Sobre los Montes
DEDICATORIAS
SEÑOR JESUCRISTO, EL ALTISIMO
Cuánto habrás
disfrutado creando este planeta.
Tu planeta
especial.
Con tus propias
manos formaste los montes para que hoy, tus criaturas,
elevemos nuestra
mirada hacia ellos y recordemos que, por encima de nosotros,
hay cosas que
tenemos que esforzarnos para alcanzar,
cosas que no llegan
solas, que nos tienen que costar trabajo.
Por favor, ayúdanos a
entender que tenemos que subir montañas para poder
volvernos imitadores de ti, esto, es sin lugar a
duda, la mayor realización
posible para cualquier persona
que cree en ti.
Que el monte que
subiste para ser puesto en una cruz nos ayude a entender
que solo hasta que
vivamos sobre los montes,
lograremos alcanzar la
totalidad de nuestras bendiciones.
CONTACTO
ACERCA DEL LIBRO
¿Qué es sobre los montes?
El hombre es una criatura única en la Tierra.
En los últimos 20 años del siglo XX, se sabe, la
ciencia y el conocimiento avanzaron más que en los 200 años anteriores. Hoy, ya
nos hemos dado cuenta de que el átomo no es la partícula más pequeña en que
podemos dividir las cosas. Hemos desarrollado sustancias y medicinas que son
capaces de controlar químicamente nuestro interior. Con modernos aparatos
ópticos lanzamos miradas a lugares cada vez más lejanos en las inmensidades del
espacio y, deseamos con todas nuestras fuerzas viajar a otros mundos para conocer
si hay “algo más”; para saber si al
menos, hubo alguien más.
Todas estas cosas nos han dado una mejor calidad de
vida, eso es cierto, pero también nos han deshumanizado. Estamos perdiendo
aceleradamente aquello que nos hace diferentes del resto de la creación, y eso
que nos hace diferentes son los valores
morales los cuales nos dan la capacidad de cada día, ser mejores
personas. Estas valores que permiten nuestro desarrollo y nos permiten
superar la esclavitud de los instintos, están
agonizando a la misma velocidad a la que la
ciencia sigue aumentando.
La moderna educación dentro de los hogares pareciera que está fomentando en cada ser
humano un egocentrismo tan abierto que, ya en plena pubertad, los seres humanos
nos consideramos el centro de todo, aquellos
que todo merecemos, los que en todo debemos ser atendidos. Esto hace que el
ciclo de la vida nos deje en la madurez
física carentes de madurez emocional debido a que no hemos practicado
nuestros valores interiores. Cuando llega la muerte, caemos en la cuenta de que
hemos vivido rodeados de gente, pero siendo solitarios que estuvimos buscando
todo el tiempo algo que nunca obtuvimos y que no pudimos darnos cuenta de que
siempre lo tuvimos a nuestro alcance.
Morimos siendo los
grandes solitarios de la creación de Dios.
Y como cualquier humano solitario, necesitamos palabras
de aliento, motivación, necesitamos
creer en nosotros. Y lo necesitamos tanto que, nuestra búsqueda de paz
interior nos lleva a buscar a cualquier maestro, filósofo, motivador o “guía”
espiritual que nos pueda decir que “nosotros
podemos”, que “nosotros tenemos la capacidad”, que “nosotros somos el poder” que
no necesitamos otra cosa más que creer en
nosotros mismos pero, cuidado, porque si miramos este enfoque
más de cerca, esto no es otra cosa más que un moderno culto, una moderna religión centrada en la criatura
lo que aumenta nuestra soberbia y no resuelve la soledad que sentimos, sino por
el contrario, la agranda. No hay salidas y, un vistazo a las sociedades
humanas nos demostrará que lo anterior es cierto y que el deterioro humano
pareciera ya irreversible.
La idea de intentar
ser personas mejores no es en sí, una idea mala, pero, a lo largo de toda
la historia, desde Babel hasta la época moderna, el culto a la soberbia siempre
ha terminado en confusión y destrucción. El hombre, más que motivación, más que
cambiar sus actitudes necesita cambiar lo más profundo de su ser, necesita
cambiar su corazón.
Conforme pasen los años, cada vez más veremos oradores que llenarán auditorios y que compartan terapias que puedan desde resolver un rompimiento sentimental hasta la pérdida de un ser querido; los veremos publicar libros y material interactivo de multimedia y entrar y salir de las listas de los libros más vendidos del mundo, pero, en la esencia más elemental, no van a lograr que absolutamente nada cambie.
Esto es “Sobre los montes”
Un libro que marca el camino para lograr la real
transformación de nuestro interior
Lo que
describimos anteriormente, incluso en la vida cristiana está sucediendo.
Conocemos a Dios, llegamos incluso a establecer una
relación con Él y le cedemos ciertas áreas de nuestra vida, pero, al paso de
los años, sustituimos la experiencia viva y enriquecedora de la fe en Dios por
el aburrimiento de la religión. Dejamos de
sostener con Dios una relación de dependencia
y la convertimos en una relación para nuestra
conveniencia lo que, al paso del tiempo, nos centra en nosotros mismos y
volvemos a las mismas actitudes, hábitos y costumbres que eran nuestra práctica
cotidiana antes de encontrarnos con Él.
Nuestro conocimiento de Dios debe ser renovado. Debemos
ser llevados a su persona para mantener una llama permanente de humildad, amor
y sometimiento a Él.
Esto es “Sobre los montes”
Un libro que marca el camino para sostener con Dios
una relación que nunca cambie
En este libro,
cualquier persona puede encontrar el camino para superar la mediocridad interior y con esto, poder
llegar a una real plenitud de vida que nos acerque a Dios y que nos vuelva
trascendentes; que nos permita pasar por este mundo habiendo sido una pieza
fundamental para la construcción de nuestra propia felicidad y de la felicidad
de aquellos que vienen tras nuestras pisadas.
El camino que “Sobre
los montes” muestra parte de la idea de dividir nuestra vida interior en siete áreas en donde están incluidas
nuestras emociones, anhelos, tentaciones, miedos, frustraciones, orgullos,
pasiones y sueños. La tesis es que estas
siete áreas deben estar en equilibrio
para garantizar la paz interior; es como si cada una de ellas fuera un pequeño “monte”
que debemos “subir” para lograr con
ello la fuerza y la paz personal, el éxito interior y la madurez espiritual. Si
uno de estos montes no logra ser conquistado esto significará frustraciones,
actitudes negativas y falta de crecimiento interior.
Cada uno de estos pequeños “montes”, en este
libro, lo asociamos a siete montes
literales y a siete personajes de la
Biblia. La idea es que si estudiamos lo que pasó en cada uno de estos
montes y en la vida de cada uno de estos personajes podremos descubrir cómo conquistar nuestra propia vida, como
ser en palabras de la Biblia: más que vencedores.
Los personajes que estudiaremos nos enseñarán las
consecuencias tanto positivas como negativas para quién se atreve a desafiar
las alturas y para quién se resiste a escalar los peligrosos riscos de la
superación personal. Y esto, no tiene nada que ver con edades, religión,
condición social o filosofía personal.
Pensemos en esto: hay corazones con pocos años de vida
que, sin embargo, tienen heridas tan
profundas que les seguirán doliendo durante toda su existencia. Hay
corazones entregados a una religión con
toda la devoción posible y, a pesar de esto, se mantienen llorando en medio de
un silencio interior que cada día les pesa y los cansa más. Hay vidas que han dejado de tener un propósito
definido y que solo viven por inercia y se mueven hacia donde los lleven
sus decisiones y, cuando su fracaso de vivir los alcanza, la culpa es “de la
madre naturaleza”, “el destino”, o “la vida que me tocó vivir” pero jamás,
levantan su dedo para señalarse a ellos mismos, ahí, donde está el verdadero problema.
Así que, como puedes ver, “Sobre los montes” te ayudará a identificar las cosas que pasan
cuando no escalamos el monte adecuado. Te enseñará cómo corregir los daños
causados por no estar subiendo cada uno de tus montes a la velocidad requerida para
que puedas acelerar tu paso y por fin, llegar a la cima.
“Sobre
los montes” en suma, enseña a escalar de
la mano de Dios cada una de las siete
áreas de la vida humana que una vez conquistadas, garantizan paisajes preciosos de comunión y adoración que solo pueden ser contemplados cuando se está en la cima.
Vuela sobre los
montes, regocíjate y extiende tus alas. Levanta el vuelo, escala tus
montañas. Aprende a perdonar y perdonarte. Suspira. Siente la presencia de
Dios. Experimenta la capacidad que Él tiene de acariciar corazones y cerrar
cualquier herida. Una vida plena, una vida satisfecha, una vida de paz te
espera, pero recuerda, esto sólo pasará si
vuelas sobre los montes.
Ajusta tu mochila a tus hombros, puede ser que la
sientas demasiado pesada; no te preocupes, muchas de sus cargas se irán
quedando a un costado del camino. Asegúrate que tu lámpara tenga las
suficientes baterías y que tus porciones de alimento sean suficientes. Revisa
si la brújula va contigo, sacude la tierra de tus botas y amarra fuertemente
sus cordones. Ajusta tus lentes a tu rostro, mira la cima y da el primer paso.
Cuando estemos sobre
los montes nos recibirá la presencia de Dios.
¿Listo para empezar
a escalar montañas?
Yo lo
estoy
INTRODUCCIÓN
Esta fotografía es especial en muchos sentidos
Es una fotografía que tomé en el albergue “Fausto
González Gomar” a 4674 metros sobre el nivel del mar. Estamos a tan sólo 1000
metros de alcanzar la cima del volcán llamado “Citlaltépetl” nombre en una
lengua indígena mexicana que significa: “Cerro de la Estrella”. Este volcán es
mejor conocido como “El pico de Orizaba”
y es la montaña más alta de México. Estamos en la cara sur del coloso y
hemos llegado a la meta.
Estamos sobre los montes.
La travesía inició muchas horas atrás. Primero, algo
más de una hora en automóvil hasta llegar al punto donde el camino se divide en
dos direcciones: una, nos lleva a la cima del volcán “Sierra Negra” donde se
encuentra instalado un radio telescopio y el otro camino, nos lleva al alberge.
Un poco más de tres horas a pie nos tienen en este
lugar y, sin lugar a duda, estamos al borde de nuestras fuerzas Selene, Daniel, Jorge y yo.
No ha sido fácil y, el menor nivel de oxígeno en este
lugar nos tiene en una condición bastante incómoda.
-
“Es que no es cansancio físico” - ha
dicho Daniel.
Tiene razón, solo basta caminar un poco entre la nieve para que el cuerpo pida detenerse.
Pero ha valido la pena
Cuando se está sobre los montes las cosas son muy
diferentes.
Uno. El entorno
es cambiante. El clima se modifica
en cuestión de minutos. Se puede
pasar de un cielo azul soleado a una
tenue nevada o a un viento congelante que asciende a gran velocidad. Esto
significa que, cuando se está sobre los
montes, las pruebas son más difíciles,
pero, basta mirar alrededor las cosas que estamos contemplando para saber que
estas pruebas bien valen la pena si a cambio de ellas podemos estar en el sitio
donde nos encontramos.
Dos. El esfuerzo
es mayor. Cada movimiento estando sobre
los montes nos requiere una inversión de mayor energía que estando en las
bajas alturas. Esto significa que necesitamos una mejor condición física para
estar aquí, pero si nos mantenemos sobre
los montes nos podremos adaptar a mayores retos y, en consecuencia, seremos más
fuertes.
Tres. Existe una
sensación de inmensidad que lo llena todo. Es difícil explicarlo con
palabras. Estar sobre los montes es
mirar en todas direcciones y ver que las cosas que creemos importantes o
inmensas, no lo son tanto en realidad. Hay una majestuosidad en el aire que se
puede respirar y sentir. Es como no ser nosotros mismos, es sentirnos transformados, sentirnos enriquecidos, casi
compartiendo una condición que no es la nuestra originalmente. Así que, si
deseas estar aquí, es inevitable que tengas que
dejar de ser quién eres.
Podemos decir en este punto que, estando sobre los montes las cosas ya no pueden seguir siendo iguales. A
pesar de la fatiga, los costos, el hambre y el esfuerzo, descendemos de este
volcán preguntándonos cuándo será la siguiente
vez que regresaremos.
Definitivamente estar sobre los montes es adictivo
porque brinda un lugar de satisfacción que, en ningún otro ámbito ni con nadie
más, puede obtenerse.
Pronto estaremos ahí de vuelta
Pero, antes que nada, antes de escalar montañas, es
necesario que expliquemos una definición que estaremos usando a todo lo largo
del libro. Esta definición es: “creyente”.
En “Sobre los
montes” cada vez que mencionamos a un “creyente”
o “creyentes”, nos estamos
refiriendo a una persona que, de manera voluntaria, haciendo un ejercicio
racional de fe, ha reconocido a Cristo como el Señor y Salvador de su vida.
Esta posición de señorío, Cristo la ha recibido al morir en lugar del hombre para pagar
en la cruz el precio que la justicia de Dios requería para el perdón de los
pecados del género humano.
La persona que acepta a Cristo realiza los siguientes
pasos luego de los cuales ya puede ser considerado un “hijo de Dios” (Juan 1.12):
• Reconocimiento: Ha comprendido que su
vida ha estado alejada de Dios y que sus actos han quebrantado los mandamientos
del Señor por lo que acepta que es un pecador
y que esta condición lo mantiene alejado de Dios y, en un estado permanente de
infelicidad e insatisfacción.
• Arrepentimiento: Entiende que su
condición de pecador debe terminar para que así, Dios pueda marcarle un nuevo
rumbo que esté libre de cadenas destructivas, por ello; se arrepiente de todos
los actos pecaminosos cometidos en su vida.
• Perdón: Su condición de pecador
arrepentido le lleva a pedirle perdón a Dios por todos sus actos cometidos
voluntaria e involuntariamente, conscientes e inconscientes, posibles de
recordar o que han caído en su olvido, los cuales no solo hacían más grande su
esclavitud con respecto al pecado, sino que eran ofensivos a Dios.
• Sometimiento: En consecuencia,
entendiendo que por sus propios medios no puede lograr su propia salvación,
acepta aquella que Cristo le puede dar pidiéndole que se convierta en el
Salvador y Señor total de su vida lo que implica que le da a Dios el control de
sus emociones, su raciocinio y su voluntad.
• Renunciación: El Señorío de Cristo en
su vida le lleva a renunciar a cualquier cosa o práctica pecaminosa que pueda
mantenerse en su vida; esto le permitirá mantener las puertas de su corazón
cerradas a cualquier mal que pudiera volver a esclavizarle.
• Compromiso: Esta decisión de nueva vida
le lleva a realizar día a día un compromiso de rendición a la dirección de Dios
para que el control del Espíritu Santo en su vida aumente al tiempo que el
dominio de sus pasiones disminuya, además de preocuparse por hablar a otros de
su conversión y de realizar algún trabajo a favor del servicio de Dios.
En “Sobre los
montes”, esto es ser un creyente y, es
muy probable que muchos cristianos que están leyendo esto, se den cuenta que,
la forma de aceptar a Cristo como Señor y Salvador que les fue explicada no se parece en nada a lo que en su momento
hicieron. Si es así, valdría la pena que valoraras apreciable lector, si
realmente aceptaste a Cristo o, si has omitido algo que entregarle a tu Señor y
que puede estarte impidiendo volar sobre
los montes.
Amigo lector no creyente,
¿crees que has encontrado
las primeras dificultades de tu viaje? Te animo a seguir adelante, recuerda
que, uno de los propósitos de este libro es explicarte paso a paso todos los
puntos que se acaban de definir hasta llevarte al deseo de tener con Dios una
relación íntima y personal. Las líneas anteriores, apreciable amigo es para
aquellos que creen conocer a Dios pero que solo lo siguen a la distancia.
Aclarado lo anterior, podemos entonces continuar con
nuestra introducción.
La Biblia, está llena de afirmaciones que presentan a un creyente como una persona con la
extraordinaria capacidad de superarse a sí misma, esto es, los creyentes son seres perfectibles.
Los creyentes son tan
humanos como cualquier otro, pero pueden desarrollar una clase de fortaleza
y una fe espiritual que les permite volar las alturas de la superación personal
permanente.
A un creyente, todas las cosas les ayudan a
lograr algún bienestar, aun las que a sus propios ojos y en una primera
impresión no tienen sentido. Los creyentes no esperan que los actos de
Dios se sometan a la lógica humana, más bien, someten la lógica humana al
dominio de la fe en su Creador.
Para corroborar lo anterior, repasemos los siguientes
pasajes de la Biblia, pero, por favor, lee con atención cada uno de ellos ya
que su lectura merece ser tomada en
cuenta con la mayor de las seriedades.
¿Listos?
Antes en todas estas
cosas somos más que conquistadores.
Romanos 8.37. Biblia King James. Traducción libre.
Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece
Filipenses
4.13 RV1960
Nos
vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados,
perseguidos,
pero no abandonados, derribados, pero no destruidos.
2ª. Corintios 4.8-9. Biblia Nueva Versión
Internacional.
Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas;
levantarán alas
como las águilas, correrán y no se cansarán,
caminarán y no se fatigarán.
Isaías 40.31
Con toda esta información, vamos a contestar la
siguiente pregunta:
¿Qué es un cristiano?
Aquí tenemos la respuesta:
Un cristiano es un ser capaz de conquistarse a sí mismo
y mantener la mansedumbre ante cualquier situación que involucre dolor,
persecución, peligro o espada. Eso implica que, los cristianos muertos en el
circo romano durante las primeras persecuciones de la era cristiana murieron
con una mirada de fortaleza que superó cualquiera de sus miedos. Esto quiere
decir que en los ojos de un Cristo agonizante diciendo: “consumado es” había un
brillo de triunfo y esperanza.
Un cristiano es un ser con la capacidad de invocar a
aquél en quién ha creído para que sea Cristo el centro y la base de su vida y
quién le dé la victoria por encima de todo. Un cristiano es capaz de verse
sacudido, perturbado, afligido o preocupado, pero nunca esas condiciones
emocionales perturbarán su fe. Un cristiano es un ser capaz de encontrar en
Dios la fuerza para levantar el vuelo y volar sobre los montes para, desde las alturas sublimes, contemplar los
campos estériles del mundo con ojos de aplomo y victoria y no porque los
problemas cotidianos no le afecten, lo que pasa es que puede estar por encima de ellos.
Si su dependencia de Dios se mantiene siempre fuerte, no hay arma física o espiritual que afecte la relación que mantiene con su Señor.
Eso es un cristiano
Sin embargo, y a pesar del poder que radica en todo
creyente algo que, como hemos visto, la Escritura avala; tenemos que reconocer
que la realidad cotidiana, la vida diaria de
los creyentes refleja cosas muy diferentes.
El creyente, diseñado por Dios para volar sobre los montes lo vemos hoy
conformado al mundo y aparentemente convencido de que su lugar está en el
suelo, en medio de la práctica del pecado. En ocasiones se le ve casi satisfecho de que su vida espiritual no
esté produciendo nada de provecho.
Las iglesias han dejado de ser grupos de adoradores en
espíritu y en verdad y cada vez más se parecen a grupos sociales en donde la adoración se está cambiando por
experiencias emocionales donde todo se centra en las expresiones del adorador y
no en la persona que debiera estarse
adorando.
La mirada de los cristianos hoy se deposita en las habilidades de los miembros de la
congregación y no en su carácter
transformado. Nos reunimos alrededor de los “cristianos” que, ocultando sus
prácticas pecaminosas, se muestran condescendientes y amorosos de acuerdo con
sus conveniencias; mientras que, al creyente que nos habla con justicia
y con la autoridad de la Palabra de Dios lo tachamos de “falto de amor” o “poco
comprensivo” simplemente porque nos está diciendo la verdad acerca de nuestra falsa espiritualidad.
Ahora los cristianos con preponderancia en las
congregaciones no son los guiados por Dios sino los inmaduros y faltos de
crecimiento que, en su conducta y pensamiento, no se diferencian de un
incrédulo. Y puede ser que entre estos haya una diferencia y esta es que el
cristiano impío y pecador, ha usado algo de su dinero para comprar una Biblia.
Los púlpitos de las iglesias han dejado de ser exegéticos y analíticos y se han vuelto vacíos y anecdóticos donde importa más lo que le pasó al predicador, lo que soñó, lo que siente, o lo que “le dijo Dios” mientras veía televisión en la sala de su casa que lo que ya ha dicho en la única revelación avalada por Él mismo para el día de hoy: La Biblia.
Entre los matrimonios cristianos se está perdiendo la
convicción de que se vive dentro de un pacto y cada vez nos gusta más la idea del mundo de que los esposos tienen celebrado
un contrato que, se puede romper en
el momento que quieran por los motivos que quieran. Los hijos dejan de ser el
objetivo de los padres para formar en ellos personas temerosas de Dios y se
vuelven los depositarios de su egoísmo lo que los convierte en irreverentes y
soberbios y una seria amenaza a la estabilidad de la sociedad en el futuro.
Algunos jóvenes
creyentes tocan su música en grupos “cristianos”, y muy fuerte claman
usando el nombre de Dios, pero, paradójicamente también se permiten fumar un
poco entre semana mientras que, las jóvenes “cristianas” sin ningún tipo de
pudor y conciencia no dudan en dejarse acariciar por personas no creyentes ahí,
en medio de las penumbras, deleitando con su cuerpo a alguien a quién lo que menos le interesa es su amor.
Muchos fieles
siervos de Dios sin tiempo ni para sus propias familias experimentan el
milagro cotidiano de que Dios les evite un infarto sin que nadie de su
congregación se atreva a darse cuenta. Todo el tiempo los vemos dando algo,
mientras sus propias familias empiezan a hacer crisis porque han dado tanto
que, incluso le han quitado a su propia sangre para aquellos que parecen no
agradecerlo.
Algunos dirigentes de las iglesias han olvidado quién
es la verdadera cabeza de esta y piensan que sus congregaciones son una especie
de imperio desde donde quieren regular la vida de todas las personas imponiendo
en los ministerios de la congregación a quiénes se les antoja. Otros, no tienen
problemas con los ministerios, pero sí con la autoridad; desean tener siempre
la razón y que su opinión sea reconocida como infalible.
Diríamos que son lo que la Biblia llama: pastores que se apacientan a sí mismos
En muchos casos no volamos sobre los
montes, nos arrastramos al ras del suelo
El creyente es un ser grandioso que se resiste a serlo.
¿Por qué no podemos volar sobre los montes?
La lectura de este libro te dará muchas respuestas a la pregunta anterior. Dios, por
su parte, mucho manifestará a las personas que realmente desean conocerlo,
sobre todo entendiendo que para el Dios de la Biblia, no existen las categorías
ni los niveles ya que Él no hace acepción alguna de personas.
Todas las respuestas apelarán a un sometimiento a Dios.
No invocaremos la falsa imagen del “súper hombre” que
la psicología y el humanismo quieren propagar. No creemos que nadie pueda por
sus propios medios superar sus personales deficiencias. Una sencilla pregunta
puede dar sentido a nuestra afirmación: ¿El mundo ha ido mejor desde que el
hombre se ha convertido en el centro de todo?
Algo debe quedar claro para creyentes y no
creyentes. Ninguna persona que con un corazón
humillado se acerca a Dios puede continuar
siendo igual. Ese es nuestro riesgo, el riesgo de dejar de ser quiénes somos y volar sobre los montes tomados de la mano de Dios. En otras palabras,
diríamos que, al estar sobre los montes,
el único riesgo implícito es el riesgo de la transformación.
En consecuencia, solo queda una pregunta más para terminar
esta introducción:
¿Estás dispuesto a correr el riesgo de ser transformado?
INDICE
Sobre los Montes
Prólogo.
Introducción.
Capítulo 1
Ararat
El monte de la Salvación
“El día
diecisiete del mes séptimo el arca se detuvo sobre
las
montañas de Ararat”
Génesis 8.4 NVI
Han pasado ya un año y diecisiete días.
Ocho personas han sobrevivido al diluvio.
La catástrofe geológica y biológica más grande que el
mundo jamás haya conocido ha cobrado ya la vida de millones de personas y al
parecer, ha terminado. Cadáveres de hombres y bestias; millones de toneladas de
todo tipo de desechos arrastrados por las brutales corrientes de agua flotan
como mudos testimonios de que se desató en la tierra un poder extraordinario.
No hay una contabilidad exacta de cuánto tiempo ha
pasado desde el diluvio hasta la época presente, pero algo sí es muy cierto,
aún ahora, el mundo por todos lados exhibe las huellas de las portentosas
fuerzas que el diluvio desató.
Ha pasado un largo año con diecisiete días.
Todo este tiempo el arca llevando a Noé, su esposa, sus
hijos y nueras ha flotado esperando el final del juicio de Dios.
Las dimensiones
y la forma del arca revelan la preciosa provisión de Dios. El arca fue diseñada para flotar, no para navegar. Si se hubiese construido
con la forma de “quilla ahusada” que tienen todos los barcos modernos, las
poderosas corrientes de agua la hubieran impulsado con tal fuerza y velocidad que se hubiera
despedazado al chocar con cualquier obstáculo.
En cuanto a los
animales, la capacidad de muchas especies para poder mantenerse en una
condición de “hibernación” pudo ser usada por Dios para facilitar su estancia
en el arca y reducir riesgos de infección por la gran cantidad de desechos
orgánicos que se generarían.
La capacidad de almacenamiento del arca, según algunos cálculos, equivalió a lo que pueden transportar 520 vagones de ferrocarril lo que aún en la actualidad, le permitiría desplazar a todas las especies vivientes que existen en la Tierra por lo que, en la antigüedad, Noé no tuvo el menor problema de navegar en el arca con todo y dinosaurios incluidos.
Han pasado ya un año y diecisiete días.
Después de todo este tiempo, el arca desciende sobre
los montes de Ararat donde permanece hasta el día de hoy. Los modernos
montes Ararat se encuentran en Turquía y son una cadena montañosa cuyo
pico más alto mide unos 5200 metros. Ahí, descansó el arca.
La estirpe de
los hombres, corona de la creación de Dios se ha salvado. Noé y su familia,
después de asegurarse que las aguas se han retirado (y que las montañas se han
elevado) descienden finalmente del arca.
Imaginen la
alegría, piensen en lo que vieron, sintieron y temieron dentro de ese
inmenso barco durante más de un año. Si tú fueras Noé ¿Qué pensarías? ¿Qué
tendrías en tu mente? ¿Qué pensamientos construirías al contemplar las
humedecidas faldas del Ararat?
Han sido testigos oculares de un milagro, ya que nunca
había llovido sobre la faz del planeta.
Seguramente su corazón se estremeció al escuchar el
poderoso ruido de los cielos que anunciaba la llegada de una tormenta a escala
global. Seguramente más de una vez se arrodillaron juntos para orar y, en esto,
encontrar algo de consuelo mientras los desesperados gritos de quienes buscaban
salvación desde fuera del arca los conmovían. Piensa que muchas de las voces
que escucharon y a quienes no pudieron salvar eran de amigos cercanos y de
familiares seguramente muy amados. Esta gente en desesperada agonía golpeó
hasta hacer sangrar sus puños la puerta del arca para poderla abrir, pero
no pudieron, nadie hubiese podido
porque “Jehová le cerró la puerta…”
Génesis 7.16.
Están salvados.
Innumerables ocasiones acariciaron a alguna hiena o
algún oso para tranquilizarlos por los inseguros movimientos del arca. Durante
más de 40 días, el único sonido que los acompañó fue el golpeteo del agua sobre
las paredes de madera del arca. Más de un año esperando por la misericordia de
Dios, pero, valió la pena. Están
salvados.
Los afortunados sobrevivientes del diluvio permanecen
más de otro mes dentro del arca después del descenso de las aguas, luego de lo
cual, obedecen la voz de Dios que les ordena salir de la misma (Génesis 8.14-16).
La orden de llenar la tierra es dada al hombre
nuevamente y Noé cumple su parte; toma animales ritualmente limpios los cuales
ofrece en un altar a Dios quién percibe un
olor fragante, un olor grato. Nada alegra más al cielo que el canto de un alma agradecida que
voluntariamente se arrepiente y se entrega en total consagración y eso, no ha
cambiado en nada hasta el día de hoy.
Nada alegra más al cielo que el canto de un alma agradecida que
voluntariamente se arrepiente y se entrega en total consagración.
Dios cumple su parte
Un arco pinta los cielos.
Las gotas de humedad en el
aire las cuales nunca habían estado suspendidas en la atmósfera proyectan el
brillo del Sol en la forma de un arcoíris, una señal visible de que la Tierra
jamás volverá a perecer nuevamente por la acción del agua.
El arcoíris señala una gran verdad: las cosas en la
Tierra ya no volverán a ser iguales.
Algo ha cambiado en la faz de la Tierra.
Algo también ha cambiado de manera definitiva en la
conducta de los animales y en el corazón del hombre. La justicia de Dios ha
quedado clara, tan clara como su amor, tan clara como grande es la incapacidad
del hombre de salvarse sin la ayuda de Dios.
Aún ahora, en la época actual, el hombre sigue siendo incapaz de salvarse por sí mismo. Si
no fuera así ¿por qué se multiplican los grupos de auto ayuda? grupos que hoy
por hoy solamente son capaces de cambiar actitudes, pero, ninguno de ellos es
capaz de cambiar corazones.
Los corazones de Noé y su familia están sobrecogidos de
agradecimiento. El olor fragante no es el olor de los animales quemados en el
altar acabado de construir, es el olor de las almas de las personas que gritan
como sólo el silencio lo sabe hacer.
¿Has subido las montañas de Ararat?
Ararat es el
primer monte y la primera área de la vida de un ser humano que debe estar
completa y en equilibrio. Es la base fundamental para las otras seis áreas que
nos constituyen como personas. Es, por así decirlo, la piedra angular; por lo
tanto, no puedes ni siquiera intentar
subir otras
montañas cuando aún queda camino del Ararat por recorrer.
Asociemos ahora a Noé, al arca, al altar y al arcoíris
con un personaje de la Biblia que, aunque separado por miles de años de
distancia con el diluvio, tiene mucho que enseñarnos sobre las actitudes que
asumimos cuando entendemos que es necesario estar sobre los montes de Ararat, pero, nos resistimos a dar el
primer paso. Este personaje es el rey Herodes
Agripa II.
El comentario a Hechos
25.13 de la Biblia de estudio Harper Caribe registra lo siguiente con
relación a este personaje:
“Herodes Agripa II era
el hijo de Herodes Agripa I y profesaba el judaísmo
y era conocido como experto en asuntos judíos”
A este rey, el gobernador Festo presenta la causa del
apóstol Pablo aprovechando que goza de su visita durante unos días, además de
que el mismo Pablo como ciudadano romano ha apelado a su derecho de ser
escuchado por el mismo emperador (Hechos
25.11-12).
Agripa y su hermana Berenice están sentados con toda su
realeza humana y ante ellos, se presenta Pablo. El apóstol se declara fariseo
de formación y buscador de la esperanza judía que él ha encontrado en el Cristo resucitado.
Pablo presenta ante Herodes Agripa II un
argumento con una sencillez que solo es superada por su contundencia. Su
argumento de defensa es una muestra maestra del uso de la lógica y la razón.
Si Cristo es Dios y para Dios no existe poder que le limite,
y es capaz de provocar una resurrección, ¿por qué no puede ser posible creer
que Cristo haya resucitado por el poder de Dios? Simple, ¿no es verdad? Todos
acusaban a Pablo, pero nadie tenía el cuerpo de Jesús para dar peso a su
acusación de que Cristo no había
resucitado porque ese cuerpo en estado de muerte nunca existió más de tres días.
Él está vivo
Pablo relata su conversión junto con el salvajismo del
que hacía gala cuando era enemigo del cristianismo. Jesús a quien él perseguía
se le apareció y así, en un instante, el
injuriador cambió. ¿Ahora me creen cuando digo que una persona que con un corazón sincero se acerca a Dios y le encuentra, no puede seguir siendo igual?
Pablo en consecuencia, obedece a la voz de Dios que le
envía a abrir los ojos de la gente para que se conviertan de las tinieblas a la
luz, y para que en lugar del poder que Satanás tiene sobre ellos, disfruten de
una relación con Dios que pueda liberarles de cualquier yugo espiritual, y eso
es lo que Pablo hace precisamente saber a Agripa.
Las profecías y la ley que el mismo Agripa conocía eran
únicamente pequeñas miradas hacia lo que se revelaría en Cristo, eso dice Pablo
a Agripa y este, sabe muy bien que eso es cierto.
Por la mente de este Herodes seguramente se suceden uno a uno los pasajes de la ley que anunciaban la llegada y la vida del Mesías. Como piezas de rompecabezas, estos pasajes van encajando a la perfección; cada manifestación profética de la antigüedad se acomoda para que Agripa vea a Dios anunciándose desde la eternidad y llegando al mundo en la persona de su Hijo.
Nacería en Belén, hijo de una virgen, manso y humilde,
traería la justicia perdurable que no se limitaría a su tiempo. Miqueas, Isaías, Zacarías, los Salmos.
La evidencia es irrefutable y ahora muy clara en la
mente del rey, por eso Pablo concluye:
Pues el rey sabe estas
cosas, delante de quien hablo con toda confianza.
Porque no pienso que
ignora nada de esto,
pues no se ha hecho en
ningún rincón
Hechos 25.26
Pablo lanza la pregunta de las edades al rey:
¿Crees ¡oh rey Agripa!
a los profetas? Yo sé qué crees
La inferencia era obvia.
Si Herodes Agripa creía a los profetas debía creer a su
mensaje. Si creía al mensaje de los profetas debía creer en el contenido de su mensaje que anunciaba a
Cristo, y si creía en Cristo, entonces debía
ser cristiano. Pablo está invitando a Agripa a subir sobre los montes de Ararat, le invita a disfrutar de la salvación y
levantar su propio altar para colocar no animales, sino su corazón y su vida
para dejar a Dios hacer su parte.
La pregunta que define el destino eterno del alma debe
ser contestada por Agripa quien no decidió nada y al hacer esto, acabó decidiendo:
“Por poco me
persuades a ser cristiano”
Hechos 26.28
El incómodo reclamo de su propia conciencia obliga a
Agripa a mantener cautivo a Pablo quien parte para sus últimos años de vida los
cuales pasará preso, pero con gozo, preso pero confiado.
Por su parte Agripa también queda preso, preso de su propio corazón; preso e infeliz,
preso y sin poder librarse de sus instintos de maldad. Preso para siempre por
no haber reconocido que era su momento para subir sobre los montes de Ararat. Preso, por cerrar los labios
cuando su corazón gritaba rogando por la misericordia de Dios.
¿Has subido las
montañas de Ararat?
Sobre los montes
La salvación es
el plan de las edades de Dios. Es la muestra más grande de su amor y de la
realidad de su existencia. La salvación es el acto sobrenatural en el cual Dios
acepta la fe de quien se acerca a Él, pero solo porque esta fe se deposita en
su Hijo.
Cristo fue la ofrenda perfecta que satisfizo todas las
demandas de justicia de parte de Dios.
Al aceptar esta ofrenda como propia, el creyente en
Cristo es perdonado por Dios quedando derribada la pared intermedia que
separaba al hombre de su Creador. Si miras con atención, verás que es como
salir de tu arca personal, dándote cuenta de todas las cosas que Dios ha hecho
para salvarte.
Es como estar sobre
el monte Ararat preparando tu altar para ofrecer algo agradable a Dios y
descubrir que un sacrificio ya se está quemando, el sacrificio que se quema
antes del tuyo es el sacrificio de la vida del hijo de Dios.
A partir de este momento, del momento de la salvación, las cuentas quedan saldadas y el creyente ya tiene la posición de ser hijo de Dios. O sea, es visto por Dios como su hijo, con todos los derechos y bendiciones que tal condición le confieren, y estar en el cielo de una manera literal para él, para el creyente, es solo cuestión de tiempo. El Espíritu Santo viene a morar en el cuerpo del creyente iniciando con ello un proceso de santificación separándolo del pecado. Este proceso de santidad progresiva solo podrá ser frenado, cuando el cristiano vuelve a la práctica del pecado.
La salvación es
la seguridad de que el alma humana seguirá subsistiendo por siempre en compañía
de su Salvador por toda la eternidad, libre ya, de las ataduras del pecado.
La salvación
eterna es el existir habitando un cuerpo transformado, físico y eterno que
le permitirá al hijo de Dios seguir cumpliendo con los propósitos para los
cuales Dios lo haya destinado. Salvación
es una relación personal con Dios, tan personal que se vuelve diaria y
constante, necesaria, inevitable, urgente, hermosa y sublime.
Si no has subido sobre los montes de Ararat, si el
boleto al cielo no está en tu bolsillo, entonces debes poner atención a lo
siguiente para identificar las cosas que haya en tu vida y que deben ser tu
referencia para saber cuánto necesitas desesperadamente la salvación de Dios.
Así
son las personas que NO han subido sobre los montes de la salvación
• No
manifiestan las cualidades del carácter cristiano que registra la Biblia: amor,
alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio
propio. Algunas de estas cualidades ocasionalmente aparecen en su vida, pero
porque son reflejo del accionar de sus emociones y no de la intervención de
Dios.
• La
práctica del pecado es una constante en su vida y en la mayoría de los casos,
no son capaces siquiera de controlarlo. Es más, no desean controlarlo.
• Tratan
de evitar a toda costa el pensar en que tienen una responsabilidad por sus
actos ante su Creador y para rehuir esta responsabilidad se muestran cínicos
sobre su conducta o, culpan a Dios por todo lo malo que en realidad es,
consecuencia de su accionar.
• Al
vivir una vida contraria al dominio de Dios manifiestan cualquiera de las acciones que la Biblia llama “obras de la
carne” por ejemplo: ira, hechicerías, divisiones, sensualidad, pleitos,
enemistades y cosas semejantes a estas.
• Sienten un temor grande hacia la muerte. Al
no tener desarrollada fe alguna, el dejar de existir, la inseguridad de saber
qué hay “más allá” les causa miedo y tratan de evitar cualquier cosa que los
enfrente con la realidad de que solo están de tránsito en esta vida.
¿Eres este tipo de persona?
Así son los creyentes que han subido el monte de la
salvación, pero NO lo disfrutan
Antes de pasar a la lista es importante hacer una
aclaración.
La evidencia bíblica apunta a la inmutabilidad de la salvación, o sea, la salvación no se pierde.
La lógica refuerza este punto. No puede un Dios
perfecto hacer cosas imperfectas o que necesiten ajustes. Es por ello por lo
que la Biblia no nos habla de fortalecer la convicción en nuestra salvación,
pero si nos invita a cuidar la salvación
que tenemos asegurada.
Veamos tres pasajes bíblicos al respecto.
Por tanto, amados míos como siempre habéis obedecido…
Los pasajes jamás sugieren la idea de una salvación que
se pierde, pero si de una salvación que
debe hacerse efectiva y que puede ser confirmada
y esto, el hecho de tener que demostrar lo que hay en nuestro corazón, nos
lleva al “incómodo” campo de las cosas que se ven.
La salvación debe ir acompañada de hechos que la
demuestren y la confirmen.
Es lo
que Santiago llama mostrar la fe a través
de las obras (Santiago 2.18).
He aquí la lista con las características de las
personas que, a pesar de tener el concepto de Dios claro en su mente, de haber
tenido ya un encuentro personal con Cristo,
no han llevado esa relación al plano de lo que se ve todos los días. Dios para
ellos, es un entretenimiento de fin de semana, es una religión, no una
relación.
• No
reflejan el carácter transformado del verdadero
creyente. Usando un ejemplo sencillo diríamos que, si los ponemos en medio
de un grupo de personas que no son creyentes, pasan completamente
desapercibidos.
• La
Biblia dice que, el Espíritu Santo mora en el corazón del creyente y, en el
caso de estos creyentes sin lugar a duda está, pero, no lo dejan actuar.
• Son arrogantes en cuanto a su persona. No
toleran instrucciones, consejos o exhortaciones de nadie. Una de las cosas que
más les desagradan es que alguien de la iglesia se acerque a ellos para darles
alguna sugerencia.
• Siempre
tienen impedimentos para poder
desarrollar un ministerio para Dios y también para congregarse con
regularidad. Muchos de sus pretextos son reales, pero en realidad, solo los
usan para evadir cualquier responsabilidad.
• Cuando
llegan a tener problemas, nunca los dan a conocer y los tratan de resolver solos y lo suelen hacer de mala manera y
cuando esto pasa, nunca reconocen que tomaron una mala decisión.
Consecuencias para las personas que NO quieren estar
sobre el monte de la salvación
Si habiendo escuchado la oferta de salvación que Dios en Cristo te ofrece y voluntariamente la rechazas, pues simple y sencillamente, rechazarás a Dios en persona, lo que implica una serie de consecuencias que no puedes ni siquiera imaginar.
En primer lugar,
el rechazo de la oferta de salvación precisamente te deja así, sin salvación. Tu futuro en la eternidad está
decidido, seguirás existiendo, no lo dudes, pero en soledad eterna, alejado de
Dios, sufriendo el tormento eterno del lago de fuego con el cual Dios
justamente cerrará el capítulo del mal para siempre.
En segundo
lugar, vivirás situaciones que serán producidas por la mano de Dios para
hacerte saber que no se ha olvidado de ti y que por cualquier medio tratará de
que aceptes su existencia. Tratará de llegar a ti por medio de mostrarte la
maravilla de ver a tus hijos crecer, la pérdida de tu trabajo, el accidente que
te puso en una cama, la muerte del ser amado, la resolución del problema legal
que tenías tan complicado y, muchísimas cosas más, pero, lo verdaderamente
lamentable es que a pesar incluso de cosas como estas, hay personas cuyo
corazón se endurece tanto que, sin más no se dan cuenta de los milagros de Dios
en sus vidas. ¡Que no pase eso contigo!
En tercer lugar,
si no abres tu corazón a Dios, no podrás tener en tu vida todo lo que Dios
representa: equilibrio, paz interior, salud emocional, capacidad de
sobreponerse a todo, certeza de perfeccionamiento constante, capacidad de
decidir adecuadamente y muchas bendiciones más. Al rechazar a Cristo, rechazas
una condición de vida.
Consecuencias para los creyentes que NO
quieren disfrutar el monte de la salvación
Si dejas de subir el monte de la salvación o bajas de
su cima, tendrás como consecuencia la presencia del pecado en tu vida y en la
vida de tus seres más cercanos; lo comenzarás a practicar, generando con ello, relaciones
rotas con Dios. Estas relaciones desechas con tu Creador te llevarán a que tus
hábitos pecaminosos sean degradativos, esto es, cada vez cometerás fallas más
fuertes, más grandes, más difíciles de controlar.
Ser creyente, y no subir el monte de la salvación es
perder la gratitud por la gracia inmerecida de ser salvo, lo que provoca
soberbia espiritual. Esta soberbia traerá como consecuencia para ti, amado
hermano en Cristo, la actitud de dejar de buscar a Dios ante los problemas.
Seguramente dejarás de servir y comenzarás a practicar lo bueno como malo y lo
malo como bueno.
¡Ten cuidado! Tu vida puede terminar en laberintos
morales y emocionales que harán infructífera tu vida espiritual y cuando Dios
te llame a su presencia, sufrirás la vergüenza de no haber hecho lo que Dios
merecía que hicieras por Él.
Vuela sobre el
monte de la salvación y libérate del control de Satanás y, sobre todo, del
control de tu propia carnalidad que hasta este momento ha impedido que seas
realmente feliz. El mundo está en medio de una guerra espiritual donde el
control de tu alma se pelea hasta en el más pequeño de tus pensamientos.
Reconoce tu
necesidad de Dios y sube los montes de Ararat. Haz esa oración y
disfruta la sensación de tener la presencia de Dios en ti. Goza ese escalofrío
en los brazos y ese cosquilleo en el corazón. Siente como el pecho es
insuficiente para poder acumular todo el aire que quieres expulsar en un
suspiro. Llora al saber que nunca te aparatarás de Dios y nunca, nunca
desciendas del monte de la salvación por
ningún motivo o quedarás a merced de tus emociones y alejado de Él.
Capítulo 2.
Moriah
El monte de la Entrega
… Toma ahora tu hijo…
Isaac a quién amas y vete a tierra de Moriah,
y ofrécelo ahí en
holocausto sobre uno de los montes que yo te diré
Génesis
22.2
La salvación es la primera área de la vida de una
persona que debe estar completa. En este punto es recomendable que no sigas
adelante hasta tener la total certeza de que Jesucristo es tu Salvador y que
estás dispuesto a obedecer su voluntad como tu Señor.
Para iniciar el tema del presente capítulo, me gustaría empezar definiendo una palabra que se encuentra en el versículo indicado anteriormente. Es una palabra que habla de dar, pero dar de una manera sin medida. ¿No puedes adivinar cuál es?
Holocausto
El Diccionario
Ilustrado de la Biblia de Editorial
Caribe define esta palabra así: “enteramente quemada. El sacrificio más
antiguo de la Biblia (Gn. 4; 8.20; 22.2;
Ex. 10.25) y uno de los más importantes de la religión israelita (1 R. 3.3-4;
Esd. 3.2-4).
De acuerdo con las instrucciones de Levítico 1, el holocausto era la
ofrenda total de la víctima sobre el altar. Después de degollar al animal, se
rociaba su sangre sobre el altar. Antes de prender el fuego, se lavaban los
intestinos de la víctima y se acomodaban las partes sobre el altar. En el caso de
las aves, se les quitaban las plumas y el buche y ambas partes se desechaban,
pero lo demás, se quemaba por entero”.
No continúes leyendo hasta que te quede completamente claro el concepto de lo que era un
holocausto.
¿Listo?
Entonces podemos
continuar
Luego de que Abram derrota a los reyes de la llanura en
Génesis 14 y es bendecido por el
misterioso sacerdote llamado Melquisedec, rey de Salem, recibe una promesa
desde el cielo.
Una espera de 25 años, ¿quién la soportaría?
Abram es rico, riquísimo. Puede comprar lo que quiera.
Tiene todo al alcance de la mano, pero, solo le falta un hijo; sinónimo de
fuerza y trascendencia. Solo le falta un hijo para tener la seguridad de que su
propósito aquí en la Tierra se ha cumplido, pero, ya han pasado 25 años.
Un año atrás, cuando Dios iba a destruir a Sodoma y
Gomorra, le ratificó la promesa de que él tendría un hijo, pero han pasado 25 años desde la primera vez
que se hizo esta promesa. Su esposa ha perdido sus periodos de fecundidad, sus
senos ya no producirán más leche materna; el vigor se ha terminado y, solo un
esclavo parece el posible heredero. Todo está en su contra. La promesa esta vez
no se cumplirá.
Dios está demasiado ocupado para atender la
preocupación de Abram.
Todo está mal, menos la fe de Abram. El creyó, él supo, él
no dudaba; esperaba.
Aunque su esposa se hubiera reído miles de veces, Abram
seguiría esperando la promesa y le fue contado por justicia. Esto es, él fue
considerado justo por parte de Dios ya que la soberanía de Dios gobernaba sobre
sus emociones y sus propios anhelos. Abram creía que Jehová era su único Dios,
y así se comportaba.
Y el tiempo llegó, y nació Isaac.
La partera golpea el pequeño glúteo de su heredero y
hasta el exterior de la tienda se escucha un llanto que humedece los ojos del
anciano hombre de cien años. Abraham, el
padre de multitudes eleva su mirada al cielo, susurra un: “gracias”. 25 años de espera han terminado.
Unamos esta historia con la introducción de
este capítulo
A este hijo prometido, a este hijo anhelado, a esta
consumación de sueños, le ordena Dios a Abraham que lo sacrifique en holocausto, pero, entiéndelo bien.
Dios le dijo a Abraham para probarlo, no lo olvides, que tomara a su hijo amado y lo degollara, que lo viera ahogarse con su propia sangre. Dios le dijo que lo viera escupir saliva, aire y vida, que contemplara durante más de un eterno minuto su agonía, que viera sus ojos perdiéndose en lo alto de sus órbitas y que viera como lentamente la palidez se adueñara de su cara.
Dios le dijo que una vez muerto Isaac lo partiera en
dos con un cuchillo, que con fuerza despedazara sus costillas y que al amado
cuerpo partido en dos, le arrancara los intestinos después de rociar la sangre
alrededor de las piedras del altar donde lo ofrecería.
Abraham tenía que mutilar los brazos y las piernas del
muchacho y acomodar las partes sobre el
altar cuidadosamente. No debía importar el sentimiento de ser un asesino o
de haber acabado con la vida. Abraham debía
hacerlo. Si él creía que Dios es bueno, es ahora cuando debía demostrarlo.
Una vez acomodado
el cuerpo, debía quemarlo y esperar mientras el olor de la carne quemada de la
piel del hijo de la promesa inundara
sus sentidos, y esto, sin esperar que Dios después le diera algo. 25 años de
espera han terminado en muerte. ¿Pensó Abraham que Dios era
injusto, sádico o inhumano? No lo sabemos. Abraham simplemente obedeció.
Si hubiéramos estado ahí, seguramente todos le
hubiéramos gritado a Abraham:
¡No seas fanático!
¡¿Cómo puede estar seguro de que es la voz de Dios?!
¡No necesitas hacerlo Abraham, reacciona!
Abraham está a punto de subir el monte Moriah y miles de preguntas se agolpan en su mente:
¿Por qué Dios me llevó afuera de mi tienda hace 25 años
para decirme que me daría un hijo?
¿Para esto?
¿Qué le diré a su madre cuando vuelva?
Seguramente destruiré su fe y nunca deseará volver a
elevar oraciones al cielo.
¿Qué está pasando?
Isaac sospecha. Algo falta, algo no está bien, algo se necesita. “Dios proveerá” contesta
Abraham. La orden es clara y procede de Dios y Abraham debe obedecer. La
obediencia a Dios no permite argumento en contra.
Jhon Huston en su película: la Biblia, refleja este momento con un Isaac atado y con un Abraham
levantando un cuchillo con ojos llenos de lágrimas y en ese instante donde se
decide la entrega, Isaac le pregunta a su padre: “¿No hay nada que le
negarías?”. Abraham responde: “Nada”.
Yo sé, es un guion de cine, pero es lo mismo que nos
dice la Biblia. Abraham nunca duda, solo hace y, entonces, Dios
detiene el sacrificio.
“Abraham,
detente”. No lastimes al muchacho, no le hagas daño, yo sé que me temes. No
asesines. ¿Para qué quiero a Isaac como muestra de tu amor si tu corazón ya me
pertenece? Alto, tú no sabes rehusarme nada.
Abraham, yo también te amo.
A las espalda de ese cuadro de un “casi sacrificio” se
escuchan sonidos y, al voltear Abraham, aparece un carnero trabado en un zarzal
que se convierte en ofrenda. Hermosa lección de amor para Isaac que le enseñó
lo que era amar a Dios ¿Supo Isaac
lo que significaba dar? Yo, tengo la misma respuesta que tú: Sí.
Años más tarde los pequeños hijos de Isaac: Jacob y
Esaú le preguntarían si era necesario darle algo a Dios.
Seguramente Isaac sonreiría y recordaría cuando él y su padre estuvieron sobre el monte Moriah.
Sobre los montes
Abraham está sobre el monte Moriah, dispuesto a perderlo todo y regresó con lo que pensaba que iba a
perder y con el corazón lleno para siempre.
No fue así de dramático.
No fue tan demandante.
Pero ellos también tenían que estar sobre los montes.
En Hechos 5 se
relata como el evangelio estaba transformando al mundo. Una oleada de amor
invadía al cercano Oriente y Europa. Una oleada que empezó sobre un monte, el monte Calvario. Esta oleada de amor venía
acompañada de una fe que enseñaba a perdonar y a dar, lo que empezó a
transformar a la gente haciendo que el imperio más poderoso del planeta en
aquel tiempo temblara.
Los creyentes se buscaban para vivir en comunidades y
compartir su fe. ¿Morir? Eso es algo que no les causa temor. Es parte del
contrato que firmaron y que Dios firmó con la sangre de su hijo.
Si Cristo era su Señor en la vida, ¿no podría serlo
también en su muerte? Los cristianos del primer siglo comienzan a practicar una
forma de administración tan innovadora que puede parecernos ilógica. La gente vendía todo lo que tenía. Leíste bien, vendían todo
lo que tenían y lo traían a los pies de los
apóstoles y no lo hacían para comprar indulgencias o para levantar
templos enormes o para que los apóstoles tuvieran la ropa de moda traída de
Oriente. Lo traían para que incluso, entre ellos mismos se repartiera, y así, todos tuvieran lo mismo. Finalmente,
esto es un reflejo del cielo, donde nadie tendrá más que nadie.
De todo su corazón todos lo están haciendo.
Ananías y Safira
no quieren quedarse atrás, no desean ser señalados como poco caritativos,
pero tampoco quieren perder. Estar sobre los montes de la entrega los
espanta. ¿Qué pueden hacer para lograr ambas cosas? ¿Qué podrían hacer? ¿Tú qué
harías? Tú, ¿Qué haces?
Los dos esposos finalmente llegaron a un acuerdo. Vendieron la propiedad “y sustrajo del precio sabiéndolo también su mujer, y trayendo solo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.” Hechos 5.2.
Ellos querían dar, pero a su manera. Estaban sinceramente
dispuestos a recibir, pero no tanto a dar. A
final de cuentas lo que querían solamente era tener un poco más que los demás. Vender no era el problema, ¿dar?, lo
soportarían, pero que ellos fueran igual que los demás no lo aceptaban. Pero no se querían quedar atrás, ¿Cómo llamaríamos a
eso? ¿Pelear con los demás? ¿Ser contradictorio? ¿Tú cómo le dirías? Yo sé. Llamémosle contender.
En toda esta historia, hubo un gran problema y esto fue que, el robo que perpetraron no solo lo sabían ellos, también lo sabía Dios. Ananías presenta el dinero y Pedro el apóstol lo acusa de mentirle a él y lo que es peor, de mentirle al mismo Dios. Muere Ananías y posteriormente su mujer. El pecado de uno es el pecado de los dos, suele ser así en el matrimonio.
Sobre el monte de la entrega
Entregar es
mucho más que dar, es darse a sí mismo.
Si soy creyente y he reconocido en Dios a mi Señor y a Cristo como mi Salvador,
si trato de andar como Él anduvo, si me esfuerzo por presentar a otros esta
salvación. Si agradecido a Dios le busco y lo consulto ante cualquier
situación, entonces, según la Biblia, te mereces un: “bien hecho”, una área de
tu vida ya está en equilibrio, pero recuerda que la madurez y la plenitud
espiritual se logran cuando mantienes las siete
áreas de tu vida en completo equilibrio, no solo una. Si ya estás sobre el monte de la salvación, ahora sube el monte de la entrega.
Tienes que
dar, es imperativo
Si amas, debes dar. El amor es la única cosa de nuestro interior que necesita ser demostrado por naturaleza. Date cuenta de que todas las demás cosas de tu interior puedes controlarlas y no manifestarlas, pero, con el amor, esto no se puede. Si el amor gobernara al mundo, veríamos a nuestras sociedades en equilibrio, pero, si la ira está gobernando, debemos ver a las sociedades perdiendo cada vez más sensibilidad. Observa unos minutos un resumen de noticias. ¿Tú que crees que es lo que esté pasando?
Así son las personas que NO han subido el monte de
la entrega
• Les cuesta trabajo dar. Especulan no
solo con lo que tienen sino también con lo que son. Los esposos no dan tiempo,
los padres no dan comprensión, las esposas no dan respeto, los hijos no dan
reconocimiento, los amigos no dan respaldo y así, la lista puede seguir; las
condiciones pueden variar, pero al final, nunca
dan.
• Si
llegan a dar algo, suelen reprocharlo constantemente.
• Suelen
ser generosos con las personas que nunca les mostrarán agradecimiento, pero, no
son capaces de hacer algo por quienes realmente los aman.
• Suelen estarse quejando constantemente de que nunca reciben nada, pero, esto es una especie de estrategia para distraer la atención de su interior y que así no podamos ver el egoísmo que reina en ellos.
• Regularmente
han sufrido mucho en las etapas
tempranas de su vida. Cuando han dado, han sido muy lastimados por lo que
ya no quieren sufrir más o, quieren hacer a otras personas lo que ellos mismos padecieron. En consecuencia, sufren mucho,
porque en el fondo quieren amar y ser amados, pero no pueden.
¿Eres esta clase de persona?
Así son los creyentes que NO han subido el monte de la
entrega
• No llevan a cabo ningún ministerio de
ningún tipo en la iglesia. Sé que es posible que no lo hagan porque no tienen tiempo, pero, entonces, ¿por qué ni
siquiera les hablan a otros de Cristo en su trabajo?
• Nunca reconocen un buen ejercicio de don o
fruto espiritual en ninguna persona. Si alguien es buen administrador, “es
que seguramente está tomando lo que no debe”. Si alguien predica constantemente
no importa si el Espíritu lo usa, “es que es el preferido del pastor”. Piensan
que no deben felicitar a nadie para “no incitar su vanidad” y si alguien está
transformando su vida “algo quiere, no puede ser sincero”.
• Si
se necesita su auto para algún ministerio: “esta en el taller”. Si se necesita
su casa para una actividad cristiana: “es que no vamos a estar todo el día”. Si
se requiere su dinero para que un trabajo en la iglesia se desarrolle: “perdón,
pero es que apenas si me alcanza para mis necesidades”, pero, obviamente, en el
banco la cuenta que tiene sigue aumentando.
• Si
tienen un hábito favorito, dejarán a
Dios por ese hábito sin dudarlo. Si es el deporte, que no le toque a su
equipo jugar en domingo, o que la selección nacional de su país no dispute un
encuentro en día de culto porque no los veremos asistir ese día.
• Los
jóvenes cristianos que no han subido sobre el monte Moriah y ya son
productivos económicamente, trabajan, pero no
aportan nada a su casa y se molestan si sus padres les piden algo de “su
dinero”. Durante más de 20 años han sido mantenidos y ahora, no tienen para las
necesarias medicinas de mamá, pero claro, el dinero si alcanza para el aparato
de última tecnología que se acaban de comprar.
¿Eres esta clase de creyente?
Sobre los montes
Subir a Moriah y dar algo de valor, algo que
cueste trabajo
Consecuencias
para las personas que NO quieren estar sobre el monte de la entrega
Las personas que no dan, las personas que reprimen la generosidad, aquellos que no muestran ni lo que son ni lo que tienen, siempre son rechazados por los demás. En consecuencia, son personas que lentamente se van quedando completamente solas, y, los pocos que se acercan a ellos será porque no los conocen o, porque esperan obtener algo; nunca lo harán por lo que son, sino por el provecho que les representan.
Siendo egoístas, terminarán sin nadie que les dé y, en
las últimas etapas de su vida suelen ser los ancianos que van perdiendo sus
últimas fuerzas en camas de hospitales o asilos en donde esperan ansiosamente
la visita de las personas a las que durante tantos años no les dieron nada las cuales difícilmente volverán a ellos.
Expresarán su dolor y su tristeza, pero lo cierto es que nunca nos dirán que
ellos son los responsables por su condición.
Esta soledad, termina carcomiendo su corazón y
despierta en ellos un rechazo total hacia cualquier persona. Los vemos, pues,
convertidos en hombres y mujeres tan insoportables que cualquier detalle
trivial es para ellos motivo para sacar a flote su dolor por medio de la ira.
Se vuelven necios insufribles que siempre quieren tener la razón y nadie quiere
ni siquiera estar cerca de donde están. Así pueden terminar las cosas para
ellos, y así es precisamente como Dios no
quiere que terminen las cosas para ti.
Consecuencias para
los creyentes que NO quieren estar sobre el monte de la entrega
Los cristianos gobernados por el egoísmo jamás darán algo que les cueste. Dan lo que no
les cuesta y son expertos en dar lo de
otros, pero lo suyo, jamás. Prefieren ser amados que amar.
Los
creyentes que no suben el monte de la
entrega nunca recibirán nada de parte de
Dios y además, se quedarán sin nada de lo que tanto estiman o aprecian. Sin
dinero, sin automóvil, sin prestigio, sin testimonio, sin hijos, sin
reputación, sin ministerio. Como su pérdida es un proceso largo, ellos piensan
que no lo padecerán, pero, el tiempo es una de las cosas que no suelen afectar
los planes de un Dios que es eterno.
Si Abraham hubiese subido a Moriah con
un corazón egoísta, seguramente su regreso lo hubiera hecho acompañado del
cadáver de su hijo y, el carnero trabado en el zarzal nunca hubiera aparecido
lo que significaría que Abraham hubiera perdido su beneficio presente y su
beneficio futuro. Las bendiciones se hubieran disipado y la soledad hubiese
sido eterna.
Lo anterior implica que, un cristiano que no entiende
que debe volar sobre el monte de la
entrega no solo perderá lo que tanto le gusta o atrae, sino que además
terminará perdiendo bendiciones inmensas de parte de Dios. Es curioso cómo,
dentro de las pocas palabras registradas de Jesús fuera de los evangelios estén
estas:
En todo esto os he
enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados
y recordar las
palabras del Señor Jesús, que dijo:
Más bienaventurado es dar que recibir
Hechos 20.35 (énfasis del autor)
Vuela sobre los
montes de la entrega. Obtén el equilibrio en la segunda área de tu vida.
Reconoce que tal vez fuiste criado con tanta tolerancia que ahora piensas que todos tenemos la obligación de hacerte reverencias o soportar tus absurdos. Dios nunca va a rogarte, entiéndelo bien. Pide perdón por esas actitudes y acepta que tratas a todos - lo que incluye a tu familia espiritual - con un orgullo que no es normal entre cristianos.
Recuerda que el egoísmo y la soberbia hicieron pecar a
un ángel que se convirtió en Satanás. Su mente, creada perfecta abrió la puerta
al egoísmo y terminó condenado. ¿Así
quieres terminar tú?
Practica el dar,
y no te molestes cuando alguna persona entre a tu casa y use aquellos
muebles por los cuales pagaste tanto. Sirve
en algún ministerio y sé una parte viva y funcional dentro de tu
congregación cristiana. Si Dios te permitió alcanzar un grado académico,
sírvele con tu mayor conocimiento y recuerda, no te avergüences del nivel
escolar que tus padres no alcanzaron porque no lo pudieron hacer para que tu si
los alcanzaras.
Las más grandes bendiciones de Dios te esperan, pero
sólo con una condición: que le des a Dios primero. Lo que le entregues al Señor te será
devuelto.
Lee
Mateo 19.29 y recuerda que puede suceder que pienses que lo que debes
entregar es demasiado o, que será difícil porque nunca has tenido una entrega
de ese tamaño, pero, Dios en el fondo solo
te está probando. Él desea medir la dimensión de tu amor hacia él.
¡No lo defraudes!
Capítulo 3.
Horeb
El monte de la Moral
Los rumores aún no han desaparecido.
Los israelitas siguen comentando lo impresionante que
fue ver como de la nada empezara a soplar un viento como jamás habían visto que
soplara en Egipto. Todos estaban mirando las espaldas de Moisés. Debe de
reconocerse que era impresionante ver la silueta del líder dibujada contra el
horizonte crepuscular de la noche que ya estaba cayendo.
Muchos se consideraban muertos ya.
A sus espaldas, el ejército egipcio arremetía con la
fuerza de la mejor armada del mundo de su tiempo. Ellos, los hebreos, su mano
de obra casi gratuita por más de 400 años están dejando el país precedidos de
milagros que nunca se habían visto cada uno de los cuales, golpeó la figura de
los principales dioses egipcios.
Las manos de Moisés comenzaron a elevarse y entonces,
el viento sopló y así, de improvisto, las aguas del Mar Rojo comenzaron a
juntarse hasta levantar unas impresionantes murallas de agua que dejaron al
descubierto un fondo cenagoso, mostrando el camino a la libertad. Sin que nadie
lo esperara, la columna de nube que daba sombra y resguardo a los hebreos y que
tenía una altura gigantesca, es lanzada a la parte trasera del campamento
israelita.
Los soldados egipcios contemplan un milagro y parece que no lo notan. Ni ellos ni los
hebreos lo saben, pero esa noche, no
solo la nube causó separación. Ahí estaba el ángel de Jehová, el mismo que
salvó a Isaac interviniendo en Moriah.
Debe quedar claro.
Hay ayudas que no podemos ver pero que siempre estarán ahí.
Los egipcios tienen ya los ojos adoloridos de tanto enfocar la visión para tratar de ver a través de unas tinieblas que lo cubren todo y que surgen de una nube que los envuelve.
Solo al sentir la humedad de la tierra del fondo del
mar Rojo es como logran darse cuenta de que están entrando a terrenos de
Dios. De pronto, al mirar a su alrededor se dan cuenta que, a ambos
lados del improvisado camino por el que siguen, hay murallas de agua que están
desafiando la gravedad y entonces, el
miedo llega.
Muchos tiran sus armas y huyen ante la presencia del
Dios que les ha hecho sentir que, están combatiendo contra algo más que una
fuerza humana. Estos soldados acostumbrados a mutilar sin piedad a sus enemigos
se saben ahora contrarios del Creador del Universo y saber eso, simplemente
nadie puede soportarlo.
Los rumores no se han acallado.
Los hebreos están acampando al pie del Sinaí. Han
escuchado que es el monte de Dios por lo que de vez en cuando, voltean a ver la
cumbre del monte esperando ver algo anormal, pero no sucede nada.
Empieza a amanecer.
Los egipcios han logrado llegar ya hasta la mitad del
terreno que unas horas antes ocupaba el mar Rojo. Su impulso lo obtienen del
odio y del desprecio.
Y entonces, sucede. Dios
mira el campamento egipcio. Solo lo mira y esto
basta para que todo se trastorne. La sensación de que una fuerza más
allá de su comprensión está presente les hace enloquecer de miedo, pero ya es
demasiado tarde. Los corazones endurecidos siempre tienen un tiempo, un espacio
para que reflexionen, para arrepentirse luego del cual, ya no hay salvación
para lo que se debe enfrentar.
Los hebreos han cruzado ya el mar. Nuevamente la figura
del líder Moisés, se dibuja contra la luminosidad de la alborada y sus brazos,
nuevamente vuelven a levantarse en
dirección al cielo y entonces, las murallas de agua comienzan a ceder.
Toneladas de peso líquido aplastan al instante los cuerpos de los egipcios. La
aparente amenaza egipcia termina en un instante. De hecho, nunca siquiera hubo
posibilidades de triunfo para el faraón y sus hombres.
Y ahora, el pueblo de Dios está ahí, en Sinaí.
Están al pie del
monte y muchos aún no se ponen de acuerdo si en la noche en que murieron
los primogénitos se escuchó un ruido acompañando a la presencia del ángel de Jehová que ejecutó el juicio
de Dios. Algunos dicen que vieron luces, otros dicen no haber escuchado nada.
Dios es aún desconcertante para muchos de ellos y, sobre todo, para los
egipcios que quisieron marchar con los hebreos al ver las manifestaciones del
poder de Dios.
Los rumores aún no han desaparecido.
De pronto, un nuevo sobresalto en el corazón. Dios quiere hablar con ellos. Les pide
tres días para prepararse, para que mediten a quien verán, a quien van a
escuchar. Tres días para que imaginen la presencia de un Ser que, si ha sido
imponente mostrándoles su poder en Egipto, seguramente será majestuoso
mostrándoles su presencia. El temor de Dios está sobre Israel, ellos creen (Éxodo 14.31) lo que los lleva a
aceptar todo lo que Dios les quiera decir u ordenar.
Moisés sube al monte.
Ya pasaron tres días. Truenos, relámpagos y una nube
que cubre decenas de kilómetros de superficie anuncian que Él, ha llegado. La tierra tiembla, todo se estremece. Es momento de
escuchar lo que Dios tiene que decir. Moisés está sobre el monte Sinaí y escucha la voz de Dios que hace saber las
ordenanzas que desea que su pueblo cumpla. Son órdenes, no opciones, y su calidad de
ordenanzas se las da la Persona de quien proceden.
Si Dios es perfecto, sus mandamientos son perfectos. Su
ley todo lo cubre, todo lo dice; no requiere enmiendas o correcciones y es
exactamente lo que el hombre necesita para su felicidad, pero seguramente, no
es lo que el hombre cree necesitar.
Las órdenes de Dios son claras:
No tendrás otros dioses además de mí.
No te hagas
ningún ídolo, no me compares con nada que esté arriba en el cielo, ni abajo
en la tierra ni con nada que haya en las aguas debajo de la tierra.
No pronuncies el nombre de Dios a la
ligera. Acuérdate del sábado y dedícaselo al Señor.
Da honor a tu padre y a tu madre. No mates.
No cometas adulterio.
No robes. No hables falso testimonio. No
codicies las cosas de tu prójimo.
Moisés está sobre los montes y ahí, recibe la moral de Dios
La moral de Dios. Leyes perfectas para poder lograr
un comportamiento perfecto y en consecuencia,
desarrollar hábitos perfectos para que todo esto en su conjunto, haga que
los creyentes puedan demostrarle a Dios y demostrarse a sí mismos que sus
mandamientos están por encima de todo. Leyes perfectas que previenen
consecuencias que, en su momento, podrían haber destruido a la naciente nación
hebrea.
No tener otros dioses para evitar tener dos morales que provoquen una confusión al tratar de entender que es lo mejor y que es lo peor. No hacer ninguna imagen para evitar que el hombre acabe confiando en sus recursos finitos para solucionar sus problemas.
No pronunciar el nombre de Dios en vano para
desarrollar una gran responsabilidad propia y un buen testimonio. Acordarse del
día de reposo para no olvidar que la comunión con Dios es un ejercicio que debe
practicarse. Honrar a los padres para poder aprender humildad y sujeción. Si obedezco a
mis padres, será fácil obedecer a Dios.
No
matar, para entender que hay cosas que solo pertenecen al dominio de Dios. No
cometer adulterio para mantener pureza moral y tener hogares unidos y felices.
No robar para evitar las envidias y el egoísmo. No dar falso testimonio para
entender que el prójimo es alguien a quien debo amar y evitar hacerle daño. No
codiciar, para evitar que se deje de amar el propio esfuerzo y se propicie el
querer tener sin merecer.
Analícese cada mandamiento y se descubrirá que todos
ellos abarcan todas las áreas emocionales del hombre. No hay legislación tan
perfecta que logre tanto en tan solo diez reglas. En solo diez apartados se
condensa toda la moral para asegurar una mente estable, una persona saludable,
familias honestas, países sanos, un mundo perfecto.
Sobre los montes
Subir al monte Sinaí y
entender cuál es el comportamiento que debo seguir
¿Cuál es mi moral?
¿Por qué valores me
rijo?
¿Qué personaje de la Biblia nos podrá hablar sobre los montes de la moral?
¿Cómo sería la moral de este personaje?
¿Por qué no estudiar la vida del hijo de un rey?
¿Qué valores habría en el corazón de Amnón?
La sociedad moderna se parece mucho a la mente de
Amnón.
El humano parece no haber asimilado el poder, control y
libertad que le hado la tecnología que ha desarrollado. Tener lo que nunca ha tenido, ha hecho que el hombre desprecie los
valores morales e intelectuales y ya no alcanza a darse cuenta de que, sin
éstos, no hay superación posible.
El hombre siente que no hay reglas que lo pueden
limitar, y las rompe, sin tener ni siquiera el más mínimo interés para pensar
en las consecuencias.
Amnón – cuya historia se relata en 2 Samuel 13.1-39 – al parecer no fue capaz de asimilar el poder,
control y libertad que le daban ser hijo del rey
David.
Todos le rendían pleitesía, todos inclinaban el rostro
ante él y le recitaban palabras de respeto. Amnón no comprendió que debía subir al Sinaí. Despreció los valores
morales nacionales sin darse cuenta de que la honra que recibía no era por ser quien era sino por ser el hijo de quien era. Esto hizo que Amnón no
dejará a nadie ocupar el trono de su corazón. Él sería su propio Dios.
Sí, la sociedad moderna se parece mucho a Amnón. Nada la limita, ninguna regla es importante para él. Está por encima de todo y de todos.
En escena irrumpe la hermanastra de Amnón, Tamar. Amnón
comienza a fijarse en su belleza. Se embelesa contemplando su manera de caminar
y escuchando sus palabras, su forma de reír y el sonido de su voz. Usualmente, lo que se ve es lo que se comienza a desear
y Amnón se descubre deseando a su hermanastra y trastornado emocional y
físicamente por la atracción que siente y que ya lo tiene dominado.
Empieza una
guerra moral en la mente de Amnón. Él sabe
lo que debe hacer. Esto es, ha
subido al Sinaí, pero sin entender por qué
lo hace. Conoce los mandamientos de su ley religiosa moral porque los ha
repetido desde niño, pero no los ha razonado.
No hay entendimiento, solo religiosidad y todo lo religioso, usualmente se
acaba despreciando.
La guerra moral
en la mente de Amnón está en su punto máximo. Por un lado, piensa que está
deseando a la hija de su padre y que haciéndole algo a ella, lo lastimaría a
él. Por otro lado, medita en lo que pensarán las personas a su alrededor si le
hace algo a Tamar. Se debate entre iniciar un acercamiento formal y el rechazo
que pudiera recibir de su hermana. Desea estar con ella, pero teme que se
descubra que no hay moral en él, que solo ha obedecido por la inercia de
obedecer.
David, su padre, no ha tenido cuidado en fijarse si la
persona de su hijo va de acuerdo con lo que se
puede ver de él (frecuentemente este es un punto que los padres no cuidan
lo suficiente) y, según parece, Amnón está a punto de darle al rey David una
desagradable sorpresa.
Jonadab un amigo de Amnón, tan enfermo del alma como él, le recomienda fingir una enfermedad
para atraer a su hermanastra y así, propiciar la oportunidad de violarla. Amnón
lo hace jugando para ello con la preocupación de su padre. Llegado el momento,
por medio de la violencia intenta tomar a Tamar quien le suplica cordura e
incluso le sugiere que, haciendo las cosas moralmente bien se puede lograr que
ella llegue a ser su esposa, pero:
… él no la quiso
oír
2 Samuel 13.14.
La moral se ha destruido. Amnón la ha
pisoteado.
Las consecuencias de la acción de Amnón se precipitan
una detrás de la otra. El deseo que sentía, después de la violación se
convierte en aborrecimiento. Amnón ahora, no solo es un violador; es además, un
impúdico egoísta. Se gana la decepción de su padre y el odio del hermano carnal
de Tamar, Absalón. El incesto de Amnón desencadena desgracias que culminan con
su propia muerte a través de un complot orquestado desde las tinieblas y
ejecutado por Absalón.
El corazón de David, el rey, sangra.
Destrucción. Cuando
la moral se olvida solo puede haber destrucción.
Sobre los montes
Subir los montes de la moral
Obedecer los valores
de Dios, es obedecerlo a Él
Tú, ¿a quién obedeces?
Si en este punto, puede parecerte que estamos hablando
de un caso aislado, déjame desengañarte porque no es así. Revisa la siguiente
lista:
• Sodoma
y Gomorra
• Lot
y sus hijas
• Abimelec
y la mujer de Abraham
• Salomón
y sus mujeres
• Los
ángeles que no guardaron su dignidad
• El
tiempo de Noé
Un aleccionador ejercicio es que ubiques en la Biblia
los pasajes en donde se habla de los casos de la lista anterior y los leas.
Trata de encontrar el punto en común de todos ellos y te darás cuenta de que
tienen un factor común. Esfuérzate, sé que no es fácil, tómate tu tiempo.
Medita y reflexiona. ¿Qué tienen en común?
¡Acertaste!
En todas las situaciones anteriores, se rompió la moral y el resultado siempre es el mismo: destrucción, erradicación de la faz de la Tierra, eliminación de la memoria de la humanidad. Ese es el destino de quien rompe la moral de Dios.
Sobre los montes
Subir los montes de la
moral
Valores, ética,
responsabilidad
Pero ¿Qué valores? ¿De quién?
Para disimular un poco sus ansias de maldad, el hombre
se ha inventado un concepto filosófico que en el fondo es un arma de Satanás: el
relativismo.
En el relativismo, todos tienen derecho a pensar y
sentir lo que quieran. En esencia es pensar que, si algo para alguien es bueno,
no tiene precisamente que serlo para los demás. Es parte de la libertad humana,
¿no es así?
Vamos a tratar
de encontrar una respuesta. Si el relativismo es correcto, entonces no
podemos juzgar a Hitler por haber participado en el genocidio de la Segunda
Guerra Mundial donde murieron más de seis millones de judíos. Si el relativismo
es correcto, entonces la segregación racial que se vivió en Sudáfrica y en
Yugoslavia en su momento “no fue mala”; fue finalmente solo el punto de vista
de una raza que, al tener más poder que otras las sometió al exterminio y,
tales exterminios entonces son solo “circunstancias”.
¿Es esto correcto? Por supuesto que no.
Piensa ahora que una persona llega a tu casa y asesina
a quién más amas y te pide que lo perdones porque “un poder superior se lo
ordenó” y que así es como él vive. ¿Te molestarías? Es relativismo. Es su
derecho, déjalo creer lo que a él le parece mejor. No quería lastimarte, solo
hacer lo que para él era lo correcto. ¿Así debe ser?
Reconozcamos que
no es así. La sociedad siempre requiere límites morales a los que todos
debemos ajustarnos independientemente de nuestras creencias, credos o normas
sociales. De no hacerlo, pasará precisamente lo
que está sucediendo: la sociedad se vuelve anárquica. Cada quién hará lo
que crea que es mejor y todo terminará en destrucción.
Nuestra era se ha auto condenado a la destrucción.
Avanza la anarquía lentamente como un cáncer y nada
parece que la detiene.
Las familias toman decisiones equivocadas y transmiten
a sus hijos conductas que se van a lo más profundo de su ser y que salen a
flote tarde o temprano para hacer fracasar a sus propias familias condenando a
generaciones a la esclavitud de los mismos patrones destructivos de conducta.
La solución a tan diversos problemas es una sola: subir los montes de la moral.
Valores, ética,
responsabilidad
Sí, el monte de la salvación es imprescindible.
El monte donde nos entregamos a Dios es vital.
Pero, cuando limpiamos los cuartos sucios de nuestra
mente para poner ahí una moral que nos transforme, entonces, todo cobrará
sentido y subir los demás montes, será algo mucho más sencillo.
Así son las personas
que NO están sobre los montes de la moral
• Cualquier
referencia que se les haga sobre alguna normal moral que deben de seguir les resulta incómoda. La rechazan, la
evaden, se burlan de ella. Esto realmente lo hacen con la única intención de no
enfrentarse con la responsabilidad de responder por las consecuencias de sus
decisiones.
• Para
justificar lo que hacen, ponen en
“evidencia” los excesos de movimientos “cristianos” con el único propósito
de que no se les cuestione. No entienden que los movimientos sectarios que
buscan controlar la identidad de una persona son repulsivos e impositivos,
pero, la doctrina bíblica está basada en el ejercicio del amor y la libertad
responsable.
• Defienden casi hasta la obsesión el
relativismo, pero, cuando las consecuencias de este los alcanzan porque
comienzan a destruir su entorno más cercano, entonces culpan a las
circunstancias, a las personas o a Dios de lo
que ellos mismos han provocado.
• Viven la doble moral. Ellos pueden hacer algo, pero nadie les puede hacer lo mismo. Pueden engañar, pero si alguien los engaña, pierden el control.
• Están dispuestos a hacer cualquier cosa
para obtener un beneficio. Despreciarán sin dudar cualquier tipo de medida
que nos les permita obtener lo que quieren por lo que, son la clase de persona
que se permite cualquier tipo de acto corrupto para lograr lo que están
buscando.
¿Eres esta clase de
persona?
Así son los
creyentes que NO están sobre los montes de la moral
• Se
consideran cristianos e incluso, se congregan en algún lugar donde se hable de Dios,
pero, al mismo tiempo, hacen todo lo
que un impío hace.
• Nunca
manifestarán ningún tipo de preocupación por las cosas que ellos hacen y, siempre
se justifican apuntando a las acciones malas de otros cristianos, pero esto, en
realidad, es un argumento para justificarse a sí mismos.
• No muestran respeto por la persona de Dios.
No respetan a ninguna persona que les hable de Dios, no respetan los lugares
donde se habla de Dios. Abiertamente se burlan de las actividades
cristianas.
• Si
en su entorno cristiano reciben un llamado de atención o son evidenciados en su
forma de conducta llegan incluso a reconocer que han cometido una falta, pero, de inmediato desean que se les
perdone y que se les siga tratando igual. Si alguien sugiere que requieren de
un tiempo para demostrar sus intenciones
de inmediato reaccionan a la defensiva y acusan a todos de “falta de amor”.
• Siempre
buscarán reunirse con otros “cristianos” que, como ellos, viviendo en su
carnalidad se sienten cómodos hablando
de las cosas que hacen y buscan quién los escuche y de ser posible, quién
los alabe en lo que hacen.
¿Eres esta clase de
creyente?
Subir
el Sinaí y descubrir que las reglas de
Dios
nos protegen de muchas cosas y manifiestan su amor
Consecuencias para las personas que NO quieres estar sobre
los montes de la moral
La persona inmoral siempre
vivirá teniendo un riesgo grande, pero, ese riesgo no tiene nada que ver con el
hecho de que haga uso de su libre albedrio. Eso
es su derecho. El riesgo radica en
el hecho de que, al querer vivir en completa libertad se puede terminar
viviendo en libertinaje. Para
entender la diferencia entendamos que la
libertad es un ejercicio responsable de
nuestras decisiones mientras que el libertinaje
es la práctica destructiva de las
decisiones sin observar reglas ni principios.
Por lo anterior, podemos afirmar que las personas inmorales siempre terminan con todas o alguna de las áreas de su personalidad terriblemente dañadas
El equilibrio interior de las personas inmorales es
casi inexistente y lo necesitan, les hace falta, pero no quieren aceptar que
Dios es todo lo perfecto que ellos no pueden llegar a ser.
Consecuencias
para los creyentes que NO quieres estar sobre los montes de la moral
La memoria de los creyentes que no suben el monte de la
moral es una memoria vacía, no hay recuerdos, no hay fruto, no hay
trascendencia, no hay generaciones que reciben un buen recuento de valores y
transformación. No queda nada, como Amnón, el hijo inmoral de un rey del que
sólo se recuerda eso, lo que no hizo, lo incompleto, lo que nunca pudo ser
bueno.
Pero ¿Cómo se puede
estar sobre los montes de la moral?
¿Cuál es la moral
correcta?
¿Qué es bueno o que es
malo?
Lo bueno y lo malo no es lo que piensas o como percibes
las cosas.
Algo es bueno o malo porque va en contra o a favor de lo que Dios
es. Por ejemplo, la Biblia dice que Dios es justo. Entonces cualquier cosa que no es justa, no es buena. Dice la Biblia que Dios es
amor, entonces, cualquier cosa que se haga teniendo
como motivación el amor es buena y prosperará. La Biblia dice que Dios es santo entonces, cualquier cosa que se
quiera hacer imitando lo que hace el mundo que no conoce a Dios es mala y no conducirá a ningún tipo de
bienestar.
La moral de Dios es
fácil de entender: las cosas son negras
o blancas
Al diablo, le
fascinan los grises
Nuestra naturaleza
moral caída, todo quiere verlo en color gris
Vuela sobre los montes de la moral
No nos dejemos regir por un relativismo destructivo.
Debemos reconocer que al vivir sin reglas solo nos lastimaremos y estaremos
rodeados de gente, pero solos. Y, en
esa condición, ya no podemos darnos cuenta quien realmente nos ama y quien nos
está solamente usando. ¡Atrévete a poner un freno necesario a tu vida para
descubrir que, en el someterte a las normas morales de Dios está tu felicidad!
La moral es
el tercer monte de nuestra vida. Es el tercer monte que debemos subir.
Lee la Biblia, pero hazlo por descubrir cómo es el Dios
que la inspiró, como piensa, como ama, como decide y con ello encontrar que
cosas que habías creído buenas, no lo
son. Si con ello logras darte cuenta de que has estado burlándote de Dios
¿estarías dispuesto a orar pidiendo su perdón?
Dios consolará, Él te perdonará. Reconstruirá tu moral
y te hará fuerte para poder mantenerla firme, pero, te debe quedar claro que
esto representa para ti un encargo de responsabilidad que sólo con salvación,
entrega y moral podrás cumplir.
Capítulo 4.
Carmelo
El monte de la Prueba
En nuestra lucha por subir los montes hasta que Dios nos llame a su presencia, ya hemos
ascendido a los montes de la salvación, la entrega y la moral. Nuestra aventura
requiere que le entreguemos a Dios cualquier cosa que ayude a ese proceso que
lentamente va transformando nuestra vida en algo mejor, pero también debemos aceptar ese proceso de reordenamiento de
valores que Dios debe culminar en nosotros.
Tu ética
debe ser la ética de Dios.
Y para que tu ética sea fuerte y sea capaz de resistir
las cosas que suelen distorsionar nuestros valores, tienes que subir un cuarto monte. Este monte, está
relacionado con una área nada cómoda de nuestra vida, una área que muchos
quisiéramos evitar; que produce lágrimas, dolor profundo, heridas que no sanan
y que tardan años para apenas, empezar a cauterizar. Esta área está relacionada
con el sufrimiento, con cosas que no se puedan explicar, con situaciones que
nunca esperamos vivir. Este monte tiene que ver con angustias y con cielos
silenciosos, con hijos que mueren y con
enfermedades que nos quitan a quienes amamos.
Estoy seguro de que mucha gente está subiendo este monte y no precisamente porque haya deseado
hacerlo; seguramente las circunstancias los obligaron a iniciar el ascenso sin
ni siquiera saber lo que estaban haciendo, pero hay muchos otros que, la subida
les ha sido tan dolorosa que se han
quedado a la mitad de su ascenso sin tener el ánimo para dar un paso más.
Hay otros, que tienen años en el mismo sitio, sintiendo
una y otra vez el mismo dolor y que la angustia no se va. Otros por su lado,
viven negando que están subiendo este monte y terminan creyendo esta mentira porque es la forma más
fácil de evadir el hecho de tener que enfrentar la realidad del monte en el que
se encuentran.
En
este monte, los corazones sangran y
viven muriendo.
Las personas que viven en este monte, no se dan cuenta
que, cuando se vive muriendo
interiormente, se termina matando para poder
vivir.
Y no hablamos específicamente de cometer asesinatos ya
que existen muchas maneras de matar, de destruir a alguien, de lastimarle; se
puede hacer sangrar el alma con palabras y se pueden despedazar sentimientos
con actitudes. Las miradas pueden ser usadas para mostrar odio y un simple
gesto, puede dejar a alguien tirado en el sendero de la vida sin ganas de
seguir adelante.
¿Cuál es ese monte que
presenta un cuadro tan triste y desolador?
Es el monte de la prueba
Elías, el profeta de Israel, subió este monte, pero, en
circunstancias que no pudiera imaginarse que un profeta de Dios debiera
enfrentar.
Un hombre perverso está en el trono de Israel: Acab.
La Biblia al hablarnos de él, nos da datos como los
siguientes:
… su conducta fue
reprobable a los ojos del Señor, e incluso peor que la de los reyes anteriores
a él.
1 Reyes 16.30 Biblia Dios habla hoy.
El poder corrompe.
En el mundo hay dos clases de líderes humanos, aquellos que son hombres
poderosos y los que son hombres de poder. Al parecer, Acab era uno de los
primeros. Acab contrae matrimonio con Jezabel, una mujer que, de manera
perversa logra seducir al rey para que éste adore al demoniaco dios Baal.
El pueblo israelita de ligero corazón y tocado por el
pecado, ve en la inmoralidad de su
rey un pretexto para justificar su propia maldad y desata una orgía de
depravación, destrucción e idolatría que enciende la justa ira de Dios.
Acab ha provocado a Dios.
Acab está tan fuera de sí construyendo un imperio sobre
la base del pecado y la idolatría que incluso para lograrlo, entrega la vida de
dos de sus hijos, pero esto, parece no importarle. Las caricias y la
perversidad de Jezabel mantienen atado el corazón de Acab a un altar levantado
para honrar a Baal mientras Dios es ofendido con el llanto de cada bebé que
muere calcinado como sacrificio a este satánico dios.
Entra en escena el profeta Elías.
Con un corazón lleno de celo por Dios e impulsado por la dirección divina, Elías se presenta delante del rey y palabra por palabra declara la sentencia divina: “No lloverá en estos años”. Si Baal es el dios de la fertilidad y la prosperidad, entonces que le demuestre a Acab su poder. Si los cielos son la morada de Dios, Él puede cerrarlos y absolutamente nada en el Universo los podrá abrir. Dura prueba para Baal, dura prueba para un ídolo que, como todos los ídolos de la historia no tiene nada que ofrecer. Dura la manera elegida por Dios para hacer reaccionar a Acab.
Elías es escondido por Dios, sustentado por Dios, animado por Dios, pero, sobre todo, amado por Dios. En represalia, y como muestra de impotencia, Jezabel la mujer que gobierna tras el trono de Israel, inicia una sangrienta cacería asesinando a los profetas de Dios. Jezabel sin saberlo, empieza a preparar los hocicos de los perros que más tarde devorarán su cuerpo y todo esto sucede, ante la mirada condescendiente de su pusilánime esposo.
Satanás
está sentado en el trono de Israel.
Los pozos se secan, los ríos se agotan, las cisternas
solo destilan polvo. Baal ha fallado, no
es el dios de la fertilidad, no es el dios
de nada. Jezabel y Acab lo saben, pero prefieren entender que la disciplina
de Dios es un castigo y continúan la matanza. Abdías, el mayordomo del rey,
demostrando buen juicio y un valor inmenso, esconde a los profetas de Jehová
que sobrevivieron a la matanza y los alimenta pacientemente día tras día. El remanente
se salvará.
Han pasado tres años, Elías ha sido un fugitivo y vivir
así, desgasta a cualquiera. Elías ha
vivido sueños interrumpidos a medianoche y nerviosas caminatas cuidando su
espalda. Elías se esconde entre sombras para evitar que su presencia sea
descubierta. Elías empieza a subir el
Carmelo mucho antes de pisarlo siquiera. El monte de la prueba para Elías lleva
ya años de estarse subiendo. La prueba es resistir, la prueba es soportar, la
prueba es ignorar que los profetas están
vivos. La prueba es sentirse solo.
Nadie está con Elías, pero eso es precisamente lo que
Dios desea, que Elías esté solo para que únicamente dependa de
Él.
Elías se encuentra con Abdías y le pide que anuncie al
malévolo rey Acab que se presentará ante él. Abdías obedece con el temor de
despertar la ira del rey que al escuchar el mensaje se alista y se encuentra
con Elías. Frente a frente están el emisario de Dios y el emisario del diablo.
Sobre los montes
Subir el Carmelo y soportar la
prueba
Elías y Acab se enfrentan y en ese enfrentamiento se
decide el escenario en donde todo quedará definido. Todo Israel será convocado
en torno al monte Carmelo junto con Acab, Elías y los 850 sacerdotes del
idólatra culto que Jezabel patrocina en Israel.
El rumor corre como un reguero de pólvora por todo el
pueblo: Elías no está muerto. Elías
ha aparecido y ha retado a los profetas de Baal y de Asera. Se rumora también
que Jezabel planea atentar contra su vida. Los ojos de los fieles se llenan de
lágrimas de gratitud al saber que la vida de Elías representa tal vez la última
esperanza. Por su parte, los ojos de los perversos se enfocan con emoción
pensando en que pronto habrá lluvia y recuperarán lo perdido y también con
morbo, porque en su interior esperan ver derrotado al profeta.
Elías va subiendo sobre el monte Carmelo. Está más flaco y ojeroso que hace tres años. Su vestimenta se ve más gastada pero lo que asombra de él es su decisión. No vacila en nada. La firmeza en su mirada tiene la consistencia del hierro. Los murmullos comienzan a acallarse. En cierto sentido, la presencia de Dios mismo va subiendo el Carmelo y nada lo puede resistir.
El silencio es sepulcral, sólo es roto por erráticas
corrientes de aire que agitan la ropa de Elías y hacen sentir escalofríos a los
profetas de Baal (los de Asera no se mencionan ¿huyeron?). De alguna manera
inexplicable, los profetas de Baal se sienten desnudos, pero no del cuerpo sino
del corazón, despojados de su misma esencia. Esto, es fácil de entender, su
Creador está a punto de llamarlos a cuentas.
Y
acercándose Elías a todo el pueblo, dijo:
¿Hasta
cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?
Si
Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él.
Y el
pueblo no respondió palabra.
Y Elías
volvió a decir al pueblo:
Sólo
yo he quedado profeta de Jehová;
más de
los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres.
Dénsenos,
pues, dos bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo en pedazos,
y
pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo;
y yo
prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña,
y
ningún fuego pondré debajo.
Invocad
luego vosotros el nombre de vuestros dioses,
y yo
invocaré el nombre de Jehová;
y el
Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios.
Y todo
el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho.
1ª. Reyes 18.21-24
El reto está dado: el
control de los elementos demostrará la divinidad. Baal cuyo elemento era el
fuego, seguramente contestará o al menos, eso pensarán sus profetas, pero, ¿por
qué de reojo los profetas malignos miran a un confiado Elías parado a unos
metros de ellos? ¿Por qué no pueden dejar de sentirse nerviosos? No puede ser
el aire frío de la mañana, entonces ¿Por qué no pueden dejar de temer y
temblar?
Inicia el espectáculo
de la idolatría. Ahí está el buey partido
en pedazos sobre el altar. Las miradas no pierden ningún detalle de lo
que pasa en la cima del Carmelo. La presencia de Baal es esperada. Cuatrocientos
cincuenta hombres bailan frenéticamente alrededor de un altar. Sus voces a todo
volumen le gritan a un ídolo: “Baal respóndenos”. La presencia de Baal es
esperada por todos, pero nunca llega.
Los segundos se vuelven minutos, los minutos horas, la mañana transcurre y Baal
no responde.
Elías está ya sobre
el monte de la prueba. Está a punto
de llegar a la cima y desde la confianza que dan esas alturas, increpa a
los profetas de Baal.
Ya es la mitad del día.
Los profetas están exhaustos. Fieles a las costumbres paganas de la época, se
han hecho ya varios cortes en todo su cuerpo con unos cuchillos y la sangre no
para de fluir, pero Baal, parece poco interesado en el cada vez más evidente
ridículo que hacen sus seguidores.
La falta
de sangre ha debilitado su cuerpo y ahí, incapaces de volar sobre el monte de la prueba son retados
por Elías: ¡Griten más fuerte! Baal quizás no escuche, o está tan ocupado que
no puede atender las necesidades de sus siervos, o algo lo ha entretenido.
¡Griten más fuerte! Esperen que los oídos sordos y los ojos ciegos del ídolo
contesten.
Satanás y sus demonios están atados y desesperados. Están a punto de perder la partida, pero Dios ha ordenado que sean incapaces de actuar y aún ellos, aunque lo nieguen, tienen que obedecer a Dios.
Elías entonces
prepara su altar. Doce piedras son apiladas una a una para representar a
cada una de las doce tribus de Israel, para que el pueblo que lo está viendo
construir un altat no olvide que ellos eran
escogidos por Dios, especiales para Él. Se coloca la leña, se prepara el
animal. La seguridad que Elías demuestra no cambia ni un ápice. La tensión y
debilidad en su cuerpo seguramente van en aumento.
Han sido demasiados días.
Para Elías, subir
el monte de la prueba ha tomado más de tres años. El espíritu pues, está
totalmente dispuesto, pero la carne es débil, muy débil, más de lo que nosotros imaginamos.
Los hebreos al
pie del monte empiezan a cruzar miradas entre ellos de incomprensión al ver
al cansado profeta Elías que se inclina para, con sus propias manos cavar una
zanja alrededor del altar. No adivinan que es lo que Elías quiere hacer, pero,
cuando este, con la misma seguridad ordena que doce cántaros de agua sean
derramados en la ofrenda, se acercan y suben sobre el monte y se apretujan hombro con hombro. Algo que no es normal está sucediendo y
no saben lo que es, y sobre todo, no saben lo
que está a punto de suceder, pero, por nada del mundo están dispuestos a
perdérselo.
De momento se presenta el silencio. Todo el Universo
parece concentrarse en esa colina. Sólo se pueden escuchar las piedrecillas que
el viento arrastra. Los niños se meten entre los cuerpos de los adultos para
poder ver y ahí está. Elías tiene la mirada puesta en el cielo viendo su
esperanza mientras los profetas de Baal miran hacia su propia incapacidad.
Elías está de pie, frente a un altar cubierto con agua. Sus ojos suplican al
cielo y piden fuego, fuego que demuestre el poder de Dios y haga que los inconstantes
corazones hebreos de una vez por todas entiendan el poder del supremo Dios que
les está llamando.
El fuego llega, con una intensidad tan
increíble que tira al suelo a los profetas de Baal y a los hebreos que están en
primera fila los cuales esperaban encontrar un espectáculo de circo y
encontraron a un Dios que quema su rostro con su justicia y calcina su
incredulidad con su santidad. El fuego no sólo anuncia poder y divinidad, también anuncia juicio. Dios no está jugando y
quien se atreva a enfrentarlo, se verá en medio del consumidor fuego de su ira.
El mensaje ha quedado claro.
Dejar a Baal no es solo abandonar un culto o dejar de practicar un rito. Es dejar el pecado, la intolerancia, la autosuficiencia y refugiarse en Dios. Es volver a tomar la mano del Creador para caminar por los senderos del huerto del Edén en perfecta comunión.
El fuego resultó tan intenso que calcinó el agua, las
piedras, la ofrenda y la inmunda reputación de Baal. Satanás huye. La luz ha
pisado a las tinieblas y vencido la oscuridad. Ahora es el pueblo quien grita
frenéticamente:
¡Jehová es Dios, Jehová es Dios!
Elías manda a tomar presos a los profetas de Baal y ahí
mismo la mano de Dios se descarga sobre ellos golpe a golpe. El arroyo del
Cisón se tiñe de rojo con la sangre de los profetas que son degollados sin
misericordia. No, no debe existir ni un espacio de consideración para el
pecado, máxime cuando, como sucedió en el caso de los profetas de Baal, había
infestado tanto sus corazones que ya no había medio de salvación posible. Por
su parte, los corazones hebreos han sido reconquistados por Dios. El juicio, ha
terminado.
Se desata una gran lluvia
La tierra reseca por una sequía que ya se ha olvidado
cuando comenzó, calma su angustia y el país de los descendientes de Abraham
junto con el olor a tierra mojada huelen a esperanza, a mucha esperanza.
En cierta manera, Jesucristo
también necesitó estar sobre el
monte de la prueba, pero, de una manera muy diferente.
Jezabel, la mensajera del diablo que reina en Israel se
entera por labios de su esposo de lo que ha pasado en el monte de la prueba y desata su ira en contra del profeta Elías. Le
envía un mensajero amenazándolo y dándole un plazo de 24 horas de vida, esto,
para vengar la muerte de los profetas que ella protegía.
Algo entonces
empieza a suceder en el interior de Elías. Los días sin dormir, la
desesperanza, la ansiedad acumulada, los desvelos clamando fortaleza, las
piernas y los brazos entumidos por haber degollado a más de 400 hombres y, el
desgaste por haber corrido más rápido que los más veloces caballos hacen su crisis
en él y el resultado es el temor.
Elías ha obtenido la victoria espiritual más grande de
la historia de la nación dividida hasta este momento, pero parece no importarle
ya. El temor llena sus pensamientos. El cuerpo flaquea, la mente ya no tiene
argumentos; el espíritu ha perdido sus últimas defensas. Elías no lo sabe, pero
Dios está a punto de usar esa debilidad para
darle una preciosa lección que no olvidará jamás. Elías ha volado sobre el monte de la prueba, pero el
esfuerzo ha sido tan extenuante que necesita de un consuelo y un descanso
especial y Dios se lo dará precisamente en
el mismo lugar en donde hizo descansar y sentir consuelo a una nación: en
Horeb.
Elías huye. La victoria ha dado paso al temor.
Escalar la prueba,
vencer al enemigo,
conquistar no mis
metas sino las metas que
Dios tiene para mi
vida
Jesucristo
estuvo en un momento idéntico al de Elías, pero, Él no sufrió la prueba
teniendo el apoyo del pueblo o contando con un grupo de seguidores, o teniendo
a algunos funcionarios del gobierno que simpatizaran con Él. Cristo inició el
ascenso al monte de la prueba completamente
solo y completó el ascenso de este monte completamente solo también y así, solo,
conquistó el monte de la prueba.
El ministerio de Juan el bautista está ganando adeptos.
La gente de su tiempo, ávida de una
relación con Dios lejos de ritualismos de sectas como los fariseos o saduceos,
camina largos trechos en el desierto para ver a ese extraño predicador que los
recibe, los ama y los consuela. Juan el bautista rechaza a los líderes religiosos de todas las sectas
judías que se acercan a él para encontrar argumentos para iniciar una campaña
de desprestigio en su contra; en contra del hombre que está haciendo volver a
la gente hacia Dios y al mismo tiempo, reduciendo las ganancias de los
religiosos quiénes usaban la religión como negocio.
En cierta manera, Juan el bautista cumplió la misma
misión de Elías: preparar el camino a la
manifestación del Dios hombre. Elías en un altar rodeado de profetas impíos
y Juan, en un desierto rodeado de gente alejada de Dios. Los dos denunciaron
públicamente la inmoralidad y la manera tan terrible en que la gente jugaba con
Dios pensando que el fuego nunca caería del cielo.
Respondiendo Jesús les
dijo: A la verdad Elías viene primero
y restaurará todas las
cosas.
Más os digo que Elías
ya vino, y no le conocieron,
sino que hicieron con
él todo lo quisieron;
así también el Hijo
del Hombre padecerá de ellos.
Entonces los
discípulos comprendieron que les había
hablado de Juan el bautista
Mateo
17.11-13
Ahí está el profeta, rodeado de gente que piensa que al
ser parte del pueblo de Dios y descendientes de Abraham tienen ganado el cielo. No logran darse cuenta de que, la justicia
de Abraham es solo de él y cada quien responde por sus propios actos, pero, no
lo entienden, o mejor dicho, no lo quieren
entender. Las pocas miradas que en el desierto lo entienden, se posan en
Juan. Estas miradas están cargadas de un ansia de perdón y de la necesidad de
consuelo. Las miradas que no lo entienden, desprecian el ministerio del hombre
que come insectos en el desierto simplemente porque ellos quieren seguir
imaginando a Dios a su propia
conveniencia.
¿Han cambiado las cosas hoy en día?
En medio de esa conmoción espiritual, la gente no acaba
de darse cuenta de que Juan está haciendo lo mismo que el pueblo hebreo hizo al
pie del Horeb antes de la ley, está preparando
los corazones para la llegada del Rey.
Metido hasta la cintura en el río Jordán, Juan sumerge
el cuerpo de los judíos declarando que esa humillación es recibida por Dios
para perdonarles sus pecados cuando de pronto, algo conmueve su espíritu y hace
estremecer todo su interior. Alza los ojos y lo mira; ahí está Él.
Cristo viene hacia Juan. Las personas que aguardaban su
bautizo tendrán que esperar porque Juan ha dejado todo para venir al encuentro
de aquél enigmático desconocido. Juan y Cristo están ahora frente a frente,
pero no como Elías y Acab, no como el mensajero de Dios y el maligno rey sino
como el profeta de Dios y Dios mismo. Muchos
grandes hombres de la antigüedad como Moisés, Elías, Isaías, Jeremías o Daniel
cambiarían seguramente todo para poder disfrutar del momento que Juan el
bautista está disfrutando.
La mirada de Cristo es una mirada que acaricia el
corazón de Juan. Un mudo: “Bien hecho” se
destila de la sonrisa de Jesús. Las palabras se han terminado en los labios de
Juan y aunque trata, en verdad que no puede articular la más mínima frase. Esa
mirada de Jesús es todo lo que había anhelado desde la primera vez que vió en
el desierto su lugar de habitación.
Está completa la
misión.
Después de esa mirada, nada importa ya. Herodes,
haciéndole un favor a una mujer impía lo mandará a degollar, pero aún en ese
momento, la calidez de la mirada de Jesús lo acompañará y sobre todo, lo
sostendrá.
Ese es un momento eterno indudablemente. La mirada de
Juan suplica, ama y adora. Tal parece que desde su interior sale una voz que
dice: “Jesús, yo necesito de ti, necesito de tu bautismo, necesito unirme a ti
y tú quieres que yo sea el que lo haga contigo. No Jesús, no puede el Creador
servir a la criatura; es demasiado amor. No lo merece el hombre.
Jesús le responde sabiendo con certeza lo que guarda su
corazón: “Deja Juan, es necesario acatar las leyes que rigen al hombre y
cumplirlas con justica. Es cuestión de testimonio, es cuestión de respeto y
amor”.
El Creador se inclina y Juan con los ojos llenos de
lágrimas, voltea a ver a la gente que intrigada se pregunta qué pasa. Juan
quisiera gritarles que quien los formó dentro de los vientres de sus madres
está ahí, pero solo tiene pensamientos para disfrutar de la presencia de Dios.
Se inclina y con más emoción que fuerza física, sumerge a Cristo en las aguas
del río Jordán. ¿Cómo dar un bautismo por el pecado a quién no tiene pecado? Eso es, simplemente ilógico, pero ¿acaso
existe lógica en el auténtico amor?
Cristo se levanta, toca el hombro de Juan, lo mira por última vez y con los ojos le hace saber que la próxima vez que se verán, será en la eternidad. Da la vuelta y comienza a caminar acompañado de una paloma y una voz desde cielo y enfila hacia su Carmelo personal, hacia su particular monte de la prueba. Se ha preparado. Está listo.
El
tiempo de las tinieblas ha terminado para el mundo
Mientras tanto, Juan se queda dentro del agua, pero
apenas si la siente. No encuentra la manera de poder controlar sus emociones y
el suspiro contenido que tiene en el pecho amenaza con reventarlo desde dentro.
Ve la imagen del carpintero alejarse mientras una certeza dentro de su corazón
empieza a crecer: su misión está completa
y sus años de auto destierro en el desierto han valido la pena.
Instantes eternos.
Jesús está en el desierto.
El Espíritu Santo lo ha llevado ahí y desde la
eternidad Jesús sabe que es el campo de batalla donde enfrentará a su enemigo
más formidable: su propia humanidad
tentada por Satanás.
Los días con calores intensos dan paso a las noches con
temperaturas congelantes. Los días sin comer se acumulan pesadamente sobre el
cuerpo de Jesús. Día tras día, hasta completar cuarenta, el tormento de la
falta de alimento y agua se acumula. La mirada se nubla, el calor quema desde
dentro y las imágenes en sus ojos cada vez se distorsionan más. Todo duele.
El desgaste físico y la deshidratación han debilitado
su mente, la intemperie ha debilitado su cuerpo y todo en su conjunto ha
debilitado su corazón; y en ese momento, cuando la sensación del hambre abraza
el cuerpo de Cristo aparece Satanás dispuesto
a aprovechar el momento. Al igual que Elías, Jesús debe subir el monte de la
prueba en su momento de mayor debilidad.
La tentación
llega.
Satanás aparece y el diálogo en el huerto del Edén vuelve a
repetirse.
Eva está debilitada sin la presencia de Adán y sin la
certeza de una convicción real en las órdenes de Dios. Cristo está ahí, con
deseos de comer y al límite de sus fuerzas.
Satanás pone en duda la validez de las órdenes de
Dios: “Conque Dios os ha dicho…”, y ante Jesús pone en tela de juicio su
investidura como Hijo de Dios: “Si eres Hijo de Dios… demuéstralo”.
Satanás le miente vilmente a Eva respecto a las
consecuencias del pecado: “Dios sabe que puedes llegar a ser como Él”; esa
parte es atractiva sin duda, pero nunca le dijo nada a Eva de la muerte física
y espiritual. Satanás a través de las edades vuelve a mentir: “Vamos Jesús,
sólo se trata de que presumas de un poco de poder, ¿Qué tiene de malo que te
preocupes un poco por ti mismo?”
Satanás escupe medias verdades junto con las más sucias mentiras y Eva, traga el anzuelo: “Date cuenta Eva, Dios no quiere que tengas ese poder, es envidioso. Si el árbol no fuera bueno, ni siquiera lo hubiera puesto en el huerto”.
Cristo por su parte, escucha tres veces como el diablo
corrompe el sentido de la ley que Dios le dió a Moisés para que quede a su
conveniencia y hoy, en plena época de la tecnología y el conocimiento avanzado la trampa sigue dando resultado.
¿Cuántas religiones se han formado por interpretaciones
incompletas o distorsionadas de la Palabra de Dios? Pero Jesús, no cae en la
trampa y contesta con las respuestas que pueden darle sentido a cualquier vida
humana que sinceramente busca a Dios: “Escrito está”.
El enemigo sale impulsado a la soledad de su condena.
No puede hacer nada ante la evidencia de la Sabiduría divina y la convicción en
lo que está escrito, lo que, por cierto, Cristo
mismo inspiró que se escribiera.
Y así, Jesús queda sobre
el monte de la prueba triunfante, habiendo superado la tentación y listo
para decir al hombre: “Criatura mía te entiendo y no todo está perdido. Confía,
yo he vencido al mundo; vence al mundo a través de mí.”
Ya nada separa
al hombre de su Creador. El corazón de Cristo no sólo conoce al hombre, conoce las emociones en el plano del hombre.
El monte Carmelo ha sido superado, la prueba ha terminado y, en consecuencia,
Cristo ya puede iniciar su ministerio público e inicia un camino que terminará
tres años y medio después precisamente donde empezó, en la cima de un monte.
Elías ha llegado a Horeb. En el camino fue alimentado
por un ángel y al parecer no entendió la provisión de la que fue objeto y que
fue lo que le permitió caminar ¡40 días con sus noches! para poder llegar a su
destino.
En Horeb, Elías se refugia en una cueva. Seguramente la
venganza de Jezabel no llegará hasta la entrañas de la tierra – piensa Elías -,
y no llegó. Seguramente la persecución no lo encontrará en las tinieblas por
debajo de la superficie y no lo encontró; pero de Dios, es imposible esconderse.
La palabra del consuelo: “¿Qué haces aquí Elías?” Este
no es tu sitio, tu lugar está sobre el
monte de la prueba. Debes apacentar un rebaño disperso, eres mi profeta.
Fuiste diseñado para alumbrar en lo alto, no para esconderte en lo bajo.
“Pero estoy solo” – replica el profeta -. “No Elías, que no te confunda la
angustia. Yo estoy contigo. Sal fuera de esta cueva necesito estar contigo”. Elías
está plantado ante la presencia de Dios y mira pasar un viento impresionante
que da paso a un terremoto el cual cede el paso a un fuego calcinante. ¿Qué te
ha pasado Elías? ¿En qué te han lastimado las tres cosas? En nada, en nada
lastimaron a Elías y así, se dio cuenta que Dios tenía la capacidad de
guardarlo de lo que fuera.
Y entonces, aparece Dios rodeado de un silbo apacible. Un último paso separa a Elías de la cima del monte de la prueba. La presencia de Dios penetra por entre las telas de su túnica, mece sus cabellos, le sacude el polvo y le seca el sudor. El silbo apacible coloca aceite aromático en las heridas y en la desconfianza. Elías está en la cima. Ahora todo el cuadro es claro. Los tres años de hambre, la ansiedad, la tristeza. Todo formaba parte del proceso por medio del cual Dios formaría en su ser un carácter más firme para dirigir a una nación y preparar a su sucesor: Eliseo quién llegó a ser lo que fue gracias a que delante de él estuvo Elías y delante de este, siempre estuvo Dios.
Yo, ¿a quién estoy siguiendo?
“¿Qué haces aquí Elías?” “Señor, he sentido un vivo
celo…” ¡Que respuesta tan diferente!
Se terminó el: “estoy solo” se acabó el: “han matado a
tus profetas”. Ya no más.
Elías está sobre
el monte de la prueba y descubre que Dios siempre estuvo ahí, pero que él,
Elías, no estuvo donde debía haber estado. Y aquí la Escritura nos comparte un profundo secreto que tú
puedes corroborar si lees lo que sucedió en la vida de Elías después de este
encuentro que tuvo con el Dios a quién servía: ya
nunca bajaría de ese monte.
Sobre el monte de la prueba
Así con las personas que NO están sobre el monte de la prueba
• Están sumamente lastimadas. Por eso mismo, siempre están a la defensiva. Entiende esto. Estas personas no es que no deseen tu amor o tu cariño, simplemente no desean ser lastimados más
• Les provoca un serio temor enfrentar su prueba personal. Aún incluso cuando su monte Carmelo o la persona que les lastimó no vive más. No pueden enfrentarlos
• Después de vivir muriendo, estas personas, matan para poder vivir. Usan a la gente. Descargan su frustración en quien sea, reaccionan con palabras rápidas y razonamientos precisos para no solo dejar de lado a su enemigo sino para dejarlo destruido. Calculan las palabras para que causen el mayor daño posible. Las mujeres violadas “ya lo olvidaron”. Los hijos lastimados “ya lo dejaron en el pasado”. Las esposas defraudadas “ya salieron adelante” pero, siguen llorando por las noches, siguen sintiendo esa envidia destructiva cuando ven a otras personas felices. Las cosas nunca les han marchado bien.
• Son increíblemente impacientes. Todo lo quieren rápido y bien hecho y lo que es peor, lo quieren a su manera. No desean esperar, nadie va a volver a hacerlos sentir utilizados por eso, son incapaces de superar sus limitaciones y de ahí, nace su falta de control.
¿Eres esta clase de
persona?
Así con los
creyentes que NO están sobre el monte de la prueba
• Suelen
pasarse largas temporadas fuera de la
iglesia por problemas que son realmente pequeños. En consecuencia, su
relación con Dios es fría y no es cultivada por ellos muy frecuentemente.
• Sufren una patología de negación. Tienden
a esconder cualquier problema que les pase y si alguno de ellos llega a
manifestarse entonces negarán que lo están enfrentando.
• Suelen ser carentes de tacto en cuanto
a los comentarios que hacen con respecto a su propia persona, a sus situaciones
o a las cosas que pasan a su alrededor. No toman en cuenta que es tan
importante hablar con la persona como el
momento en que debe hablarse.
• Se quejan constantemente de que nadie
los busca o nadie los ayuda cuando ellos dicen que más lo necesitaban, pero
nunca aceptarán que, de haberlos buscado alguien no le hubieran hecho el más
mínimo caso.
• La
solución a sus problemas suele ser fácil de encontrar y entender, pero a ellos puede llevarles años encontrar
y aceptar una sola verdad sobre su vida.
¿Eres esta clase de
creyente?
Consecuencias para las personas que NO superan el monte de la prueba
El monte de la prueba para
las personas que no tienen a Cristo en el corazón representa una serie de
consecuencias de las cuales resalta una sobre todas las demás: una parálisis total del alma y del corazón.
Alejados de Dios, dañados del alma, incapaces de salir adelante, inválidos
del corazón, viven por vivir, trabajan por trabajar, comen por comer, así,
hasta morir.
Está parálisis se va acrecentando conforme pasa el
tiempo ya que no pueden superar sus pruebas, aunque lo intentan por todos los
medios; pero aún en estas circunstancias, sus pruebas pueden parar y ellos,
pueden detener su proceso autodestructivo. El síntoma que nos permite darnos
cuenta cuando pueden estar listos para salir adelante es: la autocompasión.
Cuando se vive en la autocompasión, las personas (según
su percepción) son unos pobres incomprendidos, tienen la idea de que pueden
volar, pero sienten que sus alas están marchitas. Se quiere renunciar a todo,
no avanzan, prefieren quedarse en un rincón balbuceando palabras de fracaso.
¿Dónde puede terminar su monólogo del miedo? En locura,
suicidio o en la pérdida de su capacidad de alcanzar sus sueños. Las personas
que viven así están muertas en vida. Aún cuando
les falta experimentar la muerte física, la muerte de su interior suele
consumarse mucho antes de esta.
Si esto te está pasando, ¿Cuánto le falta por arder a
la llama de tu vida?
Consecuencias para los creyentes que NO superan el monte
de la prueba
El panorama general es de una soledad que se prolongará muchos años en tanto no se acepte el
control de Dios. Naturalmente, si no subes
el monte de la prueba desarrollarás una amargura tal que alejarás de ti a
tus seres más queridos. Todo reprocharás, nada te parecerá.
Te convertirás en un experto en la utilización de palabras para herir. En los matrimonios que no logran subir el monte de la prueba esto se refleja, por ejemplo, en la utilización de los hijos para lastimarse sin darse cuenta de que con esto no solucionan nada y sí lastiman mucho a sus mediadores involuntarios.
Pueden llegar a vivir solos, rechazando y siendo
rechazados, no satisfechos con nada, lamentándose de todo, fingiéndose enfermos
para llamar la atención, usando el chantaje sentimental para ver si pueden
despertar un poco de compasión. En cuanto a Dios, terminan pensando en Él como
si fuera el gran injusto que fue incapaz de entender sus necesidades.
Su vida espiritual se convertirá en un estéril campo de
inconstancia e ineficacia. Serán el típico
congregante que nunca crecerá interiormente. Si no sirven en su
congregación y les preguntamos por qué, nos dirán, por ejemplo, que no lo hacen
porque "mi esposo se enoja”. Si un día el esposo ya se congrega y la apoya
entonces nos dirá que no puede porque "mi mamá se enfermó". Si estaba
su madre en verdad enferma y se llega a curar entonces nos dirá que no lo hace
porque "no me he sentido bien, no sé qué me pasa".
Oran y leen su Biblia, pero
no Ie consagran a Dios ese dolor oculto que los termina relegando a una
silla en el templo en donde suelen pasar años como oidores, nunca como
hacedores.
No son capaces, ni serán capaces de encarar el dolor.
Rechazan acordarse de la violencia fisica o sexual que sufrieron a manos de
alguien en su niñez. Se enojan cuando recuerdan un pasado en donde su pobreza o
su ambiente social redujeron su autoestima a nada.
Vuela sobre los
montes de la prueba
Entiende que Dios no
es una fuerza misteriosa que se mantiene al margen de tus problemas. Para
que Dios pueda solucionarlos, debes de dejarlo que tome parte en ellos. Con la
ayuda de algún hermano maduro en Ia fe, abre tu corazón por primera vez en tu
vida y si al abrirlo sientes la necesidad de llorar como nunca lo has hecho,
hazlo, no te reprimas. Dile a Dios lo que has guardado todos estos años. Se
sincero dile a Dios que siempre has pensado que es injusto Io que te ha pasado.
Dile que tu monte de Ia prueba personal ha sido tan grande que te has
agotado intentando subirlo.
Dile que sientes que te ha dejado solo, dile que necesitas un poco de fe, porque la tuya se ha consumido desde hace mucho tiempo. Debe también quedarte claro que los pensamientos de Dios están muy poco relacionados con los nuestros en cuanto a motivaciones y conceptos, lo que implica que la solución que Él trace a tu situación personal puede ser totalmente diferente de lo que tú quieres o esperas, pero precisamente eso es lo que hará que la solución sea agradable y perfecta, lo que implica que, de aceptarla y aprender a vivir con ella, harás que prosperes como persona y madures emocional y espiritualmente.
Lee la Biblia y descubre a través de los ejemplos de
cualquier personaje bíblico que haya tenido que subir sobre los montes de Ia prueba, que la mejor manera que hay para que
el alma humana crezca es a través del sufrimiento. Es real, patético y triste, pero es verdad. El egoísmo está tan
desarrollado en el corazón humano que solamente hasta que éste se queda sin
nada propio, termina dependiendo de Dios.
Veamos un
ejemplo de subir el monte de la prueba. Pensemos en una persona que haya
sido criada como un ser altanero, soberbio, con un orgullo que le impide pensar
con cordura de sí mismo. Acepta a Cristo, pero esas ideas en su mente terminan
impidiéndole darle al Señor un verdadero dominio sobre toda su vida. Es una
persona que sigue decidiendo en sus propias fuerzas, por encima de los mandatos
de Dios. Puede entonces, experimentar una prueba, pensemos en una condición que
lo incapacite y que Dios permite para que pueda darse cuenta de su tremenda
ineficacia, y de su incapacidad de mantener por su propia cuenta su vida en
estabilidad.
Esta prueba, le está haciendo sentir dolor sin que él o
ella tengan la capacidad de ponerle fin y todo esto para que razone que separado de Dios no puede hacer nada,
que depende de Él, de su Soberana voluntad interviniendo para que las cosas
pasen. Cuando ese corazón se dé cuenta de que comparado con Dios no es nada,
entonces Ilegará a una madurez para saber manejar con sabiduría su libertad, y,
en consecuencia, puede haber no más impedimento para que sane.
Es lo mismo que puede pasarle al creyente perezoso y
holgazán que quiere un trabajo de dos
horas al día en donde le paguen el equivalente a un mes de sueldo y que
hace sufrir a la familia por su incapacidad de resolver problemas en su hogar.
Es finalmente, hermano, lo mismo que puede estarte pasando a ti y estarme
pasando a mí.
Vuela sobre los montes de la prueba
Es lo mismo que puede pasarle al joven maleducado y
ensoberbecido por la marca de ropa que usa que lo hace sentir más que los
demás, aún incluso, más que Dios y si Dios es menos que ellos entonces, ¿por
qué servirle? ¿Qué pasará entonces? ¿Será que su padre pierda su trabajo y
tenga que volver a una condición en donde no tenga nada? En estos momentos, ¿se
preguntará por qué?
Así también puede pasarle al padre creyente tolerante
con el pecado de sus hijos a quienes ha amado tan ciegamente que no les ha
sabido poner límites porque quiere que "tengan Io que no tuve" y que
lo ve alejarse de las cosas de Dios sin saber ¿o sin querer darse cuenta? que
el nombre de Dios está siendo blasfemado por sus hijos y que su reputación está
siendo despedazada.
Igualmente les pasa a los padres que no se
explican Ia rebeldía repentina de los hijos. No hay malas influencias
cerca, no hay malos ambientes que lo expliquen, pero, una mirada al pasado les
muestra que, cuando ellos fueron jóvenes jamás fueron hijos obedientes; hicieron
su voluntad y ahora sus hijos les
imponen la suya.
Y aún en medio de estos procesos claros de disciplina muchos de estos padres siguen preguntándose: “¿Por qué?”.
Del mismo modo es lo que puede pasarle al pastor de una
iglesia que egoístamente no ha permitido en muchos años que las ovejas con
capacidades y dones se desarrollen para edificar a su congregación, y ahora que
más necesitan de ayuda, no encuentran ningún tipo de apoyo y se preguntan:
“¿Por qué?”.
En resumen, es lo mismo que puede estarte pasando a
ti.
Si tan solo tuviéramos la humildad de convertir los “porqués”
en “paraqués”.
Pero, inevitablemente tenemos que Ilegar a un punto en
que no hay explicación.
Sí, me refiero a que hay situaciones en donde aun
cambiando los “porqués” en “paraqués” no se encuentra una lógica a lo que nos
sucede. O sea, nosotros no construimos
el monte de la prueba y aún así Io estamos subiendo; no hicimos el
camino y nos están haciendo caminarlo, no
hay explicación para Ia aflicción y el sufrimiento. Eso sucede. A veces, no hay
una causa, pero
se padece el efecto.
Aquí se requiere de un valiente análisis personal.
En la vida cristiana, si hablamos de las cosas que
suelen ser desagradables, estas, pueden ser de dos diferentes tipos que,
explicamos a continuación.
1. Pruebas.
Son las situaciones donde la fe basada en las convicciones del creyentes es
sometida a situaciones que le representan una carga espiritual y emocional. Las
pruebas son usadas por Dios para fortalecer a sus hijos (1ª. Corintios
10.13). Podemos considerar a las pruebas como el “entrenamiento extremo” de
parte de Dios para desarrollar en sus hijos facetas de su carácter que
requieren desarrollo porque, muy seguramente en los tiempos que Dios sabe
vendrán, dichas facetas deben estar fortalecidas. Las pruebas no son provocadas
por el creyente, no se generan en su debilidad o pecado, son externas a él. Ejemplos
de prueba en la Biblia son, los ataques de Satanás a Job y a Jesús. El diablo,
recibe de parte de Dios el permiso para lo que a su juicio es un “ataque” al
cristiano por lo que, incluso el enemigo, es usado por Dios para fortalecer la
fe del creyente. Las pruebas son superadas simplemente resistiendo el tiempo
que dure el ataque (Santiago 4.7).
2. Disciplinas. Tal y como afirma Gálatas 6.7, todo creyente que cometa pecado, sufre la disciplina de Dios quién, a través de las consecuencias de las malas acciones, desea corregir lo que está deficiente en la vida de cada uno de sus hijos. Las disciplinas del cristiano son generadas por el mismo hijo de Dios. El diablo puede ser usado para atacar al cristiano durante una disciplina, pero, lo que origina el ataque es diferente al de la prueba. La única forma de pasar por una disciplina es pidiendo perdón a Dios por el pecado cometido (1ª. Juan 1.9), cambiando la conducta y, esperar a que el tiempo disciplinario pase conforme a la voluntad de Dios.
Así que, subir el monte de la prueba significa que entiendas claramente estos dos conceptos que muchos creyentes ignorar, no conocen, o no saben distinguirlos.
Así que, ¿estás viviendo pruebas o disciplinas?
¿Vas a dejar que Ia prueba no cumpla su propósito? ¿Te
quedarás esperando en el desierto a esperar que las piedras se vuelvan pan? O
le dirás a Dios: “escrito está", "hágase tu voluntad" y
superarás Ia prueba para subir un escalón más de tu madurez cristiana y
dirigirte así al ministerio que Dios ha preparado para ti, para que Io ejerzas
con total responsabilidad y compromiso.
Fruto o ineficacia.
¡Tú haces Ia diferencia!
Capítulo 5.
Dotán
El monte de la Comunión
oró Eliseo y dijo: Te
ruego, oh, Jehová que abras sus ojos para que vea.
Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y
miró;
y he aquí que el monte
estaba lleno de gente de a caballo
y de carros de fuego
alrededor de Eliseo.
2 Reyes 6.17
Hay personas que en la voluntad de Dios gozan de
privilegios enormes, y sin dudarlo, podemos afirmar que Eliseo fue una ellas.
Hacía ya muchos años que el profeta Elías lo había
encontrado, y así, sin más, había puesto su manto sobre él y de pronto, las
explicaciones fueron innecesarias. Él sería el
aprendiz y Elías sería el maestro.
¡Cuántas cosas no aprendió Eliseo a la sombra del
profeta!
Eliseo, respondiendo al Ilamado de Dios, pasó de la
estabilidad, de Ia seguridad del hogar, del trabajo y del amor de los suyos a
la llenura espiritual de vivir por y para Dios lo que seguramente para él no
fue una decisión nada fácil de tomar.
De un momento a otro, Eliseo dejó lo seguro e inició un
camino sin saber lo que sucedería al día siguiente. Eliseo, simplemente creyó
sin ver, o sea, puso en acción su fe y en la cima de una montaña, el profeta
aprendiz que creyó sin ver, simplemente vió.
Eliseo a Elías le aprendió como encarar el pecado, que
tono de voz utilizar para hacer más directo y personal su mensaje, cómo
dirigirse a una nación pagana, cómo mantener la mansedumbre para esperar la
salvación de Dios. Definitivamente, el Ilamado para Eliseo de parte de Dios por
medio de Elías, le hizo a este experimentar la acción directa de Dios en su
vida y esa recompensa bastó para justificar cualquier decisión que pudo haber
tomado.
Una gran conmoción está sucediendo en el mundo espiritual. Dios ha hecho sentir a sus profetas incluido Eliseo, que su voluntad ha sido tomar en su mano a Elías para Ilevarlo a su misma presencia sin que experimente la muerte física. Elías ha subido sobre todos sus montes. La única meta que le queda por cumplir es Ia realización de estar toda la eternidad con su Señor, y esa clase de metas, Dios suele no retardarlas demasiado.
Elías, Eliseo y los diferentes profetas sabían que el
momento había llegado. EI cielo reclama la
presencia de Elías y la tierra, el ministerio de Eliseo. Eliseo pide a Elías
que su herencia de aprendiz sea recibir el doble de poder que Elías tuvo. Una
doble bendición, una doble bienaventuranza. Elías lo promete con la condición
de que Eliseo esté presente en el arrebatamiento de su maestro. La tensión se
respira en el aire, los profetas perciben una presencia majestuosa que se
acerca cada vez más; se postran humillados ante la Ilegada de los mensajeros
del Señor de los profetas y esperan.
Eliseo puede ver como Ia mirada de Elías se hace más serena. Seguramente el silbo apacible de Horeb está resonando nuevamente en sus oídos. Dios vuelve a llamar a Elías, pero esta ocasión es diferente. No Io llama que salga hacia afuera de una cueva, lo llama hacia arriba en el cielo.
Eliseo no pierde detalle alguno, observa la relajación
en los músculos de la cara de Elías, y lo mira como cierra sus ojos lentamente.
Elías ya no pertenece a esta tierra, está ya en completa sintonía con Dios. El
viento mueve sus cabellos y su manto se levanta dando a la frágil figura Ia
dimensión de un rey. Las pisadas de Elías se hacen cada vez más Ientas y
firmes. Tiene la certeza de saber hacia dónde
se dirige, es más, siempre la tuvo, y
en un instante, todo pasa.
Se hace un profundo silencio en la tierra, el viento
deja de soplar, los animales guardan silencio y de improviso, un carro de
fuego, una presencia divina pasa por en medio de los dos profetas separándolos
de manera definitiva. El momento ha llegado para Elías, para Eliseo, llegará un
poco después.
En medio de un torbellino de luz, divinidad y
eternidad, Elías comienza a ascender al cielo mientras Eliseo ante la visión de
la presencia del Dios a quien predica rasga sus vestidos en señal de
humillación y anonadado no sabe qué hacer ni qué decir. Cualquiera en su lugar,
sin lugar a duda, estaría como él; y del cielo, cae lentamente la capa que
Elías siempre portaba.
Eliseo la recoge con los ojos llenos de lágrimas y con el corazón a punto de salírsele del pecho, pero Eliseo recogió mucho más que un trozo de tela. Eliseo recogió también lo prometido: una doble porción del espíritu de Elías. 7 milagros fueron hechos por el maestro, 14 fueron hechos por el aprendiz y aún incluso estando muerto, Eliseo hizo milagros. La estabilidad espiritual de Israel ahora está garantizada.
Volar sobre los montes de la comunión
De entre las situaciones
extraordinarias que a partir de ahí le tocaron vivir a Elíseo hay una que es en
particular muy sobrecogedora.
La nación Siria inicia una invasión contra el reino del
Norte (reino de Israel) donde ministraba Eliseo. El rey sirio como es de
esperarse traza la manera en que llevará a cabo el ataque. La mejor logística
posible es puesta a disposición del rey sirio quien determina junto con sus
capitanes y generales donde colocar batallones, donde establecer campamentos,
donde emplazar las armas y el sitio donde estarán los arqueros. El plan es infalible.
Nada puede hacerlo fallar y, sin embargo, falla. El detalle es que los planes de
los sirios Dios también los conoce y lo
revela a Eliseo quien a su vez lo revela al rey de Israel y cada intento de
conquista se ve frustrado por la anticipación que hace Eliseo.
Ante esta situación, el rey
sirio ordena que sus ejércitos se desplacen a la ciudad de Dotán en donde se
encuentra Eliseo; en esa ciudad se encuentra un monte y sobre el monte está el profeta. La avanzada militar se mueve
furtivamente entre las sombras de la noche y sitia la ciudad de Dotán.
Cuando las primeras luces del día alumbran, soldados y
armamentos están listos para atacar.
¿Eliseo habrá sabido por anticipado del ataque en su
contra?
¿Eliseo habrá dormido tranquilo aquella noche?
¿Eliseo habrá orado por lo que estaba por suceder?
La respuesta indudable a las tres preguntas es: Sí. Y la razón de esta afirmación es
una sola: Eliseo estaba en perfecta comunión con Dios, pero, que quede claro;
Eliseo era mucho más que un seguidor de Jehová o un buen amigo. Eliseo servía a
Dios no por curiosidad o por no tener otra cosa mejor que hacer.
La comunión no es un pasatiempo, no es juego, no es un
entretenimiento de fin de semana. La comunión va mucho más allá.
Vamos a definirla de una mejor manera.
El Diccionario llustrado de Ia Biblia de Editorial
Caribe dice de la palabra comunión: "traducción del vocablo hebreo sod
(‘amistad’ o ‘conocimiento íntimo’)." Y eso es precisamente el tipo de
relación que Eliseo tenía y cultivaba con Dios. Ellos pasaban el límite de Ia
amistad y llegaban a las esferas del conocimiento íntimo. El conocimiento mutuo
y la necesidad de estar juntos era algo que regía sus vidas. Eliseo buscaba a
Dios sí, porque lo necesitaba, pero más bien porque dependía de su presencia.
Como David y Jonatan.
Como Dios y Enoc.
Conocimiento íntimo.
Todas las motivaciones de Eliseo eran conocidas por
Dios, eso es Omnisciencia, pero, cada una de ellas iba totalmente de acuerdo
con lo que Dios deseaba, eso es comunión.
La idea de tener un mismo sentir no es extraña o fuera
de Iugar, es algo normal cuando de amar a Dios se trata, por eso, Ia iglesia
cristiana no decide nada por votación, porque no es un sindicato, pero sí por
unanimidad, porque es un cuerpo donde existe conocimiento íntimo y en donde se
puede llegar a tener el mismo sentir aun
cuando no se tenga la misma opinión.
Eliseo y Dios caminaban íntimamente de la mano.
Y precisamente gracias a esa actitud del corazón,
seguramente Eliseo había desarrollado hábitos que estuvieran regidos por esa
necesidad de estar con el Señor. Seguramente pasaba horas en torno a la persona
de Dios, seguramente las madrugadas los sorprendían charlando sin que Eliseo se
diera cuenta del paso del tiempo.
Con certeza podemos afirmar que no había declaración de
Dios que Eliseo se atreviera a cuestionar. Seguramente cada palabra que Eliseo hablaba
tenía la intención de lograr que sus oyentes llegaran a conocer a Dios tanto
como él lo había conocido. Seguramente todo Io que hacía estaba regido por una
santidad a toda prueba. Eliseo lo había entendido bien, santidad no es
frustración ni represión, no es ir en contra de lo que somos, no es exigir un
sacrificio difícil de cumplir, santidad no es tener ausencia de pecado,
santidad es estar más Iejos de mundo y más cerca de Dios.
Volar sobre los montes de la comunión
Dios tiene conocimiento
íntimo con quienes le honran, respetan y buscan, y son ellos precisamente los
que llegan a conocer lo que Dios desea. No cabe duda, en tiempos de Eliseo
conocer la voluntad de Dios no era cuestión de falta de conocimiento sino de falta
de comunión, y creo que las cosas siguen siendo literalmente iguales.
En ese plano de amistad íntima, Eliseo abre los ojos y
se encuentra con Ia cara de su aprendiz desencajada, con los ojos desorbitados
y el corazón rebosando de miedo. El aprendiz está sobre el monte de la comunión, pero no de manera personal. EI
siervo de Eliseo se asoma a las Iaderas del monte Dotán y contempla como el
ejército sirio está a punto de hacer caer la ciudad para hacer caer al
profeta.
Dice la Biblia NVI que el siervo contempla "caballos
y carros de combate" lo que Ie hace perder la estabilidad emocional y
busca ansiosamente al profeta en busca de un poco de dirección.
- ¿Qué
haremos, señor?
- La
batalla es de Jehová, ÉI peleará.
- Pero
son muchos, señor.
- Son
fuerzas humanas, nuestra confianza no.
- Pero
son muy poderosos.
- EI
único Poderoso es Jehová.
- Pero
yo no veo salvación.
- Son
más los que están con nosotros.
- Pero
yo no veo a nadie.
¿Te das cuenta?
Ahí está el siervo, con la oportunidad de sentir
Ia presencia de Dios, pero él quiere verla. La limitada capacidad humana
a veces exige respuestas que se vean, sin entender que lo que no se ve es más
poderoso cuando se cree que existe, porque de esa manera se confía en Io
que no se percibe. Eso es fe.
¿Has leído alguna vez Hebreos 11.1?
El clamor de Eliseo es un canto de comprensión a la humanidad de su siervo:
Y los ojos fueron abiertos.
Y por segunda vez en el día, el aprendiz volvió a contemplar caballos y carros de combate, pero esta vez es diferente, porque lo que está viendo no procede de Siria, procede del cielo. Un número indefinido de ángeles guerreros rodea el monte de Dotán y sobrevuelan por encima de su cabeza. Surcan el aire y pasan a un lado de donde el profeta tranquilamente está sentado con una sonrisa dibujada en el rostro.
Las caras flamígeras de los ángeles refulgen como el
oro, sus vestiduras son resplandecientes como la mañana; despiden una fuerza y
energía que hace trastabillar al aprendiz que intenta seguir los pasos de
Eliseo. El siervo enmudece, su mandíbula ha
quedado sellada, un sudor frío comienza a recorrer su espalda. Sus ojos están
contemplando sólo una pequeña muestra de lo que es el cielo, sólo un pequeño
arrebol de Ia majestuosidad de Dios.
Todas las cosas de momento quedan sorprendentemente
claras. Los sirios son nada ante Dios. La confianza de Eliseo es real y fidedigna.
No está basada en experiencias místicas o emocionales, está basada en la
realidad de una relación íntima con Dios. En ese monte quedó tan clara la
presencia de Dios, que el siervo seguramente entendería que una relación íntima
con Dios es la primer cosa que garantiza una protección indestructible en lo
moral, emocional y mental.
Sin embargo, una reflexión aparte merece el aprendiz
anterior de Eliseo mencionado en la escritura: Giezi.
¿Cuánto puede llegarse a conocer a una persona
conviviendo durante muchos años con ella?
Comiendo juntos, caminando juntos, platicando juntos,
explicando los sentimientos más íntimos, abriendo el corazón.
Esa es precisamente la oportunidad que tuvo Giezi, Ia oportunidad
de acercarse al corazón de su maestro para disfrutar no solamente de su
compañía sino de su impresionante estatura espiritual de la que en teoría por
Io menos se esperaría que el aprendiz desarrollara cierta imitación, pero con
Giezi no fue así.
¿A qué puede llevarnos el conocer de cerca de alguien?
Indudablemente a ejercer una imitación de sus actitudes y hábitos, pero, eso es
más real, cuando encontramos sentido a
esos hábitos y actitudes. Cuando no los sentimos propios, cuando no
razonamos lo que implican, no representarán nada jamás.
Esa es Ia explicación a una triste realidad: que muchos
hijos de fieles siervos del Señor no siguen los pasos de sus padres o mentores.
Son educados con el privilegio de Giezi, Ilegan a ver actuando a Dios en la
vida de sus familias, es más, experimentan esas bendiciones y las comen, se
visten con ellas, observan a sus padres humillados en oración buscando Ia
dirección de Dios, pero algo pasa, porque el ejemplo no se reproduce.
Dos caras de una misma moneda. Por una parte, los
modernos Giezis siguen solo como máquinas los mandamientos de Dios. Son
creyentes porque no tienen otra opción. Si sus padres fueran mormones, serían
mormones, si fueran testigos de Jehová, serían testigos de Jehová. Su imitación no es imitación, es
obligación.
Pera Ia otra cara de la moneda es la del maestro. Los modernos Eliseos jamás se preocupan porque la salvación les cueste a sus discípulos. Se les enseña lo que la salvación implica, pero jamás se les enseña a experimentarla; tanto se les quiere proteger que deseamos que vivan su vida espiritual a la sombra de nuestra protección y evitamos que ellos puedan sentir su propia humillación, su propia vergüenza, su propia necesidad de Dios y así, les atajamos el camino al cielo.
Eliseo ha sanado a un
sirio, a Naamán.
No ha aceptado la recompensa por esto. Dios no cobra
por Io que hace, Dios no espera que sus bendiciones sean tomadas como favores
que tienen que devolverse, pero Giezi, el aprendiz de Eliseo no piensa igual. A
escondidas del profeta y en su nombre, pide una recompensa al sirio Naamán por
haber sido este librado de Ia Iepra por el profeta que, junto con la sanidad,
le dio toda una lección de fe.
Y Eliseo Ie dijo: ¿De
dónde vienes, Giezi? Y él dijo:
Tu siervo no ha ido a
ninguna parte.
El entonces le dijo:
¿No estaba también allí mi corazón,
cuando el hombre
volvió de su carro a recibirte?
¿Es tiempo de tomar
plata, y de tomar vestidos, olivares,
vides, ovejas, bueyes,
siervos y siervas?
Por tanto, la Iepra de
Naamán se te pegará a ti
y a tu descendencia
para siempre.
Y salió de delante de
él leproso, blanco como la nieve.
2 Reyes 5.25-27.
Una última reflexión para todos, porque de una u otra
manera todos somos modernos Eliseos.
Si no les enseñamos a nuestros aprendices a desarrollar
su propia relación con Dios, Io único que Iograremos, será que ellos reciban
marcas, dolorosas marcas que los acompañarán toda su vida, como Giezi. Marcas
de malas decisiones, de malas elecciones matrimoniales, de malas selecciones de
amigos, de malas maneras de querer agradar no a Dios sino a ti que eres su
maestro.
Marcas de terminar creyendo que lo vil puede mezclarse
con Io santo y vivir así, una vil santidad.
Giezi contempló milagros increíbles, pero al parecer
creyó que era la obligación de Dios hacerlos. Miró Ia grandeza espiritual de
Eliseo, pero al parecer no entendió el esfuerzo que Ie tomó al profeta
obtenerla. Experimentó las bendiciones de Dios, pero al parecer él prefirió ser
grande parándose sobre los hombros de gigantes y no desarrollando su propia
estatura espiritual. Qué triste.
Estar sin conocer, acercarse sin interés, pensar que subir el monte de la comunión quiere
decir que Dios tiene que impulsarme hacia arriba sin que yo me esfuerce;
esperar la provisión divina sin entender que sobre el monte de la comunión está
Dios esperando que yo llegue a la cima exhausto para entonces recibirme y sanar
mis heridas, suavizarlas, ya que sólo así, agradeceré en todo lo que vale que
Él me permite estar junto a su bendita persona.
¿Cuánto se puede llegar a conocer a una persona en 3
años y medio de tratarla? La verdad es que muy poco, pero si Ia relación con
esa persona no se Iimita a unos minutos o a una llamada telefónica, sino que es
una relación de verse todos los días, compartir los despertares, los desayunos
y las lágrimas, entonces, el conocimiento mutuo se vuelve intenso.
A pesar de esto, la comunión de Giezi con Eliseo y en consecuencia con Dios no fue lo profunda que debiera, y Ia misma situación, fue experimentada por el apóstol Pedro.
Pedro está en el momento en el que se decide si el
monte de la comunión se sube o si se desperdicia todo lo que se ha vivido. Ese
momento, por lo menos una vez en la vida cada creyente debe enfrentarlo. Para cada
uno los momentos y las circunstancias serán diferentes. Pedro Io experimentó en
el patio de una casa que no era suya, frente a gente que jamás había visto,
pero que sí lo había visto a él. Pedro enfrentó su momento de volar sobre el monte de la comunión nervioso,
atemorizado, con más preguntas que respuestas en la mente, sintiéndose
desprotegido, confundido, sin saber lo que pasaría en los próximos minutos de
su vida; sus pisadas lo han llevado inconscientemente a un lugar que, de
haberlo razonado, seguramente él nunca siquiera se hubiera atrevido a
acercarse.
Hace unos minutos las cosas eran tan diferentes.
Volar sobre el monte de la comunión
Tener conocimiento íntimo de Dios.
Apropiarme
su voluntad, sentirla, amarla
Esta
clase de comunión con Dios, ¿es posible?
ÉI estaba cansado sí, pero al
parecer lo mismo pasaba con Jacobo y Juan. Ahora Pedro tiene que reconocer que
las cosas no eran nada normales. El Maestro estaba particularmente perturbado,
ansioso. Su mirada tomó un matíz de tristeza indescriptible. Esa mirada
sobrecogió a Pedro y en la intimidad de sus pensamientos él concluyó que el
Maestro se dirigía a un momento muy angustioso de su ministerio y así fue.
¿Por qué las cosas no podían ser como antes?
¿Por qué no poder eternizar Ia comunión en el aposento
alto?
A Pedro se le llenan los ojos de lágrimas mientras
recuerda la mirada de amor con que Cristo lo miró a él y miró a todos mientras
tomaba el pan de la pascua para partirlo y decirles que su cuerpo estaba
representado allí. Con cuanto amor los miró uno por uno para terminar
levantando la copa e identificarla con su sangre, pero Io más conmovedor y que
aún hace sentir escalofríos a Pedro fue Ia promesa de beber esa copa nuevamente
con Cristo en la eternidad.
Pedro siempre supo que esa promesa era cierta. Él mismo
dijo de su maestro que era el Hijo del Dios que vive para siempre y Jesús no lo
negó. Él supo que era verdad, y aun cuando la solemnidad hacía que los
discípulos ni siquiera parpadearan, su mente no pudo evitar imaginar la
eternidad, libres de ataduras, cenando, comiendo y riendo sobre la cima del monte de la comunión perfecta para nunca más
bajar de ahí.
Después de cenar, la garganta de Jesús con mucha fuerza entonó el himno de alabanza final, pero ahí su voz se empezó a quebrar. Recordar al cordero muerto de la pascua a favor de los hebreos al parecer, le hizo pensar en algo que Pedro no entendió en ese momento, pero que ahora le era evidente
Cristo no sólo anunciaba una memoria pasada sino un sacrificio futuro que lamentablemente
fue más pronto de lo que Pedro esperaba. Fue tan intenso estar ahí en el
aposento alto, cerrar los ojos y escuchar únicamente la voz de aquellos hombres
rudos en proceso de preparación misionera.
Pedro está seguro de que mientras escuchaba la línea
final de alabanza se Iogró oír una entonación de voces sobrehumanas alcanzando
tonos y tesituras que nunca había escuchado. Todo el universo se concentró en
un aposento. Pedro está Iisto para subir
el monte de la comunión.
Las emociones están
listas.
¿Cuántos milagros Pedro observó de las manos del
Maestro? ¿Cuántos? Su mente está llena de ellos. Han salido del aposento alto y
se dirigen según les dijo Jesús, al Monte de los Olivos, seguramente a orar; la
ocasión lo amerita. Es un memorial, una fiesta nacional, pero ahora más que
nunca Pedro está seguro de que las cosas no están bien. Jesús ha vaticinado que
alguien en el aposento Io iba a entregar en un acto de soberbia y ambición
desmedida.
¿Cuánto vale Ia
vida del Creador?
Pedro no pudo evitar mirar a los ojos de Simón, de
Leví, de Tadeo, de Jacobo, pero en sus ojos encontró la misma interrogante, Ia
interrogante de querer saber a quién se refería Jesús. Pero, los ojos de Judas
lscariote eran tan diferentes, iluminados con un frenesí y una ansiedad que
incomodaba. Judas se mostraba nervioso, moviéndose sin control. Esa charla de
Jesús con él fue tan difícil de comprender. ¿Por qué Judas salió tan
apresuradamente?, al parecer Judas y Jesús sabían a donde había ido, pero nadie
había osado preguntarle al Maestro al respecto. Judas abrió la puerta y las
tinieblas se lo tragaron como si siempre hubiese pertenecido a ellas.
¿Cuántos milagros fueron? Los peces multiplicándose sin
parar, su suegra Ievantándose de una fiebre mortal, los endemoniados incapaces
de enfrentarse a Jesús. Un mar embravecido como un marino con su experiencia
jamás había visto. La firmeza de Ia voz del Maestro, la orden terminante, la
naturaleza cediendo, los demonios dispersándose, las tinieblas difuminándose,
Ia gran bonanza.
La hija de Jairo, abriendo los ojos y sonriendo sin
parecer que hubiera estado en las garras de la misma muerte. La mujer adúltera
tirada en el suelo, sollozando, temblando de arrepentimiento, la mirada mordaz
y soberbia de los fariseos, el reto moral, las manos con las piedras danzando
en el aire, el ansia de sangre que se
alimentaba de hipocresía. La declaración de justicia:
"Que la libertad
de pecado empuje las piedras".
El sonido de las piedras cayendo, los murmullos entre dientes, las pisadas de huida marcadas en Ia tierra. La gente huyendo de la presencia de Dios que evidenció su pecado y falta de sentimientos, y ahí en el centro de todo, la mujer sintiéndose muerta y volviendo a la vida. El amor del Maestro perdonando. Pedro miró en los ojos de la mujer algo que sólo los que estuvieron ahí como él pudieron ver: la convicción de no volver a pecar por muy fuertes que se pudieran presentar en su vida las tentaciones. En los ojos de esa mujer había seguridad y agradecimiento. Fue tocada por la dulce voz del Creador, esa misma voz que lo tocó a él, a Pedro, a orillas del Mar de Galilea:
- "Sígueme".
Fue un alto tan
repentino, él estaba acomodando sus redes, pero la expectativa de ser
pescador de hombres fue más importante que cualquier cosa. Muchas veces Pedro
se ha preguntado en tres años y medio cómo pudo hacer lo que hizo: dejarlo todo
y seguir a Jesús. Algo dentro de su ser supo simplemente que debía hacerlo y lo
hizo, y al parecer sólo hay otra seguridad igual en Pedro, la seguridad de que
jamás cambiaría esa decisión por nada. Esa decisión para Pedro es Ia vida.
Todos los milagros contemplados, cada uno corroborando la procedencia de su
Maestro.
Pedro debe subir sobre el monte de la comunión y sus emociones están listas, pero,
su razonamiento también lo está.
Fue tan extraño que Jesús pidiera únicamente la compañía
de Jacobo, Juan y él para adentrarse en el Olivete. Los pasos de Jesús eran firmes,
pero tan frágiles a la vez. Pedro ahora entiende por qué la frente del Maestro
empezaba a Ilenarse de sudor, entiende por qué su mirada parecía colocada en un
espacio de tiempo más adelante que su presente. Ellos sólo tenían que esperar
ahí mientras Él oraba, pero ¿de qué quería proteger a los discípulos
manteniéndolos lejos? y una vez más la
inquietud, ¿Dónde está Judas? ¿Qué está haciendo? ¿Por qué no regresó?
Esas palabras: "Mi alma está muy triste, hasta la
muerte”, que impacto causaron en los tres acompañantes que intercambiaron
miradas para coincidir en que nunca como hoy el Maestro había estado así. Y
para hacer las cosas mucho más difíciles, la tensión de los últimos días parece
cobrar sus primeros frutos en Pedro. Su cuerpo está tan cansado, tan
quebrantado.
Las primeras horas de la mañana sorprenden a Pedro
agotado de una manera tan extraña que sólo pudo ver la silueta del Maestro
perdiéndose entre la maleza del monte y de ahí, la oscuridad.
Tres veces pasó lo mismo, y en la tercera, junto con el
sueño, vino la alarma de ver marcas de sangre en la frente del rostro amado del
Cristo que parece estar agonizando en vida. Al parecer el Cordero de Ia Pascua
está ya siendo sacrificado de nuevo,
con la diferencia de que esta vez, será un cordero perfecto.
Volar sobre el monte de la comunión
Pedro
está listo para subir al monte de la
comunión, solo le resta un paso. El corazón y Ia razón están en su lugar,
pero al parecer, las fuerzas
no.
Todo pasó tan rápido.
Voces, antorchas, una pregunta pintada de ansiedad y
una mirada de indescriptible ambición.
“¿Qué quieres amigo?". Las manos, los golpes, los gritos. El Maestro, su Maestro está siendo Ilevado, pero ¿a dónde? Lo único que atinó Pedro a hacer fue seguir a Cristo a Ia distancia, aún no atina a pensar para qué lo hace, pero si unas horas antes le dijo a Jesús que lo seguiría hasta la muerte pues, debe de cumplirlo.
Ha entrado a Ia ciudad, se dirige a la zona rica, la multitud comprada hace bien el papel de acusadores y llevan a Jesús hasta el patio de la casa del sumo sacerdote y hasta ahí, llega Pedro. Está a un solo paso de subir su Dotán personal. Si el conocimiento íntimo del Cristo, de su Cristo era real, entonces, nada Ie podría separar de ÉI, nada, eso es Io que Pedro pensaba; y ahora, está levantando el pie para pisar la cima del monte de Ia comunión cuando de momento, una voz lo detiene. La prueba final, el momento de la templanza, el instante de comprobar cuan íntimo es ese conocimiento ha Ilegado
Sinceramente, no hay nada que pueda escribir que añada
algo a la elocuencia de Ia Escritura.
A un paso del triunfo, Pedro se perdió la majestuosidad de observar los carros de combate celestiales conquistando la salvación de la humanidad.
El Ilanto Ie puede dar un poco de consuelo ahora, pero
en cada paso que da dirigiéndose a ninguna parte, la mirada de Cristo profunda
e inalterable después de que el gallo cantó le persigue. Ahora, un nuevo
pensamiento llena su mente. Le ha fallado a quién había jurado que jamás lo
haría.
Pedro no alcanza a darse cuenta de que el peso que lo
doblega no es Ia mirada de Jesús, es el peso de su propia
conciencia. Jesús tiene preparada para Pedro una segunda oportunidad de
alcanzar Ia cima del monte de Ia comunión y sabe que ese encuentro será
para no separarse jamás, pero ahora, es momento de que el apóstol en ciernes
medite en que un compromiso con Dios, absolutamente nada debe alterarlo. Llegará
el momento del perdón, pero la marca en su corazón, al igual que la lepra de
Giezi, debe quedarse ahí, para que quede claro qué clase de cosas son las que precisamente Dios no quiere.
Así con las personas
que NO están sobre el monte de la comunión
• Como
el trato con personas en su infancia destruyó todo su mundo, en su etapa
presente, sus pensamientos más íntimos
no los dan a conocer a nadie y nada más lo hacen con personas que por sus
características nunca podrían evidenciarlos delante de nadie.
• Creen
que mostrar sus reales sentimientos es síntoma de debilidad emocional, por lo
que, sin dudarlo, se burlan de las
expresiones de afecto de las personas, restándoles autenticidad, pero por
dentro, desean que alguien sea expresivo con ellos.
• Sus relaciones son enfermizas, problemáticas
y sádicas. Sin importar si son relaciones de matrimonio, paternidad o amistad,
siempre hay enojos, arrebatos, lágrimas, reproches y sobre todo dolor, mucho
dolor.
• Han perdido Ia dimensión de sus afectos.
Las mujeres, por ejemplo, que no han subido
el monte de Ia comunión, para compensar el dolor de la amargura hacia sus
esposos, se vierten por completo a sus hijos convirtiéndose Iiteralmente en
esclavas de ellos, quienes terminan lastimándolas más, creando un círculo
vicioso de autodestrucción que nunca termina. En otras relaciones que estas
personas practican siempre acaba pasando Io mismo.
• Al
no estar en comunión con Dios, sus vidas están si, bien organizadas, todo bajo
control, así les gusta, pero, la buena organización no es sinónimo de
felicidad. Por lo que son las personas que ríen en el tumulto mientras Iloran
en Ia soledad.
¿Eres esta clase de persona?
Así son los creyentes que NO están sobre el
monte de la comunión
• Les
encanta y hasta presumen de una vida sumamente religiosa, pero todo es puro ritualismo. En las decisiones y actitudes de
todos los días, no toman en cuenta a Dios para nada.
• Todo su tiempo está invertido en el dios más importante que tienen: ellos mismos. No son capaces de dedicar a Dios un tiempo realmente significativo. Nunca se les ve sirviendo en sus congregaciones. ¿Los pretextos? Ni vale la pena comentarlo, siempre tendrán su catálogo de excusas convenientemente actualizado.
• Su
asistencia al templo es una religiosidad, por lo que, con la más mínima
facilidad faltan dos días, asisten otro, faltan tres y se molestan cuando se
les pregunta por su inasistencia.
• No
suelen orar más que por los alimentos y eso, en su casa. En el trabajo no lo
hacen jamás. Se les oye orar y oran igual a como la hacían muchos años antes. Se nota que no hay ejercicio de oración,
se nota demasiado.
• No
son malos o perversos, solo que no desean una comunión demasiado estrecha con
su Señor. En el fondo de su corazón hay un trasfondo de orgullo, soberbia e
independencia que les fue inculcado erróneamente en un afán de hacerlos
independientes y responsables, pero que al final, los volvió fríos y
calculadores. Son los siervos que son pura cabeza y no dan ningún espacio para
el corazón.
¿Eres esta clase de creyente?
Consecuencias para las personas que NO
quieren estar sobre los montes de la comunión
Una estrecha relación con Dios es la base para poder
construir cualquier tipo de relación emocional de tal forma que ésta sea
sólida, permanente y enriquecedora. EI amor como concepto no aporta mayor
relevancia a una persona. EI entender que el amor sobrepasa el término de
concepto y se convierte en una persona, hace que las cosas tengan una nueva
dimensión.
Si deseo amar, no
debo preocuparme por sentir. Los sentimientos no son confiables, son
volubles, dependen de las circunstancias y de mi estado de ánimo y si mi estado
de ánimo sin Dios se vuelve patético y risible, entonces la calidad del “amor”
que daré a mis hijos, esposa, padres, amigos y conocidos será patético también. Para amar, no debo estar en un sentimiento,
debo estar en una persona. La Biblia afirma que Dios es amor (1 Juan 4. 8) lo que implica que, si
tengo y mantengo una relación con Dios de carácter indestructible, no deberé de
preocuparme por amar aún a los que me aborrecen. ¿Cómo estás amando? ¿En
sentimiento o en persona?
Eso pasa con las personas que no logran estar sobre el monte de Ia comunión.
Es que no saben, no pueden y al final no
quieren amar. Nadie les ha dicho como puede hacerse, nunca han vivido un
amor así de incondicional. Operan de acuerdo con sus emociones que los acaban
confundiendo, y se destruyen más y más conforme los años van acabando con sus
vidas.
¿Cuál es la consecuencia para una persona que no quiere ni puede estar sin nadie? La respuesta es simple: no estará con nadie. Los años le dejarán con divorcios, con hijos que sólo buscan el poco dinero que puedan sacarles y que ellos darán arrastrando su dignidad personal por un poco del cariño que nunca pudieron dar. Esto no se detendrá hasta que estén completamente empapados en el amor persona: Cristo. ¿Así quieres terminar?
Consecuencias para los creyentes que NO
quieren estar sobre los montes de la comunión
La consecuencia, es una sola que puede resumir todo lo
que puede pasarle a creyentes que no han subido
el monte de la comunión. Al igual que Pedro, tarde o temprano terminan
en un estado permanente de negación.
Se termina negando cualquier señal de Ia más elemental
humanidad y valores morales. Terminan sus vidas y sus hogares en la más
aterradora anarquía. No hay orden ni sentido para las cosas que hacen. Se vive
en completo estado de daño emocional que se reproduce en los hijos. En ellos se
acumula una herencia de insatisfacción por todo. Ellos y su descendencia son
personas que se quejan de todo, de todo protestan, por todo están inconformes,
pero no debe de extrañarnos, porque no han tenido en el corazón la más mínima
experiencia de lo que el amor de Dios puede hacer.
Acércate a ellos con cuidado, recuerda que
rechazarán de inmediato a Dios porque piensan que Él tiene la obligación de
impulsarlos a la cima del monte. Su insatisfacción es tan grande que
buscan siempre a quien culpar de sus propias malas decisiones. No terminan de
entender el concepto de pecado. De hacerlo, se darían cuenta que su
insatisfacción es muestra de su propia ineficacia, y no de fallas en el amor de
Dios. Los creyentes que no han subido a Dotán, terminan negando con sus
hechos cualquier muestra de las cualidades que un creyente debe tener.
Su
relación con Dios es tan limitada, que se pierden manjares espirituales en su
congregación por la dureza tan grande que tienen sus oídos y sus corazones.
Entendamos con un ejemplo. Cierta ocasión, estando en
la capital de México, estaba parado al lado de un lugar donde vendían
periódicos y revistas. Al acercarme, me sorprendió escuchar música de alabanzas
a Dios.
Mi primera intención fue acercarme a saludar al dueño
del lugar y compartir impresiones como hermanos en Ia fe, pero preferí esperar,
porque estaba hablando con otra persona haciendo referencia de su propia hija.
Traté de poner atención y me sorprendió escucharlo hablar en términos
altisonantes y muy vulgares. Luego de un momento, se levantó a arreglar sus
revistas y se topó de frente conmigo. De una manera por demás descortés me
pidió que me hiciera a un Iado.
¿Conclusión? Los
hechos hablan más que las palabras.
Sigamos con los ejemplos. De un culto cristiano salí
una noche para tomar un taxi y dirigirme a casa. El taxi lo tomé a cierta
distancia del templo. La ruta necesaria obligó al taxi a pasar por el frente
del templo de donde yo había salido. Al pasar por el lugar, el taxista me
cuenta que cuando se dirigía al lugar donde Io detuve, vió salir del mismo
templo a un conocido mío que de manera imprudente cruzó la calle haciendo que
su auto casi lo arrollará. Me dijo, además, que, este hermano en respuesta
gesticuló y lo ofendió de fea manera. El taxista termina su comentario
haciéndome la siguiente pregunta: “¿Qué le parecen los cristianos?" Hasta
ese momento, él desconocía que llevaba a uno a bordo.
Cualquier persona no creyente que vea esta clase de
ejemplos que damos ¿sentirá la necesidad de ser cristiana al ver como
vivimos a Cristo? La respuesta,
sin duda es no, y es comprensible que piensen así.
La consecuencia para el creyente que no sube el monte de Ia comunión es la
negación, una negación tal en la cual no nos sujetamos ni siquiera a Dios, pero
recordemos, esa negación producirá imitación en nuestras siguientes
generaciones.
Y su negación, la de ellos, Ia de nuestros hijos, será
nuestra lepra permanente, porque tomarán decisiones absurdas que a quien más
lastimaran terminará siendo a nosotros mismos, y créanme, el dolor será
intensísimo; y ahí se quedará hasta que el Señor nos llame a su presencia.
Decidirse a formalizar una relación con Dios es lo
único que podrá garantizar la estabilidad total en todas las áreas de nuestra
vida. La estabilidad asegurará buenas decisiones las que conducen a buenas
situaciones y las buenas situaciones nos llevarán a la felicidad. Cualquier
persona o creyente que rechaza la felicidad solo puede estar gobernado por una gran
ignorancia o necedad.
¿Acaso nosotros estaremos así?
Vuela
sobre los montes de la comunión
Después de esto, Jesús
se apareció otra vez a sus discípulos,
a orillas del lago de
Tiberias.
Sucedió de esta
manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás,
al que llamaban el
gemelo, Natanael que era de Caná de Galilea,
los hijos de Zebedeo y
otros discípulos de Jesús.
Simón Pedro les dijo:
- Voy a pescar.
Ellos contestaron: -
Nosotros también vamos contigo.
Fueron pues y subieron
a una barca; pero aquella noche no pescaron nada.
Cuando comenzaba a
amanecer, Jesús se apareció en la orilla,
pero los discípulos no
sabían que era él.
Jesús les preguntó: -
Muchachos, ¿no tienen pescado?
Ellos le contestaron:
- No.
Jesús les dijo: -
Echen la red a la derecha de la barca y pescarán.
Así lo hicieron, y
después no podían sacar la red por los muchos pescados que tenía.
Entonces el discípulo
a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro: - ¡Es el Señor!
Apenas oyó Simón Pedro
que era el Señor, se vistió,
porque estaba sin
ropa, y se tiró al agua.
Los otros discípulos
llegaron a la playa con la barca,
arrastrando la red
llena pescados,
pues estaban a cien
metros escasos de la orilla.
Al bajar a tierra
encontraron un fuego encendido,
con un pescado encima
y pan.
Jesús les dijo: - Traigan algunos pescados de los que acaban de sacar.
Simón Pedro subió a la
barca y arrastró hasta la playa la red llena
de grandes pescados, ciento cincuenta y tres,
y aunque eran tantos,
la red no se rompió.
Jesús les dijo: -
Vengan a desayunarse.
Ninguno
de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era,
porque
sabían que era el Señor.
Luego Jesús se acercó,
tomó en sus manos el pan
y se lo dio a ellos; y
lo mismo hizo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció
a sus discípulos
después de haber
resucitado.
Terminado el desayuno,
Jesús le preguntó a Simón Pedro:
- Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Pedro le contestó: -
Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo: - Cuida
de mis corderos.
Volvió a preguntarle:
- Simón, hijo de Juan ¿me amas?
Pedro le contestó: -
Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo: - Cuida
de mis ovejas.
Por tercera vez le
preguntó: - Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Pedro, triste porque
le había preguntado por tercera vez si lo quería
le contesto: - Señor,
tú sabes todo; tú sabes que te quiero.
Jesús le dijo: - Cuida
de mis ovejas
.
Te aseguro que cuando
eras más joven, te vestías para ir a donde querías;
pero cuando ya seas
viejo, extenderás los brazos
y otro te vestirá y te
llevará a donde no quieras ir.
Al decir esto, Jesús
estaba dando a entender de qué manera
Pedro iba a morir y a
glorificar con su muerte a Dios.
Después le dijo: -
¡Sígueme!
Vuela sobre los montes de la comunión
¿Estarás dispuesto a
volver a empezar?
Si ha sido mucho el tiempo en que tu relación con Dios ha sido olvidada y relegada al plano de la costumbre, entonces, eres un Pedro huyendo con lágrimas en los ojos. Reconoce que esta tendencia de mantener a Dios lejos de ti es pecado, un terrible pecado de soberbia. Pídele perdón a Dios en el sitio donde estés y razona lo que estás dejando de lado por rechazar a Dios. Sé sincero con Él y si lo eres, deberás ser como Pedro en la playa.
Como Pedro, deberás
sentir vergüenza siguiera de hablarle. Pero no te equivoques, disfruta su
presencia, gózate del alimento que Él tendrá preparado sobre el fuego.
Espera solo un momento, el Buen Maestro no tardará en
preguntarte: “¿Me amas más que a ti mismo?". Contesta haciendo un compromiso.
Dile que Él lo sabe todo, que no lo puedes engañar. Dile que eche una mirada a
tus intenciones para que descubra que no le estas mintiendo, nunca podrías.
Dile que cualquier cosa ha pasado a segundo plano, dile que tus lágrimas son de
arrepentimiento, que reconoces que tu red se llena porque Él la llena, no
porque tú seas demasiado bueno.
Es posible que te pregunte tres veces. En cada una de
ellas deberás de responder cada vez con mayor aplomo. No se trata de que ÉI
dude de ti sino de que tú estés completamente seguro y entonces, ámalo como nunca.
La tradición cuenta que Pedro muere crucificado de
cabeza considerándose indigno de ser crucificado como su Maestro. Al parecer,
Pedro aprendió la lección, y nunca más vivió su vida cristiana de lejos;
así que te espera un proceso doloroso de incorporarte a ministerios y
servicios, proceso doloroso porque probablemente no te crean tu nueva
fidelidad, pero tú, demuestra lo sincera que es; el tiempo te recuperará la reputación perdida.
Vuela sobre los montes de la comunión
Cultiva un nuevo nivel de relación con Cristo, acude a
Ia Biblia no para que te ayude a dormir, sino para conocer al Dios de quién
habla, qué dice de Él. Aprende qué puede hacer en ti. Acude a la Palabra para
que lo que encuentres lo incorpores a tu manera de ser y así, demuestres que
algo dentro de ti está cambiando. Cuídate
del pecado que te aleja de Dotán y no lo practiques más. Es algo muy fácil de
hacer. Si comprendes sus consecuencias y lo que implica, si ya te ha alejado de
Dios, si has perdido tiempo y bendiciones valiosas, entonces te será fácil
rechazarlo sabiendo lo que puede hacer contigo. Agrega convicción al corazón, y
verás a Cristo como lo que siempre debió ser en tu vida: tú Señor.
Lee el siguiente versículo y disfrútalo en toda su dimensión y mira entre tus lágrimas qué distintas se ven las cosas cuando en realidad se desea amar Dios.
Creéme que, a partir de este momento, empezarás a
anhelar tu ganancia en la cual consumarás no solo el conocimiento íntimo de tu
Señor, sino una comunión eterna.
Aún queda una última pregunta para este
capítulo.
¿Cómo comenzarás a
comportarte a partir de este momento?
Al igual que las respuestas de Pedro, solamente Dios y
tú saben la respuesta a esta pregunta.
Capítulo 6
Hermón
El monte de la Transformación
… y los llevó aparte
solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.
Y sus vestidos se
volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve,
tanto que ningún
lavador en la tierra los puede hacer tan blancos
Marcos
9.2-3.
El monte Hermón se levanta por encima de los 2700
metros sobre el nivel del mar. Es una cima que la mayor parte del tiempo se
encuentra cubierta de nieve y por lo mismo, filtra una gran cantidad de agua a
través de la piedra porosa que Io constituye, la cual sale en sus faldas en forma
de cristalinos manantiales que se consideran el principal afluente del río
Jordán. En tiempos antiguos era considerado una frontera natural del pueblo de
Israel. Su nombre significa “consagrar",
por lo que se le suele llamar “lugar
consagrado” o "santuario", lugar donde se entrega, donde se
dedica; donde las cosas cambian de dueño, donde se abandonan, donde se olvidan.
Debido a sus condiciones orográficas, el monte Hermón
influye decisivamente en el clima de toda la región y es, según cree la mayoría
de los estudiosos, el lugar donde Cristo
se transfiguró.
El Hermón, montaña importante para la vida y Ia
biodiversidad de su región. Sin él, no hay
vida.
Esta importancia en la actividad climática que el monte
Hermón tiene quedó registrada por el rey David en el Salmo 133.
¡Mirad cuán bueno y
cuán delicioso es que habiten
los hermanos juntos
en armonía!
Es como el buen óleo
sobre la cabeza,
el cual desciende
sobre la barba, la barba de Aarón,
y baja hasta el borde
de sus vestiduras; cómo el rocío del Hermón,
que desciende sobre
los montes de Sión,
porque allí envía
Jehová bendición y vida eterna.
Es curioso cómo utiliza David el monte Hermón para darnos una preciosa figura de lo que es la comunión íntima de los creyentes (¿recuerdas el monte Dotán?). La comunión es como un frescor, como un rocío que Io cubre todo y nada escapa de su influencia; y así es la sensación de la comunión, da frescor a los corazones de los hijos de Dios. Es en el seno de la comunión en donde las bendiciones de Dios se derraman sin tropiezo.
Los fuertes vientos
capturados por Ia elevación del Hermón, recogen la humedad de su cima y barren
con ella las laderas del monte, llevándola a las tierras bajas. Una vez
condensada esta humedad, se convierte en un rocío que refresca y alimenta la
tierra. Cerca de Hermón, los frutos son mejores, más fuertes, más
desarrollados; pero debe quedar claro que esto se debe a que el rocío que
desciende del monte los vuelve así.
El rocío de Hermón.
Pedro ya le ha dicho a Jesús que conoce su procedencia,
le ha susurrado al oído que Io sabe todo, que sus ojos están viendo al Mesías,
y el Maestro se Io ha confirmado.
Jesús por su parte, prepara el corazón de los suyos, y sus palabras son tan
directas como preocupantes: “le es necesario al Hijo del Hombre padecer”,
"el Hijo del Hombre debe morir, solo así podrá resucitar".
Pedro vuelve a susurrar, pero al parecer, su susurro no
está impulsado por el Espíritu: “Maestro, no tienes por qué sufrir, si sabes
que vas a morir, entonces evítalo, piensa un poco en ti, todo el mundo lo
hace".
“Quítate de delante de mí Satanás". Pedro nervioso
guarda silencio ante la acusación del Maestro y no entiende por qué lo ha
tratado como su adversario, pero Jesús sabe, sabe muy bien. Y Satanás también
sabe, sabe que, aunque incitó el comentario de Pedro, nada, absolutamente nada
logrará hacer que Cristo evada el camino al Calvario, el último de sus montes.
Después de estos instantes de comunión, de advertencia,
de consuelo, de enseñanza y reprensión; Jesús tomó a Pedro, Jacobo y Juan y los
llevó a un lugar que se les hizo harto evidente cuando sus pies dejaron el
terreno plano para empezar a tratar de remontar una pendiente.
Están subiendo
el monte Hermón. El lugar donde las cosas se dedican, donde las cosas
cambian, donde no continúan siendo iguales.
Cuatro siluetas van subiendo los senderos del Hermón.
Los minutos se han ido acumulando sobre sus pasos y se han convertido en horas,
en muchas horas. El sudor de Pedro,
Jacobo y Juan abundantemente se derrama de sus frentes y recorre sus rostros.
Las mangas de las túnicas ya se han empapado por haber servido de improvisadas
toallas, pero el Maestro no se detiene, sigue avanzando. Como tantas veces, su
actitud resulta tan desconcertante para los suyos; ¿Qué pasará en la cima?,
¿por qué es necesario subir tan de prisa?, ¿quién espera en la cima del Hermón?
Hace ya un buen número de minutos que los comentarios
de los discípulos se han agotado. Ya no platican nada, solo caminan; en parte,
debido al esfuerzo físico de subir una montaña, en parte por el aire fresco que
comienza a causar escalofríos en sus cuerpos y en parte porque al igual que
Moisés subiendo al Horeb por la ley, sienten
que están pisando tierra santa.
Sienten que pisan un lugar que desde los tiempos de sus antepasados era considerado lugar de bendición. Pero en este momento, esta sensación de santidad lo llena todo, incluso sus propios pensamientos, y no es para menos, van siguiendo las pisadas de aquél que con sus propias manos formó ese monte. El rocío espiritual del Hermón va delante de ellos, el manantial de vida que proporciona el agua de la vida de cualquier creyente los apura a avanzar. Él Io sabe, lo sabe muy bien, los suyos no bajaran igual del Hermón.
Volar sobre el monte Hermón
Subir las pendientes de la consagración, ser
transformado y no seguir siendo igual nunca más
La cima está a la vista, el rostro sudoroso de Jesús se
ve cansado pero feliz; ese mismo brillo que ilumina sus ojos cuando está a
punto de entrar en comunión con el Padre vuelve a llegar. Ese brillo es el
mismo que su ser tuvo en aquella ocasión cuando sus ojos, húmedos de lágrimas y
de amor bajaron del cielo para musitar: "gracias", para después con
la voz de quien tiene autoridad sobre la muerte y el tiempo decirle a Lázaro:
"¡Ven fuera!"; esa llenura está una vez más ahí.
Los tres apóstoles lo saben, por lo que sin que ellos
mismos se den cuenta comienzan a avanzar más lentamente. EI tiempo parece
detenerse; están en la cima. El
cansancio se ha ido, están ahí, observándolo todo, viendo cada detalle,
tratando de adivinar porque el Maestro los Ilevó a aquel lugar, pero no
encuentran el por qué, no adivinan el motivo.
Cristo está de pie, ahí, en medio de la cima; el frío
de la humedad de los pequeños charcos de agua que empapan sus pies parece que
no le perturban. EI aire frío de Ia montaña mueve sus cabellos y su mirada
sobre el monte Hermón mira algo que los discípulos no pueden ver.
Ellos están
Ilegando, se aproxima un
instante de comunión intenso, y para un Dios que le resulta fascinante estar
con su criatura, no es un momento que quiera perderse por nada.
Alguno de los acompañantes de Jesús se inclina para
tomar un poco de nieve acumulada sobre una roca y la Ileva a la boca para
tratar de saciar un poco la sed que aún reseca su garganta y agita sus
pulmones. Casi instintivamente, los tres discípulos, buscando guarecerse del
aire frío que comienza a sentirse más intensamente, buscan un lugar para
sentarse; cuando de pronto, todo sucede en un abrir y cerrar de ojos.
Los tres voltean, algo está sucediendo, un brillo lo
inunda todo, ilumina sus rostros y agita sus almas. Algo le ha sucedido al
Maestro. Su rostro parece una lumbrera, sus vestidos no son los mismos, son más
blancos que la nieve. Todo en Él parece diferente, pero ¿realmente es
diferente? o ¿simplemente Io están viendo como es en realidad?
En este momento, Pedro, Jacobo y Juan saben la
respuesta porque lo están viendo cara a cara. A nosotros, nos falta solo un
poco más para mirarlo así también.
Y ahí a los lados de Jesús, Moisés y Elías. El hombre
que guió a la nación hebrea está ahí, el receptor de la ley, el hombre cuyo
rostro resplandeció, el hombre manso, el del amor y el consuelo resguarda a
Cristo. Y Elías, el impulsivo y poderoso en palabra, el hombre de los
avivamientos y la denuncia resguarda también al Cristo que muestra su gloria.
La ley y los profetas, las dos etapas más importantes
de la nación hebrea, le abren su espacio a la gracia. EI hombre
ha recibido la voz de Dios, pero ha Ilegado el momento de que reciban a Dios mismo.
Cristo sobre el
monte Hermón.
Cristo transformado, diferente, distinto.
Los discípulos sobre el monte Hermón.
Iguales, sin cambiar, sin entender, sin analizar.
¿Cuántas veces hemos encontrado nuestros pensamientos a
kilómetros de la voluntad de Dios? "Señor, ¿y si hacemos tres pequeñas
casas de ramas para que el clima no los afecte a ustedes?, ¿Qué opinas?".
Esa pregunta de Pedro realmente fue el
recurso del miedo. Al no saber qué decir, prefirió
decir cualquier cosa. ¿Jacobo y Juan? simplemente no son ellos mismos. La
mente no tiene cordura, Ia lengua no tiene control. ¿Eso es la gloria? ¿Eso es
Ia eternidad? Nunca la hubieran podido imaginar así.
Jesús, Moisés y Elías charlan, platican, hablan. El
plan de las edades está por cumplirse y mientras esto sucede, una nube cubre a
los tres personajes y da paso a una voz firme y segura: "Este es mi Hijo
amado; a Él oíd". No hay otro camino, no hay otro modo de llegar al Padre,
Él solo escuchará la voz del Hijo, a nadie más dará su gloria, solo ÉI es la
puerta, el redil solo le pertenece a Él.
A nadie más Dios, amará como ama al Hijo.
Todo el amor del
Universo concentrado en una montaña. La
trinidad unida desde Ia eternidad salvando al hombre, el Dios Uno ante la
disyuntiva de ser tres en la cima del Calvario. La única opción es amar, pero
al amar hay que morir y Dios, Dios solo sabe amar.
La visión celestial termina, dejando a un Cristo igual a como era antes de subir sobre el monte Hermón. Pero, para los discípulos, las cosas han quedado ya suficientemente claras: Cristo es mucho más de lo que alcanzan a ver. Su Maestro es único y los tres hombres no alcanzan en ese momento a entender cómo logrará esa visión fortalecerlos en el futuro. Ahora nosotros ya lo entendemos al leer en una de las cartas de Pedro las siguientes palabras
Volar sobre el monte
Hermón
Demostrar que algo
dentro de nosotros es totalmente distinto
Cristo era interiormente distinto a cualquier hombre.
Eso le quedo claro a los discípulos en el instante mismo en que lo escucharon
hablar por primera vez, pero, sobre la
cima del Hermón, por lo menos a estos tres hombres les quedo claro que, el
Mesías de Israel también es diferente exteriormente.
Hermón es el monte de la transformación.
Es el monte en donde dejamos de ser como somos para ser
como Dios desea.
Los discípulos, doce hombres, doce personalidades
formando un grupo tan heterogéneo que sólo gracias al hecho de que Cristo fuera
su Maestro pudieron mantenerse unidos. De otra manera, el grupo se hubiera
dividido casi al momento mismo de haberse formado.
De esto mucho nos puede hablar el siguiente pasaje de la Biblia: Lucas 6.12-15.
Pedro, impulsivo pescador de un fuerte carácter. Andrés
su hermano, más servicial y menos colérico. Jacobo y Juan, hermanos con una
fuerte tendencia a ser ventajosos. Felipe y Bartolomé siervos del análisis y
del comentario prudente. Mateo, recaudador de impuestos, astuto y silencioso
para sacar la mejor parte. Tomás dubitativo y exigente a la hora de las
comprobaciones. Jacobo hijo de Alfeo, Simón celoso nacionalista con la
violencia enarbolada como un recurso, Judas Tadeo y, como olvidar a Judas Iscariote
demasiado ambicioso como para hacer las cosas de manera normal.
Cada uno de ellos amado por Cristo quien desde el
principio supo lo que eran, lo que harían y lo que serían. Doce mentalidades en
pos de un Maestro con tres años y medio de capacitación por delante para
convertirse en los iniciadores de un movimiento que reconquistaría el auténtico
mensaje de salvación que muchos no quisieron ver en la ley de Moisés.
Ahora, ¿Qué implicó ese proceso de capacitación
envidiable? Por una parte, conocer íntimamente al Maestro, verlo amar para
aprender a amar igual. Por otro lado, conocer su trabajo, verlo hacer las cosas
para saber cómo hacer las propias. Además
de todo esto, escuchar sus enseñanzas para poder conocer las reglas del Reino y
entender lo que debe regir el comportamiento. Y en adición, la experiencia
única de conocer el poder de Dios actuando de manera directa para poder
comprobar la procedencia divina de Cristo y así no tener Ia más mínima duda del
respaldo que su labor tendría.
En este último sentido, y después del pasaje de Lucas
donde son Ilamados los apóstoles; me gustaría que hiciéramos una lista de los
eventos que a los discípulos ya como grupo les tocó vivir juntos.
Escucharon la interpretación correcta de la ley mosaica
de labios de su autor y curiosamente, lo hicieron también estando sobre un monte. Escucharon la forma en
que desde el principio la ley tenía que haber sido interpretada. Ante ellos,
Jesús sanó al siervo del Centurión y aprendieron con esto que Ia fe es premiada
independientemente de las nacionalidades o carencias espirituales.
Vieron cómo Jesús sanó al hijo de la viuda para dar un
poco de consuelo a una mujer y tiempo a un hijo para amar un poco más a su
madre. Ante sus ojos, vieron cómo una mujer fue capaz de amar tanto que entregó
todo el fruto de su trabajo en forma de un perfume mezclado con lágrimas que
cubrieron todo el cuerpo y los pies del Maestro para tener con Cristo un
encuentro en donde las palabras eran innecesarias, pues los corazones estaban
gritando; un encuentro que les ensenó la importancia de la humildad, sí, pero
de la humildad que se demuestra.
Escucharon sus parábolas, la semilla en la buena
tierra, Ia necesidad de dar fruto, evitar crecer entre los espinos, los afanes,
las ansiedades de Ia vida. Aprendieron a no ser la semilla junto al camino, a
abrir los corazones para ser buena tierra y tener asegurado el fruto al ciento
por uno.
De manera sobrenatural y sin creerlo todavía, vieron
una tempestad asesina calmarse por la voz de Cristo quien, con una sola palabra
controló a los elementos de la naturaleza y se reveló como algo mayor que la
propia creación.
Mientras ellos atemorizados se resistían a avanzar al lugar donde empezaban los sepulcros, su Maestro enfrentó a una legión de demonios que suplantaban la personalidad de un hombre y lastimaban su alma.
Lo vieron regresar en medio de una multitud para
encontrar el rostro de una mujer que tocó su manto con una fe tan grande, que
el poder de sanar y amar de Jesús la inundó por completo.
Lo vieron entregar una cesta con cinco panes y dos
peces pidiendo que fueran repartidos como si no fuera capaz de darse cuenta el
tamaño de la multitud que había que alimentar, y sin embargo, se alimentó.
Aprendieron que no hay límite para los milagros siempre y cuando se cumpla la
voluntad de Dios.
Cuantas historias, cuantas experiencias de la mano de
Jesús.
Cuantos momentos de sentir que su alma se
abría por la acción de las palabras de su Señor. ¡Qué manera de enseñarles el
amor a todos!, ¡Qué historia aquella del buen samaritano! Ideal para unos discípulos
que siempre se habían creído superiores que los habitantes de la región de
Samaria. No hubo más que agregar, nunca volverían a preguntar a quién se debía
amar, solo bastaría que levantaran la vista para encontrar a alguien.
Aprendieron
que la hipocresía de la religión solo nos aleja de Dios y que el demandar
señales a Dios no es muestra de querer creer sino de soberbia en el
corazón.
Vieron la sanación de un ciego en un día de reposo y
entonces así de momento quedó claro que el amor no está sujeto a ninguna ley y
que su Señor, también es el Señor del día de reposo así que, podía emplearlo
como Él quisiera. Cuantas, cuantas cosas los discípulos recibieron de Cristo.
Siempre hay tiempo para amar a quienes desean ser
amados, eso les quedó claro cuando ellos querían no importunar a un Maestro que
deseaba ser importunado por la fe sencilla, total y ciega de los niños que
sabían con total certeza con quien estaban, a quien querían tocar; quien
querían que los cargara, aquél a quien ellos llamaban: “El Hijo de David”.
Nunca imaginaron ver a un hombre como Zaqueo convertido
a Cristo, prometiendo devolver cuatro veces lo que hubiera hurtado como
cobrador de impuestos. Se dieron cuenta que la fe en Cristo era, es y será
efectiva para hacer de las criaturas, nuevas
criaturas.
En silencio, sin atreverse a hablar, lo observaron
llorar sobre la ciudad amada y recordar con cada lágrima la ingratitud de la ciudad
de Jerusalén que correspondió a su amor asesinando a los profetas que les
envió; vieron llorar a Jesús ante la tumba del amado Lázaro; entendieron que la
incredulidad hace sangrar el corazón de Dios. Se regocijaron cuando una
multitud tan numerosa como voluble recibió a su amado Maestro sobre un asno
para proclamarlo como un enviado de Dios y como cumplidor de promesas.
Nunca hubieran imaginado que Jesús tuviera tal firmeza
para expulsar a quienes eran capaces de despreciar la santidad del templo para
aprovechar esto en su propio beneficio. La gente debía acercarse a Él para
buscar a Dios, no para buscar ganancias.
Los discípulos quedaron bien, muy bien entendidos que no debe haber tolerancia
contra el pecado, no debe haberla jamás.
Saciaron su corazón en el aposento alto, donde entendieron que en Jesús se realizó el cumplimiento de todas las cosas.
Sintieron el miedo y la angustia al sentirse privados
de su guía, y sobre todo, impávidos, desconcertados y casi fuera de sí,
escucharon Ia agonía de Dios y vieron los borbotones de sangre empapando una
inmunda cruz de madera que brotaban del cuerpo de su Maestro provocados
por unos toscos clavos de hierro símbolo de la intolerancia e injusticia de un
imperio.
Lo vieron resucitado, amando nuevamente, enseñando
nuevamente, consolando nuevamente. Se fue al cielo dejándolos cargados de
promesas. Recibieron las instrucciones precisas para iniciar una aventura que
les encargaba llevar el amor de Dios hasta el último rincón de la tierra.
Los discípulos, privilegiados.
Los discípulos, con un lugar que muchos profetas de la
antigüedad hubieran querido.
Con esto a su favor, respondamos la siguiente pregunta
relacionada con ellos:
¿Fueron capaces de subir el monte Hermón?
Toda esa colección de privilegios, todas esas maneras
de conocer a Dios como nadie lo hizo, ¿Qué podríamos esperar que hubiera
logrado en ellos?, ¿fidelidad?, creo que por lo menos debería ser eso, pero,
además, un amor a toda prueba por Cristo. Debiera haber provocado entrega, pero
una entrega de tal magnitud que pudiera ser vista por todos aquellos que los
conocieran y, sobre todo, un comportamiento lleno de mansedumbre que fuera su
carta de presentación para hacer que otros conocieran el amor de Dios.
Creo que muchos libros escritos no alcanzarían para
poder meditar acerca de lo que se esperaría que la vida de los discípulos fuera como consecuencia de estar
bajo el cobijo del Maestro, pero, a mí, me gustaría que revisáramos una
particular lista de versículos de la Biblia.
En esta lista, podremos echar un vistazo a la intimidad
del grupo que rodeó a Jesús, con la intención de poder descubrir qué había en
sus corazones mientras Dios dormía y comía con ellos.
Después de esto andaba
Jesús en Galilea, pues no quería andar en Judea, porque los judíos intentaban
matarlo. Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos, y le
dijeron sus hermanos:
¿Qué les parece?
Pero realmente Iéanlos bien, no omitan ningún detalle,
y si es posible, fijen imágenes de cada situación y consideren un importante
detalle: todos
estos eventos sucedieron después de que los discípulos
fueron llamados como tales por el Señor.
¿Hemos entendido hasta este momento el punto central de
todo?
Mientras Dios desgranaba conceptos eternos y los hacía
alcanzables a sus seguidores humanos, ellos
se encontraban más preocupados por mirar su entorno materialista y finito y
así, en un instante de suprema humanidad, se perdieron Ia parte más importante
de la historia. Es lo mismo que sucedió con los habitantes de Belén, más
preocupados por no dejar ir las ganancias que les había generado el censo
ordenado por el emperador romano que por apreciar el milagro más grande de toda
la historia: Ia encarnación.
Es lo mismo que les sucedió a los escribas, más
preocupados por entender el concepto de las Escrituras que su aplicación,
sabiendo que en Belén estaría el Mesías, pero sin Ia humillación suficiente
para irlo a buscar. Su Iugar estaba dando consejos a un rey humano y no
sirviendo a un Rey Divino como debería de haber sido, como debe ser.
Es lo mismo que
sucedió a Pedro, a Jacobo y a Juan
Es Io mismo que puede
estarme pasando a mí y pasándote a ti
Los tres discípulos están más preocupados por protegerse de las frías ventiscas del Hermón, más preocupados por no sentir sus propias sensaciones que por sentir las sensaciones de Dios.
La apreciación de Pedro en cuanto al asunto de las
enramadas fue ignorada completamente por Jesús y por sus divinos acompañantes,
no porque esa apreciación fuera inapropiada, incorrecta o incluso malvada; fue
ignorada simplemente porque reflejaba una resistencia a ejercer Ia voluntad de
Dios y reflejaba una tendencia a querer mezclar la voluntad de Dios con un poco
del "yo pienso".
Es lo mismo que les pasó a los caminantes de Emaús, más
preocupados por su propio dolor que por la presencia real del Maestro. El
corazón ardía, pero se perdieron la mejor parte porque los ojos se resistieron
a ver, solo querían ver Io suyo, no lo que Dios quería que vieran.
Volar sobre los montes de Ia
transformación
Unos montes que no
pudieron ser subidos por los discípulos de Jesús.
¿Podrán ser subidos
por tí?
Hermón es el monte de la transformación. Cuando
nuestro corazón se abre a Dios, debe notarse,
de lo contrario, no se abrió. Según la Biblia, no es natural que existan cristianos que sólo hablan de la voluntad de
Dios pero que no la hacen. Esos, los
que solo hablan de lo que saben, pero no lo hacen, que quieren que los demás hagan,
pero ellos no hacer, son títeres en las manos de Satanás para desprestigiar al
evangelio y dividir a la iglesia.
¡Qué triste!
Dios mismo está en medio de sus hijos, mostrando su
poder, dando bendiciones como jamás las había experimentado el creyente en
otros momentos de la historia; nuestro Señor está todos los días trabajando
para conquistar nuestros hábitos y actitudes y usar esto para que podamos
reflejar un carácter que se está transfigurando y entonces: nada,
¿por qué? Porque el cristiano está más preocupado por cantar bonito en
el coro, por tocar un nuevo instrumento musical o por recitar las Escrituras
sin errores; está más preocupado por cubrir su hora y media de cristianismo los
domingos, más preocupado porque se ore antes de cada alimento, en suma, más
preocupado por estar con Dios que el por hecho de dejar que Dios lo esté
transformando.
Alguna reflexión cristiana dice que, el milagro más
grande de la actualidad es que Dios tome a una persona impía, la convierta en
justa y pueda lograr que regrese a un mundo impío para seguir viviendo ahora
justamente. De esto estamos hablando, de cristianos que se han vuelto a Cristo
pero que deben dejar que los transforme, que los transfigure.
Resulta tan contradictorio que, en ocasiones, le
digamos a las personas a las que queremos acercar a Dios frases como las
siguientes: "Es que Dios te puede cambiar”, “Dios te puede hacer
diferente” decimos, y esto, es precisamente lo que no dejamos que haga en
nuestras vidas.
¿De qué sirve estar en una iglesia si sigo siendo el
orgulloso empedernido que no sabe pedir perdón?, ¿para qué ser diácono,
ministro o ujier si soy un macho disfrazado que en la intimidad del hogar
rebajo a mi esposa al papel de una sirvienta y paso por encima de ella para
crecer espiritualmente sin importarme si ella está creciendo o si ha quedado
igual?
¿Cómo era antes de conocer a Cristo?, ¿lo dejé actuar los primeros dos días en mi nueva vida como cristiano, pero, los cambios me incomodaron tanto que decidí ponerle un alto?
¿Mi vida es un ejemplo que despierta el interés de
quiénes me rodean?
¿He subido el monte Hermón?
¿Soy alguien que atrae a otros a Cristo o que los aleja
con su mal testimonio?
Las cosas de Dios, ¿las vivo como Él quiere o como yo
pienso que deben vivirse?
Hermón es el monte donde las cosas cambian y no vuelven
a ser iguales, es tal vez, el monte más difícil de subir de los siete, porque
es un monte que duele, que lastima, que hace Ilorar. Es un monte en donde debo
dejar de ser yo mismo para ser lo que Dios quiera.
No podemos seguir siendo cristianos que no cambian cuando tenemos en medio de
nosotros al Cristo transformado en cada culto en el que participamos. Pensemos
en el hecho de que Pedro en la cima del monte Hermón también nos demuestra que,
si no permitimos la transformación de Dios puedo terminar haciendo un absoluto ridículo.
¿Esa es tu idea de ser
cristiano?
¿Para eso se clavó el
Creador en una cruz?
¿Para eso las manos
perforadas y la piel hecha pedazos?
¿Para que tú hoy no quieras cambiar para ÉI?
Así con las personas que NO están sobre los montes de la
transformación
• Son
personas que no tienen todas las áreas de su vida desarrolladas de la misma
manera, como si existiera algún tipo de deformidad interior que no puede
apreciarse a primera vista, pero que mirando con atención de inmediato se
notará.
• Esa
disparidad de crecimiento emocional provoca que sean personas tremendamente volubles que provocan mucho daño
emocional a las personas a su alrededor.
• Son personas tremendamente manipulables.
Aun cuando se vean grandes, hablen fuerte o golpeen sobre las mesas, una
palabra inteligente o un argumento bien construido basta para que ellos hagan
lo que otros quieran.
• Sufren periodos de irracionalidad.
Hacen, descontrolan, no piensan. Y no es cuestión de personalidad, sino de personalidad deformada. Cuando una
idea entra en su mente, no la sueltan durante un tiempo y se les vuelve una
obsesión que de manera repentina desaparece.
• En
algunas cosas de su vida sufren
regresión. Se comportan como niños o adolescentes en unas cosas mientras se
comportan con la mayor madurez en otras. Las cosas que suelen asumir con Ia
menor capacidad tristemente, suelen ser las que más importan a las personas de
su alrededor.
¿Eres esta clase de persona?
Así con los creyentes que NO están sobre los montes de
la transformación
• Tienen una cierta cantidad de hábitos
que van en contra de la más elemental ética de comportamiento bíblico.
• Son prejuiciosos. Siempre enfrentan un
problema ya teniendo Ia idea de lo que es, lo que implica que para todo tienen
pensamientos que difícilmente cambiarán.
• Su comportamiento es degradativo, esto
es, al paso del tiempo se va deteriorando más, trayendo como es lógico toda una
suerte de hábitos, actitudes o decisiones que les van alejando más de Dios y
destruyendo más sus vidas.
• Suelen
pensar que los mandamientos de Dios son
represiones, y por más que se les dice, no entienden que son prevenciones
para evitar sufrimientos futuros.
• Suelen
creer que la gente quiere aprovecharse de alguna manera de ellos al
pedirles que cambien, por lo que no lo hacen nunca, aun cuando sus íntimas
batallas con sus conciencias les indican que deben hacerlo.
¿Eres esta clase de creyente?
Sobre los montes
Consecuencias para las
personas que NO quieren subir sobre los montes
de la transformación
Una persona que no se ha transformado, ha desarrollado
sus aptitudes, más no sus actitudes. Es esforzado, pero no logra sus metas.
Depende de las cosas de su alrededor para alcanzar un objetivo. Si le quitas a
la persona conocida que les consigue el trabajo o los mantiene, dependerían de
la misericordia de los demás para poder vivir.
Sin alguien que esté con ellos impulsándolos o
soportándolos, dejan de ser productivos en todos los sentidos e inician un
proceso de autodestrucción que los Ileva a desperdiciar sus mejores años en
ineficiencia y dolor.
Condenados por ellos mismos, se convierten en su peor
fiscal y juez; se relegan a la soledad interior rechazando a cualquier persona
que desee o quiera prestarles un poco de atención y amor.
Soledad, silencio que desde su interior lo destruye
todo, es la consecuencia para las personas que no se han transformado, que no
han crecido. Son personas que actúan como niños solo que ahora, en su etapa
adulta, sus juguetes son más caros.
Consecuencias para los
cristianos que NO quieren subir sobre los montes
de Ia transformación
Jesús, en Mateo capítulo 5 habló de la necesidad de que el Hijo de Dios se convierta en una Iumbrera que ilumine las tinieblas de la tierra y por otra parte, hizo hincapié en lo mismo utilizando la figura de la sal.
Jesús invitó a sus hijos a ser sal en un mundo que cada
vez se torna más insípido. Les dijo a los oyentes del sermón del monte que el
creyente que se negara a realizar esta función de tener un sabor diferente a lo
que el mundo es, terminaría como Ia sal sin sabor, terminaría siendo utilizado
sólo para una cosa: para ser pisoteado por los hombres.
Pisoteado por los hombres.
Ser escarnecido, ser objeto de burla, ser criticado,
ser humillado, ser avergonzado sin que nadie confié en su condición de Hijo de
Dios, es más; usando su vida como ejemplo de lo que es un mal cristiano.
Quienes oyeron esta parte del sermón del monte
entendieron bien el mensaje. En los tiempos de Jesús, la mayor cantidad de sal
que llegaba a la ciudad de Jerusalén se obtenía de las riberas del mar Muerto
de donde se extraía sal de excelente calidad, pero, en ocasiones la veta del
mineral arrojaba sal de calidad deficiente.
La sal de buena calidad era destinada al consumo humano
mientras que Ia sal de mala calidad era guardada en costales que iban a parar
normalmente a los sótanos del templo en Jerusalén para que, en los tiempos de
invierno, fuera sacada y esparcida sobre el embaldosado del templo para que la
gente Ia pisara y así no resbalara. Ese era su destino inevitable, ser
pisoteada. La sal de baja calidad terminaba teniendo un uso despreciable.
¿Qué opinión crees que
tiene el mundo de los creyentes de baja calidad?
Esa es precisamente Ia consecuencia para los creyentes
que no quieren subir el Hemón y ser transformados por Dios.
Volar sobre
los montes de la transformación
Reta al mundo y al diablo, rompe su sucio engaño y
demuéstrate a ti mismo que los malos hábitos y actitudes de tu vida pueden
cambiar. Demuéstrale a tu Señor que lo amas más de lo que te amas a ti mismo.
Empieza con cosas pequeñas, con una caricia, con un
saludo, con una Ilegada temprano, con un apretón de manos, haz la Ilamada
telefónica pendiente desde hace mucho tiempo, trágate el orgullo, ora por quien
te cuesta tanto trabajo orar, dale al que siempre le has negado.
Inicia haciendo algo pequeño que empiece un efecto
desencadenante, esa es tu parte. La parte de Dios es tomar esa pequeña
intención e impulsarla para que produzca una vida transformada.
Conoce más a Dios para amarlo mejor y para saber qué
cosas debes imitar. La Biblia no es un libro de entretenimiento, es una
revelación, es la revelación del carácter de Dios y es, un medio para que
puedas llegar a depender y vivir para Él.
Jesús vino a este mundo a algo más que a decir parábolas y portarse bien, Él vino para que hoy tú y yo conozcamos de primera mano cómo es Dios para que sepamos hoy como debemos comportamos.
La oración, es mucho más que una pócima mágica para que
las comidas "nutran nuestros cuerpos" o para que Dios “supla las
necesidades de los que no tienen". La oración es un ejercicio precioso de
comunicación con el cielo por medio del cual podemos saber cuál es el paso que
sigue. Los gigantes del evangelio, los campeones de Ia fe, los ejemplos a
seguir en la Biblia, estaban consagrados a la oración; la falta de esta puede
explicar las repetidas crisis en la vida de las personas y de las
congregaciones cristianas.
Sube el monte Hermón, una gloria especial que solo tú contemplarás ¡te está esperando!
Capítulo 7.
Calvario
El monte del Perdón
Apreciable Iector, casi terminamos esta aventura
literaria que espero haya confortado tu corazón y a estas alturas haya logrado
que por lo menos hayas iniciado el camino para terminar de subir los montes que
te hacen falta para que, vivas el reto de ser más que vencedor.
Pero, antes de tratar el tema de este capítulo me
gustaría que pudiéramos hacer un recuento final de qué áreas de tu vida
existen, con qué se relacionan y cómo debieran estar en este momento en
particular.
Gracias por tolerar este último paréntesis en tu
lectura.
Toda persona creyente, para poder alcanzar
madurez, estabilidad emocional y crecimiento espiritual debe tener en perfecto
equilibrio siete áreas que son complementarias las cuales, al ser ejercidas, permiten desarrollar formas de
pensamiento renovadas que nos ayudan a entender el verdadero propósito de las
leyes de Dios.
Tener estas siete áreas en equilibrio nos hace ver la
ley de Dios como es: perfecta y justa.
El comprenderla así, nos hace amarla y comenzar a practicarla
Io que permite que hábitos santos sean incorporados a nuestro diario vivir;
esto a su vez, provoca nuevos comportamientos y cambios en nuestro carácter que
nos llevan a empezar a imitar el pensamiento y la conducta de nuestro Salvador
Jesús. En consecuencia, todo esto conduce, por un lado, a un buen testimonio y,
lo más importante, logra que la gente por medio de nosotros, de nuestra
conducta que respalda a nuestras palabras, se acerque a Dios.
Demos un repaso a los conceptos que nos enseñan estas
áreas:
Salvación. Mi alma debe estar salvada por Dios, debo tener el Señorío de Cristo en mi vida y mi fe debe estar depositada no en lo que yo puedo hacer para Dios, sino en lo que Dios ha hecho para mí: dar a su único hijo.
Entrega.
Debo estar dando algo de supremo valor a Dios, para que, a través de esta
consagración, yo dependa de Dios y
no de mis emociones. Esta entrega me dará una permanente actitud de humillación
delante de Dios lo que lo convertirá en la prioridad número uno de mi vida.
Moral. Debo
sujetar mis pensamientos, mis emociones, mis incitaciones e incluso mis
tentaciones al gobierno de Dios, para Iograr con ello que sea el Espíritu Santo
quien gane terreno en mi vida. De no hacerlo así, puede ser que yo quede a
merced de mi propia naturaleza lo que puede terminar confundiendo mis caminos y
las decisiones que debo tomar.
Prueba. Mi
confianza debe estar en Dios entendiendo que esta confianza puede exigirme
soportar pruebas que tal vez sean permanentes, con el único fin de Iograr que
mi dependencia de Dios sea absoluta y permanente.
Comunión. La
dependencia de Dios debe Ilevarme a la práctica de todas aquellas cosas que
fortalezcan mi conocimiento de Él para entender las cosas que puede estar
demandándome.
Transformación. Todos
los cinco montes anteriores, estallan aquí afectando mi diario vivir. Se ve lo que soy. Ya no necesito
decirlo, se nota. Como buen hijo de Dios, es más lo que se dice de mi, que lo
que yo digo de mí mismo.
Aquí está el cuadro casi completo.
Solo falta una pequeña pincelada.
Seis áreas que debes de mantener entregadas a Dios
todos los días para permitir que tu crecimiento en Cristo sea permanente y te
ayude para que las cosas del mundo ya no sean tu meta de vida. Esto implica
que, tus intereses ya serán otros. Tu mente estará con el Señor. Tus pies
estarán en la tierra y tu mirada en el cielo. Tarea nada fácil, pero a eso nos
llamó el Señor. ¿Esto es opcional?, de
ninguna manera. Subir tus montes es
obligatorio, de Io contrario, ese estado de soledad e insatisfacción
espiritual será permanente y el dolor y la amargura no se iran jamás.
Amargura.
Ha hecho caer naciones y destruido vidas. Ha divorciado
parejas y lastimado a padres. Ha separado a siervos y ha roto la comunión de
los creyentes.
Amargura.
Este sentimiento de alguna manera está relacionado de
una forma realmente importante con el último monte que hay que subir, un monte
que no es tan alto como el Hermón o tan demandante como el Moriah. No es tan
difícil de subir como el Carmelo o tan complicado de aplicar como el Horeb,
pero precisamente por eso, por parecer tan pequeño, es capaz de destruir todo
lo logrado en los otros seis, por ello está analizado al final, porque merece
Ia mayor de las atenciones para ver en
él una enorme advertencia de aquello con lo que no tenemos que tropezar.
Ese monte es el monte Calvario.
El monte del perdón.
Vuela sobre los montes del perdón
Me gustaría - ya que es un concepto que mencionaremos
mucho a lo largo de este capítulo -
dejar bien claro el significado de un sentimiento que puede ser común
para muchos de nosotros. Este sentimiento es: la amargura.
Amargura es el sentimiento de desprecio por una
persona o por una cosa que se originó en algún conflicto con la persona o cosa
que se rechaza. La amargura es un sentimiento que trastoca las ideas de la
persona que la sufre, no lo deja pensar con claridad y en consecuencia, le hace
tomar decisiones y actitudes que únicamente Ie lastiman más.
La persona con amargura busca el aislamiento de ideas y
la poca socialización con la gente como una manera de huir de su propia
ineficiencia de no poder controlar sus sentimientos. Eso es la amargura.
La amargura germina en una situación que creemos
injusta o que realmente lo es; la amargura es un veneno que penetra en nosotros
a una velocidad impresionante y que se esconde en los más recónditos
sentimientos y se disfraza de felicidad, de un poco de envidia o de algo de
intolerancia, pero que, finalmente, es amargura.
La amargura nunca presenta síntomas, no sale a flote y
sigue creciendo sin mostrar ninguna señal que nos permita suponer su presencia.
La amargura siempre se mantiene ahí, en una calma superficial que la esconde
bien, pero siempre, más tarde o más temprano, cuando aparece alguna vivencia o
circunstancia particular, se activa y
nos hace explotar contra todo y contra todos.
La amargura revienta, pero realmente su estallido es
consecuencia de una presión acumulada durante mucho tiempo. La amargura no
estalla por una sola cosa, estalla por todas y por cada una de ellas.
En este sentido, hay situaciones en esta vida que son
sumamente incómodas, vergonzosas e incluso infames que bien podrían justificar
cualquier nivel de amargura que pudiéramos tener; podríamos decir (sin que esto
sea totalmente cierto) que la amargura del presente siglo está más que
justificada y si no, demos un vistazo a la sociedad: pueblos enteros muriendo
de hambre por la ambición de unos cuantos; niños violados por la depravación de
una mente que se ha extraviado; padres asesinados por sus hijos, muriendo y
preguntándose por qué pudo ser tan malo
dar tanto amor. Esposas que han amado más allá de sus fuerzas para
descubrir que su sacrificio es ignorado por su esposo que está buscando ya el
sacrificio de alguien más joven.
Sí, hay cosas que duelen demasiado y hacen llorar más
veces de las que pudiéramos soportar.
Este es un mundo injusto que justifica la amargura, cualquier persona que ha sufrido tiene razón al ser dura, insensible e incomprensiva. Lo han sido mucho tiempo con ella y ha llegado el momento de que alguien pague el daño al que ha sido sometida.
Al parecer, el párrafo anterior es sumamente lógico e
irrefutable, por lo que me gustaría a este respecto dar una respuesta
definitiva tratando de analizar la vida del personaje más conocido de la
historia, para poder tener una respuesta que nos empiece a ayudar a comprender
la importancia de este monte, pero, sobre todo, la necesidad de subirlo
por completo y para siempre: Jesucristo.
Si de motivos para sentir amargura se trata, Cristo
entonces debería ser un maestro a ese respecto. Siendo aun un bebé fue
rechazado por Ia infamia y el interés de un monarca que antes de perder su
reino prefirió perder la razón y mandó a asesinar a niños inocentes para
mantener su imperio.
Nunca un imperio construido sobre la sangre de los
inocentes dura demasiado. Faraón lo supo, pero al parecer, Herodes no.
Cuando Jesús Ilega a este mundo, el Creador del
Universo fue enviado a dormir entre el olor del orín y de las heces fecales de
los animales del campo, y todo ello porque las habitaciones disponibles del
pueblo estaban ocupadas. Al parecer, Dios en persona no merece que se le dé un
espacio cómodo para llegar a este mundo.
Si lo piensas bien, esa actitud en todo el mundo con
respecto a Jesús no ha cambiado. Es curioso entonces que cuando cuestionamos
las condiciones del mundo, siempre se las achaquemos a Dios siendo que, todo es
consecuencia de haberlo apartado de nuestras vidas y nuestras sociedades.
Rechazado, despreciado en el momento de nacer tanto como fue rechazado desde el
momento de su concepción. Dos buenos
motivos para acumular amargura.
Cuando se dio a conocer como Dios, Jesús fue rechazado por su propia familia que
veía en Él a un hermano inmejorable y carpintero diestro, ¿pero un Mesías? Eso
era algo más de lo que sus hermanos de sangre podían creer.
Como consecuencia de esto, durante muchos años, Jesús
sufrió el rechazo de los más cercanos a Él, algo que realmente duele mucho y
cala hondo en el corazón.
¿Conoces esta clase de rechazo?
¿Estás sufriendo lo mismo?
¿Deseas que la vida termine aquí mismo?
¡Continúa leyendo!
Jesús se acerca a los suyos para demostrarles la
ansiedad que siempre ha existido en Dios para acercarse a su creación, y los
suyos lo rechazan. Les lleva palabras que
les hagan entender realmente lo que Dios desea de ellos y no las escuchan. Hace milagros para demostrar que Dios es Poderoso
y puede cumplir sus promesas y a cambio, sus obras portentosas son adjudicadas al diablo, esto es increíble; una oferta de vida es rechazada
simplemente por ser demasiado buena.
Su ministerio siempre estuvo plagado de rechazos de la cúpula religiosa de su tiempo. Los fariseos, escribas y doctores de la ley, acusaban a Jesús de quebrantarla cuando nunca lo hizo. La mirada de la religión era tan corta que nunca se dieron cuenta que Jesús estaba no reinterpretando la ley, sino interpretándola de la manera correcta y despreciado entonces, tuvo que soportar a que testigos falsos y comprados pudieran construir argumentos contra Él
Su grupo de amigos, de hermanos, los discípulos, huyen
entre las tinieblas de la noche dejándolo solo a su suerte. Él nunca los dejó
solos y ahora, en los problemas, lo abandonan. Terrible tendencia emocional del hombre: ante
las crisis, dejar a Dios, huyendo de la realidad para preparar el
camino para las pésimas decisiones.
Al parecer, para Judas fue más importante el dinero que
su salvación. Del mismo modo, Pedro consideró de más relevancia su propio
prestigio que a su Maestro. Traición y negación de quien menos lo hubiera
esperado Jesús. Pero realmente esto no lo sorprendió porque ya lo sabía y aun así, decidió sufrirlo. ¡Eso es amor!
El juicio religioso ante el Sanedrín ha concluido.
La pregunta del líder religioso fue directa y con los
ojos inyectados de sangre:
- ¿Eres
tú el Hijo de Dios?
- Lo
soy, fue la respuesta.
Jesús está usando las mismas palabras con las que se
presentó delante de Moisés. El eterno “YO SOY" está ahí, y los
especialistas de la ley no parecen darse cuenta. Dios presentó sus cartas
credenciales y el resultado fue un sumo sacerdote humano con las vestiduras
rotas, e indignado por una “blasfemia" que la ha dicho quien le permitió
tener su puesto religioso: El Gran Sumo Sacerdote Divino.
El juicio civil
ha pasado. Pilato esta desconcertado, todas las pruebas apuntan a la inocencia
y a la sobrenaturalidad de la persona que está ante él. Pilato no logra definir
la sensación de insuficiencia e imperfección que le hace sentir Jesús, y al
parecer su esposa tampoco, que aún en sueños fue perseguida por la idea clara y
contundente de que estaban metiéndose con quien no debían hacerlo y Pilato
malentendió esto pensando que no debía
atender el problema, cuando lo correcto era atenderlo, pero de la manera
justa.
Para Pilato, fue más importante que alguien le llevara
al emperador la noticia de que no había sido capaz de controlar un intento de
rebelión que hacer lo justo. Y decidió. Y esta decisión tuvo trascendencia
eterna. Luego de Pilato, el escenario se terminó de preparar para la obra más
contradictoria de toda la historia humana: el acto de
ver a la criatura matar a la vida y asesinar a
su Creador.
Son casi las doce del día. La fatiga ya ha hecho sus estragos. Los noventa kilos de peso o más
de la cruz sobre su espalda ya han
doblado al Maestro muchas veces. La madera de la cruz está marcando su piel y
ayudando a que su cuerpo esté a punto de la deshidratación. Las veces que su
mirada se ha nublado y rodeado de una brillantez que debilita, han sido
incontables y sobre todo ese dolor, ese dolor en una de las rodillas en donde
ha tenido que apoyar en un solo y durísimo golpe todo su peso para evitar caer
hasta el suelo con todo y la cruz que lleva en las espaldas.
Sed, tanta sed.
Si tan solo pudiera llevar un poco de agua a su lengua para poder llevarse en un torrente el sabor amargo que le produce su propia saliva.
EI Creador no diseñó una criatura que se gozara
lastimando y maldiciendo; el diseño original
implicaba amar al prójimo y cobijar la vida, pero ahí, al parecer, va a
suceder todo lo contrario. Esos latigazos en la espalda para hacerlo continuar
le han obligado a seguir, a pesar de que sus nervios siguen en esa tensión que
casi parece arrancarle Ia razón, tanto como la carne que los latigazos
arrancaron de su espalda.
Las sensaciones
físicas vienen y van. Es como un sueño. Muchos minutos para descubrir que
ese golpeteo a un costado de su cuerpo es provocado por un trozo de piel que
cuelga de la espalda y que deja al descubierto Ia carne viva que se ha llenado
de polvo y que comienza a hacer que esa herida arda quemándolo todo.
Se necesitarían otros pulmones para poder almacenar la
cantidad de aire necesaria para no desfallecer. ¿Por qué la gente se burla de
esa manera?, ¿por qué avanzan esos insolentes muchachos para hacer caravanas de
burla y patear sus pies que trastabillan y que son impulsados nuevamente por el
dolor?
Un poco de amor, solo desearía en este momento un poco
de amor. Las lágrimas de angustia de las mujeres contrastan con las miradas
duras de los líderes religiosos que suspiran de alivio al terminar con un
problema, lo que no saben es que solo han provocado que la historia comience a
escribirse.
En la voz de muchas mujeres le ha parecido escuchar la
voz de su madre. Cuantas ganas de estar rodeado de esos brazos y sentado en su
regazo para disfrutar esa mano amada acariciando sus cabellos, y esos
maternales labios besando su cabeza dejando humedades de amor. Cuantas ganas de
volver a correr con sus hermanos entre las virutas de la carpintería para
cubrirse juguetonamente con ellas hasta desaparecer por completo, y para volver
a reaparecer por la orden terminante de un padre que lo único que desea es
terminar la jornada de trabajo.
Cuantas ganas de las sopas calientes por las noches
para irse a dormir entre la recitación dulce de los salmos en los labios de su
madre. Cuantas noches en medio del frescor del verano con los ojos abiertos
mirando el techo, sintiendo Ia angustia del pecado de la humanidad de todas las
edades. Cuantos suspiros en esas noches de verano sabiendo que el tiempo se
acercaba y muy pronto, las manos de alguien más que un pariente le bautizarían
en el Jordán.
Cuantas ganas de volver, cuantas ganas. Solo una cosa
sobrepasa eso y es el deseo de salvar, la sublime meta de reconquistar
corazones y arrancárselos de las propias manos al demonio.
Ganas de recibir almas en el cielo, almas de criaturas
reconciliadas con el Creador.
Ese hombre del campo Ilegó en el momento justo. Sus
hombros estaban a punto de dislocarse y los músculos de desagarrarse cuando el
peso de la espalda fue quitado de sí y por fin, pudo quitarse con la sucia
manga de la túnica ese escupitajo que le resbalaba por la mejilla desde hace
muchos minutos. Ese dolor en la base de la nuca que se extiende por todo el
ancho de su cabeza mientras la sangre que lentamente cae por sus sienes va llevándose
su vida.
Las piernas tiemblan, los brazos no tienen más fuerza. Los empujones le hacen caer y la verdad cae con su mayor peso, un peso doloroso que hace palidecer el dolor fisico: sus amados, no Io aman.
Este hecho es para recordarlo y no olvidarlo jamás.
Sus pies han comenzado a hincharse, ya no los siente.
Si esto no termina mal, tal vez los pies sean amputados a causa de la gangrena.
La puerta de Ia ciudad es cruzada, mientras Ia multitud frenética por
distraerse de su propia esclavitud corre adelantándose a la caravana para
Ilegar a la primera fila del espectáculo de la muerte por crucifixión.
La paga del pecado es muerte.
La paga del pecado es muerte.
Pero ¿debe haber muerte donde no hay pecado?
La subida al Gólgota es particularmente dolorosa. Cada
músculo duele tanto, y el ardor de los ojos es inmenso. Las Ilagas de los pies
arden de manera indescriptible y aún
respirar lastima. Hace ya tanto tiempo que las pedradas recibidas se han
dejado de sentir. Jesús alza su mirada y contempla el escenario preparado, a
los soldados esperando y a Satanás restregándose las manos; pero la mirada del
Mesías también estaba colocada en lo que pasaría después. El cuerpo del Señor
está sufriendo el dolor físico, su alma, la angustia de la separación de su
Padre, pero sus pensamientos están en el amanecer que sucederá dentro de tres
días cuando el triunfo cambiará de manos para siempre.
Cuanto lo ayudó el ángel que en el Getsemaní lo
fortaleció, en donde se estaba preparando para la prueba final, ahora, solo le
separan de ella unos segundos.
De manera insensible, brutal y despiadada Jesús es colocado y acostado en la cruz. Algo es colocado en sus muñecas y de pronto el golpe, y el dolor, y junto con el dolor el grito que implora compasión y que desata Ia burla de los soldados. EI viento ha cesado de correr, las aves de volar, los animales no emiten ningún sonido. En la eternidad, los ángeles guardan silencio. La naturaleza y la gloria enmudecen. El dolor de Dios supera y superará cualquier dolor.
Más clavos, más golpes, más dolor, más burla
Y de pronto levantado. Si alguien hubiera sido un poco
más sensible, hubiera notado que, igual que Moisés levantó una serpiente de
metal miles de años atrás, en ese momento, la
salvación estaba siendo levantada.
La tensión en los brazos es insoportable.
Poco a poco los huesos de los hombros comienzan a
salirse de sus órbitas provocando que las Iágrimas de dolor de Jesús se
derramen sin freno. Si las piernas no tienen fuerzas para sostenerse a sí
mismas, mucho menos la tienen para sostener todo un cuerpo que se inclina
mientras internamente el corazón enloquecido está a punto de reventar.
Las costillas se empiezan a enterrar lentamente en los pulmones. El sudor que se derrama hace que las heridas ardan más y al parecer no fue suficiente con esto. Al pie de la cruz, los soldados han tomado la túnica y la han partido para empezar a secarse el sudor con ella. El cuerpo está desnudo, avergonzado, destruido, pero no es solo el cuerpo. Parece que todos los que están ahí piensan que el corazón de Jesús debe morir en medio de la mayor vergüenza posible.
¿Tendría Jesús motivos para sentir amargura?
Tú, ¿has pasado por tu Calvario personal?
O, ¿acaso sigues en él?
Un grito de angustia que se escucha a cientos de metros
de distancia escapa de la garganta de Jesús, pero, en realidad es un grito de
búsqueda, de ansiosa búsqueda. En el abandono, en la falta de piedad, busca
Jesús el rostro de su Padre y entonces lo que vé, lo impacta. Por ningún lado
mira el rostro de Dios, lo único que
alcanza a ver es su espalda. Su corazón está a punto de estallar, pero el
del Padre, el
corazón del Padre está estallando también.
Los brazos de Jesús al contraerse producen más
sufrimiento. El grito de angustia y desesperada búsqueda empieza a apagarse. El
clímax ha llegado. El cuerpo ha cedido, no hay más energía, no hay más
solución. No hay salvación posible.
Jesús siente la muerte junto a Él.
El momento ha llegado. Es el momento de lo último, lo
final.
¿Jesús estaría justificado en sentir amargura?
¿Piensas que sí?
Entonces, sorpréndete al ver su reacción.
En ese momento decisivo y final, Jesús podía haber
hecho varias cosas; Ia primera era mandar una orden a los cielos para que, en
un instante, ángeles guerreros despedazaran los cuerpos de todos los presentes
y así, dejar constancia de su propio poder y, por medio de esto, alcanzar su
salvación. No exageraríamos al decir que, muy probablemente esto era lo que
querían hacer los ángeles.
Otra
opción era poner en marcha el poder creador de su persona y separarse de la
cruz levitando mientras sus músculos, nervios y tendones se volvieran a
reconstruir en el aire para que, al posar sus pies en la tierra, lo hiciera
como en el monte Hermón, mostrándose como
realmente es.
Su tercera opción era
no hacer nada. Las dos primeras, serían las opciones que hubiera llevado a
cabo si hubiera permitido que su corazón se llenara
de amargura. Ojo por ojo y diente
por diente, la Ley lo dice. Estaría justificado, todos lo entenderían. Pero Ia
tercera opción, el no hacer nada requería mucha más fuerza y decisión
que las primeras dos.
Cumplir la voluntad de su Padre hasta el final,
recorrer todo el camino sin quedar a medias. Eso es lo que terminó haciendo
Jesús.
Jesús vuela ya sobre
el monte Calvario. Su humanidad ha sido puesta a prueba a través de la
amargura y ha vencido, pero ¿cómo Io logró?, ¿cómo logró Jesús subir su último
monte y completar el recorrido? ¿Cómo puede una persona superar la amargura aun
cuando está justificado que Ia sienta?
La respuesta es sencilla y está en una de las últimas palabras de Jesús en la cruz. Antes de entregar su Espíritu en las manos de Dios, antes de consumarlo todo como Él mismo dijo; antes de reconquistar su lugar como Hijo Supremo de Dios, antes de volver a ser arropado por los cantos de los ángeles y acariciado por la mano de su Padre, antes de eso, Jesús, perdonó.
Jesús
dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen
Lucas
23.34.
Perdón, el único
remedio contra la amargura.
Perdonar, no sentir agravio por el dolor que se me
provoca y yo sé que decir: “perdonar es tu única opción" a alguien que ha
sido avergonzado hasta lo sumo por otra persona no es pedirle hacer algo fácil.
“Es que tú no sabes", “si te hubieran hecho lo que
a mí", "a tí nunca te ha pasado". Tal vez no, pero a Cristo, a Él si le pasó por lo que puede
entender perfectamente a lo que te enfrentas a la hora de pedir perdón.
Perdonar es tú alternativa. Cientos de horas de consejo y charlas con terapeutas, sicólogos y maestros de meditación no lograran que el dolor se vaya. Eso solo lo logra el perdón. Jesús perdonó, pero para poder lograrlo como Él lo hizo debemos entender el significado de una frase que salió de sus labios en la cruz:
"No saben lo que hacen"
Es fácil perdonar cuando nos damos cuenta de que las
acciones que lastiman son generadas en mentes que difícilmente entienden Io que
están haciendo. Y no lo entienden porque al momento de lastimar estaban presas
de la ignorancia, de la depravación, de la lujuria, de la inmundicia o del
orgullo; llenas de todas aquellas cosas que experimentamos cuando nos
resistimos a estar sobre los montes.
Perdón, algo que da consuelo y frena a la
amargura; es la diferencia entre vidas desperdiciadas y vidas fructíferas que
superan sus dolores y son consoladas para después consolar a otros.
Y quiero que quede claro algo. No escribo esto pensando
que el perdón sea algo posible de hacer con solo decir: "Listo, ya he
perdonado todo”. No, jamás. Perdonar es un ejercicio de humillación personal
que muchos no pueden llevar a cabo. Si ya has subido los otros seis montes
entonces será más fácil perdonar y debes estar consciente que muchas veces,
tenemos que pedir perdón aun cuando nosotros no hayamos cometido el
agravio.
Perdonar no se hace en un día. Decir las palabras es
fácil, pero enfrentar a las personas o las situaciones; eso, no lo queremos, no
lo deseamos. Nadie quiere volver a ser lastimado, nadie quiere acercarse para
ser rechazado. Nadie.
Cristo no pidió el Calvario, ni anheló la angustia,
pero evitó la amargura perdonando y a muchos de los que le crucificaron,
seguramente los recibió en el cielo, porque aceptaron su invitación.
¿Cuál invitación?
La misma que acepto Mefi-boset.
Pero ¿quién fue Mefi-boset?
Mefi-Boset fue un nieto del rey Saúl que, siendo un niño, sufrió en carne propia las consecuencias de la caída del trono de su abuelo, que murió junto con su padre Jonatán.
Las intenciones de Ia nodriza fueron buenas. Nadie le
puede culpar por ello, pero en un descuido, el pequeño se cae, se fractura las
piernas y al no haber un cuidado médico adecuado, queda discapacitado,
inservible, sin poder valerse por sí mismo, desterrado de las mejores mesas y
sin la posibilidad de un futuro brillante como Io tenía antes de ese
descuido.
Todo, absolutamente todo, consecuencia de un descuido.
Tal vez por eso, Mefi-boset es escondido en Lodebar, un
lugar en el territorio de la tribu de Manasés, al otro lado del río Jordán,
lejos de todo y de todos. Lodebar, nombre cuya traducción es algo parecido a “desolación”.
Soledad absoluta le rodea a Mefi-boset, toda la amargura posible está en su
corazón.
Él debía ser rey, él debía estar en las mejores
escuelas y en los mejores eventos públicos, pero, en lugar de ello, está en
Lodebar; olvidado, amargado, sintiendo rencor mientras recibe noticias de cómo
el trono de David se fortalece y algunos, le han dicho que David le ha robado
lo que a él por derecho le pertenecía.
La vida no fue justa con Mefi-boset y seguramente
muchos se identifican con él, viviendo circunstancias que nunca pidieron o tal
vez están padeciendo cosas gracias a las acciones de alguien que, con las
mejores intenciones hizo algo por nosotros sin darse cuenta de que, sus
intenciones nos terminaron lastimando de muchas maneras.
Mefi-boset y Ia soledad.
Y de pronto, una invitación.
Cumpliendo una promesa hecha a su padre muerto Jonatán,
David el rey, a semejanza de Dios, busca alguien con quién ser misericordioso, aun
cuando ese alguien como nosotros no lo merezca. Dios y David harán una invitación
como muestra de misericordia al amargado heredero al trono, que lo único que le
ha quedado es vivir en la desolación.
Dios es así con nosotros, nos extiende invitaciones
constantemente sin mayor motivo excepto el hecho de que nos ama. Por eso, el
verdadero amor es sin interés alguno porque, como dice la Biblia, el verdadero
amor, “no busca lo suyo”.
Al rey David se le informa de la existencia de
Mefi-boset y entonces, envía una comitiva por él. Cuando Mefi-boset llega al
salón del trono donde es esperado con ansiedad, cree erróneamente que se le
aplicará algún castigo por ser descendiente de Saúl, el hombre que osó tratar
de quitarle la vida a David quién tiene hoy en sus manos el poder de hacer
pagar a todos sus enemigos.
Y ahora, a la sorpresa de la invitación se suma una sorpresa aún más grande.
No hay
condenación. Lo mismo sucede con todo aquel que genuinamente arrepentido se
acerca a Dios.
Entonces envió el
rey David, y le trajo de Ia casa de
Maquir hijo de Amiel, de Lodebar.
Y vino Mefi-boset,
hijo de Jonatán hijo de Saul,
a David, y se postró
sobre su rostro e hizo reverencia.
Y dijo David: No
tengas temor, porque yo a la verdad
haré contigo
misericordia por amor de Jonatán tu padre,
y te devolveré todas las tierras de Saúl tu
padre;
y tú comerás siempre
a mi mesa.
2 Samuel 9.5-7.
Una nueva invitación, la invitación a regresar a Ia
condición inicial, de volver a ser una persona con los mismos privilegios de
antaño, recuperar Io suyo.
Tú, ¿habrías aceptado?
Mefi-boset lo hizo y siempre hasta su muerte, comió en
compañía del rey.
Solo el perdón puede librarte de la amargura; aceptar la invitación de Dios puede devolverte tu condición original.
La condición que todos perdimos al comer del fruto del huerto del Edén. Mira qué
curioso, el último monte por subir nos regresa al primero, y ¿sabes por qué?,
porque para perdonar debes amar, pero para amar, debes haber sido amado primero
y Dios, desde el vientre de tu madre te amó.
Piénsalo. De no haber sido así, no hubiera permitido
que llegara hasta tus manos este libro.
Si deseas aceptar esa invitación inmerecida, vuelve al
capítulo 1 y recorre el camino para volver a ser un hijo de Dios para poder
disfrutar sus bendiciones y para que el perdón sea posible.
Así son las personas
que NO están sobre los montes del perdón
• Están
completamente llenos de amargura. Se nota en sus hábitos, en sus palabras, en
sus ideas y en sus acciones.
• La
amargura los hace odiar. No toleran
que alguien tenga lo que ellos no tienen.
•
La amargura los hace injustos. Juzgan parcialmente y emiten opiniones y comentarios insensibles que lastiman profundamente a quiénes son objetos de su injusticia.
La amargura los vuelve necios. Siempre querrán tener la razón. Dios está castigándolos en su cuerpo, en su casa, en sus hijos, y ellos, no se dan cuenta. Siguen comiendo necedad y respirando rebeldía.
• La amargura afecta su razón por lo que, cualquier argumento que presenten para justificar sus actitudes será increíblemente absurdo y sin sentido.
Así son los creyentes que NO están sobre los montes
del perdón
• Muchas
veces suelen deleitarse en la Biblia y en lo que van aprendiendo en su vida
cristiana, lo comparten sin dudarlo, pero siempre evitarán vivirlo. Su dolor es tan grande y su amargura tan intensa
que impiden cualquier cambio que el Espíritu Santo quiera hacer en sus vidas.
• Tienen
una hipersensibilidad a cualquier comentario relacionado con su vida espiritual
que se les haga y, normalmente, siempre
interpretan que todo lo que se dice es para atacarlos.
• Su
rechazo a la voluntad de Dios parte del hecho de que desean seguir sintiendo su
amargura para justificar el daño que puedan llegar a hacer a quién creen que es
su enemigo.
• Esconden tan bien sus sentimientos que
son capaces de pedir perdón y ser ecuánimes, llorar y abrazar, pero,
internamente no doblegan su corazón.
• Sufren
intensamente, lloran a solas, se confiesan con desconocidos; siempre hay
momentos en que no pueden reprimir su sufrimiento ya que este llega a ser mucho
más fuerte que su capacidad de autocontrol.
Sobre los montes del perdón.
Consecuencias para las personas y los creyentes
que NO quieren estar
sobre los montes del perdón
La consecuencia es única y terrible, engloba todo un
mundo de circunstancias destructivas que implicarían un estudio especial de cada
una de ellas, pero, aunque sea en una mirada general hablaremos de esta
consecuencia diciendo que es la misma que sufrió Mefi-boset. La consecuencia es
vivir amarga y permanentemente en
Lodebar, vivir en el lugar de la
desolación.
Podrán estar rodeados de gente, pero no amarán ni serán
amados. Son excelentes actores. Se fingen buenos hijos, amigos, esposos o esposas,
pero a solas, su angustia los carcomerá por dentro. Se pueden pasar toda la
vida esperando la oportunidad de vengarse y esta oportunidad puede ser que
nunca llegue. ¡Triste situación la de vivir en Lodebar!
En el fondo de su corazón nada les hace felices. Ni tener hijos, ni tener nietos, nada. Su
disfuncionalidad emocional les impide amar a los demás sin interés. Están
lisiados del corazón. ¿Cuál es la consecuencia final de todo esto? Es fácil
adivinarlo: una vida inservible siendo criticado por todos, incluso por los
más cercanos a ellos.
Vuela sobre el monte
del perdón
Reconoce que tus ganas de venganza no te han dado la
más mínima felicidad. Acepta que todos tus intentos para ser feliz no te han
dejado nada y que aún continúas muy lastimado. Observa que Ia gente con la que
platicas es gente que también esta amargada y quejándose de todo. Se juntan
para seguir sufriendo en grupo y en grupo, justificar su soledad.
Si no eres capaz de soportar una charla con alguien sin
estar a la defensiva, ya estás en Lodebar.
Vuela y perdona.
Libera tu corazón.
Deja ir el miedo y el rencor.
Puedes tener razón y motivos para ser así, y aun así
Dios te ama y así, como estés, está aguardando por ti. Aprende que perdonar no
es sinónimo de debilidad, sino de madurez y fortaleza. Sólo perdona quién ya
está libre de la esclavitud de su propia mente. Sólo perdona quién desea
experimentar realmente el amor desinteresado. No desperdicies tu vida odiando, porque
eso, precisamente eso es lo que puede acabar pasándote: desperdiciando tu vida,
perdiéndote los mejores momentos para ser feliz.
Acepta la invitación.
Perdona, perdónate a ti mismo, y deja que Dios comience
a suturar heridas.
Conclusión
Ya en la introducción compartí con ustedes una imagen
del albergue que se encuentra al pie del volcán “Pico de Orizaba” en México y
algunas palabras de una de mis experiencias de estar sobre los montes en ese albergue.
Quiero concluir pensando en el mismo lugar y en las
mismas experiencias.
La imagen con la que inicia esta conclusión muestra el
mismo albergue, pero debes tener mucho cuidado porque ahora, el alberge es una
pequeña mancha colocada a la mitad de la imagen en el lado derecho. Tomé esta
foto después de caminar tres horas descendiendo el mismo camino que nos llevó
hasta ese lugar.
Estamos sin lugar a duda extremadamente cansados.
Una camioneta que asciende al albergue se ha detenido y
nos ha preguntado a todos: “¿Están bien?” Aunque hemos afirmado con la cabeza,
es obvio que nuestro semblante denota lo contrario.
Ya
hemos estado sobre los montes.
¿Qué podemos concluir?
Queremos
regresar. No importa cuándo, no importa cómo, pero algo dentro de nosotros
ha abierto la necesidad de volver a estar en ese sitio, caminar los mismos
senderos, pasar al lado de las mismas rocas, pero, sabemos que será una
experiencia totalmente diferente. Eso nos debe dejar claro que, la persona que
está sobre los montes se vuelve adicto a ello.
La comunión íntima con Dios es algo que se buscará incansablemente hasta que se convierta en un estilo de vida, eso es finalmente el cristianismo, un estilo de vida donde se busca tener una permanente comunión íntima con Dios que transforme todas las áreas de nuestra vida.
Valoramos lo
vivido. Después de estar sobre lo
montes nos queda claro que, lo que obtenemos aquí no lo podremos tener en
ningún otro lado. Ninguna otra experiencia, ninguna otra filosofía, ninguna
otra práctica, ninguna otra idea se comparará con lo que obtenemos aquí. La
plenitud que está sobre los montes es
única e insustituible. Una vida de plenitud en compañía con Dios no pertenece a
esta tierra.
Compartiremos la
experiencia. Deseamos que otros vengan, queremos que otros más se cansen,
queremos que otros vean lo mismo, sientan lo mismo y anhelen lo mismo. La
presencia de Dios no produce egoísmos, no se convierte en un ámbito personal.
Simplemente no se puede conservar en uno, por el contrario, le debe pertenecer a muchos. Todos deben
saber, todos deben escuchar, todos a nuestro alrededor deben conocer lo que es
estar sobre los montes.
Los tres puntos anteriores los podríamos resumir como: anhelar,
valorar y compartir. Son estos tres elementos los que todo creyente
debe mantener vivos como consecuencia de su experiencia de subir montañas.
Falta poco tiempo, muy poco antes de que vuelva a
caminar esos senderos.
También falta poco tiempo para que el albergue eterno
me reciba.
¡Falta poco tiempo!
El Creador de todo está esperando y cada día que pasa
viendo lo que sucede en el mundo nos hace anhelar más que nunca la última
caminata, nos lleve a su presencia.
Antes de concluir, un pequeño pensamiento teniendo en
la mente a Cristo:
Cierro los ojos y lo
veo
Suspiro y su imagen
sacude mis pensamientos
Lo medito y el
Universo se concentra ahí
Ese
momento, no lo olvidaré jamás.
Ese instante, se ha
hecho eterno por derecho propio
El cuerpo inerte, los
clavos, la lanza.
El vinagre, las
tinieblas, las espinas.
La sangre, los
soldados que injurian, los amigos que huyen.
Las tinieblas que
cubren, la muerte que llega, la cruz que grita.
La vida que tan brutal
como lentamente deja de ser.
Los músculos en
tensión, la piel colgando a jirones.
El corazón reventando
y perdonando.
Cordero de Dios:
Mira el fruto de la
aflicción de tu alma y siéntete satisfecho por los millones de tus hijos que
estamos dispuestos a estar sobre los montes,
aunque en ello nos vaya la vida.
Por favor, cuando
estemos en el cielo ante tu presencia, déjanos tan solo recostarnos a tus pies
para nunca apartarnos de ahí y para nunca quitar la mirada de los ojos que nos
vieron antes de que alguien siquiera nos hubiera imaginado.
Te amamos.
Vuela sobre los montes
Vive lo que en ningún otro lado podrás vivir excepto en la presencia de Dios.
El morir, será ganancia.
¡Que Dios te bendiga!
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