El Reino de los Supuestos

 



DEDICATORIAS

SEÑOR JESUCRISTO
DISEÑADOR Y GUÍA DEL MATRIMONIO

 

En la eternidad diseñaste la unión de dos personas que se complementaran ejerciendo un rol espiritual diferente. Diseñaste un entorno donde pudieras mostrar tu amor y preparar personas que nacieran y crecieran temiendo tu nombre. 

En resumen, diseñaste a la familia.

 

Todos en Adán, renunciamos a tu dirección y sometimos una institución perfecta al control de nuestras emociones y a la deprimente dirección de nuestras decisiones y,

hemos deformado el matrimonio hasta convertirlo en una estructura debilitada, que es usada para honrar al hombre y para que este, saque lo peor que tiene  y no para honrarte a ti.

 

Te pedimos perdón porque te hemos quitado del centro de nuestros matrimonios

 

Danos un espíritu recto en nuestro interior para lograr un genuino arrepentimiento que nos haga cambiar, así, lograremos cambiarlo todo.

 

 

 

 

 

 

KAPEL, MAURICIO, CHICHÍ:

 

Están en estas líneas, pero, más allá de eso, están en mi corazón

 

 

  

CONTACTO

 

 miguelmontoroministerio 

miguelmontoroministerio@gmail.com

www.mministerio.webnode.mx

 

 

 

             

INTRODUCCIÓN

Carlos abrió sus ojos y mirando hacia el techo, encontró las mismas sombras que lo habían acompañado durante todo el mes anterior. Se giró hacia la izquierda y extendiendo su brazo, encontró su teléfono celular, lo manipuló y la hora apareció brillante en el centro de la pantalla: 3:40am. 


¿Cuántas veces en el último mes Carlos se encontró con sus pensamientos de madrugada?


Pensó en ello y reparó en el hecho de que sí había dormido más de 3 horas por día era demasiado y su cuerpo, había empezado ya a resentirlo. Carlos no lo sabe, pero en 35 días ha perdido más de 15 kilos de peso. Las cosas no marchan bien para él.


Y de pronto, volvió el dolor, y le inundó el interior con tal fuerza que no se pudo resistir.


Lentamente en su cama y recostado sobre su lado izquierdo empezó a encoger su cuerpo hasta quedar en posición fetal y entonces, las lágrimas inundaron sus ojos. Como tantas otras veces en el último mes, apretó sus puños con todas fuerzas, pero, como tantas otras veces, no sirvió de nada.


En medio de su esfuerzo, Carlos percibió su interior y lo que pudo sentir, lo dejó aterrado. Sus emociones iban y venían y el frenesí de pensamientos no le daba nada, no le daba ningún consuelo. En el centro de su alma, percibía una soledad que él podía sentir con claridad que le dolía de manera física. Todo su sistema nervioso alterado le hacía sentir que su cabeza iba a estallar; pensó por un instante que en menos de cuatro horas tenía que levantarse para ir a trabajar, pero, eso, trabajar, le pareció algo tan trivial que aún incluso ese pensamiento dejó que fuera abrazado por el dolor.


¿Y si muriera?


Simplemente tendría que cerrar las ventanas de su casa y encender la estufa de su cocina para que empezara a producirse monóxido de carbono y él lo sabía bien, bastaría solo una hora de tiempo máximo para tener una muerte sin dolor y todo pasaría, porque en cierto sentido tal vez, él era el responsable de todo, pero, un par de imágenes lo detuvieron de seguir pensando eso y en su lugar, el pasado regresó.


¿Qué hizo mal?


¿Qué fue lo que hizo mal?

 

Cuando era una persona sumamente joven siempre pensaba en lo que sería su vida cuando ya estuviera casado. 


Siempre que pensaba en esto, veía ideas de cosas buenas, cosas gratas; pensaba en planes y  proyectos en los cuales siempre se contemplaba al lado de la persona a la que jurara amar y en su juventud, soñaba con un momento íntimo en el cual se veía caminando descalzo a la orilla de una playa, tomando de la mano a la mujer que sería el amor de su vida mientras sin palabras, los dos hablaran el idioma del amor al tiempo que observaban una puesta de sol en el horizonte delimitado por un inmenso mar de color azul turquesa oscuro.


Y su sueño, lo pudo cumplir muchos años más tarde, pero, el mar no era claro, el roce de la piel era áspero y el sol, el sol jamás tuvo el brillo que él habría esperado. La pregunta regresó: ¿Qué fue lo que hizo mal?


En algún momento de su vida, Carlos conoció el cristianismo y conoció el concepto cristiano de que el matrimonio es un pacto, algo que le pareció fascinante porque siempre había concebido su matrimonio como algo que durara toda la vida, y todo esto se alimentaba por el hecho de que el matrimonio de sus padres había durado más de 50 años hasta que primero su padre, y luego su madre, fueron siendo llamados a la presencia de Dios.


Un pacto, un acuerdo incondicional que no dependiera de las circunstancias, que lo superara todo y en el que se pusieran todas las ganas y se evadieran todos los obstáculos para lograr una relación que, permanentemente, creciera sin detenerse, y pensando esto, se casó, pero al parecer, los buenos propósitos no fueron suficientes y al parecer, al proyecto le faltaron buenos fundamentos.


Eso es, buenos fundamentos. Volvió a buscar su teléfono, abrió la aplicación de notas que instaló recientemente, se limpió las lágrimas, pulsó sobre la pantalla táctil con cuidado para que la idea queda bien plasmada.


- No se puede iniciar la aventura del matrimonio sin antes asegurarse que se tienen los mejores fundamentos. Mejores fundamentos ayudan a tener mejores matrimonios.


Cerró la aplicación. 


“¿Por qué lo hacía?” Pensó. ¿Catarsis? ¿Consuelo? No sabía, pero, el hecho de escribir ideas que repentinamente le venían le estaba ayudado a entender mejor su situación.

“¿Serviría de algo?” Pensó nuevamente. No supo que responder a eso.


Cimientos. ¿Los suyos fueron buenos? Tal vez, pero, medito en el hecho de que, por muy buenos que fueran los cimientos no hay buenos matrimonios si lo que se construye sobre ellos es malo, eso, eso debería escribirlo también, él construyó mal, falló, no quiso darse cuenta y ahora estaba contemplando las ruinas de su vida, ruinas. Esa idea, lo volvió a su realidad. Soltó el teléfono. Estaba llorando de nuevo. Lentamente, en la cama, comenzó encogerse hasta queda en posición fetal.


Así, en esa posición, mientras sentía las lágrimas resbalando por sus mejillas pensó cómo durante tanto tiempo tuvo la suposición de que todo estaba bien, que todo estaba controlado, que su matrimonio tenía problemas si, pero no sobrepasaban a los de otros; además, después de todo, era lógico suponer que la iglesia cristiana donde se congregaba con su esposa y las convicciones de ambos serían un blindaje que mantendría los problemas alejados pero no fue así, y eso, el peso del fracaso era la más pesada de todas las cargas que él llevaba encima.


Sin embargo, algo le empezaba a decir que había algo más que era más grande que todo eso, pero, si no tenía la idea de que hacer en las próximas horas, mucho menos tendría la capacidad de poder resolver su interior, es más, estaba convencido que su interior lo terminaría destruyendo.


¿Qué iba a hacer?

¿Qué hizo mal?

¿Cuánto tiempo más iba a durar todo esto?


Junto con todo esto, comenzó a pensar si algo en su pasado le había dado las instrucciones equivocadas, si le dio el modelo incorrecto y le marcó un camino torcido para su vida matrimonial pero, pronto lo descartó, pensando que solo estaba buscando excusas para lo evidente; recordó lo que sus amigos y hermanos de fe le habían dicho en los últimos días y se sintió el Job del Antiguo Testamento, exhibido, incomprendido, alguien a quién se le pedía asumir una responsabilidad total por su fracaso matrimonial y al que no se le consolaba en ningún sentido. 


No cabe duda, pensó, cuando se fracasa, la envidia de muchos se activa y es en realidad estando en la cruz, cuando se conoce que tan íntimamente uno es amado y él, se sentía rechazado, exhibido, avergonzado, pero, ¿y si se mereciera todo esto? 


¿No sería que desde el cielo Dios estaba apuntando toda su ira sobre su vida? Pero, ¿cómo pensar que esto fuera algo que proviniera de un Dios de amor?


Más confusión, más tristeza, más lágrimas.


El llanto se tornó desesperado, ahora tenía un nudo en la garganta formado por lágrimas mucosidad, desesperación, soledad e ira, mucha ira. Alguien tenía que pagarle por lo que estaba sucediendo, alguien, pero, ¿si ese alguien era él mismo?


Por puro reflejo buscó su celular y la hora volvió a aparecer luminosa en la pantalla: 6:10am.


Era momento de levantarse e irse a trabajar. Era tiempo de sobrevivir.

¿Lograría hacerlo?

             

INDICE

 

EL REINO DE LOS SUPUESTOS

 

Introducción.

 

Capítulo 1.

El acercamiento


Capítulo 2.

Las cuentas pendientes

 

Capítulo 3.

Resolviendo el pasado y aceptando la culpa


Capítulo 4.

La purificación

 

Capítulo 5.

El cambio

 

Capítulo 6.

La expectativa


Capítulo 7.

El encuentro

 

 


 



Capítulo 1.

El acercamiento

 

11:30 de la mañana. Día 36. 

 

Carlos se apartó de la pantalla de la computadora que en la esquina superior derecha mostraba el logotipo de la universidad para la que trabaja girando permanentemente.

 

Tomó su celular. Anotó en su aplicación.

 

- 36 días. Cuando se toman años para destruir un matrimonio, no se puede aspirar a restaurarlo en unos días o con una oración.
 

Puso su celular a un lado, se puso las manos en la cabeza apretándose el cráneo y se inclinó hacia adelante quedándose en esa posición.

 

Quisiera tanto irse a su casa y acostarse en la cama, en el suelo, acostarse donde fuera para volver una y otra vez más al dolor de hace unas horas y volver a los pensamientos destructivos que parece se habían convertido ya para él en una adicción. Comenzaba a creer que esa adicción no podría dejarla nunca.

 

¿Qué podía hacer para resolverlo todo?

 

¿Y si dejara su trabajo para concentrarse en buscar a su aún esposa?

 

Alguien le recomendó que lo hiciera porque si no, Dios le demandaría cuentas por abandonar su matrimonio, pero necesitaba dinero, sobre todo para las dos imágenes que volvían otra vez a su mente y que ahora, representaban algo importante sí, pero vaporoso, etéreo; algo que en cierto sentido en este momento le aumentaba su carga.

 

¿Y si llamaba por teléfono?

 

Las últimas llamadas habían sido ignoradas, ¿Tendría éxito en este nuevo intento?

 

Buscó el celular, abrió la lista de contactos, era casi el primero: “amor”. Pulsó el ícono verde. Se inició la conexión. Tono de llamada. Nadie contestó. Apareció en la pantalla: “Llamada finalizada”. Estuvo a punto de pulsar nuevamente sobre el ícono verde. Retiró el dedo

 

Volvió a la misma posición, pero ahora, se apretó con todas sus fuerzas la cabeza, sintió como las palpitaciones de sus sienes se aceleraron.

 

Sumergido en sus pensamientos no notó la llegada de quién sin lugar a dudas, era el mejor de sus amigos en el trabajo.

 

-       Licenciado, ¡muy buenos días! ¡Despierta!

 

Moviendo un poco su cabeza como sacudiendo sus miedos, Carlos levantó la vista y le sonrió al recién llegado con un marcado cansancio.

 

-       Licenciado Mauricio, despierto estoy.

-       Despierto, tal vez, pero en el mundo, no lo creo – replicó Mauricio. 

-       Pero es que tú sabes lo que he estado pasando…

 

Mauricio levantó la mano y con gesto de desagrado le dio a entender a Carlos que no estaba dispuesto a escucharlo y sin dar tiempo a otra cosa, lo atacó con una serie de argumentos.

 

-     ¡Sí, ya sé! ¡Ya sé! No dormiste. Tienes solo 2 horas de sueño encima, o, será que me quieres preguntar si estará bien que la llames a su celular. ¿O será que nuevamente charlaste con otra persona que te dijo algo diferente y que te está haciendo pensar otra cosa en la que fallaste?

 

-       Mauricio, en verdad, quisiera que pudieras entender que… - se defendió Carlos

 

-       ¿Entender qué? ¿Entender qué? Contraatacó Mauricio.

 

-       ¿Entender que ahora hay una nueva iglesia en la ciudad donde te han invitado para que alguien le grite a Dios que lo resuelva todo? ¿O será algo como la vez pasada que querías buscar algún brujo para que hiciera un “amarre de amor”? Y tú sabes bien lo que pienso de todas esas tonterías sobre el cristianismo pero que vayas de unos locos bailando a una bruja medio tuerta, lo único que me demuestras es que el loco eres tú.

 

Y continúo sin importarle que era evidente que sus palabras asestaban duros golpes al interior de un hombre que, con cada una de sus frases, se veía como se iba lentamente desmoronando.

 

-       Mira, finalmente no te juzgo porque tú sabes cómo llevo mi matrimonio. Ahora mismo tengo que explicarle a mí esposa unos mensajes que encontró en mi celular de Lucía la de Recursos Humanos, ¿la recuerdas? ¡Preciosa! Finalmente, solo tú y ella saben exactamente qué pasó. Pero que no logres encontrar sentido a tu vida no te hace parecer mejor, te hace ver más patético. Hay un par de cosas que me gustaría decirle a tu esposa porque precisamente las cosas que me criticó en la pasada cena de año nuevo resultan que son las cosas que ella misma está haciendo.

  

Mauricio continuó:

 

-       ¡Ah como amo esa doble moral de los cristianos! pero tú, eres mi mejor amigo y no me gusta ver a mi amigo así, convertido en un guiñapo. Y sé que ya alguien te habrá dicho que no debes estar así por ninguna mujer y es cierto, pero en tu caso, creo que, si estás así, es por tonto.

 

Mauricio se levantó del improvisado asiento que había formado con unas cajas de documentos archivados y se dirigió a la puerta del pequeño cubículo que daba forma a la oficina de Carlos y cuando vio que este abría la boca para empezar a hablar puso su dedo índice en la boca dejando claro que quería el silencio de Carlos. A la seña le sumó una sonora expresión que hizo que por lo menos dos personas de las oficinas contiguas voltearan.

 

Parado en la puerta, se puso las manos en la cintura y movió su cabeza con un gesto de desaprobación sin dejar de mirar a Carlos a los ojos. Metió una de sus manos en un bolsillo y sacó una tarjeta. Se la lanzó a Carlos y esta no alcanzó a llegar a la superficie del escritorio cayendo a unos centímetros de él. Carlos se levantó y levantó la tarjeta. Miró a Mauricio y le dijo:

 

-       ¿Y esto?

 

Mauricio le contestó de una manera irónica.

 

-      No me digas que no sabes lo que es licenciado. Si te dices mi amigo, prométeme que la usarás hoy y mañana platicamos. Te hace falta y mira que para que yo te de algo que no es malo, es porque en verdad estoy preocupado por ti. Dale gracias a tu Dios por eso, aunque creo que estar jugando en el equipo de tu Dios no es lo mío.

 

Mauricio se fue rápidamente dejando a Carlos con las ganas de decirle unas cuantas cosas, pero, cuando su permanente dolor le dio un respiro, se dio cuenta que a Mauricio solo volvería a decirle lo que ya le había dicho por lo menos diez veces.

 

¿Ya tendría harto a su amigo?

¿Tendría harto a Dios?

 

Miró la tarjeta y sonrió con ironía. Ese día, él hubiera esperado todo menos eso.

 

Carlos se reclinó en su silla, puso sus brazos detrás de su cabeza y cerró los ojos. Pensó en orar, pero pronto se dio cuenta que es lo que menos deseaba hacer. Un ruido le hizo abrir los ojos y moverse hacia adelante. Encontró una silueta femenina en el marco de la puerta de su oficina y una sonrisa cálida que acompañaba a una sincera mirada que lo observaba fijamente. 

 

-      Licenciado Carlos. Solo deseaba preguntarte si por la tarde no quisieras venir a una reunión en mi iglesia. Un predicador vendrá a compartir algo sobre el matrimonio. Dios puede hablarte, vamos, sé que lo necesitas.

 

Carlos giró su cabeza hacia un costado y se puso la mano de tal forma que se cubrió los ojos, movió la cabeza negando y quitándose la mano clavó su mirada en los ojos de quién le había invitado.

 

-     Lucía, Lucía, no quiero ser descortés, pero, créeme, Tendré tiempo para Dios cuando él tenga tiempo para mí – terminó la frase con una sonrisa que claramente era de burla.

 

Contra lo que él esperaba, Lucía lo miró aún con mayor comprensión y le volvió a hablar.

 

-       Lo entiendo Carlos, no te molestaré más, solo te diría que recordarás que tú y yo hemos creído en un Dios al que no se le puede decir cómo resolver las cosas porque si lo hacemos invertimos los papeles y entonces nosotros nos convertimos en dioses y hacemos a Dios nuestro siervo y mira que lo dice alguien que perdió a su hijo en un accidente. Yo sé lo que es estar enojado con Dios y tú puedes hacer dos cosas: morir en la amargura o agradecer lo que viviste y usarlo para crecer. Dios te bendiga. Sabes que siempre estaré para ayudarte.

 

Lucía se retiró y Carlos se inclinó y sumió su cabeza entre sus manos y se dio cuenta que se había equivocado, que había dicho algo que no debía. Se levantó pensando en seguir a Lucía y disculparse, pero se detuvo en la puerta. Definitivamente en el último mes ya se había humillado demasiado. Volvió a su silla y se sentó en ella. Miró el reloj. 12.20pm. Aún le faltaban casi cuatro largas horas para salir de trabajar.

 

¿Cómo podría soportarlo?

 

Pensó en la que había acabado de pasar con Lucía y entendiendo algo, busco su celular, abrió su aplicación de notas y pulso sobre la pantalla.

 

-     Cuando una relación cristiana ha fracasado, es importante determinar si lo que sentimos son ganas de hacer la voluntad de Dios o enojo porque las cosas no se resuelven como nosotros queremos.

 

Tal vez por ahí debía comenzar. Le hacía falta un poco de humillación.

 

Un compañero pasó rápidamente al lado de su oficina y le dijo:

 

-       Licenciado Gutiérrez. Vaya rápido a la bodega por un ventilador de piso porque están reparando el aire acondicionado y no va a estar listo hasta mañana, pero apúrese porque ya varios vamos para allá.

 

Solo hasta ese momento Carlos se dio cuenta que su espalda estaba empapada de sudor. Recordó la playa, la arena en sus pies, y la mano que estrechaba que se resistía a su presión y que terminó por soltarlo y sintió que, sus ojos se llenaban de lágrimas. Quiso decir algo, pero no pudo. No importaba, quién le habló ya no estaba a la vista. Regresó a sentarse y pensó:

 

-       Lo que me faltaba, calor – Su corazón se aceleró, sintió una arritmia en su corazón.

-       ¿Un infarto? No lo creo – pensó.

-       Dios no puede ser tan bueno

 

             

 

 

 

 

 Capítulo 2.

Las cuentas pendientes

2:00am. Día 37. Se siente como el primer día. ¿Será que el tiempo no corre para él igual que para los demás? Eso pensó Carlos, pero, sabía que no era cierto. Dejó ese pensamiento para volver de nuevo al dolor, ese dolor permanente que lo sintió más duro con cada respiración, con cada pensamiento.

 

Se levantó de donde estaba sin ganas, encendió su computadora portátil en el pequeño estudio de su casa y esperó hasta que estuviera lista para trabajar.

 

Siempre Carlos había pensado en lo aburrido que era esperar a que pudiera ingresar su contraseña así que, puso un dedo en el botón de encendido dispuesto a apagar la computadora. Pero, pensó, el dolor siempre lo estaría esperando en el sillón de la sala. En una de sus manos tenía la tarjeta que Mauricio le había dado unas horas antes, la miró y retiró el dedo del botón.

 

Ingreso su contraseña, abrió el navegador de Internet e ingreso la dirección que estaba escrita en la parte central de la tarjeta.

 

¿Había pagado el servicio de Internet? No lo recordaba, no recordaba nada que no fuera la desesperación. Miró a una de las esquinas inferiores de su pantalla y si, ahí estaba el ícono de la conexión, hubiera preferido que no estuviera.

 

Miró la pantalla. Agradeció que el sitio donde había ingresado no le pidiera registro alguno y solo le solicitara un nombre de usuario. Pensó que escribir. Un nombre, un nombre, algo que no fuera demasiado evidente, algo que no lo exhibiera, pero, deseaba exhibirse, de otra manera no podría encontrar a quién hiciera pagar por la soledad que lo estaba consumiendo.

 

Después de unos segundos, lo tenía; lentamente escribió: se001.

 

La página ingreso sus datos y después de unos segundos se abrió una ventana que cubrió toda su pantalla. Al lado derecho en una columna vio la lista de los nombres de todos los usuarios conectados y al centro renglones y renglones de conversación que se sucedían delante de sus ojos. Carlos pensó:

 

-       ¿Qué estoy haciendo en una sala de chat? 

-       Ya nadie las usa. Están desapareciendo. Todo está ya en redes sociales.

 

Pensando eso, abrió su cuenta de Facebook. De inmediato apareció su espacio, su muro, y buscó por todos lados ese mensaje esperanzador que esperaba desde hace 37 días, pero nada encontró, nada. Probó con Twitter y lo único que encontró fue un video de un perro bailando que un amigo le había enviado. 

 

Se dio cuenta que, en realidad, ninguno de sus 628 amigos de Facebook y sus 74 seguidores de Twitter estaba con él. ¡Qué ironía! Rodeado de gente, pero completamente solo. 

 

Cerró sus redes y quedó de nuevo frente a la pantalla de la sala de chat. Las conversaciones seguían y la mayoría pudo leer, tenían ese tenor de plática que tantas veces escuchó y sostuvo en su iglesia y sonrió con cierta tristeza, porque ese mundo, le parecía completamente ajeno en este momento.

 

¡Mauricio estaba loco al haberle dado esa tarjeta! 

 

Miró la parte superior de la pantalla y apareció el nombre del sitio: Contacto con Cristo.  

 

¿Y ahora?

 

Miró los nombres, uno llamó su atención. Y mientras pensaba en dar clic sobre él suponiendo que con eso podría abrir una conversación privada, el tono de su celular lo hizo brincar. Había recibido un mensaje de texto. Se levantó dejando la computadora y miró su celular. Pudo darse cuenta que era un mensaje que provenía del nombre y del remitente que había estado esperando. Ilusionado pulsó la pantalla y hasta cerró el mensaje por la ansiedad; tuvo que volverlo a buscar.

 

Al centro de la pantalla, dentro de un cuadro amarillo apareció el mensaje: 

 

“Lee bien esto imbécil. Deja de ponerme mensajes en Facebook y te prohíbo que hables con mi familia de cualquier cosa mía. Es mi vida. Yo no te amo y deja de estar hablando de mí en la iglesia.

 Te juro que me voy a divorciar de ti. 

Muérete”.

 

El dolor lo abrazó, la soledad lo envolvió. Carlos se derrumbó.

 

Con desesperación envío un mensaje de texto. No recibió respuesta. Hizo una llamada, tampoco fue contestada. 

 

Sin dejar de llorar caminó por toda su casa sin saber qué hacer, volvió a su pequeño estudio. Se sentó en la computadora. ¿Alguno de los nombres de la izquierda era de alguien que pudiera entenderle? Se limpió las lágrimas, miró la pantalla. El nombre que había llamado su atención ya no estaba, presionó ligeramente el botón de encendido, entonces, el nombre volvió a aparecer. Volvió a captar su atención. Retiro su dedo del botón, seleccionó el nombre y apareció una ventana de chat privado. Pensó en que escribir y sin ya darle demasiada importancia a sus pensamientos, empezó a digitar:

 

-       Hola. Buenos días

 

La respuesta llegó casi de inmediato:

 

-       Saludos. Ya casi iba a cerrar. Solo tengo un minuto si no te importa.

 

Carlos hizo un gesto de fastidio y miró hacia donde había dejado su teléfono celular esperando ver la pantalla iluminada con la alerta de algún mensaje, aunque fuera ofensivo, por lo menos así sabría que ella lo odiaba. Nada. Volvió a la pantalla de la computadora y casi mecánicamente escribió:

 

-       Está bien, me da igual.

 

Apareció una respuesta:

 

-       Realmente tengo poco tiempo. Me voy a dormir. Estoy terminando un proyecto para mi tesis de maestría, pero no quiero irme sin saber una cosa: ¿Cuál es tu nombre?

 

Carlos escribió con un gesto de clara molestia en su rostro.

 

-       ¿Mi nombre?

-       Ahí está en la pantalla

 

Los siguientes renglones de texto se sucedieron tan rápido que Carlos no tuvo tiempo de pensar en otra cosa excepto en seguir los caracteres que aparecían más rápido de lo que podía leer.

 

-       ¿Me vas a decir que se te llamas se001?

-       ¿Tengo entonces que asumir que tu apellido también es alfanumérico?

-       ¿Te apellidas entonces ze45?

-       Mira se001, no tengo problema en hablar contigo y me relaja sobre todo en un momento de tanto trabajo para mí, pero, si voy a hablar con alguien me interesa que sea alguien con quién sé que no está escondiendo nada y si alguien me esconde su nombre, creo que no me conviene hablar con ese “alguien”. Así que, te preguntaría ¿Cómo te llamas? Si no me quieres decir, lo entiendo, pero entonces, busca a alguien más.


Sin darse cuenta, Carlos empezó a dibujar en su rostro un gesto de incredulidad ¿Quién se cree esta persona que ni siquiera tenía la seguridad de que fuera mujer para ponerle una condición así de tajante? ¡Que se largue de una vez!
 

-       Mira – anotó Carlos – no quiero ser descortés, pero yo ni siquiera sé lo que estoy haciendo aquí, no quiero ni hablar, y finalmente qué importancia tiene cómo me llamo. Estamos en Internet. Todo el mundo miente, todos publican lo que quieren que otros sepan nunca lo que realmente piensan. Estamos dentro del gran engaño virtual del siglo y me preguntas por mi nombre, o sea, ¿Qué te pasa?

 

Pasaron unos segundos, no apareció ningún mensaje de que Carlos se hubiera quedado solo en el chat privado así que pensó en qué debería de hacer. Empezó a considerar que había sido bastante descortés, pero por otro lado pensó que esa conexión virtual no le iba a servir de nada así que, dirigió nuevamente su dedo hacia el botón de encendido y cuando estaba a punto de presionarlo, apareció un mensaje en la pantalla.

 

-       Hazme un favor, o mejor dicho hazte un favor “se001” y mira la esquina superior izquierda de la pantalla y dime que dice.

 

Carlos dudó y pensó en no hacerlo, pero quiso compensar su falta de tacto. Miró hacia la dirección que se le dijo y escribió con cierto desgano en su teclado.

 

-       Contacto con Cristo

 

La respuesta apareció casi instantáneamente:

 

-       ¡Exacto! Estamos en un sitio para cristianos. ¿Eres cristiano se001?

 

Respondió lo más rápido que pudo:

 

-       ¡Por supuesto!

 

Y a partir de ahí inició un intercambio de conversaciones que iba tan rápido que Carlos tuvo que esforzarse por seguir el paso a su interlocutora (¿realmente sería mujer?) escribía demasiado rápido para serlo.

 

-         ¿Y cuándo aceptaste a Cristo como Señor y Salvador?

 

-         Hace exactamente 5 años

 

-         ¿En dónde fue? ¿En un campamento? ¿en una iglesia? ¿con algún familiar?

 

-         En la iglesia donde me congrego, entonces yo era un invitado

 

-         ¿Y alguien te asistió para hacerlo?

 

-         El pastor me ayudó, aclaró algunas dudas y me pidió que orara por mi cuenta

 

-         ¿Ya te bautizaste?

 

-         Ya

 

-         ¿Cuándo?

 

-         1 año después de haber aceptado a Cristo

 

-         ¿Cuántos años tienes?

 

-         35 – respondió Carlos -

 

-     Excelente. Entonces eres cristiano y yo soy cristiana, y soy una mujer y tengo 34 años y mi nombre es el que puedes ver a la derecha. No soy perfecta y no pretendo serlo, pero, creo que honro a Dios haciendo el mejor esfuerzo viviendo para agradarlo. Y por ser cristiana, creo lo que dice Romanos 13.13 que debemos andar como de día honestamente y no creo honesto que, alguien esconda su nombre. Así que, “se001” cristiano desde hace cinco años y bautizado desde hace cuatro, por ser mayor le digo a “usted” con respeto que me gustaría platicar más pero, tendrá que ser mañana pero, necesito tu nombre real

 

-         Me llamo Carlos

 

-         ¿Carlos? No lo hubiera imaginado. ¿Y porque se001?

 

-         “se” por “Sin esperanza”

 

-         ¿Sin esperanza?

 

-         Tendría que contarte, pero es largo

 

-     Ya me contarás. Mañana me conecto a partir de las 12:30am hasta las 2:00am y lo haré por muuuuchoooos días hasta que termine mi trabajo y después de eso ya me conectaré más temprano. Si quieres acá te veo, perdón, te leo, jeje. Carlos sin esperanza, lee el Salmo 71.1-5 y considera el cambiar tu nombre. Bye.

 

Un mensaje apareció al centro de la pantalla

 

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Carlos no necesitaba saber inglés. Quién ahora sabía con certeza que era una “ella” lo había dejado solo y no le dio tiempo siquiera a preguntarle por el nombre que usaba en el chat, después de todo, ahora tenía más derecho que nunca a saberlo. Se recargó hacia atrás en su silla y se quedó viendo la pantalla. Después de unos segundos recordó su celular y todo lo demás y se dio cuenta que, tenía que irse a dormir teniendo en su mente las palabras “imbécil” y “muérete” y eso sería algo complicado.

 

Veinte minutos después estaba dentro de su cama, llorando. 

 

La noche iba a ser muy larga. 

 

Carlos estuvo todo el día evadiendo a Mauricio, solo lo saludó a la distancia levantando una mano y Mauricio al parecer, no quería o no tenía tiempo de platicar con él. Por lo menos, con un puño cerrado en el centro de su pecho le hizo saber que siempre lo apoyaría y Carlos, lo sabía, pero también sabía que Mauricio nunca lo entendería del todo a menos que… mejor, dejó de pensar en eso.

 

Carlos sabía que no solo a Mauricio estaba evadiendo; había alguien a quién tenía que buscar, alguien que lo había estado buscando a él todo el tiempo y él, simplemente lo rechazaba. Alguien que él bien sabía que le podría dar respuestas y sabía que las necesitaba, entonces, ¿por qué iba en busca de más dolor y no en busca de respuestas?

 

¿Y Dios? Por encima de todo, estaba evadiendo a Dios. Definitivamente, su vida era un rompecabezas sobre una mesa; extendido en todas direcciones y, después de 38 días ni siquiera dos piezas se habían colocado en su lugar y deseaba acomodarlo todo, pero, desde un minuto después de que su crisis estallará, Carlos ha estado sintiendo que hay una pieza, hay algo que falta, que no tiene, que no ha visto y que necesita encontrar porque en su subconsciente sabe que, de esta pieza depende que todas las demás comiencen a orientarse, pero ¿qué es?

 

Su aplicación de notas recibió una nueva entrada.

 

- Cuando el matrimonio está en crisis, hay algo que es más importante que intentar restaurar la relación rota. Algo que debe hacerse primero.

 

Todo el día fue de silencio, en todos los sentidos. Cuando iba hacia su casa recibió un mensaje de texto de un amigo diciéndole que ahí estaba el número de celular del abogado que le había dicho para que se preparara para un eventual divorcio. Lo cerró de inmediato, pero, prefirió no borrarlo. Hizo un par de llamadas y escucho voces y preguntas, experiencias y gritos acerca de algo relacionado con una escuela y sonrió un poco, pero, la sonrisa no pudo evitar que una lágrima se asomara en uno de sus ojos. Tuvo que detenerse en la calle, mirar al cielo, sonreír, limpiar su lágrima, decir algunas palabras amables y, terminar la llamada. 

 

Después de esas conversaciones supo que tenía que tomar decisiones, pero, ¡por Dios! No se sentía para nada preparado para ello.

 

12:07am. Día 38.

 

Carlos se sentó frente a su computadora, ingreso al sitio de Internet. Estaba a punto de ingresar al chat cuando recordó algo y se detuvo. No había leído lo que su virtual compañera de charla le había dicho, era un salmo, ¿pero cuál salmo? ¿Por qué no lo anotó en algún lado? Casi como un milagro lo recordó, e hizo un gesto semejante al del niño que obtiene lo que desea:

 

¡Salmo 75.1-5!

 

Carlos se levantó, buscó su Biblia, le sacudió el polvo de la tapa. Encontrar el pasaje fue más difícil de lo que esperaba.


En ti, oh Jehová, me he refugiado; No sea yo avergonzado jamás.

 

Socórreme y líbrame en tu justicia; inclina tu oído y sálvame.

 

Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente. 

Tú has dado mandamiento para salvarme, porque tú eres mi roca y mi fortaleza.

 

Dios mío, líbrame de la mano del impío, De la mano del perverso y violento.

 

Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza, Seguridad mía desde mi juventud.

 

Antes de terminar de leer, sus manos estaban temblando. Seguridad, socorro, libertad, refugio, esperanza, ¡Cómo le hacía falta todo eso! Y Dios lo tenía para él, pero, como lidiar con esto: “Tú me has dado mandamientos para salvarme”. Dios siempre había querido salvarlo y salvar su matrimonio, pero, para que sucediera, tendría que seguir los mandamientos de Dios. Pronto se dio cuenta que él no había cumplido muy bien con Dios. Dejó de temblar, se endureció su mirada y pensó que, si él había fallado, sus fallas no habían sido tan grandes como las fallas de su esposa. Cerró la Biblia, se sentó frente a la computadora y recordó su conversación del día anterior así que, se dio a la tarea de buscarse un nuevo nombre, sonrió, lo digitó en el teclado y presionó la tecla “Enter”.

 

Su mirada iba en el décimo nombre en la columna de la derecha buscando el que él quería encontrar de entre los 304 que estaban conectados, cuando de pronto, apareció una ventana de chat privado. Era ella.

 

-       ¡Hola “Carlosse”! Ese nombre por lo menos ya es un avance.

 

Carlos suspiró y empezó a escribir en su teclado.

 

-       Empiezo siendo honesto. Soy yo, pero sigo sin esperanza.

 

La respuesta de su acompañante virtual tardó demasiado lo que le provocó a Carlos algunas sospechas. Esas sospechas se convirtieron en preguntas y Carlos, se decidió a que esa charla sería una en donde él solo preguntaría y no diría nada.

 

-    Carlos te pido una disculpa. Guarde mi documento y estoy decidida a relajarme un poco charlando contigo así que me prepare un café y aquí estoy.


-       Gracias – respondió Carlos – y cuando empezaba a escribir unas palabras apareció una pregunta en su pantalla

 

-       ¿Leíste el Salmo?

 

Carlos no contestó de inmediato. Esbozó una sonrisa diferente a todas las que había intentado en los últimos 39 días. ¿Era de complicidad? tal vez.

 

-       Sí. Gracias. Hay algunas cosas con las que no me sentí cómodo, pero, las cosas que Dios promete ahí, en verdad las necesito.

 

Ante de recibir respuesta, Carlos pensó en que más tarde escribiría en su teléfono:

 

-      Todo proceso de recomponer algo es imposible si no se actúa y habla con total honestidad la cual es, sin dudarlo, el fundamento de todo.

 

La respuesta llegó. Fue clara y contundente. Definitivamente, no iba a ser nada fácil hablar con esta peculiar mujer navegante del ciberespacio.

 

-      ¿Un cristiano que no se siente cómodo con lo que Dios le dice? Wow.  Me suena a un atleta de alto rendimiento que no se siente cómodo con su entrenamiento. Entiendo que el entrenamiento puede ser tan duro que el atleta querrá detenerse, pero nunca se rendirá y tú, Carlos de 35 años, suenas como alguien que está renunciando y cuando no nos sentimos cómodos con lo que Dios nos dice, creo que solo puede ser por la presencia de pecado.

 

-       ¿Cuáles son tus pecados, Carlitos?

 

Definitivamente la pregunta lo desconcertó. ¿Pecado? ¿Al sufrimiento se le llama pecado? ¿Job entonces era un pecador? ¿Qué estaba sugiriendo esta mujer? Carlos se mordió uno de los dedos de su mano derecha y pensó en qué contestar y cuándo hacerlo. Recordó que en esa charla el planeaba no escribir mucho. Deseaba recibir información, no darla. 

 

Se dispuso a contestar.

 

-       Un favor. No me digas “Carlitos”. ¿Y cuáles son mis pecados? No creo que sean más o menos grandes que los tuyos

 

La respuesta llegó de inmediato, pero claramente Carlos pudo ver que la rapidez no significaba que no hubiera sido pensada. ¿Quién era esta mujer?

 

-  Perdón por molestar con la verdad, pero, si vas a escribirte conmigo tendrás que irte acostumbrando a que suelo hablar con la mayor honestidad. No siempre lo he hecho, y hace tiempo, viví siendo muy deshonesta, pero, definitivamente ya no quiero ser así.

 

Ella continúo:

 

-       Hagamos una cosa antes de seguir. Dame tu palabra de que cuando conversemos no me mentirás. Yo te voy a creer lo que me digas y tú deberás creer lo que yo te diga.

 

-       Me parece bien – apuntó Carlos – Tomó entonces su turno de escribir.

 

-       Mira amiga de 34 años. Me acusas de pecador y realmente ni siquiera me conoces. Tú no puedes saber cómo me siento y ni siquiera te imaginas por lo que estoy pasando, y voy a suponer por un momento que me estás poniendo atención, entonces yo…

 

Carlos no estaba preparado para ser interrumpido de la manera en que su interlocutora lo hizo y, en términos de boxeo, Carlos pensó: “me tomó con la guardia baja”. Sus dedos no respondieron y no tuvo opción, excepto limitarse a leer.

 

-       Señor sin esperanza – escribió la cada vez más intrigante mujer – mira, te voy a leer todo lo que me digas. Solo deseo pedir algo más. Si ya aceptaste que no mintamos, ahora por favor, no supongas nada. No asumas nada, no pienses por mí. No trates de adivinar que pienso o que deseo hacer o que he hecho. Si deseas saber algo, pregúntame, ¿está bien? No uses supuestos conmigo, y yo no los usaré contigo. No quiero ideas falsas de mí, pero tampoco deseo tenerlas de ti. ¿Ok? Ahora, puedes seguir, pero, tu reacción me hace ver que estamos viendo las cosas de distinta manera. Así que “señor Carlos” platíqueme que le pasa o que le ha pasado y ya entonces veré si puedo arrojar la primera piedra (jeje, no, eso último fue solo una broma)

 

Carlos terminó de leer y se quedó pensativo unos segundos. ¿Qué contestar? Carlos repasó sus opciones. Podría cortar la conversación, desconectarse y seguir con lo suyo, pero ya empezaba a sentir que tenía que moverse fuera del dolor. Pensó que otra opción era plantearle una historia ficticia a su nueva amiga por Internet para desviar la atención de su verdadero problema, pero sería mentiroso y había prometido no serlo. ¿Y si se mostrara descortés para que entonces la mujer con ese nombre tan intrigante se retirara por si sola? 

 

Mientras pensaba en esto, un nuevo renglón de texto apareció en la pantalla:

 

-       Carlitos. ¿Sigues ahí?

 

El diminutivo apuró la respuesta de Carlos.

 

-       Por favor, te lo vuelvo a pedir. No me digas: “Carlitos”. 

 

Carlos continuó. Se dio cuenta que necesitaba hacerlo.

 

Mira, no sé si podamos seguir platicando, pero, por favor, no me digas así. Y por lo menos en esta charla, no voy a usar supuestos. No voy a pensar por ti y, para que no pienses por mí porque veo que lo estás haciendo, te voy a platicar que es lo que me está pasando y entonces, te darás cuenta lo mal que estás suponiendo lo que me está pasando. ¿Está bien?

 

La respuesta fue bastante conciliadora

 

-       Me parece bien Carlos. Te leo y tienes toda mi atención. Y, no quiero quedarme suponiendo nada así que, si me lo permites te interrumpiré si algo necesito saber y te escribiré “pregunta” para detenerte. Además, solo contestaré cuando me indiques que quieres mis respuestas. ¿Te parece?

 

Carlos no tuvo opción. Los términos eran equitativos. Se sentía comprendido. ¿Cuánto tiempo había pasado desde la última vez que se había sentido así?


-       Me parece perfecto. Así que, doy inicio

 

-       Mira, creo que, en este momento, todo lo que me está pasando proviene de una sola cosa que te voy a escribir. De ahí salen todos mis problemas y la forma incorrecta en que me estás juzgando. Esto, es una carga tan pesada que, no me permite dormir y, en los últimos 39 días ha logrado que físicamente esté exhausto y no sé si podré superarlo.

 

-       ¿Me entiendes? ¿Sigues ahí?

 

La respuesta llegó y Carlos tuvo que reconocer que sus emociones habían crecido tan impulsivamente que, empezaba a sentirse enfurecido. Se prometió tratar de no volverlo a hacer.

 

-      Carlos, ¿Ya olvidaste que solo contestaré cuando me des mi turno o cuando yo escriba “pregunta” para aclarar algo?

 

Carlos sonrío y por primera vez en 39 días sus ojos tuvieron un brillo diferente.

 

-       Es verdad. Disculpa. Continuo.

 

-       Mira, hace 38 días, justamente el día de mi cumpleaños, mi esposa tomó sus cosas, las metió en una maleta y se fue de la casa en donde estoy. Tomó a mis dos hijos. A mi Carolina de 4 años y al pequeño Carlos de 1 año y medio y desde entonces, toda comunicación que hemos tenido ha sido terrible, agresiva y yo, simplemente me derrumbé. No lo esperaba en verdad, me siento mal en todos los sentidos, solo estoy viviendo por la inercia de vivir. No quisiera ir a trabajar, pero, tengo que hacerlo porque necesito el dinero y lo que más me duele es como mi pequeña lloró cuando se fue y desde entonces no he podido verla.

 

La he tenido en mis brazos y de ahí me la arrebata su mamá; estoy seguro que solo por hacerme sentir mal. Y creo que no es justo, porque no hice nada para merecer esto. Casi cada cuatro días me habla su abogado porque ella quiere un divorcio voluntario. Ya me vino a gritar que le dé el divorcio que, si en verdad soy hombre firme y, cuando pienso que quiere que le firme para poder largarse con el hombre con el que ya se andaba metiendo me hierve la sangre y, he pensado en matarla, he pensado en matarme y matar a mis hijos, en ir a ver a un brujo para que la regrese y ella no para las agresiones y además…

 

Definitivamente Carlos había transmitido toda la ira que sentía a sus dedos y no paraba de escribir y ya sus pensamientos le llevaban ventaja a sus dedos. Si no paraba, podía escribir durante horas todo lo que sentía y, en las imágenes de su mente se sucedían las miradas de odio de su esposa, las lágrimas de su hija, las acusaciones, los mensajes de texto que encontró escondidos, las llamadas telefónicas agresivas, el aluvión de opiniones que le decían que la demandara, que le quitara todo, que llegara y sacara a sus hijos por la fuerza, su cuerpo cansado, las lágrimas, los ruegos, las súplicas de rodillas a una mujer dura como una piedra, los perdones implorados, las negativas, su desesperación y sus ansias de revancha, de desquite, de que algo o alguien sintiera el dolor que siente, el enojo de ver en la calle parejas de la mano teniendo lo que él había perdido. Siguió escribiendo, pero ahora ya, dos lágrimas escurrían por sus mejillas.

 

Con una mano se tapó la boca y se dispuso a seguir escribiendo. Tenía que hacerlo.

 

Una serie de renglones que aparecieron en la pantalla le hicieron detenerse y aprovechó para poder secarse una lágrima.

 

-       Carlos

-       Carlos

-       Carlos…

-       ¡Ah perdón! Carlos… preguntaaaaaaaaaaa

 

Carlos ya sollozando, y con las dos manos en su cabeza, digitó en el teclado.

 

-       Dime.

 

1:15am día 38. 

 

En medio de la madrugada, desde una ubicación intangible y sintiéndose él en medio de una situación más intangible aún, recibió su respuesta. Por un momento pensó, ¿Qué hago aquí confesándome con una conexión de unos y ceros viajando por cables? Pero, decidió dejar de pensar en ello porque lo absurdo sería evidente y huiría de esa sala de chat. 

 

Empezó a recibir líneas de texto, prefirió concentrarse en leer. ¿Por qué todo seguía doliendo tanto?

 

Mira Carlos, entiendo más de lo que te imaginas lo que te está pasando, pero, tu situación veo que tiene varias diríamos “áreas” y me gustaría entenderlas bien y con tantas cosas, me puedo perder algo o mezclarlo todo algo que, por cierto, hacemos muy bien las mujeres. Jeje.

 

Ella siguió escribiendo:

 

-   Por un lado, entiendo que hay una separación, luego, una solicitud de divorcio por otro lado; además, una incomunicación con tus dos hijos y finalmente, la forma en cómo te está afectando todo esto. Si me permites me gustaría entender bien las cosas. Quisiera entender lo primero y lo último. Así que, ¿Puedo preguntarte algunas cosas?

 

Carlos quería escribir, pero más que escribir, quería estallar, deseaba que su nueva interlocutora escuchara la historia que ya él había repetido decenas de veces a todo el que quisiera escuchar lo que le pasaba. Había hablado con cristianos y ateos, con conocidos y con los amigos de sus conocidos, con personas que lo habían convertido en tema de morbosas referencias y con quién, sinceramente guardaba respeto por su situación.

 

Pero, Carlos lo sabía, tenía que hablar con alguien a quién había estado rehuyendo y que no era precisamente Dios. Carlos quería hablar y no parar. Que todos supieran su dolor, su decepción, la forma en que había sido engañado; que todos miraran en su aún esposa la culpable de todo lo que estaba pasando. 

 

De momento, Carlos se detuvo en seco. Y dejó un segundo de leer la pantalla y pensó en algo que él mismo siempre había creído, el hecho de que, cuando alguien hablaba demasiado del dolor que alguien le había causado era porqué quería desviar la atención de sus propias fallas, una especie de acción de distracción para que no se notara la propia culpabilidad.

 

Sin pensarlo dos veces, hizo una nueva entrada en sus notas digitales en su teléfono:

 

-     No hay mejor honestidad que, reconocer que, en toda crisis matrimonial ambos esposos son responsables.

 

¿Eso tendría que ver con esa sensación de que una pieza del rompecabezas de su vida faltaba? No lo sabía, pero, ese pensamiento lo abordó justo ahora que veía el orden que esta mujer desconocida le pedía que hiciera y, sintió que, esta escritura lo llevaría a algo relevante por lo que, teniendo esta certeza, terminó de limpiarse sus lágrimas y se dispuso a leer.

 

-       Pongamos orden Carlos. Entiendo que, hace 39 días tu esposa se marchó con tus hijos. Pero, ¿Por qué se marchó? O sea, quiero que me digas que argumentos te dio para irse. Yo sé que para ti sus argumentos son pretextos y tal vez lo sean, pero, quisiera saberlos.


No le tomó mucho tiempo a Carlos encontrar lo que quería escribir.

 

-     Mira, desde unos meses, antes de que se fuera ella me decía que, le faltaba atención, que yo dedicaba demasiado tiempo al trabajo y que, en la casa, no la buscaba. Me decía que, pensaba constantemente en que materialmente viviéramos mejor. Mucho me decía que, con los estudios que tengo yo debería estar en una condición mucho mejor y sobre todo, insistía en que no la comprendía.

 

Después de unos segundos de espera, apareció la respuesta y se inició un rápido intercambio de mensajes sobre el mismo tema. Carlos pensó que, su interlocutora parecía que le había leído el pensamiento y le escribía de manera corta y rápida lo que le permitía a él, escribir rápido también para poder así sacar un poco de todo lo que se había desatado ahora que él había decidido abrir su corazón.

 

-       Bien, pareciera que eso es la queja de todas las mujeres. Pero, ¿realmente lo que ella dijo fue así? ¿Tenía razón? A ver, ¿pasabas tiempo con ella y con tu familia?

 

-       Claro – contestó Carlos -. Por lo menos una vez al mes salíamos a algún lado de paseo cerca de la ciudad o a comer a algún restaurante.

 

El interrogatorio continuó.

 

-       ¿Eras cariñoso?

 

-       Pienso que lo suficiente

 

-       ¿Lo suficiente?

 

-       Bueno, sí reconozco que me distanciaba de ella, pero el trabajo me lo exigía y el dinero siempre era necesario porque estaba pagando la casa y las deudas que generó el nacimiento de mis hijos y…

 

-     Carlos, por favor, no quiero suponer nada ¿recuerdas? Pero estás comprometido a decir la verdad. ¿Realmente podrías decir que esa mujer recibía lo que necesitaba?

 

-       No, no lo recibía, PERO YO NO ME FUI CON OTRA PERSONA

 

-       Carlos, no te acuso de nada, solo quiero entender. ¿Le mentías?

 

Carlos repasó cientos de situaciones vividas a lo largo de casi nueve años de matrimonio y negó con la cabeza, pero, la verdad lo cimbró y había prometido no mentir así que, disfrazó el error con el maquillaje normal que usa la mayoría de los seres humanos: “yo no soy tan malo como otros”.

 

-       Creo que solo lo normal

 

Carlos supo lo infantil y deshonesto de su respuesta y lo que recibió después lo cimbró. Y después de 39 días, las cosas cambiaron un poco. Dejó de pensar en ella y empezó a pensar en él.

 

-       Carlos, somos cristianos, ¿mentir es normal? Pero, te ahorro las explicaciones y solo contéstame si o no. ¿Le ocultabas tus emociones? Le decías que todo estaba bien cuando tú batallabas con una deuda o, cuando te preguntaba si no te sentías distinto con la paternidad tú le decías que no, cuando en realidad querías salir corriendo porque tus hijos ya no te dejaban sentarte a hacer lo que te gusta en la computadora. Toda esa tensión seguramente te hizo fantasear con alguna compañera de trabajo o alguna hermana de la iglesia y hasta te permitiste enviarte mensajes con alguna mujer por celular que ella nunca se enteró. Y sí yo sé, no tuviste ninguna relación con nadie, pero, si recuerdas, el Dios en quién creemos califica la lujuria como adulterio así que, mentiste sobre lo que había en tu corazón. ¿Sí o no?

 

Carlos pensó que, la ríspida comunicación que sostenía con su esposa desde que esta se había marchado lo había sometido al mayor escrutinio de sí mismo que se hubiera imaginado, pero, al terminar de leer la respuesta, se dio cuenta que se había equivocado.

 

-       Sí, contestó Carlos de manera temerosa como escondiéndose, no como defendiéndose.

 

-      Ahora, Carlos, contesta sí o no a esto: ¿Tratabas de manipularla en el sentido de que terminara haciendo lo tú querías? Tratabas de que todo terminara siendo favorable a ti y ella muchas veces te dijo que no eras justo y, finalmente terminaba haciendo lo que tu querías y, tu suponías que todo estaba bien. Que eso la hacía feliz ¿Sí o no? Eras manipulador Carlos, ¿sí o no?

 

-       Sí – Carlos casi podía sentir la mirada de esa mujer taladrándolo.

 

-     Finalmente, con respecto a este tema Carlos – continuó su inesperada juez. Contesta sí o no. Siempre creías que ella no tenía la visión completa de las cosas y cada vez que ella te decía que necesitaban ayuda, tú dijiste que no, que no ibas a platicar con nadie que no conocía tus asuntos y que, el terapeuta o el pastor no eran mejor que tú así que, no podían enseñarte nada. Siempre minimizaste su sentir porque creías que no estaba a la altura del tuyo. Sin mentiras Carlos, contéstame. ¿Sí o no?

 

-       Sí – respondió un Carlos completamente desarmado.

 

Su interlocutora hizo un balance.

 

-       Bien, mentiroso, manipulador y soberbio. 

 

La defensa surgió de inmediato:

 

-       Pero yo no…

 

La respuesta llegó de inmediato también.

 

-       Si Carlos. Ya sé. Tú no te fuiste con otra persona. Recuerda que no he terminado de preguntar. Y aún me falta información sobre dos puntos más: tu situación y tu condición. A ver, de tú situación necesito saber ¿Cómo supiste eso de que tu esposa tenía ya una relación alguien más?

 

Sin lugar a dudas, Carlos descansó pensando que, al escribir sobre este tema dejaría un poco esa sensación de sentirse incómodo consigo mismo.

 

-     Mira, creo que los problemas se agravaron desde hace dos años después de 7 de matrimonio. Pensando en darle un poco de espacio, acepté que iniciara un negocio de venta de oro. Las pláticas sobre lo mismo, la mercancía y los contactos, todo está en la capital así que, ella empezó desde entonces a hacer viajes constantes y yo debí haberlo impedido. Lo acepté y ahí, estoy seguro que conoció a alguien porque comenzó a cambiar. Cambió sus amistades. Sus reclamos empezaron a ser más fuertes y yo, estoy seguro que, para que se diera el valor de hacer eso es porque sentía el apoyo de alguien.

 

-       ¿Algo le encontraste? ¿Mensajes de texto? ¿Cartas escritas?

 

-       No, de eso nada, pero, curioseando en su escritorio me di cuenta que, ciertos mensajes de texto románticos recibidos por ese otro hombre los escribía a mano y, anotaba la fecha y hora en que los había recibido. Eso confirmó mis sospechas. Al ver esos mensajes, yo entré a su dirección de correo electrónico porque tenía su clave que ya cambió y me di cuenta que, por lo menos desde cuatro meses antes de ese día, ya tenía una fuerte relación con alguien porque encontré correos donde ya explícitamente hablaban de encuentros sexuales y de planes de ellos. Eso para mí fue lo peor.

 

-      Y, como todo hombre que deja de ser el “macho alfa” golpeado en tu orgullo, la confrontaste supongo, no, mejor dicho, estoy segura de que lo hiciste. ¿Qué te dijo?

 

-       Simplemente me dijo que sí, que hiciera lo que quisiera y que no por mí iba a dejar a la persona con la que estaba y mira, te juro que quise matarla y he podido acusarla de adulterio para lograr el divorcio, pero, finalmente el divorcio es lo que ella quiere y yo no voy a hacer lo que está esperando.

 

La siguiente pregunta tomó a Carlos por sorpresa:

 

-       ¿Y qué es lo que Dios quiere?

 

-       ¿Perdón? – escribió un Carlos desconcertado.

 

-       Sí, hasta ahora veo a un esposo derrotado, defendiéndose con ira. Veo a una esposa que ya tiene una idea clara de lo que quiere y con quién quiere estar y no eres tú, por cierto, y, con toda contundencia te ha dejado saber que lo que hace, no va a dejar de hacerlo, pero, finalmente veo que ninguno de los dos desea hacer lo que Dios quiere, pero, creo que no me extraña porque en tan pocas líneas has aclarado mis dudas acerca de la profundidad de las heridas que esta separación te ha provocado.

 

Su misteriosa compañera de charla siguió escribiendo:

 

-       Así que, yo, de tu situación y tu condición claramente puedo ver…

 

En este momento, Carlos ya estaba completamente inmerso en el análisis, en el dolor, en la exposición de los motivos y, aunque aún no estaba de acuerdo con lo que había leído, estaba ya completamente convencido que estaba en un camino diferente en donde ya sentía la necesidad de ocuparse de él, del que se había quedado antes de pensar en quién se había ido.

 

Dejó de pensar. 

 

Buscó en la pantalla de la computadora y no encontró nada. El tiempo se acumuló y la tensión en él aumento. Quería escribir, para dejar ya ese análisis tomográfico de su alma que lo había dejado pensando tanto. El dolor seguía, pero realmente comenzaba a sentirse diferente.

 

Miró el reloj, 4.14am. ¿Ella se había dormido?

 

Escribió tímidamente en el teclado de su computadora:

 

-       ¿Sigues ahí? ¿Qué es lo que puedes ver claramente?

 

La respuesta aún tardó, pero, hasta un sobresalto de emoción lo invadió cuando vio las líneas de texto que aparecían mucho más lentamente de lo que él esperaba.

 

-     Sí, sigo aquí y creo tener por decirlo así, un diagnóstico de lo que te pasa, pero, no sé si deba decírtelo.

 

-       Claro que debes decírmelo, es lo justo, es lo correcto. Me lo merezco al compartirte tantas cosas personales.

 

-       Sí, lo sé – tecleó ella, pero no quiero que como tantas otras personas me digas: “qué lindo lo me dijiste, te voy a hacer caso” o, “me hacía falta leer lo que tú me estás diciendo” para que termines no haciendo nada.

 

-       Sé que a todos los has ignorado así que, no veo caso a darte una opinión que se la vas a ignorar.

 

La afirmación era válida, tuvo que admitirlo y le requirió algunos minutos el pensar en una respuesta que fuera lo suficientemente honesta. Se descubrió queriendo saber con ansiedad lo que esa mujer tenía que decirle.

 

-      Mira – empezó Carlos su respuesta. Así como te he prometido que no haré ningún supuesto y que no mentiré, Te doy mi palabra que leeré lo que me digas y no contestaré nada para defenderme, pero, te pediré unos días para pensarlo antes de poder volver a platicar contigo para que, cuando lo haga, tú puedas ver si lo que me has dicho realmente me ha tocado. Te creo sumamente inteligente y sé que te darías cuenta si yo te estuviera mintiendo. ¿Qué te parece?

 

-      Me parece bien – contestó ella, pero, prométeme que, si hay una nueva charla, me dejarás que hablemos más usando los argumentos de Dios. Si lo prometes, te digo.

 

-       Lo prometo - Carlos se preparó para lo que vendría, pero, ¿realmente estaba preparado?

 

-     Mira Carlos. Tú sabes que los cristianos podemos vivir de dos maneras: bajo el dominio del Espíritu o bajo el dominio de nuestra carne, de nuestras pasiones desordenadas que nos mueven a pecar. Tú estás ahora seguro de que tú esposa está en la carne, cometiendo pecados, pero, yo creo que los dos están en la carne. Tu ira te ha llevado a la carne y en lo que haces, no hay nada espiritual porque en la ira del hombre no mora la justicia de Dios, eso, lo dice la Biblia, búscalo. 

 

-      Sí Carlos, estás en la carne y sí entiendo perfectamente que ella te engañó y está con otro hombre y a ti te martiriza la idea de imaginarla con otro, pero, más allá de la infidelidad, quiero que veas que si bien ella fue la parte ACTIVA tú también eres responsable. Tú eres la parte PASIVA pero pecadora e igualmente responsable a final de cuentas. Fallaste como esposo, quebrantaste el pacto que ante Dios tenías de ser un buen esposo. Tiraste el modelo de Dios para el matrimonio que él escribió en la Biblia y, viviste guiado por tu modelo sucio, pecador y convenenciero. No podría saber si tu esposa está o estará arrepentida de lo que hace, pero lo que sí sé es que, si los dos se mantienen en la carne, todo lo van a destruir y entonces sí, no habría posibilidad de restauración. Tú te volverás también un adúltero y les enseñarás a sus hijos a ser pecadores en el futuro. Si quieres que las cosas cambien Carlos, deberás cambiar primero. Tú eres tan responsable como ella del fracaso, pero, te la pasas hablando tanto tiempo de sus fallas que NO QUIERES VER LAS TUYAS y mientras tú no pidas perdón a Dios, no vas a cambiar y todo va a seguir igual. Te convertirás en un hombre amargado y así amargado, pobre de la mujer que se cruce en tu camino. Así que, Carlitos, ¿Qué opinas? ¿Me voy? ¿Te vas? O vas a seguir escondiéndote en las fallas de otras personas.


Carlos, no podía definir lo que sentía y sus pensamientos eran tan confusos. Lo único que pudo saber es que, Dios había hecho algo. Dios en su misericordia lo había movido con amor por medio de esa mujer a una situación a la que no quería moverse.


Se quebró, pero de una manera diferente. Empezó a llorar, pero no con la expectativa de angustia y soledad, sino con la expectativa de la renovación, de que algo venía y eso que venía, lo necesitaba. Aún con lágrimas escribió sobre su teclado porque no quiso fallar en lo que había prometido a su acompañante.


-       Mira, joven mujer un año menor que yo. No sé quién seas, pero me has tocado. No quiero decir nada porque no sé qué decir. Dame unos días, necesito poner en orden todo lo que has provocado, pero créeme, es para bien. Dios me ha hablado por medio de ti. Yo te busco, déjame tu dirección de correo electrónico y me comunico contigo. Pero, en verdad, necesito tiempo, En verdad lo necesito.

 

Después de escribir su dirección de correo electrónico, la enigmática mujer escribió unas líneas que claramente dieron pie a una despedida que Carlos sintió, que necesitaba más que nunca.

 

-       Busca a Dios Carlitos. Busca a alguien que te acerque a Dios. Busca a alguien maduro en la fe, que use la Biblia y no sus opiniones o sus experiencias y que te hable en términos espirituales como yo no sé hacerlo. Creo que, además de lo anterior, eso antes que otra cosa, es lo que puede estarte haciendo más falta. Esperaré tu correo, pero, tampoco podré esperar toda la vida Jeje.

 

Carlos contestó y lo hizo con una sinceridad que incluso a él mismo lo sorprendió.

 

-       Así será, déjame poner todo esto en orden. No sabes cómo agradezco tu honestidad y lo que me has dicho. Me ha servido más de lo que te imaginas y por favor, ora por mí porque necesitaré la dirección de Dios en las próximas horas. Pero en verdad, por favor, no me vuelvas a decir “Carlitos”.

 

-     Siempre a la orden – anotó quién ya se había convertido en una nueva referencia espiritual de Carlos, y agregó: Busca a Dios y acepta tus responsabilidades. Algún día aceptaste a Cristo para ser una persona diferente. Ahora, simplemente muéstrate como una persona diferente haciendo cosas diferentes y no como las hacen quiénes no conocen a Dios porque veo que tú con tu esposa, con tus hijos, con tus amigos y en la iglesia, no les estás mostrando que seas diferente en nada. Piénsalo. Ah, y curiosidad de mujer, ¿Por qué no quieres que te diga Carlitos? A mi me suena tierno.

 

Las palabras finales de Carlos llegaron.

 

-      Mi esposa me ha dicho “Carlitos” los últimos dos meses y lo hace con burla, minimizándome. Lo hace para decirme que soy poco hombre o que le doy asco.

Me suena sumamente agresivo. Por favor, no quiero sentirme ya así


En la pantalla apareció una carita pintada con un color rojo en las mejillas con lo que Carlos entendió que su interlocutora se había apenado.

 

-       No te preocupes – contestó Carlos, solo es una tontería, y en cuanto lo último que me dijiste, lo haré, ya no te desvelo más, que descanses. Adiós.

 

Ahora apareció una línea completa de caritas sonrientes y Carlos volvió a sonreír. En el centro de la pantalla apareció el mensaje avisando que, su nueva amiga, mucho más espiritual de lo que hubiese esperado, se había desconectado.

 

Carlos se levantó de su asiento. Su espalda le recordó las horas que llevaba sentado. Las cosas ya se veían un poco más claras. Agradeció que, durante algunas horas, la ira y la soledad no hubiesen gobernado su mente. Caminó hacia la sala, se dejó caer en un sillón y para su sorpresa sintió sueño.

 

5:27 am. Día 38. 


Carlos sonrió. Supo lo que tenía que hacer. Tenía que hablar con alguien y por un instante pensó en llamar a esa hora, pero entendió la inconveniencia de hacerlo. Se levantó y se dirigió a su cama para dormir. Mañana tenía que hacer algo importante. 

 

Meditando en el aluvión de ideas que recibió y compartió, descubrió que tenía mucho, muchísimo más que anotar en su registro electrónico así que, abrió su teléfono, volvió a leer todos los mensajes y cuando se disponía a escribir, se dio cuenta que, los mensajes y lo que había escrito con su nueva amiga tenían más relación de lo que parecía. Es como si la charla de hoy fuera la continuación del último de sus mensajes.

 

Se quedó mirando hacia el frente y después de varios segundos tuvo claro que, un único mensaje nuevo podría hace una síntesis del lugar donde lo había dejado la inesperada charla del día de hoy. Sin perder tiempo pulsó:

 

-     El primer paso para restaurar un matrimonio es restaurar la relación personal con Dios ya que la separación, lleva a los cónyuges al pecado y les hace estar viviendo en pecado regidos por sus propias emociones.

 

Restaurar su relación con Dios. Juraría que, hace apenas un día es lo último en lo que hubiera pensado. Su esposa, ¿restauraría su relación con Dios? Se dio cuenta que, eso estaba fuera de su alcance e influencia y determinó que, era mejor así.

 

Ya acostado en la cama, sonrió y pensó en lo que estaría pensando de él aquella mujer que ni siquiera había visto y la imaginó que ella sonreía también y no se equivocó, ella sonreía en ese momento mientas hincada a un lado de su cama, oraba dando gracias a Dios por haber sido usada para dirigir a Carlos y, además, estaba pidiendo porque él no retrasara su acercamiento con su Señor para reconocer su culpa, para cambiar, para ser mejor, para acariciar su restauración. 


Ella no lo sabía, pero, en menos de 72 horas su oración sería contestada.

 

Mientras tanto, su fe, le hizo sonreír de nuevo.

           

 

 

 

 

 

Capítulo 3.

Resolviendo el pasado y aceptando la culpa

 

1.07pm Día 40. 


Carlos no lo podía creer, había dormido 6 horas el día anterior. Se sentía diferente.


Después de varios intentos por fin, localizó por teléfono a Félix y lamentó que estuviera de viaje. Acordaron verse dos días después por la noche. Interiormente, Carlos se sintió incómodo por el hecho de que tuviera que pasar tanto tiempo. Félix en algún momento le sugirió que buscará a uno de los pastores de la iglesia, y le dio el nombre de otro hermano con quién podría platicar, pero, Carlos prefirió aguardar hasta encontrarse con Félix. Se sentía identificado con él por la edad y porque sus intereses eran comunes. 

 

Terminó la llamada en el teclado de su teléfono celular y dos pensamientos vinieron a su mente: ¿Cómo iba a responder al nuevo mensaje de texto ofensivo que durante la mañana había recibido y que le exigía firmar el divorcio? Y, ¿qué le iba a decir a Félix? Suspiró. Puso las cosas en perspectiva y claramente entendió que, el primer pensamiento era más importante y tenía que ser resuelto casi de inmediato.

 

Félix no estaba ahí, en estos casos Mauricio no era una opción además de que, para su tranquilidad, había sido enviado a otra ciudad a atender una comisión de la universidad en donde trabajaban.

 

¿Ella le había dicho algo sobre una universidad? ¿Qué fue? 

 

Lo pudo recordar. Estaba escribiendo su tesis de maestría. ¿Maestría en qué? Ya le preguntaría.

 

A lo largo del día pudo platicar un poco con Lucía y pudo mostrarse lo suficientemente amable para hacerle sentir que se sentía apenado con su conducta de unos días antes, pero, claramente se dio cuenta que no era necesario. Lucía le demostró que pertenecía a esa clase de cristianos que saben llevar el agravio. Incluso, al despedirse, le entregó un papel doblado que al revisarlo en su oficina solo tenía anotada una referencia de la Biblia: Isaías 58.11.

 

Ya estando en su oficina Carlos abrió en su celular la aplicación de la Biblia y buscó la referencia que Lucía le dio y que no recordaba haberla leído nunca anteriormente. De reojo miró si Lucía no estaba cerca como para verlo leyendo la Biblia. Comenzó a leer, no pudo terminar de leer el pasaje completo.

 

“Jehová te pastoreará siempre y en las sequías saciará tu alma…”

 

Él se sentía en sequía, seco, con sed de Dios como algún salmo dice: mi alma tiene sed del Dios vivo ¿Cuál era ese salmo? ¿43? ¿42? No lo podía recordar. Ya lo buscaría. Mientras tanto, quería atender esa sed, esa necesidad de paz, de sentir no solo paz sino de sentirse en paz con Dios y no lo tenía. 


Esas piezas del rompecabezas de su vida reclamaban ser puestas en su lugar, pero, la pieza principal, la que debía colocarse primero, no se podía ver con claridad. La estudiante de maestría fijo su atención en eso, pero Carlos supo que seguramente Félix le llevaría a encontrarla fuera de toda duda.


4.00pm. Día 40.


Ahora, tenía que atender lo pendiente. No podía evadirlo más ¿Qué contestar? Finalmente, no estaba seguro.


Y si simplemente decía eso, decía que no estaba seguro, que necesitaba tiempo pero que estaba dispuesto a hacer lo correcto. Eso sería honesto. Su amiga virtual de 34 años le recordó que no había sido honesto con su esposa así que, ¿Por qué no empezar a serlo?

 

Saco su teléfono inteligente. Buscó el número de su esposa en su aplicación de mensajes y empezó a escribir con sus dedos. No pensó que fuera a ser tan difícil. Un mensaje de unas cuantas líneas le tomó más de 15 minutos redactarlo. Borraba y volvía a escribir para después volver a borrar. Ahora, el mensaje por fin estaba listo:

 

Hola buenas tardes. Mira, sé que debemos hablar y poner muchas cosas en orden. No deseo molestarte, pero, no estoy seguro de que hacer o que decir. No quiero ser ofensivo. Por favor, te pido un par de días y luego con gusto charlamos

 

Pasó nerviosamente su dedo por el botón que decía “Send” y se prometió que, en cuanto pudiera le cambiaría a la aplicación el lenguaje a español para leer el más familiar letrero de “Enviar” pero, eso sería en este momento, ahora era intrascendente. Pulsó la tecla en la pantalla. A los pocos segundos el mensaje se iluminó de un color diferente. Su esposa lo había leído.

 

Junto a la foto de perfil de su esposa que había dejado de ser una foto de sus dos hijos y ahora, era una foto de ella abrazándose con su nueva pareja algo que aún le provocaba una palpitación del lado izquierdo de su cabeza cada vez que la veía, apareció un letrero: “Writing…” Obviamente ella estaba contestando. Su pulso se aceleró.

 

La respuesta lo dejó desconcertado:

 

Carlos, ¿tú me estás pidiendo algo por favor? ¿Estás enfermo?

 

Ahora, estaba mucho más inseguro de lo que debía escribir. ¿Qué estaba pasando?

 

Con emociones entremezcladas escribió un nuevo mensaje:

 

Estoy bien, solo deseo un poco de tiempo. Estoy resolviendo algo conmigo mismo

 

La respuesta llegó pronto:

 

Está bien, pero me urge. No tardes y no olvides depositar el dinero para los niños

 

Ahora, su mente no nada para otra cosa excepto para tratar de pensar en lo que significaba la forma en que su esposa le había contestado. ¿Dios había intervenido? ¿Era cierto que la palabra blanda aplaca la ira?

  

Escribió otro mensaje:

 

Lo deposité esta mañana antes de venir a la universidad

 

No hubo más mensajes. Nuevamente estaba rodeado de silencio.

 

Ahora, todo dentro de su ser gritaba. Cerró los ojos y por primera vez en 40 días pensó: “Dios mío, ¿qué voz dentro de mí es la tuya? Por favor ayúdame. 

 

¿No podría Félix apresurar su viaje?

 

9:00pm. Día 42. 

 

Carlos le abrió la puerta de su casa a Félix y agradeció su puntualidad. Sentados en la sala, se miraban a los ojos y Félix, claramente esperaba que Carlos iniciara y este, sabía que tenía que iniciar, pero, se resistía a hacerlo hasta que no tuvo opción; desde dentro Dios lo impulsó a abrir su corazón y junto con su corazón su boca.

 

Le pidió a Félix que lo dejara hablar y este acordó no interrumpirle.

 

Carlos hablo de lo mucho que estimaba a Félix y de cómo este le había sido un gran amigo y hermano en Cristo los últimos años. Le pidió perdón por no haberlo buscado antes y confesó que esto fue porque se sentía enfadado con Dios. Le contó la mayor parte de los detalles posibles sobre la separación con su esposa y sobre todas sus crisis recientes. Lo enteró de cada mensaje, de cada palabra, de cada descubrimiento y, además, le contó con detalles sobre la reciente conversación con su estudiante anónima de maestría.

 

Félix lo escuchó todo el tiempo, pero no pudo evitar sentirse conmovido por Carlos a quién amaba tan profundamente como hermano en la fe. Sin que Carlos lo notara, Félix empezó a orar en silencio pidiendo que Dios le diera la sabiduría para contestar.

 

En algún momento de la charla, las emociones de Carlos estallaron. Cuando terminó de hablar, estaba llorando con desesperación y Félix, también comenzó a hacerlo. Se levantó de su lugar al sentir la enorme cantidad de cuentas pendientes en el alma de Carlos y lo abrazó. El tiempo perdió su dimensión y, dos hombres con su corazón abierto se mantuvieron abrazados mientras lloraban al unísono. Uno, quería dirección para su vida, el otro no había dejado de pedir por dirección para sus palabras y entonces, el clamor de ambos fue contestado.

 

12:37am. Día 43. 

 

Félix se acomodó en su sillón y sin dejar de ver a Carlos, le agradeció su confianza y le dijo que quería hablar pero que a pesar de que tenía ya bien claro su presente, quería saber algo sobre su pasado. Le preguntó sobre sus padres y Carlos le dijo que vivieron felizmente casados por casi medio siglo. Félix le dijo que, la unión de sus padres fue excelente pero que, pudo deberse más a la costumbre que al amor y Carlos, tuvo que concederle eso.

 

Félix quiso saber más detalles sobre su pasado y Carlos tuvo que esforzarse, pero hubo cosas que pudo recordar.


Carlos recordó que su madre, toleró muchas conductas incorrectas de su padre, de cómo su padre fue poco expresivo y como le formó la imagen del hombre insensible e incomprensivo con las mujeres. Su madre lo crio haciéndole creer que nadie debía de decirle nada. Sí hubo muchas cosas positivas, pero, muchas fueron profundamente destructivas.

 

Presente y pasado de Carlos se presentaron ante Félix y la respuesta de su oración fue más clara que nunca.

 

Félix, limpiados ya sus ojos de las lágrimas, pero sin dejar de sentirse emocionado en su interior, decidió que era el momento de hablar.

 

-     Carlos. Que Dios nos dirija. Qué solo su voz sea la que nos muestre su voluntad. Yo te puedo decir que, lo único que me interesa es que tú te acerques a Dios. La Biblia dice que separados de Dios a través de Cristo nada podemos hacer y tú, nada estás pudiendo hacer con tu vida por lo que entiendo que, debes dejar de estar separado de Dios. Eso, quiero que te quede claro, es mi prioridad: que te acerques a Dios. Ya estando ahí, las cosas se verán más claras.

 

Carlos escuchaba atento, pero, no pudo dejar de notar que lo Félix le dijo fue igual a lo último que él escribió en su registro electrónico. Dios al parecer, estaba siendo demasiado claro.

 

-    En cuanto a tu pasado, tengo que decirte que, si bien es cierto que en Cristo somos nuevas criaturas como dice 2ª. Corintios 5.17, eso no quiere decir que el pasado desaparece, lo que quiere decir es que, recibes de Dios una nueva naturaleza espiritual no corrompida que te puede dar la capacidad de dominar tu pasado, pero, para ello, debes pedir ayuda a Dios y en tu caso, veo que tu pasado te “programó” por decirlo de alguna manera para fracasar en tu matrimonio. Fuiste criado como un soberbio que podía hacer lo que quisiera y, aunque te desagradaba la forma en que padre trataba a tu mamá, seguramente en el fondo adulabas la forma en que la dominaba y aquí estas, soberbio y manipulador.

 

-        En cuanto a tu presente, creo firmemente en lo que la Biblia dice en Gálatas 6.7 que todo lo que el hombre siembra, eso cosecha y, si tú esposa está haciendo cosas contrarias a la voluntad de Dios, eso, tarde o temprano le generará sus consecuencias pero, ahora quiero concentrarme en ti porque creo que, un Carlos controlado por Dios puede impactar más a una esposa que no está controlada por Dios.

 

-        La Biblia dice que, cuando te uniste a tu esposa te hiciste una sola carne con ella y aun cuando no se casaron siendo cristianos, al venir a Cristo, le entregaron toda su vida lo que implica que, sometieron su matrimonio a su voluntad, pero, parece que, después de todo, no lo hicieron; así que, te guste o no, eres responsable por la mitad de las cosas que te están pasando y debes responder a Dios por ellas porque, eso no le corresponde a tu esposa. Solo te corresponde a ti.

 

-       Dice la Biblia que nada debes hacer por contienda o por vanagloria y todo lo estás haciendo es por estos dos motivos. Y eso te hace estar en pecado. Debes parar o terminarás destruyendo lo único que te puede sacar de esto: tu relación con Dios. Esta condición de pecado te tiene en ira y en contienda que son obras de la carne. Tiene razón tu amiga de Internet, estás en la carne y eso te hace estar enojado. Como un niño a quién le han quitado algo que quería, estás haciendo un berrinche porque Dios no te contesta como quieres y en el momento que quieres y eso, es lo que te tiene así. 

 

-     Humíllate. Nuestro Dios es Señor de tu vida. Cuando aceptaste a Cristo, decidiste entregar el control a un Dios que nunca te pedirá permiso ni opinión de lo que va a hacer en tu vida porque todo lo que hace, es agradable y perfecto, eso dice la Biblia en Romanos 12.2.

 

-      ¿Sabes qué? Te la has pasado durante casi 6 años haciendo tu voluntad y Dios, solamente es tu juguete del día domingo. Hay otro dios sentado en el trono de tu corazón y ese dios eres tú mismo. Has usurpado el lugar de Dios y ahora él lo quiere de vuelta. Lo está reclamando, demostrándote que sin él no eres nada, que todas tus ansias de que todo marchara bien en tu vida era una farsa, una mentira. Sin Dios, Carlos. No eres nada.

 

-     Dios ya no te va a permitir seguir siendo el Carlos que eres. Te necesita renovado, diferente y para que lo logres, debes ser una nueva persona. Míralo de esta manera: más que el dolor de una separación lo que estás viviendo es un dolor de parto porque Dios quiere hacer nacer a un Carlos más espiritual y tú te estás resistiendo, porque no quieres soltar el control. En el momento en que lo hagas. Todo, todo empezará a cambiar.

 

-        Es tu momento Carlos, mientras eso no pase. Nada pasará.

 

Carlos nunca hubiera imaginado el impacto que las palabras de Félix causaron en él. Si unos días antes las cosas se veían desordenadas, ahora, todo se veía como una literal revolución en su interior. Le surgió la idea de escribir algo en sus notas personales y no dudó que lo haría, pero, el llamado de Dios estaba siendo una voz que opacaba cualquier pensamiento.

 

Poco a poco, lentamente, el rompecabezas comenzó a girar en dos y tres dimensiones. Las piezas se movieron, se dispersaron y se volvieron a agrupar. Muchas piezas encajaron, pero otras no tenían relación con nada cuando de pronto, todo cobró un nuevo enfoque. Carlos pudo ver que, más allá de la separación con su esposa, había algo más profundo, algo más espiritual y ahora Félix lo había sacado a flote. La principal pieza, el fundamento de todo, lo que pondría un nuevo sentido a todas las cosas quedo en medio de la revolución y, se podría decir que Carlos no tuvo atención para otra cosa que no fuera esa pieza clave. En pensamientos pudo expresarlo de esta manera:

 

Dios quería tratar con él

Dios quería reclamar el dominio total sobre su vida

Cristo era su Salvador, pero nunca le había permitido ser su Señor

Con sus propias manos había destruido su matrimonio

Ahora había llegado el momento de rendir cuentas ante Dios

 

Cuando terminó de construir sus ideas, todo se vio diferente. Era culpable. 

 

Él construyó la estructura sobre la cual descansó la infidelidad de su esposa. Carlos vio con claridad su pecado, no como él lo veía, sino como Dios lo estaba viendo y lo que vio lo avergonzó de una manera que lo hizo llorar, pero, por primera vez en 43 días no lloró por la ausencia de una mujer, lloró por la ausencia de santidad en su vida. Le había fallado a Dios, a un Dios que le había dado más cosas de las que él imaginaba. Viendo en ese contexto las cosas, pensó que, el fracaso de su matrimonio era una consecuencia mínima en comparación con lo que él merecía. Él merecía la muerte y su Dios había muerto para que él se levantara de esto.

 

No podía parar de llorar. Su amiga con maestría tenía razón. Tenía razón en todo. 

 

Había exhibido sus fallas y Félix hizo que esas fallas lo llevaran ante Dios y entonces, supo lo que tenía que hacer. Empezó a llorar nuevamente, pero, era un llanto distinto, tan distinto que Félix lo notó y no lo abrazó, no por falta de empatía, sino porque su amado amigo, su compañero de milicia entendió que era un instante donde debía sentir el abrazo de Dios y Carlos, lo sintió.

 

3:03am. Día 43. 

 

Carlos dejó de temblar. Levantó el rostro, miró a Félix. Musitó débilmente:

 

-        Tienes razón mi hermano tienes razón. Dios me está buscando a mí. 

-        ¿Quieres aceptar tu culpa? – preguntó Félix y continuó:

-        ¿Quieres resolver tu pasado?

-        ¿Deseas ponerte a cuentas con Dios?

 

Carlos sabía que solo había una respuesta posible:

-        Félix, deseo y sobre todo, debo ponerme a cuentas con Dios.

 

Casi al mismo tiempo, los dos hermanos en la fe se hincaron y cerraron los ojos. Carlos empezó a abrir su boca. La fiesta en los cielos estaba a punto de empezar:


Mí amado Dios:

Soy pecador. No han sido errores, no han sido las circunstancias.

De manera consciente he vivido para agradarme y no para agradarte a ti.

He sido un mentiroso, manipulador y soberbio en mí matrimonio.

Con estas tres cosas he destruido la relación que tenía con mi esposa.

Perdóname por todo el daño que le he hecho a esa mujer.

Perdóname por el daño que le hecho a mi mente que tu deberías gobernar. Renuncio a cualquier influencia que mi pasado haya puesto en mí.

Ayúdame a descubrir cualquier conducta pecaminosa para renunciar a ella.

Toma mi vida, mis emociones, mis sueños, mi matrimonio.

Si es tu voluntad dame la oportunidad de restaurarlo.

Que solo suceda lo que es tu voluntad.

Perdona mis pecados.

Que se levante en mí un hijo que te glorifique.

Un hijo que te haga sentir orgulloso.

No permitas que cambie para agradar a mi esposa o a mis hermanos.

Que yo cambie, pero solo por agradarte a ti.

Me arrepiento para cambiar, no solo para llorar.

En Cristo, guíame. Amén.

 

Las palabras salieron sobrando. La fiesta en el cielo alcanzó a estos dos hombres y se fundieron en un abrazo. Una oración originada en Internet había sido contestada.

 

Seguramente, muchas notas en el teléfono de Carlos serían agregadas.

             

 

 

 

Capítulo 4.

La purificación

 

11:30am. Día 43.


Carlos hizo clic con el puntero de su mouse en el botón “Enviar” y el correo electrónico salió en menos de un segundo. Antes de que se cerrara la ventana del cliente de correo, Carlos pudo ver el texto que había escrito:

 

Hola amiga. Dios te bendiga

Deseo hablar contigo. 

Hay mucho que decirte. Espero te conectes pronto.

A partir de hoy te buscaré más temprano

Estaré en línea a partir de las 10 de la noche

¿Y qué crees? Ya pude dormir más de 7 horas seguidas

Tus oraciones funcionaron

 

En cuanto el correo se envió, Carlos resolvió tres asuntos pendientes de su trabajo y se dispuso a escribir algo que quedó pendiente cuando Félix le quitó la venda que mantenía sus ojos cegados por la ira y los deseos de venganza. Más datos a su celular.

 

20 minutos después, había terminado. Ahora, solo faltaba contactar a su interlocutora virtual.

 

10:00pm. Dia 47.

 

Un Carlos fortalecido se sentó frente a su computadora. Los cuatro días de orar largamente por las noches le han dado una vitalidad espiritual que ahora se da cuenta de cuanto necesitaba. Hoy, hablo largo con pequeña Carolina y por fin, le pudo hablar con profundo amor sin mencionarle nada de su mamá. Carolina le terminó diciendo que lo amaba dos veces hasta el planeta “Drull” y de regreso. Eso, le hizo sonreír y anotó en su mente el pendiente de preguntarle a su hija donde queda ese planeta desconocido para él.

 

Su esposa le inquirió sobre la charla pendiente y un Carlos amable que provocó un prolongado silencio de parte de su esposa, le dijo que ya era cuestión de un par de días. La prórroga le fue aceptada. Ya había pensado en lo que debía decir, pero, por algún motivo necesitaba platicar con su amiga de Internet tanto como lo había hecho con Félix por la mañana, pero ella no aparecía.

 

Rechazó tres invitaciones a platicar y esperó. Había ya considerado la posibilidad de que su nueva amiga hubiera desaparecido para siempre y pensó que, estaba preparado para eso, para aceptar que solo fue una persona que llegó para iluminar su vida para después, regresar al entorno en el cual Dios la quisiera y ya había orado dando gracias a Dios por la vida de esa mujer tanto como había orado pidiendo que Dios, diera bendiciones a la vida de su esposa.

 

Concentrado en esto, no notó que una ventana de chat se abrió. Era ella. 

 

-        Carlos. Pregunta. Jeje.

-        Amiga, ¡Eres tú! – contesto un Carlos con el pulso nuevamente acelerado.

-        Y cuéntame, ¿qué ha pasado? Le preguntó ella.

 

Y Carlos le contó.

 

Le habló del efecto de su conversación pasada, le hablo de la búsqueda de Félix y de como Dios usó a su amado hermano para abrir el tumor de su pecado para llevarlo a Dios a que se lo extirpara poniendo para ello, una carga de gracia y paciencia que él tanto necesitaba. Le habló de sus emociones y de la forma en que se había comunicado con su esposa y de la forma en que ella había reaccionado. Se emocionó al platicarle la charla con su hija y como sentía que, con sus hijos las cosas iban a marchar mejor, solo “si la voluntad de Dios fuera favorable a él”. Le agradeció por su paciencia, le pidió perdón por su rudeza e incluso, le describió las oraciones que había elevado a favor de ella y de su esposa.

 

-       ¿Qué te puedo decir? Estoy sorprendida – ella escribió acompañando su texto de toda una línea de caritas sonrientes, que trataban de expresar el hecho de que ella se sintiera realmente contenta.

 

-      ¡Ah, pero mira que descuido! – dijo Carlos. Ni siquiera te he preguntado por tu tesis de maestría y no te he preguntado sobre algo que desde que te conocí me ha intrigado y sobre todo no te he dicho que, muchas cosas que he pensado antes de conocerte y otras que han surgido después de conocerte las he escrito en una serie de notas que tengo guardadas en mi teléfono. ¿Quisieras leerlas?

 

-        ¡Claro que sí!, mándamelas.

 

Carlos ahora, se descubrió con ganas de querer saber opiniones sobre las cosas, al parecer ya no se manejaría solamente bajo su propio criterio. Eso, quedo registrado en una de sus últimas notas.

 

-     Un hijo de Dios se restaura cuando una de las primeras cosas que hace es buscar en todo el punto de vista de su Señor, cuando se resiste a ser sabio en su propia opinión.

 

Manipuló su teléfono y después de esto escribió en el teclado de la computadora:

 

-        Ya te envíe las notas en un documento a tu correo. Chécalo.

 

En el otro extremo de la conexión digital, una mujer de 34 años abrió su correo electrónico y vio que había recibido un documento llamado “Para recordar”. El título le pareció apropiado. Lo descargó y lo abrió con su editor de textos y empezó a leer en voz alta en una recamara que estaba iluminada sólo con la tenue luz de una lámpara colocada a un lado de la computadora portátil.


Cosas para recordar:


-        Una relación de matrimonio parece en ocasiones a una charla en dos idiomas diferentes así que lo mejor es guardarse muchas cosas.

 

-        Pero, por otro lado, guardarse las cosas evita tener conflictos, pero no resuelve en realidad los problemas.

 

-        Todo esfuerzo en el matrimonio pierde su sentido si no es valorado por la otra parte.

 

-        ¿Por qué cuesta tanto trabajo que tu pareja muestre su amor en la forma en que tu lo necesitas?

 

-        36 días. Cuando se toman años para destruir un matrimonio, no se puede aspirar a restaurarlo en unos días o con una oración.

 

-     Cuando una relación cristiana ha fracasado, es importante determinar si lo que sentimos son ganas de hacer la voluntad de Dios o enojo porque las cosas no se resuelven como nosotros queremos.

 

-        Cuando el matrimonio está en crisis, hay algo que es más importante que intentar restaurar la relación rota. Algo que debe hacerse primero.

 

-        Todo proceso de recomponer algo es imposible si no se actúa y habla con total honestidad la cual es, sin dudarlo, el fundamento de todo.

 

-     No hay mejor honestidad que, reconocer que, en toda crisis matrimonial ambos esposos son responsables.

 

-        El primer paso para restaurar un matrimonio es restaurar la relación personal con Dios ya que la separación, lleva a los cónyuges al pecado y les hace estar viviendo en pecado regidos por sus propias emociones.

 

-        Cuando una persona es lastimada a pesar de ser víctima el dolor le arroja a la carne.

 

-        Cuando la persona deja la carne para volver al Espíritu vuelve al control de Dios.

 

-        Mientras una persona no está bajo el control de Dios ninguna de sus acciones será buena.

 

-    Una persona ha regresado al Espíritu cuando ya deja de reclamarle a Dios soluciones y se abandona a él para que sea Dios quien lo dirija todo.

 

-        Cuando un matrimonio falla, la responsabilidad es compartida

 

-        El pecado de uno de los cónyuges puede ser manifiesto. Él o ella serán la parte activa, pero, el otro cónyuge será la parte pasiva pero también responsable

 

-        Para que exista un cambio se debe reconocer que se ha pecado

 

-   El pecado no debe ser visto como lo vemos nosotros porque, para nosotros es bueno, es placentero, pero para Dios es destructivo, es sucio, es degradante. Tenemos que ver el pecado igual que Dios y así, será más fácil rechazarlo

 

-        Cuando las condiciones de nuestra vida cambian, ha llegado el momento de que cambiemos

 

-        Si queremos que las cosas cambien, debemos cambiar primero nosotros.

 

-       En un matrimonio donde no gobierna Dios, los esposos suelen vivir en un reino de los supuestos donde cada uno supone cosas que no son ciertas. Suponen que son felices, que no les hace falta nada, que los problemas han dejado de existir, que pueden sobrellevar las crisis, que una mediocridad de relación al final dará buenos resultados.

 

-  Solo una verdadera humillación ante Dios puede cambiar a una persona. El genuino arrepentimiento nos hace cambiar, el falso arrepentimiento solo nos hace entristecernos y movernos, pero, para evitar consecuencias, no para cambiar,

 

Yo viví en un reino de los supuestos

 

Después de leer el documento, ella se apresuró a contestar:

 

-        Te felicito Carlos, creo que cada punto merece una reflexión infinitamente más profunda porque nos lleva a más cosas cada vez más grandes, pero, al final, todo nos lleva a que Dios debe tener el supremo control sobre nuestras vidas y por ende, en nuestros matrimonios. Oye, pero lo que se me hizo más interesante es tu concepto de “reino de los supuestos”. ¿De dónde lo sacaste?

 

-       Pues lo saqué de lo que tú me dijiste, que no supusiera nada de ti y entonces, después de hablar con Félix, me di cuenta que, durante 9 años viví suponiendo cosas de mi matrimonio, y todas, eran falsas. Sé también que, Satanás hizo mucho para mantenerme ciego, pero, no me puso una pistola en la cabeza para que decidiera lo que hice, ¿verdad?

 

-        Cierto – contestó ella. De inmediato lanzo otra pregunta: “¿Cómo te sientes espiritualmente?”

 

-      Pues – inició Carlos, “Diría que me siento como una flecha que ahora si tiene dirección. Ya le pedí perdón a Dios por pensar en usar brujería. Ya le pedí perdón a Dios por buscar todo tipo de ideas cristianas que me hicieron creer que, “decretando” o “reclamando mis promesas” todo se resolvería. Ya entendí que yo tenía que santificarme y solo a través de mi consagración Dios cambiará mi vida y, espero, oro porque ese cambio alcance para recuperar a mi familia, si no, créeme, lo que anhelo por encima de todo es que, se haga su voluntad”.

 

-        Amén – contestó ella y prosiguió: “Que así sea Carlos y creo que yo también pase un tiempo en el “reino de los supuestos” pero ya no estoy ahí, y no quiero volver ahí. Dime, ¿todavía la amas?”

 

Esa, pensó Carlos sí que fue una gran pregunta, pero, ya las cosas estaban más claras para él así que, así de claro, las expresó.

 

-        Mira, ahora he entendido que el amor es una decisión y yo, la amo, porque mantengo la decisión de que mi vida forme parte de la suya. Entiendo sus fallas y comprendo las mías. No puedo aspirar a que Dios perdone mis faltas si yo no estoy dispuesto a perdonar las de ella. Si ella regresa, perdonaré sin ningún reproche futuro lo que ha pasado. Sé que me tomará tiempo equilibrar eso en mi interior, pero, sé que puedo lograrlo. El amor decisión de Dios nunca cambiará porque es eterno, pero el nuestro, el humano es falible, así que entiendo que, en este momento mi esposa no me ama.  

 

-     Espero lo vuelva a hacer, que el hombre renovado que Dios ha construido en mí, despierte su amor por mi persona. Sé que, si ella quiere, así será, pero si ella no lo desea, sé que no será. No deseo retener a nadie a mi lado por la fuerza, solo deseo el tiempo necesario para que sea clara la voluntad de Dios.

 

La ahora grata interlocutora de Carlos, escribió su respuesta:

 

-    ¡Qué intensa charla! Tengo que dormir porque mañana entrego el manuscrito de mi tesis ya corregido. Esas correcciones me tuvieron ocupada estos días que no me conecté y me siento bastante cansada. Mañana seguimos hablando y, habiendo ya sido perdonado y en proceso de purificación, Carlitos, perdón, Carlos toma el toro por los cuernos y demuéstranos a todos, pero sobre todo a tú congregación y a tu esposa, el cambio que Dios ha hecho en ti.

 

No tardó mucho Carlos en contestar:

 

-        Lo haré, créeme que de corazón deseo hacerlo.

 

La conexión terminó. Carlos apagó la computadora. Puso sus manos en su nuca y se inclinó hacia atrás en su silla. Sonrió, porque recordó que, una vez más, había olvidado preguntarle a esta mujer por su vida y sobre todo, por su nombre, ese nombre que desde la primera vez que lo vio había llamado su atención. Se prometió que la próxima vez no olvidaría hacerlo.

 

Bostezó, ¿hace cuánto tiempo no lo había hecho?

 

Se levantó de la silla y, mientras se dirigía a su cama, tomó su celular. Levantó la vista. Observó su cama que tenía semanas sin tenderse y se prometió el día de mañana cambiar las sábanas. Se concentró en la pantalla de su teléfono. Escribió una nueva nota.

 

-     En todo proceso de restauración matrimonial es el tiempo, la herramienta que Dios usa para poner las cosas en su orden conveniente. Debemos esperar a que se cumpla el tiempo de Dios. Dios no usa relojes humanos en sus procesos.

 

Volvió a bostezar. Hoy, seguramente se dormiría muy rápido.

 

             

 

 

Capítulo 5.

El cambio


Las cosas ya eran claras para Carlos. Antes de dormirse el día 50 de su crisis, envió mensajes a su esposa y acordaron una cita para dos días después. Ella le hizo jurar que no faltaría a la cita y que no le pidiera que volvieran. Carlos le dijo que no podía jurar, pero, si le aseguraba que él deseaba hablarle de algo que tal vez sería inesperado para ella.

 

Las conversaciones con Félix y con su intrigante amiga siguieron casi diariamente, pero Carlos, seguía sin saber mucho de ella, pero, eso ya le había dejado de preocupar. Detrás del anonimato Carlos podía ver a una mujer comprensiva que estaba dándole su espacio de expresarse para que se sintiera apoyado espiritualmente por ella. Ya habría tiempo de que ella abriera su corazón. Por ahora, esto bastaba.

 

La sucesión de eventos se dio más rápidamente de lo que Carlos esperaba, pero, en realidad lo que cada día lo iba sorprendiendo más eran sus propias reacciones. ¿Esto era una relación íntima con Dios? ¿Por qué la había descuidado por tanto tiempo?

 

Día 52.

 

Carlos se sentó en una cafetería a hablar con su esposa. Ella desde el principio le pidió el divorcio y aunque no fue tan agresiva como al principio, si fue clara en lo que quería. Carlos analizo sus palabras y encontró sentido a las actitudes de ella, pero prefirió que su opinión quedara para una mejor ocasión. 

 

En esta conversación, Carlos le dijo sin apartar su mirada de sus ojos que quería pedirle perdón por los nueve años en que había sido un mentiroso, un manipulador y un soberbio con ella. Le dijo que reconocía que le había hecho mucho daño y que le había impuesto su voluntad y no la había dejado ser libre. Que ahora había buscado realmente de Dios y que le había pedido que yo ayudara a cambiar y que anhelaba que ese cambio alcanzara para restaurar su relación. Hizo una oración donde pidió que Dios le diera una bendición a ella, a su relación y a la persona con la que estaba viviendo. 

 

Al final de su intervención, el desconcierto de su esposa era evidente, pero, aún turbada le dijo que ella ya se había decidido y que su cambio era demasiado tarde. Él pidió unos días para pensar en el divorcio, y ella, accedió. Su esposa aceptó que a partir de ese momento Carlos pasara un par de horas los sábados por la tarde con sus hijos, pero, en casa de la abuela materna usando esta como una especie de territorio neutral. Eso, despertó en Carlos una necesidad de ser guía, de ser mentor, de ayudar a sus hijos a crecer con una información muy diferente a la información que él había tenido en su infancia y, sobre todo, con una información sana acerca de lo que estaba pasando con la relación de sus padres.

 

Indudablemente, se sentía listo para esto.

 

Día 55. 

 

La esposa de Carlos lo llamó por celular y le dijo que había perdido dinero así que, le pidió prestando. Carlos, se preguntó interiormente porqué ella no le pedía dinero a su nueva pareja pero, prefirió no generar mayor conflicto diciéndolo. Prometió depositar en un par de horas el dinero, pero, claramente le dijo a su esposa que no siempre podría ayudarla económicamente. Ella, prometió pagar en unos días. Nunca lo hizo

 

Día 60. 


La esposa de Carlos le comentó que creía justo que él le diera algunas cosas de la casa porque quería venderlas porque necesitaba dinero. Contra lo que Mauricio casi le gritó, Carlos le entregó todas las cosas que ella quiso quedándose solo con la cama para dormir y la lavadora para mantener limpia su ropa. Las cosas que entregó terminaron vendidas en un bazar por la tercera parte de su precio.


Día 70. 


Carlos tomó un ahorro que había destinado para unas vacaciones y busco a dos personas con las que su esposa había adquirido deudas y pagó. Le entregó a su esposa los comprobantes de las deudas canceladas. Ella simplemente dijo “gracias” y le prometió que ese dinero se lo iba a pagar. Nunca lo hizo.


Día 72. 


Su esposa le volvió a insistir en el divorcio porque quería marcharse de la ciudad. El argumento de su decisión fue que ya estaba cansada de encontrarse o recibir la visita de tantas personas cristianas que le decían que volviera a su casa, que Dios podía restaurar su matrimonio. Ella hablo de un ejército de “hermanos molestos” que no la dejaban en paz y que ella, ya estaba harta. Carlos le pidió que lo pensara bien. Ella le dijo que no había que pensar. Se molestó. Lo dejó con la palabra en la boca. Carlos empezó a orar más veces al día por ella.

 

Día 77. 


La iglesia de Carlos ha caído de rodillas orando por su relación. Félix y su familia han decidido dedicar un momento del día a orar por él. La máster de Internet tres veces al día presenta a Carlos ante el Señor. Carlos se ha postrado a clamar, pero ahora, disfruta sentir la presencia de Dios más que nada y sabe que no hay cosa que se le pueda comparar.

 

Su esposa le mandó un mensaje diciendo que era un perdedor. Nunca supo por qué. Ya había entendido que él era lo que su Señor dijera no lo que dijera persona alguna en la tierra.


Día 90. 

La esposa de Carlos le dijo que ya había sido suficiente tiempo, que deseaba el divorcio. Que no podía esperar más. Carlos le ofreció salirse de la casa donde vivía para que ella volviera con sus hijos y que, él se iría a casa de sus papás. Solo le pedía que, le permitiera hacer las visitas a sus hijos que ahora ya eran diarias ahí. Le dijo que, a través de ese trato diario, valorara su conducta y que entonces, decidiera si estaba dispuesta a darle otra oportunidad.

 

Le aseguró que, no insistiría en nada. Su esposa le dijo que todos le habían dicho que él había cambiado, que su familia y que prácticamente cualquier persona que ella conocía le habían dicho que él, era una persona diferente; incluso le dijo que ella lo veía diferente, pero, que elegía no creer nuevamente en él. Carlos le dijo que respetaría su posición pero que entendiera que, si hacía la voluntad de Dios habría bendiciones, pero, que si no hacía la voluntad de Dios habría consecuencias. Ella dijo que eso, le importaba.


Carlos cayó de rodillas esa noche. Fue claro con Dios. Restaurara o no su matrimonio él le amaría por encima de todo, pero le rogó que, si su relación no se restaurara que, por favor, hiciera que ese amor decisión que él tenía por ella se terminara, que pudiera cerrar ese ciclo para que pudiera ser ella un prójimo al cual amar como a sí mismo y alguien, a quien pudiera respetar por ser hija de Dios y la madre de sus hijos

 

Día 114. 


Los términos del divorcio quedaron claros.

 

Carlos pidió que su casa quedara como un patrimonio futuro de sus hijos para que no tuviera que venderse. Pidió la guardia y custodia de sus hijos dejándolos depositados con la abuela materna para que, en cuanto ellos quisieran vivir con él no hubiera problema en ello. Sus hijos, Carlos y Carolina estarían con el todo el fin de semana. Ella le dijo que, firmaba lo que fuera para ya “librarse de él”. El abogado que él contrató escucho las peticiones y se dispuso a hacer su trabajo.

 

5 días después, el texto del convenio de divorcio voluntario estaba redactado. En diferentes horas y días, Carlos y su aún esposa pasaron a firmarlo. El abogado continuo con su trabajo, pero, a Carlos le dijo que pensara si en realidad le iba a entregar a su esposa la gran suma de dinero que ella le pedía como compensación. Le insistió que lo pensara bien. Le explicó que, al trabajar ella, él quedaba libre de tener que dar ese dinero que, en opinión de él, era simplemente abuso. 

 

Carlos sonrió de una manera que el abogado jamás entendería y le dijo que estaba bien. Con un gesto de incredulidad, el abogado simplemente respondió: “al cliente lo que pida”.

 

Día 144. 

 

Carlos y su esposa están en un juzgado. El convenio de divorcio debe ratificarse. Carlos toma el lapicero y le pregunta a su esposa si está segura. Ella le dice que se apure, que tiene prisa. Firman. Carlos entrega la cantidad de dinero que se le solicitó y ella, le firma un recibo. Legalmente todo está finiquitado. En un máximo de 30 días la sentencia de divorcio estará decretada. Carlos sigue pasando por sus hijos a casa de su abuela que, trata de no hablar mucho con él, pero, Carlos se da cuenta que algo está pasando. Tiene ya dos semanas que no ve para a nada a su ex esposa.


Día 200. 


Hace ya más de 30 días que Carlos tiene su acta de divorcio.


Las cosas han tomado ya un ritmo diferente. La gente de la iglesia ya se acostumbró a verlo solo. Las preguntas han cesado y la hermandad más fuerte es lo que ha quedado. Ya sus hijos piden que se ore antes de comer algo que, nunca habían hecho. En algún momento del domingo, manejando con sus dos hijos atrás Carlos se deleitó escuchándolos cantar un corito cristiano infantil. ¿Cómo es que se había perdido eso?

 


Hoy por la noche, de manera inesperada, alguien tocó a su puerta. Era su ex esposa.

 

Le comentó que se iba a residir a otra ciudad y que, consideraba que, era mejor que los niños se quedaran con él en lugar de quedarse con su mamá con quién, le dijo, había empezado a tener fuertes diferencias.

 

Acordaron que mañana por la noche los pasaba a recoger. Toda su ropa estaría lista y le pidió que fuera temprano porque al día siguiente tenían que ir a la escuela. Carlos estuvo de acuerdo y se despidió de ella.

 

Cerró la puerta. Desde ahí miró hacia el interior de la casa.

 

Lentamente la había ido amueblando. Suspiró. Encontró su teléfono en su bolsillo. Abrió su aplicación de notas, revisó las primeras tres, leyó entonces la última:

 

-      Hasta el final de los tiempos, el hombre siempre vivirá conflictos en todas sus relaciones sociales, pero, mirando a la cruz, nos daremos cuenta que, sin que importe el conflicto, la gracia, termina resolviendo todo. ¿De que te sirve tener algo sino eres algo?

 

Hasta para el fue obvio. Cuánto había cambiado su manera de pensar.

 

Hizo una nueva entrada:

 

-        No importa hacia donde nos mueva la vida. Lo importante es que Dios vaya con nosotros. Con Dios de nuestro lado SIEMPRE las expectativas serán mejores.

 

Guardó el teléfono. Volvió a mirar al interior de la casa. Lentamente había ido comprando nuevo mobiliario y entonces cayó en la cuenta. Mañana antes de la noche tenía que comprar un par de camas para sus hijos. La universidad podría darle un préstamo, oh, y, además, tenía que comprar un par de pijamas.

 

¿Tendría que comprar algo más?

¿Qué se compra cuando la vida vuelve a darte una nueva oportunidad?

Los meses se acumularon. El tiempo no se detuvo.                               

 

 

 

 

 

 


Capítulo 6.

La expectativa

 

10.30pm. Día 1. 


Carlos terminó la ardua tarea de servir dos vasos de chocolate caliente, lavar los dientes, poner una pijama, un pañal y otra pijama. Ya contó por milésima vez la historia de Daniel en el foso de los leones y no pudo explicarle a su hija porque fueron leones y no rinocerontes. 

 

Ya repartió los besos convenientes, ya oró, y ahora, la casa está en silencio. El único ruido que se escucha como una música permanente de fondo es el sonido del ventilador que mantiene su computadora portátil con una temperatura adecuada. La conversación, ya tenía algunos minutos de haber iniciado.

 

Carlos retomó un punto anterior de la charla.

 

-     Si, en verdad, que bueno está el estudio que me enviaste sobre los dones del Espíritu Santo. Ahora ya tengo tarea para que, con los míos ayude a edificar mi iglesia.

 

-        Así es, la Biblia nos llama coadyuvadores ¿lo recuerdas? Le contestó su amiga

 

Carlos vio el momento propicio de preguntar algo ahora que ya todo se había definido, ahora que ya él había dejado el papel protagónico de las conversaciones y se había convertido en algo que era mejor, en algo complementario.

 

-        Dime amiga y ahora si ¿me dirás cuál es tu nombre verdadero?

 

-     ¿Mi nombre? ¿Qué no recuerdas el pacto de no mentir que ha continuado? Eso incluía mi nombre. Lo has sabido desde el principio. ¡No puedo creerlo! ¡Hombres! Certeros para lo superficial y erráticos para lo importante. Jeje.

 

-        ¿Briana? ¿En verdad ese es tu nombre? En verdad pensé que era un seudónimo. De hecho, eso fue lo que llamó mi atención desde el principio.

 

-        ¿Verdad que es bonito? Jeje. Así. Briana Espíndola, ya casi 36 años como tu casi 37. Trabajando dando clases de investigación docente. Licenciada en Educación con una maestría en Educación Lúdica y ya estoy poniendo mi mirada en un doctorado.

 

-    ¡Ah! Doctora. Excelente. Doctora Briana, ¿sabía que su nombre significa “La que posee fortaleza” y que es de origen celta? Definitivamente el mío no se parece en nada al tuyo.

 

-      ¡Claro que lo sé! Es mi nombre. Se supone que debería saber su significado. Y en cuanto a lo último no lo veas así. Tu nombre “Carlos” es de origen alemán y significa: “El que tiene inteligencia”.

 

-        ¿En serio eso significa mi nombre? Nunca lo había investigado. ¿Cómo lo supiste?

 

-        De la misma manera como tú supiste sobre mi nombre: Google.

 

-        Pero, definitivamente, debes pensar que no soy muy inteligente que digamos – apuntó Carlos - y más después de la manera en que estaba actuando cuando se inició mi separación y eventual divorcio ¿no es así?

 

-       No te sientas tan mal Carlos – corrigió Briana -. Cualquier persona alejada de Dios no se le puede considerar inteligente. Recuerda lo que dice el libro de Proverbios que el principio de la sabiduría es el temor hacia Dios. Cuando Dios no te representa una guía, un freno, nos tornamos necios y en necedad solemos tomar las decisiones más absurdas posibles. De hecho, ya lo estabas haciendo.

 

-        Sí, lo sé Bri… ¿Te puedo decir así? – preguntó Carlos.

 

-        ¿Bri? Sí, me gusta – respondió Briana y agrego: - Y mucho – A la distancia, con el reflejo de la pantalla sobre su rostro, dibujo una sonrisa de esperanza, de ilusión, de algo que solo se puede producir en la profundidad del corazón de una mujer.

 

-        Bri. Tengo algo que preguntarte, bueno, en realidad son dos cosas. La segunda es consecuencia de muchos meses de platicar tantas cosas contigo, pero, antes de eso, pregunto otra cosa que tengo pendiente. Tu primer diagnóstico de lo que pasaba en mi interior, fue casi quirúrgico. Incluso llegué a pensar que eras psicóloga. ¿Cómo sabes tanto? ¿Por qué diste en el clavo de esa manera? Sé que Dios dirigió todo, pero, ¿cómo pudiste ser tan precisa?

 

La respuesta de Briana tardó en llegar, pero Carlos, ya se había acostumbrado a esos silencios momentáneos y ya se había dado cuenta que, no significaban indecisión o incapacidad, sino la reflexión espiritual correcta para decir lo que se tiene que decir. Carlos pensó: eso es coherencia, pensar, hablar y hacer la misma cosa. Eso en verdad es tan difícil de encontrar en nadie. ¡Qué encantadora es esta mujer!

 

Lo anterior ameritó una nueva entrada en las notas de su celular:

 

-       Solo Cristo ha vivido con coherencia perfecta. Decir, hacer y hablar lo mismos. Si sus imitadores hiciéramos lo mismo, resolveríamos casi todos nuestros problemas.

 

La respuesta de Briana apareció:

 

-        Bien Carlos, ¿listo para una lección? Jeje. No te creas eso. Es broma. Trae tus palomitas y lee porque las vas a necesitar. ¿Estás listo?

 

-        Desde antes de hacer la pregunta estaba listo. Adelante.

 

Briana escribió:

 

-        Cuando tú y yo nos conocimos, yo tenía ya dos años de estar divorciada. Así es Carlos, soy una mujer divorciada. Me casé de 26 años y estuve casada durante más o menos 6 años. 

  

-      Crecí en un hogar disfuncional donde mi padre abandonó a mi madre y eso me hizo pensar en que yo, no haría lo mismo. Me casé profundamente enamorada, pero algo faltaba a mi vida. Era Dios. Me hablaron de Cristo y encontré la plenitud completa. Eso implicó que tuve que renunciar a muchas cosas que me gustaban como salir a bailar cada fin semana y, dejar de escuchar música de ritmos caribeños a todo volumen en mi casa, pero créeme, lo volvería a hacer mil veces a cambio de la paz que tengo con Dios, pero, mi esposo no opinó lo mismo. Se comenzó a resistir a cambiar y empezó a quejarse de que se sentía atado en casa, que había cosas que quería hacer y que no podía. 

 

-        Yo opté por hacer lo que la Palabra de Dios me dice. Intente convertir mi conducta en la mejor arma para atraerlo al Señor. Me porte íntegra para con él. Me esforcé en mi trabajo para tratar de ayudar lo más posible con los gastos de la casa, pero, empecé a notar que, mientras más me esforzaba en algo, él dejaba de hacerlo en otras cosas. Dejó de comunicarse conmigo, dejó de preocuparse por los gastos prioritarios de la casa y aunque no lo creas, tuve que soportar 3 infidelidades que no escondió, 2 con mujeres de su trabajo y 1 con una mujer casada en la iglesia cristiana donde nos reuníamos. 

 

-        Perdoné las infidelidades y la traición y, a las tres mujeres, se lo dije en su propia cara. Le insistí a mi esposo que no reprocharía nada pero que era necesario que el santificara su vida, que buscara en Dios su plenitud, pero nada cambió hasta que un buen día, él me dijo que se quería marchar. Buscamos consejería, platicamos con nuestro pastor, con dos matrimonios más y él tolerante, escuchaba, pero a solas maldecía y me culpaba por su infelicidad. Se empezó a tornar violento y un día desesperado me pegó contra la pared y me presionó por los hombros con tal fuerza que me dejó las marcas de sus dedos. 

 

-      Eso fue para mí el final. No podía poner en riesgo mi integridad de mujer y el valor que tengo para Dios. Le dije que mejor se fuera. Ese mismo día se marchó. Se llevó el auto que yo estaba pagando y dejó la casa a su nombre y con el crédito hipotecario por la compra de la misma a la mitad así que, con él desaparecido, me costó mucho dinero y más de cuatro años resolver el problema del pago de la casa y el divorcio. 

 

-        No he vuelto a saber de él y solo deseo que Dios le esté siendo propicio. Mi iglesia me dio un respaldo espiritual increíble y durante muchos días un gran grupo de mujeres nos estuvimos reuniendo un día de cada semana pidiendo por su regreso. Finalmente, nunca pasó y en Facebook un día recibí una solicitud de amistad que era de él. La acepté solo para encontrarme con una gran colección de fotografías donde se muestra con una mujer en una clara relación ¿Por qué me mando la invitación? ¿Para hacerme sentir mal? ¿Para qué lo viera? Yo acepté la invitación para pedirle perdón por las fallas que yo había cometido así que lo hice, y nunca me contestó. Unos días después me bloqueó. 

 

-       Afortunadamente desde mucho tiempo atrás, Dios me había dado ya la capacidad de bloquearlo en mi corazón. Esa es mi historia Carlos y los mismos errores que cometió mi ex esposo asumí que eran los tuyos y mira, no fallé.

 

Carlos tardó en contestar, pero en su caso tuvo que reconocer que esto si era por incapacidad. ¡Nunca lo hubiera imaginado! ¿Cómo responder a una situación así? ¡Era más de lo que él había soportado!

 

-        Discúlpame por ser tan desatento, nunca me hubiera imaginado por lo que pasaste y debí darte un espacio y no solo egoístamente centrarme en mí mismo. Perdóname.


La respuesta de Briana fue sumamente conciliadora:

 

-        No te preocupes Carlos. Tú no sabías y, finalmente, cuando nos conocimos, el proceso ya había terminado. Tal vez tú tengas que disculparme también porque fui muy directa, pero para mí era necesario que te confrontaras con la verdad. No podía permitir que te confundieras en tu camino y en el proceso culparas a Dios y te terminaras alejando de él. Recuerda lo que dice el libro de Salmos, no puede existir bien fuera de Dios. 

 

-        Definitivamente tienes razón – aceptó Carlos -. Gracias por la confianza, y ahora, entiendo de donde Dios echó mano para poder darte tanta abundancia de bien en el corazón. Y eso me lleva a lo segundo. Ya con todo esto que sabemos de nosotros viene la pregunta pendiente. ¿Me permitirías conocerte en persona?

 

Briana contestó ahora sí, rápidamente:

 

-        Sí, ¿Por qué no? ¿Recuerdas la universidad en donde trabajo? Bien, pues vivo prácticamente a dos calles de la entrada principal de la misma. ¿Si conoces por aquí verdad?

 

-       Claro Bri. Estas en la ciudad próxima al norte de la mía, a únicamente 1 hora en automóvil. Y, aunque mi auto ya necesita ser un nuevo auto, puedo llegar sin problema. Pensaba en darme un espacio el domingo por la tarde. ¿Te parece? Es más, déjame decirte que Félix, a quién ya conoces en foto, ha estado orando por este encuentro. ¿Qué te parece?

 

-        Jeje. Me parece bien. Ya hasta ganas me dan de conocer a Félix.

 

-       Ya lo conocerás – dijo Carlos, sintiendo en su interior algo muy esperanzador, algo nuevo, algo diferente y, sobre todo, algo mejor. Añadió algo más: “Entonces nos mensajeamos por el teléfono. Ya solo faltaría mañana sábado. Yo voy medio día a trabajar y después recojo a mis hijos en casa de mi hermana. Pienso llevarlos al cine o, no, mejor los llevó al parque y mañana vamos contigo al cine. Espero que dos niños no te saquen de quicio pasado mañana”.

 

-      ¿Bromeas? – preguntó una divertida Briana – No tengo hijos y esa posibilidad siempre me ha agradado pensarla así que, disfrutaré a Carolina y Carlos. Jeje. Solo letras “C”. Me voy a cambiar el nombre a Candelaria para que combine. No hay más que hablar Carlos, nos mensajeamos y no saludos ya mismo. Te quiero. Bendiciones.

 

-        Adiós Bri. Bendiciones también.

 

10.06am. Día 2.

 

Qué clase de vueltas da la vida pensó Carlos. Mauricio se encontraba abatido, su esposa se había ido de su casa porque había descubierto que Mauricio estaba en una relación con una alumna de la universidad donde trabajaban, pero, las cosas parecían muy serias. Sin haber divorcio de por medio, en cuestión de un par de días, ella logró que la ley le quitara el 75% de su sueldo por concepto de alimento para sus hijos y cambió las cerraduras de la casa. Todo el mundo de lujuria y vida disipada de Mauricio se partió en dos y con él, su capacidad de respuesta y su falsa seguridad. 


-        Ya no puedo más – dijo Mauricio. ¿Qué puedo hacer? Con lo que me dejó de dinero no puedo atender mis deudas y empezaré a tener problemas con el banco. Dime Carlos, eres mi mejor amigo ¿Qué hago?

 

Con la mayor humildad posible Carlos le respondió:

 

-        Mauricio, he aprendido que, cuando las condiciones cambian es la mejor señal de que debemos cambiar. Tú debes cambiar. Solo así todo se resolverá.

 

Mauricio cabizbajo respondió:

 

-        ¿Cambiar? Está bien, lo entiendo, pero, lo he intentado muchas veces y soy como soy. No puedo cambiar eso. ¿Cómo cambiar lo que eres?

 

Mauricio sonrió con comprensión, sin burla, sin superioridad. Mauricio, su gran amigo, estaba en el mismo punto en que él estuvo, viendo las cosas de una forma diferente, pero, en el mismo punto exacto.

 

-     Mauricio. Así no eres tú. Si fueras tú, si fueras el Mauricio en equilibrio, serías feliz y harías felices a las personas y tú, las haces infelices, las usas y ha llegado el momento en que compruebes que no eres dueño de nada, ni siquiera de ti mismo. ¿Cómo cambiar? Precisamente con ese tema aburrido que rehúyes, echando mano de aquello que para ti es inservible y que ahora es lo que más necesitas. ¡Con Dios Mauricio!

 

Mauricio replicó, pero sin mucho convencimiento.

 

-        Pero, ¿Dios? Por favor, la religión aburre, la religión no cambia a nadie.

 

Ahora con más fuerza Carlos apuntó:

 

-        ¡Si! ¡Así es! La religión no sirve, la religión no cambia a nadie, pero Cristo sí. Te hablo de una relación viva. Recuerda como era yo, con conocimiento de Cristo, pero sin una relación real con él. Recuerda como era, como me derroté. No tenía sentido mi vida, no sabía qué hacer, recuerda cómo te burlabas de lo que quería hacer y ¡tenías razón! Yo no me voy a burlar de ti, pero, si puedo ver que te conduces al desastre. Tienes más de 30 años haciendo tu voluntad. Dale a Dios solo unos meses. Conócelo, aplica su modelo para el matrimonio. Déjate dirigir por Dios y no por ti mismo; si finalmente no te da resultado, no vas a estar peor de cómo estás, ¿qué dices? ¿Cómo desearías que fuera todo?

 

Mauricio suspiró y no tardó mucho en encontrar la luz al final del túnel, de su túnel.

 

-        ¿Qué quisiera? Quisiera que mi esposa regresara, que me quitara el descuento, que nos llevemos mejor, que podamos congeniar mejor como pareja. Creo que se lo debo.

 

La sonrisa de Carlos tenía rasgos de tristeza, de tristeza por la condición espiritual de su amigo y de nostalgia, porque recordó la forma tan vergonzosa en que él se había perdido en el mismo laberinto. 

 

Las marcas de su pasado dolieron por unos segundos y pensó que, como Jacob en el libro de Génesis, tendría que cojear de alguna área de su vida para recordad a donde nunca debería volver. No importaba. Dios le había dado más que eso.

 

Y, por cierto. Dios no había terminado aún con él.

 

Siguió hablando con Mauricio:

 

-    Pero Mauricio, sé sincero, ¿Quieres todo eso solo porque quieres evitar las consecuencias o porque realmente deseas resolver las cosas? Si tu esposa regresara ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que la volvieras a engañar? ¿Realmente quieres resolver problemas? Yo no lo creo. En lo que me dijiste solo expresaste lo que querías, no lo que tú harías para que las cosas sucedieran. Vamos, sé sincero. Reconócelo y entiende que así no cambiarás nada. 

 

Mauricio ladeó su cabeza, con cierta suficiencia que cada vez se resquebrajaba más.

 

-        Está bien, te concedo el beneficio de la duda porque tienes razón. ¿Qué sugieres?

 

-        Sugiero – dijo Mauricio que nos veamos hoy en mi casa con un hermano de mi iglesia llamado Félix. A las 9 de la noche. Yo invito a cenar una pizza, ¿Qué dices?

 

Mauricio se levantó y desde la puerta de la oficina de Carlos le dijo:

 

-        Está bien, ahí estaré. No fallaré. No pierdo nada y finalmente, no tengo dinero para poder ir a donde me gusta.

 

Carlos sonrió y pensó: “Qué bien le viene al corazón humano humillarse ante Dios”. Se emocionó pensando en la fiesta en el cielo que se preparaba como consecuencia del encuentro que Mauricio tendría con su Creador. Ahora, solo oraría para que el encuentro no fuese interrumpido por nada físico o espiritual.

 

Se despidieron. Mauricio se levantó de las cajas que usó como asiento improvisado y se dirigió a la puerta:

 

-        ¡Hey Mauricio! – exclamó Carlos.

 

Mauricio volteó y miró a su amigo.

 

-        ¿Qué pasó?

 

-        No te he agradecido por esa tarjeta que me diste. Cómo te he platicado, esa tarjeta cambió, está cambiando y siento que cambiará mi vida. Esa tarjeta te devolvió un amigo. Nunca había visto que un sitio de contactos cristianos se promocionara entregando tarjetas. ¿Dónde la conseguiste?

 

Ahora fue Mauricio quién sonrió, pero sin ganas.

 

-    En ningún lado la conseguí, la hice. Solo puse en Google “chat cristiano” y fue la primera ocurrencia que apareció. Tome la dirección de Internet, hice una tarjeta, la diseñe, la imprimí y te la entregué. ¿Recuerdas que estoy en el departamento de diseño gráfico? ¿No notaste que está impresa en el mismo papel cartulina que usamos en todo el campus? Lo hice así porque, si solo te lo decía, como estabas, seguramente no lo recordarías.

 

Carlos respondió sorprendido:

 

-        Nunca me hubiera imaginado eso.

 

-        Como yo nunca me hubiera imaginado aceptar una invitación a una reunión a hablar de Dios, tenlo por seguro – acotó Mauricio.

 

Con semblante cansado, Mauricio salió de la oficina.

 

Carlos volvió a sonreír, pero ahora solo. Lo que pensó ameritó una entrada más en su aplicación electrónica de notas.

 

-    La historia de la cruz, se hizo para ser contada. El consuelo de la cruz se hizo para ser transmitido. Los cristianos estamos en la tierra para hacer que el reino de los cielos crezca y para que las heridas del pecado, en Cristo. Sean sanadas.

 

¿Dejaría de escribir notas en su aplicación algún día? No estaba seguro.

             

 

 

 

 

 

Capítulo 7.

El encuentro

 

4.05pm Día 3. 


Carlos se paseaba nervioso por un lado de la resbaladilla en donde sus hijos se deslizaban mientras le saludaban al descender.


A pesar de su edad, se sentía nervioso. Conocía Briana, a la mujer de la fortaleza. Conocía su vida. Sabía que le encantaban los pistaches y que le gustaba dormir boca abajo en la cama y la pasión que sentía por comer ¿brócoli? Quién lo diría.


Conocía ya todos los ángulos de su rostro y había memorizado su estatura pero aún toda esa información y la demás que tenía sobre ella, no lograban disminuirle su nerviosismo.


Ella llegaría con una blusa de tirantes decorada con flores que él ya había visto en un par de fotografías. ¿Le dijo que llevaría unos jeans? No lo recordaba.


Volteó a mirar a Carolina que estaba en la parte alta de la resbaladilla gritándole mientras levantaba en brazos al pequeño Carlos. Cuando Carolina terminó de deslizarse la levantó de una mano y miró hacia la entrada del parque y ahí estaba ella.


Briana lo miró también. Sus ojos color café castaño no se apartaron de los ojos de Carlos y le sonrió. Carlos se dio cuenta que, durante toda su vida había estado buscando una sonrisa así. La posibilidad de ver el sol metiéndose en el horizonte de un mar inmenso volvía a estar latente.


Carlos lo supo. Esa mujer tendría las respuestas para todas sus preguntas.


Mientras la observaba pensó en segundos: “Creo que ya no pondré notas en el celular. Mejor voy a escribir un libro y ya sé que título tendrá. Se llamará: "El reino de los supuestos”, pero, ya tendría tiempo para pensar en ello, no, mejor lo platicaría con ella. Rápidamente volvió a la realidad.


Miró un rayo de sol por encima de la cabeza de Briana. 


Tenía que decirlo:

       -     Gracias Dios. No te defraudaré. 

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