciones el reflejo de la cabeza de la iglesia que es Cristo. 

Ahora, pensemos que en el cuerpo hay coyunturas y órganos que realizan funciones que, entre todas son complementarias lo que implica que, en la iglesia nadie tiene mejores talentos, tan solo somos personas que vivimos ejerciendo diferentes funciones, no puestos de un organigrama. Todos somos necesarios. 

Despreciar la función de cualquiera de mis hermanos es despreciar el modelo de Dios para la iglesia lo que finalmente implica que, estamos despreciando al propio Cristo.

En la iglesia existen “personas función” que unen a los órganos para que puedan trabajar juntos y lograr los propósitos de Dios para cada asamblea local. Estas “personas función” son los líderes de cada iglesia que, humillando su ego para tratar a los demás como superiores a ellos mismos (Filipenses 2.3) dan un ejemplo de servicio que motiva a toda la iglesia a dirigirse en la dirección que, por medio de los líderes, Cristo, Señor de la congregación va marcando con claridad.

Por lo anterior, no debe de extrañarnos que, es en las divisiones de las coyunturas, o sea, en las diferencias entre los líderes donde muchas iglesias han ido contra el modelo de Dios para ellas dividiendo al cuerpo de Cristo impidiéndole que crezca espiritualmente hacia una mejor calidad espiritual lo que además de los naturales problemas hacia el interior de la comunidad, hace que el mundo no pueda recibir el mensaje de amor que a la iglesia le corresponde esparcir.

Ahora, notemos algo que dice el pasaje de Efesios sobre el crecimiento de la iglesia.  Este, es dado por Dios, le es otorgado a la congregación en correspondencia a sus esfuerzos de vivir en santidad. Dios añade cada día a los que han de ser salvos a la iglesia (Hechos 2.37) pero los añade solo a iglesias que, siguiendo la voluntad de Dios crean las condiciones para que cada miembro de la congregación pueda seguir creciendo lo que nos pone en una perspectiva hermosa, pero a la vez preocupante: el crecimiento de la iglesia depende de la unión de los líderes y el trabajo de los congregantes.

Así que, la debilidad o fortaleza, apatía o interés, comunión o división que cada iglesia tenga es responsabilidad de cada uno de los que la integramos así que, si no hago mi parte en el trabajo del cuerpo que es mi iglesia seré responsable de que esta esté sumida en la tibieza espiritual algo que, Dios aborrece (Apocalipsis 3.16).

Así que, toda iglesia que quiere vivir de acuerdo con el modelo que Dios diseñó para esta, debe estar haciendo las siguientes cosas:

1.    Solo debe hacer lo que la Biblia enseña. La iglesia debe vivir para seguir la voluntad de Cristo y esta, está plasmada en la Biblia así que, todo lo que la iglesia haga debe tener respaldo bíblico de lo contrario se seguirán prácticas humanas que pueden estar conducidas por la carne y no por la voz del Espíritu en las cuales, por supuesto, no existirá fruto alguno (Colosenses 3.23).

2.  Sus líderes deben propiciar la unidad. Los líderes de la iglesia existen para generar unidad entre sus miembros. Cualquier cosa que hagan que provoque división es un acto de soberbia humana en donde el líder de la iglesia actúa como si esta le perteneciera.

Reflexión. En todo cuerpo hay dos tipos de organismos. Los organismos funcionales y los organismos parásitos. Los primeros al hacer su trabajo hacen que el cuerpo se mantenga funcional y sano, pero, los organismos parásitos roban la energía del cuerpo, evitan su crecimiento, lo mantienen enfermo, cancelan su capacidad de desarrollo y contagian a otras células para que también se vuelvan productoras de mal.

A los ojos de Dios ¿soy una célula funcional o una célula parásito de mi iglesia?

¿Cuál es la única forma que existe para evitar que una célula parásita siga causando daño? Pues lo mismo es lo que Dios hará conmigo si le hago daño a su iglesia en cualquier forma posible.


La iglesia es un edificio

Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios,
edificio de Dios
1ª. Corintios 3.9

Edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quién todo el edificio bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor
Efesios 2.21

Somos el edificio de Dios. La palabra griega utilizada para referirse a la iglesia como edificio en el Nuevo Testamento (oikodomay) se refiere a algo más que puertas y ventanas, se refiere a una estructura que se ha levantado y se sigue levantando, un edificio vivo, una edificación que incluye gente, gente que es como una familia.

Somos una familia espiritual. Si en nuestra iglesia no nos sentimos “como en familia” si no sentimos que somos parte de un bien mayor que nos beneficia a todos, si no nos sentimos cobijados, alentados y correctamente confrontados, no somos familia y por ende no sentimos interés alguno en lo que pueda pasar en nuestra congregación para bien o para mal.

Este edificio vivo, constituido por mucho más que piedras muertas tiene una meta, un propósito bien definido, que es llegar a ser un templo santo para Dios, llegar a ser un espacio donde hasta el elemento más pequeño esté consagrado para el uso exclusivo de Dios, pero esto, requiere un proceso, un viaje de entrega que necesita de un elemento fundamental para que esto pueda cumplirse: coordinación.

Coordinación es la relación que existe entre elementos del mismo nivel jerárquico de forma que, ninguno de ellos está subordinado al otro. Coordinación es todo lo que sucede entre elementos iguales, es toda acción que lleva a alcanzar un beneficio para todos, un beneficio común, una meta de vida, que en el caso de la iglesia debiera ser vivir en santidad para Dios algo que desde la antigüedad el Creador reclamaba para el pueblo de Israel (Éxodo 28.36). Este reclamo es ahora para todos los que formamos la iglesia universal de Cristo, hayamos o no nacido en Israel.

Coordinación es que todo se haga conforme a un plan determinado donde una “coyuntura” se mueve en la misma dirección que lo hacen los órganos. Cuando una coyuntura pide que se muevan las cosas hacia la derecha mientras que un órgano batalla por moverse a la izquierda, eso no es coordinación eso es un desastre que conduce a la improductividad. 

Los edificios de Dios están vivos y la mejor muestra de que lo están es que crecen y saben trabajar para lograr este crecimiento. 

Así que, toda iglesia que quiere vivir de acuerdo con el modelo que Dios diseñó para esta, debe estar haciendo las siguientes cosas:

1.    Debe estar creciendo. Si pasan los años y siempre los miembros de la iglesia son los mismos y los que llegan sustituyen a los que se van, el edificio vivo, no está creciendo, está empezando a morir.

2.    Debe estar trabajando de manera coordinada. Las diferentes opiniones de cada miembro de la iglesia se hacen a un lado para poder tener el mismo sentir y con esto, alcanzar que se logren las metas necesarias y, esta disposición a trabajar con los demás debe estar respaldada por el hecho de que cada miembro de la iglesia debe estar de forma permanente esforzándose por vivir en santidad.

Reflexión. Si pensáramos que, todo lo que hacemos o pensamos tiene un impacto directo en el desarrollo de nuestra familia espiritual, seríamos más responsables con nuestras palabras y someteríamos más nuestros pensamientos al control de Dios (2 Corintios 10.5).

 

La iglesia es una esposa

Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
Apocalipsis 19.7-8

En la Biblia Reina Valera, las únicas menciones de la iglesia como esposa aparecen hasta el libro de Apocalipsis (Apocalipsis 19.7; 21.9; 22.7) lo que implica que su condición de esposa es algo que está por cumplirse. La iglesia está preparándose para convertirse en esposa.

Esto significa que en este momento somos la prometida de Dios, aquella que tiene una promesa de unirse para siempre con el Cordero de Dios.

El novio ha salido de viaje y algún día regresará (Mateo 25.1-13) y como todo novio comprometido y fiel, Cristo nos ha dejado una promesa, una garantía de que su viaje y su separación de nosotros solo ha sido temporal para que confiemos que Él regresará. Esa promesa es el Espíritu Santo, las arras de nuestra herencia (2ª. Corintios 1.22) así que, el Espíritu Santo no solo nos recuerda todo lo que Cristo enseñó, sino que también nos recuerda que Cristo volverá.

Si somos entonces una desposada, ¿que se supone que las desposadas deben de hacer hasta que llegue el momento de su boda?  Y eso, lo que una desposada debe hacer es lo que la iglesia debe de estar haciendo en este preciso momento.

Una desposada en tiempos bíblicos pasaba el tiempo previo a la boda preparando el ajuar, lo que vestiría en la boda. 

Se sabe que como parte de la “dote” o pago que el novio hacia al padre de la novia se incluían unas monedas que la novia debía coser al tocado que usaría en la cabeza durante la boda.

Bajo este criterio, la iglesia como la desposada que es debe de estar preparando sus vestidos, debemos de estar preparando lo que usaremos cuando en la eternidad estemos ante Cristo para unirnos a Él por siempre y esto que estamos preparando debe incluir al Espíritu Santo el cual es nuestras “arras”, nuestras monedas que debemos integrar al vestido que estamos preparando. En consecuencia, lo que estemos tejiendo, lo que estemos cosiendo, lo que estemos bordando debe ser espiritual, debe incluir al Espíritu Santo. ¿Qué podrá ser esto?

Apocalipsis 19.8 nos da la respuesta. Nuestros vestidos son “acciones justas”, es todo lo que podamos hacer viviendo en la justicia de Cristo. Es todo aquello que hacemos para darle la gloria a Dios, son todas las cosas resultado del producto del fruto del Espíritu Santo en nuestras acciones y como toda “obra” lo que hagamos es algo que debe verse, que se tiene que estar manifestando.

Por ejemplo, un creyente puede pasar intensos momentos de oración al día de manera íntima con Dios y asistir a reuniones cristianas buscando sentir la presencia de Dios y puede leer la Biblia por horas enteras al día pero si eso no se refleja en una vida donde se le vean las virtudes de Cristo, donde se vea como logra sujetar a su carne y como hace del amor su lenguaje cotidiano de vida entonces no podemos sumar a la cuenta de tal creyente obra de justicia alguna, no está preparando su ajuar no está en resumen, respetando al novio ausente que algún día regresará.

Así que, toda iglesia que quiere vivir de acuerdo con el modelo que Dios diseñó para esta, debe estar haciendo las siguientes cosas:

1.    Debe propiciar la acción del Espíritu Santo en su entorno. Siendo el Espíritu Santo con quién la iglesia tiene una relación más directa en esta era, se debe buscar realizar cualquier actividad que permita que la acción de este sea cada vez más intensa en cada miembro de la asamblea.

2.  Debe estar preparando su traje para su boda. Imaginemos que Cristo el esposo ausente, envía un mensajero para saber que está haciendo su esposa en lo que Él regresa. ¿El mensajero le dirá que le estamos respetando? ¿El mensajero le dirá que lo extrañamos? ¿Le dirá que estamos trabajando para que nos encuentre preparados? La iglesia debe hacer las cosas para que la respuesta a esta o a cualquier otra pregunta semejante sea: sí.

Reflexión. ¿Qué es lo peor que se puede esperar de una novia que ha quedado esperando al novio perfecto que prometió regresar por ella? ¿Ser infiel al novio? Sin lugar a duda, todos coincidiríamos con ello, así que muchos cristianos sentirían descanso al pensar que no están adorando a otro Dios además del Señor de la Biblia, pero, antes de dar por sentada nuestra inocencia pensemos en que hay tanta infidelidad en la novia que busca otros amores como en aquella que no muestra ningún interés por prepararse para el regreso del amado, que vive sin respetarle, obedecerle o pensar en Él como lo merece. En este último aspecto, ¿también reclamarías inocencia?

 

La iglesia es una labranza


Porque nosotros somos colaboradores de Dios,
y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios
1ª. Corintios 3.9

Nosotros somos el campo de cultivo de Dios, Él es el sembrador (Mateo 13.1-9) y la palabra griega que, por cierto, solo se utiliza en esta cita del Nuevo Testamento y que es traducida “labranza” (geórgion) hace referencia a un cultivo, a algo que se siembra y se cuida con paciencia así que nosotros somos algo en lo que Dios invierte amor, tiempo y cuidado.

Si Dios invierte tanto en nosotros, es válido plantearnos la siguiente pregunta: ¿Qué se puede esperar del campo de cultivo de Dios?

La respuesta a la pregunta anterior es sencilla: producir fruto. Después de un tiempo razonable no importa si las condiciones son propicias o no, el campo de cultivo de Dios debe producir fruto, nuevas almas que presenten sus corazones como tierra fértil para la acción del Espíritu Santo.

La razón de ser de la iglesia es hacer crecer a la iglesia.

Somos productores de gente redimida, somos vehículo para que la salvación alcance al mundo ya que somos embajadores del reino de Dios (2 Corintios 5.20).

Pensando en lo que es la razón de ser de la iglesia, meditemos en lo siguiente:

Hay asambleas cristianas que tienen enormes programas de actividades durante el verano, otras que pueden presumir de una membresía que se cuenta por miles. Hay templos que son construcciones majestuosas que atraen personas solo por su arquitectura. Muchas congregaciones presumen de tener sus propios institutos de capacitación con transmisiones televisivas que llegan a todo el mundo; esto, es lo que la iglesia hace, y lo hace para brindar recursos al pueblo de Dios que le ayuden a este a ser edificado por la Palabra de Dios bajo la dirección del Espíritu Santo que mora en el corazón de cada creyente o al menos, así es como se supone que debiera ser.

Pero, todo lo descrito anteriormente sería inútil si no existieran personas a las cuales compartir todos estos recursos. Sin cristianos, no hay fruto, no hay ladrillos en el edificio de Dios ni células en el cuerpo espiritual de Cristo y eso es precisamente lo que es la razón de ser de la iglesia, producir fruto, ganar almas para la eternidad.

No debemos valorar a la iglesia cristiana bajo ningún otro parámetro que no sea este. Todo lo que veamos que una iglesia hace por muy intenso o grande que sea no define lo que dicha iglesia es ni determina su madurez espiritual o su obediencia a la obra de Dios. Solo el fruto acredita a las iglesias; lo demás, es simple maquillaje.

Así que, toda iglesia que quiere vivir de acuerdo con el modelo que Dios diseñó para esta, debe estar haciendo las siguientes cosas:  

1.   Debe dejar trabajar al labrador. Dios, por medio del Espíritu Santo siempre estará moviendo al cristiano a santificar todas las áreas de su vida (1 Tesalonicenses 4.3) lo que significa corregir lo que está deficiente en nosotros y esto, es doloroso, pero necesario. Cada vez que un miembro de la iglesia se resiste a santificarse, evita el desarrollo no solo de su persona sino también de su congregación.

2.    Debe estar siempre evangelizando. A tiempo y fuera de tiempo, cada miembro de la iglesia de Cristo debe estar compartiendo el mensaje de salvación a quién se lo permite y a quién no se lo permita, debe orar por ellos para que pronto quieran permitirlo. El constantemente llevar almas a los pies de Jesús debe ser una prioridad que se debe señalar desde todo púlpito por encima de cualquier otra actividad. Nada se debe celebrar más que, el recibir un alma nueva para Dios. 

Reflexión. Dice la Biblia que Dios añade a los que han de ser salvos a la iglesia (Hechos 2.47) lo que obviamente sucede en respuesta al trabajo de esta. Si no hay trabajo de evangelismo no hay nuevas almas, la iglesia no crece en número así que, Dios quién es el labrador no enviará almas a una iglesia donde no se les mostrará amor y donde no se les enseñará a amar a los demás por lo que, si tu asamblea no recibe nuevas almas esto es un reflejo de que no estás listo para recibirlas y pensar que tu iglesia sea calificada de incompetente por el labrador no creo que sea algo que te agrade porque esto obviamente apunta a que tu vida espiritual es incompetente también.

 

La iglesia es un rebaño


Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas.
1ª. Pedro 2.25

Dios es el Pastor de su iglesia y hace con los suyos lo que todo pastor hace por su rebaño: lo cuida, lo que debemos ver como algo normal ya que estamos hablando de un rebaño que Cristo compró al precio de su propia sangre y este alto precio confiere al Salvador la autoridad de ser Pastor sobre todos nosotros.

El Salmo 23 que es conocido universalmente como el “salmo del pastor” nos puede bien mostrar lo que Cristo hace por aquellos que forman parte de su redil. Debemos notar que el salmo 23 nos invita a vivir en la confianza total en el pastor sabiendo que todas las cosas estarán siempre dispuestas para nosotros ya que la Biblia Reina Valera presenta las acciones del pastor en tiempo futuro con lo que queda claro que la confianza es lo que siempre debe acompañar a toda oveja del rebaño de Dios.

Esto dice el salmo de la oveja: el pastor hace que nada nos falte (versículo 1). Esto implica que a todo lo largo de nuestra vida como ovejas, siempre tendremos lo que sea necesario para poder hacer la voluntad de Dios, no la nuestra.

El pastor nos hace descansar “en lugares de delicados pastos” (versículo 2) lo que significa que siempre tendremos a la mano el alimento necesario y preciso que no nos cause daño alguno y que nos ayude a mantenernos con la mejor condición espiritual posible. 

El dueño del redil nos pastoreará “junto a aguas de reposo” (versículo 2), esto, nos hace ver que Dios siempre va a estar con nosotros para que sintamos su presencia, para curar nuestras heridas, para hacernos sentir descanso, pero, todo esto será cerca de aguas de reposo de tal forma que, siempre tengamos manera de sentir reposo, tranquilidad para saciar la sed que nuestra alma sienta.

El pastor “confortará mi alma” (versículo 3) lo que significa que, mis emociones y pensamientos siempre recibirán de Dios las ideas necesarias para ser fortalecidos lo que me dará la idea clara de que, no importa la circunstancia siempre podré salir adelante.

El pastor me “guiará por sendas de justicia por amor de su nombre” (versículo 3). El nombre del pastor es “fiel” (Apocalipsis 19.11) así que, por amor a su naturaleza, por coherencia con lo que es, nunca se apartará de nuestro lado. Esta fidelidad se reflejará en que siempre será una guía confiable para nuestra vida así que, siempre sabremos hacia donde dirigirnos. El hijo de Dios que le devuelve a Él la clase de fidelidad que Él manifiesta nunca vivirá ninguna clase de incertidumbre.

En el valle de la sombra de muerte “no temeré mal alguno porque tu estarás conmigo” (versículo 4). Nunca se nos promete que jamás entraremos al valle de la sombra de muerte, pero, cuando estemos ahí, nunca el temor será más grande que nuestra confianza para salir adelante porque Dios estará ahí, y, podemos tener la seguridad que, si alguien conoce el terrible ambiente de la muerte y la soledad es Él.

La vara y el cayado del Señor “nos infundirán aliento” (versículo 4). La vara es una herramienta para azotar a la oveja para que esta por necedad no se quiera mover fuera de una situación que la pone en peligro mientras que el cayado es una herramienta para atraer a la oveja hacia el camino que el pastor sabe que es el mejor. El pastor eterno durante nuestra estancia en el redil terrenal permitirá que situaciones difíciles lleguen a nosotros y que en muchas ocasiones estas pongan a prueba nuestra fe, pero, debemos estar seguros de que, estas cosas terminarán logrando en nosotros una mayor resistencia para poder seguir adelante hasta alcanzar el fruto de nuestra fe y nuestras recompensas.

El pastor preparará nuestra mesa en presencia de aquellos que nos angustian (versículo 5) lo que implica que el pastor será quién lleve nuestra causa, quién exhiba a nuestros enemigos y, sobre todo, quién ejecute lo que ellos merecen (Romanos 12.19) así que nosotros, podremos ocuparnos de lo que nos corresponde con nuestros enemigos: tratarlos como Cristo nos trata a nosotros.

El pastor derramará aceite en nuestras cabezas lo que hará que nuestra copa se derrame en abundancia (versículo 5). Siendo el aceite símbolo del Espíritu Santo en la Biblia es obvio que, nuestro gran Consolador (Juan 14.16) siempre estará ahí para librarnos de cualquier cosa que quiera afectarnos y, ayudarnos a salir adelante de cualquier peligro que desee destruirnos y está asistencia que “sobreabundará” servirá para que a otras ovejas les demos el mismo ánimo y fortaleza que estamos recibiendo de una manera tan precisa.

Estar siempre al lado del pastor de las bendiciones provocará estar viviendo una vida bendecida, una vida de prosperidad que nos permita siempre hacer la voluntad de Dios (versículo 6). 

Este mismo versículo nos asegura una promesa extraordinaria: nuestro redil en la tierra no es otra cosa más que un pequeño anticipo de nuestro redil en e cielo. Lo que gozamos ahora, se convertirá en algo perfecto puesto que además de tener ahí lo que gozamos hoy, tendremos que añadir la bendición de que seremos libres de nuestra propia carne por lo que cualquier cosa que nos pase será sin presencia de pecado alguno y viviendo en una plenitud total de vida. Para toda oveja fiel los tiempos mejores están por venir.

Así que, toda iglesia que quiere vivir de acuerdo con el modelo que Dios diseñó para esta, debe estar haciendo las siguientes cosas. 

1.    Debe buscar la presencia del pastor dentro del redil. Dios puede ser buscado de manera personal por medio de la oración, la lectura de la Biblia y la adoración, pero, el buscar a Dios reunido junto con las demás ovejas nos da algo que, solos nunca podremos obtener. Por mencionar una sola cosa, el convivir con nuestros hermanos nos permite que, lo que estamos aprendiendo pueda pasar de las palabras a los hechos. Una relación con Dios que no se manifieste a través de una excelente relación con los hermanos, es una relación débil e ineficiente (1 Juan 4.20).

2.   Debe depender completamente de la presencia de Dios. Si tantas cosas vienen de parte del pastor como hemos visto, lo más natural es que cada oveja quiera estar junto al pastor y esto, es personal. Si las otras ovejas quieren alejarse a probar suerte lejos de la presencia de Dios o si hay las que quieren aventurarse pensando  que sin el pastor tomarán mejores decisiones eso, es su problema, yo debo de estar en la iglesia, siempre que pueda sin importar cuantos van o quiénes han dejado de asistir. Al paso del tiempo, mi fidelidad personal provocará el desarrollo de la fidelidad personal de los demás.

Reflexión. En este apartado, mucho hemos visto de lo que hace el pastor por el rebaño, pero ¿Qué debe hacer cada miembro del rebaño por el pastor? Juan 10.3, 4 y 27 nos da la respuesta: oír su voz y obedecerla. Todas las ovejas del redil de Dios oyen su voz, de eso, no hay duda, pero no todas la obedecen y es precisamente en el hecho de no obedecer la voz de Dios donde está la causa de todos los problemas que una oveja puede enfrentar así que, bueno sería que volviéramos la obediencia una forma de vida.

 

La iglesia es luz y sal


Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.
Mateo 5.13-14

La iglesia es columna y baluarte de la verdad según escribió Pablo en 1ª. Timoteo 3.5 lo que la coloca en una “incómoda posición” ya que la iglesia tiene por una parte que luchar contra un mundo que aborrece la verdad y por otro lado, debe resistir los ataques que este le dirige permanentemente, pero, a pesar de todo ello, la iglesia debe mantenerse siendo un referente del mundo, y eso solo lo podrá lograr si se mantiene siendo sal de la tierra y luz del mundo 

En los tiempos de Cristo como en la actualidad, la sal cumplía dos funciones. La principal de ellas era: conservar los alimentos para que no se pudrieran rápidamente y la segunda, dar un poco de sazón a la comida. Si eso es lo que tenía en mente Cristo el Señor de la iglesia al decir que somos “sal” de la tierra. ¿Qué significa que debemos de estar haciendo como creyentes de una asamblea para con el mundo? Y, espero hayas notado la frase “para con el mundo” por lo que nos referimos a cosas que debes hacer fuera de las cuatro paredes que conforman tu templo, cosas que deben impactar a la gente de tu alrededor y, principalmente a gente que no tiene a Cristo en su corazón. No olvides esto. Somos sal de la tierra, no sal de la iglesia.

Entendido lo anterior, debemos “conservar”, impulsar los valores espirituales que encontramos en la Biblia para presentar al mundo el reto de que se atreva a vivir de acuerdo con esos valores demostrándole que, nuestra vida transformada y diferente es la mejor evidencia de que esos valores le pueden transformar. La iglesia debe ser lo que el mundo necesita para que así el mundo sienta necesidad de la iglesia. Aquellos que son sal de la tierra no imitan lo que el mundo es (Romanos 13.12) sino que logran hacer que el mundo les imite a ellos así que, la sal de la tierra si lo pensamos bien, parece que está más escasa de lo que imaginamos.

Además, debemos dar un poco de “sabor” al insípido sabor a soledad y apatía que el mundo pone en los corazones de quiénes viven de acuerdo con la corriente que este lleva impulsada por el mismo Satanás (Efesios 2.2).

Y este “sabor” solo será evidente al mundo cuando este vea que estamos completos en Cristo (Colosenses 2.10) por lo que, le mostramos al mundo que no hay nada que pueda ofrecernos que nos pueda dominar (1 Corintios 6.12) porque estamos siendo esclavos de Cristo puesto que en Él encontramos todo lo necesario para ser felices. Quién viva de acuerdo con los dictados del mundo nunca será feliz así que, el ver a una persona que es completamente feliz siempre provocará que, el mundo desee tener eso que, por ningún medio puede obtener.

Pero también somos la luz del mundo, somos una ciudad asentada en la cima de un monte, no importa dónde nos movamos, no podremos escondernos, y no debemos rechazar esta función que tenemos de referencia porque el lugar donde está asentada la iglesia es un lugar desde donde se emana luz hacia un mundo que vive en tinieblas.

La luz de la iglesia debe ser como un faro que le muestre al mundo que es de lo que carece y que es lo que lo vuelve ineficaz e infeliz y esa función de atracción es algo inevitable; desde el momento en que aceptamos a Cristo en nuestro corazón empezamos a dar sabor y a iluminar nuestro alrededor. Si hacemos esta función, lograremos cumplir los objetivos para los cuales fuimos rescatados y cuando partamos de este mundo tendremos las mayores recompensas que nos podamos imaginar.

Así que, toda iglesia que quiere vivir de acuerdo con el modelo que Dios diseñó para esta, debe estar haciendo las siguientes cosas. 

1.    Debe resistirse a imitar lo que el mundo hace. No debe la iglesia hacer hacia el interior nada que esté fuera de la Biblia. No debe imitar modas, tendencias, ideas, filosofías o prácticas que no demuestren provenir del pensamiento de Dios. 

2.   Debe salir de sus cuatro paredes. La iglesia debe estar haciendo actividades que la muevan hacia el exterior, hacia el mundo, debe buscar las actividades donde el mundo sepa que la iglesia existe y que propósito tiene, debe ayudar a atender las necesidades de afuera sin descuidar las necesidades de adentro (Gálatas 6.10) por lo que, siempre que le preguntemos al mundo debe saber al menos, donde está la iglesia; de lo contrario, el mundo ha ahogado a la iglesia y le está ganando la batalla.

Reflexión. Si no somos la sal de la tierra que Dios necesita, seremos como la sal de baja calidad de los tiempos de Cristo que se almacenaba en los sótanos del templo y durante la época de invierno se sacaba para regarse en las losas de los pisos de los atrios del templo para que así las personas no resbalaran por la presencia de la nieve y de la lluvia por lo que los oyentes de Cristo entendieron bien: la sal que no hace su trabajo solo sirve para ser pisada, hollada, despreciada. 

El nombre de Cristo es blasfemado entre los que no creen (Romanos 2.24) a causa de aquella sal que por su cercanía con el mundo ha perdido su sabor y en lugar de darlo, de despertar el apetito por la santidad y conservar lo bueno solo exalta lo malo. Sera dura la recompensa en la tierra para la sal sin sabor y carente la recompensa que recibirá en la gloria.

Hemos concluido el análisis de cómo es la iglesia simbolizada en la Biblia.

Tenemos ya un modelo práctico de lo que la iglesia debe hacer y, para que este modelo quede más claro analizaremos que hacían las iglesias cristianas que encontramos en el libro de Hechos de los Apóstoles pero, antes de llegar a este punto, dedicaremos el siguiente capítulo para entender que es lo que se espera que hagan los miembros humanos de las asambleas, los creyentes redimidos por la sangre de Cristo ya que, si como cristianos no hacemos lo que estudiaremos, jamás podremos ser iglesia y por ende, nunca viviremos de acuerdo al modelo perfecto que Dios tiene para esta y que la vuelve triunfadora así que, prestemos mucha atención a los siguientes señalamientos que, el Libro de la iglesia, le hace a la iglesia misma.

  


Capítulo 2
Lo Que Deben Hacer los Miembros de la Iglesia

Nos ha quedado claro que, en “Imitemos a las Iglesias de la Biblia” estamos conociendo el modelo de Dios para la iglesia, o sea, estamos aprendiendo que es lo que la iglesia de Cristo debe de hacer para cumplir con la voluntad de su Señor. Para ello, vamos a estudiar lo que hacían las iglesias en el libro de Hechos de los Apóstoles para poder imitarlo en nuestros entornos congregacionales, pero, antes de entrar en ello lo que haremos en el capítulo 3 queremos analizar de la mano de la Biblia “algo” que es el fundamento de lo que estudiaremos.

¿Qué es ese “algo”?

Como todos podríamos razonarlo, la iglesia, está compuesta de elementos humanos, de personas, cada una de las cuales forma parte de ese mosaico de miles de facetas que, juntas dan forma a cualquier asamblea cristiana. Pues bien, deseamos estudiar qué es lo que Dios espera que hagan los miembros de la iglesia y esto, es muy importante ya que, si cada miembro de la iglesia hace lo que debería de hacer, cuando estos miembros están juntos formarán iglesias que sabrán lo que deben hacer.

En este contexto es importante reflexionar que, cualquier iglesia que no está siguiendo el modelo de Dios para su funcionamiento la podemos identificar fácilmente porque al visitarla, con claridad vemos que no todos sus integrantes están haciendo lo que les corresponde o, algunos están haciendo lo que no les corresponde, otros, hacen más de lo que les corresponde o la mayoría no está haciendo absolutamente nada o, todas lo anterior al mismo tiempo. Sintamos una sincera preocupación de que estás situaciones no describan a nuestra iglesia porque, los culpables somos todos los miembros de esta, pastores, diáconos y congregantes,

Veamos lo que deben hacer los miembros de las iglesias.

 

Vivir obedeciendo los mandatos de Dios

En el libro de Hechos de los Apóstoles en la Biblia vemos al Señor de la iglesia partir de este mundo, pero, antes de hacerlo, les dijo a sus siervos que ellos debían quedarse en Jerusalén para que pudiera cumplirse en ellos la más grande promesa que les había dado (Hechos 1.4). Esta promesa era que la presencia del Espíritu Santo vendría a morar literalmente en ellos para poder guiarlos a “toda verdad” (Hechos 1.5).

¿Cómo pasaría esto?

¿Cómo sabrían los apóstoles que la promesa se cumpliría?

Entendieron claramente que debían esperar, pero ¿Cuánto tiempo?

Sin duda alguna, debemos pensar que, en la mente de cada uno de los atemorizados seguidores de Jesús que están reunidos en Jerusalén teniendo un sentido de unidad (Hechos 2.1) había más preguntas que respuestas. 

Los apóstoles no tenían respuestas para ninguna de las preguntas anteriores o para otras semejantes, lo único que tenían era una orden: esperar. Y esperaron.

A estos seguidores de Jesús podemos acusarles de falta de visión espiritual o de cualquier otra cosa, pero, nunca podríamos acusarlos de desobediencia. En contra de su lógica y de su más elemental sentido de seguridad no se disgregaron, no se apartaron unos de otros, simplemente esperaron. No tenían respuestas para el cómo ni para el cuándo, pero tenían la seguridad suficiente de que una orden de Cristo no debía desobedecerse.

Los siervos de la iglesia no podemos formar parte del cuerpo de Cristo, no podemos ser células vivas u órganos funcionales sino somos capaces de obedecer las disposiciones de Dios. Lo que Dios nos diga, podemos ponerlo en tela de juicio porque somos humanos, pero no podemos dejar de obedecerlo y esto debemos de hacerlo entendiendo que la mayoría de las veces las disposiciones de Dios serán diferentes a las nuestras lo que no debe preocuparnos; nuestro Señor no piensa como nosotros, pero a Él lo seguimos no por eso, sino porque es el dueño de nuestras vidas.

 

Teniendo la necesidad de orar

Sigamos con los apóstoles en el aposento alto mientras esperan el cumplimiento de la promesa de Cristo de la que ya hemos hablado y notemos algo, el tamaño del grupo de seguidores ha cambiado. Ya no son doce, ya no son setenta, ya son muchas decenas más lo que incluye a muchas mujeres entre las cuales está María, la madre terrenal de Jesús y ahora, notemos que están todos en una disciplina sencilla en su ejecución, pero vital para poder alcanzar la meta que Jesús les había puesto: estaban orando
(Hechos 1.14).

Están orando para tener todos un mismo sentir y tienen claro que las oraciones deben apuntar al cielo, no a Pedro o a María o a cualquier otro ser humano pecador, no, las oraciones tenían que ir al lugar a donde el maestro fue y de donde tendría que llegar su promesa. Las dudas de los seguidores de Jesús de las que hablamos anteriormente están siendo respondidas con oraciones.

Así que, aquí tenemos una enseñanza profunda, muy profunda. Las cosas pueden verse mejor cuando oramos por ellas porque esto nos permite esperar la resolución de Dios. Las ansiedades y los afanes (Mateo 26.25-33) por el contrario, hacen que las cosas se vean peores porque en nuestras limitadas capacidades humanas tratamos de resolver cosas sobre las que nunca tendremos el control.

La oración es uno de los vínculos más íntimos que se pueden tener con Dios. Es un camino para percibir la acción del Espíritu Santo en nuestro espíritu. Es un medio para que podamos sentir lo que Cristo siente y tener la certeza de lo que debemos hacer o darnos la paz para esperar los tiempos de las decisiones. La oración es el oxígeno del creyente y es el hábito de los gigantes espirituales. Por ende, los siervos de la iglesia que desean ser ladrillos que edifiquen a su congregación deben hablar sin cesar con Dios para que así la voz del Señor se pueda escuchar en medio de los gritos de Satanás y el ruido que el mundo emite.

  

Buscar mantener la unidad

La obediencia en el esperar y la oración constante ya ha dado su fruto. En el aposento alto ahora hay ciento veinte personas que desean saber más de la historia del carpintero que trajo el amor de los cielos a la tierra (Hechos 1.15). El grupo está unido pero la unidad está alterada y necesita ser restaurada. La unidad se quebró con Judas quién nos enseñó que podemos vivir rodeados de Dios y aun así no llegar a conocerlo.

En Judas la unidad necesaria de la iglesia que está por nacer se fracturó así que, Dios dirige a Pedro a entender que la espera de la promesa tenía que ser en unidad, en una unidad que reconociera lo que Cristo había querido hacer en ellos y ellos, era claro que tenían que ser una imagen visible de la unidad indivisible que existe en las personas de la Trinidad lo cual es fundamental cuando se entiende que la unidad es lo que sostiene los más grandes proyectos de la iglesia.

Impulsado por este principio Pedro se dirige al grupo de creyentes y les invita a unirse, a regresar a como estaban antes de que el Maestro se fuera y recuerda el episodio de la traición de Judas y los invita a todos a elegir a un nuevo apóstol (Hechos 1.15-26) el cual termina siendo Matías.

En el segundo libro de la serie Iglesia Hoy, “Líderes de Papel” analizo a profundidad la elección de Matías así que, remito al lector interesado a este material ya que aquí deseo tratar otros detalles.

Volvamos a la elección. Los creyentes necesitaban un apóstol y no cualquiera podía serlo. Solo un testigo ocular del ministerio del Señor Jesús desde el principio de todo podía recibir ese título y, pronto destacaron con estas cualidades José y Matías (Hechos 1.23). Sus cualidades eran tan completas y su entrega al servicio a Dios tan intenso que no se veía posibilidad alguna en que la balanza se inclinara a favor de alguno de los dos, pero, algo más importante que sus credenciales era la unidad de todos así que el grupo reunido aceptó sin quejarse lo que había en el carácter de estos hombres por lo que resulta obvio que, la unidad es posible cuando reconocemos las cualidades de los demás.

No se ve por ningún lado a María la madre de Jesús queriendo dirigir las cosas o a María Magdalena (si estaba ahí) reclamando por abrir una oficina de atención femenina para creyentes. Incluso, ni siquiera se observa a los apóstoles comportándose como si fueran más importantes que el resto así que queda claro que, aún incluso antes de empezar a existir los miembros de la iglesia nos demuestran que esta, es solo un grupo de personas donde todos ejercen distintas funciones las cuales implican más responsabilidades que privilegios.

Otro detalle a notar es el hecho de que Pedro, al invocar la necesidad de un nuevo apóstol cita las Escrituras encontrando en ellas la justificación para proponer lo que expuso al grupo de creyentes (Hechos 1.20), o sea, no pretendía Pedro hacer nada que no estuviera dentro de los alcances de lo que Dios ya había revelado y eso, representa un vínculo de unidad muy fuerte entre los siervos ya que cualquier persona que se dice “siervo de Dios” nunca debe hacer nada que esté en contra o sea diferente a la voluntad que Dios haya revelado en su Palabra Escrita. 

La unidad de la iglesia se alcanza cuando renunciamos a perspectivas personales a favor de la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es un ejercicio de dirección que se establece en la eternidad para que los creyentes en Cristo puedan conducir sus pensamientos, palabras y acciones en un rumbo que pueda darles siempre buenos resultados en su vida, les brinde paz permanente y les permita tener siempre bendiciones al alcance de su mano.

 

Tratar de ser merecedores de las promesas de Dios

Cincuenta días después de la pascua, la más grande promesa de Dios para esta era se cumple. El Espíritu Santo llega a morar literalmente en los creyentes que ansiosos esperan en el aposento alto y con ello, vuelve a iniciar la relación Creador criatura casi tal y como fue presentada en el huerto de Edén.

La llegada del Espíritu Santo vino de la mano de fenómenos físicos que dejaban en claro que lo que estaba sucediendo no procedía de fuente humana alguna (Hechos 2.2). Estos fenómenos fueron acompañados por una marca de identidad que daba a los creyentes una distinción de ser diferentes, enviados por el mismo Dios (Hechos 2.3).

El cumplimento de la promesa trajo consigo la milagrosa manifestación del don de lenguas tal y como llega a aparecer en la Biblia en donde personas de distintos idiomas escucharon el primer sermón evangelístico de la historia en su misma lengua (Hechos 2.4-13) de tal manera que, nueve distintas regiones recibieron el mensaje de salvación en su propio idioma con lo que quedaba claro que, se terminaban las barreras espirituales.

A partir de este momento, todo hombre cobijado bajo el nombre de Cristo pasaba a pertenecer a una única ciudadanía espiritual que sobrepasaba las definiciones de raza, país o cultura.

Vaya promesa que se cumplió en los siervos que estaban listos con lo necesario para recibirla.

Esto nos lleva a reflexionar lo siguiente. Como siervos, ¿cuáles son las promesas que esperamos que Dios nos cumpla? ¿Hemos desarrollado las cualidades suficientes para que dichas promesas nos sean dadas? No perdamos de vista que Dios se deleita en prosperarnos, pero solo lo hará con quien valore sus bendiciones y le dé a Él fruto cual a treinta a sesenta o a ciento por uno. Dios no espera menos, no se merece menos.

 

Tener una vida Cristo céntrica

Ya cobijado por el Espíritu Santo, Pedro el apóstol dirige un discurso a quiénes han contemplado la llegada del cielo a la tierra (Hechos 2.16-20). En la Biblia versión Reina Valera el discurso de Pedro ocupa dieciséis versículos de los cuales en quince de ellos Pedro habla de cosas que tiene relación directa con Cristo. Por ejemplo, menciona que Jesús cumplió las profecías de las Escrituras, que Él es el Mesías cuya muerte fue un plan creado en el cielo para salvar al hombre que, sin esta intervención estaría perdido y que, la salvación de Cristo está dispuesta para todo aquel que quiera aceptarla. 

Este mensaje logra tal efecto que sus oidores le piden a Pedro que les indique que deben hacer para rendirse ante la divina imagen del Salvador. La respuesta es sencilla: deben arrepentirse y bautizarse, entendiendo que el bautizo representaría que los nuevos cristianos se habían unido a Cristo lo que implicaba que, habían aceptado su sacrificio expiatorio en la cruz (Hechos 2.38).

El resultado de la predicación de Pedro fueron tres mil personas que vinieron a los pies de Jesús.

En este punto, la gente comenzó a reunirse en torno a una misma enseñanza, la enseñanza de quiénes la habían recibido directamente de Cristo (Hechos 2.42) y esa enseñanza era el centro de todo lo que compartían. La iglesia cristiana se está construyendo sobre una doctrina Cristo céntrica lo que notamos que provocó inmediatamente tres cosas: primero, los llevó a vivir en comunión, segundo, empezaron a partir el pan, frase con la que se hacía referencia a la celebración de la cena del Señor, la ceremonia de comer pan y beber vino en recuerdo del sacrificio del Señor y, tercero, construyeron una total dependencia de Dios orándole y buscándole, tres cosas que muchas iglesias han dejado de practicar.

Los siervos de la naciente iglesia Cristo céntrica cometían errores, y, podían estar carentes de muchas cosas, pero, claramente su vida giraba absolutamente alrededor de la persona de Cristo por lo que Cristo estaba por encima de todo (Colosenses 1.18) y, las iglesias que el día de hoy siguen el modelo de Dios para una asamblea se caracterizan porque en todo lo que hacen y en todo lo que enseñan siempre resalta Cristo.

 

Mostrando el poder de Dios

La iglesia Cristo céntrica ha nacido impulsada por la fuerza del amor. Los siervos de la iglesia, los discípulos “seguidores de…” ya empiezan a ser llamados apóstoles “enviados en lugar de…” (Hechos 2.42) con lo que se asume que ahora, les corresponde a ellos lograr que otros se vuelvan discípulos. Esta iglesia en este punto de la historia no tiene un nombre, no tiene denominación ni siquiera el calificativo de “cristiana” que, le fue asignada tiempo después por gente incrédula a manera de burla 

Los miembros de esta iglesia, los creyentes empiezan a hacer algo que comienza a transformar la sociedad de su tiempo: se comportaban contra la corriente del mundo, se comportaban imitando a Cristo. Esta conducta siempre será tan radical que, las personas que rodeaban a los primeros creyentes sintieron temor (Hechos 2.43).

Y junto con todo anterior, los apóstoles realizaban sorprendentes milagros de sanidades físicas (Hechos 3.1-8) lo que avala que ahora, son embajadores del reino del cielo con el poder que, en este reino existe así que, a la sociedad de su tiempo le quedo claro que, la naciente iglesia Cristo céntrica era diferente de cualquier otro movimiento religioso o político que había existido y esto, sigue siendo cierto. La iglesia de Cristo no tiene comparación con ninguna organización humana que exista en la tierra.

La conducta diferente de los seguidores de Cristo se manifestaba en una inquebrantable unidad como una sola organización, un solo cuerpo. 

Entre los creyentes las diferencias habían quedado atrás (Hechos 2.44) y este concepto de unidad los llevo a algo nunca visto, al hecho de vender sus propiedades con la intención de que todo lo obtenido se repartiera entre todos los miembros de la asamblea con el propósito de que todos tuvieran lo mismo, o sea, que incluso en lo material no existieran diferencias (Hechos 2.45).

Esta naciente iglesia Cristo céntrica no pensaba en dividir, pensaba en unir, no pensaba en desacreditar al judaísmo inculpándoles de la muerte del Redentor, sino que pensaba en que de ambos grupos de personas, judíos y no judíos surgiera una unidad indestructible ya que ellos interpretaban a Cristo como el cumplimiento de la ley y no como una negación de la misma por lo que, de la manera más natural comienzan a realizar sus cultos dentro del templo judío donde se reunían  a orar, puesto que ellos daban por hecho el haber sido instruidos por el “eterno YO SOY” en carne: Jesucristo (Hechos 2.46).

Y buscando dar el respeto a la estructura religiosa de su maestro, los primeros creyentes buscaron además del tiempo de su oración y clamor a Dios en el templo, un espacio en cada una de las casas de los hermanos para recordar la resurrección de su maestro y para tener la convivencia informal que les diera un espacio para fortalecer la noción de ellos como una familia espiritual. Se trataba de hablar de Cristo, de cantarle a Cristo, de recordarlo con pan y vino para después, comer juntos y experimentar la comunión que de manera perfecta ellos y nosotros más tarde o más temprano experimentaremos cuando atravesemos el umbral de la muerte (Hechos 2.46).

No debe extrañarnos que, todas estas conductas se ganaran la simpatía de una sociedad dividida por las clases sociales que fue tomada por sorpresa por la sencillez y la gracia de los creyentes y esto termino haciendo que el grupo de los que se cobijaban bajo el nombre de Jesucristo fuera creciendo cada día de forma constante, hasta convertirse en algo que ya no pudo detener ni siquiera el poderoso imperio romano (Hechos 2.47).

Esto es lo que los miembros de la primera iglesia de Cristo reconocida en la ciudad de Jerusalén hacían y, si tu aspiras a ser miembro de una asamblea que siga el modelo de Dios para la iglesia debes de estarlo haciendo todo el tiempo ya que, de no hacerlo, estarás debilitando tu iglesia y tu vida espiritual y, por si lo has olvidado, te recuerdo cuales son las seis cosas que se espera de todo miembro de una iglesia Cristo céntrica: 1. Obedecer los mandamientos de Dios, 2. Practicar constantemente la oración, 3. Propiciar la unidad con todos los hermanos, 4. Vivir para merecer las promesas de Dios, 5. Tener a Cristo como el centro de tu vida y, 6. Mostrar el poder de Dios por medio de una vida transformada.

Ahora, estamos listos para llegar al siguiente capítulo donde conoceremos a las iglesias de la Biblia para imitar lo que hacían ya que ahí, está el modelo de Dios para los que aspiran a ser su iglesia

  

Capítulo 3.
Imitemos a las Iglesias de la Biblia

La iglesia inicia su marcha. Los apóstoles hacen que la gran comisión comience a dar sus frutos. En Jerusalén se empieza a conformar la primera iglesia que podría denominarse como “cristiana”. La fuerza de la gracia de la que hacen uso los creyentes comienza a gestar una conmoción en la ciudad amada de Dios que trescientos años más tarde salvará de la extinción al imperio romano que, al inicio se sintió desafiada por ella.

No existen los obispos ni las altas catedrales, ni las reuniones masivas para recolectar dinero. La enseñanza emana de los labios de aquellos que vivieron directamente con el Maestro. No existen institutos de teología. El Espíritu Santo se mueve con libertad en medio de un grupo de personas que están decididas a que Dios los use para cambiar al mundo. Las diferencias se hacen a un lado y los creyentes viven con la clara certeza de que, tratarse como iguales, es la mejor manera de prepararse para la eternidad en donde no existen diferencias de ninguna clase.

Pero, algo debe quedarnos claro: las iglesias emanadas de la enseñanza de los apóstoles y que tenían todas las cosas en común no eran perfectas. Eran asambleas donde los intereses humanos sobresalían con demasiada frecuencia. Sin embargo, en ellas existía algo que lo transformo todo para siempre, es por ello que vamos a acercarnos a conocer sus valores ya que hemos visto cómo eran los miembros de la iglesia así que, juntos aprenderemos no solo como debemos ser como creyentes sino también como debemos ser cuando estamos juntos como creyentes.

 

La iglesia en Jerusalén

Enfrentemos la oposición

El poder de Dios se sigue mostrando por medio de los apóstoles que sanan a un hombre cojo (Hechos 3.1-10) lo que motiva que Pedro vuelva a predicar usando su mensaje para una vez más hacer valer la condición de Cristo como gran Sanador y Salvador de los corazones (Hechos 3.19). El poder y la gracia se están conjugando para que la gente pueda mirar en los seguidores de Cristo (quienes empiezan ya a ser llamados “discípulos”) algo diferente.

El movimiento crece y la intención de conciliar la gracia con la ley comienza a fracturarse ya que la envidia de los judíos crece al crecer la popularidad del movimiento cristiano y sin que pasara mucho tiempo, la oposición se convirtió en franco rechazo.

Los saduceos (una secta del judaísmo antiguo) llegan hasta el lugar de predicación de Pedro después de la sanidad del cojo acompañados de los sacerdotes y de la guardia que Roma permitía que resguardara el orden dentro del templo judío en Jerusalén y apresan a los apóstoles lanzándolos a la cárcel (Hechos 4.1-3). Sin embargo, el número de creyentes crecía y ya para entonces lo que se estaba convirtiendo en una iglesia en Jerusalén ya tenía por lo menos cinco mil varones en su membresía (Hechos 4.4).

Al día siguiente después del arresto, los discípulos son encarados por un grupo de gente encabezada por la familia de los sumos sacerdotes y se les pregunta con qué autoridad ellos habían sanado a un hombre y sobre todo porque lo habían hecho en el día de reposo (Hechos 4.7).  

Pedro empieza una defensa que le lleva a hacer una de las más grandes declaraciones teológicas sobre la salvación del alma que hay en la Biblia (Hechos 4.12) con lo que las palabras y los pensamientos Cristo céntricos continúan. Los judíos terminan reconociendo que en verdad los discípulos habían conocido a Jesús y era evidente que esto, los había transformado.

Los apóstoles son amenazados y dejados en libertad, pero, la defensa que Pedro hace al enfrentar la oposición nos deja una buena enseñanza a los creyentes que en este tiempo estamos sobreedificando sobre las enseñanzas de Cristo.

Pedro enfrentó la oposición con un discurso que incluyó un ingrediente fundamental, sus palabras eran las de Cristo. “No podemos dejar de decir lo que hemos visto…” afirma de forma categórica el apóstol. Pedro enfrentó la oposición hablando únicamente palabras que le habían sido dichas, no se defendió con sus propios argumentos, no intentó razonar con sus propias ideas ni intento extender ante los sacerdotes sus convicciones personales, únicamente habló lo que le había sido dicho, únicamente habló de lo que él había visto.

Los cristianos de hoy no estamos libres de oposición, es más, nunca se nos ha dicho que así sería (Juan 16.33), pero lo que si debemos de entender es que cuando la oposición llegue sobre lo que somos, en cualquier presentación posible, la única manera de poderla enfrentar y salir avante ante ella, es hablando de lo que nos ha sido dado, de lo que hemos aprendido, de lo que hemos creído. Nuestros criterios y nuestros argumentos son secundarios. Si estamos siendo atacados por ser de Cristo, enfrentemos la oposición con los argumentos de Cristo y esta, se irá, pero, si nuestra defensa viene de nosotros mismos, probablemente la oposición ganará terreno y puede terminar evidenciando nuestras faltas y, por ende, queriendo poner en Cristo nuestras deficiencias cuando debiera ser que nuestras deficiencias fueran cubiertas por la perfección de los argumentos del Señor.

Enfrentemos la oposición, no estamos en el mundo para ser populares, estamos en el mundo para presentar a Cristo resucitado. Mientras estemos en el mundo debemos de ir contra cualquier idea que vaya contra la perfección de Dios y eso, no genera simpatías así que, si lo que quieres es ser uno más del mundo sin distinguirte por tu conducta transformada entonces, no eres iglesia ni estás listo para formar parte de ella.

 

Compartamos las angustias

Una vez que los apóstoles son dejados en libertad, van a los “suyos” (Hechos 4.23). No a los judíos, sino a los “suyos”, a la iglesia, a la comunidad que ya en este punto podemos considerarla una asamblea en forma y, los “suyos” los estaban esperando porque estaban juntos compartiendo la angustia de saber a sus líderes presos y los líderes presos, compartían la angustia de saber que su congregación se sentía atacada. 

Los apóstoles platican lo que sucedió con los judíos y todos alaban a Dios viendo en esta angustia algo vaticinado por el Señor (Hechos 4.25-26) y así, este tiempo de angustia se convierte en tiempo de fortaleza y de pedir a Dios que la obra evangelista continúe (Hechos 4.29), se convierte en un tiempo en que el compartir algo logra que todos reciban la llenura del Espíritu Santo y cada quién se convierta en un vocero de Dios (Hechos 4.31).

La angustia a pesar de su dura carga es lo que suele unir más a las personas y en los apóstoles, además, les dio un impulso para seguir reuniendo a la iglesia en torno a un mismo sentir lo que hizo que aumentara la simpatía de la gente por esta la primera iglesia cristiana de la historia, la iglesia en la ciudad de Jerusalén (Hechos 4.32-37).

Y nosotros, ¿compartimos las angustias de nuestra iglesia como se debe?

Cuándo un miembro de nuestra comunidad pasa por tiempos difíciles, ¿nos sabe cerca?, ¿nos siente cerca? Si la angustia nos visita, la primera persona a la que consideramos para pedir ayuda ¿es un miembro de nuestra iglesia?, o pensamos que “los nuestros” nunca tendrán ni el tiempo, ni la comprensión, ni la gracia para nosotros. ¿Preferimos buscar a no creyentes porque ellos ayudarán primero y condenarán después? Será porque ¿es precisamente en forma contraria como nos tratamos entre “hermanos”? 

En la iglesia en Jerusalén como hoy, también había madres preocupadas por hijos rebeldes, esposas lastimadas por esposos incomprensivos, hermanos defraudados por la conducta carnal e inapropiada de otros, líderes impositivos, hermanas calumniadoras y todo tipo de daño entre hermanos pero siempre que alguien mostraba una lágrima, había más de una mano con un pañuelo para enjugarla y un hombro para poder recargarse y eso hacía que la gente a pesar de todo, amara su iglesia y lo bueno de ella y no estuviera pensando en salir de ella ante cualquier problema.

Si tú pasas solo tu angustia o tu hermano se siente solo en sus angustias, no estamos siguiendo el modelo de Dios para la iglesia, no estamos construyendo el edificio de Dios, no somos iglesia.

 

Vivamos con disciplina   

Todo había cambiado en la mente de la gente que conformaba la iglesia de Jerusalén. Las necesidades de los demás eran las propias así que, como ya hemos visto, buscaban que todos tuvieran lo mismo.

En este momento, la iglesia en Jerusalén está constituida por dos grupos de personas ejerciendo dos distintas funciones. Por un lado, están los apóstoles que ejercen el liderazgo y sobre todo, la enseñanza hacia el interior de la iglesia y, por otro lado, están los congregantes quiénes adoran, alaban a Dios y ofrendan.

Pensando en esto último miremos de cerca a Bernabé cuyo nombre significa “hijo de consolación” quién vende una propiedad y trae el dinero ante quién ejerce la autoridad en la iglesia, en este caso, los apóstoles. 

La generosa acción de Bernabé seguramente motivó a otros creyentes a dar también y efectivamente, eso sucedió como veremos a continuación solo que, las personas que se motivaron a dar lo hicieron, pero no con las mismas intenciones que Bernabé.

Ananías y Safira, un matrimonio miembro de la iglesia en Jerusalén venden también una propiedad, pero no quisieron entender de que se trataba realmente ya que ellos de mutuo acuerdo, decidieron entregar solo una parte del dinero recibido, o sea, querían quedarse con algo más. Si la idea era que todos en la iglesia tuvieran lo mismo, ellos quisieron tener más que los demás. ¿Cuál fue su problema? Amar al dinero más que a Dios (1 Timoteo 6.10) y esta expresión de ambición desde siempre ha corrompido los deseos de muchos hijos de Dios.

Ananías y Safira venden su propiedad, consuman el robo y el resto del dinero va a los apóstoles, pero, Dios que todo lo ve iba a usar este episodio para darle una gran lección a la iglesia de Jerusalén y a nosotros en este tiempo presente.

Pedro confronta a Ananías y le dice con toda claridad que su robo fue conducido por Satanás; “no has mentido a los hombres sino a Dios” (Hechos 5.4). Después de esta declaración, Ananías cae muerto. Tres horas después Safira llega seguramente buscando a su esposo y Pedro mide su honestidad preguntándole por la heredad y por su venta (Hechos 5.8) con lo que Safira confirma el hurto. Pedro le hace saber que, siendo una sola carne con Ananías, la culpa de uno era la culpa de los dos y le avisa que las mismas personas que enterraron el cuerpo de su esposo, la enterraran a ella también (Hechos 5.9). Después de esta declaración, Safira cae muerta también.

Como era de esperarse, esta situación generó un gran temor sobre toda la gente y con esto, Dios dio una clara lección: su cuerpo, su iglesia, sus apóstoles, sus congregantes le pertenecen, y si bien cuentan con su gracia, también cuentan con su orden y no puede existir la conformación de una gran familia si no hay por lo menos la más elemental noción de disciplina.

La iglesia de Cristo debe tener disciplina. Deben existir distintos órdenes que regulen la conducta, la forma de pensar, las palabras y la doctrina (enseñanza) de los creyentes y esta disciplina lo único que hace es asegurar que todas las cosas en la iglesia se desarrollen de acuerdo con lo que el Señor desea para ella. La disciplina puede ser preventiva por medio de recordatorios, enseñanzas, exhortaciones, oraciones, etc. Su función es evitar que el pecado entre a la iglesia, pero, también existe la disciplina correctiva que se manifiesta por medio de limitaciones en el servicio o incluso, la excomunión (expulsión de la asamblea cristiana) y esta, tiene la función de hacer que el pecado no se extienda en la iglesia.

Debemos conocer, respetar y observar la disciplina del Señor ya que solo así nuestras iglesias estarán saludables, pero, no olvidemos que la disciplina no tiene razón de ser si no se aplica con gracia. Tomemos en cuenta que, el propósito principal de la disciplina es restaurar, es volver las cosas a un orden sano; que las personas recuperen su relación con Dios y su consagración. La disciplina no es para mostrar la autoridad del líder o para agarrar a palos a una oveja o darle fuertes jalones con el cayado o para exhibirla públicamente lanzándole encima todas las piedras que debieran lanzarnos a nosotros primero. 

No. El propósito de la disciplina es restaurar y cuando la disciplina se aplica con medidas que logren esto, ayudaremos a que nuestra iglesia esté sana y el temor reverente de fallar a Dios será la mejor muestra de la sanidad de nuestro interior como iglesia.

Si eres un cristiano que te desagradan las reglas y el orden, si inauguras tu “ministerio” simplemente porque no quieres estar sujeto a ninguna autoridad y hacer lo que tu quieres y no lo que Dios quiere. Si usas la Palabra de Dios para fortalecer tus puntos de vista, pero, los mandamientos que no te convienen los desobedeces, no estás haciendo más fuerte tu redil espiritual en la tierra, lo estás debilitando. No eres iglesia, no estás haciendo iglesia.

 

Crezcamos en medio del sufrimiento

La iglesia en Jerusalén comenzó a ser tremendamente notorio al grado que el número de los creyentes comenzó a crecer de una manera grande (Hechos 5.14) e incluso personas de ciudades vecinas viajaban a Jerusalén con la única intención de poder ser partícipes del poder de Dios que se estaba manifestando por medio de sus siervos (Hechos 5.16).

La oposición vuelve a presentarse partiendo nuevamente de la religión judía, pero, esta ocasión, se presenta con mucha más fuerza lo que claramente hizo saber a la iglesia que habían llegado tiempos peligrosos. 

Los apóstoles son apresados y puestos en la cárcel (Hechos 5.19) pero un ángel los libera y contra toda lógica los manda a volver a predicar en el mismo lugar donde los habían apresado esto es, en el templo, y ellos en la vida de obediencia que llevaban así lo hicieron.

Esto llega a oídos del sumo sacerdote quién hace traer nuevamente a los apóstoles sin que él, junto con los demás sacerdotes, sepan que está pasando (Hechos 5.24); una vez presentes estos ante el concilio de los sacerdotes, se les menciona de la prohibición que tenían de hablar de Jesús, pero Pedro, en nombre de los apóstoles, deja bien claro la responsabilidad que ellos tienen de predicar a Jesucristo. Los ánimos se caldean y ya los religiosos comienzan a consentir la idea de mandar a matar a los apóstoles.

Es aquí donde entra en escena Gamaliel, un judío fariseo considerado uno de los más grandes maestros de la ley en ese tiempo tanto que incluso Pablo el apóstol en una de sus cartas mencionaba como una de sus grandes glorias humanas el haber sido instruido por este maestro.

Gamaliel, sin duda, dirigido por el temor a Dios, hace recordar al concilio la aparición de dos revolucionarios que se habían levantado y cuyos movimientos habían terminado desapareciendo (Hechos 5.37-38). Con toda sensatez juzga que los sacerdotes no debían oponerse a este movimiento bajo la idea de que si el movimiento era de hombres desaparecería y si no lo era, entonces ellos serían culpables de estarse oponiendo a la voluntad de Dios (Hechos 5.38-39).

Gracias a la intervención de Gamaliel, los apóstoles son dejados libres después de sufrir una seria de azotes. Sin embargo, esto no mermó sus ánimos de predicar a Jesucristo lo que siguieron haciendo no solamente en el templo sino por medio de un evangelismo que se daba casa por casa para pescar más almas como puede verse en Hechos 5.42; pero el punto a resaltar en este apartado para nosotros es el mencionado en el versículo anterior:


Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre.
Hechos 5.41

La iglesia en Jerusalén era falible, tenía muchos errores y desaciertos, pero, por medio de sus líderes aprendió que se tenía que aceptar el sufrimiento para aprender a crecer por medio de él.

No todas las cosas iban a ser fáciles para la iglesia, no todo iba a ser sencillo, algunas cosas se conquistarían por medio de las palabras, otras por medio del esfuerzo, pero muchas por medio de las lágrimas y las cosas no han cambiado ni cambiaran para la iglesia no importa la era que vivamos así que, tener la idea de que la vida cristiana es un camino permanente de prosperidad con salud sobrenatural manifestándose a cada grito de reclamo al cielo no concuerda para nada con el registro de lo que Dios desea que viva la iglesia.

La iglesia de Cristo debe pensar en el sufrimiento como algo inevitable que nos ayuda a encontrar la voluntad de Dios y así lograr que produzca algún fruto en nuestra vida y mayor honra para Dios quién verá a sus hijos obedecerlo aún en medio del sufrimiento algo que, solamente los verdaderos hijos de Dios pueden hacer.

Si como cristiano te gusta el cristianismo sin sacrificios, que no te cueste trabajo que no te requiera más de lo que quieres dar, que no te pida más dinero del que tú crees, que no te haga ir un día extra a la iglesia además del domingo, entonces, no has entendido el valor que el sufrimiento puede dar a la vida espiritual. No estás colocando tu parte para que el edificio espiritual de Dios llamado iglesia siga creciendo. No eres, ni estás haciendo iglesia.

 

Trabajemos de manera organizada

En Jerusalén, el grupo de los creyentes encabezado por los apóstoles sigue su crecimiento estimulado por la dirección que reciben desde el cielo y, como podemos suponer, al crecer la iglesia, su complejidad como organismo vivo aumentó y, por ende, también aumentó la necesidad de dirigirlo de una mejor forma.

Como podemos ver de la lectura en el libro de Hechos de los apóstoles la naciente iglesia cristiana utilizaba una buena parte de sus ingresos económicos para sostener a las mujeres viudas, que en la sociedad de su tiempo eran muchas debido a la política de cero tolerancia que ejercía el imperio romano que, ante cualquier problema social lo resolvía asesinando a los hombres implicados sobre todo usando el cruel martirio de la crucifixión.  

Años más tarde de los eventos relatados en el libro de Hechos, Santiago el apóstol, insiste en recomendar a los cristianos en la carta que escribió la importancia de sostener a las mujeres viudas como una muestra visible de la práctica de lo que llama: una religión pura (Santiago 1.27).

Así que, las ofrendas de la iglesia en buena medida aliviaban la carga de pobreza de quiénes no podían generar su propio sustento. En este entorno, los creyentes de origen griego comenzaron a quejarse argumentando que las viudas que eran de origen judío recibían una mejor o más rápida atención que las viudas griegas (Hechos 6.1).

La queja es presentada ante los apóstoles quiénes a su vez convocan a la gente de la asamblea en Jerusalén (aquí llamados discípulos) a quiénes se les informa de la situación y junto con ello, se les plantea una solución: que la propia iglesia elija a siete varones que sean llenos de Espíritu Santo y de sabiduría para que “sirvan a las mesas” (Hechos 6.2-3).

Esto marca el inicio del trabajo de los “siervos de la misericordia” que fueron llamados “diáconos” (palabra griega que traduce “siervo”) y cuya labor consistía en atender a los necesitados dejando a los discípulos el trabajo material dentro de la asamblea y a los apóstoles la enseñanza de la Palabra que ellos mismos habían recibido a Cristo.

La iglesia de Jerusalén era falible, pero, supo entender que sus nuevas necesidades requerían nuevos cambios y la intervención de nuevas personas para poder lograr que todos sus procesos dieran un buen resultado. Eso se llama organización y es lo que sin lugar a duda falta más en las iglesias, ya que suele pasar que las asambleas enfrentan nuevas necesidades, pero no se quieren hacer nuevos cambios y esto suele suceder porque los líderes son temerosos o inexpertos. Al no llegar nuevos cambios, nuevas personas no se involucran en el servicio y tenemos mano de obra espiritual echándose a perder en las bancas o en las sillas y al final, los procesos no logran dar buenos resultados y como consecuencia, nuestras iglesias van perdiendo la posibilidad de crecer.

Si eres un cristiano que no entiende que las sociedades van cambiando lo que hace necesario que las costumbres de la iglesia cambien, no estás listo para dar el fruto que Dios necesita y, debe quedarnos claro que, si bien creemos que las costumbres de la iglesia deben cambiar, de la misma manera creemos que, la doctrina de la iglesia nunca debe cambiar, jamás (Isaías 40.8) pero, no podemos seguir haciendo las mismas cosas cuando alrededor todo está cambiando.

Si eres un celoso defensor de lo que aprendiste pero que nunca cuestionaste, entonces puedes estar condenando a tu iglesia a la mediocridad y a la falta de identidad donde las personas no se sientan parte de un todo que se mueve y, pueden terminar como tú, estáticas e improductivas, únicamente esperando que, cuando muera el último miembro de la iglesia las puertas de esta se cierren para siempre.

Si eres así, no eres parte de una iglesia, no estás haciendo iglesia.

 

No debemos negarle nada a Dios

Para la religión judía, a la altura de Hechos capítulo 6 el crecimiento del cristianismo estaba alcanzando ya niveles insoportables, incluso, muchos de los propios sacerdotes de esta religión estaban aceptando a Cristo como Señor de sus vidas (Hechos 6.7). Esto, mantenía los ánimos alrededor de la iglesia en Jerusalén como una bomba de tiempo a punto de estallar y todo esto se concentró en la vida de un solo hombre.

Esteban era un varón lleno de gracia y poder (Hechos 6.8) que Dios utilizaba para hacer grandes milagros en medio del pueblo. Su testimonio golpeó tan fuerte la conciencia de la religiosidad de unos judíos que pertenecían a una sinagoga conocida como “de los libertos”, esclavos judíos que habían alcanzado la libertad y estos, compran testigos falsos para acusar a Esteban y presentarlo ante el mismo concilio donde ya los apóstoles habían sido llevados para ser intimidados (Hechos 6.11-14).

En el concilio, Esteban presenta sus argumentos siendo el más patente de todos su propio rostro el cual brilla como el rostro de un ángel lo que activa la ira y el egocentrismo de los judíos.

Esteban habla ante el concilio haciendo gala de un conocimiento y respeto por la identidad del pueblo de Israel como nadie, lo que hace obvio el hecho de que él jamás podría haber blasfemado contra algo en lo cual creía. El problema real, recayó en las conclusiones de su discurso que eran, por cierto, no invento de Esteban, sino conclusiones que tenían su respaldo en las mismas escrituras hebreas.

Esteban demostró con claridad que Jesús es el Mesías de los hebreos (Hechos 7.56) y que la incapacidad de los hebreos de poder entender esto, radicaba en que, aunque habían circuncidado su prepucio, aún no lo habían hecho con su corazón (Hechos 7.51) lo que los convertía en monumentos de obras ceremoniales vacías espiritualmente. Ambas verdades eran contundentes y, sobre todo, inexcusables

Ante argumentos tan poderosos solo quedan la humillación o la necedad. Los judíos escogieron lo segundo y llevaron a Esteban fuera de la ciudad donde lo matan a pedradas mientras él, incluso ante su misma muerte hace gala de la gracia que siempre lo caracterizó (Hechos 7.60).

Esteban, partió de este mundo sin tener pendientes con Dios, entregó lo que le fue pedido a pesar del tamaño de cosas que le fueron solicitadas.

Los miembros de la iglesia en Jerusalén a la cual pertenecía Esteban habían entendido con claridad una cosa que a pesar de sus fallas, los hacía agradables a los ojos de Dios: no sabían negarle nada a su Señor.

Lo que Dios les pidiera, ellos no se lo regateaban o negociaban, simplemente se lo daban, fuera su dinero, fuera su tiempo, fuera su propia vida. Ellos habían entendido algo que en la iglesia del presente siglo parece que nos resistimos a entender. Dios nunca nos va a pedir algo que no tengamos disponible. 

Por ejemplo: Dios nunca nos pedirá el tiempo o el dinero que no podemos darle porque lo necesitamos para nuestro sustento o nuestra salud, pero Él si tiene autoridad para pedirnos aquellas cosas que sí podemos darle, aquello que sí es posible entregar. Esto nos lleva a la conclusión de que si a veces en las iglesias cristianas las cosas no se llevan a cabo eso significa que los líderes, los diáconos o los congregantes o los tres grupos juntos no le están dando a Dios lo que les está pidiendo.

Y tú, ¿negocías con Dios? Ante el llamado a suplir una necesidad en tu asamblea ¿finges que no escuchas? Si eres de los que siempre ponen excusas para hacer algo que bien puedes hacer porque tienes el tiempo y los recursos necesarios, pero prefieres guardarlos para tu propio beneficio, definitivamente eres como Caín.

Como Caín crees en Dios y, de hecho, crees tanto en Él que sin problema le ofreces sacrificios, pero, siempre ofreces lo que sea lo más fácil para ti, lo que no te cueste trabajo, lo que no te saque de tus comodidades y si eres un moderno Caín, no estás ayudando a que la prometida de Cristo que es la iglesia luzca bella. Por el contrario, la estás haciendo fea, desagradable y, por ende, no eres iglesia. No estás haciendo iglesia.

 

Las iglesias en la región de Samaria

Desarrollemos la capacidad de obedecer como iglesia

A la iglesia cristiana del primer siglo le tocó vivir en una completa novedad de vida. Todo lo estaban aprendiendo nuevo 

Y luego de la muerte de Esteban sin lugar a duda, apóstoles, diáconos y congregantes recibieron una de las más grandes lecciones de fe que registra el Nuevo Testamento lo que llevó el mensaje de la cruz a la región de Samaria, región que por muchos años había sido una región contraria socialmente a los judíos al grado de que tenían su propio lugar de adoración a Dios y sus propias copias de las Escrituras del Antiguo Testamento porque no querían ni siquiera usar las copias producidas por las manos judías.

Cristo, el Señor de la iglesia había sido claro al decirle a los entonces discípulos que ellos debían hacer un trabajo dando testimonio de él “en toda Jerusalén, en toda Judea, en toda Samaria y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1.8) lo que claramente indicaba una labor de crecimiento que la iglesia en Jerusalén había cumplido, pero también incluía una labor de expansión que claramente no habían cumplido.

Después de la muerte de Esteban, se desata una persecución contra los cristianos de tal envergadura que la iglesia en Jerusalén con una población de miles queda reducida nuevamente a como estaba al principio.

Solo los doce apóstoles quedan en Jerusalén mientras toda la comunidad cristiana se ve forzada a salir huyendo y, curiosamente, sus rutas de escape los llevan al resto de la región de Judea (a donde pertenecía Jerusalén) y de ahí a la región de Samaria, tal y como el Señor se los había ordenado (Hechos 8.1-4) y que, claramente ellos no habían obedecido 

Aquellos que huyendo predicaban se habrán detenido a pensar en alguna posada del camino: “Esto debí de haberlo hecho desde el principio” o se habrán preguntado: “¿Por qué hasta que se presentaron malas circunstancia hice lo que el Señor había mandado?”, Eso nunca lo sabremos, pero fue claro que, de una manera o de otra, la voluntad de Dios se terminó haciendo a pesar de las condiciones que en Jerusalén la iglesia tenía, y que parece le había convencido de que las órdenes de Dios podrían ser pasadas por alto.

De entre los cristianos expulsados de Jerusalén destaca Felipe, un diácono que, llega a Samaria y comienza a predicar a Jesucristo en esa región algo de lo que hablaremos más adelante, pero, aquí lo que requerimos es aprender una lección de altísimo valor que siempre será útil: debemos aprender que la voluntad de Dios no puede ser desobedecida.

Esta lección que parece fácil, no lo es tanto ya que, en el corazón del hombre siempre el ego se antepone a la voz del Espíritu. Tenemos todos una tendencia a engrandecernos que nos dice que no debemos humillarnos ante nadie. A lo anterior, añadamos el hecho de que el sentido de seguridad de los humanos nos pide que hagamos las cosas de tal forma que siempre obtengamos un provecho. A este sentido de seguridad se le enfrenta la voz del Espíritu Santo pidiéndonos que hagamos las cosas solo por gracia sin recibir nada a cambio, eso, es algo a lo que nos vamos a resistir con todas nuestras fuerzas.

Aprender a hacer la voluntad de Dios no es fácil, nada fácil. Requiere renunciar a nuestra manera de pensar y adoptar los pensamientos de Dios como propios; significa hablar con el idioma de la gracia y estar dispuesto a pagar el precio del desprecio. En el fondo nuestro, sabemos que la voluntad de Dios es lo mejor y lo único, lo perfecto, pero no queremos perder y se nos olvida que vivimos para imitar a un Dios que perdió todo por amor y al final, lo ganó todo. 

Si hacemos la voluntad de Dios, además de ganarlo todo, no vamos a requerir ser expulsados de la seguridad de nuestra ciudad desde donde no queremos sacrificarnos. Obedecer la voluntad de Dios aleja incluso las pruebas de nuestra fe porque la fe que sabe obedecer a Dios no las necesita.

Aprendamos a obedecer. Si la frase del Padre Nuestro: “hágase tu voluntad” solemos siempre entenderla como: “que se haga mi voluntad” no he comprendido que debo dejar que el arado de Dios me lastime para que entonces yo sea una tierra preparada para que el fruto de Dios se produzca. No he entendido que puedo volver mi iglesia una tierra infértil donde solo se produce egoísmo y, por supuesto no habremos entendido lo que es ser iglesia y, por lo tanto, no estaré haciendo iglesia.


Usar las motivaciones adecuadas

Felipe el diácono llega a la ciudad de Samaria que tiene el mismo nombre que la región a la que pertenece e inicia con una evangelización que produce en esta ciudad mucho gozo (Hechos 8.8) y un gran número de conversión de almas. De entre los convertidos por este movimiento, destaca la persona de Simón, un hábil mago (prestidigitador) que tenía tal destreza en su magia que sus actuaciones motivaban que la gente lo calificara como: “el gran poder de Dios” (Hechos 8.10) 

Este mago como muchos otros en Samaria acepta a Cristo y, una cosa que llama su atención de inmediato es el poder desplegado por los apóstoles que llegan hasta ahí a corroborar el trabajo de Felipe (Hechos 8.13). Recordemos que Simón era un engañador así que sabía perfectamente cuando el poder desplegado era real y no solo un montaje y el ver esta clase de poder despertó su deseo de tener algo que no le había sido dado por voluntad divina.

Por su lado los apóstoles que viajaron a Samaria también están aprendiendo cosas nuevas. Están aprendiendo que el poder de Dios también se manifiesta sobre sus enemigos sociales los samaritanos así que, parece que Dios está derribando barreras que la historia y la cultura había construido por siglos.

Al llegar Pedro y Juan a la ciudad de Samaria, imponen las manos a los nuevos convertidos y estos, reciben al Espíritu Santo tal y como ellos lo recibieron el día de pentecostés así que, es claro que se está construyendo un único pueblo en torno a Jesucristo

En medio de estas manifestaciones milagrosas, Simón el mago en retiro empieza a sentir el deseo de poder tener la capacidad de transmitir la presencia del Espíritu Santo lo que lo lleva a la absurda conclusión de ofrecer dinero a los apóstoles para que le fuera dado ese poder (Hechos 8.18-19) lo que lo lleva a recibir una dura recriminación de parte de Pedro.

Simón a pesar de ser creyente, está más encadenado a la carne que al Espíritu y sus impulsos prevalecen más que las razones de Dios (Hechos 8.20-24) y él va camino de convertirse en un esclavo del pecado. Así de duras y claras fueron las palabras de Pedro.

Después de este episodio, Felipe es llevado al camino que va hacia Gaza encontrándose ahí a un eunuco, funcionario de la reina Candace de Etiopía quién practicaba el judaísmo y había ido a Jerusalén a adorar. Felipe se acerca a su carro y lo encuentra leyendo las Escrituras la cuales no eran del todo comprendidas por el etíope. Felipe, usando el pasaje del libro de Isaías que el etíope leía le lleva a la conclusión de que todas las Escrituras inspiradas hasta ese momento apuntaban a Cristo como la figura del gran Mesías.

Eso es algo que el etíope no puede dejar pasar así que, abre su corazón a Cristo y después de la enseñanza recibida entiende que debe mostrar simbólicamente que se ha “unido” a la fe cristiana y le solicita al apóstol el ser bautizado (Hechos 8.36) lo que sucede a un lado del camino. Luego de este encuentro, Felipe es enviado a continuar su obra evangelística y el eunuco continúa su camino en una condición nueva que evidentemente no esperaba, solo así, se puede explicar el gozo que inundaba su corazón (Hechos 8.39) mientras Felipe por su lado, continúa su labor llegando hasta la ciudad de Cesaréa donde finalmente se establece.

Simón el mago y el eunuco fueron personajes centrales en el evangelismo alrededor de la región de Samaria y ambos, enseñaron a los suyos y aún hoy nos enseñan algo que es fundamental para que la obra de cualquier iglesia crezca: las motivaciones.

Toda acción inicia con un pensamiento y todo pensamiento se genera en una motivación sea esta buena o mala. 

En cuanto a cuidar y entender nuestras motivaciones, la Biblia nos da una extraordinaria ayuda con el siguiente consejo: que nada hagamos por contienda o por vanagloria (Filipenses 2.3) y Simón el mago, quería vanagloria, quería lo mejor para él sin darse cuenta de que lo mejor ya lo tenía.

Cuando en una iglesia, las personas sin importar si son líderes, diáconos o congregantes hacen las cosas por contender con alguien o por querer sentirse más que los demás, el resultado siempre será una iglesia debilitada y enferma, una iglesia que sin fortaleza simplemente ira viendo pasar los días sin desarrollar el poder que tiene; una iglesia que estará siempre más preocupada por sus luchas internas que por sus necesidades internas, preocupada más por competir con otras iglesias de cualquier denominación en lugar de entender su lugar en el cuerpo de Cristo y explotar ese espacio para que el reino del Padre crezca.

Hablamos de iglesias que todo lo harán en pequeño y que estarán constituidas por personas que serán pequeñas por dentro, iglesias miniatura, con ministerios pequeños, con líderes pequeños y con un mínimo poder espiritual. El número de congregantes que tengan, eso, realmente será lo de menos.

Si tú eres un creyente que nos has consagrado tus motivaciones a Dios, estás viviendo un cristianismo pequeño, una vida espiritual incompleta e incompletas estarán todas las áreas de tu vida y así, no tendrás capacidad de construir vidas que realmente reflejen a Dios por supuesto tampoco, podrás ayudar a construir tu iglesia.

 

Saulo en Damasco y Jerusalén

Debemos aprender a caminar en Cristo

Lucas, el escritor de Hechos, nos regala un cuadro preciso de los inicios del trabajo de las iglesias cristianas en la región de Samaria y, después de ello, parece abrir un paréntesis para hablarnos de la conversión de quién sin lugar a duda sería el actor humano más importante del primer siglo del cristianismo: el apóstol Pablo.

La conversión de Pablo al cristianismo después de ser un celoso perseguidor de los cristianos en nombre del judaísmo (Hechos 8.3) es uno de los momentos más gustados de la cristiandad porque expresa el tamaño de los cambios que Dios suele hacer cuando alguien voluntariamente le entrega su vida y en verdad, que fue dramático el cambio de Saulo de Tarso, de perseguidor a predicador, de celoso atacante a fiel practicante pero, este cambio siguió un proceso que duro mucho tiempo más allá de su conversión.

Saulo va camino a Damasco con la intención de llevar presos a algunos cristianos a Jerusalén (Hechos 9.2) y está tan obsesionado con lograr su meta que cruza fronteras donde no tiene autoridad alguna algo que, no parece importarle cuando, de improvisto, en el camino de su furia se encuentra con Jesús resucitado quién le hace ver que no hay nada más inútil que estar en contra de él (Hechos 9.5).  

Después de ser cegado por la aparición de Cristo resucitado ante él, Saulo entra a la ciudad de Damasco ya teniendo a Cristo en el corazón y se queda ahí durante tres días (Hechos 9.9) donde es encontrado por Ananías quién es enviado por Dios para sanar a Pablo aún en contra de su asombro pues Ananías conocía la reputación de Pablo, y sabía lo que Pablo era capaz de hacer.

Una vez sanado, Saulo se reúne unos días con los cristianos que conformaban la iglesia en Damasco (Hechos 9.19) pero, quién ahora es Pablo, siente la necesidad de ir a los suyos, a los judíos, a platicar con ellos de Jesucristo y de su validez como Mesías (Hechos 9.20-22).

La predicación de Pablo no da un buen resultado para él. Su vida entra en peligro y tiene que ser sacado a hurtadillas de Damasco por los creyentes. Esta oposición hace que Pablo marche a Jerusalén para tratar de hablar con los apóstoles, pero su fama le precede y no recibe la acogida esperaba, incluso, el mismo problema de que su vida corra peligro lo vuelve a enfrentar, pero ahora a manos de los griegos. Esto hace que los creyentes de la iglesia de Jerusalén que estaba volviendo a crecer después de su dispersión resolvieran llevarlo a Cesaréa de donde, marcha a su ciudad natal, Tarso.

Pablo hablando de él mismo en el libro de Gálatas (Gálatas 1) menciona que después de su conversión y su huida de Damasco, pasó tres años en Arabia antes de ir a ver a los apóstoles a la iglesia en Jerusalén en donde pasa con ellos quince días y en donde afirma que en ese momento, solo Pedro, Jacobo y Juan eran visibles como apóstoles en la ciudad de Jerusalén cuya iglesia, además de estos, ya tenía ancianos, líderes que se encargaban del cuidado de las almas además de los diáconos y los congregantes de los que ya hemos hablado.

De Jerusalén Pablo marcha hacia otras regiones y de ahí a la ciudad de Tarso. Catorce años después vuelve a ir a Jerusalén, pero ya acompañado de un grupo de hermanos y ya con un fuerte ministerio evangelístico entre los gentiles e incluso, en libro de Gálatas, Pablo se define a sí mismo como el apóstol a los gentiles.

Si miramos la primera etapa de la vida como cristiano del apóstol Pablo en una perspectiva de tiempo diríamos que al menos tuvieron que pasar diecisiete años para que el apóstol Pablo tuviera ya un crecimiento en las cosas de Dios que era bien palpable.

¿Qué experiencias habrá tenido el apóstol en estos casi 20 años? Seguramente fue rechazado, se topó con creyentes inmaduros que lo juzgaron por su pasado y no por su presente; también seguramente hermanos le ofrecieron ayuda espiritual y material y lo dejaron esperando porque tal vez esa ayuda nunca llegó.

¿Cuántas veces habrá esperado lo mejor de los líderes de alguna iglesia para terminar recibiendo lo peor de quién menos lo esperaba? Seguramente tuvo que empezar muchas actividades completamente solo porque quiénes se comprometieron a llegar, simplemente no lo hicieron. Cuántas veces habrá visitado personas en angustias y habrá llorado con ellos y los habrá sacado de verdaderos problemas para que al paso del tiempo le dieran la espalda o sin más, se retiraran de las iglesias donde él se reunía. Cuantas experiencias acumuladas y sin lugar a duda, cada una de ellas fue usada por Dios para que el apóstol Pablo aprendiera que caminar en Cristo no sería algo fácil, pero al menos, la presencia de su Salvador siempre estaría a su lado. 

El apóstol Pablo nos enseña a las iglesias cristianas del presente siglo que la vida en Cristo es un caminar cotidiano, no una experiencia mística o un instante de emoción religiosa en un estadio repleto de gente; es un hábito cotidiano, de todo el tiempo, de todos los días que se acrecienta con cada oración y con cada humillación.

Los apóstoles, los diáconos y los congregantes de las iglesias del primer siglo eran falibles, cometían errores y a veces estos eran realmente graves, pero tenían cosas buenas y una de ellas era que sabían construir su caminar con Cristo. Debemos hoy en la actualidad donde todo lo conseguimos con apretar botones entender que, el caminar con Cristo es algo que requiere trabajo, entrega, consagración, y todo esto requiere tiempo.

Debemos aprender a caminar con Cristo y encontrar en cada experiencia con los hermanos de nuestra iglesia un medio para crecer espiritualmente y una forma de unirnos más a ellos aun cuando pareciera que esas experiencias nos apartan de la comunión.

Aprendamos a convivir con los cristianos que han crecido espiritualmente y con los que se resisten a crecer. Aprendamos a tener una relación de respeto y retroalimentación con los líderes que dejan que Dios los dirige y con aquellos que dejan que sea su carne la que los gobierne. Aprendamos a amar a quiénes nos aman, pero, sobre todo, aprendamos a amar a quiénes no nos aman.

Una comunión como la que las iglesias y los siervos del primer siglo tuvieron se construye cuando nuestras diferencias no las hacemos desaparecer si no cuando logramos hacerlas a un lado y a pesar de ellas, hacemos que la obra de Dios prospere.

Aprender a caminar con Cristo, cuesta trabajo y tiempo. Si sabemos invertir esto, sin lugar a duda nuestras vidas crecerán mucho más rápido de lo que nosotros nos pudiéramos imaginar.

Si eres un cristiano que todo lo quieres hacer en tu tiempo y en tus formas, si piensas que aún la eternidad tiene que doblegarse a tus caprichos, no has entendido lo que significa ser cristiano. No tienes la más mínima idea acerca de lo que se requiere para alcanzar la verdadera madurez espiritual y sin ella, nunca tendrás lo necesario para ser iglesia, para ayudar a que los demás crezcan junto contigo, es más, todos vivirán en una permanente lucha por impedir el crecimiento de los demás por lo que, nunca, por más que lo intenten, serán una verdadera iglesia.

 

Lida, Jope y Sarón

Debemos mostrar correctamente el poder de Dios

Ya hemos meditado en un apartado anterior que los creyentes antes de convertirse en iglesia, mostraban el poder de Dios lo que manifestaba el respaldo del Señor a sus ministerios, pero, aquí vamos a ver el poder de Dios manifestándose no de maneras personales sino de forma congregacional o sea incluyendo a todas las personas que conformaban una comunidad cristiana. 

El apóstol Pedro en uno de sus viajes misioneros llega a la ciudad de Lida y ahí sana a un hombre paralítico (Eneas) que tenía ocho años en cama y ese milagro se hace en presencia de los hermanos de las iglesias de Lida y Jope (Hechos 9.32-35).

Además de ello, los hermanos de Jope enviaron a traer a Pedro a su ciudad porque una hermana de la iglesia en este lugar había muerto y esto, había causado a los hermanos de Jope un gran dolor por las buenas obras que esta hermana hacía sobre todo entre las mujeres. Ante este reclamo Pedro, llega a Jope y ante el asombro de todos vuelve a la vida a Tabita, la hermana que había fallecido y a quién incluso se le da el calificativo de discípula lo que implica que era una sierva en activo de la iglesia en Jope.

Dos episodios de poder, dos maneras de mostrar el poder con el que Dios se estaba moviendo en medio de su iglesia. Dos formas de apreciar las credenciales con las que iniciaba la historia de la iglesia y curiosamente, los dos episodios terminan con las mismas palabras 


Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron
al Señor
Hechos 9.35

Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor
Hechos 9.42

La primera cita es el resultado de que Eneas es levantado de la parálisis y la segunda cita es el resultado de que Tabita sea vuelta a la vida y ambas cosas suceden en el seno de tres iglesias cristianas.

Las iglesias de Lida, Jope y Sarón eran iglesias falibles, seguramente llevaban cargas que a veces se sentían demasiado pesadas. En ocasiones, con toda certeza, mantenían diferencias que los llevaban al desgaste, pero tenían algo grande, algo digno de imitar y esto era que mostraban el poder de Dios, pero esa muestra era diferente a la forma en que como siervos lo podían hacer. Como iglesias mostraban el poder de Dios convirtiendo almas.

Las iglesias cristianas del primer siglo medían su poder por el número de veces que atraían almas al Salvador, hoy, parece que las cosas quieren medirse de diferente manera.

Hoy, hay iglesias cristianas que quieren convencernos de que muestran el poder de Dios porque sus miembros se cuentan por miles y eso no significa realmente nada, significa trabajo organizado y estudios en casas cuidadosamente seleccionados e incluso puede haber una sincera preocupación por buscar al convertido lo que no es lo mismo que convertir personas.

Hoy, hay iglesias cristianas que quieren convencernos de que muestran el poder de Dios porque tienen programas de estudios y capacitación que añaden varias siglas a nuestro nombre como MD o Ph o MC. Quieren convencernos de que tienen el poder de Dios porque pueden presumir de una profunda teología que los ha llevado a comprender a Dios como nadie puede hacerlo. 

Lo anterior es sinónimo de didáctica y pedagogía aplicada a la enseñanza cristiana. Es sinónimo de visión para capacitar almas convertidas, pero, si no se producen almas convertidas, ¿a quién van a capacitar después? Y para colmo, los egresados junto con el título salen con una mente de asalariados para vivir de la iglesia y no vivir para la iglesia.

Hoy, hay iglesias que quieren que creamos que muestran el poder de Dios porque realizan cultos emocionales donde la gente hace cualquier clase de cosa bajo la supuesta unción del Espíritu Santo. Miles de personas argumentan que un calor les hizo por fin perder ese dolor de espalda que tanto habían sufrido. Eso es catarsis, es lograr que la emoción ponga en orden un estado de la mente que nos provocaba una enfermedad sicosomática. Eso es proporcionarle a la gente un “dios” que está convertido en una máquina tragamonedas que, con la moneda de “en el nombre del Señor Jesús” debe cumplirnos todo lo que queremos y no, así no son las asambleas que siguen el modelo de Dios para la iglesia.

El poder de Dios se demuestra en almas convertidas, en personas nuevas y no en gente que de iglesia en iglesia brinca hasta llegar a la nuestra. Se muestra en inversión de tiempo para poder discipular a las personas que aceptando a Cristo necesitan una buena atención en sus primeros pasos espirituales para poder mantenerse.

Es un compromiso para las iglesias de la era presente el preocuparnos por desarrollar ministerios, capacitar personas, u organizar eventos que levanten una buena cosecha de almas para agrandar el reino de nuestro Padre. Dios no desea que tengamos una buena pesca de aplausos, o de elogios en sitios donde predicamos a los mismos creyentes a las mismas bancas o a las mismas cortinas porque nuevas almas nunca aparecen.

Nuestra pesca no debe ser de actividades con rica comida, nuestra pesca debe ser de almas.

¿Cuándo fue la última vez que trajiste una nueva alma a los pies de Cristo? ¿Cuándo fue la última vez que hiciste una inversión de tiempo yendo a la casa del alma que ganaste para el reino de los cielos para enseñarle las verdades que le harían crecer? Si no está entre tus prioridades ganar almas para Dios, no está entre tus prioridades ser iglesia.

 

Debemos entender la voz de Dios

Mientras Pedro está en Jope, Dios por medio de la visión de un ángel se le revela a un hombre llamado Cornelio quién era justo y generoso y le manda que haga venir a Simón el que tiene por sobrenombre Pedro y “él te dirá lo que es necesario que hagas” (Hechos 10.6) y Cornelio, manda por Pedro. Es curioso cómo, pudiendo el mismo ángel predicarle el evangelio a Cornelio, manda que sea un hombre quién lo haga. No cabe duda de que solo quién ha recibido gracia, puede dar gracia.

Mientras tanto, y un día después de lo ocurrido, y mientras Pedro ora, este ve descender del cielo un gran lienzo que contiene animales de todo tipo y que cualquier judío los diferenciaría claramente en dos categorías: puros e inmundos. Junto con el lienzo, Pedro escucha una voz que dice: “Levántate Pedro, mata y come” (Hechos 10.13). La respuesta de Pedro es que él como judío, nunca había comido nada que fuera ritualmente impuro. 

La visión se repite tres veces y cada una de ellas la visión termina con la misma voz que le dice: “Lo que Dios limpió no lo llames tú común” (Hechos 10.15). Pedro como es de esperarse, se queda desconcertado por el significado de la visión; no la puede entender.

Llegan los enviados de Cornelio a buscarlo y Pedro recibe de Dios la clara indicación de acompañarlos lo que sucede al día siguiente en el cuál Pedro junto con miembros de la iglesia de Jope viaja a Cesaréa. Al llegar ahí descubre que en la casa de Cornelio se ha reunido un grupo grande y esto, hace que Pedro comience a entender.

El apóstol le explica a la gente que para él como judío no le está permitido por su religión la estrecha relación con otros grupos sociales lo que dice claramente dando a entender que no entiende porque Dios le ha enviado a esa familia en particular, pero, decidiendo obedecer, les predica a Cristo y entonces sucede algo que, seguramente dejó a Pedro sin palabras. Los gentiles reunidos con Cornelio reciben al Espíritu Santo y empiezan incluso a hablar en lenguas en lo que pareciera que es una repetición de lo que pasó en el día del pentecostés, pero en circunstancias totalmente antagónicas.

O sea, en el pentecostés de Hechos 2 fueron judíos quiénes hablaron en lenguas manifestando la presencia del Espíritu Santo y fueron gentiles quiénes los oyeron y testificaron que los judíos recibían el cumplimiento de su promesa. Con Cornelio, son gentiles quiénes hablaron en lenguas manifestando la presencia del Espíritu Santo y fueron judíos quiénes los oyeron y testificaron que los gentiles eran merecedores de la misma promesa. En resumen, ya no hay dos pueblos, ya no hay judíos ni gentiles, eso se acabó para siempre, ahora dos pueblos se convierten en una misma nación espiritual y esa unidad, permanecerá por siempre.

Pedro, ahora, por fin entiende todo (Hechos 10.48) y manda a bautizar a aquellos que han abierto su corazón a Cristo. No hay acepción de personas y si Dios no lo hace, Pedro tampoco lo volverá a hacer.

Los apóstoles y los hermanos de la iglesia de Jope eran falibles, cometían muchos errores de juicio y según puede apreciarse, uno de ellos estaba siendo cometido por Pedro, pero, tenían algo bueno, algo que debemos de aprender: estaban dispuestos a entender la voz de Dios.

Las iglesias que quieren vivir de acuerdo con el modelo de Dios deben aprender a entender su voz, pero, no es tan fácil como parece. En ocasiones, como sucedió con Pedro, muchos años de tradición o de pensar de cierta forma endurecen el razonamiento de los cristianos y no pueden entender que es lo que deben hacer, que ideas deben conservar y que cosas deben desechar, y no hablo de doctrina bíblica que, nos ha quedado claro que es inalterable; hablo de limpiar nuestra mente de cualquier idea que vaya en contra de esta doctrina.

Dios puede hablarnos de muchas formas y por medio de la voz de cualquier hermano aún de aquellos que no pudiéramos considerar sus voceros. Dios puede utilizar cualquier circunstancia para manifestar hacia donde apunta su voz y, los creyentes debemos entender que, aunque hayamos visto, hecho o pensado el cristianismo de la misma manera durante muchos años, si algo debe ser diferente, debemos cambiarlo porque el dueño de la iglesia así lo ha decidido.

  

Antioquía

Debemos crecer basados en una buena enseñanza

Cuando Esteban fue asesinado, varios creyentes expulsados por la persecución viajaron a Fenicia, Chipre y Antioquía; en esta última ciudad, empezó a formarse una iglesia que rápidamente creció en número de congregantes (Hechos 11.20-21).

Al escuchar que una ciudad de importancia más se rinde al evangelio, los apóstoles envían a Bernabé a confirmar la obra que el Espíritu Santo está haciendo entre los gentiles de Antioquía los que ya no queda duda alguna que son también herederos de la salvación (Hechos 11.18).

Bernabé al ver los alcances que está teniendo la obra de Dios en esa ciudad, va a buscar a Pablo a Tarso y lo trae para Antioquía donde juntos, trabajan en medio de la iglesia durante por un año enseñando y capacitando esta congregación (Hechos 11.26).

La iglesia en Antioquía creció aún más y de hecho podemos decir sin lugar a dudas decir que, después de la iglesia de Jerusalén, fue la iglesia en Antioquía la que sobresale por mucho dentro del movimiento cristiano de los primeros treinta años de existencia de la fe en Jesús y crecía gracias al trabajo de un gran número de maestros y profetas que, se congregaban en la iglesia cristiana de esta ciudad como pude verse por la lista de los nombres de quienes tenían acceso al púlpito de esta iglesia (Hechos 13.1).

Las iglesias cristianas que deben imitarse crecen porque saben dar su espacio a la buena enseñanza, a la enseñanza que sale de la palabra de Dios y de la boca de maestros y profetas (entendiendo a estos últimos como voceros de la Palabra de Dios Escrita, la Biblia) los cuales únicamente toman de esta lo que deben compartir y dejan de lado sus impresiones, sus comentarios y sus experiencias convirtiendo los púlpitos de estas asambleas en lugares donde resuena la voz de Dios y queda fuera la voz de los hombres. No olvidemos lo que paso con quién hablo siendo un simple humano creyendo que hablaba en el nombre de Dios y, terminó siendo comido por gusanos.

No significan estas palabras que, a los predicadores y voceros de la emoción les espera una muerte abrupta, más bien creo que les puede pasar algo peor; sus palabras serán muertas, infructíferas, no van a transformar a nadie y no abonarán nada al reino de nuestro Padre.

Así que, si deseas ser un creyente que ayude a tu iglesia a vivir bajo el modelo de Dios para las asambleas no pienses, no enseñes, no compartas nada a menos que estes seguro que ha sido dicho por Dios. Ya estamos demasiado llenos de iglesias donde prevalecen las emociones y se ha abandonado la doctrina como para que tú contribuyas a que eso siga pasando.

 

Debemos tener una clara identidad

A los creyentes en Cristo, por primera vez, se les empezó a llamar: “cristianos” en la iglesia de Antioquía.  


y a los discípulos se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía.
Hechos 11.26

Y ese apelativo, al principio, fue utilizado de una manera denigrante con los que eran seguidores de Cristo. Sin embargo, al paso de los siglos se fue convirtiendo en un calificativo que identifica a todos aquellos que, en medio de una iglesia, reconocen a Cristo en su corazón como su Señor y Salvador independientemente de la función que estos ejerzan sean ancianos (función que prevaleció a la muerte de los apóstoles), diáconos (los siervos encargados de la atención a los necesitados “diáconos de oficio”), los diáconos o siervos que hacen la obra material en las iglesias (diáconos de función) y los congregantes quienes dan de sus oraciones y ofrendas lo necesario para que la obra del Señor siga creciendo.

Hasta este punto del libro de Hechos podemos ver que, la iglesia en Jerusalén tiene apóstoles que estuvieron con Cristo en su ministerio terrenal encargados de enseñar la doctrina no solo a esta iglesia sino a cualquiera que deseara recibirlos, función que, ejercieron hasta que murieron y los apóstoles como testigos de la resurrección del Señor dejaron de existir.

Además de los apóstoles en la iglesia en Jerusalén y en otras había líderes que eran reconocidos con el apelativo de “ancianos”, además de los diáconos y los congregantes, pero siendo todos conocidos como “cristianos”.

Vemos a cada iglesia independiente auto gobernándose por la misma enseñanza recibida de los apóstoles, pero sin querer prevalecer una por encima de la otra. Esta enseñanza se expandía en forma de cartas que se enviaban entre las ciudades donde había iglesias cristianas. Este trabajo recaía en los misioneros quiénes se encargaban de viajar a nuevas ciudades y visitar a las congregaciones ya establecidas para compartirles nueva enseñanza, para también ayudar a levantar nuevas iglesias y a constituir a los ancianos que las dirigirían.

Así empezó a conformarse el mundo cristiano, con cada uno de sus elementos unidos en torno a Cristo lo que le daba identidad la cual, hace que todas las personas de una congregación se dirijan en una misma dirección esperando lograr los mismos propósitos

Nuestra identidad nos define, es lo que hace que otros sepan lo que somos y porqué lo somos, es un nombre que nos incluye y que nos hace saber que pertenecemos a un territorio, que tenemos una bandera y que creemos las mismas cosas.

La iglesia en Antioquía podía tener muchas diferencias que Incluso pudieron haber causado polémicas entre sus excelentes maestros y profetas, pero tenían algo excepcional, un valor que debemos de imitar: tenían una identidad por lo que no es casualidad que, en ese lugar se empezara a llamar “cristianos” a los discípulos.

Las iglesias en la actualidad debemos desarrollar una identidad, debemos de tener cosas que nos identifiquen, pero esto va más allá de usar camisetas con los logotipos de nuestras congregaciones o tener grupos musicales con decenas de solistas, no, todo eso no crea ninguna identidad si no llama la atención de aquellos que necesitan a Dios. 

Toda identidad que no nos ayuda a llamar la atención del mundo y, por ende, alcanzar almas, para lo único que servirá será para desarrollar nuestra soberbia espiritual y esta, no es nada recomendable, porque es una puerta abierta para el pecado en nuestras vidas y en nuestras iglesias.

Como cristiano define tu identidad y esta, por supuesto, debe incluir a Cristo si no, el apelativo de “cristiano” no te pertenece. Tu identidad, entiéndelo, está fuera de este mundo, tiene raíces en un lugar donde el tiempo y las diferencias no existen y en donde, la forma de pensar no se parece en nada a lo que tu piensas. Si quieres ayudar a que tu particular redil siga siendo un lugar de bendición, no pierdas tu identidad y no intentes imitar al mundo ya que este es el más poderoso secuestrador de identidades cristianas que existe.

 

Debemos ayudar a otras congregaciones

En medio de estas actividades y crecimiento de la iglesia en Antioquía, unos profetas llegaron de Jerusalén a esta ciudad y uno de ellos llamado Ágabo anunció que una gran hambre vendría sobre toda tierra habitada (refiriéndose con esto a todo el imperio romano). Se especifica incluso que, esta hambre sucedió en los tiempos del emperador romano Claudio; Flavio Josefo, el famoso historiador judío al servicio de Roma nos dice que durante el gobierno de este emperador se sucedieron varias hambrunas.

Este anuncio hace que los cristianos de la iglesia en Antioquía recogieran una ofrenda y la enviaran como ayuda a las iglesias que estaban ya conformadas en la región de Judea. Pablo el apóstol y Bernabé, son comisionados para llevar esta ayuda económica y entregarla en las manos de los ancianos de las iglesias en esta zona.

Esto nos deja ver una cualidad que la iglesia de Antioquía y las iglesias del primer siglo tenían y que debemos de imitar.

A pesar de sus deficiencias, estas iglesias ayudaban a otras congregaciones, tenían la disposición de ayudar a otros cristianos de una manera material cuando sabían que esto se requería, sabían ofrendar cuando era indispensable que lo hicieran y, si bien cada iglesia era independiente, esto para ellos no servía como una excusa para no asistir a sus hermanos con quiénes compartían dolores y alegrías, pero también necesidades.

Debemos ayudarnos entre nosotros, no importa que nuestra ayuda sea dirigida a quién tiene otro nombre o a quién canta de una manera diferente. Cuando ofrendamos, lo hacemos para cumplir con el Señor, no ofrendamos a ningún nombre o apellido en particular, no ofrendamos pensando que al hacerlo “estamos ayudando a la competencia”. En un solo cuerpo, en un solo rebaño, en donde no hay diferencia alguna, nadie pierde y nadie gana, todo se hace para que el trabajo de Dios sea hecho.

Todos nosotros como parte integrante de la labranza de Dios, como parte del lugar donde debemos dar fruto, debemos entender que, muchas veces este fruto debe ser material y debe resolver los problemas que otros hermanos tienen. La necesidad que yo conozca de alguna iglesia es a mí, a quién Dios ha llamado a suplirla, ya que quiso que yo fuera quien me enterara de ella.  

Viviendo así, imitando la disposición a ayudar a nuestros hermanos, nos estamos dejando guiar por el modelo de Dios para su iglesia que, finalmente es el lugar donde, en primer lugar, nuestro fruto debe de ser conocido.

 

Debemos dejar la soberanía de las cosas a Dios

Mientras estas cosas pasan en Antioquía, la iglesia en Jerusalén sufre otra persecución y en esta ocasión un apóstol pierde la vida. Esta misma persecución vuelve a llevar a Pedro a la cárcel de donde es sacado de manera sobrenatural por Dios (Hechos 12.4-19)

Por su parte Herodes, el incitador de la persecución, se presenta ante la gente de las ciudades de Tiro y Sidón para resolver una diferencia entre ellos y, les da un discurso (la tradición registra a este Herodes como un consumado orador) quién, después de su discurso es aclamado como si sus palabras no fueran de este mundo, como si el fuera un dios y Herodes, lamentablemente se creyó esto. Es su corazón ensoberbecido lo que provoca que Dios le hiera y, en lugar de disfrutar las aclamaciones, muera comido por gusanos (Hechos 12.23) así que, levantarse contra la iglesia de Dios no le trajo ningún buen resultado a Herodes y aún incluso hoy, no le trae ningún buen resultado a quién se atreve a hacerlo.

Volvamos con Antioquía. Pablo y Bernabé terminan su viaje a Jerusalén donde llevaron la ofrenda material de ayuda para los creyentes en la iglesia que, en el nombre de Jesucristo se reunían en esta ciudad y en su regreso, los nacientes misioneros vuelven acompañados de un hermano llamado Juan, que tenía por sobrenombre “Marcos”.

El Espíritu Santo hace entonces un claro llamado a la iglesia en Antioquía pidiendo que, Pablo y Bernabé debían de ser apartados para una obra a la que había decidido llamarlos (Hechos 13.2). La Biblia menciona que los cristianos de esta iglesia dedicaron un tiempo a la oración y al ayuno para después despedir a estos dos hombres para iniciar lo que hoy se conoce como el primer viaje misionero de Pablo.

La iglesia en Antioquía y aún la iglesia en Jerusalén en medio de una brutal persecución, a pesar de sus asignaturas pendientes, sabían dejarle la soberanía a Dios. Lo que estaba pasando no era nada cómodo para ellos. Veámoslo de la siguiente manera: Dios está pidiendo a la iglesia en Antioquía que se desprenda de dos de sus principales maestros para que Dios pueda usarles para algo que Él quería, pero de lo cual no quería darles ningún detalle.

Dios le está pidiendo a la iglesia en Jerusalén que acepte que, la muerte forma parte de su plan y que ver partir a los suyos es algo que deben aceptar.

A ambas iglesias, Dios les está mostrando que deben vivir bajo su soberanía, bajo lo que Él quiera hacer con la iglesia, que entiendan que solo Dios tiene en su mano la decisión de qué hacer con las asambleas y de cómo estas deben aprender a vivir.

Volvamos con la iglesia en Antioquía. 

Al ser evidente que, el destino ministerial de Pablo y Bernabé había sido decidido por Dios, siervos e iglesia, aceptaron dejar que la obra de Dios continuara tal y como Él estaba indicando.

Si, definitivamente, estas iglesias en lugar de cuestionar los mandatos del dueño de ellas decidieron hacer algo muy sabio: obedecer sus órdenes.

Las iglesias de hoy deberíamos comenzar por imitar esto de las iglesias de la Biblia, el aceptar que, Dios tiene soberanía total sobre la iglesia. Nadie está por encima del Señor en su iglesia y en ocasiones Dios puede pedirnos que hagamos cosas o sacrificios que no queremos, que no esperamos o que no nos gustaría hacer. En ocasiones los líderes de la iglesia tendrán que entender que Dios les está pidiendo encabezar decisiones que bajo su criterio humano no son las más acertadas o, habrá situaciones donde parte de la iglesia entiende como voluntad de Dios algo que la otra parte no lo ve como tal.

Cuando eso suceda, lo único cierto es que Dios va a encontrar la manera de hacernos saber lo que desea, y si Él pudo enviar a un profeta para avisar del hambre que venía sobre Judea, si fue capaz de hablarle a una iglesia para apartar a dos siervos para una obra especial y, si fue capaz de abrir las aguas del Mar Rojo para mostrarle a un pueblo cual era el camino por el que debían seguir, sin lugar a duda, encontrará la manera de guiarnos hacia donde sea voluntad.

Los que somos creyentes debemos entender que, así como Dios tiene soberanía total sobre su iglesia, también la tiene sobre nuestras vidas (Hechos 4.24) por lo que, si queremos ser una iglesia sometida a Dios esta debe de estar conformada por personas que, someten su vida a Dios.

Entiéndelo, Dios no necesita de tu ayuda para guiar tu vida. No requiere que apures tus decisiones pensando que se tarda más de lo que es normal o que no está al pendiente de lo que se tiene que resolver alrededor de ti. Si crees en Dios entiende que eres el siervo del único ser al que no se le puede cuestionar o decir que haga las cosas de tal forma, mediante tal proceso o, usando cierto periodo de tiempo.

Si no estás listo para que tu vida todos los días se humille ante Dios (1 Pedro 5.6) no estás listo para construir ni para ser parte de una iglesia. Cualquier otro camino diferente a respetar la soberanía de Dios por bueno que parezca, terminará en serios problemas y confusión para la iglesia.

 

Las ciudades de los viajes misioneros del apóstol Pablo

Antioquía de Psidia

Anunciemos el mensaje de la gracia

El primer viaje misionero de Pablo y Bernabé inicia y ellos viajan a Chipre y predican en Salamina. De ahí viajan a Pafos en donde resisten con el poder de Dios a un mago llamado Elimas al cual Pablo enceguece con lo que se gana la admiración del procónsul, autoridad civil de la ciudad (Hechos 13.4-12). 

De ahí, visitan Perge donde Juan Marcos abandona la comitiva misionera y de ahí llegan a Antioquía de Psidia donde empiezan a predicar en una sinagoga judía (Hechos 13.15) haciendo ver claramente a los judíos que la gracia nunca podría llegar a ellos por medio de la ley, pero si por medio de Jesucristo (Hechos 13.39).

Este mensaje causa tal efecto en la gente no judía que les piden a los misioneros que el siguiente día de reposo les siguieran hablando del mismo mensaje. Además de ello, varias personas los buscaron para seguirles escuchando y el mensaje de los misioneros en cada ocasión vuelve a repetirse una y otra vez: ellos debían ocuparse y debían perseverar en la gracia de Dios (Hechos 13.43).

El siguiente día de reposo se reinició la predicación con un resultado extraordinario.

Mucha gente acepta a Cristo y los judíos empezaron por celos a enfrentarse con los misioneros hasta que logran por medio de instigaciones expulsarlos de la ciudad de donde parten a otro lugar, pero, a pesar del rechazo y de lo que enfrentaban siempre su mensaje fue dirigido hacia lo mismo: la gracia.

El mensaje de la iglesia no debe perder ese ingrediente. Debemos mostrar gracia antes de mostrar condena. Si insistimos en exhibir y condenar a las personas que se acercan a Dios antes de que Él transforme sus vidas (Mateo 7.4), vamos a presentar una imagen falsa de la gracia de Dios y de su persona. Ofrezcamos gracia reflejada en palabras y actitudes que transmitan el amor de Dios las merezcan o no las personas a quiénes se las estemos compartiendo. Nunca olvidemos que, cuando Dios vino a nosotros no hizo uso de la condena, sino que, por el contrario, nos dio de su gracia cuando no la merecíamos.

El mundo de ahora, esta tan lleno de condena que es lamentable que en el único lugar donde la gracia de Dios está activa, que es la iglesia de Cristo, estemos sacando a la gracia por la puerta trasera.

Si somos creyentes, si somos miembros del cuerpo espiritual de Cristo que es la iglesia, si queremos imitar a las iglesias de la Biblia, debemos de usar como lenguaje la gracia y no te equivoques porque eso no significa que toleraremos el pecado sino que, hemos entendido que, una vez que una persona – como sucedió contigo – comprenda lo que implica la gracia de Dios en su vida, sentirá la propia necesidad de cambiar esta como forma de agradecimiento a aquel que lo llamó de las tinieblas a su luz admirable (1 Pedro 2.9).

 

Iconio

Debemos perseverar en ganar almas

El equipo misionero encabezado por el apóstol Pablo llega a la iglesia de Iconio y, siguiendo su costumbre, van a la sinagoga judía del lugar para predicar a Cristo logrando que muchas almas se conviertan, pero, como en otros lugares, en Iconio, también se desarrollaron conflictos (Hechos 14.4) los que se volvieron tan grandes que, los misioneros recibieron amenazas de que serían apedreados lo que hace que salgan de esta ciudad para dirigirse a otro lugar. 

Queda claro que, la tolerancia para hablar de Cristo en ese tiempo era mínima y, de hecho, sigue siendo igual y será igual no importa la era que se presente, sin embargo, esto no logró que los hermanos dejaran de desarrollar una característica que necesitamos mucho en nuestro tiempo: la perseverancia para ganar almas.

La labor por llamado universal a todos los creyentes para que seamos evangelistas (Mateo 28.19) nunca dejará de estar vigente. No depende de que tengamos el “don” o no, no puede ejercerse solo mientras dura la “campaña evangelística” para después desaparecer hasta el año siguiente. La labor del evangelista es algo cotidiano, es algo que se mantiene y que busca desarrollarse siempre. En Iconio a pesar de los problemas se perseveraba en ganar corazones, se mantenía el empeño de poblar la eternidad con hombres y mujeres fieles.

En Iconio se entendía la importancia de no dejar de hacer esto, de no dejar de llamar a otros a la salvación. En Iconio, se ponía como prioridad que otros supieran que en Cristo hay salvación. En Iconio esto se hacía, pero ¿se hace en nuestras modernas iglesias?

La respuesta a esa pregunta define que tanto nuestras asambleas imitan a las iglesias de la Biblia e incluso podemos ir a planos más personales ya que podemos pensar que, la respuesta a esa pregunta demuestra cuanto hemos comprendido la responsabilidad que tenemos dentro de la iglesia de Cristo que conformamos.

 

Listra

Debemos sentir amor por las almas

El viaje misionero continua y llegan a Listra donde predican el evangelio (Hechos 14.7). En esta ciudad, Pablo el apóstol sanó a un hombre paralítico, pero, el trasfondo religioso de la gente de esta zona hace que Pablo y Bernabé sean adorados como dioses lo que incluso llevo a que casi les ofrecieran a ellos sacrificios de animales (Hechos 14.8-14).

En medio de este alboroto, judíos provenientes de Antioquía de Psidia e Iconio (ciudades visitadas antes por los misioneros) alborotan a la gente lo que hace que lapiden a Pablo y lo dejen por muerto. Pablo se recupera de esta agresión, viaja con Bernabé a Derbe y sigue predicando más a Cristo.

Desde este punto inician el regreso a su iglesia en Antioquía, pero, pasando por los mismos lugares que ya habían visitado y en donde había existido tanta oposición, pero, esta vez regresan para ya establecer a los líderes (ancianos) de cada iglesia, para capacitarles, para fortalecer a los hermanos y para enseñarles, esto, seguramente, implicaba estancias prolongadas en cada lugar (Hechos 14.15-23).

El retorno continúa hasta que los misioneros regresan a Antioquía donde informan a la iglesia de los resultados de su trabajo y vuelven a integrarse a su labor en esta congregación (Hechos 14.24-28).

Las iglesias de estas regiones junto con los misioneros de este viaje, mucho nos enseñan con respecto a tener amor por las almas 

¿Cuánto es el valor de un alma? ¿Qué hacemos cuando algo tiene un valor incalculable? Pues indudablemente lo cuidamos y le reservamos un lugar muy especial donde nada pueda hacerle daño. Hoy, al parecer es precisamente lo contrario lo que hacemos con las almas que Dios pone en nuestras manos.

Vemos a una persona alrededor nuestro o de nuestra congregación que está en riesgo de pasar toda la eternidad sin Dios y no hacemos nada por advertirle sobre ese gran peligro. Total, nosotros ya tenemos el boleto seguro al cielo y, cuando a costa de una inversión incalculable logramos que dicha alma llegue a los pies de Dios y de nuestra congregación, la dejamos a su suerte, que crezca sola como si un niño recién nacido pudiera valerse por sí solo.

Producimos almas huérfanas que valen la muerte de Cristo en la cruz luchando solas, tratando de entender porque existen los malos testimonios entre creyentes. Tienen sus primeras luchas sin que haya nadie que los ayude, tienen sus primeras caídas sin que haya quién los levante y así, a su suerte, tienen que iniciar un proceso de cambio de pensamiento donde no está la oración de un hermano a su lado, o la referencia de la Biblia de alguna voz que alumbre su camino.

¿Por qué pasa esto? Porque no tenemos amor por las almas. Tenemos amor por atraer almas a Dios, pero no es lo mismo que amar a las almas.

Las almas no se dejan solas hasta que puedan valerse por sí mismas y, si yo he llevado alguien a quién conozca de Dios pues es a mí a quién me corresponde ayudarle a dar sus primeros pasos. No podemos dejarlas solas hasta considerar que ya tienen el crecimiento para sostenerse por sí mismas; eso se llama hacer discípulos, no solo traerlos a que escuchen la voz de Dios.

Que paradójico. Dios paga con su vida por el valor que las almas tienen para él y nosotros demostramos que no les damos valor alguno.

Si queremos ser una iglesia que imite a las iglesias de la Biblia, deberíamos comenzar por amar a aquellos de quiénes se nutre la iglesia y amarlos, tanto como Dios nos amó a nosotros teniendo para con ellos la misma paciencia que el Señor nos demostró.


El concilio en Jerusalén

Debemos aprender a respetar a todos

En Antioquía, aparecieron unos hermanos procedentes de Judea con los que se empezó a tener una gran diferencia de opinión ya que estos, enseñaban que los cristianos debían circuncidarse de acuerdo con el rito de la ley de Moisés ya que afirmaban que de no hacerse esto, los cristianos no eran salvos. Esta diferencia de doctrina fue tan grande que se tomó la decisión de que Pablo y Bernabé viajaran a Jerusalén para hablar con los apóstoles sobre el asunto, viaje que aprovecharon estos dos hombres de Dios para poder hacer un poco de su obra misionera en las regiones de Samaria y Fenicia (Hechos 15.1-3). 

Cuando los discípulos llegan a Jerusalén, se lleva a cabo un concilio (reunión de líderes) de las iglesias de Antioquía y Jerusalén, las dos ciudades con mayor presencia e impacto cristiano en ese tiempo cuyo motivo era responder a una pregunta de importancia fundamental en ese momento:

¿Era necesaria la circuncisión para la salvación de los gentiles que aceptaban a Cristo? 

Después de una fuerte discusión, Pedro el apóstol hace resaltar lo que bien aprendió en su visión que ya hemos mencionado, que Dios no hace acepción de personas entre los judíos y los gentiles. Pablo el apóstol y Bernabé hablaron de cómo Dios se había movido con libertad en el mundo gentil salvando almas y transformando vidas y Jacobo, el apóstol menciona que el llamado de Dios hacia el pueblo gentil era algo que había sido profetizado en las Escrituras lo que a él le lleva a concluir que no debe existir ninguna carga que de la ley debiera ser impuesta a los gentiles a sabiendas de que la ley de Moisés tiene ya suficientes lugares en los que se habla de ella (Hechos 15.21).

Esta posición unánime hace que se tome la decisión en este primer concilio de redactar una carta que se pudiera enviar por medio de una comitiva a la iglesia en Antioquía, en Ciria y en Silicia. Esta carta (cuyo contenido íntegro está en Hechos 15) concluye que los gentiles cristianos no debían de guardarse de ninguna cosa de la ley excepto que tenían que evitar comer sangre, carne de animales que murieran por ahogamiento y evitar la fornicación (Hechos 15.29) con lo que desaparece cualquier posibilidad de “ritualizar” a la iglesia de Cristo y por el contrario, mantenerla como una comunidad sencilla, humilde y cercana a las características de quién la fundó el cual siempre afirmó que, era manso y humilde de corazón (Mateo 11.29).

Luego de esto, cada uno de los participantes del primer concilio de la iglesia cristiana vuelve a sus distintas iglesias y a sus distintas funciones. Queremos resaltar a Silas que, viajó a Antioquía desde Jerusalén para dar a conocer el contenido de la carta y que, con el tiempo, decide quedarse a vivir en Antioquía.

Las iglesias de Jerusalén y Antioquía eran falibles, pero a la hora de celebrar el concilio en Jerusalén, cualquier diferencia fue dejada de lado. Pablo, no aprovechó la ocasión para recordar a los apóstoles que, durante su primera visita no había sido tratado como merecía. Pedro, no uso este momento para ver si podía obtener apoyo para ser considerado como “el apóstol de los apóstoles” o como alguna especie de “súper pastor”.

Nada de esto ocurrió porque todos estaban concentrados en resolver una cuestión que pretendía lograr un propósito importante que era mostrar respete a la opinión de todos.

En la iglesia de Cristo hay diferencias y siempre las habrá.  La iglesia de Cristo está formada por personas que piensan diferente, que nos formamos en contextos sociales distintos lo que amerita que, debamos aprender a respetar lo que los demás piensan; asumir una actitud de tolerancia con todos a pesar de pensar distinto, el ser inflexibles con nuestro pensamiento para que este solo salga de la Biblia, pero, en las cosas en que no hay acuerdos, que exista tolerancia.

Si solo nos interesa al ser iglesia que, mi opinión sea mejor que la de los demás, definitivamente nunca seremos una iglesia que imite a las iglesias de la Biblia.

 

Filipos

Debemos entender la dignidad de los siervos

Se inicia el segundo viaje misionero.

Pablo y Bernabé se separan por una diferencia (este episodio lo analizo en mi libro Lideres de papel) y Pablo hace equipo con Silas e inicia su trabajo visitando a las iglesias establecidas en Siria y Cilicia (Hechos 15.40-41) luego de esto, pasó a las regiones de Iconio, Derbe y Listra en la última de las cuales conoció a Timoteo quién se vuelve su compañero en el viaje misionero el cual, podemos constatar mantenía la línea de enseñar y edificar sobre la base de lo que Cristo había enseñado a sus apóstoles (Hechos 16.4).

El Espíritu Santo dirige la ruta del viaje misionero hasta que el grupo llega a la región de Macedonia a una ciudad de la misma llamada Filipos a partir de donde se asume que Lucas, el escritor del libro de Hechos se incorporó al grupo misionero ya que a partir de ese momento él se auto incluye en las referencias del grupo.

Ahí en Filipos, Pablo expulsa un espíritu de adivinación de una mujer que era usada para comerciar con esta actividad y quiénes la esclavizaban, al ver perdida su fuente de ganancia, entregan a los misioneros bajo acusaciones falsas con las autoridades civiles de la ciudad las cuales los azotan y los meten a la cárcel.

Estando encarcelados, se sobreviene un gran terremoto que hace que las cadenas de todos los presos se suelten. El carcelero, al pensar que todos los presos habían huido intenta quitarse la vida al saber las implicaciones de su falla; este es detenido por Pablo y, el carcelero impactado por el testimonio del terremoto y de unos presos que en medio del dolor de los azotes son capaces de cantar alabanzas decide aceptar a Cristo, liberar a los misioneros para llevarlos a su casa y hacer que también ahí su familia sea convertida a Cristo.

Al día siguiente, Pablo y Silas son dejados en libertad, pero, ellos reclaman un derecho y piden que, sean las mismas autoridades las que los saquen de la cárcel ya que ellos consideran injusto haber sido azotados siendo ciudadanos romanos.

La ciudadanía romana era una condición que permitía muchas ventajas para quién la poseía y una de ellas era que, en los juicios por cualquier motivo, no se le podían aplicar a los ciudadanos romanos los mismos castigos que a quiénes no lo eran. Esto hace que, al saberlo, las autoridades de Filipos vengan a la cárcel y los saquen ellos mismos rogándoles una gran disculpa por ello para que no fueran acusados con sus autoridades superiores. Los misioneros descansan en casa de Lidia, una hermana de la iglesia de Filipos, conviven con los hermanos y parten de ahí.

El episodio en Filipos nos deja ver algo muy interesante.

El asunto de la ciudadanía romana que se ha comentado era un derecho de Pablo y Silas, pero, curiosamente no invocaron este derecho a la hora de estar predicando a Cristo ni a la hora de ser llevados ante los magistrados por esta causa ya que ellos, estaban dispuestos a sufrir cualquier cosa por causa del nombre del Señor 

Pero, pasado el momento de la injusticia, ya cuando su reclamo no pudiera causar un mal testimonio a la gente, exigen sus derechos, exigen que se les trate con la dignidad que un ciudadano romano merecía.

La dignidad es la condición que uno merece tener por lo que uno es o por lo que uno ha hecho. Es algo que no se le puede quitar a nadie y que siempre puede ser reclamada. En este sentido, a los magistrados de Filipos les quedó claro que los siervos por encima de todo tenían una dignidad.

En la iglesia de Cristo debemos también entender esto. Los siervos de Dios quiénes sean y sin importar como sean deben tener de nosotros un trato a la altura de su investidura como ungidos del Señor (como David llamaba a Saúl el rey aun cuando incluso este buscaba matarlo). Léase 1 Samuel 24.6.

Cuando honramos y respetamos a un siervo, honramos a Dios. El respeto se lo estamos dando a Dios. Si el siervo piensa que el respeto se lo damos a su persona o a las cosas que dice o hace y esto le hace pensar que una iglesia es una especie de trono desde donde puede hacer lo que quiera con quien quiera e imponer las cargas que se le antojen a los demás, pues eso no es más que el reflejo de una personalidad inservible que a su vez, no respeta la dignidad de Dios. Si estás en una iglesia con líderes así, de inmediato sal de ahí antes de que tu vida espiritual se vuelva infructífera.

Y cuando alguien se siente más que los demás sabiendo que Dios no hace acepción de personas, vivirá la disciplina de Dios que caerá con toda su fuerza para tratar de purificar una mente esclavizada por la soberbia y completamente alejada de la voz de Dios. De esto, no tengamos dudas, se encargará Dios, pero, a nosotros lo que nos toca hacer es honrar a los siervos que en verdad trabajan para el Señor.

Una iglesia que reconoce la dignidad de sus siervos por lo que Dios dice no por lo que estos son, logra que en muchos casos estos se mantengan contentos y no desfallezcan ante las grandes responsabilidades que Dios demanda de ellos.

Las iglesias que imitan a las iglesias de la Biblia saben reconocer el esfuerzo de sus siervos y les respetan por ese trabajo no por la perfección de su conducta la que, por cierto, nunca tendrán.

 

Tesalónica

Guardemos la integridad de todos

Continuando con su segundo viaje misionero, Pablo y Silas llegan a Tesalónica donde predican en una sinagoga judía como acostumbraban y, como siempre, fue mucho mayor la respuesta de los gentiles (Hechos 17.4) y, nuevamente como siempre, el celo de los judíos hizo que los fueran a buscar a casa de un cristiano llamado Jasón suponiendo que los misioneros estaban ahí hospedados.

Al no encontrarlos, presentaron ante las autoridades a Jasón y a otros hermanos acusándolos de una falsa rebelión. 

Las autoridades respectivas no encuentran sustento en la acusación y, después de recibir la fianza correspondiente de los acusados, los deja libres.

El trabajo en Tesalónica no fue nada fácil, a los cristianos se les calificaba como “aquellos que trastornan el mundo” y, en cierto sentido si era así, pero por causas y motivos diferentes de los que la gente decía. En medio de estos problemas, la iglesia en Tesalónica nos enseña la importancia de cuidar la integridad de todos. No solo los misioneros eran perseguidos, también los creyentes y su vida corría el mismo riesgo que la de los líderes. Dios guardó a Jasón mientras la iglesia guardo a Pablo, Silas y al grupo misionero.

Como cristianos, como hermanos, como miembros de una iglesia, debemos entender que lo que pasa a uno, afecta a todos, daña nuestra integridad, daña el equilibrio de lo que somos, pensamos y actuamos y, esta integridad no solo tiene que ver con guardar el cuerpo físico sino también con guardar la integridad de nuestro pensamiento, la integridad de nuestra doctrina y la integridad del espacio espiritual en donde todos nos estamos congregando.

Debemos preocuparnos por lo que nos puede hacer daño a todos en nuestra asamblea, ayudémonos entre nosotros platicando constantemente de lo que puede marchar mejor en nuestras vidas. Si observamos algo malo en la vida de algún hermano, tengamos la madurez y la gracia para decírselo y no justificarnos bajo el argumento de que eso no “es mi asunto” sugiriendo que, hasta que las cosas me afecten me preocuparé por ellas.

La integridad de nuestras iglesias es responsabilidad de todos, aunque mayormente es de los ancianos. No cualquier idea, pensamiento o practica puede entrar al espacio de nuestra congregación.

El daño que un hermano sufra es un daño le afectará primeramente a él pero este daño, poco a poco empezará también a destruir mis defensas y a larga, puede destruirnos a todos en la iglesia o lo que es peor, convertirnos en una iglesia débil que solo tiene las fuerzas y la inercia para sobrevivir, pero ya no para crecer.

 

Berea

Aseguremos la santidad del mensaje

El trabajo de los misioneros continúa y llegan a la ciudad de Berea donde son recibidos con mucha mayor aceptación de la que se les mostró en Tesalónica, pero. al enterarse las personas de Tesalónica de lo que estaba pasando en Berea, marchan a esta ciudad y provocan un alboroto que parece amenazar la obra y, al parecer, esto tenía que ver más con el apóstol Pablo que con otros miembros del equipo misionero lo que hace que Pablo salga de Berea y sea conducido hasta Atenas mientras que Timoteo y Silas se quedan en Berea con el encargo de alcanzar a Pablo en cuanto les sea posible.

Miremos a la iglesia que se forma en Berea. No es perfecta, es una iglesia que lucha contra sus propios conflictos, pero en medio de su fácil manipulación de la que eran objeto por los comentarios de los hombres, no les sucedía lo mismo con los comentarios de Dios 

Cada palabra que les era enseñada, ellos de inmediato escudriñaban las Escrituras “para ver si era así” (Hechos 17. 11). Con esto, no hacían otra cosa que asegurar la calidad del mensaje que recibían, se aseguraban de que este, viniera de la boca que viniera, tuviera la firma de Dios.

Las iglesias del tiempo presente deberíamos mediante un gran esfuerzo hacer lo mismo, y la verdad, no lo hacemos. En muchas iglesias se escucha por todos lados la voz de los hombres y por ningún lado se escucha la voz de Dios. Se tienen prácticas que se imponen como leyes tomadas de lo que el líder “creyó mirar” en la Biblia sin que tenga relación con lo que Dios quiso decir.

Aseguremos la santidad del mensaje. Miremos una y otra vez en lo que la Biblia dice que debemos de hacer. Todo el tiempo busquemos si lo que vamos a hacer va de acuerdo con lo que Dios ha revelado en su Palabra Escrita.

Una iglesia que se asegura de que la firma de Dios esté en todo lo que enseña y hace, será una iglesia con la aprobación de Dios. ¿No será que todos los conflictos que no paran en cualquier iglesia serán consecuencia de que no se está buscando la firma de Dios en todo lo que se enseña y hace? El poco fruto y el mucho emocionalismo ¿no serán una muestra del poco apego que se está teniendo a la voz de Dios? Sería bueno meditar un tiempo en esto.

  

Atenas

Defendamos la fe con sabiduría

De Berea Pablo llega a Atenas, ciudad capital de Grecia, corazón del helenismo (pensamiento filosófico griego) y dueña de un gran politeísmo. Pablo inicia su trabajo como predicador en la sinagoga de los judíos de esta ciudad y en los lugares públicos con los gentiles. Su mensaje sobre la vida de Jesús y de su resurrección provoca curiosidad en la mente analítica de los griegos; Pablo es convocado al Areópago, uno de los principales foros públicos en Atenas para la exposición de cualquier ideología.

Sabiendo Pablo de esta tendencia de los atenienses a escuchar nuevas ideas (Hechos 17.21), inicia su discurso felicitándolos por su apertura de mente y hace referencia a una imagen que estaba en algún lugar de la ciudad con la leyenda “Al Dios no conocido” e inicia diciendo que él viene a predicarles al Dios que ellos aún no conocen. Pablo lo presenta como el dador del conocimiento, como el Creador que es mucho más de lo que ellos pueden imaginar.

Este discurso apelando a lo que los oidores conocen hace que algunas personas se interesen, pero, la idea de la resurrección es algo que no concuerda con el pensamiento griego de esa época lo que hace que muchos también, lo rechacen.

Pablo en Atenas nos enseña algo a la iglesia del presente siglo. Cuando defendamos la fe, cuando hablemos de Cristo, cuando nuestra boca dé testimonio de lo que somos, no debemos olvidar que tenemos que hablar con sabiduría, con palabras que surjan de un corazón que se mueve en la abundancia del Espíritu. 

La gente que desea conocer a Dios tiene dudas, y muchos quieren creer, pero, requieren ser convencidos. A nosotros nos toca entender que para lograr esto, convencer, necesitamos aprender cómo hablar, como tener la capacidad de tocar de cualquier tema, para convencer con aquello que las personas necesitan oír y no con lo que nosotros pensamos que debemos decir.

Un discurso siempre lineal que no sepa adaptarse, que quiera que las personas por obligación se quebranten, que apele más a crear miedo que a mostrar gracia, termina alejando a las personas del cielo.

Queremos resaltar aquí una necesidad que tenemos los cristianos: la necesidad de estar preparados y esta necesidad apunta a dos áreas. Primero, debemos prepararnos en la práctica de hablar de Dios lo que se debe hacer todos los días. Es algo que no se logra en el salón de ningún instituto o asistiendo a un congreso y, además, necesitamos prepararnos en el área del conocimiento, lo que se logra leyendo, haciendo que el corazón tenga abundancia para compartir. Esto nos obliga a leer permanentemente la Biblia en primer lugar y, además buscar estar enterados de todo lo que pasa en todos los ámbitos de la vida humana ya que ahí, encontraremos la información del “dios no conocido” que, en algún momento, será lo único con lo que podamos llamar la atención de alguien.

 

Corinto

Compartamos lo que vamos aprendiendo

Pablo llega a Corinto y nace la iglesia a la que más tarde enviará al menos dos de sus cartas y, en esa ciudad, Pablo y el equipo misionero vivieron interesantes experiencias. Aquí, meditaremos en una de ellas. 

Pablo en Corinto conoció al matrimonio de Priscila y Aquila que, expulsados por ser cristianos en Italia, llegan a Corinto en donde inician una profunda amistad con Pablo que se alimentó por el hecho de que tenían el mismo oficio (Hechos 18.3).

En esta ciudad, la predicación de Pablo convence incluso al principal de la sinagoga judía y durante un año y medio la obra prospera luego de lo cual, se enfrenta una oposición que termina con una confrontación temporal luego de lo cual Pablo continúa su trabajo misionero añadiendo al equipo a Priscila y Aquila, pero mientras el trabajo misionero se mantuvo vemos una cualidad maravillosa en Pablo, Priscila, Aquila, Timoteo, Silas y todos los misioneros, los cuales, sin dudarlo, compartían lo que sabían, compartían su conocimiento.

Lo que la voz de Dios por medio de su Espíritu les enseñaba, era para todos, no solo para unos cuantos. El conocimiento de Dios no era propiedad privada en Corinto así que, siendo lo más importante dar a conocer a Dios, el quién lo hiciera, o sea quién fuera el mensajero, se volvía trivial, lo verdaderamente importante era el mensaje.

El mensaje siempre será lo más importante 

Cuando el conocimiento se hace exclusivo, convertimos una forma de ser que debiera ser el cristianismo en un culto, en algo que está en el poder de unos cuantos. ¿Eso es lo que queremos en nuestras iglesias?

 

Éfeso

Establezcamos claramente las responsabilidades

Pablo ha iniciado su tercer viaje misionero mientras en Corinto, Priscila y Aquila instruyen a Apolos un gran predicador para que pueda ser más eficiente con sus palabras.

En este viaje, Pablo llega a la ciudad de Éfeso y encuentra discípulos que no tenían ninguna idea sobre cómo vivir bajo el control del Espíritu Santo así que, son bautizados por Pablo (Hechos 19.6). Después de esto, Pablo, durante tres meses se esfuerza por hablar a los judíos y, al recibir su rechazo se queda en la ciudad por dos años para poder hablar a todo aquel que quisiera escucharlo (Hechos 19.9).

Dios reforzó el mensaje de Pablo en Éfeso con milagros extraordinarios que, incluso llegaron al punto de que solo la ropa de Pablo bastaba para curar o para expulsar demonios algo que, algunos exorcistas que andaban por el rumbo no pudieron hacer (Hechos 19.11-16) todo esto hizo que se multiplicaran las confesiones de pecados y que muchos practicantes de magia quemaran sus materiales ocultistas.

Ante tal impacto, los misioneros enfrentan los ataques de los adoradores de la diosa Diana que al ver disminuidas sus ganancias por la venta de amuletos toman a dos de ellos y los presentan a una audiencia pública a la que se le ruega a Pablo que no asista por el riesgo de que, con los ánimos caldeados la vida de todos pueda estar en riesgo.

Ante tal alboroto, la intervención de un hombre logra resolver la confrontación evitando así que, todos en general fueran acusados de rebelión contra el imperio romano lo que evitóar una tragedia (Hechos 19.40-41).

En Éfeso, el trabajo de los misioneros fue intenso y fue uno de los espacios en el que más tiempo invirtieron y cómo podemos ver en la carta que Pablo envió a esta iglesia, eran muchos los problemas que tenían en este lugar en cuanto a la comprensión de la enseñanza de la Palabra.

Tenían dudas sobre la revelación de Dios, sobre la naturaleza del amor y muchas cosas más, pero la actuación de Pablo y el tono de la carta que les escribe nos deja ver que, en esta iglesia, había una genuina preocupación por corregir lo que estaba deficiente en todos los sentidos.

En Éfeso, se corrigieron prácticas, costumbres, formas de vida, enseñanzas e incluso formas de pensamiento y quiénes tenían que renunciar a algo lo hacían con la idea clara de que esto era lo que a Dios le agradaba y lo que es agradable a los ojos de Dios, es perfecto también.  

En las iglesias del presente siglo debemos de entender que, en el trato cotidiano que tenemos en nuestras asambleas, pueden ingresar cosas que no van acorde a la enseñanza bíblica o al más elemental orden que merece la reverencia a Dios y cuando esto sucede. debe corregirse ya que de lo contrario podemos generar una doble moral en la iglesia en donde le neguemos la libertad a algunos que a otros les demos en abundancia y eso, en la gente, suele generar decepción y las iglesias que decepcionan a los suyos los terminan perdiendo.

Cuantas iglesias que deberían estar vivas o activas se están convirtiendo en casas de retiro donde no se percibe ninguna generación que continuará con el trabajo realizado y esto inicia cuando lo deficiente es aceptado, lo que nos termina volviendo ineficientes.

 

Mileto

Aceptemos la voluntad de Dios

Pablo, de Éfeso, se marcha a la región de Macedonia donde se queda por un tiempo para después dirigirse a Troas donde la gente que acompañaba a Pablo se queda a la espera de otro grupo de misioneros hasta que todos logran reunirse. En Troas, Pablo vuelve a la vida a un hombre joven que muere al caer de una ventana mientras escucha una de sus predicaciones que fue muy larga (Hechos 20.7-12) lo que hace que la fe de los seguidores de Cristo se vea fortalecida.

Siguiendo su camino, los misioneros llegan a Mileto y ahí en la playa, al aire libre y en íntima comunión Pablo hace venir de tierra adentro a los ancianos de la ciudad de Éfeso y ahí les dirige el único discurso pastoral (dirigido a líderes de iglesia) registrado de Pablo en la Biblia que finalmente termina siendo un discurso de despedida.

En él, Pablo hace ver a los líderes cuáles son sus responsabilidades como dirigentes de las asambleas; les hace ver que deben ver por ellos mismos (Hechos 20.28) así que es claro que, el principal lenguaje que usa un líder es su propia vida y, si es capaz de ver por sí mismo, podrá ver por el rebaño que Dios le ha dado y si lo que está cuidando es “un rebaño”, el líder es responsable por el alimento, la disciplina, el descanso y la higiene de las ovejas.

Además de ello, Pablo es enfático en recordarles la importancia de la ayuda material a los necesitados invocando la buena reputación que él se había labrado. Pero, sin lugar a dudas, la parte crucial de este mensaje es que Pablo desea despedirse. Pablo sabe, y así lo hace saber que, su muerte está cerca (Hechos 20.25) lo que provoca la tristeza de los líderes que reciben recomendaciones mezcladas con tristeza mientras que, ellos, le responden al apóstol con el lenguaje de las lágrimas.

Esas experiencias en las playas de Mileto no fueron nada fácil. Fue la terrible experiencia de despedirse del mentor, del amigo, del consejero, pero así debía ser, es más, Dios lo había anunciado (Hechos 20.23) y ahí, en ese lugar, Pablo y los ancianos de Éfeso nos enseñan la importancia de aceptar a voluntad de Dios. 

Hay cosas tan dolorosas para la iglesia, que solo pueden hablarse con el lenguaje de las lágrimas, cosas que lastiman, que ponen a prueba nuestra fe, que desaniman a los siervos y debilitan a los líderes, cosas que, aunque entendemos que tienen un propósito, no por ello dejan de doler menos. Cuando eso pase, cuando algo así llegue a nosotros, aprendamos la lección de las playas de Mileto y aceptemos que, lo que nos lastima, es que la voluntad de Dios no es lo que nosotros queremos.

Aprendamos a dar gracias en todo (1 Tesalonicenses 5.18) y a entender que lo que nos pasa si bien no viene de la mano del deseo de Dios, si viene de Él la voluntad para que lo enfrentemos.

Tengamos presente que, cuando algo duele, es porque es precisamente donde Dios necesita que crezcamos para poder dar un paso más hacia la personalidad santificada que nos permita ser un reflejo de la vida de nuestro Salvador.

 

El viaje de Pablo a Roma

Usemos nuestras vidas como testimonio

Después de Mileto Pablo viaja a Cesaréa donde Ágabo quien profetizara una hambruna en la región de Judea le vuelve a advertir al apóstol la suerte que le espera (Hechos 21.11) y aún, a pesar de ello, Pablo decide viajar a Jerusalén donde se involucra en un ritual judío para tratar de combatir los rumores de que él está en contra de la ley de Moisés pero, a pesar de esto, Pablo es apresado en el templo lo que provoca un gran alboroto que no se sale de control gracias a la intervención de la milicia romana lo que le da a Pablo la oportunidad de hablar para presentar su discurso de defensa en el cual, relata su conversión.

El discurso de Pablo no logra nada y su ciudadanía romana evita que sea azotado quedando a resguardo de las autoridades. Se forma entonces un complot para asesinarlo que es descubierto por su sobrino y revelado a la autoridad de Roma quién para evitar mayores conflictos lo envía preso al gobernador de aquella región, Félix.

Ante Félix, Pablo es presentado como “nazareno” y ahí se queda por más de dos años preso hasta que un nuevo gobernador toma la decisión de enviarlo a Roma para presentar su defensa ante el mismo emperador algo que, era un derecho de cualquier persona con la ciudadanía romana de aquellas épocas.

Antes de viajar a Roma, Pablo es convocado por Festo el nuevo gobernador quién está recibiendo la visita del rey Agripa y de su esposa y vuelve a dar testimonio de su vida, de sus experiencias y del poder de Dios; esto, causa tal impacto en el rey Agripa que él mismo declara que, muy poco faltó para que se convirtiera en cristiano (Hechos 26.28).

Pablo viaje entonces a Roma resguardado por varios soldados. En una etapa del viaje, Pablo y doscientas setenta y cinco personas naufragan en alta mar yendo a parar a la isla de Malta en donde Pablo de manera sobrenatural, cura al padre del principal hombre de la isla. Ahí, en Malta, el grupo entero de personas se queda durante tres meses hasta que, vuelven a reiniciar su viaje a Roma.

Cuando Pablo llega a Roma es recibido de buena manera por los judíos en esa ciudad quienes escuchan lo que él tiene que decir sobre Jesús como Mesías, pero, su mensaje no logra mucho en esta comunidad. El registro del libro de Hechos nos deja al apóstol Pablo predicando con libertad en Roma a Cristo. La tradición indica que, entre el año 65 y 68 d.C. Pablo es decapitado en esa mima ciudad.

Las ultimas vivencias del apóstol en la tierra nos muestran a un hombre confiado en Dios y con toda su vida puesta al servicio de Él. De los miles de experiencias que una vida así seguramente acumuló, vamos nosotros a concentrarnos en solo una.

A pesar de todos sus conflictos personales interiores, a pesar de todas sus deficiencias y errores cometidos, algo resalta del apóstol Pablo y que cuatro veces lo vemos repetirse desde que es apresado en Jerusalén y, hasta que llega a Roma y esto es que, usaba su vida como un testimonio, Pablo no encontraba mejores referencias para hablar del poder de Dios que su propia vida, sus luchas, sus problemas, sus persecuciones, sus cadenas, sus debilidades pero sobre todo sus fortalezas y, quiénes lo escuchaban podían sin problema confirmar que, todo lo que decía era lo que realmente había sucedido.

Nosotros, los que vivimos en las iglesias de hoy, que aspiramos a imitar a las iglesias de la Biblia ¿podemos hacer lo mismo? En muchos casos, no es así.

Hay muchos siervos de Dios que solamente hablan de su vida como si fuera la referencia de lo que es vivir una vida en santidad, pero, cuando nos acercamos un poco, y los conocemos como realmente son, nos damos cuenta de que solo quieren atraer la atención para alimentar más su soberbia. Hablan de la piedad, pero con sus hechos la niegan (2 Timoteo 3.5). Así no debemos ser.

Debemos de ser personas que, cuando se hable de nosotros, las cosas que se digan sean reales y esto, solo se confirmará cuando alguien ajeno a mí, certifique que lo que yo digo es cierto; de otra manera, es probable que lo que diga sea irreal y solo lo haga para adornar mi vida que, en el fondo, carece de una verdadera santidad; en resumen, que nuestras vidas den el mejor testimonio posible de Dios.

 


Capítulo 4.
Lo que no debemos imitar

Han pasado muchos años desde que el registro del libro de Hechos concluyó, muchos años desde el inicio de la historia de la iglesia en la tierra con tal poder que, su impulso la ha traído hasta nuestros días y aquí seguirá porque eso, es algo decidido por Dios (Mateo 16.18).

Desde el tiempo del pentecostés y los milagros de Pedro y Pablo muchas cosas han cambiado en la sociedad, pero los valores que nos fueron legados desde el cielo siempre tendrán una actualidad que reclama que los apliquemos en cada instante de nuestra vida. Esto, la aplicación de los valores de Dios determina sin lugar a duda si una iglesia está apegándose al modelo de Dios, si es una iglesia que está cerca del cielo o si es una iglesia que está más apegada al mundo, una iglesia carnal e infructífera.

Es posible que, al mirar hacia el interior de nuestros espacios de congregación encontremos que muchas cosas se están haciendo mal y que otras, simplemente nunca se han hecho. Si es así, cambiemos y demostrémosle al Señor que le amamos más que a nuestros hábitos y costumbres como iglesia. Devolvámosle a Dios su iglesia, es suya, siempre lo será y, nosotros la hemos secuestrado para hacer en ella las cosas de una forma humana queriendo disfrazar situaciones carnales como espirituales como si por hacerlas nosotros, Dios las va a autorizar por defecto. Necesitamos iglesias con valores espirituales con un toque de humanidad y no iglesias carnales con una máscara de espiritualidad.

En este capítulo analizaremos unas cuantas cosas que nos muestran cuando una iglesia no está imitando a las iglesias de la Biblia por lo que, consideremos las siguientes líneas como un ligero espacio de autocrítica que, por cierto, mucha falta le hace a la iglesia de Cristo hoy en día.

Así que, encontremos en este espacio lo que no debemos de hacer por ningún motivo bajo la pena de sufrir la disciplina de Dios por intentar conducir de manera humana algo que tiene una cabeza divina.

 

Las iglesias que no imitan a las iglesias de la Biblia

Crecen por división y no por multiplicación

La lógica del libro de Hechos nos muestra a hombres y mujeres de Dios que eran enviados a distintos lugares donde ellos predicaban a Cristo. Esta predicación convertía almas y de estas almas se levantaban los líderes que tomarían la función de dirigir estas congregaciones las cuales iban creciendo hasta alcanzar un tamaño respetable y, se iniciaba de nuevo el ciclo con nuevos misioneros surgidos de la primera iglesia que se había fundado.

Esta es la forma bíblica en que las iglesias crecían, por multiplicación.

Pero ahora, muchas iglesias cristianas surgen porque un líder se pelea con otro, toma a las familias que simpatizan con él e inicia su propia congregación y así, la iglesia “crece” pero, miremos de cerca porque en realidad se ha dividido y eso no hace más fuerte a la iglesia, por el contrario, la debilita,

Todo reino dividido contra sí mismo no permanece (Lucas 11.17), eso dijo el Salvador de la iglesia. Así que, las “nuevas iglesias” aparecen por diferencias entre hombres y no porque, sea la voluntad de Dios. 

¿Deseará Dios mutilar su cuerpo para hacerlo crecer?

No crezcamos por división, crezcamos por multiplicación, crezcamos porque esto sea parte del proceso normal en el cual Dios desea brindarnos un mejor entorno de desarrollo espiritual y no por las ansias que tengamos de tener nuestro propio espacio de dominio. Superemos las diferencias y sí, yo se lo difícil que es trabajar con líderes que no hacen nada y tampoco permiten hacer nada, pero, tengamos presente que, el primer paso para que las cosas cambien es que nosotros cambiemos primero.

Si tú ya “sientes” que “Dios te dice” que ya debes buscar otro lugar para “congregarte” primero cambia, y vive tu cambio; que tus hermanos vean tu cambio, se sorprendan por tu nueva forma de pensar y actuar. Si después de este cambio, las cosas a tu alrededor siguen igual, entonces busca otro espacio porque estás en una iglesia que no quiere crecer de manera normal ya que, si no lo haces, te atraparan en su anormalidad.

Al dividir, atacamos directamente al cuerpo de Cristo.

¿Deseas tener una deuda así de grande con la Cabeza de este cuerpo?

Finalmente, con respecto a esto, alguien podría argumentar que, las iglesias que crecen por división parecen prósperas porque tienen cientos o miles de miembros así que claramente parece que “hicieron la voluntad de Dios”. Si pensamos cuán diferente piensa Dios de nosotros entenderemos que, nadie puede decir si un evento confirma o no la voluntad de Dios.

Dios prospera el trabajo honesto y espiritual de una iglesia porque Dios cumple sus promesas sobre su iglesia y esto va más allá de como dichas iglesias hayan iniciado pero, no confundamos la fidelidad de Dios con aprobación porque si algo es contrario a la voluntad de Dios, siempre habrá consecuencias y, no hay que mirar mucho en estas iglesias para descubrir los espacios donde no se está imitando a las iglesias de la Biblia o vemos como la “nueva” iglesia rompe comunión y ni siquiera se saluda “con la antigua iglesia” así que, el mandato de buscar la paz para con todos (Hebreos 12.14) no se vive y en consecuencia, no se vive para Dios. Estamos, en resumen, ante una iglesia que más tarde o más temprano lo dejará de ser.

¿Debes buscar un nuevo espacio de congregación? Busca a los lideres que Dios puso sobre ti, sé sincero. Explica los motivos que te llevaron a tomar la decisión y por favor, no salgas por la puerta de atrás simplemente desapareciéndote un día para no volver y no permitas que esto evite que puedas seguir teniendo hermandad con aquellos con quienes te dejarás de congregar. 

En el proceso tu iglesia o tus líderes ¿te trataron mal? No te preocupes, solo piensa que todos seguimos a un Señor que, cuando le maldecían no respondía con maldición (1 Pedro 2.23).

 

Tienen un desmedido amor por el mundo

En el libro de Génesis vemos que, cuando Lot se separó de Abraham, eligió para sus rebaños unas llanuras de una riqueza impresionante que a la vista parecían ser como el paraíso de Dios y Lot, plantó ahí sus tiendas, pero entonces, lentamente, comenzó a moverlas hacia las cosas que, “le parecían mejores” (Génesis 13.10-11). Al paso del tiempo, esos “imperceptibles movimientos” lo terminaron conduciendo a la región de Sodoma y Gomorra. Al final de la historia, vemos a Lot como un ermitaño sobreviviente a la destrucción de estas ciudades, y con su riqueza material perdida para siempre. 

Hay iglesias que, a veces, sin darse cuenta, hacen lo mismo.

La Biblia nos enseña que no amemos al mundo (1 Juan 2.15) y esto lo debemos de hacer porque no pertenecemos al mundo (Juan 17.16). Sin embargo, a veces en las iglesias, plantamos nuestras tiendas cada vez más cerca del mundo porque pensamos que ahí “vamos a encontrar cosas que podemos usar para que la obra crezca” o porque “es importante hablarle a la gente en el idioma que ellos entienden” y así, semana a semana, año tras año, culto tras culto de pronto, empezamos a hacer las cosas que Dios no aprueba y que Él nunca puso en el modelo que la iglesia debe imitar.

Y así, a nuestras iglesias entran cosas que corrompen nuestra reverencia, nuestra consagración e incluso nuestra mente (Gálatas 5.9).

Como iglesia de Cristo, no debemos amar el mundo. Cualquier cosa que el mundo quiera que practiquemos es algo en donde el amor del Padre no está. Si todo lo que hacemos lo tomamos de la Biblia, somos una iglesia bíblica; pero, si lo que hacemos lo tomamos del mundo, ¿somos una iglesia mundana? Sí, así es y no creo que este calificativo sea agradable para nadie.

Como miembros de la iglesia de Cristo, no debemos dejar que el mundo controle nuestra moda para vernos más sensuales, que controle nuestras palabras para que sean expresiones cargadas de carnalidad y doble sentido, que controle la música que escuchamos o las páginas de internet que visitamos ya que si se lo permitimos, empezaremos a plantar nuestras tiendas en el mundo y nos iremos acercando a nuestra propia destrucción.

Si pensamos que, nuestro mensaje necesita “algo” del mundo para que pueda ser mejor escuchado, recordemos que, desde los tiempos del pueblo de Israel Dios era enfático con los suyos con respecto al hecho de que no fueran como las otras naciones (Deuteronomio 18.9). Así que, anota esto indeleblemente en tu mente: la iglesia se vuelve más eficaz cuanto menos se parece al mundo. La iglesia no fue salvada para esforzarse en parecerse a aquello a lo que tiene prohibido unirse.

  

Viven más preocupados por el exterior que por el interior

Usemos un ejemplo. Una iglesia en una gran ciudad que quiere hacer memoria de la muerte y resurrección de Cristo toma pan y vino y en medio de un culto especial que incluye oraciones, alabanzas y meditaciones, recuerda a su Salvador. Hasta ahora, hasta aquí, todo perfecto.

Cierto día, una persona de esta iglesia de la gran ciudad visita una pequeña iglesia en un selvático país y descubre que, ahí, también se recuerda al Salvador así que, se prepara para adorar sentado en un tronco que hace las veces de silla. Se entonan cánticos en dialectos acompañados de música de tambores cuya letra no conoce y, cuando llega el momento, recibe un poco de harina y un poco de agua para tomar lo que los hermanos le dicen “es la comunión”.

Al término de la reunión, el cristiano bien intencionado de la gran ciudad se dirige al líder de la iglesia preocupado por lo que están haciendo. El líder le comenta que, los tambores los han usado por generaciones, le comenta que, no puede comprar elementos para hacer pan porque no tienen dinero suficiente y, el agua es la forma en que han encontrado de adorar porque no tienen energía eléctrica por lo que ningún refrigerador puede usarse para mantener el vino sin descomponerse.

El hermano se sale a caminar por el pequeño pueblo incómodo porque no se siente bien por las prácticas “antibíblicas” de sus sencillos hermanos. 

Mientras camina por las humildes casas del pueblo, se da cuenta que, en todas le ofrecen alimento por ser “un hermano que viene de la gran ciudad” e incluso en una casa observa como el padre de familia le quita comida a su familia para dársela a él y todos en esa casa lo aceptan sin protestar. Escuchó como el padre de esa familia les decía a todos que, debían “ser hospedadores” como la Biblia dice (1 Timoteo 3.2) y, esa parte de la Biblia, él se dio cuenta que, ya la había olvidado.

De una casa mira a una mujer joven que quita su única tela para protegerse de los insectos y se la lleva a una hermana anciana que está sumamente empobrecida y que, a pesar de eso, le ofreció un par de frutas que fue a buscar para él al interior de la selva. Y entonces como una revelación se dio cuenta de algo: nadie, absolutamente nadie en su iglesia de la gran ciudad hace lo que estos hermanos hacen y piensa en la forma en como juzgó su culto y pudo darse cuenta de que, es una persona que está más interesada por la forma que por el fondo. Le preocupa más el exterior que el interior.

A veces, la iglesia de Cristo pone demasiada atención en la forma y se pierde las cosas que realmente importan, Nos preocupa más el hecho de que la ofrenda vaya en el sobre del color adecuado y que el recipiente para la misma tenga impecable la tela roja que lo cubre que el hecho de que esté siendo entregada con alegría y desinterés. Amamos la forma, olvidamos el fondo.

Nos preocupa demasiado como suena la música en la iglesia o que instrumentos se están usando más que el hecho de alabar con un orden y reverencia que potencíe la acción de Dios en nosotros. 

Nos preocupamos más por el sabor que llevará el relleno del pastel para el aniversario de la asamblea o, por el color para las nuevas cortinas del baño en la iglesia o por el modelo de la aspiradora que se debe comprar o por el tipo de alfombras nuevas. Nos preocupamos por cientos de cosas más como esas que se nos olvida lo que realmente importa: vivir como hermanos tratándonos entre nosotros como trataríamos a Dios y al vivir así, con las cosas confundidas convertimos a nuestras iglesias en lugares plagados de prejuicios que acaban ahuyentando a la gente.

 

Se han convertido en cuevas de ladrones

Sé que algunos lectores pensarán que, en este espacio hablaremos del desmedido amor que, al parecer se tiene por el dinero en la iglesia del presente tiempo, pero, deseamos ir más allá. Deseamos hablar de algo en lo que está inmiscuido el amor por el dinero más de lo que parece y ese algo es: la religión.

Cuando Jesús lleva a cabo lo que se conoce como la purificación del templo (Mateo 21.12-17); volteó la mesas de los que cambiaban monedas (recordemos que las ofrendas dentro del templo judío solo podían hacer en moneda hebrea) y una vez expulsados de ahí no permitía que nadie pasara por los atrios llevando cosa alguna.

Sin embargo, hay algo que no parece tener sentido. Esos vendedores no eran los únicos que vendían animales para las ofrendas o cambiaban monedas y, el atrio de donde Jesús los expulsó no era el único atrio entonces, ¿por qué hizo Jesús las cosas así?

Tenemos una explicación. Primero, recordemos que los atrios estaban dentro del muro que delimitaba al templo y, aunque no eran propiamente el sitio donde se ofrecían las ofrendas, ritualmente eran considerados parte del templo por lo que, los vendedores y cambistas estaban haciendo su trabajo en el templo y eso, enfureció a Jesús y no dejaba que nadie llevara nada porque nada podemos llevar cuando vamos a la presencia de Dios. Sin Cristo de por medio, no existe nada que esté a la altura de la santidad de Dios.

Cuando llevamos obras a nuestra adoración es porque queremos que Dios nos escuche por lo que tenemos o hacemos y no por lo que somos.

Los comerciantes no vendían animales o cambio de monedas para las ofrendas, vendían otra cosa: vendían religión.

Vendían puertas para acercarse a Dios, vendían “atajos” al cielo lo que provocaba que las personas ya no se preparan para venir a la presencia de Dios de su propio corazón y solo lo hicieran por ritualismo muerto y claro, parte de las comisiones de los vendedores y cambistas iban a parar a los bolsillos de los sacerdotes que, se supone que estaban para quitar las barreras para acercarse a Dios pero que, pronto descubrieron que la construcción de “puentes” para llegar a Dios administrados por ellos era un excelente negocio y de hecho, ese mismo negocio en la actualidad llamado religión sigue siendo uno de los más lucrativos y hay gente que, literalmente mata para tener su rebanada de pastel en este negocio.

Todo esto fue calificado por Jesús como una cueva de ladrones y las iglesias que no imitan a las iglesias de la Biblia son eso, cuevas de ladrones porque venden religión.

Se vende religión cuando a la gente se le ponen cuotas fijas para despojarlos de su dinero, Se vende religión cuando los pastores requieren de agenda para recibir a las ovejas que están agonizando. Se vende religión cuando en las células de estudio cada persona debe pagar una cantidad para el “cuaderno de estudio” donde se explica la Biblia.  Se vende religión cuando se ponen requisitos para que alguien sirva, requisitos que, aparentemente no existen para la familia del pastor y, mientras los años pasan, las iglesias que no siguen el modelo de Dios para las asambleas se van especializando para encontrar cada vez más formas de vender religión.

Ante este cuadro vulgar de abuso, el único consuelo es que, más tarde o más temprano el Señor de la iglesia azotará porque si hay algo que enfurece a Dios es que se le venda a Él como lo que no es: religión.

 

Propician el morbo religioso

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define morbo como: “un interés malsano por personas o cosas”. Aplicado a nuestro contexto sería que, las iglesias que no imitan a las iglesias de la Biblia les gusta despertar el morbo, el interés malsano de sus congregantes.

Pongámoslo en perspectiva. Las iglesias de la Biblia hacían milagros, pero sus miembros no se reunían para ver milagros. El Espíritu Santo se manifestaba de muchas maneras en ellas, pero sus miembros, no se reunían para ver las manifestaciones del Espíritu Santo. En estas iglesias había una seria preocupación para ayudar a los necesitados, pero, los necesitados de la iglesia no se reunían solo para que los ayudaran. Estas iglesias tenían ancianos, diáconos y congregantes que se reunían para estar con Dios y ya de ahí, lo demás, pasaba a segundo término. Estas iglesias buscaban a Dios, porque es el Señor de la iglesia, no por lo que hace o pueda dar.

Cuando nosotros, impulsamos a la gente a que busque a Dios por otra cosa diferente, estamos propiciando el morbo religioso y esto es una muestra clara de que, como iglesias, nos estamos alejando del modelo que Dios tiene para nosotros como asambleas de Cristo.

¿Ejemplos de iglesias que fomentan el morbo? No es nada complicado encontrarlos. Hay iglesias que ofrecen sesiones de catarsis emocional por medio de música y movimientos compulsivos. Hay iglesias donde se ofrece la cura de una migraña que ninguna medicina puede quitar, donde llevan a la gente a los templos para gritarle a Dios que “le dé sanidad a los intestinos de sus hijos” o para que escuchen en medio de murmullos que “Dios ha decretado trabajo para tu vida esta semana”. Usamos las frases “yo ato” o “yo declaro” para que no haya dudas de que, tenemos una especial relación con Dios. 

Nos queda claro que Dios ha dado a cada denominación o grupo cristiano la libertad de práctica (no de doctrina) para poder crear el entorno más cómodo posible y que así, la gente pueda reunirse en un contexto en que su relación con Dios pueda desarrollarse de la mejor manera. 

Eso, es una cosa, pero hacer que la gente tenga un interés malsano al venir a ver a Dios eso, es algo diferente y contrario a la voluntad de Dios.

 

Realizan cultos que no tienen ningún sentido

Algo irracional es algo que está fuera de toda razón. Algo irracional es algo que va contra las cosas que son coherentes y que nos demuestran sensatez y cordura.

En ocasiones, esta definición de “irracional” bien podría aplicarse a ciertos cultos de algunas iglesias cristianas en los cuales se ve claramente un afán de adaptar la Biblia a los deseos humanos de la gente. Pablo dijo a la iglesia de Corinto que todo debía hacerse “decentemente y con orden” (1 Corintios 14.40) para dar buen testimonio a Dios y a quiénes al entrar en nuestras iglesias reciben por medio de lo que hacemos la primera impresión de lo que es el cristianismo.

¿Qué impresión es la que estamos dando?

Nuestros cultos de congregación públicos muchas veces los usamos para hacer cosas que nos emocionan o nos gustan, pero que no ofrecen el menor testimonio de lo que Dios representa para nosotros. Son cultos que no le dicen nada a la gente acerca de lo que Dios es y de las cosas que Él puede traer a su vida.

No debemos sacar la fe de nuestros cultos, pero tampoco debemos dejar fuera la razón ya que ambas cosas nos darán equilibrio. Recordemos a las iglesias de la Biblia, fueron llamados a ser testigos, a dar testimonio, a dar conocer con la verdad lo que ellos sabían y esta encomienda no ha cambiado en nada y una buena manera de lograrlo en esta era es logrando que la gente vea en nosotros cosas que los atraigan a Dios y no cosas que los alejen de Él. 

 


Capítulo 5.
El dueño de la iglesia se acerca

El novio de la iglesia está de viaje y en ese viaje fue a preparar la morada en la que habitaremos con Él por toda la eternidad como su esposa y, el momento de su retorno sucederá en cualquier momento.

Cuando nos ha tocado compartir en distintos foros temas de profecía la pregunta más común que me hacen es la siguiente:

 ¿Cuándo sucederán estas cosas?

Y mientras escribo esto pienso en un periódico de los Estados Unidos que tengo en la mano en el cual un grupo cristiano anunció que, la segunda venida de Cristo sucedería en algún momento del otoño del 2011. Obviamente, se equivocaron.

¿Cuándo? Es algo que todos los cristianos quisiéramos saber y, aunque con certeza bíblica podemos decir que, nadie sabe ni el día ni la hora (Marcos 13.32), también es verdad que nunca en una generación se habían cumplido tantas cosas necesarias para el cumplimiento de las profecías de la Biblia relacionadas con los últimos tiempos como en esta generación.

 

El dueño de la iglesia se acerca.

Y cuando eso pase, ¿Qué le entregaremos nosotros? Cuando seamos requeridos para dar cuentas de cual fue nuestra actuación mientras nos movimos en una iglesia ¿Qué cuentas entregaremos? Debemos pensar con toda seriedad en el hecho de que nuestra actuación presente en el mundo determinará el fruto futuro que entregaremos a nuestro Señor.

Así que, este capítulo final se escribió para ayudarnos a entregar mejores cuentas y esto lo haremos, retomando algunas lecciones del capítulo inicial.

 

La iglesia es un cuerpo sin parásitos ni enfermedades

La iglesia es un cuerpo donde las coyunturas deben mantenerse unidas y los órganos, deben estar haciendo su función específica para que el cuerpo se mantenga sano y, sobre todo, crezca, y si este es nuestro trabajo, debemos hacerlo de una manera tal que nada lo impida y ya nos ha quedado claro que, como cuerpo, lo que nos lo puede impedir son los parásitos.

Si somos un cuerpo, debemos mantenerlo sano, es nuestra obligación y es algo que cuesta mucho trabajo llevarlo a cabo. Cuando hablamos de la salud física los humanos solemos ser correctivos y no preventivos, o sea, buscamos a un doctor cuando el dolor ya es insoportable cuando, si hubiésemos cuidado nuestro cuerpo alimentándonos bien para prevenir enfermedades no estaríamos padeciendo dolor alguno. 

Estamos acostumbrados a solucionar, no a prevenir y lamentablemente hacemos lo mismo con la iglesia.

Mantengamos sano el cuerpo de Cristo. Constantemente hagámosle un chequeo para ver los problemas que en él hay. Tomemos medida de sus niveles de colesterol y azúcar observando el tipo de conflictos entre los hermanos. Hagamos un escaneo a su corazón mirando si las personas han dejado de asistir y si lo han hecho, encontremos los motivos y, demos a eso una solución definitiva.

Pero, sobre todo, mantengamos el cuerpo libre de parásitos. Busquemos todo aquello que está desgastando a la iglesia, toda práctica, toda actitud, todo pensamiento, toda enseñanza, toda persona que estén causando dolor y angustia y por medio de valientes decisiones pongamos todo eso en orden para devolver la salud al cuerpo y, aunque en este cuerpo podríamos hablar de muchas enfermedades que pueden aquejarlo, todas y cada una de ellas es causada por algún parásito, por algo que, desde dentro, rompe la comunión y consume el amor de los hermanos.

A lo anterior, pensemos que, el dueño de la iglesia es Cristo y, en algún momento, si no quitamos a los parásitos, Él nos meterá a una cirugía mayor que puede significar años y años de tribulación para lograr la purificación que el cuerpo necesita y, si pensamos que, como iglesia, sufrir una cirugía de parte de Dios es algo terrible, aún hay algo que lo es más y es el hecho de que Dios decida quitar el tejido dañado y sacar para siempre a los parásitos y que, lamentablemente, el tejido dañado o el parásito sea yo.


La iglesia es un edificio donde los cimientos no se deben mover

Cuando el dueño de iglesia venga, revisará nuestro interior para ver si supimos mantener su cuerpo limpio, pero también observará nuestros pies para saber si estos se mantuvieron siempre firmes en los cimientos que Él nos dio.

Demos buena cuenta de ello. No entreguemos nuestra fe y nuestra confianza a algo más que no sea Dios.

Como edificio vivo que es la iglesia, Dios espera que, en nuestro tiempo, agreguemos a ese edificio un nivel más, coloquemos una ventana más, reparemos alguna tubería dañada y mantengamos la instalación eléctrica funcionando. Dios desea que agreguemos más paredes y mejores soportes para que, la generación de nuestros hijos coloque el nivel que a ellos les corresponda.

Que la doctrina de la Biblia sea para nosotros un fundamento inamovible. Son los cimientos. Si no los cuidamos, no importa lo alto que sea el edifico, terminará cayendo.

Una iglesia sin cimientos fuertes está debilitada, se ha convertido en un espacio donde se puede practicar cualquier cosa que no esté avalada por el dueño del edificio que es, Jesucristo mismo. Una iglesia sin cimientos adopta distintas “modas” en sus costumbres las cuales una vez que pasan, le hacen buscar una nueva moda que seguir y la que adopte será lo de menos ya que siempre serán cosas para despertar emocionalismo religioso pero nunca una real espiritualidad.

Nuestros cimientos fueron diseñados en la eternidad. No nacerá nunca la mente humana que tenga la capacidad de modificar o cambiar la doctrina de la Biblia la cual junto con la persona del Espíritu Santo son las únicas dos cosas divinas que nos acompañan en la tierra. Todo hombre, toda mujer pasarán, todas las sociedades pasarán, pero los cimientos de Dios no se moverán y si son así de firmes, vale la pena estar apegados a ellos.

 

La iglesia es la novia de Cristo con un ajuar que debe estarse terminando

La iglesia es la novia de Cristo.

Pronto nos convertiremos en su esposa y esto, será para siempre, pero, mientras sucede, debemos revisar lo que vestiremos en la ceremonia donde nos uniremos a Cristo y eso, no debemos dejar de hacerlo porque, para eso el novio nos tiene en la tierra: para revisar nuestro ajuar de bodas. Que tanto le demostremos a Cristo que hemos cuidado nuestro ajuar le demostrará sin lugar a duda cuanto le amamos.

El cuidado del vestido de bodas se hace por medio de buenas obras, pero ¿Qué es una obra? En el contexto cristiano es toda acción que realizamos para cumplir la voluntad de Dios, pero, el hecho de que hagamos algo para Dios no implica que sea bueno. Vamos a explicar esta afirmación.

Toda obra o acción inicia con una motivación y en ocasiones, hay personas que hacen cosas que parecen buenas, pero no lo son porque no proceden de una motivación correcta.

Con esto en mente, ¿cómo puedo determinar si alguna de mis obras es realmente buena? En la Biblia al respecto, siempre encontramos un factor: las obras buenas dan buenos resultados, las malas obras, nunca y los resultados siempre salen a la luz con el tiempo que es el conducto que Dios usa para revelar siempre las intenciones de cualquier acción.

Aquellos que formamos parte de la futura esposa de Cristo tenemos que esperar al dueño de la iglesia haciendo buenas obras, pero, obras que no solo sean buenas por fuera sino buenas por dentro, obras que estén dando buenos resultados, donde se vea que Dios se está manifestando. Esas son precisamente las cosas que debemos hacer y son las únicas que pueden preparar un vestido de bodas tal y como nuestro Amado espera.

No te juzgues a ti mismo por tus palabras, ni siquiera lo hagas por tus acciones; valora al paso del tiempo el fruto de lo que haces y entonces, sabrás si te has estado preparando para la unión con Cristo o solamente has estado perdiendo el tiempo.

 

La iglesia es el campo de cultivo de Dios que produce frutos maduros

Nosotros somos la labranza de Dios. Somos el plantío donde Él ha decidido poner semillas para la eternidad para que estas florezcan dando el fruto de personas rendidas a sus pies para caminar por los senderos de su voluntad y que puedan reencontrarse con su Creador que es donde está la clave de toda realización humana. 

Dios ha invertido sangre para sembrar la semilla y darle las mejores condiciones para que su crecimiento sea el mejor posible, ahora, solo falta algo.

El dueño de la labranza se acerca y cuando llegue a nosotros, con amor buscará el fruto que debimos haber entregado y que debe ser la consecuencia natural del trabajo que él invirtió en nuestras vidas. Frutos maduros, producidos a su tiempo, de extraordinaria calidad, que permanezcan para siempre que nosotros debemos estar produciendo.

Pero tus frutos nos los va a buscar Dios sobre tu escritorio o en el diploma de tu grado académico en teología. No buscará tu fruto entre los libros de tu amplia biblioteca de material cristiano. Tus frutos, Dios los va a buscar en la oración oportuna al lado de una cama de un hermano que estaba doliéndose en su enfermedad, lo va a buscar en tus palabras sensatas donde detuviste el enojo para poder hablar espiritualmente durante algún conflicto de cualquier tipo.

 Tu fruto Dios lo va a buscar en las noches de lluvia que caminaste para encontrarte con alguien que quería escuchar de tus labios el consuelo y la dirección divina. Este fruto se levantará del lugar donde estuviste de rodillas para pedirle a Dios que no te permitiera ser como los demás en tu trabajo, en tu hogar o en tu matrimonio.

El dueño del campo de cultivo se acerca y cuando Él reciba tus buenas obras las usará para engalanarse cuando se una contigo porque esas obras son algo que le hace sentir orgulloso, que lo hacen sentir tan bien que Él desea mostrar a todo el Universo lo que los suyos supieron hacer por amor a su nombre.

 

La iglesia es un rebaño de ovejas obedientes

El pastor se acerca y pronto abrirá la puerta del redil y aunque ahí existan miles de millones de ovejas irá con cada una para que de manera personal sepamos que él ya ansiaba estar con nosotros.

Sin dudar, limpiará la lana de alguna oveja que se encuentre un poco sucia, tomará un poco de aceite y lo pondrá en esa herida que esté reseca y lastimada; abrazará con profundo amor a la recién nacida y acariciará con satisfacción la cara de la oveja madura que ya está casi al final de su camino. Va a revisar la herida que está a punto de infectarse y, con un solo toque, la sanará.

Pero, aquí la parte importante es que, todo esto, el Príncipe de los pastores (1 Pedro 5.4) lo hará dentro del redil y no fuera de él.

En este momento, Cristo busca a sus ovejas no importa donde estén. Está dispuesto a caminar la distancia que sea y hacer el sacrificio que sea para recuperarlas. En estos momentos, el Pastor está dispuesto a meter sus manos perforadas en la más atroz suciedad y miseria moral que sus ovejas puedan tener para, en medio de esto, encontrar un poco de fe que salte para vida eterna, pero, cuando regrese, cuando este aquí para no volver a irse, solo tomará a las que estén en el redil, solo esas, ni una más, ni una menos. 

Y, el hecho de que Dios vaya a buscar a las ovejas solo en su redil implica que las ovejas que estén ahí deberán tener una sola característica y esa, es que deberán ser obedientes, muy obedientes, al menos lo suficiente para haber permanecido en el lugar donde les fue ordenado.

Dios nos está requiriendo algo, nos está mandando algo y eso es lo que debemos entregarle sin dudar, sin temer. Debemos permanecer donde Él nos quiere haciendo lo que Él quiere ya que eso, el ser obedientes a lo que Él indica es un fruto de supremo valor para Dios, es un fruto tan importante que Dios lo desea para sí mismo.

¿Estamos donde debemos estar? ¿Estamos haciendo lo que debemos hacer?

¿Aun seguimos en el redil?

 

La iglesia es sal con buen sabor y luz con un brillo deslumbrante

El dueño de la iglesia se acerca.

Y cuando llegue, no solo buscará lo mejor en nosotros para medir lo que hemos hecho sino también lo buscará en el efecto que hayamos producido en otros.

El mundo, el entorno donde vivimos es con toda seguridad el lugar donde el Señor buscará puesto que es ahí donde nos exige ser la luz que guíe y la sal que dé sabor. Al ser sal, Dios mirará cual es el sabor que dejamos en todos aquellos que a Él no lo conocían y deberíamos haber esparcido.

La gente a nuestro alrededor y que no conoce a Dios ¿Qué impresión tendrá de nosotros? ¿Qué sabor de boca tienen ellos cuando piensan en lo que somos? ¿Nuestro sabor en ellos habrá sido dulce al haber recibido de nosotros gracia y misericordia? O tal vez, solo tal vez, su sabor sea amargo porque recibieron de los hijos de Dios una conducta peor que la de los hijos del diablo.

Y al ser luz también, Dios mirará que tanto brillo logramos poner en el mundo porque quién está realmente en la presencia de Dios se ve radiante, luce radiante, tiene algo que sólo Dios le da y que puede notarse enseguida. Estar con Dios no solo se nota, nos transforma. Estar con un hijo de Dios consagrado cambia nuestra visión de vida, conducta e incluso nuestra forma de hablar.

Espero que, estemos transformando nuestro entorno porque nuestro Dios precisamente eso viene a buscar.

 

Conclusión

A todos los lectores de la serie; “Iglesia Hoy” quiero agradecerles profundamente el interés por haber leído estos materiales que espero, den la gloria a quién lo merece todo, a nuestro Dios.

Deseo que, todo lo que te haya podido enseñar esta serie haya servido para que, como cristianos y como miembros de una iglesia, empecemos a hacer las cosas que Dios siempre ha deseado que hagamos.

Concluyo con una serie de frases acerca de lo que aprendimos en este volumen.

 

Dios es el dueño de la iglesia, le pertenece solo a Él.

¿Así sucede con tu iglesia?

Todo lo que en ella hay, ¿depende sólo de Él?

En la función que realizas en tu iglesia, ¿estás dispuesto a devolver el señorío a Cristo?

 

Dios es el dueño de la iglesia, esta, le pertenece solo a Él.

¿Es así con todas las áreas de tu vida?

Todo lo que en ella hay, ¿depende sólo de Él?

Si no es así, con una sincera humillación, ¿le entregarías todo?

¿Estarías dispuesto en este momento a ratificar esto con una oración en la que no puedes mentir diciendo cosas que no harás en realidad?

Si vas a hacer esta oración, apresúrate porque puede suceder que, el dueño de la iglesia regrese por ti cuando aún no hayas terminado de orar.

Amén, ven pronto Señor Jesús.


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