Las Piedras del Altar



DEDICATORIA 

A todos los padres cristianos que conforman un hogar y que creen que Dios tiene poder para transformarlo, a todos los miembros de hogares cristianos que están luchando para que ahí donde ellos viven se formen buenas familias pero que no han podido lograrlo; para ustedes es este libro.

Si el proyecto de tu hogar no funciona, si has perdido el control del mismo, si parece que, los destructores de altares ya te han ganado la batalla, si sufres en silencio porque reconoces lo que has hecho mal, pero, no sabes cómo dar marcha atrás, para ti es este libro.

Para todos aquellos que queremos tener hogares que honren al gran Diseñador de todo, pero algo no está resultando como queremos, para todos nosotros, va dedicado este libro. 

 


CONTACTO

En los siguientes espacios de Internet podemos encontrarnos.

 

miguelmontoroministerio

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INDICE

Las Piedras del Altar

 

INTRODUCCIÓN
 
COHERENCIA
 
LIMITES
 
HONESTIDAD
 
RESPONSABILIDAD
 
CERTEZA
 
FIRMEZA
 
ENTROPÍA
 
MOTIVACIÓN
 
AYUDA
 
EMPATÍA
 
CALIDEZ
 
LIBERTAD
 
CONCLUSIONES

 


INTRODUCCIÓN

¿Cuál será la temática de este libro?

Si leíste las dedicatorias te diste cuenta de que, este libro va dirigido a todos los miembros de hogares cristianos y tiene el propósito de mostrar cuales son los doce fundamentos sobre los que se construye un hogar de acuerdo al modelo que Dios tiene para una familia. No exageramos al decir que, todo problema que se presenta en un hogar cristiano es consecuencia de que alguien se está apartando de este modelo.

Es importante que quede claro que, este no es un libro sobre el proceso de formación de los hijos. Aquí, no hablaremos sobre las cosas que los padres deben enseñar a sus hijos, para esto te recomiendo la lectura de mi libro “El Castillo de las Princesas – Las 42 Reglas de la Paternidad Cristiana”.

Aquí hablaremos de las cosas que, todos los miembros de una familia debemos hacer para lograr que nuestros hogares sean fuentes de gozo, lugares donde sintamos refugio, comprensión y apoyo algo que, muy pocos cristianos sienten que sus hogares sean.

Satanás, el gran destructor de la obra de Dios vive una encarnizada batalla con la única intención de destruir nuestros hogares porque sabe que, sobre hogares santos se levantan creyentes santos que alumbran al mundo y lo ganan para Cristo y esto, es algo que no puede permitir así que, si convierte los hogares en espacios de ira, resentimientos y pecado, destruye el presente y condena el futuro y, si miramos alrededor la condición de muchos hogares cristianos, pareciera que lo está logrando. De la mano de este libro, arrebataremos nuestros hogares de sus manos para que Dios siempre ha querido.

Por lo anterior, espero que, a cualquier miembro de una familia que lea este libro le quede claro que, no importa lo que hagamos, sino ponemos en práctica los doce fundamentes que hablaremos en este libro, no lograremos que nuestros hogares cambien.

Establece estos doce fundamentos en tu vida para que puedan establecerse en tu hogar y entonces, en tu hogar habrá vidas empoderadas por el Espíritu de Dios que enfrentarán cualquier problema que pueda presentarse.

Ahora, veamos porque este libro hace referencia a “piedras” y “altares” como símbolo de lo que puede sostener un hogar.

Iniciemos analizando el pasaje de la Biblia de 1 Reyes 18.31 en el cual se nos describe como el profeta Elías tomó doce piedras con las cuales edificó un altar sobre el cual pondría un sacrificio que fue quemado completamente por el mismo Dios. Aquí vemos a las piedras del altar como un fundamento de algo que sería milagroso. Sin piedras, sin altar, no habría intervención de Dios ni milagro.

Antes del profeta Elías, Josué el caudillo heredero del liderazgo de Moisés después de la muerte de este también utilizó doce piedras, pero, él las uso como un testimonio.

Cuando el río Jordán está sobrenaturalmente dividido por Dios, Josué levanta justo en la mitad del río una estructura con doce piedras y, además, pide a doce hombres, uno de cada una de las tribus de Israel que, tomen una piedra del lecho del río para que, a su vez, ellos levanten otra estructura en otro lugar lo que, finalmente, terminó sucediendo en Gilgal (Josué 4.20).

Josué claramente dice a los doce hombres que, cada una de sus piedras se convertirá en parte de un monumento, de un memorial, de un rocoso testimonio de como el arca del pacto que, simbolizaba la presencia de Dios había pasado el Jordán junto con su pueblo para asistirles en la toma de posesión de la tierra prometida (Josué 4.6-7)

En estos pasajes vemos la idea de que cada creyente es visto en el Nuevo Testamento como un sacrificio vivo para Dios (Romanos 12.1) así que, si somos una ofrenda permanente, queremos meditar en este libro en las cosas que deben sostener el olor fragante que debemos estar elevando al Señor. Además, también, el creyente es por medio de su conducta, un testimonio del poder transformador de Dios. Somos la evidencia de que una persona impía puede volverse justa para, poder desafiar y derrotar a un mundo impío (2 Corintios 1.21). Si somos un testimonio, entonces, hablaremos en este libro sobre cuáles son las cosas que dan poder al mensaje viviente que somos nosotros.

Espero que, para este punto, esté claro de que estaremos hablando en este libro.

Pero, antes de entrar en materia, abordamos un último detalle que, es más bien, una recomendación.

Si las piedras del altar representan los fundamentos de algo, podemos hacer la siguiente aplicación para los varones. Como cabeza de un hogar, como responsable del cuidado del alma de tu compañera de vida, los doce principios que estudiaremos aquí, todo hombre puede verlos como condiciones indispensables que se deben cumplir para vivir de acuerdo  con el modelo de Dios de lo que es un verdadero varón de Dios pero, también aplica lo mismo para las mujeres que, pueden ver en las piedras del altar las condiciones que deben cumplir para ser las mujeres que conquisten reinos y corazones como lo hicieron las grandes mujeres de las Escrituras y así, aplicar en su vida el modelo de Dios para ser una verdadera mujer que es parte del reino de los cielos. Y, para ayudar un poco a que se puede realizar lo anterior, en cada capítulo del libro daremos algunas sugerencias prácticas tanto para hombres como para mujeres. No te las pierdas.

A movernos entonces.

Vamos, tomados de la mano de Dios a levantar las piedras del altar. Son pesadas, pesan a nosotros mismos. Costará trabajo levantarlas, tienen el peso de nuestro propio ego. Vamos a apilarlas. Vamos a convertirlas en un altar donde se queme el sacrificio de nosotros mismos para que por fin, hasta Dios llegue el aroma que siempre debiera recibir de nosotros el olor a santidad. Vamos a apilarlas para que sean un testimonio, para que cuando alguien sin importar quién sea me vea, vea en mí las cosas que he permitido que Dios haga en mí para que, eso les demuestre que el poder transformador de Dios es real y que, también a ellos les ofrece alternativas.

A levantar altares. ¿Me acompañas?


 

COHERENCIA

Cosas que debemos vivir antes que enseñar.

La coherencia en su definición más sencilla es pensar una cosa, hablar la misma cosa y hacer la misma cosa. Parece sencillo y, al menos en concepto lo es, pero, cuando ya buscamos la coherencia en la práctica nos damos cuenta de que, es algo que no le viene nada bien al ser humano.

Los políticos dicen cosas que, supuestamente, harán a favor de sus gobernados y, terminan haciendo solo cosas a favor de sus bolsillos. Una noticia desde Europa nos avisó que un diputado de la comunidad de países bajos de ese continente, miembro de un partido político conservador que se manifiesta en contra de la homosexualidad, fue sorprendido en una orgía con homosexuales. Las personas en nuestros entornos de trabajo, comen con nosotros y nos manifiestan su amistad para, después, hablar a nuestras espaldas y, de ser posible, hacerse con nuestras posiciones dentro de la empresa donde trabajamos.

No, definitivamente la coherencia no es algo que practique mucho el ser humano, pero, no podríamos esperar otra cosa. El corazón de la persona sin Cristo pronto aprende el lenguaje de la hipocresía como un medio para aparentar algo y con ello, sacar ventaja del hecho de que nadie conozca sus verdaderas intenciones. Esto en sí ya es malo, pero, cuando la falta de coherencia invade los terrenos del cristianismo, eso, es algo realmente terrible.

Cristianos pagan y asisten a campamentos donde oradores reconocidos les hablan sobre el valor del santo vínculo del matrimonio para que, una vez terminado el seminario, se suban a sus autos y como matrimonios, inicien las mismas discusiones de siempre y terminar el último trayecto del viaje en completo silencio porque ya no hay comunicación, es más, la comunicación se ha roto desde hace mucho tiempo. Mientras tanto, el orador del seminario que, dijo, “se sentía agradecido con Dios por la oportunidad de compartir su voluntad para los matrimonios” está emocionado por saber cuánto dinero le será entregado en un sobre al final del evento. Claro, para calmar su conciencia, cuando fue invitado dijo que, lo único que buscaba era una ofrenda que fuera “digna” de un siervo de Dios, pero, el no deja de pensar en el precio de la dignidad y, sobre todo, no deja de pensar en que ojala y ese día, la dignidad se la paguen en dólares.

Cristianos que tienen serias diferencias de opinión con otros cristianos o con sus líderes sin ningún problema se sientan con ellos en los cultos de adoración a invocar el nombre de Dios como si no estuviera pasando nada entre ellos. Una buena pregunta es: ¿qué pensará el Señor cuando ve eso?

Hermanas en la iglesia, no paran de dar consejos a otras hermanas sobre la importancia de la oración en el hogar mientras sus hijos a su lado, las miran con incredulidad porque nunca las han oído orar por ellos. Hijos que ven a sus padres levantarse en las iglesias a enseñar sobre el amor de Dios y, parece que, sus padres, tienen amor para todos menos para ellos. Qué triste es en realidad. la suerte de aquel a quién nadie critica en público porque todos lo criticarán en secreto.

Padres que han perdido control sobre los hijos que, los ven llegar a casa un sábado por la madrugada sabiendo que han ido a pecar, y no les dicen absolutamente nada, o pensemos en los esposos que duermen en camas separadas sentados bien juntos en el banco de un templo. Cristianos sacan su himnario digital y lo abren en el mismo teléfono donde tienen pornografía ah, y de nada sirve entonces prohibir el uso de aparatos electrónicos para evitar eso ya que, en la mente de muchos tenemos conviviendo las estrofas memorizadas de los himnos con pensamientos tan impuros que la gente saldría huyendo de nuestro lado si los conociera.

Y no podemos decir que la falta de incoherencia de los cristianos se da por falta de conocimiento, no, por supuesto que no. El cristiano incoherente actúa de manera incoherente sabiendo que lo está haciendo y no se detiene. Nadie peca de manera obligada. Quién lo hace, quién peca, lo hace simplemente porque quiere pecar. Punto.

¿Por qué pasa eso? Es simple. Todos los seres humanos tenemos la terrible costumbre de pactar muy fácil con nuestra conciencia. Rápidamente, decidimos que queremos hacer algo malo y, acordamos con nuestro yo interior que no nos moleste con eso y, por eso, tenemos creyentes que violan menores de edad, pastores que imponen su voluntad en sus iglesias y no la voluntad de Dios y que no les importa vivir entre ovejas mediocres y bancas que, cada vez se van quedando más vacías. Por eso pasan esa clase de cosas u otras peores, porque, quiénes las cometen, pactaron muy rápido con su conciencia ignorando la voz interior del Espíritu Santo que, advierte de la presencia de pecado.

La Biblia claramente condena la incoherencia, la tendencia a llamar “bueno” lo que es malo (Isaías 5.20) y los incoherentes pueden leer este pasaje e incluso, hasta nos pueden enseñar sobre él, pero, ya no los conmueve en lo más mínimo. Han tomado la decisión de ignorar por completo la voz de Dios.

No podemos aspirar en definitiva a que nuestras vidas sean un altar para algo milagroso o un testimonio del poder de Dios si somos incoherentes, La primera piedra de nuestro altar familiar es la coherencia personal. Todos, absolutamente todos deben poder ver que, lo que pensamos es lo mismo que decimos y es lo mismo que hacemos y ya basta de poner de pretexto que, al hacer eso perderemos amistades o ventajas en el mundo. Si seguimos buscando excusas para seguir siendo amigos del mundo, bien nos vendría recordar que eso nos vuelve automáticamente enemigos de Dios y por favor, no te arriesgues a estar en esa condición (Santiago 4.4). No tienes ni idea de lo que te puede llegar a pasar.

No podemos aspirar en definitiva a que nuestros hogares sean entornos donde prevalezca lo bueno sí, a todos les demostramos lo bien que nos sentimos practicando lo malo. ¿Queremos hijos que teman a Dios? Que nos vean temiéndole. ¿Queremos hijos que oren? Que nos vean orando. ¿Queremos hijos que respeten a Dios? Que te vean respetándolo. ¿Queremos hijos que sientan deseos de servir a Dios? Que te vean sirviéndolo y, respaldando ese servicio con una vida santa. ¿Quieres que para tus hijos Dios sea una prioridad? Involucra a Dios en cualquier toma de decisiones ¿Quieres hijos santos? No hables, no practiques, ni siquiera te acerques al pecado y solo entonces, las cosas en tu altar familiar, personal y ministerial empezarán a desprender un aroma a coherencia.

Cristo pensaba, decía y hacía lo mismo. ¿Qué crees que deben hacer sus seguidores?

Unas palabras a los varones. En nuestra naturaleza interior, los varones tenemos una tendencia. Nos encanta aprender. Al varón cristiano le gusta ir a las reuniones, las disfruta, en verdad lo hace. El varón cristiano invierte en su formación espiritual. Compra libros cristianos y la mayoría de ellos los lee con interés. Puede, sin problemas, compartirnos lo que ha aprendido en el último estudio en vídeo que vio por Internet, pero, el problema con los varones es que, con la misma intensidad con que nos gusta aprender nos encanta no poner en práctica lo que hemos aprendido.

Por eso incluso, tenemos líderes de iglesias que organizan campamentos y conferencias sobre la pureza del matrimonio mientras no dejan de insistir en acercarse a la hermana que por todo les sonríe y que está en el centro de las resbaladizas tierras del adulterio.

Amados varones, el hábito pecaminoso de aprender, pero no vivir lo aprendido es un destructor de altares. Que no esté destruyendo el tuyo.

Unas palabras a las mujeres. Las mujeres tienen la particularidad de construir relaciones realmente profundas con quién lo deciden. Cuando aman a sus compañeros de vida lo dan todo, aunque en el proceso queden vacías. Si se trata de sus hijos, logran esforzarse por quitar la mayor parte de los obstáculos que estos tengan aun cuando ellas queden llenas de toda clase de pendientes. Se dan, sin pensar en lo que pueda pasar y eso, es magnífico cuando es impulsado por Dios, pero, cuando Dios no está interviniendo en el proceso puede llegar a ser destructivo porque, hace que como mujer puedas llegar a vivir de manera incoherente.

¿Y dónde está la clave? En las emociones. Las mujeres no pactan con su conciencia como los varones, pero, la hacen a un lado a pesar de que eso la lástima porque, controladas por sus emociones deciden hacer caso a la voz de su corazón y no a la voz de Dios.

La coherencia es fácil de alcanzar para una mujer cuando aprende a entregar sus emociones al control de Dios y eso, solo puede hacerse cuando se lograr sacrificar el “yo” en un altar. Vamos mujer, entrega a Dios tus emociones. Pide fuerza para que te ayude a reaccionar hasta que él quiera que lo hagas y, recuerda, no se trata de no sentir. Se trata de sentir como siente Dios. ¿Parece imposible? No lo es tanto. Si estás en Cristo, puedes ver las cosas como Él las ve y saber cuándo debes actuar (1 Corintios 2.16).

Amadas hermanas, el pecaminoso hábito de sentir sin incluir a Dios es un destructor de altares. Qué no destruya el tuyo.

Terminemos con una historia y una frase que nos permita ver de forma diferente la coherencia o la falta de esta.


Los Curanderos de Filipinas 

Existen en Filipinas, unos curanderos “sobrenaturales” que son visitados por gente de muchos países. Sin conocimiento de medicina, afirman, son capaces de extraer tumores y todo tipo de tejidos cerrando de inmediato las heridas. Impresionante, ¿no es verdad?

Alguna ocasión, el hijo de uno de ellos enfermó de cierta gravedad. ¿Su padre lo curó? No. Lo mando en avión a los Estados Unidos para que lo atendieran.

Y ahora, nuestra frase: 



Es más fácil luchar por unos principios que vivir de acuerdo a ellos
Alfred Adler

 


LIMITES

Cosas que debemos hacer antes de hablar de ellas.

La Biblia enseña fuera de toda duda que, Dios, en un ejercicio de amor hacia sus hijos, los disciplina (Hebreos 12.6) y, la mayoría de las veces la disciplina de Dios será muy difícil de sobrellevar, será complicada; cansa, abate nuestro ánimo y esto, no debe asombrarnos. A los seres humanos no nos gusta la disciplina. La rechazamos de inmediato. Huimos de cualquier cosa que nos cueste dolor o lágrimas.

Pero, cuando miramos la disciplina de Dios con otro enfoque podemos encontrar el valor que tiene. El propósito de Dios es, por medio de la disciplina corregir cosas que están deficientes en nosotros así que, por encima de ser un proceso para lastimar, la disciplina es un proceso para mejorarnos, para desarrollar lo mejor que tenemos.

Ahora, si razonamos más a fondo acerca de la disciplina nos daremos cuenta de que, esta, es una forma de poner límites a nuestra conducta. Los límites son necesarios. El hombre por naturaleza rechaza los límites y siempre busca que las cosas le beneficien más que a los demás. El problema es que, vivir sin límites siempre nos termina llevando a la anarquía, al caos, al desorden absoluto donde no se puede producir nada bueno.

Después ser expulsado del huerto del Edén, el hombre empezó a buscar a Dios (Génesis 4.26) pero, vivir con límites hizo que muchos hombres rechazaran a Dios lo hizo que la humanidad se perdiera y, antes de que destruyera toda la creación, fuera juzgada en los en los días de Noé, pero, ese no es el único ejemplo que la historia nos da sobre los resultados de vivir sin límites. En tiempos de Cristo, el imperio romano gobernaba sobre Palestina, pero, el vivir sin límites hizo que su moralidad se tornará terrible así que, haciendo lo que cada quién quería debilitaron sus instituciones y su economía y al final, auto destruyeron su imperio y, algo que resulta curioso es que, los romanos tenían leyes sociales tan buenas que, hasta la fecha se estudian en todo tipo de escuelas que forman abogados. Qué paradójico, tenían excelentes límites sociales, pero, no se pusieron límites morales y, cuando se vive así, las leyes terminan sirviendo para nada.

Sin límites morales, el hombre termina en la anarquía, en el caos y en la destrucción.

y cuando se pretende construir un buen hogar, un ámbito donde Dios sea reconocido por encima de todo, deben existir límites y esos límites los enseñan los padres; los hijos no los van a aprender en la calle o con los amigos, al contrario, ahí serán incitados a vivir sin límites y, esos necesarios límites no pueden ser enseñados si, como padres no los estamos viviendo primero.

Pensar en límites, de inmediato nos lleva al inevitable concepto de qué es bueno o que es malo. Afortunadamente, los creyentes tenemos a Dios y su voluntad revelada por escrito que es la Biblia y que, afortunadamente es perfecta (Romanos 12.2). No tiene por qué parecerse a nuestra voluntad, es más, no lo necesita y la mayoría de las veces irá en una dirección completamente contraria a lo que nosotros pensamos (Isaías 55.8).

Con esta referencia, todo es más fácil. Para los creyentes, una cosa es buena si va en la dirección de lo que Dios es y una cosa es mala si va en la dirección contraria a lo que Dios es. Fácil. Si Dios es justo, si es amor, si es verdad, analizo algo que quiero hacer, o cualquiera de mis pensamientos y, si descubro que no son justos, que en ellos no hay amor o que no hay algo que sea verdadero, entonces es pecado y de inmediato lo rechazo y lo cambio por algo que sea agradable a Dios. Es fácil, ¿no?

No. No es tan fácil. Si lo fuera, veríamos a la mayoría de los hogares cristianos como fábricas de santidad lo que no está en muchos casos, sucediendo. Y no sucede porque nuestra naturaleza humana carnal rechaza límites, rechaza reglas y más si estos vienen de Dios porque nuestra naturaleza no quiere adorar a nadie, solo se quiere adorar a sí misma.

Si deseamos en nuestra vida altares donde observemos algo milagroso, si queremos ser una piedra de testimonio del poder de Dios, no tenemos alternativa. Tenemos que tener límites y vivir dentro de ellos y no estarnos dando a cada la libertad de romperlos a conveniencia. Y esos límites, tienen que ser los límites de Dios.

Aquí, los templos cristianos ayudan mucho porque, siempre tratarán de darnos enseñanzas basadas en la Biblia donde resaltan los valores y por ende, los límites de Dios. Nuestros hijos salen contentos de sus clases de Biblia aprendiendo que, no deben mentir, esa es la teoría. Ahora, necesitan la práctica y, de inmediato van a empezar a buscar donde ver la teoría aplicada y, por supuesto, lo primero que harán será buscar en la vida de nosotros, de sus padres y, ¡oh sorpresa! Descubren que sus padres conocen los mismos límites que ellos, pero, no los obedecen así que, aprenden una lección definitiva para sus vidas: los límites de Dios existen para romperse cuanta veces queramos.

Por eso, la obediencia es una muy importante piedra que se debe poner en el altar de nuestro hogar para que, lo que se queme sobre él, sea algo que realmente agrade a Dios.

Ahora, los límites se aprenden conociendo la voluntad de Dios la cual la encontraremos solo en la Biblia. Si queremos aprender límites y, por ende, desarrollar la obediencia, tenemos que leer la Biblia en forma personal y familiar. Solo la Biblia puede darnos la sabiduría suficiente para cualquier cosa (2 Timoteo 3.15). ¿Aún tienes control sobre tus hijos? Busca leer la Biblia con ellos, prémialos si memorizan versículos de la Escritura. Pasa tiempo con ellos, corran en el parque, pero también lean un rato la Biblia. Vayan al cine, compren las cosas que el hogar necesite, pero, cuando lo hagan, háblales de alguna historia de la Biblia. Sumerge tu hogar en Dios tan profundo que, cualquier tentación tenga que pasar por una barrera tan grande de la Palabra de Dios que nunca alcance a los tuyos.

¿Ya perdiste el control? No importa. Haz lo mismo solo que ahora, lo deberá hacer solo. Sumérgete en Dios tan profundamente que, cuando los tuyos se acerquen a ti, tengan que sumergirse tanto en Dios para alcanzarte que, en el proceso verás cómo comienzan a ser atraídos hacia Dios, pero, recuerda, se van a sentir atraídos no porque te vean leyendo la Biblia sino porque te vean obedeciéndola.

Si te estás iniciando en la tarea de construir altares recuerda lo siguiente:

Los límites que se deben poner son los de Dios no los tuyos. No te molestes si a tu alrededor alguien te desobedece, moléstate cuando desobedezca a Dios y actúa aplicando límites ya que desobedecer a Dios no se puede permitir. Debemos resistir hasta la sangre combatiendo contra el pecado (Hebreos 12.4) pero, que poderoso es el guerrero espiritual que se defiende primero con la obediencia. Puede exigir que las cosas se cumplan porque, en primer lugar, él las está cumpliendo.

Unas palabras para los hombres. En nuestro interior, los varones, tenemos algo enorme, gigantesco y no, no es nuestra obediencia. Es nuestro ego. Nos sentimos intocables en nuestra mente. A nada le permitimos que nos diga que hacer. Doblegar el ego de un hombre es controlarlo y, en el afán de impedir que algo nos controle, terminamos siendo controlados de la manera más sencilla. El pecado nos hace creer que nosotros somos los que controlamos, o sea, deja al ego intacto, pero lo tiene controlado. La sensación de falsa libertad es donde un varón pierde la batalla. Es importante que entendamos esto, porque para poder vivir dentro de los límites de Dios necesitamos ceder nuestros límites, necesitamos ceder el trono de nuestra vida para que sea Dios quién se siente en él y eso, muy pocos varones lo permiten.

¿No me crees? Dile o mejor dicho intenta decirle a cualquier líder cristiano como hacer las cosas cuando siempre es él quién dice como hacerlas y verás cómo, con una sonrisa nerviosa te escuchará, pero, hará lo que él quiera o simplemente, te ignorará.

Amados varones, La falta de límites, el hábito pecaminoso de la falta de obediencia es un destructor de altares que tiene muchos hogares hechos pedazos. Que no te pase eso y si te ha pasado, reconstruye, pero recuerda que, la fuerza de tu estructura es la obediencia.

Unas palabras para las mujeres. Vaya que si los hombres tienen algo grande que es el ego. ¿Hay algo en la mujer que se le compare? Por supuesto: la vanidad. La vanidad es esa idea interior que como mujer te mueve a estar siempre en constante competencia comparándote con cualquier otra persona, te comparas a ti. comparas tu hogar, tus hijos, tu casa, prácticamente todo. Si alguna mujer dice que su hijo pequeño ya comienza a decir algunas palabras al año de edad tú de inmediato dirás que tu hijo a los ocho meses ya hablaba perfectamente (algo ilógico, pero a la vanidad las cosas lógicas no le importan). Si aparece alguien en la iglesia con un bebé de ojos de color, de inmediato tu dirás que en tu familia hay varias personas así ah y que tú, naciste con ojos claros, pero luego te cambiaron, aunque, por lo visto. también te cambio el color de piel, de cabello y el cuerpo.

Lo que una mujer ve, es el activador de su vanidad. Para combatirla simplemente tienes que cambiar una idea que el mundo te vende y que tú le compras muy fácil y que es la idea de que las personas valen por cómo se ven por fuera y no por cómo se ven por dentro y que, por cierto, es la forma en que Dios valora a su criatura (1 Samuel 16.7). En resumen, mujer, ve el mundo como Dios lo ve. Ama a las personas por cómo son no por lo que te dan o por cómo se ven.

Amadas mujeres, la falta de límites, expresado en el pecaminoso hábito de vivir con una mente vanidosa, es un gran destructor de altares que puede darte años enteros de infelicidad y no creo que quieras vivir así.

Y ahora nuestra historia sobre la desobediencia.


La piedra en la puerta 

Un creyente recibe un día un mensaje de Dios que le indica que tiene una labor para él y, por supuesto, el siervo de inmediato contesta que acepta la tarea.

El mensaje le indica que, a la puerta de su casa hay una enorme piedra y que tiene que empujarla hasta que Dios indique lo contrario. El siervo, escucha y, a partir de ese mismo momento comienza a empujar la piedra. Cada vez que sus ocupaciones se lo permiten, el siervo empuja sin parar. Los días se vuelven años y el siervo comienza a cuestionar su labor claro, con bastante ayuda del diablo hasta que, molesto busca a Dios preguntándole porque le mandó una tarea que no logra dar ningún fruto ya que la piedra no se ha movido ni un milímetro.

Dios le contesta diciéndole que, la instrucción que Él dio fue empujar la roca y que nunca dijo nada sobre llegarla a mover. Dios le dice que ha perdido el objetivo. Le pide que vea la fuerza que ha desarrollado en sus manos y brazos como consecuencia de su misión y le dice que, ese era su propósito desde el momento que le encomendó su misión. El siervo entonces, tuvo el panorama claro y volvió a empujar la piedra sin cuestionar.

Y aquí está nuestra frase:



Obedece a los que enseñan, no a los que mandan
San Agustín

 

HONESTIDAD

Cosas que debemos hacer aun cuando los demás las ignoren.

En la segunda carta a los Corintios, el apóstol Pablo presenta a los creyentes como una carta, pero, una carta abierta que puede ser leída por todos los hombres (2 Corintios 3.2-3) así que, lo que somos, lo que hacemos y lo que hablamos tiene más testigos de lo que nos podemos imaginar. ¿Qué ven nuestros testigos? ¿Ven lo que realmente somos? o solo lo que nosotros les permitimos ver.

Mostrar lo que realmente somos, el no ocultar nada, eso es honestidad y, es una piedra muy importante de cualquier altar ya que esa piedra muestra que no estamos escondiendo nada a nadie; el problema es que, precisamente esconder lo que hay en nuestro interior, es una de las cosas que más le gusta hacer al ser humano.

Cuando los primeros seres humanos se dieron cuenta que, habían desobedecido a Dios en el huerto del Edén, decidieron esconderse. El hombre, desde la más temprana edad, aprende a esconder cosas porque eso nos evita sufrir consecuencias de cualquier tipo. Crecemos con la idea de que, hay cosas que no las debe saber nadie, y lo aplicamos con tal perfección que, ya a cierta edad sabemos solo mostrar lo que la gente quiere ver de nosotros y mantenemos a una distancia sana nuestras verdaderas intenciones. Muchas personas incluso cristianas, lo llegan a justificar diciendo que el no decir toda la verdad no es mentir. Eso es verdad, pero eso, es ocultar y para ser hijos espirituales de alguien que no oculta nada hacer eso, es pecado ya que estamos haciendo algo malo aun sabiendo que es reprobado por Dios (Santiago 4.17).

La falta de honestidad (no confundir con la mentira) tiene unas consecuencias a largo plazo terribles.

El rey Salomón observó un interesante fenómeno que le llevo a escribir que le cazaran a las zorras pequeñas de sus viñedos porque, eran las que terminaban destruyéndolos (Cantares 2.15). Las cosas que ocultamos, las cosas que no queremos que se descubran son como pequeñas zorras que, sin que nos demos cuenta, a lo largo de los años desde nuestro interior van destruyendo nuestros matrimonios y nuestros hogares y lo hacen lentamente, sin manifestarse, sin que nos demos cuenta del daño que provocan hasta que ya es demasiado tarde, pero, ¿Cómo la falta de honestidad puede lograr eso?

Lo vamos a contestar, pero antes, veamos el valor que tiene el ser una carta abierta donde nadie tiene que adivinar lo que somos o lo que deseamos.  En Marcos 8.31-38 vemos a Cristo avisando a sus seguidores que, tendría que morir lo que provoca que Pedro, se acerque y se sienta con la confianza de hacerle algunas “recomendaciones” para que, no tuviera que sufrir. No era un mal deseo ¿cierto? El problema es que iba en contra de la voluntad de Dios lo que hace que Cristo le muestre a Pedro de manera honesta lo que eso le hace sentir y le dice: “Apártate de mí”, “no tengo comunión contigo en este momento”, “no estamos en el mismo camino espiritual, eres mi adversario”; Pedro, no tuvo que adivinar que pensaba Cristo quién mostró lo que realmente sentía. Interesante. Que nadie tenga que adivinar lo que hay en mi interior. ¿Eso pasa con nosotros?

Tenemos una pregunta pendiente: ¿Cómo puede la falta de honestidad destruir nuestras vidas?

Esto puede suceder porque, las cosas que no mostramos, lo que escondemos, nuestras zorras pequeñas, son parte de lo que hay en nuestra mente y al no compartirlo con nadie, no las integramos a nuestras relaciones sociales y eso hace que empiecen a causar diferencias con las personas con las que nos relacionamos sean esposas o hijos. Si esas diferencias no son resueltas a tiempo, siguen creciendo hasta provocar distanciamientos los cuales, si no son resueltos, a su vez, terminan destruyendo por completo toda una relación creando diferencias que, incluso pueden ser irreconciliables.

Veamos si un ejemplo lo hace más claro. Pensemos en un hogar donde, los padres tienen dos hijos varones. El menor, desde su nacimiento, ha tenido muchas enfermedades lo que ha provocado que toda la atención y muchos de los recursos del hogar tengan que ser dirigidos a él. El hermano mayor al inicio ha entendido esto, pero cuando ha sido privado de atención por un periodo que ya es de años, empieza a resentirlo. Esto hace que piense que no es querido, que no fue deseado o que, era mejor que él no hubiera nacido. Los padres, han descuidado mucho su relación con el hijo mayor que, prefiere mejor no ser honesto, guardar la carga, guardar el dolor.

Varios años después, la condición de salud del hijo menor se ha estabilizado, pero, el mayor, ya en la juventud, ha encontrado entre sus amigos a quiénes le han reforzado la idea de ser un “no querido” por sus padres porque, sus amigos le han dicho que a ellos les pasa lo mismo. Lo anterior, ha reforzado en el hijo mayor la idea clara que no querer estar en casa sino en cualquier otro lado donde se sienta “amado”. A consecuencia de esto, por años, entra en drogas y promiscuidad sexual hasta que, encuentra un trabajo, se casa, e inicia su propio proyecto de vida, pero, la historia aquí no ha terminado.

Ya tiene a sus propios hijos y curiosamente, a los dos los trata como lo trataron a él, sin poner atención, sin ser afectivo, sin acercarse y ya los ha lastimado, sobre todo a su hija. Y con sus padres, solo los ve en fechas muy especiales porque, cada vez que los visita su sola presencia le recuerda lo “inútil que es” y si a eso agregamos que el hermano menor vive en una buena condición emocional y económica, nuestro hermano mayor es, literalmente una bomba de tiempo.

Años de resentimiento, años de agobio interior, de daño emocional, malas experiencias de vida, de cuentas pendientes y muchas cosas más se hubieran evitado si alguna tarde de las miles de tardes que esa familia tuvo disponibles el hijo mayor, el padre, la madre o todos, hubieran hablado con honestidad y, con toda seguridad, un gran abrazo llorando los tres en el suelo de la sala hubiese terminado con los problemas aún antes de que estos iniciaran, pero, no fue así.

Triste historia. Lamentablemente no todas tienen final feliz en esta tierra, pero, nos puede ejemplificar lo que sucede cuando hacemos a un lado la honestidad.

Al principio, decíamos que, la honestidad es una piedra muy importante de cualquier altar ya que muestra que no escondemos nada y deseamos reforzar eso.

El hecho de que cualquier persona cada vez que mira a nuestro interior y a nuestro exterior y percibe que no hay ninguna idea oculta, ninguna zorra pequeña que más tarde hará que nos aprovechemos de ellos, nos vuelve confiables, personas en las que se pueden depositar los corazones porque serán bien protegidos. Los hijos confiarán porque lo que tenemos que decirles se lo decimos a ellos y no a otra persona y lo hacemos en el ámbito en que, a pesar de la incomodidad, ellos se sienten respetados. Las esposas entregarán todo su esfuerzo al proyecto común de vida con su esposo porque su realización como mujer está incluida en él. Los esposos confiarán, porque sus esposas sabrán realmente apoyarlos cuando más lo necesitan y no se quedarán callados ocultándoles cosas pensando en que lo que digan más tarde ellas lo usarán para atacarlos.

Y, cuando alguien está con una persona que se percibe confiable, sientes la necesidad de cuidarla, no te quieres alejar de ella. Tal vez por eso, nuestros altares están sin adoradores en el hogar, porque la falta de honestidad lo ha hecho huir a todos.

Unas palabras para los hombres. Entiendan la diferencia entre honestidad y respeto. A los hombres que entienden el valor de la honestidad les encanta ponerla en práctica, pero, les gusta tanto que terminan diciendo la verdad de una forma hiriente, carente de tacto, sin la menor sensibilidad y, por supuesto, no resuelven los problemas que su hogar tiene y terminan provocando otros más graves. Es tan importante lo que se tiene que decir como la forma de hacerlo (Colosenses 4.6). Es tan importante lo que se tiene que decir como la forma de hacerlo y el momento en que se tiene que hablar (Proverbios 15.23). Entender esta sutil diferencia es lo que marca la diferencia entre hombres capaces de convertir su hogar en un altar y un testimonio de milagros y los que viven vidas de mediocridad espiritual.

Cuando un hombre abre su corazón suele pensar que pierde, que queda indefenso. Si eso crees, ya no lo sigas haciendo. Las personas fuertes no son las que esconden algo, por el contrario, las personas fuertes son las que no temen mostrar lo que sienten o te pregunto varón, alguna vez que lees sobre la vida de tu Salvador en los evangelios ¿sientes que está escondiendo algo? La falta de sensibilidad al expresar nuestra honestidad es un destructor de altares y, está en tus manos detenerlo.

Unas palabras para las mujeres. No compitas con nadie. En el capítulo anterior aprendimos que la vanidad femenina te hace querer estar en la mejor posición con relación a las mujeres que te rodean. Nos ha quedado claro que, esto no debe ser así, pero, esa misma vanidad te puede conducir a la falta de honestidad porque, guardas en tu corazón pensamientos de envidia hacia alguien por cualquier motivo y, esos pensamientos pueden crecer impulsados por tus emociones hasta convertirte en una mujer vacía que, le sonríe a todo el mundo, que asiste a reuniones sociales y de la iglesia, que tiene amigas con las que convive, pero, a las que también les envidia algo. Cuida los deseos de tus ojos (1 Juan 2.16) ya que son una manera muy fácil de caer en la falta de honestidad y en una vida que puedes desperdiciar envidiando lo que otros tienen y, por ello, te puedes perder lo que era la voluntad de Dios que tu vivieras (Proverbios 30.8).

La falta de honestidad expresada como envidia en un gran destructor de altares que te puede convertir en un manojo de emociones desordenadas que alejen a los demás de ti.

A continuación, nuestra historia sobre la honestidad.

 

El boleto de cine 

Una madre cristiana va con su hijo al cine y, al llegar a la taquilla hay un letrero que dice: “niños menores de seis años no pagan boleto”. Su hijo, recientemente había cumplido seis años. Ella, se dirige al taquillero y le dice: “Me da dos boletos por favor”. El taquillero le pregunta: “¿Qué edad tiene su niño?”. Ella responde: “Acaba de cumplir seis años”. El taquillero le dice: “Mire, se ve menor de su edad. Si usted no me la hubiera dicho habría pagado solo un boleto porque yo no me habría dado cuenta”. Ella, después de mirarlo dirige su mirada a su hijo mientras dice: “El problema caballero es que, aunque usted no se hubiera dado cuenta, él lo habría hecho”.

¿Conocen alguna otra forma en que se transmite la honestidad? Yo no.

Y aquí está nuestra frase:



La honestidad es un regalo muy caro. No lo esperes de gente barata
Warren Buffet

 

RESPONSABILIDAD

Cosas que tienes que vivir y no dejar como simples intenciones.

Vamos a pensar en una historia conocida de la Biblia y vamos a cambiar su final.

Jesús está en el monte de los Olivos (Lucas 22.39-46) a donde ha ido a orar. Hace unas horas ha celebrado la pascua con sus apóstoles y ha dejado bien claro que, un nuevo pacto en su sangre se ha establecido. Solo falta que el pacto se confirme con su sangre. Esa noche, quedará confirmado.

Jesús está en un momento de suprema agonía, suda sangre. Clama al Padre buscando su perfecta voluntad y esta, ha quedado clara. La cruz es inevitable. Un ángel es enviado a la tierra para que Jesús sepa que el mundo espiritual de Dios está de su lado aún en estos momentos. Aquí estamos, donde la parte humana de Cristo está en una lucha sin cuartel con su parte divina. Él tiene que elegir entre cuidar de la voluntad de Dios o cuidar de sí mismo.

Desde hace siglos, conocemos el final de esta historia, pero, ahora imaginemos algo diferente. En ese momento de intensa lucha, Cristo decide dar marcha atrás. Lo sabe todo, sabe que Judas está a punto de llegar al huerto encabezando a la guardia del templo que lo apresará así que, decide dar unos pasos hacia atrás, dejar el huerto y encaminarse hacia Betania aprovechando que, el camino que comunica a Jerusalén con ese pueblo pasa por ahí. Nadie lo notará. En lo que Judas llega y la turba se entretiene interrogando a Pedro, Jacobo y Juan que estarán recién despiertos, Él estará encaminado hacia Betania. Al no tener jurisdicción la guardia del templo fuera de este (de hecho, haber ido al huerto a arrestar a Jesús fue un delito) la turba se disolverá y en lo que los fariseos reordenan sus ansiedades, Él habrá viajado con el apoyo del dinero de Lázaro hacia el norte a Galilea o. cruzado el Jordán para llegar a Perea o, incluso más al norte a Siria donde no existe ni siquiera presencia judía. ¿Se imaginan que esto hubiera pasado?  Dejemos a un lado las implicaciones históricas. Con las espirituales basta. No tendríamos Salvador. El mundo estaría literalmente perdido. Todos, condenados a una muerte eterna y, si alguien está pensando en la posibilidad de que Dios enviara a otro Jesús, olvídelo. Si el primer plan falló por el motivo que sea, entonces no fue perfecto y un nuevo plan dejaría de manifiesto que, Dios no lo es, en consecuencia, no puede ser Dios. Todo, en suma, estaría perdido.

Pero, afortunadamente, el final fue el que todos conocemos. El “consumado es” de Cristo nos salvó a todos y, hasta que el mundo deje de existir, la humanidad seguirá teniendo oportunidades y todo gracias a que Cristo decidió actuar con responsabilidad.

Entendamos la responsabilidad como la convicción interior que nos mueve para hacer las cosas que nos corresponden cumplan los demás o no, con las cosas que les corresponden a ellos.

Apliquemos esto a Cristo.

Si fue a la cruz es porque esa era su responsabilidad. Su estancia en la tierra solo tenía un propósito, obedecer las órdenes de su padre (Juan 6.38) y nada lo desviaría de eso. Si Judas no hubiese llegado, si los fariseos no hubiesen tramado nada, el día y la hora determinados por el Padre, Cristo hubiera estado en el monte de la Calavera aun cuando estuviera solamente él y, de ser necesario, se hubiera clavado Él mismo.

Esa fue la responsabilidad de Cristo, ¿Cuáles son las tuyas?

Ningún hogar, ningún altar se puede levantar sin responsabilidades. Cada quién debe hacer su parte para que altar exista. Un buen hogar, un espacio donde se sacrifican cosas a Dios y se demuestra su poder es un hogar donde hay cosas específicas que tú debes hacer y nadie puede hacerlo en tu lugar. Los hogares que son altares abandonados donde los padres esperan que los hijos hagan lo que deben hacer sin que esto pase, son altares en donde los padres no han hecho lo que deberían de hacer y por favor, esto no solo es comprar comida, ropa o pagar la renta.

Por eso en el mundo, Satanás trabaja en dos frentes; construir una sociedad donde no exista un padre o una madre o. donde estén, pero estén tan ocupados en sus privilegios que olviden sus responsabilidades y también, usa otra estrategia; construye hogares donde el padre o la madre desaparezcan en el momento en que la responsabilidad se enseña o, permite la formación de hogares donde padres fingen ser madres y las madres fingen ser padres pensando que, grandes cantidades de hormonas cumplirán con el rol que les corresponde en la enseñanza de las responsabilidades. Los hogares a medias con madres desgastadas por el daño que le hace a los hijos ser criados por abuelos ven como hijos desgastados, pierden su rumbo en la vida.

Padres. Identifiquen de la mano de Dios que es lo que les corresponde hacer a cada uno de ustedes y háganlo y que nada los detenga. No pasen la vida culpando a su pareja o a la sociedad o los malos tiempos que sus hijos viven o a la influencia que ellos sufren en sus escuelas. Dejen de buscar excusas para justificar el dejar de hacer lo que es su responsabilidad y que nadie más, recuérdenlo, nadie más podría hacer. No digan que la presión de hacer un patrimonio les hizo olvidar su encomienda. No se justifiquen diciendo que la necesidad de dinero les hizo enfocarse por más de 30 años en trabajar pensando que, su hogar los estaría esperando. No, no se justifiquen porque si voltean a mirar su altar destruido se darán cuenta que, poner la estabilidad económica por encima de la estabilidad espiritual es algo que tarde o temprano se termina por lamentar,

Satanás y el mundo, están destruyendo los altares y eso no debe asombrarnos. Siempre ha sido su trabajo. Debe asombrarnos que se lo estemos permitiendo. La identidad bíblica de lo que es un padre y de lo que es una madre ha sido secuestrada. Ahora el mundo nos dice lo que podemos o no hacer en nuestros altares. Grupos de poder nos están diciendo lo que está mal que hagamos o no con nuestros hijos. Nos obsesionamos tanto con la idea de proteger a los que amamos que tratamos de darles todo, de permitirles todo, porque finalmente, así con las cosas donde vivo y se nos olvida cuidarlos de ellos mismos. Nos sumamos a Satanás y al mundo y también hacemos nuestra parte para formar la siguiente generación de irresponsables. Dejamos a cada miembro de nuestro altar hacer lo que cada uno quiera y, finalmente, nos convertimos en una casa dividida contra sí misma y, el fundador de la familia nos advirtió que un hogar con esas condiciones no permanece (Marcos 3.25). 

Mi, parte, hacer mi parte, aunque los demás no hagan la suya.

Definitivamente, levantar altares no es para cobardes.

Unas palabras para los hombres. ¿Cuál es tu parte? La Biblia es clara. Con tu compañera de vida, debes mostrar amor y sacrificio (Efesios 5.29) hacer con ella lo que Cristo hace con la iglesia. Debes hacerla sentir amada, especial; sostenida con un apoyo que debe ser incondicional, a pesar de sus fallas, a pesar de sus imprecisiones. Tú eres el motor de la responsabilidad en tu hogar. Es tu encomienda. Una mujer que se siente amada y protegida no tendrá problema alguno en cumplir con lo que le corresponde. Con tu descendencia, debes darles dirección. Es tu responsabilidad ayudarles a que encuentren sentido en su vida, que puedan distinguir con claridad hacia donde tienen que moverse, que metas deben alcanzar y que, cuando lo logren, lo hagan de una manera como tú lo estás haciendo, con responsabilidad y sobre todo con honestidad. Todo esto, amado varón, no se logra a larga distancia, por control remoto o por Internet. Tienes que involucrarte con tus hijos y tu esposa, Abraza mucho, besa, acaricia, Ellos deben saber que eres una fuente fiel de amor que nunca se acabará.

La falta de responsabilidad expresada en el no involucrarte con los tuyos es un gran destructor de altares que, además, no permite que sean reconstruidos ya que nos pasamos todo el tiempo esperando a que alguien levante una piedra para entonces levantar la mía y así, el altar nunca se levanta. Empieza tú, siempre ha sido esa tu responsabilidad como varón.

Unas palabras para las mujeres. ¿Cuál es tu parte? Tú eres una valiente vigía. Tú eres quién tiene la capacidad de advertir las cosas que no están funcionando bien y avisarlo a tiempo. Eres quién educa, quién enseña lo que es bueno y lo que es malo. Debes ser la voz que advierta sobre lo que no debe hacerse y oponerte a ello. Tu amor no puede ser la excusa para la tolerancia excesiva. Cuando las cosas empiecen a parecer extrañas, cuando es claro que Dios está siendo dejado de lado, debes dar la voz de alerta. Ora por tu compañero de vida y míralo como alguien con quién compartes responsabilidades. No vuelvas a tu esposo el saco que llenas de quejas todos los días sobre lo que no hacen bien tus hijos. Tú no puedes dar dirección, esa es su parte. Tu parte es que, el camino hacia donde la dirección indique, esté lleno de las instrucciones correctas que tú, debes estar constantemente buscando en la Palabra de Dios, pero, por favor, entiende que, estás tratando con personas diferentes de ti. El hecho de que tu sientas frío no significa que toda la familia debe de abrigarse. Respeta el espacio de cada quién y déjalos crecer. Para eso fuiste salvada.

La falta de responsabilidad expresada como una tolerancia excesiva es un gran destructor de hogares que puede lograr que, te sientas ajena a tu hogar y si llegas a sentirte así, no lo cuidarás y mucho más rápido de lo que te imaginas, se echará a perder.

Vamos ahora con nuestra historia sobre responsabilidad.


La Mariposa Azul

Dos pequeñas niñas fueron a visitar a un hombre sabio que vivía cerca de su hogar ya que se enteraron que, podía responder cualquier pregunta. Llegaron con mucho entusiasmo y empezaron a presentar sus dudas: ¿Por qué el cielo es azul? ¿Cuáles son los caminos que sigue el viento? ¿Por qué no podemos ver el sol de día? Y, para su sorpresa, estas y muchas otras preguntas fueron contestadas. Salieron del lugar muy entusiasmadas, pero, una de ellas, le dijo a su hermana que, le gustaría poder plantear al sabio una pregunta que no pudiera contestar así que, le dijo a su hermana, pensaría en algo que pudieran hacer al respecto.

Al día siguiente, antes que amaneciera, la inquieta pequeña despertó a su hermana para decirle que había encontrado el reto perfecto para el sabio. Cazarían a una mariposa azul de las que tanto abundaban en el lugar donde vivían. Ya con la mariposa, irían a ver al sabio y ella, llevaría la mariposa entre sus manos, pero, de tal manera que, el hombre sabio no pudiera ver la condición del insecto. Ella, le preguntaría si la mariposa estaba viva o muerta. Si el sabio decía que viva, ella la apretaría con todas sus fuerzas y la mostraría muerta y si el sabio decía muerta, ella la liberaría demostrando que, en cualquiera de los dos casos, el sabio estaría equivocado. Así lo hicieron.

Ya estando frente al hombre sabio, y al terminar de hacer la pregunta del reto, este, les da una respuesta rápida y contundente: “Depende de ti, su destino está en tus manos”. La inferencia es obvia. En nuestras manos está la responsabilidad de que producir con nuestras acciones vida, o muerte. Tu mariposa, ¿está viva o muerta?

Y ahora, nuestra frase:



El precio de la grandeza es la responsabilidad
Winston S. Churchill

 

CERTEZA

Cosas que tienes que vivir y no dejar como simples intenciones.

La certeza se relaciona mucho con la seguridad interior, con la idea firme de saber hacia dónde debo dirigirme, pero, se diferencía de la seguridad en que esta, apunta a lo que sentimos por dentro mientras que la certeza, se refiere a lo que la seguridad provoca. La certeza es toda mi actitud, es la seguridad reflejada en mis gestos, en mi conducta y, en la Biblia, hay un pasaje que nos hará entender mejor qué es y cómo se manifiesta la certeza.



Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba,
afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
Lucas 9.51 

Notemos la frase: “afirmó su rostro”. El pasaje no solo se refiere al hecho de que Cristo haya mirado en dirección a la ciudad sagrada. No. Aquí hay mucho más.

Jesús entiende que, el momento de iniciar la etapa final de su ministerio que terminará en la cruz ha comenzado y, entonces, desde su interior, su seguridad le impulsa a mostrar en su exterior, certeza. Los que le rodeaban, los apóstoles más cercanos, las mujeres que formaban parte del grupo misionero, todos, miraron algo diferente en Cristo. Es más segura, más profunda. Sus gestos son mucho más firmes. Es el mismo Jesús de siempre, sonríe igual que siempre, habla con el mismo tono de voz de siempre, pero, en medio de esto, es claro que, hay una fuerza en su interior que le conduce hacia algún lugar, hacia alguna dirección que, en este momento, solo Él puede saber dónde es.

Todo este cambio en la actitud de Cristo estaba motivado por la seguridad de saber hacia dónde se dirigía y porqué. No olvides esto. A Cristo, lo movía su certeza, la plena certidumbre de saber qué hacer y lo que lograría gracias a eso, y lo que logró, estaremos de acuerdo que, nos sigue aun beneficiando a todos.

Los buenos hogares, los altares desde donde se ofrecen a Dios sacrificios que lo cambian todo y desde donde se elevan testimonios que impactan a los demás, son hogares donde quiénes los dirigen, o sea, papá y mamá tienen certeza. Son hogares donde los hijos pueden ver que existe un plan que se pretende lograr y ven claramente que, las acciones que se llevan a cabo, son para que el plan se cumpla sin importar el tiempo que esto tome. Esta clase de hogares desarrolla hijos que tienen metas y que, desde pequeños los vemos encaminados a una idea segura sobre su futuro, idea que, seguramente está incompleta o incluso será inalcanzable debido a su corta edad, pero, miren bien, ya existen metas en ellos, ya hay seguridad en sus pequeños corazones porque han sido guiados por adultos que tienen certezas.

Te pedí hace dos párrafos que no olvidaras algo. Te lo recuerdo: la certeza se alimenta de la seguridad de saber hacia dónde voy y porqué. Si estas dos cosas son el hilo conductor que nos puede llevar a cumplir nuestras metas, este, es un buen momento de preguntarle a los modernos constructores de altares varias cosas:

¿Podrías describir que proyecto de vida tienen como hogar?

¿Qué metas materiales esperan alcanzar a corto, mediano y largo plazo?

¿Qué metas espirituales esperan alcanzar a corto, mediano y largo plazo?

¿Cuáles son tus metas de vida como varón?

¿Cuáles son tus metas de vida como mujer?

Su hogar, ¿les brinda las condiciones para alcanzar estas metas?

¿Para qué están luchando para tener un mejor patrimonio?

¿Por qué se congregan con otros cristianos para adorar al Señor?

¿Por qué consideran la Biblia como una guía confiable para su vida?

¿Por qué se casaron?

¿Las respuestas de ambos son semejantes?

¿Hay certezas de vida diferentes?

Entonces, ¿Hacia dónde se dirigen? 

Los constructores de altares saben hacia donde van y porqué van en esa dirección. Ustedes, ¿saben hacia dónde van?  Si no es así, entonces, su hogar solo sobrevive, unido de milagro. Salen como familia a comer a algún buffet, viajan en vacaciones para conocer un nuevo destino o un nuevo país. Celebran sus cumpleaños rodeados de gente, pero, no hay dirección, no hay un plan de vida y cuando no se tiene eso, terminamos perdidos. Por eso es que, los hogares sin certeza, son hogares donde sus miembros viven en permanente confusión, confusión que ni siquiera con la presencia de Dios se resuelve porque, Dios da las instrucciones precisas, pero, si los constructores de altares no las siguen, el destino nunca será el correcto. Por eso abundan los altares, o sea, hogares donde la siguiente generación de personas en su juventud, no tiene ni idea de lo que quiere ni idea de hacia dónde quiere llegar en la vida y mucho menos, sabe cómo lograrlo. Así de importante es la certeza.

Pensemos positivamente. Pensemos en un hogar donde los constructores de altares tienen colocada la piedra de la certeza en el sitio correcto; muestran una plena certidumbre de lo que quieren y como lo lograrán y sobre todo, están plenamente conscientes de que Dios debe ser el capitán en el barco que se está navegando. Han entregado el timón a quién tiene dominio sobre las olas del mar. Se han refugiado en la Biblia y han encontrado en ella un manual para poder corregir los hábitos y actitudes que desvían las cosas del plan que Dios tiene para sus vidas. Esto, ¿en qué ayuda a nuestros hijos? en que alrededor de ellos, se levanta un entorno de confianza.

Hablamos de hogares donde los hijos creen en sus padres, confían en ellos al grado de estar dispuestos a confiarles su corazón porque saben que, sus padres no los lastimarán, por el contrario, los ayudarán a llegar al mejor sitio posible. Hablamos de hijos que, a pesar de lo difícil que sean sus experiencias de vida, preferirán pasar por la intimidante experiencia de la confesión con sus padres a seguir sufriendo consecuencias. Los altares donde hay certeza, atraen a la gente, la hacen acercarse a Dios, no la alejan de Él. Por eso, cuando el profeta Elías convocó al pueblo a la construcción del altar donde retaría a los profetas de Baal todo el pueblo respondió al llamado (1 Reyes 18). Elías era una imagen que daba certeza. Quién miraba a Elías sabía con total seguridad que ese hombre tenía la certeza sobre lo que hacía y porqué lo hacía. Por eso, el pueblo llego por multitudes. No, ellos no fueron llevados ahí por el llamado de Elías, fueron llevados ahí por la certeza con la que vivía este profeta.

Cuando un constructor de altares vive con certeza, convoca a los suyos y los suyos responden, porque tienen la confianza de que serán dirigidos en medio del valle de sombras de muerte a pastos delicados donde podrán descansar. Los tuyos, ¿responden a tu voz?

Unas palabras a los varones. Por la formación cultural mayormente, el varón crece con la idea de que si algo debe tener es certeza, para el hombre es una especie de competencia mostrar la certeza de que sabe todo sobre todo lo que le rodea. Entre varones, cuando se están dando opiniones sobre un tema, el de carácter más fuerte habla con certeza de las cosas y los demás, silenciosamente asienten o agregan algo que apoye el punto de vista del que está hablando pero, en el fondo, lo están ignorando o no le dan el más mínimo crédito por lo que dice porque, para cada uno de los hombres en esa conversación, en su mente, ellos tienen la razón sobre el tema en cuestión pero, mejor se quedan tranquilos gobernando su mundo de juguete personal. Diríamos que, en sí, el problema de la mayoría de los hombres no es la falta de certeza, sino que, la seguridad que impulsa su certeza no está en los fundamentos correctos.

Amado varón. No construyas tus certezas sobre la arena del mar. Busca un fundamento firme y no hay nada más firme que la Palabra de Dios. Es la única información que no fallará y que al final, siempre demostrará tener la razón sobre cualquier cosa. En cada área de tu vida, ubica un pasaje de la Biblia que sostenga tus puntos de vista y entonces, tus puntos de vista serán realmente importantes porque estarán basados en los puntos de vista de Dios. La falta de certeza expresada en una seguridad sin fundamentos es un destructor de altares porque te hace perder autoridad ante los tuyos ya que, se supondría que si alguien en el hogar se debe mostrar con certeza eres tú.

Unas palabras para las mujeres. En una aberración lamentable de la cultura, al contrario del hombre, se ha hecho creer a la mujer que, sus certezas no están a la altura de las certezas de los hombres y, por ende, por todos lados se les presiona para que, sus certezas se levanten sobre las certezas de alguien más que, por supuesto, debe ser un hombre. En medio de esto, se dan situaciones donde la mujer logra el equilibrio suficiente para ser como hija de Dios, independiente a su esposo e hijos y tener su propia relación espiritual donde ella alcanza sus propias metas para agradar a Dios, pero, esto, no es una generalidad lo que nos lleva a un problema, la dependencia de certezas. Mujer, si vas a construir altares, solo puedes tener una fuente de influencia y esa debe ser la voz de Dios. Otras voces complementan, enriquecen, ayudan y deben ser tomadas en cuenta, pero, solo la voz de Dios debe guiarte. Sumérgete en la Biblia para que veas con claridad hacia donde apunta la brújula espiritual de la voz de Dios, Por otro lado, ten cuidado de entender bien algo. Debes ser fuente de certeza para tus hijos, o sea, ellos deben depender de ti y no tú de ellos. Tus hijos son una fuente de felicidad, de alegría, pero, completa, solo lo estás en Cristo (Colosenses 2.10). Si tus hijos se dan cuenta que te controlan, nunca podrás ser una guía para ellos.

La falta de certeza expresada en poner tu confianza en alguien diferente a Dios es un gran destructor de altares porque, te desliga de la perfecta fuente de seguridad que es Dios. Hacer que tus certezas dependan de algún ser humano te pone en un gran riesgo porque, más tarde o más temprano, quién sostiene tu certeza te va a fallar.

Todos los seres humanos fallamos y, ¿Qué va a pasar cuando la persona en que confías te falle? Si, seguramente quedarás destruida, tanto que, no tendrás tiempo para construir altares cuando todo tu tiempo lo tienes que usar para poder juntar los pedazos en los que terminó quebrada tu vida. No lo permitas.

Compartimos ahora, una historia sobre la importancia de la certeza.


El bordado de Dios 

Un niño pequeño acostumbraba a sentarse a los pies de su mamá para verla bordar para tratar de adivinar cual era la imagen que estaba construyendo ya que desde su posición le costaba mucho trabajo identificarla. Adivinaba una cosa y suponía otra. Con cada nuevo hilo que se añadía al diseño el creía saber con certeza que se estaba construyendo y nada, el nuevo hilo se llevaba su suposición y tenía que empezar con una nueva hasta que, la impaciencia propia de la infancia se lo llevaba a jugar a otro lado.

Después de varias horas, su madre le llamaba y entonces, le subía a su regazo y, extendía ante él la tela con el diseño por fin terminado y entonces, ahora sí, todas las suposiciones desaparecían porque, ese pequeño podía finalmente ver la imagen real, la que desde su perspectiva no existía, pero, desde la perspectiva de las hábiles manos de su madre había estado ahí desde el principio solo esperando que ella, le diera forma.

Años después siendo ya un hombre y persona creyente, este varón pudo entender lo que debe ser la certeza para el cristiano. Desde nuestro punto limitado de vista, nunca podremos ver el diseño completo de la vida que Dios tiene para nosotros, pero, si nos subimos a su regazo, si podemos pensar como Él piensa, podremos tener la certeza de esperar el tiempo y las condiciones que él decida porque el diseño de lo que Dios quiere podremos verlo claro. Añado que, no hay mejor lugar para subirse al regazo de Dios que leer la Biblia todos los días.

Cerramos con nuestra frase sobre la certeza:



La esperanza no es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido salga como salga
Vaclav Havel

 

FIRMEZA

Cosas internas que sostienen la estructura externa.

Cuando algo resiste las peores condiciones sin deformarse, sin cambiar, decimos que tiene firmeza. Es común que, en muchas zonas del planeta donde hay tornados, se construyan sótanos en las casas que, al tener su estructura hacia el interior del terreno, ofrecen mayor firmeza que la estructura de la casa que recibe de frente la fuerza del tornado. En consecuencia, son el refugio ideal cuando las condiciones son peligrosas.

Cuando los constructores de altares tienen firmes certezas que se han alimentado de las correctas responsabilidades, deben iniciar su proceso de construcción y, en todo proceso en que se busque hacer la voluntad de Dios, siempre habrá oposición que puede venir del lugar que menos esperamos y, para enfrentar la oposición se necesita firmeza; por eso, la firmeza es el resultado de una buena certeza y una buena responsabilidad.

Para entender mejor la firmeza, vamos a mirar a Nehemías el constructor no de altares, pero sí de murallas. Toda la historia de Nehemías se encuentra en el libro de la Biblia que lleva su nombre el cual es un canto a la firmeza. Ni siquiera quisiera enviarte a un versículo específico de este libro. Léelo todo. Te aseguro que te sumergirás en una aventura de lucha contra la oposición.

Previamente a Nehemías, la destruida ciudad de Jerusalén ya ha visto levantarse de las ruinas el templo judío y ha visto como los cultos del mismo se han reiniciado. Al parecer, el pueblo de Dios se levantará una vez más de otro juicio de su Señor pero, necesita protección y esa protección, la tenía que construir Nehemías en forma de murallas y puertas alrededor de la ciudad, una obra titánica de varios kilómetros de longitud que requería el traslado de las piedras desde las canteras, la adecuación de las mismas, el subirlas al lugar de la muralla que ocuparían y el revestimiento de los muros. Nada fácil. Había personas que, tenían el conocimiento de construcción, otros podían hacer mediciones para el trazado de los muros y había quiénes sabían preparar los materiales para construir, pero, los obreros, la mano de obra que haría el trabajo se llevaría a cabo por cientos de peregrinos convertidos apresuradamente en albañiles y, para colmo, se levantó contra Nehemías una feroz oposición.

Si lees el libro verás cómo los enemigos de Nehemías lo intentaron todo, desde la confrontación pública usando burlas, hasta el intento de introducir gente extraña entre los constructores que los desanimaran o que, incluso intentarán matarlos  y, siguiendo la línea de ese adagio boxístico que dice: golpea a la cabeza y el cuerpo caerá solo, intentaron la forma de matar al propio Nehemías, pero, como podemos leer en la Biblia esto no sucedió porque Nehemías, supo convertir la firmeza de su interior en ánimo que le hizo saber al pueblo que estaba bajo su mando que, él estaba hablando completamente en serio cuando decía que los muros se tenían que terminar en el menor tiempo posible.

Oh si, Nehemías hablaba y el pueblo, le creyó.

Cincuenta y dos días dice la Biblia (Nehemías 6.15) tardó la construcción. Obreros bañándose sobre el muro, comiendo de prisa, mujeres y niños ayudando a construir la parte del muro que estuviera frente a los que eran o serían sus hogares, obreros cargando por igual las herramientas de construcción, así como las espadas por si alguien intentaba atacar, gente durmiendo amontonada en el muro que se construía para que, al despertar continuaran con la labor. Cientos de mujeres fatigadas que aun sin fuerzas no paraban de preparar los alimentos para mantener de pie al ejército que, mañana, tarde y noche no paraba de construir, todos y cada uno de los que participaron en esa obra, participaron también de la firmeza de Nehemías.

Mientras tanto, los enemigos, la oposición solo pudo quedarse mirando la edificación de la obra impulsada por Dios sin poder hacer nada. Dia tras día tuvieron que guardar su resentimiento para un mejor momento. Sus caras de asombro podrían resumir bien el interior de cualquier persona que enfrenta la firmeza de un auténtico siervo de Dios cuando este se concentra en realizar aquello para lo que fue llamado.

Ahora, tenemos que aplicar esto y creo que, nos llevará a pensamientos algo incómodos.

Un constructor de altares no puede hacerlo si no tiene firmeza. La firmeza es vital para que el altar termine completamente edificado de acuerdo al modelo que Dios desea. Si eres padre y deseas que tus hijos se muevan en torno a la voluntad de Dios debes tener firmeza. Si dices que algo pasará si tus hijos no obedecen lo que tú dices (que debe ser en la disciplina y amonestación del Señor) y ellos no cumplen. lo que dijiste que pasaría, debe pasar y se debe mantener así por el tiempo que tu dijiste. No hay firmeza en el padre que debe disciplinar por una hora y a los veinte minutos ya no soporta ver la cara sufriente hijo que perfectamente ya aprendió a mostrar dolor porque con eso, rompe la firmeza de papá o de mamá.

Tu altar no es firme si te comprometes una vez por semana a orar con toda tu familia y en cuanto llegas cansado del trabajo, rompes el compromiso. Tu altar no es firme si tomas la decisión de actuar más espiritualmente con tu esposo y a la primera en que él te falla, tus emociones te vuelven a controlar. No tienes un altar firme cuando haces hasta lo imposible por llegar temprano a tu trabajo, pero no tienes problemas en llegar tarde a la iglesia. No presumas de firmeza en tu altar cuando no desaprovechas la oportunidad de querer controlar la vida de tus hijos cuando tú no cedes a Dios el más mínimo control sobre la tuya. No juzgues tu altar como superior al de otros porque el tuyo aún se mantiene en pie y otros han caído cuando nada más basta escuchar la forma en que tus hijos te hablan sin respecto para saber que el tuyo, está a nada de venirse abajo.

¿Se imaginan a Cristo haciendo caso de las recomendaciones de Pedro de las que hablamos en otro capítulo para cuidar su vida y no ponerse en riesgo? ¿Se imaginan a Noé decidiendo ignorar las órdenes de Dios de construir un arca?  ¿Imaginan a Pablo el apóstol cediendo a las lágrimas de los ancianos de Éfeso rogándole que no fuera a Jerusalén? ¿Se imaginan a Jael dudando mientras sostiene en su mano el martillo con que asestará un golpe en la sien de Eglón que duerme a centímetros de ella? ¿Se imaginan al hombre de Dios sintiendo miedo ante la realeza de Jeroboam a quién tiene que amonestar? ¿Se imaginan a Cristo pensando en mejor no decir la palabra “zorra” para referirse a Herodes por temor a que eso le traiga consecuencias?

La firmeza sostiene toda la estructura de la Biblia y la Biblia debería sostener tu firmeza y. de que firmeza entonces podemos hablar en tu vida si, seguramente, no podrías localizar sin ayuda muchos de los episodios de la Escritura que acabo de referir.

Unas palabras para los hombres. La firmeza nos viene bien, es un leguaje que le agrada a los hombres. Nos gusta que nos digan las cosas directamente y muchas veces hasta insensibles somos para poder expresar lo que pensamos. La firmeza parece una convicción que mueve muy bien a los hombres y, no es solamente una suposición. Es una realidad. Los hombres nos sentimos cómodos sintiendo seguridad, el problema es que, para un hombre, la seguridad es algo que él debe enseñar y los demás a obedecer pero que él, nunca va a obedecer. Si como hombre quieres levantar un altar donde Dios haga milagros y sea un testimonio tienes que convertirte en un hacedor de las cosas que tanto te gusta enseñar. ¿Te gusta la firmeza? Vamos a usarla. O dejas de ser un hipócrita que mantiene sus hábitos pecaminosos en práctica o Dios te va a disciplinar de la manera más dolorosa que puedas imaginar. Tú decide. ¿Te gusto la firmeza de esta sentencia?

La falta de firmeza expresada en una fragilidad de carácter que permite a cada quién hacer lo que quiera en tu hogar es un destructor de altares y, en cada hogar donde el hombre no tiene firmeza en las cosas espirituales, donde permite a la esposa que ella decida cuando él debe servir, cómo debe hacerlo y en que horarios; en donde a la vista de todos los hermanos es manifiesto que tus hijos están pecando sin que pongas freno a ello, hace que tu altar esté hecho pedazos y donde, alrededor, hay obviamente vida despedazadas que, la mayoría de las veces por fuera se ven fuertes y seguras. En casos así, no importa cuánto se oculte el altar, siempre será pública su verdadera condición. No olvidemos que, los altares son sitios desde donde se da testimonio sea este bueno, o malo.

Unas palabras para las mujeres. Aunque nos parezca increíble, una mujer tiene más firmeza que un hombre. Cuando una mujer en función de lo que cree es correcto decide decir que “no”, no existe truco, acción, baile, grito o regalo que logre que lo cambié por un “si”. Imaginemos lo que esto puede provocar cuando una mujer compromete sus “sí” con las cosas que Dios manda. Pasan cosas extraordinarias. Entonces, ¿Por qué en lo general, vemos tan poca influencia de la mujer para levantar altares firmes? Porque su firmeza dura lo que dura la estabilidad de emociones en momentos de crisis, o sea, muy poco. Es importante mujer de Dios que construyas en tu interior una fortaleza en donde coloques las cosas que agradan a Dios y las mantengas al margen de todas tus emociones, estas deben tener prohibido entrar ahí y creo que entiendes que de lo que estamos hablando no es de tus emociones en sí sino de tus emociones carentes de control. Y mira que, pedirte que derrotes tus deseos de consentir de más al hijo rebelde o ya no dar más ayuda al hijo desobligado es algo que pocas mujeres pueden hacer, pero, los constructores de altares con su firmeza puesta en Dios, lo hacen sin ningún problema.

La falta de dominio emocional expresado en la tolerancia de pensamientos no consagrados es un gran destructor de altares porque, si solo vives para construir el altar de Dios al gusto de tu esposo, tus hijos o tu madre que por cierto destruyó el suyo, entonces tendrás un altar deforme y débil, que terminará cayendo a tierra porque no soportará el peso de los sacrificios que tienen que ponerse sobre él. Los alteres se edifican al gusto de Dios, no al gusto de tus emociones.

¿Y cuando los constructores de altares van en direcciones contrarias? Si identifican algo como la voz clara de Dios, respondan a ella aun cuando el otro constructor no quiera y el resto, déjenlo a Dios. Si tu esposa ahora no quiere ir a la iglesia por el motivo que sea o viceversa, levántate temprano, cambia a tus hijos y vete a la iglesia. Sé firme. Muestra un poco de respeto a quién es tu verdadero Señor y que no es quién duerme contigo.

¿No quieres la tensión de estar lidiando en la semana con la esposa o esposo que se enojó porque te vas solo a la iglesia a ponerla en evidencia? Pues, no tienes ni idea de lo que es lidiar tan solo un día con Dios cuando decida enseñarte a poner firmeza en tu vida. No te arriesgues.

Que una historia nos ayude a entender mejor la importancia de la firmeza que debemos tener en lo que creemos y como manifestarla correctamente.


Enemigos destruidos

Se cuenta que, un emperador chino conocido por su sagacidad recibió la noticia de que en una provincia lejana de su imperio, algunos de sus militares se estaban sublevando así que, advirtió a sus generales: “Vamos a esta provincia porque he decidido destruir a mis enemigos”. De inmediato, su ejército marchó y, en el trayecto, los generales se preguntaban de qué manera el emperador terminaría con sus adversarios. Cuando llegaron a la provincia, el emperador se dirigió específicamente a los señalados como rebeldes y se sentó con ellos a charlar sin que estos supieran a lo que había ido. Los escuchó, comió con ellos y la comida se volvió en horas y horas de risas que terminaron en abrazos. Los generales al final del día desconcertados se acercaron al emperador a cuestionarlo y le dijeron: “Su majestad dijo claramente que, iba a destruir a sus enemigos entonces, ¿Qué fue todo eso que vimos?”. El emperador les dijo: “Cumplí mi misión, he destruido a mis enemigos porque ahora ya son mis amigos”.

Y nuestra frase sobre la firmeza dice así:



Endurecerse sin perder la ternura, jamás
Ernesto “Che” Guevara



ENTROPÍA

Cosas que transmites a los tuyos no solo cuando hablas.

La palabra “entropía” es uno de los conceptos más conocidos en el mundo de las ciencias físicas y se refiere al hecho de que, mientras transcurre lo que hemos aprendido a llamar tiempo, las cosas pasan de una condición de mayor organización a una condición de menor organización, del orden al caos, de un Sol que en el espacio quema millones de toneladas de hidrógeno a un Sol que cada vez se hace más pequeño y no recupera el combustible que ha perdido. Si eres un apasionado de las ciencias físicas y creyente en Dios, te remito a mi libro: “Dios y la física fundamental” porque lamento decir que aquí no hablaremos de la entropía en el sentido de las ciencias físicas.

Aquí, hablaremos de la entropía en lo que significa la palabra y que es “evolución” y no es la teoría de que el hombre desciende de un mono, no, entropía es el desarrollo de nuestras capacidades, es adaptarnos a nuestro entorno para poder crecer en el mismo y lograr las mejores cosas posibles; es desarrollarnos para ser cada vez más una mejor versión de nosotros mismos, es lo que la Biblia llama “santificación” (Romanos 6.22).

Cómo sucedió con Napoleón Bonaparte, general francés que, en el siglo XIX revolucionó la guerra. ¿Y por qué lo logró? Porque fue entrópico. No se quedó estancado en una idea, fue más allá de lo que se creía en su tiempo.

En los días de Napoleón la guerra era un asunto un tanto de honor. Los ejércitos se asentaban en el campo de batalla, establecían la base desde donde recibían municiones y alimentos y en campo abierto, ponían su formación de guerra y atacaban de frente al ejército enemigo que se presentaba de la misma manera. No había estrategia, solo el choque de dos fuerzas donde, el que tenía más fiereza prevalecería en la batalla y entonces, llegó Napoleón a cambiarlo todo.

Dotó a cada soldado de sus propias provisiones que le acompañaban por medio de una mochila a sus espaldas así, cada soldado podía moverse con libertad y no requería tener que ir a la base para recargar sus municiones; esto, permitía diferentes formaciones del ejército que, podían sin problema modificarse sobre la marcha. Para cuando Europa reaccionó, Napoleón ya tenía el dominio sobre la mayoría del continente y todo gracias a la entropía, la renovación constante, la modificación de los pensamientos previamente aprendidos.

La entropía inevitablemente nos lleva a la idea del cambio y el cambio, es algo que, la mayoría de los seres humanos nos resistimos a hacer. ¿Por qué? Porque en muchas ocasiones, como personas, logramos llegar a ciertas condiciones mínimas donde nos sentimos seguros, donde no necesitamos arriesgarnos y por ende, no tenemos la posibilidad de ser lastimados o de perder lo que hemos obtenido así que, echamos raíces en ese espacio y nos quedamos mentalmente a vivir ahí por mucho tiempo y cuando algo nos pide que hagamos otra cosa, que nos volvamos a arriesgar para poder tener una mejor condición de vida, de inmediato decimos no.

Hemos llegado a una zona de comodidad de la que no queremos salir. Le hemos cortado las alas a nuestro sentido de entropía que nos fue dado para ser mejores y acceder a mayores bendiciones. Esto, puede estar más cerca de ti de lo que imaginas. Veamos algunos ejemplos.

La persona que a la mitad de su vida tiene lo mínimo necesario en un trabajo donde le pagan poco y lo tratan peor y, cuando se le ofrece otra posibilidad de empleo pone todos los “peros” para aceptar. Argumenta que no sabe hacer lo que le requieren en el trabajo, pero, obviamente lo puede aprender. Dice que, el horario no le conviene, que no conoce el rumbo donde trabajará. La realidad es que, su sentido de seguridad lo tiene tan esclavizado que no puede romper con él. Es lo mismo que le pasa a la persona en pobreza material que recibe ayuda para cambiar de condición y entonces, dice que no, que prefiere seguir pensado como pobre y esperar a que alguien más llegue a ayudarle porque, lucrar con la piedad le resulta tan cómodo que, argumenta incluso que, extendiendo la mano, obtiene más que poniéndola a trabajar. Ha enmudecido su sentido de entropía.

Es lo mismo que pasa con el cristiano que, por muchos años se ha adaptado tanto a la seguridad que le ofrece congregarse un solo día a la semana que no se siente cómodo atreviéndose a hacer algo diferente. Si se le pide servir en otra cosa, no acepta. Si se le pide involucrarse en un ministerio visitando enfermos, su trabajo no se lo permite. Si se le pide un dólar más para ayudar a alguien necesitado tiene que cubrir sus compromisos. Mentira, la realidad es que no quiere abandonar su seguridad, mejor déjenme aquí, piensa, donde se siente uno tan bien sin hacer nada más allá de lo necesario. Por eso mismo motivo puedes pedirles a líderes de iglesia que se atrevan a hacer actividades que nunca han intentado y te mandan a orar cien años para esperar respuesta de Dios porque su entropía ha muerto y aunque admiten la necesidad espiritual que existe, no quieren abandonar la seguridad que sienten dando órdenes a una congregación que, no los sigue, los soporta.

Imaginemos ahora altares sin entropía. Hogares donde los padres no hacen ningún intento de involucrarse de ninguna manera con sus hijos porque con lo que hacen, logran que sus hijos estén en sus habitaciones sin que les den problemas. Si supieran los problemas que vienen con lo que están haciendo silenciosamente en ellas. Altares donde hace años se dejó de abrazar y besar a los hijos “porqué ya están grandes” ignorando que, cualquier muestra de cariño que me impulse a ser mejor siempre será necesaria. Los matrimonios que no se toleran, pero no se separan, que se quejan con quién los quiera oír en sus crisis para después estarse abrazando y besando como si nada pasara. Entropía silenciada, altares mudos, nulo desarrollo, transformación muerta.

Con esto de contexto, nos daremos cuenta porqué Dios habla en su Palabra tanto de la necesidad de ser mejores cada día, entrópicos. Dios nos pide buscar mejores ideas que renueven lo que hay en nuestro interior (Romanos 12.2), nos pide que solo en nuestra mente demos lugar a pensamientos que nos acerquen a lo que Él es (Filipenses 4.8). Nos invita a dejar de lado todas las cosas que no pertenezcan a su reino (Romanos 13.12) asumiendo que estas nos alejan de la mejor versión de nosotros mismos; nos remarca que, tenemos la capacidad de pensar diferente (1 Corintios 2.16), nos anima a que vivamos de acuerdo a las reglas que rigen las cosas buenas, las espirituales (Gálatas 5.16) y la lista de citas de la Biblia sigue y sigue y, no es casualidad. Nuestro Hacedor sabe lo fácil que es para nosotros movernos hacia la seguridad, hacia la tibieza.

No se construyen altares cuando no sentimos necesidad de ellos.

Cuando solo tenemos un altar donde nos adoramos a nosotros mismos, ¿Para qué construir un altar donde adoraremos a alguien más?

Unas palabras a los hombres. El sentido de la seguridad es, una de las tres cosas que los varones tienen más establecidas en su mente. Somos atrevidos para alcanzar una meta como, por ejemplo, conquistar a la mujer que amamos, pero, somos cobardes para seguirla conquistando cuando ya está a nuestro lado. Recuerda, eres un constructor de altares, no debes confórmate. Tu vida matrimonial cambia con el tiempo, la forma de relacionarte con tus hijos cambia con el tiempo lo que significa que no puedes seguir siendo el mismo que eras cuando te casaste o cuando cargaste por primera vez a tus hijos. Pórtate como verdadero varón y asume el reto de seguir luchando por ser la mejor versión de ti mismo; estudia la Biblia, ora con constancia, asiste a las reuniones, lee un buen libro cristiano, relaciónate con varones que siempre estén intentando hacer cosas diferentes (no siempre serán tus líderes) ya que son personas que han decidido romper la mediocridad y dejar libre su entropía por lo que, te enseñarán a ser mejor cada día.

La falta de transformación expresada en el deseo de vivir siempre en una zona de comodidad sin atreverse a salir de ella es un gran destructor de altares ya que, un padre que no es entrópico, enseña a sus hijos a pesar en pequeño, no en grande y, muchas veces, a ni siquiera pensar. Si un ciego puede llegar a guiar a otro ciego, aquí hablamos de mediocres espirituales que engendran una nueva generación de mediocridad.

Unas palabras a las mujeres. Las mujeres tienen la facilidad de desatar su entropía más rápido de lo que lo hace un hombre, pero, tienen la desventaja de que, prestan demasiada atención a lo que llega a sus oídos y, permiten que esto marque las pautas de su transformación interior. Recuerda mujer. Tú eres lo que Dios dice que eres. No eres lo que te dijo tu padre o tu madre, o tu esposo o tus hijos en los momentos difíciles. Tú eres lo que dice tu Hacedor que eres. Por favor, créelo. Eres una hija de Dios, redimida, perdonada. No importa lo que haya en tu pasado, este ya fue perdonado por Cristo quién es el único con derecho eterno de juzgarte así que, tu futuro depende únicamente de ti, y, ese futuro constrúyelo pensando en tu propia felicidad. Claro que tienes que hacer a tus hijos felicites bien, pero no olvides tu felicidad. Que tu esposo debe sentirse apoyado por ti, es verdad, pero no olvides tu realización personal, no descuides tu relación con Dios y esta, no la debes tener a la sombra de la relación que él tiene con Dios incluso si él es líder cristiano. Como matrimonio ciertamente tienen un llamado en conjunto, pero, por atender este no olvides tu llamado personal. Con el primero sentirás tu realización como esposa, con el segundo sentirás tu realización como sierva de Dios y ambos deben ser igual de importantes para ti.

La falta de transformación expresada en la negación a realizarte espiritualmente impide a tus hijos vivir de acuerdo a los mandamientos de Dios. No le cierres la posibilidad a tu iglesia de conocer a la mujer transformada que tú puedes llegar a ser, déjalos disfrutar del servicio santo que, en el nombre del Señor les puedes ofrecer. Y nunca permitas que, dentro de tu entorno espiritual la envida te diga que es lo que puedes y no puedes hacer. Construye tu altar, pero, que sea un altar cambiante, que cada día se transforma en algo mejor. La sociedad quiere a las mujeres con toda clase de cadenas. Dios, las desea libres.

Pero, es también importante que no olvides que, como mujer de Dios formas parte de un plan donde tú haces tú parte que, sumada a la parte que hace tu compañero juntos logran que el altar de su hogar tome forma. No usurpes la función de tu esposo, eso nunca da buen resultado. Ora por él si no quiere ejercer su entropía y la tuya, échala andar. En poco tiempo crearás un ambiente tan dinámico que lo terminarás moviendo a él aunque parezca que no tiene esperanza.

Y nuestra historia sobre entropía dice así:

 

La piedra dentro del agua

Un creyente, se sentía decepcionado de sí mismo porque sus propósitos de ser mejor persona más tarde o más temprano terminaban en desastre por lo que, busco un consejero que le dijo lo siguiente.

Todo cristiano es como una roca dentro de un río que tiene agua que fluye todo el tiempo alrededor de él. El agua es el poder transformador de Dios que fluye todo el tiempo dándonos la posibilidad de empaparnos y tú, eres esa piedra, le dijo. Si sacas a la piedra del río, y la partes en dos, te darás cuenta que, se mantiene seca por dentro, o sea, está rodeada del poder transformador de Dios, pero, se resiste a dejarlo entrar así que, mi querido hermano, el problema no está en tu congregación o en el poder de Dios, el problema está en ti. No te transformas porque no quieres hacerlo. Puedes hacerlo y con ganas te lanzas a servir, pero, como el poder de Dios te tiene que mojar por dentro y eso no te gusta, empiezas a resistirte hasta que, rompes con la influencia de Dios para seguir siendo el mismo así que, antes de cualquier otra cosa, ora y dile a Dios: “puedo ser mejor pero no quiero y como no estoy en este mundo para hacer mi voluntad sino la tuya por favor dame el querer como el hacer y muéveme a pesar de que en mi interior no lo deseo. He comprendido que, lo que tu hagas será lo mejor para mi vida”.

Tiene razón el consejero. Eso pasa muy seguido.

Y nuestra frase sobre la entropía dicta así:

 


Se trata de un camino donde uno se construye a sí mismo.
Yo encontré que ese camino era común en muchas culturas.
Desde la más remota antigüedad, diferentes escuelas enseñaron veladamente
la única libertad posible para el hombre:
su transformación voluntaria.
René Rebetez

 


MOTIVACIÓN

Cosas que solo pueden nacer en un corazón tocado por Dios.

En la Biblia podemos encontrar varios ejemplos de relación entre servidores de Dios que fueron tan fructíferas que, un siervo fiel logro el desarrollo de otro igual de fiel que se mantuviera en la misma línea de trabajo para con Dios. Por ejemplo, podemos pensar en Eliseo, el profeta que, recibió la doble porción del espíritu que residía en su mentor Elías o en Timoteo, el joven que, de mano de Pablo a corta edad creció espiritualmente tanto que, se le pudieron encomendar labores tan delicadas como ser maestro de líderes y formador de ancianos de las nuevas iglesias cristianas que iban naciendo y estos ejemplos u otros semejantes, no podrían haber existido si los aprendices no hubiesen tenido la correcta motivación de parte de sus maestros.

Cuando hablamos de motivar, pensando en esto como la forma de dar impulso a una persona para realizar algo, de inmediato viene a nuestra mente la idea de discursos expresivos, palabras fuertes y directas, elaboradas reglas de conducta con las que al final el aprendiz termina dándose cuenta que, su maestro le fue formando mientras este pensaba que solo perdía el tiempo y cosas semejantes a estas, o sea, cuando hablamos de motivación de inmediato nos centramos en la idea de algo externo que llega a nosotros para que, cumplamos con nuestra tarea pero, recuerda que, en “Las Piedras del Altar” estamos reflexionando en cosas que están en tu interior, que residen en ti, en cosas que tu meditas y las conviertes en acciones así que, es importante que entiendas que, los constructores de altares deben tener la mejor motivación interna posible que, se enriquece con la externa que, los buenos siervos de Dios nos pueden dar.

Interesante detenernos a pensar: ¿Cuál será la mejor motivación interna?

Un cierto día, una cadena televisiva de deportes se dio a la tarea de entrevistar a quién es considerado uno de los mejores entrenadores de box de la historia, el mexicano Ignacio Beristaín. Durante la entrevista, la conversación giró para hablar de uno de sus mejores y más famosos boxeadores llamado Guadalupe Pintor (lo sé, si no eres aficionado al box no tienes ni idea de quién fue, pero fue muy buen boxeador) y en esa parte de la entrevista surgieron anécdotas, historias y muchos detalles que, este entrenador vivió cuando tuvo a este boxeador bajo su influencia. El punto en que me quiero concentrar es que, durante la entrevista se le preguntó a Beristaín acerca de cuál era la motivación que había llevado a Pintor a ser el gran boxeador que fue.

La respuesta de Beristaín fue casi inmediata: “El hambre”. Él dijo que, cuando el boxeador llegó a su gimnasio a entrenar no tenía para comer así que el hambre lo llevó a buscar en el box la posibilidad de poder ganar dinero para que comieran él y su familia. Era eso o, meterse a actividades criminales y no lo quería hacer.

El hambre. ¿Quién lo hubiera pensado?

Pero, en realidad, eso tiene mucho sentido.

El instinto más desarrollado que cualquier ser humano tiene por encima del comer o del dormir es el instinto a sobrevivir, a continuar existiendo y, en muchos países con condiciones económicas precarias, el deporte de alto rendimiento ofrece la posibilidad de, en corto tiempo, poder acceder a sumas millonarias de dinero que, no solo matan el hambre, sino que, además permiten tener cosas que nunca los aspirantes a deportistas profesionales hubiesen imaginado. Qué usualmente la llegada de este dinero termina con su motivación hasta en muchos casos hacerlos terminar en la pobreza y la adicción eso ya es otro tema que no analizamos en este espacio. Aquí, deseamos que se piense en el hecho de que, al ya no existir el hambre, la motivación se pierde y el esfuerzo se evapora.

No hay mayor motivación interior que el hambre, que la necesidad de sobrevivir. Teniendo esto en mente, pensemos en las palabras del Salmo 42.2 donde se expresa la sensación de “tener sed” de Dios. Además, Cristo llegó a afirmar que, su comida era obedecer al Padre (Juan 4.34) así que, al parecer, en el interior del alma también se llega a padecer hambre y sed y, esa condición es sin lugar a dudas la carga más intensa que un ser humano puede padecer. Muchos de los que languidecen hambrientos y sedientos por dentro llegan a sentirse tan mal que prefieren quitarse la vida. Ahora se entiende porque Jesús le dijo a la mujer samaritana que él tenía una clase de agua que puede acabar con la sed interior (Juan 4.14) porque solo estando en Cristo el hambre del alma se sacia.

Encadenemos las ideas al tema central de este libro.

Tú eres un constructor de altares. Tu hogar no puede erigirse como testimonio del poder de Dios, como lugar donde Él se manifiesta si no logras transmitir a los tuyos la motivación correcta y, no podrá haber motivación si, por dentro, los tuyos no tienen hambre y sed de Dios y no podrás ser el motivador correcto si tú no tienes hambre y sed de Dios. Parece fácil ¿no es verdad? Pero no lo es tanto. Vamos a explicar por qué.

Cuando ya no tienes hambre, cuando no tienes necesidad, no haces nada. Si no tienes necesidad de Dios, no lo vas a buscar, no será el centro de tu vida. Pregúntate. Yo, ¿necesito a Dios? El peor error que un cristiano puede cometer es sentir que ha dejado de necesitar a Dios. Los consejeros con frecuencia recibimos matrimonios destruidos que han derribado sus altares y la mayoría de ellos de manera sincera quieren restaurarse por lo que inician periodos de consejería y se mueven a lo espiritual. Cambian sus hábitos malos por cosas buenas, retoman el orar como matrimonio y el darse el tiempo para volver a cultivar su relación y, con mucha paciencia y más humillación, lentamente Dios les va haciendo cambiar su manera de pensar y con ello, cambian sus actitudes y, el altar se vuelve a levantar hasta quedar restaurado pero, lamentablemente también con frecuencia, los consejeros vemos que, una vez que el altar está de pie, los lastimados constructores de altares del principio ahora se sientes fuertes y creen que ya no necesitan a Dios, entonces, dejan de ir a la iglesia, dejan de orar juntos, dejan de cultivar su relación personal y familiar con Dios y entonces, el altar se vuelve a derrumbar y suele pasar que esta ocasión es con un daño irreparable. Terrible error.

Lo mismo pasa con el padre que por años ora todos los días por la restauración espiritual de sus hijos y cuando estos vuelven a los pies de Dios, deja de orar diariamente por ellos. Y, en prácticamente todas las áreas en las que un creyente tiene necesidad espiritual pasa lo mismo. Nos sentimos fuertes, sentimos que estaremos bien por nuestra cuenta.

Como el hambre y la sed del interior se han saciado, ya no buscamos al que nos mantiene espiritualmente vivos y comenzamos a buscar al que quiere que solo nos mantengamos vivos materialmente. No podemos ser motivadores si no estamos motivados, no podemos estar motivados si no sentimos hambre y sed de Dios.

Unas palabras a los varones. No lo sabes todo. Tus puntos de vista sobre el matrimonio y la crianza de los hijos no son infalibles. El hecho de que tengas la capacidad de ver el daño en los altares ajenos no garantiza que puedas ver el daño en tu altar. Por favor varón, entiende esto y acepta que, si algo te caracteriza es la terrible tendencia a creer que, con un poco de información ya dominas todo un tema. Los varones cuando compran un aparato nuevo, solo ven el índice del manual y con eso ya son expertos en el tipo de aparato que compraron y así, de la misma manera, los hombres ven la vida, creen que con estar el domingo en un templo cristiano revisando los altares de los demás ya con eso su altar es fuerte y, los tranquiliza el hecho de que difícilmente su esposa dirá en público lo que ellos hacen en secreto pero, algún día la generación de sus hijos crecerá y con su conducta nos demostrará a todos el pésimo constructor de altares que fuiste.

La falta de motivación expresada en la idea de no necesitar a Dios en todo, es un gran destructor de altares. En todo lo que hagas incluye a Dios no una, hazlo varias veces. ¿Ya oraste? Vuelve a hacerlo. ¿Ya pediste consejo? Vuelve a pedirlo. Desarrolla el hambre de Dios. No tomes ninguna decisión hasta que esta haya sido consultada con la Biblia y en oración y, en las decisiones que así se requiera, consulta con tu esposa y ya que tengas la misma respuesta en cada una de las mil veces que preguntaste, haz las cosas. Si actúas de esta manera, empezarás a desarrollar hambre de Dios y, después de un tiempo ya no habrá nada que hagas si Él no está involucrado. La mejor parte es que, las personas que dependen de tu altar, notarán el hambre con la que vives de Dios y empezarán también a sentir hambre.

Unas palabras para las mujeres. Tranquila. Piensa dos veces las cosas. Ante una necesidad, la mujer suele reaccionar de dos maneras. O toma decisiones apresuradas para resolver la necesidad lo más rápido posible o se queda inmóvil demasiado tiempo esperando a que hacer. Toma en cuenta que, solo las manecillas del reloj de Dios se mueven a la velocidad adecuada. Apégate a ellas. No siempre la explosividad emocional da los mejores resultados. Convierte en María, la hermana de Lázaro que prefirió estar a los pies del Señor (Lucas 10.38-42) y, antes de decidir qué hacer con tu altar, sacia tu hambre y tu sed interior. No hagas nada hasta que tu alma esté completamente saciada del Señor y no olvides enseñar a tus hijos a amar al Señor, a que piensen que, nunca serán lo suficientemente fuertes para vivir sin Dios. Ellos, no importa su edad, te van a escuchar, pero, solo te van a creer cuando vean que tu carácter lo sometes a Dios de tal manera que, eres capaz de dominarte y, cuando te pregunten como lo logras, recuerda decirles que, lo haces porque separada de Dios nada puedes hacer y nada te vas a atrever a hacer si Él no lo aprueba,

La falta de motivación expresada en la tendencia de saciar nuestra hambre y sed interior con algo diferente a Dios es un gran destructor de altares porque nos convence de saciar nuestra hambre y sed interior con cosas que nos sacian, pero solo por tiempo limitado.  Siempre que no haya un peligro inminente, hay posibilidad de esperar y en la espera, las emociones se normalizan y la voz del Espíritu Santo toma dominio de nosotros. No olvidemos esto.

Y solo para evitar que alguien piense que podrá alcanzar una condición de saciedad en la cual no necesitará al Señor, entendamos que, eso solo pasará cuando nuestra naturaleza carnal no exista, o sea, cuando estemos en la presencia de Dios, nunca antes.

Ahora, la historia de este capítulo acerca de la motivación:

 

La iglesia en llamas

Vince Lombardi, una leyenda en el mundo del fútbol americano por su gran capacidad de motivación dijo alguna vez: “El trabajo más duro, es el de no rendirse”. Un cierto pastor cristiano de una ciudad apartada que había trabajado arduamente por levantar un templo donde daría asistencia a personas necesitadas logró por fin, inaugurar las instalaciones que por años quiso. Pero, esto fue a costa de un trabajo tan grande que, el día de la inauguración decidió agradecer a Dios con estas palabras: “Esto se hizo pensando en ti, por lo tanto, Señor, esto te pertenece y, tienes el derecho de hacer con esto que hoy inauguramos lo que tu desees”. Esa misma noche, el pastor fue avisado que, se había desatado un incendio en las nuevas instalaciones. Cuando él llego, el incendio era tan voraz que, a pesar de la intervención de los bomberos fue obvio que, la mayor parte de todo se iba a perder. El pastor se quedó entonces a una distancia prudente a esperar a que el fuego fuera apagado. Estando de pie, uno de los hermanos de la iglesia se acercó a él junto con un bombero para consolarle y, para sorpresa de ambos, el pastor estaba sonriendo. Cuando el hermano le preguntó porque sonreía el pastor le dijo: “Hace unas horas entregue todo esto a Dios así que, sonrío por ver la forma en que él quiso usar esto que solo a Él le pertenecía. Yo no puedo hacer más que aceptar su voluntad”. El bombero entonces le pregunto qué pensaba a hacer. El pastor ahora se dirigió a él diciendo. “Estoy esperando a que termine el fuego para empezar a barrer para recibir mañana a los que vendrán a comer, va a ser un poco incómodo, pero, lo podremos hacer. Esto es lo que Dios quiere que haga en algo que a Él le pertenece así que, solo voy a seguir haciendo lo que me corresponde”.

Esta clase de cosas solo pueden pasar cuando tienes la motivación correcta que nace de un hambre y sed permanente de Dios que transmites a quiénes forman parte del altar familiar de tu vida.

Y nuestra frase sobre la motivación dice:



El dolor es temporal. Puede durar un minuto o una hora o un día, o un año, pero con el tiempo va a disminuir y algo más tomará su lugar.
Sin embargo, el renunciar, eso, durará para siempre.
Lance Armstrong

 


AYUDA

Cosas que son el motor de acciones que lo cambian todo.

Si buscamos a Dios en el Antiguo Testamento en su faceta de “ayudador” encontraremos pocas citas de la Biblia como el salmo 30.10 o el salmo 146.5 pero, si buscamos la palabra “ayuda” y en cuál de las citas donde aparece esta palabra Dios está interviniendo, encontraremos cientos de referencias así que, con soporte bíblico podemos decir que Dios es un Señor que desea que sepamos que, siempre estará dispuesto a ayudarnos, a hacer cualquier cosa para que nuestras necesidades sean resueltas y, este enfoque no cambia en el Nuevo Testamento en donde incluso, se vuelve más personal.

El Espíritu Santo que recibimos al momento de nuestra conversión (Efesios 1.13) y que es la marca espiritual de a quién pertenecemos, es descrito con la palabra griega paracletos que tiene dos significados, el de uso más común que es: “Consolador” y un segundo que ¿puedes imaginar cuál es? Exacto. Es “Ayudador” así que, si en el Antiguo Testamento Dios estaba fuera del creyente esperando el momento para hacer la obra de Dios como con Sansón al darle fuerza física, en este presente tiempo está dentro del creyente impulsándolo a hacer lo correcto, tratando de influir en su mente para que las acciones que realice solo le sean gratas a Dios. Que compleja tarea sobre todo considerando lo fácil que es para cualquier creyente en su mente, abandonarse a cualquier otra voz menos a la de Dios, pero ahí está esa ayuda sobrenatural para poder vencer en la sobrenatural lucha que significa enfrentarnos a nosotros mismos.

Revaloremos el rol de ayudador que Dios nos da y que debiera movernos a una esfera de convicciones más fuertes sobre el destino de nuestra vida en esta tierra. Si Dios nos ha dado un llamado que es irrevocable (Romanos 11.29), tenemos la capacidad de poder responder a este llamado. No estamos solos. Responder a los requerimientos de Dios es posible de lograr, tenemos ayuda divina y esa ayuda si algo nos debe dar es seguridad, la tranquilidad interior de que no importe lo que pase, todo traerá un bien a nuestra vida (Romanos 8.28).

Vamos entonces ahora a nuestra historia sobre la ayuda que en esta ocasión no la compartiremos al final del capítulo. Esta historia fue citada por Max Lucado en uno de sus libros:

Una niña pequeña sale de la mano de su padre para, por primera vez aventurarse más allá de las calles que rodean su casa así que, se enfrenta a nuevas casas, mira a nuevas personas y a nuevas mascotas de las que está acostumbrada a ver y como todo niño pequeño, se divierte, se acerca, experimenta y, en el proceso, aprende. Después de un rato largo el padre le pregunta a la niña si no siente temor por estar lejos de casa a lo que ella responde que no. El padre le hace saber que, está en otras calles y que ahí, nadie la conoce y que, si se pierde, no podrá volver a casa y vuelve a preguntarle si esto no le hace sentir miedo. La niña responde que no. Entonces el padre le pregunta porque de su confianza y ella responde: No tengo temor porque tú sabes el camino de regreso a casa.

Vamos a aplicar esto.

En el Antiguo Testamento Dios deseó que, su pueblo amado, Israel, se dejara guiar por los nuevos caminos que Él le había preparado, quería que, se dejaran guiar, que permitieran que Él los llevará por las mejores veredas para hacerlos fuertes ya que, finalmente, Él conocía el final de su historia y aunque el pueblo de Israel muchas veces se aferró con fuerza a la mano de Dios, también en muchas ocasiones decidió confiar en su propia brújula y cada vez que lo hizo, terminó perdido. Un precio demasiado alto por rechazar la ayuda de Dios.

En el Nuevo Testamento, en nuestro tiempo, las cosas no han cambiado en nada. Dios desea que nos dejemos guiar, Él conoce los caminos que el mundo ha construido, sabe con perfección donde están las trampas que pueden acabar con nuestra fuerza interior, Él sabe lo que destruye altares. Quiere ayudarnos, quiere que nos dejemos guiar por Él y que mientras vamos en nuestro viaje hacia la eternidad, disfrutemos el trayecto, pero, sostenidos de su mano porque, finalmente, Él sabe el camino de regreso a casa. No seas parte de ese grupo de cristianos que, a la mitad del viaje sacan su príopia brújula para terminar perdidos, terriblemente perdidos.

Al final, sin la ayuda del Ayudador, no somos nada (Juan 15.5) pero, esto, lo sabe la mayoría de los cristianos; lo que la mayoría no logra darse cuenta es la importancia que esto tiene a la hora de construir altares.

Si vas a construir un hogar, si vas a levantar en él un altar que agrade a Dios no lo vas a poder hacer sin ayuda y, es obvio que, una conclusión sería que, la mejor ayuda que Dios pueda darte ya la escribió en la Biblia y eso, lo hemos mencionado ya en varios capítulos anteriores de este libro por lo que, en este espacio quiero que meditemos en una forma de ayuda que Dios nos brinda y que, hace más de lo que creemos y ese algo es su presencia.

Si vuelves a revisar los versículos que al inicio de este capítulo te comenté que nos presentan a Dios como ayudador, te darás cuenta que, mucha de esta ayuda Dios la manifiesta en términos de que su presencia es una constante para los creyentes. ¿Recuerdas el “yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” de Mateo 28?  Si para Dios es importante que sepamos que Él está ahí todo el tiempo debe ser algo que debemos tomar mucho en cuenta. Y no es difícil descubrir porqué.

La presencia de Dios nos da la fuerza para poder continuar con lo que nos ha sido encomendado, aunque sea complicado o doloroso. Bastará con echar mano de la fe y le veremos a Él mirándonos con confianza, creyendo en nosotros aun cuando nosotros empezamos a dudar de nosotros mismos. La presencia de Dios es el muelle donde la barca de nuestra vida puede confiadamente sujetarse para que las corrientes del mundo no nos arrastren mar adentro. No necesita hacer que un monte retumbe o que una tormenta se calme. Sabemos que está ahí y que nada en este Universo hará que se aparte de nosotros. Aún en los peores momentos de nuestra pecaminosidad, su presencia estará ahí, dispuesta a perdonar, esperando nuestro sincero arrepentimiento para decirnos “ve y no peques más”.

Constructores de altares. Den ayuda a sus hijos y dije ayuda, nunca dije tolerancia cuando estén pecando. Con el pecado cero tolerancias.

Aquí estoy hablando de ayuda. Busquen la forma en que sus hijos puedan saber que ustedes estarán ahí pase lo que pase. Estarán ahí para tender una mano cuando sea lo que necesiten, pero, también estarán ahí para confrontar lo que sea destructivo en su vida. Ellos deben escuchar los “estoy orgulloso de ti” o “doy gracias a Dios por tu vida” o “eres un motivo constante en mis oraciones” o “cuando parta de aquí si algo agradeceré es que Dios me haya permitido vivir contigo” o “me siento tan bien de ser tu padre”. Y me queda claro que, esto no paga las facturas, no les paga la escuela a tus hijos o les compra ropa, pero, a ellos les hace sentir que no están solos y entonces, se mantendrán fieles a Dios cuando no haya dinero para las facturas, para pagar la escuela o para comprarles ropa y, aunque estamos seguro que esto nuestros hijos lo han oído varias veces en la iglesia, en su interior, necesitan oírlo de ti que eres un reflejo de la presencia de Dios en esta tierra.

¿Qué vas a provocar si ayudas con tu presencia constante? Que tus hijos se formen como personas seguras, que se atrevan a hacer cosas más grandes de las que tu has logrado, que se vuelvan a levantar cuando fracasen porque el consejo sabio vendrá de tu parte. Se atreverán volar por que recuerda, Dios te los dio para que se aparten de tu lado, no para que se queden por siempre contigo porque la seguridad no radica en que estén a tu lado, la seguridad radica en que vayan a otro lado sintiendo la presencia de Dios para que, así puedan construir sus propios altares y, les debe bastar solo un pensamiento para saber que estás ahí, que siempre estarás ahí aun cuando tu tiempo en la tierra se termine. Los altares familiares son algo hermoso donde encontramos la felicidad, pero tienen la limitante de que solo puede existir un altar por hogar. No te equivoques. No quieras tener a tus hijos todo el tiempo de su vida contigo. Lo único que lograras es que sus altares y el tuyo se anulen mutuamente y terminen destruidos.

Unas palabras a los varones. Distinguir la diferencia para un hombre entre qué tipo de ayuda necesitan sus hijos es realmente fácil. Como hombres, podemos rápidamente desconectar las emociones del razonamiento así que, sin problema, nos damos cuenta cuando nuestros hijos requieren una palabra de aliento o un consejo o una exhortación o un poco de dinero. Eso es excelente, pero, el problema es nuestro sentido de comodidad. Un hombre siempre buscará lo que le cueste menos esfuerzo así que, si se requiere un consejo, con tal de no asumir la responsabilidad de hacerlo, el hombre se quedará callado. Si tiene el dinero que hace falta, mejor cómodamente esperará a que su esposa resuelva el problema. Si se pide su opinión, no por cobardía, por comodidad no dirá nada. Si algo sale mal, él cómodamente, acusará a los que se equivocaron a pesar de que sabe que, si eso pasó es porque no quiso involucrarse.

La falta de ayuda expresada en la negativa a enfrentar los problemas del hogar es un gran destructor de altares. Varón, asume la responsabilidad de ser una presencia viva para tus hijos, que sepan que, sin importar lo que pase tú vas a estar ahí, Deben saber que eres una solución a la que pueden buscar cuando lo necesiten. Si aprenden a buscar ayuda en su padre que tienen en la tierra, no tendrán dificultad en buscar ayuda en su Padre celestial. No evadas tu responsabilidad. De ti depende que busquen o que se alejen de Dios.

Unas palabras para las mujeres. Cuando se trata de ayudar, la generosidad de tu corazón no obedece muchas veces a la razón y ayudas sin pensar en que puedes quedarte sin nada. No está mal, pero, cuando la ayuda llega a las manos de tus hijos sin que esto represente esfuerzo para ellos termina no valorándose.

Sin embargo, no dejas de luchar con la idea que querer hacer algo por ellos ¿Qué se puede hacer? Una solución es, lo que podemos llamar ayuda inesperada. Si el problema es material entonces da, pero no todo lo que piden sino solo una parte aun cuando tengas todo lo que se necesita y, deja que tus hijos hagan el esfuerzo de obtener la parte que falta. Si se esfuerzan, habrán aprendido, si su situación a pesar de su esfuerzo no se resuelve. tendrás la parte que no diste al principio para ayudar y así, lo que hagas será más valorado, pero, recuerda que, no podrás volver a ayudar hasta que tengas para hacerlo de nuevo. No hay nada peor que ayudar hasta perderlo todo.

La falta de ayuda expresada en la idea de querer resolverlo todo sin dar tiempo a las cosas es un gran destructor de altares. Recuerda que muchas cosas las resuelves simplemente estando ahí aun cuando materialmente no tengas nada para dar. Aquí, mujer de Dios es cuando se necesita tu oración diaria, el mensaje constante de ánimo, la sonrisa de comprensión y el abrazo que acaricie el alma. Eso solo lo puedes hacer tú. Sé la palabra que haga reflexionar, la sonrisa que de tranquilidad y la firmeza que no se pueda quebrantar. Sé la voz de Dios, el versículo de la Biblia convertido en emociones. Sé una presencia que siempre se pueda buscar porque sabrá conducir a sus hijos a quien es su verdadero dueño que es Dios.

Cerremos con nuestra frase que tiene que ver con ayuda:

 


Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos
San Agustín

 


EMPATÍA

Cosas que permiten ver que tanto nuestra vida está al servicio de Dios.

La empatía se refiere al hecho de hacer propias las situaciones que otros están padeciendo lo que nos permite sensibilizarnos ante su situación y, por supuesto, hacer algo al respecto. En consecuencia, la empatía se vería como un reflejo del carácter de Cristo en nosotros ya que suena obvio que, un ser objeto del perfecto de amor como nosotros, tendría la capacidad de poder manifestar lo mismo hacia otras personas. Cómo dice una expresión muy usada: “Solo puede amar quién ha sido amado” pero, si revisamos la empatía en la versión humana nos daremos cuenta que, suele tener un límite muy claro de encontrar.

Podemos “ponernos en los zapatos de otro” que ha hecho lo que yo he hecho, pero, ponerme los zapatos de alguien que ha hecho cosas peores que yo de acuerdo a mi criterio, es el límite de la empatía humana.

En uno de los vídeos que tengo en mi canal de YouTube doy cuenta de la historia de Gary León que, durante mucho tiempo fue el mayor asesino serial en la historia de Estados Unidos. Docenas de mujeres murieron en sus manos violadas y asesinadas. Durante su juicio, Gary León fue increpado por los familiares de las víctimas quiénes (algo que es comprensible) le lanzaron los peores deseos y maldiciones que pudiéramos imaginar. Sin embargo, destacó la presencia del padre de una de las mujeres asesinada que, al dirigirse a Gary León le dijo: “Hay mucha gente en este lugar que le odia, yo no soy uno de ellos. Usted ha hecho muy difícil que yo pueda poner en práctica lo que creo y eso es que, lo tengo que perdonar. Esta usted perdonado Señor”. Como respuesta, el asesino derrama lágrimas y si, podemos especular en una mente como la de Gary León que tan reales o sinceras pudieron ser esas lágrimas, pero, en algún lugar de la realidad en la que él vive (o tal vez múltiples realidades), la empatía lo sacudió y ese es el poder de la empatía: sacudir para despertar el agradecimiento.

Imaginemos juntos como se habrá sentido el judío agonizante cuando despertó y se enteró que un buen samaritano lo había llevado a una posada para que alguien curara sus heridas y le diera la posibilidad de recuperar su vida. Imaginemos ahora la mirada de la mujer samaritana cuando escuchó a Jesús decirle que, a Él no le importaba la añeja rivalidad entre sus pueblos sino solamente saciar su sed interior. O pensemos en lo que sintió Saulo cuando Ananías a pesar de saber que él era un perseguidor de la iglesia decidió ir a buscarlo para que sus ojos vieran tan claramente como su alma ya lo hacía. ¿Qué cosas platicaría acerca de Jesús la hija de Jairo cada vez que alguno de sus amigos le pidiera que le dijera como era estar en el mundo espiritual? Y los ejemplos en la Biblia y fuera de ella acerca de la empatía los podemos contar por millones, pero, sigue siendo claro que, la manifestación de la empatía sacude a quien la recibe, pero, tomemos en cuenta que, la empatía no puede tener límites porque si los ponemos, ya no es empatía. Cristo no puso límites a los pecados que nos perdonó en la cruz así que no hay razón para que nosotros pongamos límites.

Vamos ahora al asunto de construir altares.

Cuando somos padres y deseamos dirigir nuestro hogar por el camino de la voluntad de Dios, nos daremos cuenta que, más veces de las que quisiéramos, nuestros hijos van a fallar, muchas de esas veces de manera inconsciente pero, otras, se equivocaran sabiendo que lo están haciendo o sea, harán algo malo a propósito, y por supuesto, tendrán consecuencias (Gálatas 6.7) y, vendrán con esas consecuencias esperando que nosotros las resolvamos aún cuando nosotros lo que queremos es llenar su maleta de unas dos toneladas más de consecuencias. Algo así pasó con la mujer sorprendida en el acto mismo de adulterio que fue presentada ante Jesús (Juan 8.1-11).

En situaciones así tenemos dos opciones. Optar por la condena, o por la empatía. Pero, entendamos bien esto porque seguramente, los que leyeron esto justo ahora seguramente pensaron: “Tenemos que elegir la empatía” asumiendo a la condena como algo malo que no debe de ser ejecutado algo que no es verdad ya que Cristo mismo de manera verbal condeno a diferentes grupos de personas (Mateo 23.27). ¿Cómo conciliar esto? Por empatía la Biblia no se refiere solo a palabras sino también a actitudes, a la forma en que mostramos por fuera lo que desde adentro nos impulsa a acercarnos a los demás lo que no significa que lo malo deba ignorarse. Ahora, hay casos como el del hijo pródigo o la mujer adúltera en que, sus acciones demuestran tal nivel de arrepentimiento que, el juicio moral ya es innecesario, pero no siempre pasa esto.

“Es que no debemos juzgar” afirman algunos diciendo que la Biblia dice eso y es verdad, pero, la misma Biblia afirma que, Jesús dijo que Él juzgaba con un juicio justo y, el Nuevo Testamento con claridad enseña que el cristiano espiritual tiene la capacidad de juzgar y él no puede ser juzgado por nadie así que, el juicio moral puede y debe hacerse. Denunciar el pecado es una de las misiones de la iglesia en la tierra, pero, el intentar hacerlo cuando no hemos primero puesto juicio a nuestra propia moral y desde una vida en pecado pretender enjuiciar los pecados de otros, eso es grave. Espero, haya quedado claro este punto porque, a pesar de que recibas a tu hijo con empatía, tendrás, si es necesario, que evidenciar su pecado y confrontarlo con lo que ofende a Dios, pero, esta necesaria acción no significa que estás autorizado, además, a destruirle, avergonzarle, humillarle o hacer pedazos su mente para que así “reaccione”; recuerda, quién lo va a hacer reaccionar no es tu voz, es la voz de Dios. Tu juicio (espero que ya se entienda en que sentido) lo debe llevar a la Biblia para que sea esta quién lo cambie porque si algo usará el Espíritu Santo para convencerle de pecado justicia y juicio a tus hijos es la Palabra de Dios, no la tuya o, puede usar la tuya siempre y cuando tus palabras sean las de Dios. ¿Lo son?

Constructores de altares, la empatía es necesaria. Nuestros hijos deben tener la plena certeza de que pueden acercarse a nosotros y que, a pesar de sus fallas, recibirán de nosotros la dirección correcta. Actúa con empatía. Haciendo esto, evitarás que tus hijos vayan a abrir sus corazones con personas que no van a mostrar empatía sino tolerancia a su pecado y eso, los sumergirá más en él. Nadie debe amar a tus hijos como tú y eso ellos deben saberlo y deben tenerlo en su corazón a la hora de enfrentar sus pecados. Tu meta debe ser que, en sus pensamientos, la primer persona a la que quieran buscar en los tiempos difíciles seas tú.

Cerremos con lo siguiente:

Recuerda que hemos sido claros en señalar que, el propósito de la empatía es sacudir a la persona para que sienta agradecimiento, pero a Dios, no por ti; porque tu prioridad debe ser que se acerque a Dios. Tú, eres secundario. Pero, agradecimiento no es lo mismo que arrepentimiento. Tu empatía nunca garantizará que tus hijos empiecen a hacer lo correcto. Eso solo lo logra la disciplina. Ten eso muy presente por favor.

La correcta mezcla de empatía y disciplina produce personas humilladas ante Dios que empiezan a ocuparse de su salvación con temor y temblor (Filipenses 2.12) y esta correcta mezclo solo la pueden aplicar los constructores de altares que todos los días se humillan delante de Dios.

Unas palabras a los varones. No por ser más directo, vas a ser más efectivo. En todos los órdenes de la vida esto se puede observar. El hecho de ser directo e ir al “punto” mientras crees que tu esposa “solamente está redundando” no te da derecho a despreciar sus puntos de vista. El hecho de pensar en tu interior que tu hijo está diciendo “puras tonterías” porque crees que, tus experiencias de vida te dan superioridad a lo que tu piensas puede llevar a que desprecias lo que opinan y vidas despreciadas suelen levantar muros de resentimiento para defenderse de quiénes las estás lastimando. Los hombres culturalmente somos formados para no ser empáticos. “No llores, eres hombre”, “Aguántate, eres hombre”, “No seas niña, eso que te pasa no es nada”. Recuerda, eso es cultura, no Biblia. Sé empático. Que la disciplina y confrontación que apliques esté tan cargada del amor de Dios que tus hijos prefieran eso antes que darle la espalda a Dios para irse a pecar por completo.

La falta de empatía expresada en desprecio hacia las opiniones de los demás es un destructor de altares porque separa a las personas que deben adorar en el mismo altar, los vuelve extraños y, en casos extremos. los vuelve enemigos. Recordemos que, el punto de la empatía no es llevar a la humillación sino al genuino arrepentimiento.

Unas palabras a las mujeres. Sé empática. Como constructora de altares, haz saber a los tuyos que, siempre hay lugar para volverlo a intentar, pero, especialmente tú, no permitas que la empatía solo te lleve al consuelo, al aprecio y al aliento algo que, ha quedado claro debe existir. Incluye en todo tu proceso de empatía la palabra amorosa que denuncié el pecado y señale la falla. El “vete y no peques más” solo es eficiente cuando no olvida el “¿dónde están los que te acusaban?” No se debe olvidar el señalar que hubo una falta, algo que es condenable, algo que bastaría para perderlo todo pero que, gracias a tu empatía va a servir para no perder nada. Esto es importante porque, recuerda, tu corazón es tan grande que, a veces, interpretas la empatía como tolerancia. El decir “ay hijo eso no está bien”, “pero piensa mejor las cosas”, “es que eso a Dios no le agrada” con un tono de voz que deja ver claramente que no disciplinarás no es correcto. Haciendo eso tus hijos aprenden que, cuando se equivoquen siempre habrá abrazos y tolerancia a cambio de lo cual, solo deberán soportar unas cuantas frases con intentos de firmeza. Así no funciona. La empatía que no lleve a la disciplina siempre es despreciada.

La falta de empatía expresada en la ausencia de firmeza es un gran destructor de altares porque hace que, el esfuerzo por transmitir las verdades de Dios se convierta en un simple cuento de “si haces esto vas al cielo y si no lo haces, al infierno” y, la vida en Cristo es mucho más que simplemente esto. Si tu vida con Dios es rutina, no hagas que tus hijos conviertan la suya en lo mismo.

Tenemos ahora una historia para pensar mucho más en la empatía:

 

Lágrimas de fuego

Una pequeña niña nació con un don o más bien, una maldición. Lloraba lágrimas de fuego así que, cada vez que derramaba lágrimas quemaba todo lo que estas tocaban, Como  consecuencia de esto, aprendió a reprimir su tristeza y cuando recibía alguna disciplina, la asumía silenciosamente conteniendo la tristeza porque sabía que, si no lo hacía, abría fuego, mucho fuego. Nadie la entendía y le consideraban “extraña”. Su sufrimiento era más doloroso en su interior por no poder manifestar libremente sus emociones ya que, incluso las lágrimas de alegría terminaban en tragedia. Sucedió entonces un día que, murió su perro que había crecido con ella y el dolor fue tan grande que no puedo evitar llorar y, como podemos suponer, sobrevino una tragedia lo que hizo que la pequeña se decidiera a hacer algo. No podía seguir igual. Buscó a Dios quién le respondió diciendo: “Pequeña, yo te he ayudado ya. Tus lágrimas se alimentan del fuego de tu interior y estando en ti, ese fuego te pertenece y sólo tú puedes apagarlo. Yo te he dado algo que se llama voluntad así que, si sientes que una lágrima viene, derrámala, pero no pienses en que tu dolor es malo o que lastimarás a alguien. Piensa en que deseas ser feliz y aunque te esté pasando algo malo, piensa que tu dolor te servirás para que seas mejor”.  La niña lo hizo y, para su sorpresa, sus lágrimas dejaron de ser lágrimas de fuego y entonces entendió. La solución a sus problemas siempre había estado ahí. Lo único que fue diferente es que Dios le habló como ella necesitaba y no como las demás personas que, le hablaban como ellos querían.

Y reflexionemos con nuestra frase del capítulo sobre la empatía:

 

Los grandes egos tienen pequeños oídos
Robert Sculler

 


CALIDEZ

Cosas que harán que tu amor sea un reflejo del amor de Dios.

El hombre no fue hecho como una criatura que pueda vivir en soledad. “No es bueno que el hombre esté solo” dijo Dios en el principio de los tiempos (Génesis 2.18) y esto, más que una declaración de condición es una realidad social. Las personas que, por cualquier motivo evitan el contacto con los demás son personas que, bajo su propio criterio, son felices, pero eso no es verdad. En su interior, hay algo que falta y ese “algo” que es el contacto social, la calidez, el cariño los va insensibilizando, endureciendo hasta tal grado que, la persona solo tiene intereses de vida, pero no motivos de vida así que, hablamos de personas que, interiormente están muertas mucho tiempo antes de que su cuerpo deje de funcionar.

No debe extrañarnos. Somos un reflejo de un Dios que, desde la eternidad ha existido en una relación de tres seres divinos viviendo en perfecto equilibrio así que, esta naturaleza de comunión y comunicación con “alguien” quedo transmitida en su criatura. Después de todo, un “amor” que no se tiene con quien compartir suena bastante egoísta ¿no es verdad?

El intercambio social y más entre quiénes nos reunimos ante un altar se puede expresar de muchas maneras y una de las formas más francas que tenemos para hacerlo es a través de la calidez, del cariño, de la manifestación física de lo que sentimos por dentro. La calidez es la mano del padre varón que seca una lágrima del rostro de su hija diciéndole “no importa lo que pase no te voy a dejar de amar” y entonces, su hija no obtiene solo una lágrima que ha desaparecido, obtiene la capacidad de identificar cuando el corazón de un hombre le está amando con sinceridad porque miren que si algo saben los varones para obtener un poco de sexo fácil es, ser los mejores actores que podamos conocer.

Calidez es el abrazo de mamá mientras le dice a su hijo: “Ven, vamos a orar y dejemos que Dios nos muestre que es lo mejor para tu vida” aun cuando ella sabe que ese primer amor adolescente destruido no era aprobado por Dios. Eso es calidez, el amor expresado en caricias, abrazos, palabras suaves y expresiones de afecto. Caricias que, percibimos en nuestro exterior y que solo son posibles cuando en nuestro interior no hay pendientes de cariño, cuando dentro nuestro, sentimos el combustible necesario para poder hacer que el corazón de otros arda junto con el nuestro. Cierto que, en ocasiones, hay obstáculos para que el fuego del interior arda (de eso hablaremos en el último capítulo) pero, a pesar de ello, el buen constructor de altares logra que su calidez sea conocida por todos.

Pensemos entonces ahora en cómo hacer que el fuego del cariño arda en nuestro interior para que seamos constructores de altares que demos calidez en medio de un mundo que, la desprecia y Satanás impulsa este pensamiento porque sabe perfectamente que, la calidez tiene un poder extraordinario que es: destruir cualquier clase de tristeza interior.

Interesante.

Fuego ardiendo en el interior.

¿Alguna historia de la Biblia nos puede ayudar? Si, hay una. 

Jesús ha muerto, y en una ciudad que está en plena fiesta nacional (la pascua) que multiplica por la población de Jerusalén por varios miles de veces, la muerte de Cristo ha causado una verdadera conmoción y, las opiniones de la gente vienen y van. Unos aseguran que era un profeta de Dios mientras otros con incredulidad no creen que un profeta de Dios pudiera ser alcanzado por la muerte, Algunos señalan los milagros que hizo mientras que, los que nos los vieron, no creen que hayan sucedido. Sin lugar a dudas, en medio de toda esta gente conmocionada estaban los discípulos de Cristo quienes vieron todo, escucharon todo pero también con la muerte de su maestro, así lo creen, han perdido todo.

De toda esta carga de emociones y más cosas, dos discípulos de Cristo van platicando sin encontrar aún el sentido a todo. Dos discípulos que no formaban parte del grupo de los ahora once apóstoles (Judas ya había muerto) pero que, habían estado ahí escuchando las palabras de Jesús así que, sabían bastante bien todo lo que había pasado.

Ellos, van camino a una aldea llamada Emaús cuando se une a ellos en su caminar el propio Cristo resucitado que ellos no identifican y, en medio de una charla teológicamente profunda Cristo hace que todas las piezas del rompecabezas encajen. Les demuestra que, en Él, en la vida del Salvador, pasado, presente y futuro se unen para gritar al mundo que, el Creador ha rescatado por fin a su criatura. Por fin ya existe la forma de sanar todas las heridas, de llevarse todos los dolores. Que charla en el camino a Emaús.

Estos discípulos ahora entienden que, en el fondo de todo Moisés, Daniel, Jeremías, Isaías y todos los grandes hombres y mujeres de la antigüedad estaban hablando de Cristo. Vaya clase de revelación que recibieron y cómo podemos suponer, no se quieren perder nada de lo que aún puedan escuchar por eso, invitan a Cristo a que pase la noche con ellos y Cristo acepta. Cuando llega la hora de partir el pan, Cristo entonces desaparece y los ojos de ellos quedan abiertos. Recuerdan lo que escucharon acerca de lo que pasó en el aposento alto y, entienden que esa comunión no era solo para los once sino para ellos también y hoy, entendemos que, es para absolutamente todos (Lucas 24.13-35).

Interesante es lo que dicen los discípulos cuando caen en la cuenta que Jesús estuvo con ellos todo el tiempo: “¿No ardía nuestro corazón?” se preguntan. Calidez en su más alta condición. Cristo acarició su alma, los envolvió con una emoción que no era de esta tierra y ellos se han dado cuenta. Para ellos, la mejor manera de expresarlo algo para lo cual no existen palabras es, pensando en la calidez, en el cariño, en el calor que las palabras de Cristo dejaron en su interior. Ellos sintieron calor en el alma, sintieron un fuego que les hizo sentir ganas de saber más, de no despegarse de lo que estaban recibiendo.

Como constructor de altares no olvides que, es nuestra responsabilidad que, los nuestros sientan nuestra calidez. Las expresiones visibles de nuestro amor no deben faltar, nunca. Pero toma en cuenta que, las personas que viven con nosotros claramente distinguen cuando nuestro cariño no lleva el fuego de Dios porque no lo tenemos ardiendo en el corazón. Los nuestros, perciben la diferencia entre la calidez que es por compromiso y la que realmente pretende acariciar su alma y, como los caminantes de Emaús, cualquier persona que siente la calidez dirigida a su alma siempre se dejará acariciar y, siempre deseará más.

Cuando usamos la piedra de la calidez en nuestros altares, logramos que, los nuestros siempre quieran más de nuestra fuente de cariño, o sea, Dios.

Unas palabras para los varones. No, la calidez no reduce tu hombría. No te hace más débil ni te hace inferior. Tu esposa y tus hijos la necesitan, pero, por favor, no te vayas a los extremos porque, muchos varones en un afán equivocado de mostrar amor, reducen su figura de autoridad y permiten que esta fácilmente sea pisoteada con lo que tú mismo provocas que, tu nivel de influencia en tu hogar se vaya haciendo cada vez más inservible. Si tienes hijas, acaricia, abraza, besa, enséñales como es el cariño real de un hombre cuando ama. No seas un mal padre, ayúdalas para que nadie las engañe con falsa calidez. Si tienes hijos varones, acaricia, abraza, besa, enséñales que son solamente las personas fuertes las que muestran lo que sienten. Que sepan que, el cariño hace más fuerte cualquier relación, pero, por favor, no cedas tu autoridad. Aún con profundo cariño diles a los tuyos que te resulta doloroso disciplinar pero que lo tienes que hacer porque no puedes permitirles faltarle al respeto a Dios y entonces, disciplina. Te sorprenderá el impacto que provocarás haciendo las cosas de esta manera.

La falta de calidez expresada en el debilitamiento de tu autoridad es un gran destructor de altares porque hace que tu altar se vea débil, despreciable y, por lo mismo, será abandonado y, es cierto que, cada uno de tus hijos responderá ante Dios por lo que hagan, pero, tú también deberás responder por aquello en lo que contribuiste para que lo vieran a Él como alguien a quién se puede despreciar.

Unas palabras para las mujeres. Que podemos decirte sobre el cariño que no sepas. María no dudo en alejarse de su país para no alejarse de su hijo. Eva no dudó desde su nacimiento en dirigir palabras a su hijo Set que le hicieran saber que, para ella, él era una recompensa de Dios. Solo imagina la intensidad de los besos en el rostro de Samuel cuando su madre sabía que lo llevaba de viaje para entregarlo literalmente a Dios y que no estaría con ella, pero, espera mujer de Dios; si hay algo que puedo decirte sobre el cariño que tal vez no sepas. Que la calidez de la mujer debe ser la adecuada. Si tu te muestras distante hacia tus hijos causas más efecto que mil abrazos cuando estos no son requeridos. Medítalo, pero, por favor, no uses esto como arma para controlar porque vaya que eso te gusta hacerlo de manera innecesaria.

La falta de calidez expresa en querer usar el cariño como forma de control es un gran destructor de hogares ya que hace que, las personas salgan de nuestros altares huyendo porque sienten que los estamos chantajeando a vivir con Dios una relación que sienten obligada, porque no les hemos enseñado a desarrollarla correctamente. Es por ello que, la calidez puede hacer que sientan la necesidad de más, de saber más del Dios que te ha transformado porque tu transformación la están viendo todos los días.

Aquí esta nuestra historia para valorar la importancia del cariño:

 

El Afortunado Cartero

Se cuenta de una historia de un joven que quería conquistar el corazón de una joven, pero, no se atrevía a manifestar su cariño de manera directa. Creía que, si erar rechazado, no lo soportaría así que, eligió el camino de las cartas escritas en una era digital donde seguramente sería más practico un mensaje de texto, pero, eso le pareció bien.

Empezó a escribir una carta por día que sin falta hacia llegar por medio del correo. No se detuvo en su empeño de seguirlo haciendo sin fallar. Cada vez que veía a su amada, que por supuesto sabía que él era su remitente esperaba alguna respuesta, pero nada, ella lo ignoraba. Entonces, decidió enviar dos cartas diarias sin fallar esperando lograr su meta y así, a los dos meses de enviar una carta diariamente se sumaron dos meses más de enviar dos cartas diariamente luego de lo cual, se enteró que, su amada había decidido casarse con el cartero. No es complicada la moraleja ¿cierto? El cariño existe para manifestarse de manera directa. El cariño no existe para ser enviado por medio de nadie. No lo olvidemos.

Nuestra frase sobre la importancia de la calidez dice así:



Las palabras son pedazos de afecto que a veces transportan un poco de información
Boris Cyrulnik

 

LIBERTAD

Cosas que te conectan con Dios en el interior para conectar con la gente en el exterior.

En la película “Invictus” que retrata la forma en que el fallecido presidente Nelson Mandela de Sudáfrica uso el deporte para unir a una sociedad dividida por el racismo a causa de las ideas de la supremacía de los blancos que imperaron por muchos años, se nos presenta al actor Matt Damon personificando al capitán del equipo de Rugby nacional de Sudáfrica visitar la cárcel donde Nelson Mandela pasó 27 años preso por sus ideas políticas para salir de ahí y convertirse en el líder de su nación.

Damon se para en el centro de la ex celda de Mandela y extiende sus brazos para descubrir que, esa celda en su anchura apenas es más grande que la distancia de sus brazos extendidos. Uno de los diálogos del personaje en la película parece retratar lo que pensaba mientras estaba en esa celda: “¿Cómo puede alguien pasar 27 años de su vida en esas condiciones y salir de la cárcel sin odiar a sus enemigos?” Mandela alguna vez hablando sobre ello, dijo que, por todo ese tiempo lo sostuvo el poema llamado “Invictus” que da título a la película que te referí y que escribió William Ernest Henley (1849-1903) y que. Mandela, tenía memorizado. ¿Cuántas veces se lo habrá recitado a él mismo en 27 años de encierro tan solo por pedir libertad? Lee a continuación este poema:

 

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que

pudieran existir por mi alma invicta.

 

En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.

 

Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el horror de la sombra,
la amenaza de los años me encuentra,

y me encontrará, sin miedo.

 

No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino;
soy el capitán de mi alma.

Mandela estaba en prisión, pero libre, eligió ser él quién decidiera qué lo lastimaría y como lo haría. Tomo la valiente decisión de ser un vencedor tomando el control de su corazón para que solo entrara en él lo que lo volviera una mejor persona, por eso, pudo salir de prisión sin odios para no usar el poder político para acabar con quiénes lo metieron a prisión y si, para unir a un pueblo desangrado por la separación.

Mandela encontró su forma de ser invicto.

Pero, aunque no lo creamos, existe un camino que lleva a una libertad más profunda que la que alcanzó Mandela y ese camino inicia en la cruz de Cristo.

En la cruz, Cristo nos perdonó a todos. Renunció a cobrar todo lo que le debíamos. La criatura está asesinando al Creador y aún así, el Creador decide perdonarla y lo hace porque sabe perfectamente que el perdón tiene el poder de llevarse cualquier temor y quién vive sin temor, no puede ser tocado por nada; se vuelve el capitán de su alma y logra una libertad mayor a la que Mandela; de esto, hablaremos al final de este capítulo (1 Juan 4.18).

Si vas a construir altares, si vas a atraer a otros para que aprendan como se edifican los lugares de testimonio y adoración, como se construyen los lugares donde las vidas se transforman, debes ser libre, pero, que te quede claro, libre de ti mismo y eso implica que, debes hacer las paces con tu pasado. Nada de lo que puedas calificar como “el antes” tiene lugar en “el ahora”. No puedes construir altares si desde la infancia, tu niño interior llora por el cariño que no tuviste, por el frío en los pies, por la falta de comida o por los golpes que nunca pediste y que llegaron de la mano de un corazón que te golpeaba motivado por su propia frustración. No puedes construir altares si en tu identidad de mujer aún duelen las actitudes que te hacían sentir menos, indigna, insuficiente. Si aún algo te recuerda esos momentos donde nadie estuvo en los cuales fuiste abusada sexual o psicológicamente, si es así, no controlas tu barco; algo está decidiendo que debes sentir, alguien controla lo que debes pensar y porque motivos debes derramar tus lágrimas. No eres libre y, todas esas facturas de manera inconsciente vas a a intentar que alguien te las pague y ese “alguien” seguramente tomará el rostro de tus hijos.

Si recordar te hace pensar en lo que debes mejorar, no te detengas, pero si recordar duele, entonces hay cadenas que romper antes de construir altares. Si un pensamiento con la etiqueta del “ayer” hace que tu mente se proyecte y divague terminando en cosas que te hacen suspirar, pero con dolor, no eres libre. Si hay rostros que alteran tus sentidos, si hay voces que te provocan un rechazo inmediato y sitios que no te atreverías a visitar sin compañía, no eres libre.

Los altares de Dios, son lugares donde se reúne gente libre, gente que no tiene pendientes, gente que no guarda ningún temor y que, por lo mismo, disfruta su libertad que ha recibido en Cristo y puede darla para que así, sus hijos se conviertan en personas libres de sí mismas y puedan de manera completamente libre decidir con que cosas honrarán en su servicio a Dios y lo que es mejor, siempre encontrarán la manera de dar a sus padres la honra con la cual recompensarán la libertad con la que fueron educados. Los pendientes del pasado se resuelven en la cruz de Cristo y no en el momento de estar construyendo altares. Por favor, no lo olvides, de lo contrario, levantarás altares llenos de temor, llenos de pendientes donde lo que se ofrezca a Dios no producirá ningún fruto porque cada ofrendante del altar estará más pendiente del dolor que aún no termina, que de darle a Dios lo mejor.

Pero, es importante que algo quede claro, Muchas personas como Mandela son libres de sus cadenas para poder renunciar al daño que recibieron y tratar a otros como no lo merecen pero, con Cristo las cosas van más allá.

Mandela quedo libre de sus captores y perseguidores, pero, siguió siendo preso de sí mismo, de sus pasiones desordenadas que, en otras áreas de su vida no le hicieron feliz.

En eso radica la diferencia con Cristo. Él puede darte la capacidad no solo de ser libre de las heridas del pasado sino también de las experiencias del presente. Con Cristo, puedes liberarte de la angustia que viviste por la que no fuiste responsable y, por la angustia por la que solo tú eres responsable así que puedes ser libre del rencor con que te trataron, pero también libre de la lujuria en la que vives. Puedes ser libre de los sentimientos de culpa con los que vivías creyendo que tú eras responsable de problemas ajenos y. al mismo tiempo, libre del hábito de mentir para sacar ventaja. Eso diferencia el estar en Cristo. ¿Te puede servir un ejemplo para entenderlo mejor? Es como pensar en Mahatma Gandhi que, se considera un líder de la paz en el siglo XX y que, liberó a la India del yugo inglés proclamando la “no violencia” donde decía que: “no violencia no es amar a los que te aman, la no violencia es amar a los que odian”. Hizo libre a una nación pero, nunca libero su mente de sus pasiones sexuales que le hacían ser un pederasta constante. Si no lo crees, busca un poco sobre la historia de este hombre así que, ahora nos queda claro que, con Cristo, tienes poder para renunciar al daño pasado y poder para dominar el pecado presente. Esto, lo deben saber los que adoren en el altar que has construido, pero, lo entenderán perfectamente cuando te vean viviendo a ti de manera totalmente libre.

Unas palabras para los varones. El ego del hombre en ocasiones es tan profundo que, nos vence la idea de una falsa libertad. La mayoría de hombres van por el mundo creyéndose completamente libres, pero guardando cadenas en áreas de su vida que convenientemente deciden ignorar. Llenas están las iglesias de hombres que se han librado de un pasado que los educó como superiores a las mujeres (machismo) y viven manifestando la libertad que dan a sus esposas, pero, a cambió, se han enredado en la cadena de la dependencia porque a vista de todos, es la esposa la que le dice a que hora irse de la iglesia y en que cosas debe o no involucrarse. Predica sobre una libertad a medias que nunca le dará plenitud hasta que sea completa. Este es el común problema de los varones, estar ciegos y no ver su falta de libertad. ¿Qué hacer? Busca alguien de confianza, alguien que realmente le veas viviendo la Biblia y pregúntale si aún observa alguna cadena en tu vida y cuando te las muestre, no hagas lo que hace la mayoría de hombres que dice un; “gracias hermano lo voy a orar para hacer lo correcto” para después no hacer nada porque tú ego que es, por cierto, otra cadena, desde el interior te dice que nadie te va a venir a decir lo que debes hacer.

La falta de libertad expresada en una libertad que se vive a medias es un gran destructor de altares porque crea hogares donde, de manera inconsciente a veces, sometemos a la gente a un control que les asfixia y les incomoda hasta el grado de que, en la primera oportunidad que tienen salen huyendo de nuestros altares cuando aún no han aprendido a construir el suyo. ¿Cuál va a ser el resultado? El mismo que nosotros vivimos, estarán presos cargando sus cadenas.

Unas palabras a las mujeres. Como ya lo hemos expuesto, como mujer tienes en la construcción del altar una labor que es diferente y complementaria a la labor que hace tu compañero de vida y al respecto, no hay mucho que decirle a la mujer quién, fácilmente identifica su libertad y la transmite siendo una excelente motivadora de sus hijos algo que, el varón le cuesta mucho trabajo lograr. ¿Dónde está entonces el problema?

El problema radica en que las mujeres que, según ellas se han librado de sus cadenas, no logran librarse de una que es muy pesada y esta es, querer hacer lo que le corresponde al hombre. Hace miles de años, Satanás derrotó a Eva con un simple planteamiento, la convenció de que ella podía ser mejor que Adán, la convenció de que no lo necesitaba a él para empoderarse por sí sola, le vendió la idea de una falsa libertad basada en el egoísmo y Eva, le compró la mentira.

Rompe con esa cadena que puede destruir tu altar porque, si restas autoridad en cualquier sentido a tu esposo como padre en realidad, estás debilitando el altar, y si por sus propias cadenas tu esposo no es capaz de asumir su papel, impúlsalo, pide consejo de como hacerlo, aliéntalo a crecer en el conocimiento de la Palabra, pero, no ocupes su lugar. Tu altar puede terminar convertido en un desastre.

La falta de libertad manifestada en la tendencia a usurpar la función de los demás es un gran destructor de altares porque hace que, se enseñe a los hijos patrones anti bíblicos de convivencia que van a reproducir cuando les corresponda edificar los suyos. Piensa en esto, si como mujer usurpas el lugar de tu esposo, obviamente tu hija va a querer repetir lo mismo y si encuentra un hombre pusilánime lo va a lograr, pero, ¿y si no pasa eso? Entonces puede caer en manos de un abusivo que intente dominarla hasta causarle daño y que, lamentablemente abundan entre los varones cristianos consecuencia de que ellos nunca estuvieron a la sombra del altar adecuado.

Hagamos más profunda la idea de la libertad por medio de la siguiente historia.

 

Libre al fin

 

Las lágrimas corrían libremente por el rostro de un anciano mientras trataba de desatar el nudo de un cordón que tenía alrededor del cuello, en el que tenía colgado un pequeño saco.  El nudo estaba sucio, y lleno de tierra.  El anciano tenía la cabeza doblada como si llevara un gran peso sobre la espalda, su cuerpo temblaba y el temor de lo desconocido se reflejaba en sus ojos.  Este hombre era Sampashe, jefe africano.

 

“No debes confiar en dioses paganos”, le habían dicho; pero el conflicto de siglos de tinieblas y temor se había posesionado de él. ¿Qué calamidades le sobrevendrían si se quitaba este amuleto? ¿No podría conservar por lo menos éste? “No”, le dijeron, “si realmente crees en el amor y en el poder de Jesús, debes poner tu confianza solamente en él”.

 

Parado junto al anciano, en silencio y comprensivo, sonriendo para infundirle ánimo y confianza estaba el misionero.  Sampashe levantó las manos, pero el viejo nudo no podía deshacerse, pues había estado atado por tantos años que estaba completamente sólido.

 

El terror se apoderó del corazón de Sampashe.  Miró el rostro del misionero y entonces hizo la primera oración de su vida, la cual era un grito en el que pedía auxilio, misericordia y amor.  El nudo se aflojó, y a medida que el cordón se deslizaba del arrugado cuello del anciano, también una carga pesada caía de su corazón.  Alzando el rostro lleno de lágrimas, Sampashe sonrió triunfante y tomó la mano del misionero en señal de fraternidad cristiana. 

Nuestra frase sobre la libertad dice así: 



La única manera de lidiar con un mundo sin libertad es llegar a ser tan absolutamente libre que tu misma existencia es un acto de rebelión
Albert Camus


 

CONCLUSIONES

Si, leíste bien. Conclusiones en plural porque no deseo que las conclusiones sean solo mías, pero, antes de pasar a ello, un pequeño resumen.

Esto es lo que nos aprendimos en “Las Piedras del Altar” que te lo presentó en forma de una tabla de información:

 

PIEDRA DEL ALTAR

DESTRUCTOR DE ALTARES

COHERENCIA

·       Aprender, pero no hacer

·       Sentir sin incluir a Dios

LIMITES

·       Falta de obediencia

·       Tolerar una mente vanidosa

HONESTIDAD

·       Falta de sensibilidad

·       Envidia

RESPONSABILIDAD

·       No involucrarme con mi hogar

·       Tolerancia excesiva al pecado

CERTEZA

·       Seguridad sin fundamentos

·       Confiar en la persona equivocada

FIRMEZA

·       Fragilidad de carácter

·       Emociones no controladas

ENTROPÍA

·       Querer siempre una zona de comodidad

·       Negarse a la realización espiritual

MOTIVACIÓN

·       Pensar que no se necesita a Dios

·       Saciarnos de todo menos de Dios

AYUDA

·       Resistirse a resolver conflictos

·       No dar tiempo a las soluciones

EMPATÍA

·       Despreciar otras opiniones

·       Ausencia de firmeza

CALIDEZ

·       Debilitamiento de la autoridad

·       Usar el cariño como arma de control

LIBERTAD

·       Vivir una liberta a medias

·       Usurpar las funciones de otros

No deseo agregar más porque, la voz más importante para construir altares la estás recibiendo de parte de Dios no la ignores.

Espero, que presentarte el modelo de Dios para el hogar que, al mismo tiempo nos muestra el modelo de Dios para lo que debe ser un varón y una mujer haya sido tan edificante para ti recibirlo como lo fue para mí escribirlo. Por eso, por el hecho de que todos hemos sido enseñados deseo que, las conclusiones no sean solo mías.

A partir de este momento, a través de cualquier canal de redes sociales estaré esperando cualquier comentario que tu desees agregar sobre lo que este libro nos ha mostrado y, lo agregará en un apéndice al final del libro que, espero vaya creciendo con cada edición.

No hay más que decir, a construir altares. Cierra los ojos. Siente la voz de Dios y empieza porque, finalmente las doce piedras de tu altar no tienes que ir muy lejos para buscarlas, porque están dentro de ti. Han estado ahí desde hace mucho tiempo.

Que Dios nos bendiga a todos.


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