Sobre los Montes

 



DEDICATORIAS

SEÑOR JESUCRISTO, EL ALTISIMO 

Cuánto habrás disfrutado creando este planeta.

Tu planeta especial. 

 

Con tus propias manos formaste los montes para que hoy, tus criaturas,

elevemos nuestra mirada hacia ellos y recordemos que, por encima de nosotros,

hay cosas que tenemos que esforzarnos para alcanzar,

cosas que no llegan solas, que nos tienen que costar trabajo.

 

Por favor, ayúdanos a entender que tenemos que subir montañas para poder

volvernos imitadores de ti, esto, es sin lugar a duda, la mayor realización

 posible para cualquier persona que cree en ti.

 

Que el monte que subiste para ser puesto en una cruz nos ayude a entender

que solo hasta que vivamos sobre los montes,

lograremos alcanzar la totalidad de nuestras bendiciones.

 

 

 

 

CONTACTO

 


 miguelmontoroministerio@gmail.com

www.mministerio.webnode.mx


En “Sobre los montes” todas las citas de la Biblia están tomadas de la Biblia versión Reina Valera revisión de 1960 a menos que se indique lo contrario


ACERCA DEL LIBRO

 

¿Qué es sobre los montes?

 

El hombre es una criatura única en la Tierra.

 

La raza humana ha sido capaz de desarrollar tecnología que ni siquiera se hubiese considerado como posible unos años atrás y esto, cada vez sucede a una velocidad más rápida. Cuando aún no asimilamos una nueva tecnología, llega otra a desplazarla y volverla obsoleta.

 

En los últimos 20 años del siglo XX, se sabe, la ciencia y el conocimiento avanzaron más que en los 200 años anteriores. Hoy, ya nos hemos dado cuenta de que el átomo no es la partícula más pequeña en que podemos dividir las cosas. Hemos desarrollado sustancias y medicinas que son capaces de controlar químicamente nuestro interior. Con modernos aparatos ópticos lanzamos miradas a lugares cada vez más lejanos en las inmensidades del espacio y, deseamos con todas nuestras fuerzas viajar a otros mundos para conocer si hay “algo más”; para saber si al menos, hubo alguien más.

 

Todas estas cosas nos han dado una mejor calidad de vida, eso es cierto, pero también nos han deshumanizado. Estamos perdiendo aceleradamente aquello que nos hace diferentes del resto de la creación, y eso que nos hace diferentes son los valores morales los cuales nos dan la capacidad de cada día, ser mejores personas. Estas valores que permiten nuestro desarrollo y nos permiten superar la esclavitud de los instintos, están agonizando a la misma velocidad a la que la ciencia sigue aumentando.

 

La moderna educación dentro de los hogares pareciera que está fomentando en cada ser humano un egocentrismo tan abierto que, ya en plena pubertad, los seres humanos nos consideramos el centro de todo, aquellos que todo merecemos, los que en todo debemos ser atendidos. Esto hace que el ciclo de la vida nos deje en la madurez física carentes de madurez emocional debido a que no hemos practicado nuestros valores interiores. Cuando llega la muerte, caemos en la cuenta de que hemos vivido rodeados de gente, pero siendo solitarios que estuvimos buscando todo el tiempo algo que nunca obtuvimos y que no pudimos darnos cuenta de que siempre lo tuvimos a nuestro alcance.

 

Morimos siendo los grandes solitarios de la creación de Dios.

 

Y como cualquier humano solitario, necesitamos palabras de aliento, motivación, necesitamos creer en nosotros. Y lo necesitamos tanto que, nuestra búsqueda de paz interior nos lleva a buscar a cualquier maestro, filósofo, motivador o “guía” espiritual que nos pueda decir que “nosotros podemos”, que “nosotros tenemos la capacidad”, que “nosotros somos el poder” que no necesitamos otra cosa más que creer en nosotros mismos  pero, cuidado, porque si miramos este enfoque más de cerca, esto no es otra cosa más que un moderno culto, una  moderna religión centrada en la criatura lo que aumenta nuestra soberbia y no resuelve la soledad que sentimos, sino por el contrario, la agranda. No hay salidas y, un vistazo a las sociedades humanas nos demostrará que lo anterior es cierto y que el deterioro humano pareciera ya irreversible.

 

La idea de intentar ser personas mejores no es en sí, una idea mala, pero, a lo largo de toda la historia, desde Babel hasta la época moderna, el culto a la soberbia siempre ha terminado en confusión y destrucción. El hombre, más que motivación, más que cambiar sus actitudes necesita cambiar lo más profundo de su ser, necesita cambiar su corazón.

 

Conforme pasen los años, cada vez más veremos oradores que llenarán auditorios y que compartan terapias que puedan desde resolver un rompimiento sentimental hasta la pérdida de un ser querido; los veremos publicar libros y material interactivo de multimedia y entrar y salir de las listas de los libros más vendidos del mundo, pero, en la esencia más elemental, no van a lograr que absolutamente nada cambie.

Esto es “Sobre los montes”
Un libro que marca el camino para lograr la real
transformación de nuestro interior
 

Lo que describimos anteriormente, incluso en la vida cristiana está sucediendo.

 

Conocemos a Dios, llegamos incluso a establecer una relación con Él y le cedemos ciertas áreas de nuestra vida, pero, al paso de los años, sustituimos la experiencia viva y enriquecedora de la fe en Dios por el aburrimiento de la religión. Dejamos de sostener con Dios una relación de dependencia y la convertimos en una relación para nuestra conveniencia lo que, al paso del tiempo, nos centra en nosotros mismos y volvemos a las mismas actitudes, hábitos y costumbres que eran nuestra práctica cotidiana antes de encontrarnos con Él.

 

Nuestro conocimiento de Dios debe ser renovado. Debemos ser llevados a su persona para mantener una llama permanente de humildad, amor y sometimiento a Él.

 

Esto es “Sobre los montes”
Un libro que marca el camino para sostener con Dios
una relación que nunca cambie

 

En este libro, cualquier persona puede encontrar el camino para superar la mediocridad interior y con esto, poder llegar a una real plenitud de vida que nos acerque a Dios y que nos vuelva trascendentes; que nos permita pasar por este mundo habiendo sido una pieza fundamental para la construcción de nuestra propia felicidad y de la felicidad de aquellos que vienen tras nuestras pisadas.

 

El camino que “Sobre los montes” muestra parte de la idea de dividir nuestra vida interior en siete áreas en donde están incluidas nuestras emociones, anhelos, tentaciones, miedos, frustraciones, orgullos, pasiones y sueños. La tesis es que estas siete áreas deben estar en equilibrio para garantizar la paz interior; es como si cada una de ellas fuera un pequeño “monte” que debemos “subir” para lograr con ello la fuerza y la paz personal, el éxito interior y la madurez espiritual. Si uno de estos montes no logra ser conquistado esto significará frustraciones, actitudes negativas y falta de crecimiento interior.

 

Cada uno de estos pequeños “montes”, en este libro, lo asociamos a siete montes literales y a siete personajes de la Biblia. La idea es que si estudiamos lo que pasó en cada uno de estos montes y en la vida de cada uno de estos personajes podremos descubrir cómo conquistar nuestra propia vida, como ser en palabras de la Biblia: más que vencedores.

 

Por eso este libro se llama “Sobre los montes”

 

Los personajes que estudiaremos nos enseñarán las consecuencias tanto positivas como negativas para quién se atreve a desafiar las alturas y para quién se resiste a escalar los peligrosos riscos de la superación personal. Y esto, no tiene nada que ver con edades, religión, condición social o filosofía personal.

 

Pensemos en esto: hay corazones con pocos años de vida que, sin embargo, tienen heridas tan profundas que les seguirán doliendo durante toda su existencia. Hay corazones entregados a una religión con toda la devoción posible y, a pesar de esto, se mantienen llorando en medio de un silencio interior que cada día les pesa y los cansa más. Hay vidas que han dejado de tener un propósito definido y que solo viven por inercia y se mueven hacia donde los lleven sus decisiones y, cuando su fracaso de vivir los alcanza, la culpa es “de la madre naturaleza”, “el destino”, o “la vida que me tocó vivir” pero jamás, levantan su dedo para señalarse a ellos mismos, ahí, donde está el verdadero problema.

 

Así que, como puedes ver, “Sobre los montes” te ayudará a identificar las cosas que pasan cuando no escalamos el monte adecuado. Te enseñará cómo corregir los daños causados por no estar subiendo cada uno de tus montes a la velocidad requerida para que puedas acelerar tu paso y por fin, llegar a la cima.

 

“Sobre los montes” en suma, enseña a escalar de la mano de Dios cada una de las siete áreas de la vida humana que una vez conquistadas, garantizan paisajes preciosos de comunión y adoración que solo pueden ser contemplados cuando se está en la cima.

 

Vuela sobre los montes, regocíjate y extiende tus alas. Levanta el vuelo, escala tus montañas. Aprende a perdonar y perdonarte. Suspira. Siente la presencia de Dios. Experimenta la capacidad que Él tiene de acariciar corazones y cerrar cualquier herida. Una vida plena, una vida satisfecha, una vida de paz te espera, pero recuerda, esto sólo pasará si vuelas sobre los montes.

 

Ajusta tu mochila a tus hombros, puede ser que la sientas demasiado pesada; no te preocupes, muchas de sus cargas se irán quedando a un costado del camino. Asegúrate que tu lámpara tenga las suficientes baterías y que tus porciones de alimento sean suficientes. Revisa si la brújula va contigo, sacude la tierra de tus botas y amarra fuertemente sus cordones. Ajusta tus lentes a tu rostro, mira la cima y da el primer paso.

 

Cuando estemos sobre los montes nos recibirá la presencia de Dios.

 

¿Listo para empezar a escalar montañas?

 Yo lo estoy

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

 


Esta fotografía es especial en muchos sentidos

 

Es una fotografía que tomé en el albergue “Fausto González Gomar” a 4674 metros sobre el nivel del mar. Estamos a tan sólo 1000 metros de alcanzar la cima del volcán llamado “Citlaltépetl” nombre en una lengua indígena mexicana que significa: “Cerro de la Estrella”. Este volcán es mejor conocido como “El pico de Orizaba” y es la montaña más alta de México. Estamos en la cara sur del coloso y hemos llegado a la meta.

 

Estamos sobre los montes.

 

La travesía inició muchas horas atrás. Primero, algo más de una hora en automóvil hasta llegar al punto donde el camino se divide en dos direcciones: una, nos lleva a la cima del volcán “Sierra Negra” donde se encuentra instalado un radio telescopio y el otro camino, nos lleva al alberge.

 

Un poco más de tres horas a pie nos tienen en este lugar y, sin lugar a duda, estamos al borde de nuestras fuerzas Selene, Daniel, Jorge y yo. 

 

No ha sido fácil y, el menor nivel de oxígeno en este lugar nos tiene en una condición bastante incómoda. 

 

       -     “Es que no es cansancio físico” - ha dicho Daniel.

 

Tiene razón, solo basta caminar un poco entre la nieve para que el cuerpo pida detenerse.

Pero ha valido la pena

 

Cuando se está sobre los montes las cosas son muy diferentes.

 

Uno. El entorno es cambiante. El clima se modifica  en cuestión de minutos. Se  puede pasar de  un cielo azul soleado a una tenue nevada o a un viento congelante que asciende a gran velocidad. Esto significa que, cuando se está sobre los montes, las pruebas son más difíciles, pero, basta mirar alrededor las cosas que estamos contemplando para saber que estas pruebas bien valen la pena si a cambio de ellas podemos estar en el sitio donde nos encontramos.

 

Dos. El esfuerzo es mayor. Cada movimiento estando sobre los montes nos requiere una inversión de mayor energía que estando en las bajas alturas. Esto significa que necesitamos una mejor condición física para estar aquí, pero si nos mantenemos sobre los montes nos podremos adaptar a mayores retos y, en consecuencia, seremos más fuertes.

 

Tres. Existe una sensación de inmensidad que lo llena todo. Es difícil explicarlo con palabras. Estar sobre los montes es mirar en todas direcciones y ver que las cosas que creemos importantes o inmensas, no lo son tanto en realidad. Hay una majestuosidad en el aire que se puede respirar y sentir. Es como no ser nosotros mismos, es sentirnos transformados, sentirnos enriquecidos, casi compartiendo una condición que no es la nuestra originalmente. Así que, si deseas estar aquí, es inevitable que tengas que dejar de ser quién eres.

 

Podemos decir en este punto que, estando sobre los montes las cosas ya no pueden seguir siendo iguales. A pesar de la fatiga, los costos, el hambre y el esfuerzo, descendemos de este volcán preguntándonos cuándo será la siguiente vez que regresaremos.

 

Definitivamente estar sobre los montes es adictivo porque brinda un lugar de satisfacción que, en ningún otro ámbito ni con nadie más, puede obtenerse.

 

Pronto estaremos ahí de vuelta

 

Pero, antes que nada, antes de escalar montañas, es necesario que expliquemos una definición que estaremos usando a todo lo largo del libro. Esta definición es: “creyente”.

 

En “Sobre los montes” cada vez que mencionamos a un “creyente” o “creyentes”, nos estamos refiriendo a una persona que, de manera voluntaria, haciendo un ejercicio racional de fe, ha reconocido a Cristo como el Señor y Salvador de su vida. Esta posición de señorío, Cristo la ha recibido al morir en lugar del hombre para pagar en la cruz el precio que la justicia de Dios requería para el perdón de los pecados del género humano.

 

La persona que acepta a Cristo realiza los siguientes pasos luego de los cuales ya puede ser considerado un “hijo de Dios” (Juan 1.12):

 

       Reconocimiento: Ha comprendido que su vida ha estado alejada de Dios y que sus actos han quebrantado los mandamientos del Señor por lo que acepta que es un pecador y que esta condición lo mantiene alejado de Dios y, en un estado permanente de infelicidad e insatisfacción.


       Arrepentimiento: Entiende que su condición de pecador debe terminar para que así, Dios pueda marcarle un nuevo rumbo que esté libre de cadenas destructivas, por ello; se arrepiente de todos los actos pecaminosos cometidos en su vida.


       Perdón: Su condición de pecador arrepentido le lleva a pedirle perdón a Dios por todos sus actos cometidos voluntaria e involuntariamente, conscientes e inconscientes, posibles de recordar o que han caído en su olvido, los cuales no solo hacían más grande su esclavitud con respecto al pecado, sino que eran ofensivos a Dios.


       Sometimiento: En consecuencia, entendiendo que por sus propios medios no puede lograr su propia salvación, acepta aquella que Cristo le puede dar pidiéndole que se convierta en el Salvador y Señor total de su vida lo que implica que le da a Dios el control de sus emociones, su raciocinio y su voluntad.


       Renunciación: El Señorío de Cristo en su vida le lleva a renunciar a cualquier cosa o práctica pecaminosa que pueda mantenerse en su vida; esto le permitirá mantener las puertas de su corazón cerradas a cualquier mal que pudiera volver a esclavizarle.


       Compromiso: Esta decisión de nueva vida le lleva a realizar día a día un compromiso de rendición a la dirección de Dios para que el control del Espíritu Santo en su vida aumente al tiempo que el dominio de sus pasiones disminuya, además de preocuparse por hablar a otros de su conversión y de realizar algún trabajo a favor del servicio de Dios.

 

En “Sobre los montes”, esto es ser un creyente y, es muy probable que muchos cristianos que están leyendo esto, se den cuenta que, la forma de aceptar a Cristo como Señor y Salvador que les fue explicada no se parece en nada a lo que en su momento hicieron. Si es así, valdría la pena que valoraras apreciable lector, si realmente aceptaste a Cristo o, si has omitido algo que entregarle a tu Señor y que puede estarte impidiendo volar sobre los montes.

 

Amigo lector no creyente, ¿crees que has encontrado las primeras dificultades de tu viaje? Te animo a seguir adelante, recuerda que, uno de los propósitos de este libro es explicarte paso a paso todos los puntos que se acaban de definir hasta llevarte al deseo de tener con Dios una relación íntima y personal. Las líneas anteriores, apreciable amigo es para aquellos que creen conocer a Dios pero que solo lo siguen a la distancia.

 

Aclarado lo anterior, podemos entonces continuar con nuestra introducción.

 

La Biblia, está llena de afirmaciones que presentan a un creyente como una persona con la extraordinaria capacidad de superarse a sí misma, esto es, los creyentes son seres perfectibles.

 

Los creyentes son tan humanos como cualquier otro, pero pueden desarrollar una clase de fortaleza y una fe espiritual que les permite volar las alturas de la superación personal permanente.

 

A un creyente, todas las cosas les ayudan a lograr algún bienestar, aun las que a sus propios ojos y en una primera impresión no tienen sentido. Los creyentes no esperan que los actos de Dios se sometan a la lógica humana, más bien, someten la lógica humana al dominio de la fe en su Creador.

 

Para corroborar lo anterior, repasemos los siguientes pasajes de la Biblia, pero, por favor, lee con atención cada uno de ellos ya que su lectura merece ser tomada en cuenta con la mayor de las seriedades.

 

¿Listos?

 

Antes en todas estas cosas somos más que conquistadores.

Romanos 8.37. Biblia King James. Traducción libre.

 

Todo lo puedo en Cristo que me fortalece

 Filipenses 4.13 RV1960

 

Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados,

perseguidos, pero no abandonados, derribados, pero no destruidos.

2ª. Corintios 4.8-9. Biblia Nueva Versión Internacional.

 

Pero los que esperan en Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas

como las águilas, correrán y no se cansarán,

caminarán y no se fatigarán.

 Isaías 40.31

 

Con toda esta información, vamos a contestar la siguiente pregunta:

 

¿Qué es un cristiano?

 

Aquí tenemos la respuesta:

 

Un cristiano es un ser capaz de conquistarse a sí mismo y mantener la mansedumbre ante cualquier situación que involucre dolor, persecución, peligro o espada. Eso implica que, los cristianos muertos en el circo romano durante las primeras persecuciones de la era cristiana murieron con una mirada de fortaleza que superó cualquiera de sus miedos. Esto quiere decir que en los ojos de un Cristo agonizante diciendo: “consumado es” había un brillo de triunfo y esperanza.

 

Un cristiano es un ser con la capacidad de invocar a aquél en quién ha creído para que sea Cristo el centro y la base de su vida y quién le dé la victoria por encima de todo. Un cristiano es capaz de verse sacudido, perturbado, afligido o preocupado, pero nunca esas condiciones emocionales perturbarán su fe. Un cristiano es un ser capaz de encontrar en Dios la fuerza para levantar el vuelo y volar sobre los montes para, desde las alturas sublimes, contemplar los campos estériles del mundo con ojos de aplomo y victoria y no porque los problemas cotidianos no le afecten, lo que pasa es que puede estar por encima de ellos.

 

Si su dependencia de Dios se mantiene siempre fuerte, no hay arma física o espiritual que afecte la relación que mantiene con su Señor.

Eso es un cristiano

Sin embargo, y a pesar del poder que radica en todo creyente algo que, como hemos visto, la Escritura avala; tenemos que reconocer que la realidad cotidiana, la vida diaria de los creyentes refleja cosas muy diferentes.

 

El creyente, diseñado por Dios para volar sobre los montes lo vemos hoy conformado al mundo y aparentemente convencido de que su lugar está en el suelo, en medio de la práctica del pecado. En ocasiones se le ve casi satisfecho de que su vida espiritual no esté produciendo nada de provecho.

 

Las iglesias han dejado de ser grupos de adoradores en espíritu y en verdad y cada vez más se parecen a grupos sociales en donde la adoración se está cambiando por experiencias emocionales donde todo se centra en las expresiones del adorador y no en la persona que debiera estarse adorando.

 

La mirada de los cristianos hoy se deposita en las habilidades de los miembros de la congregación y no en su carácter transformado. Nos reunimos alrededor de los “cristianos” que, ocultando sus prácticas pecaminosas, se muestran condescendientes y amorosos de acuerdo con sus conveniencias; mientras que, al creyente que nos habla con justicia y con la autoridad de la Palabra de Dios lo tachamos de “falto de amor” o “poco comprensivo” simplemente porque nos está diciendo la verdad acerca de nuestra falsa espiritualidad.

 

Ahora los cristianos con preponderancia en las congregaciones no son los guiados por Dios sino los inmaduros y faltos de crecimiento que, en su conducta y pensamiento, no se diferencian de un incrédulo. Y puede ser que entre estos haya una diferencia y esta es que el cristiano impío y pecador, ha usado algo de su dinero para comprar una Biblia.

 

Los púlpitos de las iglesias han dejado de ser exegéticos y analíticos y se han vuelto vacíos y anecdóticos donde importa más lo que le pasó al predicador, lo que soñó, lo que siente, o lo que “le dijo Dios” mientras veía televisión en la sala de su casa que lo que ya ha dicho en la única revelación avalada por Él mismo para el día de hoy: La Biblia.

 

Entre los matrimonios cristianos se está perdiendo la convicción de que se vive dentro de un pacto y cada vez nos gusta más la idea del mundo de que los esposos tienen celebrado un contrato que, se puede romper en el momento que quieran por los motivos que quieran. Los hijos dejan de ser el objetivo de los padres para formar en ellos personas temerosas de Dios y se vuelven los depositarios de su egoísmo lo que los convierte en irreverentes y soberbios y una seria amenaza a la estabilidad de la sociedad en el futuro.

 

Algunos jóvenes creyentes tocan su música en grupos “cristianos”, y muy fuerte claman usando el nombre de Dios, pero, paradójicamente también se permiten fumar un poco entre semana mientras que, las jóvenes “cristianas” sin ningún tipo de pudor y conciencia no dudan en dejarse acariciar por personas no creyentes ahí, en medio de las penumbras, deleitando con su cuerpo a alguien a quién lo que menos le interesa es su amor.

 

Muchos fieles siervos de Dios sin tiempo ni para sus propias familias experimentan el milagro cotidiano de que Dios les evite un infarto sin que nadie de su congregación se atreva a darse cuenta. Todo el tiempo los vemos dando algo, mientras sus propias familias empiezan a hacer crisis porque han dado tanto que, incluso le han quitado a su propia sangre para aquellos que parecen no agradecerlo.

 

Algunos dirigentes de las iglesias han olvidado quién es la verdadera cabeza de esta y piensan que sus congregaciones son una especie de imperio desde donde quieren regular la vida de todas las personas imponiendo en los ministerios de la congregación a quiénes se les antoja. Otros, no tienen problemas con los ministerios, pero sí con la autoridad; desean tener siempre la razón y que su opinión sea reconocida como infalible.

 

Diríamos que son lo que la Biblia llama: pastores que se apacientan a sí mismos

 

En muchos casos no volamos sobre los montes, nos arrastramos al ras del suelo

 

El creyente es un ser grandioso que se resiste a serlo.

 

¿Por qué no podemos volar sobre los montes?

 

La lectura de este libro te dará muchas respuestas a la pregunta anterior. Dios, por su parte, mucho manifestará a las personas que realmente desean conocerlo, sobre todo entendiendo que para el Dios de la Biblia, no existen las categorías ni los niveles ya que Él no hace acepción alguna de personas.

 

Todas las respuestas apelarán a un sometimiento a Dios.

 

No invocaremos la falsa imagen del “súper hombre” que la psicología y el humanismo quieren propagar. No creemos que nadie pueda por sus propios medios superar sus personales deficiencias. Una sencilla pregunta puede dar sentido a nuestra afirmación: ¿El mundo ha ido mejor desde que el hombre se ha convertido en el centro de todo?

 

Algo debe quedar claro para creyentes y no creyentes. Ninguna persona que con un corazón humillado se acerca a Dios puede continuar siendo igual. Ese es nuestro riesgo, el riesgo de dejar de ser quiénes somos y volar sobre los montes tomados de la mano de Dios. En otras palabras, diríamos que, al estar sobre los montes, el único riesgo implícito es el riesgo de la transformación.

 

En consecuencia, solo queda una pregunta más para terminar esta introducción:

 

¿Estás dispuesto a correr el riesgo de ser transformado?


 

INDICE

Sobre los Montes

 

                                                                                                                                             

Prólogo.

Introducción.



Capítulo 1,
Ararat, el monte de la Salvación
Herodes Agripa I


Capítulo 2
Moriah, el monte de la Entreg
Ananías y Safira



Capítulo 3
Horeb, el monte de la Mora
Amnón



Capítulo 4
Carmelo, el monte de la Prueb
Jesucristo



Capítulo 5
Dotán, el monte de la Comunió
Pedro



Capítulo 6.
Hermón, el monte de la Transformació
Los apóstoles



Capítulo 7
Calvario, el monte del Perdó
Mefi-boset



Conclusión




Capítulo 1

Ararat

El monte de la Salvación

 

“El día diecisiete del mes séptimo el arca se detuvo sobre

las montañas de Ararat”

Génesis 8.4 NVI 

 

Han pasado ya un año y diecisiete días.

Ocho personas han sobrevivido al diluvio.

 

La catástrofe geológica y biológica más grande que el mundo jamás haya conocido ha cobrado ya la vida de millones de personas y al parecer, ha terminado. Cadáveres de hombres y bestias; millones de toneladas de todo tipo de desechos arrastrados por las brutales corrientes de agua flotan como mudos testimonios de que se desató en la tierra un poder extraordinario.

 

No hay una contabilidad exacta de cuánto tiempo ha pasado desde el diluvio hasta la época presente, pero algo sí es muy cierto, aún ahora, el mundo por todos lados exhibe las huellas de las portentosas fuerzas que el diluvio desató.

 

Ha pasado un largo año con diecisiete días.

 

Todo este tiempo el arca llevando a Noé, su esposa, sus hijos y nueras ha flotado esperando el final del juicio de Dios.

 

Las dimensiones y la forma del arca revelan la preciosa provisión de Dios. El arca fue diseñada para flotar, no para navegar. Si se hubiese construido con la forma de “quilla ahusada” que tienen todos los barcos modernos, las poderosas corrientes de agua la hubieran impulsado  con tal fuerza y velocidad que se hubiera despedazado al chocar con cualquier obstáculo. 

 

En cuanto a los animales, la capacidad de muchas especies para poder mantenerse en una condición de “hibernación” pudo ser usada por Dios para facilitar su estancia en el arca y reducir riesgos de infección por la gran cantidad de desechos orgánicos que se generarían.

 

La capacidad de almacenamiento del arca, según algunos cálculos, equivalió a lo que pueden transportar 520 vagones de ferrocarril lo que aún en la actualidad, le permitiría desplazar a todas las especies vivientes que existen en la Tierra por lo que, en la antigüedad, Noé no tuvo el menor problema de navegar en el arca con todo y dinosaurios incluidos.

 

 

Han pasado ya un año y diecisiete días.

 

Después de todo este tiempo, el arca desciende sobre los montes de Ararat donde permanece hasta el día de hoy. Los modernos montes Ararat se encuentran en Turquía y son una cadena montañosa cuyo pico más alto mide unos 5200 metros. Ahí, descansó el arca.

  

La estirpe de los hombres, corona de la creación de Dios se ha salvado. Noé y su familia, después de asegurarse que las aguas se han retirado (y que las montañas se han elevado) descienden finalmente del arca.

 

Imaginen la alegría, piensen en lo que vieron, sintieron y temieron dentro de ese inmenso barco durante más de un año. Si tú fueras Noé ¿Qué pensarías? ¿Qué tendrías en tu mente? ¿Qué pensamientos construirías al contemplar las humedecidas faldas del Ararat?

 

Han sido testigos oculares de un milagro, ya que nunca había llovido sobre la faz del planeta.

 

Seguramente su corazón se estremeció al escuchar el poderoso ruido de los cielos que anunciaba la llegada de una tormenta a escala global. Seguramente más de una vez se arrodillaron juntos para orar y, en esto, encontrar algo de consuelo mientras los desesperados gritos de quienes buscaban salvación desde fuera del arca los conmovían. Piensa que muchas de las voces que escucharon y a quienes no pudieron salvar eran de amigos cercanos y de familiares seguramente muy amados. Esta gente en desesperada agonía golpeó hasta hacer sangrar sus puños la puerta del arca para poderla abrir, pero  no pudieron, nadie hubiese podido porque “Jehová le cerró la puerta…” Génesis 7.16.

 

Están salvados.

 

Innumerables ocasiones acariciaron a alguna hiena o algún oso para tranquilizarlos por los inseguros movimientos del arca. Durante más de 40 días, el único sonido que los acompañó fue el golpeteo del agua sobre las paredes de madera del arca. Más de un año esperando por la misericordia de Dios, pero, valió la pena. Están salvados.

 

Los afortunados sobrevivientes del diluvio permanecen más de otro mes dentro del arca después del descenso de las aguas, luego de lo cual, obedecen la voz de Dios que les ordena salir de la misma (Génesis 8.14-16).

 

La orden de llenar la tierra es dada al hombre nuevamente y Noé cumple su parte; toma animales ritualmente limpios los cuales ofrece en un altar a Dios quién percibe un olor fragante, un olor grato. Nada alegra más al cielo que el canto de un alma agradecida que voluntariamente se arrepiente y se entrega en total consagración y eso, no ha cambiado en nada hasta el día de hoy.


 Nada alegra más al cielo que el canto de un alma agradecida que voluntariamente se arrepiente y se entrega en total consagración.

 

Dios cumple su parte

Un arco pinta los cielos.

Las gotas de humedad en el aire las cuales nunca habían estado suspendidas en la atmósfera proyectan el brillo del Sol en la forma de un arcoíris, una señal visible de que la Tierra jamás volverá a perecer nuevamente por la acción del agua.

 

El arcoíris señala una gran verdad: las cosas en la Tierra ya no volverán a ser iguales.

 

Algo ha cambiado en la faz de la Tierra.

 

Algo también ha cambiado de manera definitiva en la conducta de los animales y en el corazón del hombre. La justicia de Dios ha quedado clara, tan clara como su amor, tan clara como grande es la incapacidad del hombre de salvarse sin la ayuda de Dios.

 

Aún ahora, en la época actual, el hombre sigue siendo incapaz de salvarse por sí mismo. Si no fuera así ¿por qué se multiplican los grupos de auto ayuda? grupos que hoy por hoy solamente son capaces de cambiar actitudes, pero, ninguno de ellos es capaz de cambiar corazones.

 

Los corazones de Noé y su familia están sobrecogidos de agradecimiento. El olor fragante no es el olor de los animales quemados en el altar acabado de construir, es el olor de las almas de las personas que gritan como sólo el silencio lo sabe hacer.

 

¿Has subido las montañas de Ararat?

 

Ararat es el primer monte y la primera área de la vida de un ser humano que debe estar completa y en equilibrio. Es la base fundamental para las otras seis áreas que nos constituyen como personas. Es, por así decirlo, la piedra angular; por lo tanto, no puedes ni siquiera intentar subir otras montañas cuando aún queda camino del Ararat por recorrer.

 

Asociemos ahora a Noé, al arca, al altar y al arcoíris con un personaje de la Biblia que, aunque separado por miles de años de distancia con el diluvio, tiene mucho que enseñarnos sobre las actitudes que asumimos cuando entendemos que es necesario estar sobre los montes de Ararat, pero, nos resistimos a dar el primer paso. Este personaje es el rey Herodes Agripa II.

 

El comentario a Hechos 25.13 de la Biblia de estudio Harper Caribe registra lo siguiente con relación a este personaje:

 

“Herodes Agripa II era el hijo de Herodes Agripa I y profesaba el judaísmo

 y era conocido como experto en asuntos judíos”

 

A este rey, el gobernador Festo presenta la causa del apóstol Pablo aprovechando que goza de su visita durante unos días, además de que el mismo Pablo como ciudadano romano ha apelado a su derecho de ser escuchado por el mismo emperador (Hechos 25.11-12).

 

Agripa y su hermana Berenice están sentados con toda su realeza humana y ante ellos, se presenta Pablo. El apóstol se declara fariseo de formación y buscador de la esperanza judía que él ha encontrado en el Cristo resucitado.

 

Pablo presenta ante Herodes Agripa II un argumento con una sencillez que solo es superada por su contundencia. Su argumento de defensa es una muestra maestra del uso de la lógica y la razón.

 

Si Cristo es Dios y para Dios no existe poder que le limite, y es capaz de provocar una resurrección, ¿por qué no puede ser posible creer que Cristo haya resucitado por el poder de Dios? Simple, ¿no es verdad? Todos acusaban a Pablo, pero nadie tenía el cuerpo de Jesús para dar peso a su acusación de que Cristo no había resucitado porque ese cuerpo en estado de muerte nunca existió más de tres días.

 

Él está vivo

 

Pablo relata su conversión junto con el salvajismo del que hacía gala cuando era enemigo del cristianismo. Jesús a quien él perseguía se le apareció y así, en un instante, el injuriador cambió. ¿Ahora me creen cuando digo que una persona que con un corazón sincero se acerca a Dios y le encuentra, no puede seguir siendo igual?

 

Pablo en consecuencia, obedece a la voz de Dios que le envía a abrir los ojos de la gente para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y para que en lugar del poder que Satanás tiene sobre ellos, disfruten de una relación con Dios que pueda liberarles de cualquier yugo espiritual, y eso es lo que Pablo hace precisamente saber a Agripa.

 

Las profecías y la ley que el mismo Agripa conocía eran únicamente pequeñas miradas hacia lo que se revelaría en Cristo, eso dice Pablo a Agripa y este, sabe muy bien que eso es cierto.

 

Por la mente de este Herodes seguramente se suceden uno a uno los pasajes de la ley que anunciaban la llegada y la vida del Mesías. Como piezas de rompecabezas, estos pasajes van encajando a la perfección; cada manifestación profética de la antigüedad se acomoda para que Agripa vea a Dios anunciándose desde la eternidad y llegando al mundo en la persona de su Hijo.

 

Nacería en Belén, hijo de una virgen, manso y humilde, traería la justicia perdurable que no se limitaría a su tiempo. Miqueas, Isaías, Zacarías, los Salmos.

 

La evidencia es irrefutable y ahora muy clara en la mente del rey, por eso Pablo concluye:

 

Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien hablo con toda confianza.

Porque no pienso que ignora nada de esto,

pues no se ha hecho en ningún rincón

Hechos 25.26

 

Pablo lanza la pregunta de las edades al rey:

 

¿Crees ¡oh rey Agripa! a los profetas? Yo sé qué crees

 

La inferencia era obvia.

 

Si Herodes Agripa creía a los profetas debía creer a su mensaje. Si creía al mensaje de los profetas debía creer en el contenido de su mensaje que anunciaba a Cristo, y si creía en Cristo, entonces debía ser cristiano. Pablo está invitando a Agripa a subir sobre los montes de Ararat, le invita a disfrutar de la salvación y levantar su propio altar para colocar no animales, sino su corazón y su vida para dejar a Dios hacer su parte.

 

La pregunta que define el destino eterno del alma debe ser contestada por Agripa quien no decidió nada y al hacer esto, acabó decidiendo:

 

“Por poco me persuades a ser cristiano”

Hechos 26.28

 

El incómodo reclamo de su propia conciencia obliga a Agripa a mantener cautivo a Pablo quien parte para sus últimos años de vida los cuales pasará preso, pero con gozo, preso pero confiado.

 

Por su parte Agripa también queda preso, preso de su propio corazón; preso e infeliz, preso y sin poder librarse de sus instintos de maldad. Preso para siempre por no haber reconocido que era su momento para subir sobre los montes de Ararat. Preso, por cerrar los labios cuando su corazón gritaba rogando por la misericordia de Dios.

 

¿Has subido las montañas de Ararat?

 

Sobre los montes

 

La salvación es el plan de las edades de Dios. Es la muestra más grande de su amor y de la realidad de su existencia. La salvación es el acto sobrenatural en el cual Dios acepta la fe de quien se acerca a Él, pero solo porque esta fe se deposita en su Hijo.

 

Cristo fue la ofrenda perfecta que satisfizo todas las demandas de justicia de parte de Dios.

 

Al aceptar esta ofrenda como propia, el creyente en Cristo es perdonado por Dios quedando derribada la pared intermedia que separaba al hombre de su Creador. Si miras con atención, verás que es como salir de tu arca personal, dándote cuenta de todas las cosas que Dios ha hecho para salvarte.

 

Es como estar sobre el monte Ararat preparando tu altar para ofrecer algo agradable a Dios y descubrir que un sacrificio ya se está quemando, el sacrificio que se quema antes del tuyo es el sacrificio de la vida del hijo de Dios.

 

A partir de este momento, del momento de la salvación, las cuentas quedan saldadas y el creyente ya tiene la posición de ser hijo de Dios. O sea, es visto por Dios como su hijo, con todos los derechos y bendiciones que tal condición le confieren, y estar en el cielo de una manera literal para él, para el creyente, es solo cuestión de tiempo. El Espíritu Santo viene a morar en el cuerpo del creyente iniciando con ello un proceso de santificación separándolo del pecado. Este proceso de santidad progresiva solo podrá ser frenado, cuando el cristiano vuelve a la práctica del pecado.

 

 

La salvación es la seguridad de que el alma humana seguirá subsistiendo por siempre en compañía de su Salvador por toda la eternidad, libre ya, de las ataduras del pecado.

 

La salvación eterna es el existir habitando un cuerpo transformado, físico y eterno que le permitirá al hijo de Dios seguir cumpliendo con los propósitos para los cuales Dios lo haya destinado. Salvación es una relación personal con Dios, tan personal que se vuelve diaria y constante, necesaria, inevitable, urgente, hermosa y sublime.

 

Si no has subido sobre los montes de Ararat, si el boleto al cielo no está en tu bolsillo, entonces debes poner atención a lo siguiente para identificar las cosas que haya en tu vida y que deben ser tu referencia para saber cuánto necesitas desesperadamente la salvación de Dios.

 

 

Así son las personas que NO han subido sobre los montes de la salvación

 

      No manifiestan las cualidades del carácter cristiano que registra la Biblia: amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio. Algunas de estas cualidades ocasionalmente aparecen en su vida, pero porque son reflejo del accionar de sus emociones y no de la intervención de Dios.

      La práctica del pecado es una constante en su vida y en la mayoría de los casos, no son capaces siquiera de controlarlo. Es más, no desean controlarlo.

      Tratan de evitar a toda costa el pensar en que tienen una responsabilidad por sus actos ante su Creador y para rehuir esta responsabilidad se muestran cínicos sobre su conducta o, culpan a Dios por todo lo malo que en realidad es, consecuencia de su accionar.

      Al vivir una vida contraria al dominio de Dios manifiestan cualquiera de las acciones que la Biblia llama “obras de la carne” por ejemplo: ira, hechicerías, divisiones, sensualidad, pleitos, enemistades y cosas semejantes a estas.

      Sienten un temor grande hacia la muerte. Al no tener desarrollada fe alguna, el dejar de existir, la inseguridad de saber qué hay “más allá” les causa miedo y tratan de evitar cualquier cosa que los enfrente con la realidad de que solo están de tránsito en esta vida.

 

¿Eres este tipo de persona?

 

 

Así son los creyentes que han subido el monte de la salvación, pero NO lo disfrutan

 

Antes de pasar a la lista es importante hacer una aclaración.

 

La evidencia bíblica apunta a la inmutabilidad de la salvación, o sea, la salvación no se pierde.

 

La lógica refuerza este punto. No puede un Dios perfecto hacer cosas imperfectas o que necesiten ajustes. Es por ello por lo que la Biblia no nos habla de fortalecer la convicción en nuestra salvación, pero si nos invita a cuidar la salvación que tenemos asegurada.

 

Veamos tres pasajes bíblicos al respecto.

 

Por tanto, amados míos como siempre habéis obedecido…

ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor
Filipenses 2.12

Hagan efectiva su propia salvación con profunda reverencia
Filipenses 2.12 Biblia Dios habla hoy

 


¿Cómo escaparemos si descuidamos una salvación tan grande?
La cual habiendo sido anunciada primeramente por el Señor nos fue confirmada
por los que oyeron
Hebreos 2.3 (énfasis del autor)

 

Los pasajes jamás sugieren la idea de una salvación que se pierde, pero si de una salvación que debe hacerse efectiva y que puede ser confirmada y esto, el hecho de tener que demostrar lo que hay en nuestro corazón, nos lleva al “incómodo” campo de las cosas que se ven.

 

La salvación debe ir acompañada de hechos que la demuestren y la confirmen.

 

Es lo que Santiago llama mostrar la fe a través de las obras (Santiago 2.18).

 

He aquí la lista con las características de las personas que, a pesar de tener el concepto de Dios claro en su mente, de haber tenido ya un encuentro personal con Cristo, no han llevado esa relación al plano de lo que se ve todos los días. Dios para ellos, es un entretenimiento de fin de semana, es una religión, no una relación.

 

    No reflejan el carácter transformado del verdadero creyente. Usando un ejemplo sencillo diríamos que, si los ponemos en medio de un grupo de personas que no son creyentes, pasan completamente desapercibidos.


       La Biblia dice que, el Espíritu Santo mora en el corazón del creyente y, en el caso de estos creyentes sin lugar a duda está, pero, no lo dejan actuar.


  Son arrogantes en cuanto a su persona. No toleran instrucciones, consejos o exhortaciones de nadie. Una de las cosas que más les desagradan es que alguien de la iglesia se acerque a ellos para darles alguna sugerencia. 


   Siempre tienen impedimentos para poder desarrollar un ministerio para Dios y también para congregarse con regularidad. Muchos de sus pretextos son reales, pero en realidad, solo los usan para evadir cualquier responsabilidad.


   Cuando llegan a tener problemas, nunca los dan a conocer y los tratan de resolver solos y lo suelen hacer de mala manera y cuando esto pasa, nunca reconocen que tomaron una mala decisión.

 

 

Consecuencias para las personas que NO quieren estar sobre el monte de la salvación

 

Si habiendo escuchado la oferta de salvación que Dios en Cristo te ofrece y voluntariamente la rechazas, pues simple y sencillamente, rechazarás a Dios en persona, lo que implica una serie de consecuencias que no puedes ni siquiera imaginar.

  

En primer lugar, el rechazo de la oferta de salvación precisamente te deja así, sin salvación. Tu futuro en la eternidad está decidido, seguirás existiendo, no lo dudes, pero en soledad eterna, alejado de Dios, sufriendo el tormento eterno del lago de fuego con el cual Dios justamente cerrará el capítulo del mal para siempre.

 

En segundo lugar, vivirás situaciones que serán producidas por la mano de Dios para hacerte saber que no se ha olvidado de ti y que por cualquier medio tratará de que aceptes su existencia. Tratará de llegar a ti por medio de mostrarte la maravilla de ver a tus hijos crecer, la pérdida de tu trabajo, el accidente que te puso en una cama, la muerte del ser amado, la resolución del problema legal que tenías tan complicado y, muchísimas cosas más, pero, lo verdaderamente lamentable es que a pesar incluso de cosas como estas, hay personas cuyo corazón se endurece tanto que, sin más no se dan cuenta de los milagros de Dios en sus vidas. ¡Que no pase eso contigo!

 

En tercer lugar, si no abres tu corazón a Dios, no podrás tener en tu vida todo lo que Dios representa: equilibrio, paz interior, salud emocional, capacidad de sobreponerse a todo, certeza de perfeccionamiento constante, capacidad de decidir adecuadamente y muchas bendiciones más. Al rechazar a Cristo, rechazas una condición de vida.

 

 

Consecuencias para los creyentes que NO quieren disfrutar el monte de la salvación

 

Si dejas de subir el monte de la salvación o bajas de su cima, tendrás como consecuencia la presencia del pecado en tu vida y en la vida de tus seres más cercanos; lo comenzarás a practicar, generando con ello, relaciones rotas con Dios. Estas relaciones desechas con tu Creador te llevarán a que tus hábitos pecaminosos sean degradativos, esto es, cada vez cometerás fallas más fuertes, más grandes, más difíciles de controlar.

 

Ser creyente, y no subir el monte de la salvación es perder la gratitud por la gracia inmerecida de ser salvo, lo que provoca soberbia espiritual. Esta soberbia traerá como consecuencia para ti, amado hermano en Cristo, la actitud de dejar de buscar a Dios ante los problemas. Seguramente dejarás de servir y comenzarás a practicar lo bueno como malo y lo malo como bueno.

 

¡Ten cuidado! Tu vida puede terminar en laberintos morales y emocionales que harán infructífera tu vida espiritual y cuando Dios te llame a su presencia, sufrirás la vergüenza de no haber hecho lo que Dios merecía que hicieras por Él.

 

Vuela sobre el monte de la salvación y libérate del control de Satanás y, sobre todo, del control de tu propia carnalidad que hasta este momento ha impedido que seas realmente feliz. El mundo está en medio de una guerra espiritual donde el control de tu alma se pelea hasta en el más pequeño de tus pensamientos.

 

Reconoce tu necesidad de Dios y sube los montes de Ararat. Haz esa oración y disfruta la sensación de tener la presencia de Dios en ti. Goza ese escalofrío en los brazos y ese cosquilleo en el corazón. Siente como el pecho es insuficiente para poder acumular todo el aire que quieres expulsar en un suspiro. Llora al saber que nunca te aparatarás de Dios y nunca, nunca desciendas del monte de la salvación por ningún motivo o quedarás a merced de tus emociones y alejado de Él.

 

 


 

 


Capítulo 2.

Moriah

El monte de la Entrega

 

… Toma ahora tu hijo… Isaac a quién amas y vete a tierra de Moriah,

y ofrécelo ahí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré

 Génesis 22.2

 

 

 

La salvación es la primera área de la vida de una persona que debe estar completa. En este punto es recomendable que no sigas adelante hasta tener la total certeza de que Jesucristo es tu Salvador y que estás dispuesto a obedecer su voluntad como tu Señor.

 

Para iniciar el tema del presente capítulo, me gustaría empezar definiendo una palabra que se encuentra en el versículo indicado anteriormente. Es una palabra que habla de dar, pero dar de una manera sin medida. ¿No puedes adivinar cuál es? 

Holocausto

El Diccionario Ilustrado de la Biblia de Editorial Caribe define esta palabra así: “enteramente quemada. El sacrificio más antiguo de  la Biblia (Gn. 4; 8.20; 22.2; Ex. 10.25) y uno de los más importantes de la religión israelita (1 R. 3.3-4; Esd. 3.2-4).

 

De acuerdo con las instrucciones de Levítico 1, el holocausto era la ofrenda total de la víctima sobre el altar. Después de degollar al animal, se rociaba su sangre sobre el altar. Antes de prender el fuego, se lavaban los intestinos de la víctima y se acomodaban las partes sobre el altar. En el caso de las aves, se les quitaban las plumas y el buche y ambas partes se desechaban, pero lo demás, se quemaba por entero”.

 

No continúes leyendo hasta que te quede completamente claro el concepto de lo que era un holocausto.

 

¿Listo?

Entonces podemos continuar

 

Luego de que Abram derrota a los reyes de la llanura en Génesis 14 y es bendecido por el misterioso sacerdote llamado Melquisedec, rey de Salem, recibe una promesa desde el cielo.

 

No temas Abram, yo soy tu escudo y tu galardón será sobremanera grande. Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿Qué me darás siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es este damasceno Eliezer? Dijo también Abram: Mira que no me has dado prole y he aquí que será mi heredero un esclavo nacido en mi casa. Luego vino a él palabra de Jehová, diciendo: No te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará. Y lo llevo fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia. Y creyó a Jehová y le fue contado por justicia
Génesis 15.1-6

 

Una espera de 25 años, ¿quién la soportaría?

 

Abram es rico, riquísimo. Puede comprar lo que quiera. Tiene todo al alcance de la mano, pero, solo le falta un hijo; sinónimo de fuerza y trascendencia. Solo le falta un hijo para tener la seguridad de que su propósito aquí en la Tierra se ha cumplido, pero, ya han pasado 25 años.

 

Un año atrás, cuando Dios iba a destruir a Sodoma y Gomorra, le ratificó la promesa de que él tendría un hijo, pero han pasado 25 años desde la primera vez que se hizo esta promesa. Su esposa ha perdido sus periodos de fecundidad, sus senos ya no producirán más leche materna; el vigor se ha terminado y, solo un esclavo parece el posible heredero. Todo está en su contra. La promesa esta vez no se cumplirá.

 

Dios está demasiado ocupado para atender la preocupación de Abram.

 

Todo está mal, menos la fe de Abram. El creyó, él supo, él no dudaba; esperaba.

 

Aunque su esposa se hubiera reído miles de veces, Abram seguiría esperando la promesa y le fue contado por justicia. Esto es, él fue considerado justo por parte de Dios ya que la soberanía de Dios gobernaba sobre sus emociones y sus propios anhelos. Abram creía que Jehová era su único Dios, y así se comportaba.

 

Y el tiempo llegó, y nació Isaac.

 

La partera golpea el pequeño glúteo de su heredero y hasta el exterior de la tienda se escucha un llanto que humedece los ojos del anciano hombre de cien años. Abraham, el padre de multitudes eleva su mirada al cielo, susurra un: “gracias”. 25 años de espera han terminado.

 

Unamos esta historia con la introducción de este capítulo

 

A este hijo prometido, a este hijo anhelado, a esta consumación de sueños, le ordena Dios a Abraham que lo sacrifique en holocausto, pero, entiéndelo bien.

 

Dios le dijo a Abraham para probarlo, no lo olvides, que tomara a su hijo amado y lo degollara, que lo viera ahogarse con su propia sangre. Dios le dijo que lo viera escupir saliva, aire y vida, que contemplara durante más de un eterno minuto su agonía, que viera sus ojos perdiéndose en lo alto de sus órbitas y que viera como lentamente la palidez se adueñara de su cara.

 

Dios le dijo que una vez muerto Isaac lo partiera en dos con un cuchillo, que con fuerza despedazara sus costillas y que al amado cuerpo partido en dos, le arrancara los intestinos después de rociar la sangre alrededor de las piedras del altar donde lo ofrecería.

 

Abraham tenía que mutilar los brazos y las piernas del muchacho y acomodar las partes sobre el altar cuidadosamente. No debía importar el sentimiento de ser un asesino o de haber acabado con la vida. Abraham debía hacerlo. Si él creía que Dios es bueno, es ahora cuando debía demostrarlo.

 

 Una vez acomodado el cuerpo, debía quemarlo y esperar mientras el olor de la carne quemada de la piel del hijo de la promesa inundara sus sentidos, y esto, sin esperar que Dios después le diera algo. 25 años de espera han terminado en muerte. ¿Pensó Abraham que Dios era injusto, sádico o inhumano? No lo sabemos. Abraham simplemente obedeció.

 

Si hubiéramos estado ahí, seguramente todos le hubiéramos gritado a Abraham: 

 

¡No seas fanático!

¡¿Cómo puede estar seguro de que es la voz de Dios?!

¡No necesitas hacerlo Abraham, reacciona!

 

Abraham está a punto de subir el monte Moriah y miles de preguntas se agolpan en su mente:

 

¿Por qué Dios me llevó afuera de mi tienda hace 25 años para decirme que me daría un hijo?

¿Para esto?

¿Qué le diré a su madre cuando vuelva?

Seguramente destruiré su fe y nunca deseará volver a elevar oraciones al cielo.

 

¿Qué está pasando?

 

Isaac sospecha. Algo falta, algo no está bien, algo se necesita. “Dios proveerá” contesta Abraham. La orden es clara y procede de Dios y Abraham debe obedecer. La obediencia a Dios no permite argumento en contra.

 

Jhon Huston en su película: la Biblia, refleja este momento con un Isaac atado y con un Abraham levantando un cuchillo con ojos llenos de lágrimas y en ese instante donde se decide la entrega, Isaac le pregunta a su padre: “¿No hay nada que le negarías?”. Abraham responde: “Nada”.

 

Yo sé, es un guion de cine, pero es lo mismo que nos dice la Biblia. Abraham nunca duda, solo hace y, entonces, Dios detiene el sacrificio.

 

“Abraham, detente”. No lastimes al muchacho, no le hagas daño, yo sé que me temes. No asesines. ¿Para qué quiero a Isaac como muestra de tu amor si tu corazón ya me pertenece? Alto, tú no sabes rehusarme nada.

 

Abraham, yo también te amo.

 

A las espalda de ese cuadro de un “casi sacrificio” se escuchan sonidos y, al voltear Abraham, aparece un carnero trabado en un zarzal que se convierte en ofrenda. Hermosa lección de amor para Isaac que le enseñó lo que era amar a Dios ¿Supo Isaac lo que significaba dar? Yo, tengo la misma respuesta que tú: Sí.

 

Años más tarde los pequeños hijos de Isaac: Jacob y Esaú le preguntarían si era necesario darle algo a Dios. Seguramente Isaac sonreiría y recordaría cuando él y su padre estuvieron sobre el monte Moriah.

 

Sobre los montes

 

Abraham está sobre el monte Moriah, dispuesto a perderlo todo y regresó con lo que pensaba que iba a perder y con el corazón lleno para siempre.

 

No fue así de dramático.

No fue tan demandante.

Pero ellos también tenían que estar sobre los montes.

 

En Hechos 5 se relata como el evangelio estaba transformando al mundo. Una oleada de amor invadía al cercano Oriente y Europa. Una oleada que empezó sobre un monte, el monte Calvario. Esta oleada de amor venía acompañada de una fe que enseñaba a perdonar y a dar, lo que empezó a transformar a la gente haciendo que el imperio más poderoso del planeta en aquel tiempo temblara.

 

Los creyentes se buscaban para vivir en comunidades y compartir su fe. ¿Morir? Eso es algo que no les causa temor. Es parte del contrato que firmaron y que Dios firmó con la sangre de su hijo.

 

Si Cristo era su Señor en la vida, ¿no podría serlo también en su muerte? Los cristianos del primer siglo comienzan a practicar una forma de administración tan innovadora que puede parecernos ilógica. La gente vendía todo lo que tenía. Leíste bien, vendían todo lo que tenían y lo traían a los pies de los apóstoles y no lo hacían para comprar indulgencias o para levantar templos enormes o para que los apóstoles tuvieran la ropa de moda traída de Oriente. Lo traían para que incluso, entre ellos mismos se repartiera, y así, todos tuvieran lo mismo. Finalmente, esto es un reflejo del cielo, donde nadie tendrá más que nadie.

 

De todo su corazón todos lo están haciendo.

 

Ananías y Safira no quieren quedarse atrás, no desean ser señalados como poco caritativos, pero tampoco quieren perder. Estar sobre los montes de la entrega los espanta. ¿Qué pueden hacer para lograr ambas cosas? ¿Qué podrían hacer? ¿Tú qué harías? Tú, ¿Qué haces?

 

Los dos esposos finalmente llegaron a un acuerdo. Vendieron la propiedad “y sustrajo del precio sabiéndolo también su mujer, y trayendo solo una parte, la puso a los pies de los apóstoles.” Hechos 5.2.

 

Ellos querían dar, pero a su manera. Estaban sinceramente dispuestos a recibir, pero no tanto a dar.  A final de cuentas lo que querían solamente era tener un poco más que los demás. Vender no era el problema, ¿dar?, lo soportarían, pero que ellos fueran igual que los demás no lo aceptaban. Pero no se querían quedar atrás, ¿Cómo llamaríamos a eso? ¿Pelear con los demás? ¿Ser contradictorio? ¿Tú cómo le dirías? Yo sé. Llamémosle contender.

 

En toda esta historia, hubo un gran problema y esto fue que, el robo que perpetraron no solo lo sabían ellos, también lo sabía Dios. Ananías presenta el dinero y Pedro el apóstol lo acusa de mentirle a él y lo que es peor, de mentirle al mismo Dios. Muere Ananías y posteriormente su mujer. El pecado de uno es el pecado de los dos, suele ser así en el matrimonio.

Sobre el monte de la entrega

Entregar es mucho más que dar, es darse a sí mismo. Si soy creyente y he reconocido en Dios a mi Señor y a Cristo como mi Salvador, si trato de andar como Él anduvo, si me esfuerzo por presentar a otros esta salvación. Si agradecido a Dios le busco y lo consulto ante cualquier situación, entonces, según la Biblia, te mereces un: “bien hecho”, una área de tu vida ya está en equilibrio, pero recuerda que la madurez y la plenitud espiritual se logran cuando mantienes las siete áreas de tu vida en completo equilibrio, no solo una. Si ya estás sobre el monte de la salvación, ahora sube el monte de la entrega.

 

Tienes que dar, es imperativo

 

Si amas, debes dar. El amor es la única cosa de nuestro interior que necesita ser demostrado por naturaleza. Date cuenta de que todas las demás cosas de tu interior puedes controlarlas y no manifestarlas, pero, con el amor, esto no se puede. Si el amor gobernara al mundo, veríamos a nuestras sociedades en equilibrio, pero, si la ira está gobernando, debemos ver a las sociedades perdiendo cada vez más sensibilidad. Observa unos minutos un resumen de noticias. ¿Tú que crees que es lo que esté pasando?

 

Así son las personas que NO han subido el monte de la entrega

 

       Les cuesta trabajo dar. Especulan no solo con lo que tienen sino también con lo que son. Los esposos no dan tiempo, los padres no dan comprensión, las esposas no dan respeto, los hijos no dan reconocimiento, los amigos no dan respaldo y así, la lista puede seguir; las condiciones pueden variar, pero al final, nunca dan.


       Si llegan a dar algo, suelen reprocharlo constantemente.


      Suelen ser generosos con las personas que nunca les mostrarán agradecimiento, pero, no son capaces de hacer algo por quienes realmente los aman.


       Suelen estarse quejando constantemente de que nunca reciben nada, pero, esto es una especie de estrategia para distraer la atención de su interior y que así no podamos ver el egoísmo que reina en ellos.


       Regularmente han sufrido mucho en las etapas tempranas de su vida. Cuando han dado, han sido muy lastimados por lo que ya no quieren sufrir más o, quieren hacer a otras personas lo que ellos mismos padecieron. En consecuencia, sufren mucho, porque en el fondo quieren amar y ser amados, pero no pueden.

 

¿Eres esta clase de persona?

 

 

Así son los creyentes que NO han subido el monte de la entrega

 

       No llevan a cabo ningún ministerio de ningún tipo en la iglesia. Sé que es posible que no lo hagan porque no tienen tiempo, pero, entonces, ¿por qué ni siquiera les hablan a otros de Cristo en su trabajo? 


      Nunca reconocen un buen ejercicio de don o fruto espiritual en ninguna persona. Si alguien es buen administrador, “es que seguramente está tomando lo que no debe”. Si alguien predica constantemente no importa si el Espíritu lo usa, “es que es el preferido del pastor”. Piensan que no deben felicitar a nadie para “no incitar su vanidad” y si alguien está transformando su vida “algo quiere, no puede ser sincero”.


       Si se necesita su auto para algún ministerio: “esta en el taller”. Si se necesita su casa para una actividad cristiana: “es que no vamos a estar todo el día”. Si se requiere su dinero para que un trabajo en la iglesia se desarrolle: “perdón, pero es que apenas si me alcanza para mis necesidades”, pero, obviamente, en el banco la cuenta que tiene sigue aumentando.


   Si tienen un hábito favorito, dejarán a Dios por ese hábito sin dudarlo. Si es el deporte, que no le toque a su equipo jugar en domingo, o que la selección nacional de su país no dispute un encuentro en día de culto porque no los veremos asistir ese día.


       Los jóvenes cristianos que no han subido sobre el monte Moriah y ya son productivos económicamente, trabajan, pero no aportan nada a su casa y se molestan si sus padres les piden algo de “su dinero”. Durante más de 20 años han sido mantenidos y ahora, no tienen para las necesarias medicinas de mamá, pero claro, el dinero si alcanza para el aparato de última tecnología que se acaban de comprar.

 

¿Eres esta clase de creyente? 

Sobre los montes 

Subir a Moriah y dar algo de valor, algo que cueste trabajo

 

 

Consecuencias para las personas que NO quieren estar sobre el monte de la entrega

 

Las personas que no dan, las personas que reprimen la generosidad, aquellos que no muestran ni lo que son ni lo que tienen, siempre son rechazados por los demás. En consecuencia, son personas que lentamente se van quedando completamente solas, y, los pocos que se acercan a ellos será porque no los conocen o, porque esperan obtener algo; nunca lo harán por lo que son, sino por el provecho que les representan.

 

 

Siendo egoístas, terminarán sin nadie que les dé y, en las últimas etapas de su vida suelen ser los ancianos que van perdiendo sus últimas fuerzas en camas de hospitales o asilos en donde esperan ansiosamente la visita de las personas a las que durante tantos años no les dieron nada las cuales difícilmente volverán a ellos. Expresarán su dolor y su tristeza, pero lo cierto es que nunca nos dirán que ellos son los responsables por su condición.

 

Esta soledad, termina carcomiendo su corazón y despierta en ellos un rechazo total hacia cualquier persona. Los vemos, pues, convertidos en hombres y mujeres tan insoportables que cualquier detalle trivial es para ellos motivo para sacar a flote su dolor por medio de la ira. Se vuelven necios insufribles que siempre quieren tener la razón y nadie quiere ni siquiera estar cerca de donde están. Así pueden terminar las cosas para ellos, y así es precisamente como Dios no quiere que terminen las cosas para ti.

 

 

Consecuencias para los creyentes que NO quieren estar sobre el monte de la entrega

 

Los cristianos gobernados por el egoísmo jamás darán algo que les cueste. Dan lo que no les cuesta y son expertos en dar lo de otros, pero lo suyo, jamás. Prefieren ser amados que amar.

 

Los creyentes que no suben el monte de la entrega nunca recibirán nada de parte de Dios y además, se quedarán sin nada de lo que tanto estiman o aprecian. Sin dinero, sin automóvil, sin prestigio, sin testimonio, sin hijos, sin reputación, sin ministerio. Como su pérdida es un proceso largo, ellos piensan que no lo padecerán, pero, el tiempo es una de las cosas que no suelen afectar los planes de un Dios que es eterno.

 

Si Abraham hubiese subido a Moriah con un corazón egoísta, seguramente su regreso lo hubiera hecho acompañado del cadáver de su hijo y, el carnero trabado en el zarzal nunca hubiera aparecido lo que significaría que Abraham hubiera perdido su beneficio presente y su beneficio futuro. Las bendiciones se hubieran disipado y la soledad hubiese sido eterna.

 

Lo anterior implica que, un cristiano que no entiende que debe volar sobre el monte de la entrega no solo perderá lo que tanto le gusta o atrae, sino que además terminará perdiendo bendiciones inmensas de parte de Dios. Es curioso cómo, dentro de las pocas palabras registradas de Jesús fuera de los evangelios estén estas:

 

En todo esto os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados

y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo:

Más bienaventurado es dar que recibir

Hechos 20.35 (énfasis del autor)

 

Vuela sobre los montes de la entrega. Obtén el equilibrio en la segunda área de tu vida.

 

Reconoce que tal vez fuiste criado con tanta tolerancia que ahora piensas que todos tenemos la obligación de hacerte reverencias o soportar tus absurdos. Dios nunca va a rogarte, entiéndelo bien. Pide perdón por esas actitudes y acepta que tratas a todos - lo que incluye a tu familia espiritual - con un orgullo que no es normal entre cristianos.

 

 

Recuerda que el egoísmo y la soberbia hicieron pecar a un ángel que se convirtió en Satanás. Su mente, creada perfecta abrió la puerta al egoísmo y terminó condenado. ¿Así quieres terminar tú?  

 

Practica el dar, y no te molestes cuando alguna persona entre a tu casa y use aquellos muebles por los cuales pagaste tanto. Sirve en algún ministerio y sé una parte viva y funcional dentro de tu congregación cristiana. Si Dios te permitió alcanzar un grado académico, sírvele con tu mayor conocimiento y recuerda, no te avergüences del nivel escolar que tus padres no alcanzaron porque no lo pudieron hacer para que tu si los alcanzaras.

 

Las más grandes bendiciones de Dios te esperan, pero sólo con una condición: que le des a Dios primero. Lo que le entregues al Señor te será devuelto.

 

Lee Mateo 19.29 y recuerda que puede suceder que pienses que lo que debes entregar es demasiado o, que será difícil porque nunca has tenido una entrega de ese tamaño, pero, Dios en el fondo solo te está probando. Él desea medir la dimensión de tu amor hacia él.

 

¡No lo defraudes!

 

            

 

Capítulo 3.

Horeb

El monte de la Moral


… se internaron en el desierto de Sinaí, y allí en el desierto acamparon frente al monte al cual subió Moisés para encontrarse con Dios y desde ahí lo llamó el Señor y le dijo:
Éxodo 19.2-3 NVI

Los rumores aún no han desaparecido.

 

Los israelitas siguen comentando lo impresionante que fue ver como de la nada empezara a soplar un viento como jamás habían visto que soplara en Egipto. Todos estaban mirando las espaldas de Moisés. Debe de reconocerse que era impresionante ver la silueta del líder dibujada contra el horizonte crepuscular de la noche que ya estaba cayendo.

 

Muchos se consideraban muertos ya.

 

A sus espaldas, el ejército egipcio arremetía con la fuerza de la mejor armada del mundo de su tiempo. Ellos, los hebreos, su mano de obra casi gratuita por más de 400 años están dejando el país precedidos de milagros que nunca se habían visto cada uno de los cuales, golpeó la figura de los principales dioses egipcios.

 

Las manos de Moisés comenzaron a elevarse y entonces, el viento sopló y así, de improvisto, las aguas del Mar Rojo comenzaron a juntarse hasta levantar unas impresionantes murallas de agua que dejaron al descubierto un fondo cenagoso, mostrando el camino a la libertad. Sin que nadie lo esperara, la columna de nube que daba sombra y resguardo a los hebreos y que tenía una altura gigantesca, es lanzada a la parte trasera del campamento israelita.

 

Los soldados egipcios contemplan un milagro y parece que no lo notan. Ni ellos ni los hebreos lo saben, pero esa noche, no solo la nube causó separación. Ahí estaba el ángel de Jehová, el mismo que salvó a Isaac interviniendo en Moriah.

 

Debe quedar claro. Hay ayudas que no podemos ver pero que siempre estarán ahí.

 

Los egipcios tienen ya los ojos adoloridos de tanto enfocar la visión para tratar de ver a través de unas tinieblas que lo cubren todo y que surgen de una nube que los envuelve.

 

Solo al sentir la humedad de la tierra del fondo del mar Rojo es como logran darse cuenta de que están entrando a terrenos de Dios. De pronto, al mirar a su alrededor se dan cuenta que, a ambos lados del improvisado camino por el que siguen, hay murallas de agua que están desafiando la gravedad y entonces, el miedo llega. 

 

Muchos tiran sus armas y huyen ante la presencia del Dios que les ha hecho sentir que, están combatiendo contra algo más que una fuerza humana. Estos soldados acostumbrados a mutilar sin piedad a sus enemigos se saben ahora contrarios del Creador del Universo y saber eso, simplemente nadie puede soportarlo.

 

Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas
Éxodo 14.21

 

Los rumores no se han acallado.

 

Los hebreos están acampando al pie del Sinaí. Han escuchado que es el monte de Dios por lo que de vez en cuando, voltean a ver la cumbre del monte esperando ver algo anormal, pero no sucede nada. 

 

Empieza a amanecer.

 

Los egipcios han logrado llegar ya hasta la mitad del terreno que unas horas antes ocupaba el mar Rojo. Su impulso lo obtienen del odio y del desprecio.

 

Y entonces, sucede. Dios mira el campamento egipcio. Solo lo mira y esto basta para que todo se trastorne. La sensación de que una fuerza más allá de su comprensión está presente les hace enloquecer de miedo, pero ya es demasiado tarde. Los corazones endurecidos siempre tienen un tiempo, un espacio para que reflexionen, para arrepentirse luego del cual, ya no hay salvación para lo que se debe enfrentar.

 

Los hebreos han cruzado ya el mar. Nuevamente la figura del líder Moisés, se dibuja contra la luminosidad de la alborada y sus brazos, nuevamente vuelven a  levantarse en dirección al cielo y entonces, las murallas de agua comienzan a ceder. Toneladas de peso líquido aplastan al instante los cuerpos de los egipcios. La aparente amenaza egipcia termina en un instante. De hecho, nunca siquiera hubo posibilidades de triunfo para el faraón y sus hombres.

 

Y ahora, el pueblo de Dios está ahí, en Sinaí.

 

Están al pie del monte y muchos aún no se ponen de acuerdo si en la noche en que murieron los primogénitos se escuchó un ruido acompañando a la presencia del ángel de Jehová que ejecutó el juicio de Dios. Algunos dicen que vieron luces, otros dicen no haber escuchado nada. Dios es aún desconcertante para muchos de ellos y, sobre todo, para los egipcios que quisieron marchar con los hebreos al ver las manifestaciones del poder de Dios.

 

Los rumores aún no han desaparecido.

  

De pronto, un nuevo sobresalto en el corazón. Dios quiere hablar con ellos. Les pide tres días para prepararse, para que mediten a quien verán, a quien van a escuchar. Tres días para que imaginen la presencia de un Ser que, si ha sido imponente mostrándoles su poder en Egipto, seguramente será majestuoso mostrándoles su presencia. El temor de Dios está sobre Israel, ellos creen (Éxodo 14.31) lo que los lleva a aceptar todo lo que Dios les quiera decir u ordenar.

 

Y todo el pueblo respondió a una y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos…
Éxodo 15.18


Moisés sube al monte.

 

Ya pasaron tres días. Truenos, relámpagos y una nube que cubre decenas de kilómetros de superficie anuncian que Él, ha llegado. La tierra tiembla, todo se estremece. Es momento de escuchar lo que Dios tiene que decir. Moisés está sobre el monte Sinaí y escucha la voz de Dios que hace saber las ordenanzas que desea que su pueblo cumpla. Son órdenes, no opciones, y su calidad de ordenanzas se las da la Persona de quien proceden.

 

Si Dios es perfecto, sus mandamientos son perfectos. Su ley todo lo cubre, todo lo dice; no requiere enmiendas o correcciones y es exactamente lo que el hombre necesita para su felicidad, pero seguramente, no es lo que el hombre cree necesitar.

 

Las órdenes de Dios son claras:

 

No tendrás otros dioses además de mí.

 

No te hagas ningún ídolo, no me compares con nada que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra ni con nada que haya en las aguas debajo de la tierra.

 

No pronuncies el nombre de Dios a la ligera. Acuérdate del sábado y dedícaselo al Señor. 

 

Da honor a tu padre y a tu madre. No mates. No cometas adulterio. 

 

No robes. No hables falso testimonio. No codicies las cosas de tu prójimo.

 

Moisés está sobre los montes y ahí, recibe la moral de Dios

 

La moral de Dios. Leyes perfectas para poder lograr un comportamiento perfecto y en consecuencia, desarrollar hábitos perfectos para que todo esto en su conjunto, haga que los creyentes puedan demostrarle a Dios y demostrarse a sí mismos que sus mandamientos están por encima de todo. Leyes perfectas que previenen consecuencias que, en su momento, podrían haber destruido a la naciente nación hebrea.

 

No tener otros dioses para evitar tener dos morales que provoquen una confusión al tratar de entender que es lo mejor y que es lo peor. No hacer ninguna imagen para evitar que el hombre acabe confiando en sus recursos finitos para solucionar sus problemas.

 

No pronunciar el nombre de Dios en vano para desarrollar una gran responsabilidad propia y un buen testimonio. Acordarse del día de reposo para no olvidar que la comunión con Dios es un ejercicio que debe practicarse. Honrar a los padres para poder aprender humildad y sujeción. Si obedezco a mis padres, será fácil obedecer a Dios.

 

No matar, para entender que hay cosas que solo pertenecen al dominio de Dios. No cometer adulterio para mantener pureza moral y tener hogares unidos y felices. No robar para evitar las envidias y el egoísmo. No dar falso testimonio para entender que el prójimo es alguien a quien debo amar y evitar hacerle daño. No codiciar, para evitar que se deje de amar el propio esfuerzo y se propicie el querer tener sin merecer.

 

Analícese cada mandamiento y se descubrirá que todos ellos abarcan todas las áreas emocionales del hombre. No hay legislación tan perfecta que logre tanto en tan solo diez reglas. En solo diez apartados se condensa toda la moral para asegurar una mente estable, una persona saludable, familias honestas, países sanos, un mundo perfecto.

 

Sobre los montes

 

Subir al monte Sinaí y entender cuál es el comportamiento que debo seguir

¿Cuál es mi moral?

¿Por qué valores me rijo?

 

¿Qué personaje de la Biblia nos podrá hablar sobre los montes de la moral?

¿Cómo sería la moral de este personaje?

¿Por qué no estudiar la vida del hijo de un rey?

¿Qué valores habría en el corazón de Amnón?

 

La sociedad moderna se parece mucho a la mente de Amnón.

 

El humano parece no haber asimilado el poder, control y libertad que le hado la tecnología que ha desarrollado. Tener lo que nunca ha tenido, ha hecho que el hombre desprecie los valores morales e intelectuales y ya no alcanza a darse cuenta de que, sin éstos, no hay superación posible.

 

El hombre siente que no hay reglas que lo pueden limitar, y las rompe, sin tener ni siquiera el más mínimo interés para pensar en las consecuencias.

 

Amnón – cuya historia se relata en 2 Samuel 13.1-39 – al parecer no fue capaz de asimilar el poder, control y libertad que le daban ser hijo del rey David.

 

Todos le rendían pleitesía, todos inclinaban el rostro ante él y le recitaban palabras de respeto. Amnón no comprendió que debía subir al Sinaí. Despreció los valores morales nacionales sin darse cuenta de que la honra que recibía no era por ser quien era sino por ser el hijo de quien era. Esto hizo que Amnón no dejará a nadie ocupar el trono de su corazón. Él sería su propio Dios.

 

Sí, la sociedad moderna se parece mucho a Amnón. Nada la limita, ninguna regla es importante para él. Está por encima de todo y de todos.

 

En escena irrumpe la hermanastra de Amnón, Tamar. Amnón comienza a fijarse en su belleza. Se embelesa contemplando su manera de caminar y escuchando sus palabras, su forma de reír y el sonido de su voz. Usualmente, lo que se ve es lo que se comienza a desear y Amnón se descubre deseando a su hermanastra y trastornado emocional y físicamente por la atracción que siente y que ya lo tiene dominado.

  

Empieza una guerra moral en la mente de Amnón. Él sabe lo que debe hacer. Esto es, ha subido al Sinaí, pero sin entender por qué lo hace. Conoce los mandamientos de su ley religiosa moral porque los ha repetido desde niño, pero no los ha razonado. No hay entendimiento, solo religiosidad y todo lo religioso, usualmente se acaba despreciando.

 

La guerra moral en la mente de Amnón está en su punto máximo. Por un lado, piensa que está deseando a la hija de su padre y que haciéndole algo a ella, lo lastimaría a él. Por otro lado, medita en lo que pensarán las personas a su alrededor si le hace algo a Tamar. Se debate entre iniciar un acercamiento formal y el rechazo que pudiera recibir de su hermana. Desea estar con ella, pero teme que se descubra que no hay moral en él, que solo ha obedecido por la inercia de obedecer.

 

David, su padre, no ha tenido cuidado en fijarse si la persona de su hijo va de acuerdo con lo que se puede ver de él (frecuentemente este es un punto que los padres no cuidan lo suficiente) y, según parece, Amnón está a punto de darle al rey David una desagradable sorpresa.

 

Jonadab un amigo de Amnón, tan enfermo del alma como él, le recomienda fingir una enfermedad para atraer a su hermanastra y así, propiciar la oportunidad de violarla. Amnón lo hace jugando para ello con la preocupación de su padre. Llegado el momento, por medio de la violencia intenta tomar a Tamar quien le suplica cordura e incluso le sugiere que, haciendo las cosas moralmente bien se puede lograr que ella llegue a ser su esposa, pero:

 

… él no la quiso oír

2 Samuel 13.14.

 

La moral se ha destruido. Amnón la ha pisoteado.

 

Las consecuencias de la acción de Amnón se precipitan una detrás de la otra. El deseo que sentía, después de la violación se convierte en aborrecimiento. Amnón ahora, no solo es un violador; es además, un impúdico egoísta. Se gana la decepción de su padre y el odio del hermano carnal de Tamar, Absalón. El incesto de Amnón desencadena desgracias que culminan con su propia muerte a través de un complot orquestado desde las tinieblas y ejecutado por Absalón.

 

El corazón de David, el rey, sangra.

 

Destrucción. Cuando la moral se olvida solo puede haber destrucción.

 

 

Sobre los montes

 

 

Subir los montes de la moral

Obedecer los valores de Dios, es obedecerlo a Él

 

Tú, ¿a quién obedeces?

 

Si en este punto, puede parecerte que estamos hablando de un caso aislado, déjame desengañarte porque no es así. Revisa la siguiente lista:

 

       Sodoma y Gomorra

       Lot y sus hijas

       Abimelec y la mujer de Abraham

       Salomón y sus mujeres

       Los ángeles que no guardaron su dignidad

       El tiempo de Noé

 

Un aleccionador ejercicio es que ubiques en la Biblia los pasajes en donde se habla de los casos de la lista anterior y los leas. Trata de encontrar el punto en común de todos ellos y te darás cuenta de que tienen un factor común. Esfuérzate, sé que no es fácil, tómate tu tiempo. Medita y reflexiona. ¿Qué tienen en común?

 

¡Acertaste!

 

En todas las situaciones anteriores, se rompió la moral y el resultado siempre es el mismo: destrucción, erradicación de la faz de la Tierra, eliminación de la memoria de la humanidad. Ese es el destino de quien rompe la moral de Dios.

Sobre los montes

Subir los montes de la moral

Valores, ética, responsabilidad

 

Pero ¿Qué valores? ¿De quién?

 

Para disimular un poco sus ansias de maldad, el hombre se ha inventado un concepto filosófico que en el fondo es un arma de Satanás: el relativismo.

 

En el relativismo, todos tienen derecho a pensar y sentir lo que quieran. En esencia es pensar que, si algo para alguien es bueno, no tiene precisamente que serlo para los demás. Es parte de la libertad humana, ¿no es así?

 

Vamos a tratar de encontrar una respuesta. Si el relativismo es correcto, entonces no podemos juzgar a Hitler por haber participado en el genocidio de la Segunda Guerra Mundial donde murieron más de seis millones de judíos. Si el relativismo es correcto, entonces la segregación racial que se vivió en Sudáfrica y en Yugoslavia en su momento “no fue mala”; fue finalmente solo el punto de vista de una raza que, al tener más poder que otras las sometió al exterminio y, tales exterminios entonces son solo “circunstancias”. 

 

¿Es esto correcto? Por supuesto que no.

 

Piensa ahora que una persona llega a tu casa y asesina a quién más amas y te pide que lo perdones porque “un poder superior se lo ordenó” y que así es como él vive. ¿Te molestarías? Es relativismo. Es su derecho, déjalo creer lo que a él le parece mejor. No quería lastimarte, solo hacer lo que para él era lo correcto. ¿Así debe ser?

 

Reconozcamos que no es así. La sociedad siempre requiere límites morales a los que todos debemos ajustarnos independientemente de nuestras creencias, credos o normas sociales. De no hacerlo, pasará precisamente lo que está sucediendo: la sociedad se vuelve anárquica. Cada quién hará lo que crea que es mejor y todo terminará en destrucción.

 

Nuestra era se ha auto condenado a la destrucción.

 

Avanza la anarquía lentamente como un cáncer y nada parece que la detiene.

 

Las familias toman decisiones equivocadas y transmiten a sus hijos conductas que se van a lo más profundo de su ser y que salen a flote tarde o temprano para hacer fracasar a sus propias familias condenando a generaciones a la esclavitud de los mismos patrones destructivos de conducta.

 

La solución a tan diversos problemas es una sola: subir los montes de la moral.

 

Valores, ética, responsabilidad

 

Sí, el monte de la salvación es imprescindible. 

El monte donde nos entregamos a Dios es vital.

 

Pero, cuando limpiamos los cuartos sucios de nuestra mente para poner ahí una moral que nos transforme, entonces, todo cobrará sentido y subir los demás montes, será algo mucho más sencillo.

 

Así son las personas que NO están sobre los montes de la moral

 

     Cualquier referencia que se les haga sobre alguna normal moral que deben de seguir les resulta incómoda. La rechazan, la evaden, se burlan de ella. Esto realmente lo hacen con la única intención de no enfrentarse con la responsabilidad de responder por las consecuencias de sus decisiones.


  Para justificar lo que hacen, ponen en “evidencia” los excesos de movimientos “cristianos” con el único propósito de que no se les cuestione. No entienden que los movimientos sectarios que buscan controlar la identidad de una persona son repulsivos e impositivos, pero, la doctrina bíblica está basada en el ejercicio del amor y la libertad responsable.


       Defienden casi hasta la obsesión el relativismo, pero, cuando las consecuencias de este los alcanzan porque comienzan a destruir su entorno más cercano, entonces culpan a las circunstancias, a las personas o a Dios de lo que ellos mismos han provocado.


       Viven la doble moral. Ellos pueden hacer algo, pero nadie les puede hacer lo mismo. Pueden engañar, pero si alguien los engaña, pierden el control.


       Están dispuestos a hacer cualquier cosa para obtener un beneficio. Despreciarán sin dudar cualquier tipo de medida que nos les permita obtener lo que quieren por lo que, son la clase de persona que se permite cualquier tipo de acto corrupto para lograr lo que están buscando.

 

¿Eres esta clase de persona?

 

 

Así son los creyentes que NO están sobre los montes de la moral

 

    Se consideran cristianos e incluso, se congregan en algún lugar donde se hable de Dios, pero, al mismo tiempo, hacen todo lo que un impío hace.


   Nunca manifestarán ningún tipo de preocupación por las cosas que ellos hacen y, siempre se justifican apuntando a las acciones malas de otros cristianos, pero esto, en realidad, es un argumento para justificarse a sí mismos.


     No muestran respeto por la persona de Dios. No respetan a ninguna persona que les hable de Dios, no respetan los lugares donde se habla de Dios. Abiertamente se burlan de las actividades cristianas. 


    Si en su entorno cristiano reciben un llamado de atención o son evidenciados en su forma de conducta llegan incluso a reconocer que han cometido una falta, pero, de inmediato desean que se les perdone y que se les siga tratando igual. Si alguien sugiere que requieren de un tiempo para demostrar sus intenciones de inmediato reaccionan a la defensiva y acusan a todos de “falta de amor”.


  Siempre buscarán reunirse con otros “cristianos” que, como ellos, viviendo en su carnalidad se sienten cómodos hablando de las cosas que hacen y buscan quién los escuche y de ser posible, quién los alabe en lo que hacen.

 

¿Eres esta clase de creyente?

 

Subir el Sinaí y descubrir que las reglas de Dios

nos protegen de muchas cosas y manifiestan su amor

 

 

Consecuencias para las personas que NO quieres estar sobre los montes de la moral

 

La persona inmoral siempre vivirá teniendo un riesgo grande, pero, ese riesgo no tiene nada que ver con el hecho de que haga uso de su libre albedrio. Eso es su derecho.  El riesgo radica en el hecho de que, al querer vivir en completa libertad se puede terminar viviendo en libertinaje. Para entender la diferencia entendamos que la libertad es un ejercicio responsable de nuestras decisiones mientras que el libertinaje es la práctica destructiva de las decisiones sin observar reglas ni principios.

 

Por lo anterior, podemos afirmar que las personas inmorales siempre terminan con todas o alguna de las áreas de su personalidad terriblemente dañadas

 

El equilibrio interior de las personas inmorales es casi inexistente y lo necesitan, les hace falta, pero no quieren aceptar que Dios es todo lo perfecto que ellos no pueden llegar a ser.

 

 

Consecuencias para los creyentes que NO quieres estar sobre los montes de la moral

 

La memoria de los creyentes que no suben el monte de la moral es una memoria vacía, no hay recuerdos, no hay fruto, no hay trascendencia, no hay generaciones que reciben un buen recuento de valores y transformación. No queda nada, como Amnón, el hijo inmoral de un rey del que sólo se recuerda eso, lo que no hizo, lo incompleto, lo que nunca pudo ser bueno.

 

Pero ¿Cómo se puede estar sobre los montes de la moral?

¿Cuál es la moral correcta?

¿Qué es bueno o que es malo?

 

Lo bueno y lo malo no es lo que piensas o como percibes las cosas.

 

Algo es bueno o malo porque va en contra o a favor de lo que Dios es. Por ejemplo, la Biblia dice que Dios es justo. Entonces cualquier cosa que no es justa, no es buena. Dice la Biblia que Dios es amor, entonces, cualquier cosa que se haga teniendo como motivación el amor es buena y prosperará. La Biblia dice que Dios es santo entonces, cualquier cosa que se quiera hacer imitando lo que hace el mundo que no conoce a Dios es mala y no conducirá a ningún tipo de bienestar.

 

La moral de Dios es fácil de entender: las cosas son negras o blancas

Al diablo, le fascinan los grises

Nuestra naturaleza moral caída, todo quiere verlo en color gris

 

Vuela sobre los montes de la moral

 

No nos dejemos regir por un relativismo destructivo. Debemos reconocer que al vivir sin reglas solo nos lastimaremos y estaremos rodeados de gente, pero solos. Y, en esa condición, ya no podemos darnos cuenta quien realmente nos ama y quien nos está solamente usando. ¡Atrévete a poner un freno necesario a tu vida para descubrir que, en el someterte a las normas morales de Dios está tu felicidad!

 

La moral es el tercer monte de nuestra vida. Es el tercer monte que debemos subir.

 

Lee la Biblia, pero hazlo por descubrir cómo es el Dios que la inspiró, como piensa, como ama, como decide y con ello encontrar que cosas que habías creído buenas, no lo son. Si con ello logras darte cuenta de que has estado burlándote de Dios ¿estarías dispuesto a orar pidiendo su perdón?

 

Dios consolará, Él te perdonará. Reconstruirá tu moral y te hará fuerte para poder mantenerla firme, pero, te debe quedar claro que esto representa para ti un encargo de responsabilidad que sólo con salvación, entrega y moral podrás cumplir.

 

 

 

 


Capítulo 4.

Carmelo

El monte de la Prueba

 

Entonces cayó fuego de Jehová y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo
y aún lamió el agua que estaba en la zanja.
1ª. Reyes 18.38

 

 

En nuestra lucha por subir los montes hasta que Dios nos llame a su presencia, ya hemos ascendido a los montes de la salvación, la entrega y la moral. Nuestra aventura requiere que le entreguemos a Dios cualquier cosa que ayude a ese proceso que lentamente va transformando nuestra vida en algo mejor, pero también debemos aceptar ese proceso de reordenamiento de valores que Dios debe culminar en nosotros.

 

Tu ética debe ser la ética de Dios.

 

Y para que tu ética sea fuerte y sea capaz de resistir las cosas que suelen distorsionar nuestros valores, tienes que subir un cuarto monte. Este monte, está relacionado con una área nada cómoda de nuestra vida, una área que muchos quisiéramos evitar; que produce lágrimas, dolor profundo, heridas que no sanan y que tardan años para apenas, empezar a cauterizar. Esta área está relacionada con el sufrimiento, con cosas que no se puedan explicar, con situaciones que nunca esperamos vivir. Este monte tiene que ver con angustias y con cielos silenciosos, con  hijos que mueren y con enfermedades que nos quitan a quienes amamos.

 

Estoy seguro de que mucha gente está subiendo este monte y no precisamente porque haya deseado hacerlo; seguramente las circunstancias los obligaron a iniciar el ascenso sin ni siquiera saber lo que estaban haciendo, pero hay muchos otros que, la subida les ha sido tan dolorosa que se han quedado a la mitad de su ascenso sin tener el ánimo para dar un paso más.

 

Hay otros, que tienen años en el mismo sitio, sintiendo una y otra vez el mismo dolor y que la angustia no se va. Otros por su lado, viven negando que están subiendo este monte y terminan creyendo esta mentira porque es la forma más fácil de evadir el hecho de tener que enfrentar la realidad del monte en el que se encuentran.

 

En este monte, los corazones sangran y viven muriendo.

 

Las personas que viven en este monte, no se dan cuenta que, cuando se vive muriendo interiormente, se termina matando para poder vivir.

 

Y no hablamos específicamente de cometer asesinatos ya que existen muchas maneras de matar, de destruir a alguien, de lastimarle; se puede hacer sangrar el alma con palabras y se pueden despedazar sentimientos con actitudes. Las miradas pueden ser usadas para mostrar odio y un simple gesto, puede dejar a alguien tirado en el sendero de la vida sin ganas de seguir adelante.  

 

¿Cuál es ese monte que presenta un cuadro tan triste y desolador?

 

Es el monte de la prueba

 

Elías, el profeta de Israel, subió este monte, pero, en circunstancias que no pudiera imaginarse que un profeta de Dios debiera enfrentar.

 

Un hombre perverso está en el trono de Israel: Acab.

 

La Biblia al hablarnos de él, nos da datos como los siguientes: 

 

… su conducta fue reprobable a los ojos del Señor, e incluso peor que la de los reyes anteriores a él.

1 Reyes 16.30 Biblia Dios habla hoy.

 

El poder corrompe. En el mundo hay dos clases de líderes humanos, aquellos que son hombres poderosos y los que son hombres de poder. Al parecer, Acab era uno de los primeros. Acab contrae matrimonio con Jezabel, una mujer que, de manera perversa logra seducir al rey para que éste adore al demoniaco dios Baal.

 

El pueblo israelita de ligero corazón y tocado por el pecado, ve en la inmoralidad de su rey un pretexto para justificar su propia maldad y desata una orgía de depravación, destrucción e idolatría que enciende la justa ira de Dios.

 

Acab ha provocado a Dios.

 

Acab está tan fuera de sí construyendo un imperio sobre la base del pecado y la idolatría que incluso para lograrlo, entrega la vida de dos de sus hijos, pero esto, parece no importarle. Las caricias y la perversidad de Jezabel mantienen atado el corazón de Acab a un altar levantado para honrar a Baal mientras Dios es ofendido con el llanto de cada bebé que muere calcinado como sacrificio a este satánico dios.

 

Entra en escena el profeta Elías.

 

Con un corazón lleno de celo por Dios e impulsado por la dirección divina, Elías se presenta delante del rey y palabra por palabra declara la sentencia divina: “No lloverá en estos años”. Si Baal es el dios de la fertilidad y la prosperidad, entonces que le demuestre a Acab su poder. Si los cielos son la morada de Dios, Él puede cerrarlos y absolutamente nada en el Universo los podrá abrir. Dura prueba para Baal, dura prueba para un ídolo que, como todos los ídolos de la historia no tiene nada que ofrecer. Dura la manera elegida por Dios para hacer reaccionar a Acab.

 

 

Elías es escondido por Dios, sustentado por Dios, animado por Dios, pero, sobre todo, amado por Dios. En represalia, y como muestra de impotencia, Jezabel la mujer que gobierna tras el trono de Israel, inicia una sangrienta cacería asesinando a los profetas de Dios. Jezabel sin saberlo, empieza a preparar los hocicos de los perros que más tarde devorarán su cuerpo y todo esto sucede, ante la mirada condescendiente de su pusilánime esposo.

 

Satanás está sentado en el trono de Israel.

 

Los pozos se secan, los ríos se agotan, las cisternas solo destilan polvo. Baal ha fallado, no es el dios de la fertilidad, no es el dios de nada. Jezabel y Acab lo saben, pero prefieren entender que la disciplina de Dios es un castigo y continúan la matanza. Abdías, el mayordomo del rey, demostrando buen juicio y un valor inmenso, esconde a los profetas de Jehová que sobrevivieron a la matanza y los alimenta pacientemente día tras día. El remanente se salvará.

 

Han pasado tres años, Elías ha sido un fugitivo y vivir así, desgasta a cualquiera. Elías ha vivido sueños interrumpidos a medianoche y nerviosas caminatas cuidando su espalda. Elías se esconde entre sombras para evitar que su presencia sea descubierta. Elías empieza a subir el Carmelo mucho antes de pisarlo siquiera. El monte de la prueba para Elías lleva ya años de estarse subiendo. La prueba es resistir, la prueba es soportar, la prueba es ignorar que los profetas están vivos. La prueba es sentirse solo.

 

Nadie está con Elías, pero eso es precisamente lo que Dios desea, que Elías esté solo para que únicamente dependa de Él.

 

Elías se encuentra con Abdías y le pide que anuncie al malévolo rey Acab que se presentará ante él. Abdías obedece con el temor de despertar la ira del rey que al escuchar el mensaje se alista y se encuentra con Elías. Frente a frente están el emisario de Dios y el emisario del diablo.

 

Sobre los montes

 Subir el Carmelo y soportar la prueba

 

Elías y Acab se enfrentan y en ese enfrentamiento se decide el escenario en donde todo quedará definido. Todo Israel será convocado en torno al monte Carmelo junto con Acab, Elías y los 850 sacerdotes del idólatra culto que Jezabel patrocina en Israel.

 

El rumor corre como un reguero de pólvora por todo el pueblo: Elías no está muerto. Elías ha aparecido y ha retado a los profetas de Baal y de Asera. Se rumora también que Jezabel planea atentar contra su vida. Los ojos de los fieles se llenan de lágrimas de gratitud al saber que la vida de Elías representa tal vez la última esperanza. Por su parte, los ojos de los perversos se enfocan con emoción pensando en que pronto habrá lluvia y recuperarán lo perdido y también con morbo, porque en su interior esperan ver derrotado al profeta.

 

Elías va subiendo sobre el monte Carmelo. Está más flaco y ojeroso que hace tres años. Su vestimenta se ve más gastada pero lo que asombra de él es su decisión. No vacila en nada. La firmeza en su mirada tiene la consistencia del hierro. Los murmullos comienzan a acallarse. En cierto sentido, la presencia de Dios mismo va subiendo el Carmelo y nada lo puede resistir.

 

El silencio es sepulcral, sólo es roto por erráticas corrientes de aire que agitan la ropa de Elías y hacen sentir escalofríos a los profetas de Baal (los de Asera no se mencionan ¿huyeron?). De alguna manera inexplicable, los profetas de Baal se sienten desnudos, pero no del cuerpo sino del corazón, despojados de su misma esencia. Esto, es fácil de entender, su Creador está a punto de llamarlos a cuentas.

 

Y acercándose Elías a todo el pueblo, dijo:

¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos?

Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él.

Y el pueblo no respondió palabra.

Y Elías volvió a decir al pueblo:

Sólo yo he quedado profeta de Jehová;

más de los profetas de Baal hay cuatrocientos cincuenta hombres.

Dénsenos, pues, dos bueyes, y escojan ellos uno, y córtenlo en pedazos,

y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo;

y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña,

y ningún fuego pondré debajo.

Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses,

y yo invocaré el nombre de Jehová;

y el Dios que respondiere por medio de fuego, ése sea Dios.

Y todo el pueblo respondió, diciendo: Bien dicho.

1ª. Reyes 18.21-24

 

El reto está dado: el control de los elementos demostrará la divinidad. Baal cuyo elemento era el fuego, seguramente contestará o al menos, eso pensarán sus profetas, pero, ¿por qué de reojo los profetas malignos miran a un confiado Elías parado a unos metros de ellos? ¿Por qué no pueden dejar de sentirse nerviosos? No puede ser el aire frío de la mañana, entonces ¿Por qué no pueden dejar de temer y temblar?

 

Inicia el espectáculo de la idolatría. Ahí está el buey partido  en pedazos sobre el altar. Las miradas no pierden ningún detalle de lo que pasa en la cima del Carmelo. La presencia de Baal es esperada. Cuatrocientos cincuenta hombres bailan frenéticamente alrededor de un altar. Sus voces a todo volumen le gritan a un ídolo: “Baal respóndenos”. La presencia de Baal es esperada por todos, pero nunca llega. Los segundos se vuelven minutos, los minutos horas, la mañana transcurre y Baal no responde.

 

Elías está ya sobre el monte de la prueba. Está a punto de llegar a la cima y desde la confianza que dan esas alturas, increpa a los profetas de Baal.

 

Ya es la mitad del día. Los profetas están exhaustos. Fieles a las costumbres paganas de la época, se han hecho ya varios cortes en todo su cuerpo con unos cuchillos y la sangre no para de fluir, pero Baal, parece poco interesado en el cada vez más evidente ridículo que hacen sus seguidores.

 

La falta de sangre ha debilitado su cuerpo y ahí, incapaces de volar sobre el monte de la prueba son retados por Elías: ¡Griten más fuerte! Baal quizás no escuche, o está tan ocupado que no puede atender las necesidades de sus siervos, o algo lo ha entretenido. ¡Griten más fuerte! Esperen que los oídos sordos y los ojos ciegos del ídolo contesten.

 

Satanás y sus demonios están atados y desesperados. Están a punto de perder la partida, pero Dios ha ordenado que sean incapaces de actuar y aún ellos, aunque lo nieguen, tienen que obedecer a Dios.


Pasó el medio día y ellos siguieron gritando frenéticamente hasta la hora de ofrecer el sacrificio pero no hubo ninguna voz, ni quién respondiese o escuchase.
1 Reyes 18.29

 

Elías entonces prepara su altar. Doce piedras son apiladas una a una para representar a cada una de las doce tribus de Israel, para que el pueblo que lo está viendo construir un altat no olvide que ellos eran escogidos por Dios, especiales para Él. Se coloca la leña, se prepara el animal. La seguridad que Elías demuestra no cambia ni un ápice. La tensión y debilidad en su cuerpo seguramente van en aumento.

 

Han sido demasiados días.

 

Para Elías, subir el monte de la prueba ha tomado más de tres años. El espíritu pues, está totalmente dispuesto, pero la carne es débil, muy débil, más de lo que nosotros imaginamos.

 

Los hebreos al pie del monte empiezan a cruzar miradas entre ellos de incomprensión al ver al cansado profeta Elías que se inclina para, con sus propias manos cavar una zanja alrededor del altar. No adivinan que es lo que Elías quiere hacer, pero, cuando este, con la misma seguridad ordena que doce cántaros de agua sean derramados en la ofrenda, se acercan y suben sobre el monte y se apretujan hombro con hombro. Algo que no es normal está sucediendo y no saben lo que es, y sobre todo, no saben lo que está a punto de suceder, pero, por nada del mundo están dispuestos a perdérselo.

 

De momento se presenta el silencio. Todo el Universo parece concentrarse en esa colina. Sólo se pueden escuchar las piedrecillas que el viento arrastra. Los niños se meten entre los cuerpos de los adultos para poder ver y ahí está. Elías tiene la mirada puesta en el cielo viendo su esperanza mientras los profetas de Baal miran hacia su propia incapacidad. Elías está de pie, frente a un altar cubierto con agua. Sus ojos suplican al cielo y piden fuego, fuego que demuestre el poder de Dios y haga que los inconstantes corazones hebreos de una vez por todas entiendan el poder del supremo Dios que les está llamando.

 

El fuego llega, con una intensidad tan increíble que tira al suelo a los profetas de Baal y a los hebreos que están en primera fila los cuales esperaban encontrar un espectáculo de circo y encontraron a un Dios que quema su rostro con su justicia y calcina su incredulidad con su santidad. El fuego no sólo anuncia poder y divinidad, también anuncia juicio. Dios no está jugando y quien se atreva a enfrentarlo, se verá en medio del consumidor fuego de su ira. El mensaje ha quedado claro.

 

Dejar a Baal no es solo abandonar un culto o dejar de practicar un rito. Es dejar el pecado, la intolerancia, la autosuficiencia y refugiarse en Dios. Es volver a tomar la mano del Creador para caminar por los senderos del huerto del Edén en perfecta comunión.

 

El fuego resultó tan intenso que calcinó el agua, las piedras, la ofrenda y la inmunda reputación de Baal. Satanás huye. La luz ha pisado a las tinieblas y vencido la oscuridad. Ahora es el pueblo quien grita frenéticamente:  

 

¡Jehová es Dios, Jehová es Dios!

 

Elías manda a tomar presos a los profetas de Baal y ahí mismo la mano de Dios se descarga sobre ellos golpe a golpe. El arroyo del Cisón se tiñe de rojo con la sangre de los profetas que son degollados sin misericordia. No, no debe existir ni un espacio de consideración para el pecado, máxime cuando, como sucedió en el caso de los profetas de Baal, había infestado tanto sus corazones que ya no había medio de salvación posible. Por su parte, los corazones hebreos han sido reconquistados por Dios. El juicio, ha terminado.

 

Se desata una gran lluvia

 

La tierra reseca por una sequía que ya se ha olvidado cuando comenzó, calma su angustia y el país de los descendientes de Abraham junto con el olor a tierra mojada huelen a esperanza, a mucha esperanza.

 

En cierta manera, Jesucristo también necesitó estar sobre el monte de la prueba, pero, de una manera muy diferente.

 

Jezabel, la mensajera del diablo que reina en Israel se entera por labios de su esposo de lo que ha pasado en el monte de la prueba y desata su ira en contra del profeta Elías. Le envía un mensajero amenazándolo y dándole un plazo de 24 horas de vida, esto, para vengar la muerte de los profetas que ella protegía.

 

 Algo entonces empieza a suceder en el interior de Elías. Los días sin dormir, la desesperanza, la ansiedad acumulada, los desvelos clamando fortaleza, las piernas y los brazos entumidos por haber degollado a más de 400 hombres y, el desgaste por haber corrido más rápido que los más veloces caballos hacen su crisis en él y el resultado es el temor.

 

Elías ha obtenido la victoria espiritual más grande de la historia de la nación dividida hasta este momento, pero parece no importarle ya. El temor llena sus pensamientos. El cuerpo flaquea, la mente ya no tiene argumentos; el espíritu ha perdido sus últimas defensas. Elías no lo sabe, pero Dios está a punto de usar esa debilidad para darle una preciosa lección que no olvidará jamás. Elías ha volado sobre el monte de la prueba, pero el esfuerzo ha sido tan extenuante que necesita de un consuelo y un descanso especial y Dios se lo dará precisamente en el mismo lugar en donde hizo descansar y sentir consuelo a una nación: en Horeb.

 

Elías huye. La victoria ha dado paso al temor.

 

Escalar la prueba, vencer al enemigo,

conquistar no mis metas sino las metas que

Dios tiene para mi vida


Jesucristo estuvo en un momento idéntico al de Elías, pero, Él no sufrió la prueba teniendo el apoyo del pueblo o contando con un grupo de seguidores, o teniendo a algunos funcionarios del gobierno que simpatizaran con Él. Cristo inició el ascenso al monte de la prueba completamente solo y completó el ascenso de este monte completamente solo también y así, solo, conquistó el monte de la prueba.

 

El ministerio de Juan el bautista está ganando adeptos.

 

La gente de su tiempo, ávida de una relación con Dios lejos de ritualismos de sectas como los fariseos o saduceos, camina largos trechos en el desierto para ver a ese extraño predicador que los recibe, los ama y los consuela. Juan el bautista rechaza  a los líderes religiosos de todas las sectas judías que se acercan a él para encontrar argumentos para iniciar una campaña de desprestigio en su contra; en contra del hombre que está haciendo volver a la gente hacia Dios y al mismo tiempo, reduciendo las ganancias de los religiosos quiénes usaban la religión como negocio.

 

En cierta manera, Juan el bautista cumplió la misma misión de Elías: preparar el camino a la manifestación del Dios hombre. Elías en un altar rodeado de profetas impíos y Juan, en un desierto rodeado de gente alejada de Dios. Los dos denunciaron públicamente la inmoralidad y la manera tan terrible en que la gente jugaba con Dios pensando que el fuego nunca caería del cielo.

 

Respondiendo Jesús les dijo: A la verdad Elías viene primero

y restaurará todas las cosas. 

Más os digo que Elías ya vino, y no le conocieron,

sino que hicieron con él todo lo quisieron;

así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.

Entonces los discípulos comprendieron que les había

 hablado de Juan el bautista

 Mateo 17.11-13

 

Ahí está el profeta, rodeado de gente que piensa que al ser parte del pueblo de Dios y descendientes de Abraham tienen ganado el cielo. No logran darse cuenta de que, la justicia de Abraham es solo de él y cada quien responde por sus propios actos, pero, no lo entienden, o mejor dicho, no lo quieren entender. Las pocas miradas que en el desierto lo entienden, se posan en Juan. Estas miradas están cargadas de un ansia de perdón y de la necesidad de consuelo. Las miradas que no lo entienden, desprecian el ministerio del hombre que come insectos en el desierto simplemente porque ellos quieren seguir imaginando a Dios a su propia conveniencia. 

 

¿Han cambiado las cosas hoy en día?

 

¡Hijos de víboras! ¿Creen que bautizándose van a escapar de la ira venidera
¡No! Primero vayan y demuestren en la práctica que se han arrepentido de veras. Y no crean que se van a salvar porque son descendientes de Abraham. Eso no basta
¡Aún de estas piedras puede Dios hacerle descendientes a Abraham!
Lucas 3.7-8 NVI

En medio de esa conmoción espiritual, la gente no acaba de darse cuenta de que Juan está haciendo lo mismo que el pueblo hebreo hizo al pie del Horeb antes de la ley, está preparando los corazones para la llegada del Rey.

 

Metido hasta la cintura en el río Jordán, Juan sumerge el cuerpo de los judíos declarando que esa humillación es recibida por Dios para perdonarles sus pecados cuando de pronto, algo conmueve su espíritu y hace estremecer todo su interior. Alza los ojos y lo mira; ahí está Él.

 

Cristo viene hacia Juan. Las personas que aguardaban su bautizo tendrán que esperar porque Juan ha dejado todo para venir al encuentro de aquél enigmático desconocido. Juan y Cristo están ahora frente a frente, pero no como Elías y Acab, no como el mensajero de Dios y el maligno rey sino como el profeta de Dios y Dios mismo. Muchos grandes hombres de la antigüedad como Moisés, Elías, Isaías, Jeremías o Daniel cambiarían seguramente todo para poder disfrutar del momento que Juan el bautista está disfrutando.

 

La mirada de Cristo es una mirada que acaricia el corazón de Juan. Un mudo: “Bien hecho” se destila de la sonrisa de Jesús. Las palabras se han terminado en los labios de Juan y aunque trata, en verdad que no puede articular la más mínima frase. Esa mirada de Jesús es todo lo que había anhelado desde la primera vez que vió en el desierto su lugar de habitación.

 

Está completa la misión.

 

Después de esa mirada, nada importa ya. Herodes, haciéndole un favor a una mujer impía lo mandará a degollar, pero aún en ese momento, la calidez de la mirada de Jesús lo acompañará y sobre todo, lo sostendrá.

 

Ese es un momento eterno indudablemente. La mirada de Juan suplica, ama y adora. Tal parece que desde su interior sale una voz que dice: “Jesús, yo necesito de ti, necesito de tu bautismo, necesito unirme a ti y tú quieres que yo sea el que lo haga contigo. No Jesús, no puede el Creador servir a la criatura; es demasiado amor. No lo merece el hombre.

 

Jesús le responde sabiendo con certeza lo que guarda su corazón: “Deja Juan, es necesario acatar las leyes que rigen al hombre y cumplirlas con justica. Es cuestión de testimonio, es cuestión de respeto y amor”.

 

El Creador se inclina y Juan con los ojos llenos de lágrimas, voltea a ver a la gente que intrigada se pregunta qué pasa. Juan quisiera gritarles que quien los formó dentro de los vientres de sus madres está ahí, pero solo tiene pensamientos para disfrutar de la presencia de Dios. Se inclina y con más emoción que fuerza física, sumerge a Cristo en las aguas del río Jordán. ¿Cómo dar un bautismo por el pecado a quién no tiene pecado? Eso es, simplemente ilógico, pero ¿acaso existe lógica en el auténtico amor?

 

Cristo se levanta, toca el hombro de Juan, lo mira por última vez y con los ojos le hace saber que la próxima vez que se verán, será en la eternidad. Da la vuelta y comienza a caminar acompañado de una paloma y una voz desde cielo y enfila hacia su Carmelo personal, hacia su particular monte de la prueba. Se ha preparado. Está listo.

 

El tiempo de las tinieblas ha terminado para el mundo

 

Mientras tanto, Juan se queda dentro del agua, pero apenas si la siente. No encuentra la manera de poder controlar sus emociones y el suspiro contenido que tiene en el pecho amenaza con reventarlo desde dentro. Ve la imagen del carpintero alejarse mientras una certeza dentro de su corazón empieza a crecer: su misión está completa y sus años de auto destierro en el desierto han valido la pena.

 

Instantes eternos.

 

Jesús está en el desierto.

 

El Espíritu Santo lo ha llevado ahí y desde la eternidad Jesús sabe que es el campo de batalla donde enfrentará a su enemigo más formidable: su propia humanidad tentada por Satanás.

 

Los días con calores intensos dan paso a las noches con temperaturas congelantes. Los días sin comer se acumulan pesadamente sobre el cuerpo de Jesús. Día tras día, hasta completar cuarenta, el tormento de la falta de alimento y agua se acumula. La mirada se nubla, el calor quema desde dentro y las imágenes en sus ojos cada vez se distorsionan más. Todo duele.

 

El desgaste físico y la deshidratación han debilitado su mente, la intemperie ha debilitado su cuerpo y todo en su conjunto ha debilitado su corazón; y en ese momento, cuando la sensación del hambre abraza el cuerpo de Cristo aparece Satanás dispuesto a aprovechar el momento. Al igual que Elías, Jesús debe subir el monte de la prueba en su momento de mayor debilidad.

 

La tentación llega.

 

Satanás aparece y el diálogo en el huerto del Edén vuelve a repetirse.

 

Eva está debilitada sin la presencia de Adán y sin la certeza de una convicción real en las órdenes de Dios. Cristo está ahí, con deseos de comer y al límite de sus fuerzas.

 

Satanás pone en duda la validez de las órdenes de Dios: “Conque Dios os ha dicho…”, y ante Jesús pone en tela de juicio su investidura como Hijo de Dios: “Si eres Hijo de Dios… demuéstralo”.

 

Satanás le miente vilmente a Eva respecto a las consecuencias del pecado: “Dios sabe que puedes llegar a ser como Él”; esa parte es atractiva sin duda, pero nunca le dijo nada a Eva de la muerte física y espiritual. Satanás a través de las edades vuelve a mentir: “Vamos Jesús, sólo se trata de que presumas de un poco de poder, ¿Qué tiene de malo que te preocupes un poco por ti mismo?”

 

Satanás escupe medias verdades junto con las más sucias mentiras y Eva, traga el anzuelo: “Date cuenta Eva, Dios no quiere que tengas ese poder, es envidioso. Si el árbol no fuera bueno, ni siquiera lo hubiera puesto en el huerto”.

 

Cristo por su parte, escucha tres veces como el diablo corrompe el sentido de la ley que Dios le dió a Moisés para que quede a su conveniencia y hoy, en plena época de la tecnología y el conocimiento avanzado la trampa sigue dando resultado.

 

¿Cuántas religiones se han formado por interpretaciones incompletas o distorsionadas de la Palabra de Dios? Pero Jesús, no cae en la trampa y contesta con las respuestas que pueden darle sentido a cualquier vida humana que sinceramente busca a Dios: “Escrito está”.

 

El enemigo sale impulsado a la soledad de su condena. No puede hacer nada ante la evidencia de la Sabiduría divina y la convicción en lo que está escrito, lo que, por cierto, Cristo mismo inspiró que se escribiera.

 

Y así, Jesús queda sobre el monte de la prueba triunfante, habiendo superado la tentación y listo para decir al hombre: “Criatura mía te entiendo y no todo está perdido. Confía, yo he vencido al mundo; vence al mundo a través de mí.”

 

Ya nada separa al hombre de su Creador. El corazón de Cristo no sólo conoce al hombre, conoce las emociones en el plano del hombre. El monte Carmelo ha sido superado, la prueba ha terminado y, en consecuencia, Cristo ya puede iniciar su ministerio público e inicia un camino que terminará tres años y medio después precisamente donde empezó, en la cima de un monte.

 

Elías ha llegado a Horeb. En el camino fue alimentado por un ángel y al parecer no entendió la provisión de la que fue objeto y que fue lo que le permitió caminar ¡40 días con sus noches! para poder llegar a su destino.

 

En Horeb, Elías se refugia en una cueva. Seguramente la venganza de Jezabel no llegará hasta la entrañas de la tierra – piensa Elías -, y no llegó. Seguramente la persecución no lo encontrará en las tinieblas por debajo de la superficie y no lo encontró; pero de Dios, es imposible esconderse.

 

La palabra del consuelo: “¿Qué haces aquí Elías?” Este no es tu sitio, tu lugar está sobre el monte de la prueba. Debes apacentar un rebaño disperso, eres mi profeta. Fuiste diseñado para alumbrar en lo alto, no para esconderte en lo bajo.

 

“Pero estoy solo” – replica el profeta -. “No Elías, que no te confunda la angustia. Yo estoy contigo. Sal fuera de esta cueva necesito estar contigo”. Elías está plantado ante la presencia de Dios y mira pasar un viento impresionante que da paso a un terremoto el cual cede el paso a un fuego calcinante. ¿Qué te ha pasado Elías? ¿En qué te han lastimado las tres cosas? En nada, en nada lastimaron a Elías y así, se dio cuenta que Dios tenía la capacidad de guardarlo de lo que fuera.

 

Y entonces, aparece Dios rodeado de un silbo apacible. Un último paso separa a Elías de la cima del monte de la prueba. La presencia de Dios penetra por entre las telas de su túnica, mece sus cabellos, le sacude el polvo y le seca el sudor. El silbo apacible coloca aceite aromático en las heridas y en la desconfianza. Elías está en la cima. Ahora todo el cuadro es claro. Los tres años de hambre, la ansiedad, la tristeza. Todo formaba parte del proceso por medio del cual Dios formaría en su ser un carácter más firme para dirigir a una nación y preparar a su sucesor: Eliseo quién llegó a ser lo que fue gracias a que delante de él estuvo Elías y delante de este, siempre estuvo Dios.

 

Yo, ¿a quién estoy siguiendo?

 

“¿Qué haces aquí Elías?” “Señor, he sentido un vivo celo…” ¡Que respuesta tan diferente!

 

Se terminó el: “estoy solo” se acabó el: “han matado a tus profetas”. Ya no más.

 

Elías está sobre el monte de la prueba y descubre que Dios siempre estuvo ahí, pero que él, Elías, no estuvo donde debía haber estado. Y aquí la Escritura nos comparte un profundo secreto que tú puedes corroborar si lees lo que sucedió en la vida de Elías después de este encuentro que tuvo con el Dios a quién servía: ya nunca bajaría de ese monte.

 

Sobre el monte de la prueba


Así con las personas que NO están sobre el monte de la prueba

       Están sumamente lastimadas. Por eso mismo, siempre están a la defensiva. Entiende esto. Estas personas no es que no deseen tu amor o tu cariño, simplemente no desean ser lastimados más

• Les provoca un serio temor enfrentar su prueba personal. Aún incluso cuando su monte Carmelo o la persona que les lastimó no vive más. No pueden enfrentarlos

• Después de vivir muriendo, estas personas, matan para poder vivir. Usan a la gente. Descargan su frustración en quien sea, reaccionan con palabras rápidas y razonamientos precisos para no solo dejar de lado a su enemigo sino para dejarlo destruido. Calculan las palabras para que causen el mayor daño posible. Las mujeres violadas “ya lo olvidaron”. Los hijos lastimados “ya lo dejaron en el pasado”. Las esposas defraudadas “ya salieron adelante” pero, siguen llorando por las noches, siguen sintiendo esa envidia destructiva cuando ven a otras personas felices. Las cosas nunca les han marchado bien.


• Son increíblemente impacientes. Todo lo quieren rápido y bien hecho y lo que es peor, lo quieren a su manera. No desean esperar, nadie va a volver a hacerlos sentir utilizados por eso, son incapaces de superar sus limitaciones y de ahí, nace su falta de control.

 

¿Eres esta clase de persona?

 

 

Así con los creyentes que NO están sobre el monte de la prueba

 

       Suelen pasarse largas temporadas fuera de la iglesia por problemas que son realmente pequeños. En consecuencia, su relación con Dios es fría y no es cultivada por ellos muy frecuentemente.


       Sufren una patología de negación. Tienden a esconder cualquier problema que les pase y si alguno de ellos llega a manifestarse entonces negarán que lo están enfrentando.


       Suelen ser carentes de tacto en cuanto a los comentarios que hacen con respecto a su propia persona, a sus situaciones o a las cosas que pasan a su alrededor. No toman en cuenta que es tan importante hablar con la persona como el momento en que debe hablarse.

 

 

       Se quejan constantemente de que nadie los busca o nadie los ayuda cuando ellos dicen que más lo necesitaban, pero nunca aceptarán que, de haberlos buscado alguien no le hubieran hecho el más mínimo caso.


       La solución a sus problemas suele ser fácil de encontrar y entender, pero a ellos puede llevarles años encontrar y aceptar una sola verdad sobre su vida.

 

¿Eres esta clase de creyente?

 

 

Consecuencias para las personas que NO superan el monte de la prueba

 

El monte de la prueba para las personas que no tienen a Cristo en el corazón representa una serie de consecuencias de las cuales resalta una sobre todas las demás: una parálisis total del alma y del corazón. Alejados de Dios, dañados del alma, incapaces de salir adelante, inválidos del corazón, viven por vivir, trabajan por trabajar, comen por comer, así, hasta morir.

 

Está parálisis se va acrecentando conforme pasa el tiempo ya que no pueden superar sus pruebas, aunque lo intentan por todos los medios; pero aún en estas circunstancias, sus pruebas pueden parar y ellos, pueden detener su proceso autodestructivo. El síntoma que nos permite darnos cuenta cuando pueden estar listos para salir adelante es: la autocompasión.

 

Cuando se vive en la autocompasión, las personas (según su percepción) son unos pobres incomprendidos, tienen la idea de que pueden volar, pero sienten que sus alas están marchitas. Se quiere renunciar a todo, no avanzan, prefieren quedarse en un rincón balbuceando palabras de fracaso.

 

¿Dónde puede terminar su monólogo del miedo? En locura, suicidio o en la pérdida de su capacidad de alcanzar sus sueños. Las personas que viven así están muertas en vida. Aún cuando les falta experimentar la muerte física, la muerte de su interior suele consumarse mucho antes de esta.

 

Si esto te está pasando, ¿Cuánto le falta por arder a la llama de tu vida?

 

 

Consecuencias para los creyentes que NO superan el monte de la prueba

 

El panorama general es de una soledad que se prolongará muchos años en tanto no se acepte el control de Dios. Naturalmente, si no subes el monte de la prueba desarrollarás una amargura tal que alejarás de ti a tus seres más queridos. Todo reprocharás, nada te parecerá.

 

Te convertirás en un experto en la utilización de palabras para herir. En los matrimonios que no logran subir el monte de la prueba esto se refleja, por ejemplo, en la utilización de los hijos para lastimarse sin darse cuenta de que con esto no solucionan nada y sí lastiman mucho a sus mediadores involuntarios.

 

Pueden llegar a vivir solos, rechazando y siendo rechazados, no satisfechos con nada, lamentándose de todo, fingiéndose enfermos para llamar la atención, usando el chantaje sentimental para ver si pueden despertar un poco de compasión. En cuanto a Dios, terminan pensando en Él como si fuera el gran injusto que fue incapaz de entender sus necesidades.

 

Su vida espiritual se convertirá en un estéril campo de inconstancia e ineficacia. Serán el típico  congregante que nunca crecerá interiormente. Si no sirven en su congregación y les preguntamos por qué, nos dirán, por ejemplo, que no lo hacen porque "mi esposo se enoja”. Si un día el esposo ya se congrega y la apoya entonces nos dirá que no puede porque "mi mamá se enfermó". Si estaba su madre en verdad enferma y se llega a curar entonces nos dirá que no lo hace porque "no me he sentido bien, no sé qué me pasa". 

 

Oran y leen su Biblia, pero no Ie consagran a Dios ese dolor oculto que los termina relegando a una silla en el templo en donde suelen pasar años como oidores, nunca como hacedores. 

 

No son capaces, ni serán capaces de encarar el dolor. Rechazan acordarse de la violencia fisica o sexual que sufrieron a manos de alguien en su niñez. Se enojan cuando recuerdan un pasado en donde su pobreza o su ambiente social redujeron su autoestima a nada.

 

Vuela sobre los montes de la prueba

 

Deja tus preocupaciones al Señor, y él te mantendrá firme
nunca dejará que caiga el hombre que Io obedece.
Salmo 55.22. Biblia NVI

Dejen todas sus preocupaciones a Dios
porque él se interesa por ustedes.
1 Pedro 5.22. Biblia NVI

 

Entiende que Dios no es una fuerza misteriosa que se mantiene al margen de tus problemas. Para que Dios pueda solucionarlos, debes de dejarlo que tome parte en ellos. Con la ayuda de algún hermano maduro en Ia fe, abre tu corazón por primera vez en tu vida y si al abrirlo sientes la necesidad de llorar como nunca lo has hecho, hazlo, no te reprimas. Dile a Dios lo que has guardado todos estos años. Se sincero dile a Dios que siempre has pensado que es injusto Io que te ha pasado. Dile que tu monte de Ia prueba personal ha sido tan grande que te has agotado intentando subirlo.

 

Dile que sientes que te ha dejado solo, dile que necesitas un poco de fe, porque la tuya se ha consumido desde hace mucho tiempo. Debe también quedarte claro que los pensamientos de Dios están muy poco relacionados con los nuestros en cuanto a motivaciones y conceptos, lo que implica que la solución que Él trace a tu situación personal puede ser totalmente diferente de lo que tú quieres o esperas, pero precisamente eso es lo que hará que la solución sea agradable y perfecta, lo que implica que, de aceptarla y aprender a vivir con ella, harás que prosperes como persona y madures emocional y espiritualmente.

 

 

Lee la Biblia y descubre a través de los ejemplos de cualquier personaje bíblico que haya tenido que subir sobre los montes de Ia prueba, que la mejor manera que hay para que el alma humana crezca es a través del sufrimiento. Es real, patético y triste, pero es verdad. El egoísmo está tan desarrollado en el corazón humano que solamente hasta que éste se queda sin nada propio, termina dependiendo de Dios.

 

Veamos un ejemplo de subir el monte de la prueba. Pensemos en una persona que haya sido criada como un ser altanero, soberbio, con un orgullo que le impide pensar con cordura de sí mismo. Acepta a Cristo, pero esas ideas en su mente terminan impidiéndole darle al Señor un verdadero dominio sobre toda su vida. Es una persona que sigue decidiendo en sus propias fuerzas, por encima de los mandatos de Dios. Puede entonces, experimentar una prueba, pensemos en una condición que lo incapacite y que Dios permite para que pueda darse cuenta de su tremenda ineficacia, y de su incapacidad de mantener por su propia cuenta su vida en estabilidad.

 

Esta prueba, le está haciendo sentir dolor sin que él o ella tengan la capacidad de ponerle fin y todo esto para que razone que separado de Dios no puede hacer nada, que depende de Él, de su Soberana voluntad interviniendo para que las cosas pasen. Cuando ese corazón se dé cuenta de que comparado con Dios no es nada, entonces Ilegará a una madurez para saber manejar con sabiduría su libertad, y, en consecuencia, puede haber no más impedimento para que sane.

 

Es lo mismo que puede pasarle al creyente perezoso y holgazán que quiere un trabajo de dos  horas al día en donde le paguen el equivalente a un mes de sueldo y que hace sufrir a la familia por su incapacidad de resolver problemas en su hogar. Es finalmente, hermano, lo mismo que puede estarte pasando a ti y estarme pasando a mí.

 

Vuela sobre los montes de la prueba

 

Es lo mismo que puede pasarle al joven maleducado y ensoberbecido por la marca de ropa que usa que lo hace sentir más que los demás, aún incluso, más que Dios y si Dios es menos que ellos entonces, ¿por qué servirle? ¿Qué pasará entonces? ¿Será que su padre pierda su trabajo y tenga que volver a una condición en donde no tenga nada? En estos momentos, ¿se preguntará por qué?

 

Así también puede pasarle al padre creyente tolerante con el pecado de sus hijos a quienes ha amado tan ciegamente que no les ha sabido poner límites porque quiere que "tengan Io que no tuve" y que lo ve alejarse de las cosas de Dios sin saber ¿o sin querer darse cuenta? que el nombre de Dios está siendo blasfemado por sus hijos y que su reputación está siendo despedazada.

 

Igualmente les pasa a los padres que no se explican Ia rebeldía repentina de los hijos. No hay malas influencias cerca, no hay malos ambientes que lo expliquen, pero, una mirada al pasado les muestra que, cuando ellos fueron jóvenes jamás fueron hijos obedientes; hicieron su voluntad y ahora sus hijos les imponen la suya.

 

Y aún en medio de estos procesos claros de disciplina muchos de estos padres siguen preguntándose: “¿Por qué?”.

 

Del mismo modo es lo que puede pasarle al pastor de una iglesia que egoístamente no ha permitido en muchos años que las ovejas con capacidades y dones se desarrollen para edificar a su congregación, y ahora que más necesitan de ayuda, no encuentran ningún tipo de apoyo y se preguntan: “¿Por qué?”.

 

En resumen, es lo mismo que puede estarte pasando a ti. 

 

Si tan solo tuviéramos la humildad de convertir los “porqués” en “paraqués”.

 

Pero, inevitablemente tenemos que Ilegar a un punto en que no hay explicación.

 

Sí, me refiero a que hay situaciones en donde aun cambiando los “porqués” en “paraqués” no se encuentra una lógica a lo que nos sucede. O sea, nosotros no construimos el monte de la prueba y aún así Io estamos subiendo; no hicimos el camino y nos están haciendo caminarlo, no hay explicación para Ia aflicción y el sufrimiento. Eso sucede. A veces, no hay una causa, pero se padece el efecto.

 

Aquí se requiere de un valiente análisis personal.

 

En la vida cristiana, si hablamos de las cosas que suelen ser desagradables, estas, pueden ser de dos diferentes tipos que, explicamos a continuación.

 

1.   Pruebas. Son las situaciones donde la fe basada en las convicciones del creyentes es sometida a situaciones que le representan una carga espiritual y emocional. Las pruebas son usadas por Dios para fortalecer a sus hijos (1ª. Corintios 10.13). Podemos considerar a las pruebas como el “entrenamiento extremo” de parte de Dios para desarrollar en sus hijos facetas de su carácter que requieren desarrollo porque, muy seguramente en los tiempos que Dios sabe vendrán, dichas facetas deben estar fortalecidas. Las pruebas no son provocadas por el creyente, no se generan en su debilidad o pecado, son externas a él. Ejemplos de prueba en la Biblia son, los ataques de Satanás a Job y a Jesús. El diablo, recibe de parte de Dios el permiso para lo que a su juicio es un “ataque” al cristiano por lo que, incluso el enemigo, es usado por Dios para fortalecer la fe del creyente. Las pruebas son superadas simplemente resistiendo el tiempo que dure el ataque (Santiago 4.7).

2.   Disciplinas. Tal y como afirma Gálatas 6.7, todo creyente que cometa pecado, sufre la disciplina de Dios quién, a través de las consecuencias de las malas acciones, desea corregir lo que está deficiente en la vida de cada uno de sus hijos. Las disciplinas del cristiano son generadas por el mismo hijo de Dios. El diablo puede ser usado para atacar al cristiano durante una disciplina, pero, lo que origina el ataque es diferente al de la prueba. La única forma de pasar por una disciplina es pidiendo perdón a Dios por el pecado cometido (1ª. Juan 1.9), cambiando la conducta y, esperar a que el tiempo disciplinario pase conforme a la voluntad de Dios.

Así que, subir el monte de la prueba significa que entiendas claramente estos dos conceptos que muchos creyentes ignorar, no conocen, o no saben distinguirlos.

Así que, ¿estás viviendo pruebas o disciplinas?

¿Vas a dejar que Ia prueba no cumpla su propósito? ¿Te quedarás esperando en el desierto a esperar que las piedras se vuelvan pan? O le dirás a Dios: “escrito está", "hágase tu voluntad" y superarás Ia prueba para subir un escalón más de tu madurez cristiana y dirigirte así al ministerio que Dios ha preparado para ti, para que Io ejerzas con total responsabilidad y compromiso.

 

Fruto o ineficacia.

¡Tú haces Ia diferencia!

 

  


Capítulo 5.

Dotán

El monte de la Comunión

 

oró Eliseo y dijo: Te ruego, oh, Jehová que abras sus ojos para que vea.

 Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró;

y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo

y de carros de fuego alrededor de Eliseo.

 2 Reyes 6.17

 

Hay personas que en la voluntad de Dios gozan de privilegios enormes, y sin dudarlo, podemos afirmar que Eliseo fue una ellas.

 

Hacía ya muchos años que el profeta Elías lo había encontrado, y así, sin más, había puesto su manto sobre él y de pronto, las explicaciones fueron innecesarias. Él sería el aprendiz y Elías sería el maestro.

 

¡Cuántas cosas no aprendió Eliseo a la sombra del profeta!

 

Eliseo, respondiendo al Ilamado de Dios, pasó de la estabilidad, de Ia seguridad del hogar, del trabajo y del amor de los suyos a la llenura espiritual de vivir por y para Dios lo que seguramente para él no fue una decisión nada fácil de tomar.

 

De un momento a otro, Eliseo dejó lo seguro e inició un camino sin saber lo que sucedería al día siguiente. Eliseo, simplemente creyó sin ver, o sea, puso en acción su fe y en la cima de una montaña, el profeta aprendiz que creyó sin ver, simplemente vió.

 

Eliseo a Elías le aprendió como encarar el pecado, que tono de voz utilizar para hacer más directo y personal su mensaje, cómo dirigirse a una nación pagana, cómo mantener la mansedumbre para esperar la salvación de Dios. Definitivamente, el Ilamado para Eliseo de parte de Dios por medio de Elías, le hizo a este experimentar la acción directa de Dios en su vida y esa recompensa bastó para justificar cualquier decisión que pudo haber tomado.

 

Una gran conmoción está sucediendo en el mundo espiritual. Dios ha hecho sentir a sus profetas incluido Eliseo, que su voluntad ha sido tomar en su mano a Elías para Ilevarlo a su misma presencia sin que experimente la muerte física. Elías ha subido sobre todos sus montes. La única meta que le queda por cumplir es Ia realización de estar toda la eternidad con su Señor, y esa clase de metas, Dios suele no retardarlas demasiado.

 

 

Aconteció que cuando quiso Jehová alzar a Elías en un torbellino al cielo,
Elías venía con Eliseo de Gilgal. Y dijo Elías a Eliseo:
Quédate ahora aquí, porque Jehová me ha enviado a Bet-el.
Y Eliseo dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré.

Descendieron, pues, a Bet-el.
Y saliendo a Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Bet-el, le dljeron:
¿Sabes que Jehová te quitara hoy a tu Señor de sobre tí?
Y él dijo: Si, yo lo sé; callad.
Y Elías Ie volvió a decir: Eliseo, quédate aquí ahora,
porque Jehová me ha enviado a Jericó.
Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré.
Vinieron, pues, a Jericó. Y se acercaron a
Eliseo los hijos de los profetas que estaban en Jericó, y le dijeron:
¿Sabes que Jehová te quitara hoy a tu señor de sobre tí?
El respondió: Sí, yo lo sé; callad.

Y Elías Ie dijo: Te ruego que te quedes aquí,
porque Jehová me ha enviado al Jordán.
Y él dijo: Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré.
Fueron, pues, ambos. Y vinieron cincuenta varones de los hijos de los profetas,
y se pararon delante a Io Iejos; y ellos dos se pararon junto al Jordán.
Tomando entonces Elías su manto, lo dobló, y golpeó las aguas,
las cuales se apartaron a uno y a otro Iado, y pasaron ambos por lo seco.

Cuando habían pasado, Elías dijo a Eliseo:
Pide Io que quieras que haga por tí,
antes que yo sea quitado de ti.
Y dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí.
Él le dijo: Cosa difícil has pedido.
Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así; más si no, no.
2 Reyes 2.1-10

 

Elías, Eliseo y los diferentes profetas sabían que el momento había llegado. EI cielo reclama la presencia de Elías y la tierra, el ministerio de Eliseo. Eliseo pide a Elías que su herencia de aprendiz sea recibir el doble de poder que Elías tuvo. Una doble bendición, una doble bienaventuranza. Elías lo promete con la condición de que Eliseo esté presente en el arrebatamiento de su maestro. La tensión se respira en el aire, los profetas perciben una presencia majestuosa que se acerca cada vez más; se postran humillados ante la Ilegada de los mensajeros del Señor de los profetas y esperan.

 

Eliseo puede ver como Ia mirada de Elías se hace más serena. Seguramente el silbo apacible de Horeb está resonando nuevamente en sus oídos. Dios vuelve a llamar a Elías, pero esta ocasión es diferente. No Io llama que salga hacia afuera de una cueva, lo llama hacia arriba en el cielo. 

 

Eliseo no pierde detalle alguno, observa la relajación en los músculos de la cara de Elías, y lo mira como cierra sus ojos lentamente. Elías ya no pertenece a esta tierra, está ya en completa sintonía con Dios. El viento mueve sus cabellos y su manto se levanta dando a la frágil figura Ia dimensión de un rey. Las pisadas de Elías se hacen cada vez más Ientas y firmes. Tiene la certeza de saber hacia dónde se dirige, es más, siempre la tuvo, y en un instante, todo pasa. 

 

Se hace un profundo silencio en la tierra, el viento deja de soplar, los animales guardan silencio y de improviso, un carro de fuego, una presencia divina pasa por en medio de los dos profetas separándolos de manera definitiva. El momento ha llegado para Elías, para Eliseo, llegará un poco después.

 

En medio de un torbellino de luz, divinidad y eternidad, Elías comienza a ascender al cielo mientras Eliseo ante la visión de la presencia del Dios a quien predica rasga sus vestidos en señal de humillación y anonadado no sabe qué hacer ni qué decir. Cualquiera en su lugar, sin lugar a duda, estaría como él; y del cielo, cae lentamente la capa que Elías siempre portaba.  

 

Eliseo la recoge con los ojos llenos de lágrimas y con el corazón a punto de salírsele del pecho, pero Eliseo recogió mucho más que un trozo de tela. Eliseo recogió también lo prometido: una doble porción del espíritu de Elías. 7 milagros fueron hechos por el maestro, 14 fueron hechos por el aprendiz y aún incluso estando muerto, Eliseo hizo milagros. La estabilidad espiritual de Israel ahora está garantizada.

Volar sobre los montes de la comunión 

De entre las situaciones extraordinarias que a partir de ahí le tocaron vivir a Elíseo hay una que es en particular muy sobrecogedora.

 

La nación Siria inicia una invasión contra el reino del Norte (reino de Israel) donde ministraba Eliseo. El rey sirio como es de esperarse traza la manera en que llevará a cabo el ataque. La mejor logística posible es puesta a disposición del rey sirio quien determina junto con sus capitanes y generales donde colocar batallones, donde establecer campamentos, donde emplazar las armas y el sitio donde estarán los arqueros. El plan es infalible.

 

Nada puede hacerlo fallar y, sin embargo, falla. El detalle es que los planes de los sirios Dios también los conoce y lo revela a Eliseo quien a su vez lo revela al rey de Israel y cada intento de conquista se ve frustrado por la anticipación que hace Eliseo.

 

Ante esta situación, el rey sirio ordena que sus ejércitos se desplacen a la ciudad de Dotán en donde se encuentra Eliseo; en esa ciudad se encuentra un monte y sobre el monte está el profeta. La avanzada militar se mueve furtivamente entre las sombras de la noche y sitia la ciudad de Dotán.

 

Cuando las primeras luces del día alumbran, soldados y armamentos están listos para atacar.

 

¿Eliseo habrá sabido por anticipado del ataque en su contra?

¿Eliseo habrá dormido tranquilo aquella noche?

¿Eliseo habrá orado por lo que estaba por suceder?

 

La respuesta indudable a las tres preguntas es: Sí. Y la razón de esta afirmación es una sola: Eliseo estaba en perfecta comunión con Dios, pero, que quede claro; Eliseo era mucho más que un seguidor de Jehová o un buen amigo. Eliseo servía a Dios no por curiosidad o por no tener otra cosa mejor que hacer. 

 

La comunión no es un pasatiempo, no es juego, no es un entretenimiento de fin de semana. La comunión va mucho más allá.

 

Vamos a definirla de una mejor manera.

 

El Diccionario llustrado de Ia Biblia de Editorial Caribe dice de la palabra comunión: "traducción del vocablo hebreo sod (‘amistad’ o ‘conocimiento íntimo’)." Y eso es precisamente el tipo de relación que Eliseo tenía y cultivaba con Dios. Ellos pasaban el límite de Ia amistad y llegaban a las esferas del conocimiento íntimo. El conocimiento mutuo y la necesidad de estar juntos era algo que regía sus vidas. Eliseo buscaba a Dios sí, porque lo necesitaba, pero más bien porque dependía de su presencia.

 

Como David y Jonatan.

Como Dios y Enoc.

 

Conocimiento íntimo.

 

Todas las motivaciones de Eliseo eran conocidas por Dios, eso es Omnisciencia, pero, cada una de ellas iba totalmente de acuerdo con lo que Dios deseaba, eso es comunión.

 

La idea de tener un mismo sentir no es extraña o fuera de Iugar, es algo normal cuando de amar a Dios se trata, por eso, Ia iglesia cristiana no decide nada por votación, porque no es un sindicato, pero sí por unanimidad, porque es un cuerpo donde existe conocimiento íntimo y en donde se puede llegar a tener el mismo sentir aun cuando no se tenga la misma opinión.

 

Eliseo y Dios caminaban íntimamente de la mano.

 

Y precisamente gracias a esa actitud del corazón, seguramente Eliseo había desarrollado hábitos que estuvieran regidos por esa necesidad de estar con el Señor. Seguramente pasaba horas en torno a la persona de Dios, seguramente las madrugadas los sorprendían charlando sin que Eliseo se diera cuenta del paso del tiempo.

 

Con certeza podemos afirmar que no había declaración de Dios que Eliseo se atreviera a cuestionar. Seguramente cada palabra que Eliseo hablaba tenía la intención de lograr que sus oyentes llegaran a conocer a Dios tanto como él lo había conocido. Seguramente todo Io que hacía estaba regido por una santidad a toda prueba. Eliseo lo había entendido bien, santidad no es frustración ni represión, no es ir en contra de lo que somos, no es exigir un sacrificio difícil de cumplir, santidad no es tener ausencia de pecado, santidad es estar más Iejos de mundo y más cerca de Dios.

 

Volar sobre los montes de la comunión

 

Dios tiene conocimiento íntimo con quienes le honran, respetan y buscan, y son ellos precisamente los que llegan a conocer lo que Dios desea. No cabe duda, en tiempos de Eliseo conocer la voluntad de Dios no era cuestión de falta de conocimiento sino de falta de comunión, y creo que las cosas siguen siendo literalmente iguales.

 

En ese plano de amistad íntima, Eliseo abre los ojos y se encuentra con Ia cara de su aprendiz desencajada, con los ojos desorbitados y el corazón rebosando de miedo. El aprendiz está sobre el monte de la comunión, pero no de manera personal. EI siervo de Eliseo se asoma a las Iaderas del monte Dotán y contempla como el ejército sirio está a punto de hacer caer la ciudad para hacer caer al profeta. 

 

Dice la Biblia NVI que el siervo contempla "caballos y carros de combate" lo que Ie hace perder la estabilidad emocional y busca ansiosamente al profeta en busca de un poco de dirección.

 

-  ¿Qué haremos, señor?

-  La batalla es de Jehová, ÉI peleará.

-  Pero son muchos, señor.

-  Son fuerzas humanas, nuestra confianza no.

-  Pero son muy poderosos.

-  EI único Poderoso es Jehová.

-  Pero yo no veo salvación.

-  Son más los que están con nosotros.

-  Pero yo no veo a nadie.

 

¿Te das cuenta? 

 

Ahí está el siervo, con la oportunidad de sentir Ia presencia de Dios, pero él quiere verla. La limitada capacidad humana a veces exige respuestas que se vean, sin entender que lo que no se ve es más poderoso cuando se cree que existe, porque de esa manera se confía en Io que no se percibe. Eso es fe.

 

¿Has leído alguna vez Hebreos 11.1?

 

El clamor de Eliseo es un canto de comprensión a la humanidad de su siervo:


Te ruego, oh, Jehová, que abras sus ojos para que vea
2 Reyes 6.17

 

Y los ojos fueron abiertos.

 

Y por segunda vez en el día, el aprendiz volvió a contemplar caballos y carros de combate, pero esta vez es diferente, porque lo que está viendo no procede de Siria, procede del cielo. Un número indefinido de ángeles guerreros rodea el monte de Dotán y sobrevuelan por encima de su cabeza. Surcan el aire y pasan a un lado de donde el profeta tranquilamente está sentado con una sonrisa dibujada en el rostro.

 

 

Las caras flamígeras de los ángeles refulgen como el oro, sus vestiduras son resplandecientes como la mañana; despiden una fuerza y energía que hace trastabillar al aprendiz que intenta seguir los pasos de Eliseo. El siervo enmudece, su mandíbula ha quedado sellada, un sudor frío comienza a recorrer su espalda. Sus ojos están contemplando sólo una pequeña muestra de lo que es el cielo, sólo un pequeño arrebol de Ia majestuosidad de Dios.

 

Todas las cosas de momento quedan sorprendentemente claras. Los sirios son nada ante Dios. La confianza de Eliseo es real y fidedigna. No está basada en experiencias místicas o emocionales, está basada en la realidad de una relación íntima con Dios. En ese monte quedó tan clara la presencia de Dios, que el siervo seguramente entendería que una relación íntima con Dios es la primer cosa que garantiza una protección indestructible en lo moral, emocional y mental.

 

Sin embargo, una reflexión aparte merece el aprendiz anterior de Eliseo mencionado en la escritura: Giezi.

 

¿Cuánto puede llegarse a conocer a una persona conviviendo durante muchos años con ella? 

 

Comiendo juntos, caminando juntos, platicando juntos, explicando los sentimientos más íntimos, abriendo el corazón. 

 

Esa es precisamente la oportunidad que tuvo Giezi, Ia oportunidad de acercarse al corazón de su maestro para disfrutar no solamente de su compañía sino de su impresionante estatura espiritual de la que en teoría por Io menos se esperaría que el aprendiz desarrollara cierta imitación, pero con Giezi no fue así.

 

¿A qué puede llevarnos el conocer de cerca de alguien? Indudablemente a ejercer una imitación de sus actitudes y hábitos, pero, eso es más real, cuando encontramos sentido a esos hábitos y actitudes. Cuando no los sentimos propios, cuando no razonamos lo que implican, no representarán nada jamás.

 

Esa es Ia explicación a una triste realidad: que muchos hijos de fieles siervos del Señor no siguen los pasos de sus padres o mentores. Son educados con el privilegio de Giezi, Ilegan a ver actuando a Dios en la vida de sus familias, es más, experimentan esas bendiciones y las comen, se visten con ellas, observan a sus padres humillados en oración buscando Ia dirección de Dios, pero algo pasa, porque el ejemplo no se reproduce.

 

Dos caras de una misma moneda. Por una parte, los modernos Giezis siguen solo como máquinas los mandamientos de Dios. Son creyentes porque no tienen otra opción. Si sus padres fueran mormones, serían mormones, si fueran testigos de Jehová, serían testigos de Jehová. Su imitación no es imitación, es obligación.

 

Pera Ia otra cara de la moneda es la del maestro. Los modernos Eliseos jamás se preocupan porque la salvación les cueste a sus discípulos. Se les enseña lo que la salvación implica, pero jamás se les enseña a experimentarla; tanto se les quiere proteger que deseamos que vivan su vida espiritual a la sombra de nuestra protección y evitamos que ellos puedan sentir su propia humillación, su propia vergüenza, su propia necesidad de Dios y así, les atajamos el camino al cielo.

 

 Eliseo ha sanado a un sirio, a Naamán.

 

No ha aceptado la recompensa por esto. Dios no cobra por Io que hace, Dios no espera que sus bendiciones sean tomadas como favores que tienen que devolverse, pero Giezi, el aprendiz de Eliseo no piensa igual. A escondidas del profeta y en su nombre, pide una recompensa al sirio Naamán por haber sido este librado de Ia Iepra por el profeta que, junto con la sanidad, le dio toda una lección de fe.

 

Y Eliseo Ie dijo: ¿De dónde vienes, Giezi? Y él dijo:

Tu siervo no ha ido a ninguna parte.

El entonces le dijo: ¿No estaba también allí mi corazón,

cuando el hombre volvió de su carro a recibirte?

¿Es tiempo de tomar plata, y de tomar vestidos, olivares,

vides, ovejas, bueyes, siervos y siervas?

Por tanto, la Iepra de Naamán se te pegará a ti

y a tu descendencia para siempre.

Y salió de delante de él leproso, blanco como la nieve.

2 Reyes 5.25-27.

 

Una última reflexión para todos, porque de una u otra manera todos somos modernos Eliseos.

 

Si no les enseñamos a nuestros aprendices a desarrollar su propia relación con Dios, Io único que Iograremos, será que ellos reciban marcas, dolorosas marcas que los acompañarán toda su vida, como Giezi. Marcas de malas decisiones, de malas elecciones matrimoniales, de malas selecciones de amigos, de malas maneras de querer agradar no a Dios sino a ti que eres su maestro.

 

Marcas de terminar creyendo que lo vil puede mezclarse con Io santo y vivir así, una vil santidad. 

 

Giezi contempló milagros increíbles, pero al parecer creyó que era la obligación de Dios hacerlos. Miró Ia grandeza espiritual de Eliseo, pero al parecer no entendió el esfuerzo que Ie tomó al profeta obtenerla. Experimentó las bendiciones de Dios, pero al parecer él prefirió ser grande parándose sobre los hombros de gigantes y no desarrollando su propia estatura espiritual. Qué triste.

 

Estar sin conocer, acercarse sin interés, pensar que subir el monte de la comunión quiere decir que Dios tiene que impulsarme hacia arriba sin que yo me esfuerce; esperar la provisión divina sin entender que sobre el monte de la comunión está Dios esperando que yo llegue a la cima exhausto para entonces recibirme y sanar mis heridas, suavizarlas, ya que sólo así, agradeceré en todo lo que vale que Él me permite estar junto a su bendita persona.

 

¿Cuánto se puede llegar a conocer a una persona en 3 años y medio de tratarla? La verdad es que muy poco, pero si Ia relación con esa persona no se Iimita a unos minutos o a una llamada telefónica, sino que es una relación de verse todos los días, compartir los despertares, los desayunos y las lágrimas, entonces, el conocimiento mutuo se vuelve intenso.

 

A pesar de esto, la comunión de Giezi con Eliseo y en consecuencia con Dios no fue lo profunda que debiera, y Ia misma situación, fue experimentada por el apóstol Pedro.

 

 

Pedro está en el momento en el que se decide si el monte de la comunión se sube o si se desperdicia todo lo que se ha vivido. Ese momento, por lo menos una vez en la vida cada creyente debe enfrentarlo. Para cada uno los momentos y las circunstancias serán diferentes. Pedro Io experimentó en el patio de una casa que no era suya, frente a gente que jamás había visto, pero que sí lo había visto a él. Pedro enfrentó su momento de volar sobre el monte de la comunión nervioso, atemorizado, con más preguntas que respuestas en la mente, sintiéndose desprotegido, confundido, sin saber lo que pasaría en los próximos minutos de su vida; sus pisadas lo han llevado inconscientemente a un lugar que, de haberlo razonado, seguramente él nunca siquiera se hubiera atrevido a acercarse.

 

Hace unos minutos las cosas eran tan diferentes.

 

Volar sobre el monte de la comunión

 Tener conocimiento íntimo de Dios.

Apropiarme su voluntad, sentirla, amarla

 

Esta clase de comunión con Dios, ¿es posible?

 

ÉI estaba cansado sí, pero al parecer lo mismo pasaba con Jacobo y Juan. Ahora Pedro tiene que reconocer que las cosas no eran nada normales. El Maestro estaba particularmente perturbado, ansioso. Su mirada tomó un matíz de tristeza indescriptible. Esa mirada sobrecogió a Pedro y en la intimidad de sus pensamientos él concluyó que el Maestro se dirigía a un momento muy angustioso de su ministerio y así fue.

 

¿Por qué las cosas no podían ser como antes?

¿Por qué no poder eternizar Ia comunión en el aposento alto?

 

A Pedro se le llenan los ojos de lágrimas mientras recuerda la mirada de amor con que Cristo lo miró a él y miró a todos mientras tomaba el pan de la pascua para partirlo y decirles que su cuerpo estaba representado allí. Con cuanto amor los miró uno por uno para terminar levantando la copa e identificarla con su sangre, pero Io más conmovedor y que aún hace sentir escalofríos a Pedro fue Ia promesa de beber esa copa nuevamente con Cristo en la eternidad.

 

Pedro siempre supo que esa promesa era cierta. Él mismo dijo de su maestro que era el Hijo del Dios que vive para siempre y Jesús no lo negó. Él supo que era verdad, y aun cuando la solemnidad hacía que los discípulos ni siquiera parpadearan, su mente no pudo evitar imaginar la eternidad, libres de ataduras, cenando, comiendo y riendo sobre la cima del monte de la comunión perfecta para nunca más bajar de ahí.

 

Después de cenar, la garganta de Jesús con mucha fuerza entonó el himno de alabanza final, pero ahí su voz se empezó a quebrar. Recordar al cordero muerto de la pascua a favor de los hebreos al parecer, le hizo pensar en algo que Pedro no entendió en ese momento, pero que ahora le era evidente 

 

Cristo no sólo anunciaba una memoria pasada sino un sacrificio futuro que lamentablemente fue más pronto de lo que Pedro esperaba. Fue tan intenso estar ahí en el aposento alto, cerrar los ojos y escuchar únicamente la voz de aquellos hombres rudos en proceso de preparación misionera.

 

Pedro está seguro de que mientras escuchaba la línea final de alabanza se Iogró oír una entonación de voces sobrehumanas alcanzando tonos y tesituras que nunca había escuchado. Todo el universo se concentró en un aposento. Pedro está Iisto para subir el monte de la comunión.

 

Las emociones están listas.

 

¿Cuántos milagros Pedro observó de las manos del Maestro? ¿Cuántos? Su mente está llena de ellos. Han salido del aposento alto y se dirigen según les dijo Jesús, al Monte de los Olivos, seguramente a orar; la ocasión lo amerita. Es un memorial, una fiesta nacional, pero ahora más que nunca Pedro está seguro de que las cosas no están bien. Jesús ha vaticinado que alguien en el aposento Io iba a entregar en un acto de soberbia y ambición desmedida.

 

¿Cuánto vale Ia vida del Creador?

 

Pedro no pudo evitar mirar a los ojos de Simón, de Leví, de Tadeo, de Jacobo, pero en sus ojos encontró la misma interrogante, Ia interrogante de querer saber a quién se refería Jesús. Pero, los ojos de Judas lscariote eran tan diferentes, iluminados con un frenesí y una ansiedad que incomodaba. Judas se mostraba nervioso, moviéndose sin control. Esa charla de Jesús con él fue tan difícil de comprender. ¿Por qué Judas salió tan apresuradamente?, al parecer Judas y Jesús sabían a donde había ido, pero nadie había osado preguntarle al Maestro al respecto. Judas abrió la puerta y las tinieblas se lo tragaron como si siempre hubiese pertenecido a ellas.

 

¿Cuántos milagros fueron? Los peces multiplicándose sin parar, su suegra Ievantándose de una fiebre mortal, los endemoniados incapaces de enfrentarse a Jesús. Un mar embravecido como un marino con su experiencia jamás había visto. La firmeza de Ia voz del Maestro, la orden terminante, la naturaleza cediendo, los demonios dispersándose, las tinieblas difuminándose, Ia gran bonanza.

 

La hija de Jairo, abriendo los ojos y sonriendo sin parecer que hubiera estado en las garras de la misma muerte. La mujer adúltera tirada en el suelo, sollozando, temblando de arrepentimiento, la mirada mordaz y soberbia de los fariseos, el reto moral, las manos con las piedras danzando en el aire, el ansia de sangre que se alimentaba de hipocresía. La declaración de justicia:

 

"Que la libertad de pecado empuje las piedras".

 

El sonido de las piedras cayendo, los murmullos entre dientes, las pisadas de huida marcadas en Ia tierra. La gente huyendo de la presencia de Dios que evidenció su pecado y falta de sentimientos, y ahí en el centro de todo, la mujer sintiéndose muerta y volviendo a la vida. El amor del Maestro perdonando. Pedro miró en los ojos de la mujer algo que sólo los que estuvieron ahí como él pudieron ver: la convicción de no volver a pecar por muy fuertes que se pudieran presentar en su vida las tentaciones. En los ojos de esa mujer había seguridad y agradecimiento. Fue tocada por la dulce voz del Creador, esa misma voz que lo tocó a él, a Pedro, a orillas del Mar de Galilea:

 

- "Sígueme".

 

Fue un alto tan repentino, él estaba acomodando sus redes, pero la expectativa de ser pescador de hombres fue más importante que cualquier cosa. Muchas veces Pedro se ha preguntado en tres años y medio cómo pudo hacer lo que hizo: dejarlo todo y seguir a Jesús. Algo dentro de su ser supo simplemente que debía hacerlo y lo hizo, y al parecer sólo hay otra seguridad igual en Pedro, la seguridad de que jamás cambiaría esa decisión por nada. Esa decisión para Pedro es Ia vida. Todos los milagros contemplados, cada uno corroborando la procedencia de su Maestro.

 

Pedro debe subir sobre el monte de la comunión y sus emociones están listas, pero, su razonamiento también lo está.

 

Fue tan extraño que Jesús pidiera únicamente la compañía de Jacobo, Juan y él para adentrarse en el Olivete. Los pasos de Jesús eran firmes, pero tan frágiles a la vez. Pedro ahora entiende por qué la frente del Maestro empezaba a Ilenarse de sudor, entiende por qué su mirada parecía colocada en un espacio de tiempo más adelante que su presente. Ellos sólo tenían que esperar ahí mientras Él oraba, pero ¿de qué quería proteger a los discípulos manteniéndolos lejos? y una vez más la inquietud, ¿Dónde está Judas? ¿Qué está haciendo? ¿Por qué no regresó?

 

Esas palabras: "Mi alma está muy triste, hasta la muerte”, que impacto causaron en los tres acompañantes que intercambiaron miradas para coincidir en que nunca como hoy el Maestro había estado así. Y para hacer las cosas mucho más difíciles, la tensión de los últimos días parece cobrar sus primeros frutos en Pedro. Su cuerpo está tan cansado, tan quebrantado.

 

Las primeras horas de la mañana sorprenden a Pedro agotado de una manera tan extraña que sólo pudo ver la silueta del Maestro perdiéndose entre la maleza del monte y de ahí, la oscuridad.

 

Tres veces pasó lo mismo, y en la tercera, junto con el sueño, vino la alarma de ver marcas de sangre en la frente del rostro amado del Cristo que parece estar agonizando en vida. Al parecer el Cordero de Ia Pascua está ya siendo sacrificado de nuevo, con la diferencia de que esta vez, será un cordero perfecto.

 

Volar sobre el monte de la comunión


Recordar que se debe amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas.

 

Pedro está listo para subir al monte de la comunión, solo le resta un paso. El corazón y Ia razón están en su lugar, pero al parecer, las fuerzas no.

 

Todo pasó tan rápido.

 

Voces, antorchas, una pregunta pintada de ansiedad y una mirada de indescriptible ambición.

 

“¿Qué quieres amigo?". Las manos, los golpes, los gritos. El Maestro, su Maestro está siendo Ilevado, pero ¿a dónde? Lo único que atinó Pedro a hacer fue seguir a Cristo a Ia distancia, aún no atina a pensar para qué lo hace, pero si unas horas antes le dijo a Jesús que lo seguiría hasta la muerte pues, debe de cumplirlo.

 

 

Ha entrado a Ia ciudad, se dirige a la zona rica, la multitud comprada hace bien el papel de acusadores y llevan a Jesús hasta el patio de la casa del sumo sacerdote y hasta ahí, llega Pedro. Está a un solo paso de subir su Dotán personal. Si el conocimiento íntimo del Cristo, de su Cristo era real, entonces, nada Ie podría separar de ÉI, nada, eso es Io que Pedro pensaba; y ahora, está levantando el pie para pisar la cima del monte de Ia comunión cuando de momento, una voz lo detiene. La prueba final, el momento de la templanza, el instante de comprobar cuan íntimo es ese conocimiento ha Ilegado


Pedro, entre tanto, estaba sentado afuera, en el patio.
En esto, una sirvienta se Ie acercó y le dijo:
- Tú también andabas con Jesús, el de Galilea.
Pero Pedro lo negó delante de todos, diciendo:
- No sé de qué estás hablando.
Luego se fue a la puerta, donde otra lo vio y dijo a los demás:
- Ese andaba con Jesús, el de Nazaret.
De nuevo Pedro lo negó, jurando:
- ¡No conozco a ese hombre!
Poco después, los que estaban allí se acercaron a Pedro y le dijeron:
- Seguro que tú también eres uno de ellos. Hasta en tu manera de hablar se te nota.
Entonces él comenzó a jurar y perjurar, diciendo:
- ¡No conozco a ese hombre!
En aquel mismo momento cantó un gallo,
y Pedro se acordó de que Jesús Ie habla dicho:
“Antes que cante el gallo, me negarás tres veces”
Y salió Pedro de alli, y lloró amargamente.
Mateo 26.69-75 Biblia Dios habla hoy

 

Sinceramente, no hay nada que pueda escribir que añada algo a la elocuencia de Ia Escritura.

 

A un paso del triunfo, Pedro se perdió la majestuosidad de observar los carros de combate celestiales conquistando la salvación de la humanidad.

 

El Ilanto Ie puede dar un poco de consuelo ahora, pero en cada paso que da dirigiéndose a ninguna parte, la mirada de Cristo profunda e inalterable después de que el gallo cantó le persigue. Ahora, un nuevo pensamiento llena su mente. Le ha fallado a quién había jurado que jamás lo haría.

 

Pedro no alcanza a darse cuenta de que el peso que lo doblega no es Ia mirada de Jesús, es el peso de su propia conciencia. Jesús tiene preparada para Pedro una segunda oportunidad de alcanzar Ia cima del monte de Ia comunión y sabe que ese encuentro será para no separarse jamás, pero ahora, es momento de que el apóstol en ciernes medite en que un compromiso con Dios, absolutamente nada debe alterarlo. Llegará el momento del perdón, pero la marca en su corazón, al igual que la lepra de Giezi, debe quedarse ahí, para que quede claro qué clase de cosas son las que precisamente Dios no quiere.

 


Así con las personas que NO están sobre el monte de la comunión

 

   Como el trato con personas en su infancia destruyó todo su mundo, en su etapa presente, sus pensamientos más íntimos no los dan a conocer a nadie y nada más lo hacen con personas que por sus características nunca podrían evidenciarlos delante de nadie.


     Creen que mostrar sus reales sentimientos es síntoma de debilidad emocional, por lo que, sin dudarlo, se burlan de las expresiones de afecto de las personas, restándoles autenticidad, pero por dentro, desean que alguien sea expresivo con ellos.


  Sus relaciones son enfermizas, problemáticas y sádicas. Sin importar si son relaciones de matrimonio, paternidad o amistad, siempre hay enojos, arrebatos, lágrimas, reproches y sobre todo dolor, mucho dolor.


    Han perdido Ia dimensión de sus afectos. Las mujeres, por ejemplo, que no han subido el monte de Ia comunión, para compensar el dolor de la amargura hacia sus esposos, se vierten por completo a sus hijos convirtiéndose Iiteralmente en esclavas de ellos, quienes terminan lastimándolas más, creando un círculo vicioso de autodestrucción que nunca termina. En otras relaciones que estas personas practican siempre acaba pasando Io mismo.


    Al no estar en comunión con Dios, sus vidas están si, bien organizadas, todo bajo control, así les gusta, pero, la buena organización no es sinónimo de felicidad. Por lo que son las personas que ríen en el tumulto mientras Iloran en Ia soledad.

 

¿Eres esta clase de persona?

 

 

Así son los creyentes que NO están sobre el monte de la comunión

 

       Les encanta y hasta presumen de una vida sumamente religiosa, pero todo es puro ritualismo. En las decisiones y actitudes de todos los días, no toman en cuenta a Dios para nada.


       Todo su tiempo está invertido en el dios más importante que tienen: ellos mismos. No son capaces de dedicar a Dios un tiempo realmente significativo. Nunca se les ve sirviendo en sus congregaciones. ¿Los pretextos? Ni vale la pena comentarlo, siempre tendrán su catálogo de excusas convenientemente actualizado.


    Su asistencia al templo es una religiosidad, por lo que, con la más mínima facilidad faltan dos días, asisten otro, faltan tres y se molestan cuando se les pregunta por su inasistencia.


       No suelen orar más que por los alimentos y eso, en su casa. En el trabajo no lo hacen jamás. Se les oye orar y oran igual a como la hacían muchos años antes. Se nota que no hay ejercicio de oración, se nota demasiado.  


      No son malos o perversos, solo que no desean una comunión demasiado estrecha con su Señor. En el fondo de su corazón hay un trasfondo de orgullo, soberbia e independencia que les fue inculcado erróneamente en un afán de hacerlos independientes y responsables, pero que al final, los volvió fríos y calculadores. Son los siervos que son pura cabeza y no dan ningún espacio para el corazón.

 

¿Eres esta clase de creyente? 

 

Sobre los montes

 

 

Consecuencias para las personas que NO quieren estar sobre los montes de la comunión

 

Una estrecha relación con Dios es la base para poder construir cualquier tipo de relación emocional de tal forma que ésta sea sólida, permanente y enriquecedora. EI amor como concepto no aporta mayor relevancia a una persona. EI entender que el amor sobrepasa el término de concepto y se convierte en una persona, hace que las cosas tengan una nueva dimensión.

 

Si deseo amar, no debo preocuparme por sentir. Los sentimientos no son confiables, son volubles, dependen de las circunstancias y de mi estado de ánimo y si mi estado de ánimo sin Dios se vuelve patético y risible, entonces la calidad del “amor” que daré a mis hijos, esposa, padres, amigos y conocidos será patético también. Para amar, no debo estar en un sentimiento, debo estar en una persona. La Biblia afirma que Dios es amor (1 Juan 4. 8) lo que implica que, si tengo y mantengo una relación con Dios de carácter indestructible, no deberé de preocuparme por amar aún a los que me aborrecen. ¿Cómo estás amando? ¿En sentimiento o en persona?

 

Eso pasa con las personas que no logran estar sobre el monte de Ia comunión. Es que no saben, no pueden y al final no quieren amar. Nadie les ha dicho como puede hacerse, nunca han vivido un amor así de incondicional. Operan de acuerdo con sus emociones que los acaban confundiendo, y se destruyen más y más conforme los años van acabando con sus vidas.

 

¿Cuál es la consecuencia para una persona que no quiere ni puede estar sin nadie? La respuesta es simple: no estará con nadie. Los años le dejarán con divorcios, con hijos que sólo buscan el poco dinero que puedan sacarles y que ellos darán arrastrando su dignidad personal por un poco del cariño que nunca pudieron dar. Esto no se detendrá hasta que estén completamente empapados en el amor persona: Cristo. ¿Así quieres terminar?

 

 

Consecuencias para los creyentes que NO quieren estar sobre los montes de la comunión

 

La consecuencia, es una sola que puede resumir todo lo que puede pasarle a creyentes que no han subido el monte de la comunión. Al igual que Pedro, tarde o temprano terminan en un estado permanente de negación.

 

Se termina negando cualquier señal de Ia más elemental humanidad y valores morales. Terminan sus vidas y sus hogares en la más aterradora anarquía. No hay orden ni sentido para las cosas que hacen. Se vive en completo estado de daño emocional que se reproduce en los hijos. En ellos se acumula una herencia de insatisfacción por todo. Ellos y su descendencia son personas que se quejan de todo, de todo protestan, por todo están inconformes, pero no debe de extrañarnos, porque no han tenido en el corazón la más mínima experiencia de lo que el amor de Dios puede hacer.

 

Acércate a ellos con cuidado, recuerda que rechazarán de inmediato a Dios porque piensan que Él tiene la obligación de impulsarlos a la cima del monte. Su insatisfacción es tan grande que buscan siempre a quien culpar de sus propias malas decisiones. No terminan de entender el concepto de pecado. De hacerlo, se darían cuenta que su insatisfacción es muestra de su propia ineficacia, y no de fallas en el amor de Dios. Los creyentes que no han subido a Dotán, terminan negando con sus hechos cualquier muestra de las cualidades que un creyente debe tener.

 

Su relación con Dios es tan limitada, que se pierden manjares espirituales en su congregación por la dureza tan grande que tienen sus oídos y sus corazones.

 

Entendamos con un ejemplo. Cierta ocasión, estando en la capital de México, estaba parado al lado de un lugar donde vendían periódicos y revistas. Al acercarme, me sorprendió escuchar música de alabanzas a Dios.

 

Mi primera intención fue acercarme a saludar al dueño del lugar y compartir impresiones como hermanos en Ia fe, pero preferí esperar, porque estaba hablando con otra persona haciendo referencia de su propia hija. Traté de poner atención y me sorprendió escucharlo hablar en términos altisonantes y muy vulgares. Luego de un momento, se levantó a arreglar sus revistas y se topó de frente conmigo. De una manera por demás descortés me pidió que me hiciera a un Iado.

 

¿Conclusión? Los hechos hablan más que las palabras.

 

Sigamos con los ejemplos. De un culto cristiano salí una noche para tomar un taxi y dirigirme a casa. El taxi lo tomé a cierta distancia del templo. La ruta necesaria obligó al taxi a pasar por el frente del templo de donde yo había salido. Al pasar por el lugar, el taxista me cuenta que cuando se dirigía al lugar donde Io detuve, vió salir del mismo templo a un conocido mío que de manera imprudente cruzó la calle haciendo que su auto casi lo arrollará. Me dijo, además, que, este hermano en respuesta gesticuló y lo ofendió de fea manera. El taxista termina su comentario haciéndome la siguiente pregunta: “¿Qué le parecen los cristianos?" Hasta ese momento, él desconocía que llevaba a uno a bordo.

 

Cualquier persona no creyente que vea esta clase de ejemplos que damos ¿sentirá la necesidad de ser cristiana al ver como vivimos a Cristo? La respuesta, sin duda es no, y es comprensible que piensen así.

 

La consecuencia para el creyente que no sube el monte de Ia comunión es la negación, una negación tal en la cual no nos sujetamos ni siquiera a Dios, pero recordemos, esa negación producirá imitación en nuestras siguientes generaciones.

 

Y su negación, la de ellos, Ia de nuestros hijos, será nuestra lepra permanente, porque tomarán decisiones absurdas que a quien más lastimaran terminará siendo a nosotros mismos, y créanme, el dolor será intensísimo; y ahí se quedará hasta que el Señor nos llame a su presencia.

 

Decidirse a formalizar una relación con Dios es lo único que podrá garantizar la estabilidad total en todas las áreas de nuestra vida. La estabilidad asegurará buenas decisiones las que conducen a buenas situaciones y las buenas situaciones nos llevarán a la felicidad. Cualquier persona o creyente que rechaza la felicidad solo puede estar gobernado por una gran ignorancia o necedad.

 

¿Acaso nosotros estaremos así?

 

Vuela sobre los montes de la comunión

 

Después de esto, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos,

a orillas del lago de Tiberias.

Sucedió de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás,

al que llamaban el gemelo, Natanael que era de Caná de Galilea,

los hijos de Zebedeo y otros discípulos de Jesús.

Simón Pedro les dijo: - Voy a pescar.

Ellos contestaron: - Nosotros también vamos contigo.

 

Fueron pues y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada.

Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla,

pero los discípulos no sabían que era él.

Jesús les preguntó: - Muchachos, ¿no tienen pescado?

Ellos le contestaron: - No.

Jesús les dijo: - Echen la red a la derecha de la barca y pescarán.

Así lo hicieron, y después no podían sacar la red por los muchos pescados que tenía.

Entonces el discípulo a quien Jesús quería mucho le dijo a Pedro: - ¡Es el Señor!

 

Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió,

porque estaba sin ropa, y se tiró al agua.

Los otros discípulos llegaron a la playa con la barca,

arrastrando la red llena pescados,

pues estaban a cien metros escasos de la orilla.

Al bajar a tierra encontraron un fuego encendido,

con un pescado encima y pan.

Jesús les dijo: - Traigan algunos pescados de los que acaban de sacar.

 

Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena

 de grandes pescados, ciento cincuenta y tres,

y aunque eran tantos, la red no se rompió.

 

Jesús les dijo: - Vengan a desayunarse.

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era,

porque sabían que era el Señor.

Luego Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan

y se lo dio a ellos; y lo mismo hizo con el pescado.

 Esta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos

después de haber resucitado.

Terminado el desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro:

 

 - Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?

Pedro le contestó: - Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo: - Cuida de mis corderos.

 

Volvió a preguntarle: - Simón, hijo de Juan ¿me amas?

Pedro le contestó: - Sí, Señor, tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo: - Cuida de mis ovejas.

 

Por tercera vez le preguntó: - Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?

Pedro, triste porque le había preguntado por tercera vez si lo quería

le contesto: - Señor, tú sabes todo; tú sabes que te quiero.

Jesús le dijo: - Cuida de mis ovejas

.

Te aseguro que cuando eras más joven, te vestías para ir a donde querías;

pero cuando ya seas viejo, extenderás los brazos

y otro te vestirá y te llevará a donde no quieras ir.

Al decir esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera

Pedro iba a morir y a glorificar con su muerte a Dios.

 

Después le dijo: - ¡Sígueme!

 

Vuela sobre los montes de la comunión

 

Termina, como Pedro, con lo mismo del principio, con un “sígueme” de una relación reconquistada con Dios.

 

¿Estarás dispuesto a volver a empezar?

 

Si ha sido mucho el tiempo en que tu relación con Dios ha sido olvidada y relegada al plano de la costumbre, entonces, eres un Pedro huyendo con lágrimas en los ojos. Reconoce que esta tendencia de mantener a Dios lejos de ti es pecado, un terrible pecado de soberbia. Pídele perdón a Dios en el sitio donde estés y razona lo que estás dejando de lado por rechazar a Dios. Sé sincero con Él y si lo eres, deberás ser como Pedro en la playa.

 

Como Pedro, deberás sentir vergüenza siguiera de hablarle. Pero no te equivoques, disfruta su presencia, gózate del alimento que Él tendrá preparado sobre el fuego.

 

Espera solo un momento, el Buen Maestro no tardará en preguntarte: “¿Me amas más que a ti mismo?". Contesta haciendo un compromiso. Dile que Él lo sabe todo, que no lo puedes engañar. Dile que eche una mirada a tus intenciones para que descubra que no le estas mintiendo, nunca podrías. Dile que cualquier cosa ha pasado a segundo plano, dile que tus lágrimas son de arrepentimiento, que reconoces que tu red se llena porque Él la llena, no porque tú seas demasiado bueno. 

 

Es posible que te pregunte tres veces. En cada una de ellas deberás de responder cada vez con mayor aplomo. No se trata de que ÉI dude de ti sino de que tú estés completamente seguro y entonces, ámalo como nunca.

 

La tradición cuenta que Pedro muere crucificado de cabeza considerándose indigno de ser crucificado como su Maestro. Al parecer, Pedro aprendió la lección, y nunca más vivió su vida cristiana de lejos; así que te espera un proceso doloroso de incorporarte a ministerios y servicios, proceso doloroso porque probablemente no te crean tu nueva fidelidad, pero tú, demuestra lo sincera que es; el tiempo te recuperará la reputación perdida.

 

Vuela sobre los montes de la comunión

 

Cultiva un nuevo nivel de relación con Cristo, acude a Ia Biblia no para que te ayude a dormir, sino para conocer al Dios de quién habla, qué dice de Él. Aprende qué puede hacer en ti. Acude a la Palabra para que lo que encuentres lo incorpores a tu manera de ser y así, demuestres que algo dentro de ti está cambiando. Cuídate del pecado que te aleja de Dotán y no lo practiques más. Es algo muy fácil de hacer. Si comprendes sus consecuencias y lo que implica, si ya te ha alejado de Dios, si has perdido tiempo y bendiciones valiosas, entonces te será fácil rechazarlo sabiendo lo que puede hacer contigo. Agrega convicción al corazón, y verás a Cristo como lo que siempre debió ser en tu vida: tú Señor.

 

Lee el siguiente versículo y disfrútalo en toda su dimensión y mira entre tus lágrimas qué distintas se ven las cosas cuando en realidad se desea amar Dios.


“Para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”
Filipenses 1.21

 

Creéme que, a partir de este momento, empezarás a anhelar tu ganancia en la cual consumarás no solo el conocimiento íntimo de tu Señor, sino una comunión eterna.

 

Aún queda una última pregunta para este capítulo.

 

¿Cómo comenzarás a comportarte a partir de este momento?

 

Al igual que las respuestas de Pedro, solamente Dios y tú saben la respuesta a esta pregunta.

 

Capítulo 6

Hermón

El monte de la Transformación

 

… y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos.

Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve,

tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos

 Marcos 9.2-3.

  

  

El monte Hermón se levanta por encima de los 2700 metros sobre el nivel del mar. Es una cima que la mayor parte del tiempo se encuentra cubierta de nieve y por lo mismo, filtra una gran cantidad de agua a través de la piedra porosa que Io constituye, la cual sale en sus faldas en forma de cristalinos manantiales que se consideran el principal afluente del río Jordán. En tiempos antiguos era considerado una frontera natural del pueblo de Israel. Su nombre significa “consagrar", por lo que se le suele llamar “lugar consagrado” o "santuario", lugar donde se entrega, donde se dedica; donde las cosas cambian de dueño, donde se abandonan, donde se olvidan.

 

Debido a sus condiciones orográficas, el monte Hermón influye decisivamente en el clima de toda la región y es, según cree la mayoría de los estudiosos, el lugar donde Cristo se transfiguró.

 

El Hermón, montaña importante para la vida y Ia biodiversidad de su región. Sin él, no hay vida.

 

Esta importancia en la actividad climática que el monte Hermón tiene quedó registrada por el rey David en el Salmo 133.

 

¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es que habiten

los hermanos juntos en armonía!

Es como el buen óleo sobre la cabeza,

el cual desciende sobre la barba, la barba de Aarón,

y baja hasta el borde de sus vestiduras; cómo el rocío del Hermón,

que desciende sobre los montes de Sión,

porque allí envía Jehová bendición y vida eterna.

 

Es curioso cómo utiliza David el monte Hermón para darnos una preciosa figura de lo que es la comunión íntima de los creyentes (¿recuerdas el monte Dotán?). La comunión es como un frescor, como un rocío que Io cubre todo y nada escapa de su influencia; y así es la sensación de la comunión, da frescor a los corazones de los hijos de Dios. Es en el seno de la comunión en donde las bendiciones de Dios se derraman sin tropiezo.

 

Los fuertes vientos capturados por Ia elevación del Hermón, recogen la humedad de su cima y barren con ella las laderas del monte, llevándola a las tierras bajas. Una vez condensada esta humedad, se convierte en un rocío que refresca y alimenta la tierra. Cerca de Hermón, los frutos son mejores, más fuertes, más desarrollados; pero debe quedar claro que esto se debe a que el rocío que desciende del monte los vuelve así.

 

El rocío de Hermón.

 

Pedro ya le ha dicho a Jesús que conoce su procedencia, le ha susurrado al oído que Io sabe todo, que sus ojos están viendo al Mesías, y el Maestro se Io ha confirmado. Jesús por su parte, prepara el corazón de los suyos, y sus palabras son tan directas como preocupantes: “le es necesario al Hijo del Hombre padecer”, "el Hijo del Hombre debe morir, solo así podrá resucitar".

 

Pedro vuelve a susurrar, pero al parecer, su susurro no está impulsado por el Espíritu: “Maestro, no tienes por qué sufrir, si sabes que vas a morir, entonces evítalo, piensa un poco en ti, todo el mundo lo hace".

 

“Quítate de delante de mí Satanás". Pedro nervioso guarda silencio ante la acusación del Maestro y no entiende por qué lo ha tratado como su adversario, pero Jesús sabe, sabe muy bien. Y Satanás también sabe, sabe que, aunque incitó el comentario de Pedro, nada, absolutamente nada logrará hacer que Cristo evada el camino al Calvario, el último de sus montes.

 

Después de estos instantes de comunión, de advertencia, de consuelo, de enseñanza y reprensión; Jesús tomó a Pedro, Jacobo y Juan y los llevó a un lugar que se les hizo harto evidente cuando sus pies dejaron el terreno plano para empezar a tratar de remontar una pendiente.

 

Están subiendo el monte Hermón. El lugar donde las cosas se dedican, donde las cosas cambian, donde no continúan siendo iguales.

 

Cuatro siluetas van subiendo los senderos del Hermón. Los minutos se han ido acumulando sobre sus pasos y se han convertido en horas, en muchas horas. El sudor de Pedro, Jacobo y Juan abundantemente se derrama de sus frentes y recorre sus rostros. Las mangas de las túnicas ya se han empapado por haber servido de improvisadas toallas, pero el Maestro no se detiene, sigue avanzando. Como tantas veces, su actitud resulta tan desconcertante para los suyos; ¿Qué pasará en la cima?, ¿por qué es necesario subir tan de prisa?, ¿quién espera en la cima del Hermón?

 

Hace ya un buen número de minutos que los comentarios de los discípulos se han agotado. Ya no platican nada, solo caminan; en parte, debido al esfuerzo físico de subir una montaña, en parte por el aire fresco que comienza a causar escalofríos en sus cuerpos y en parte porque al igual que Moisés subiendo al Horeb por la ley, sienten que están pisando tierra santa.

 

Sienten que pisan un lugar que desde los tiempos de sus antepasados era considerado lugar de bendición. Pero en este momento, esta sensación de santidad lo llena todo, incluso sus propios pensamientos, y no es para menos, van siguiendo las pisadas de aquél que con sus propias manos formó ese monte. El rocío espiritual del Hermón va delante de ellos, el manantial de vida que proporciona el agua de la vida de cualquier creyente los apura a avanzar. Él Io sabe, lo sabe muy bien, los suyos no bajaran igual del Hermón.

Volar sobre el monte Hermón 

Subir las pendientes de la consagración, ser transformado y no seguir siendo igual nunca más

 

La cima está a la vista, el rostro sudoroso de Jesús se ve cansado pero feliz; ese mismo brillo que ilumina sus ojos cuando está a punto de entrar en comunión con el Padre vuelve a llegar. Ese brillo es el mismo que su ser tuvo en aquella ocasión cuando sus ojos, húmedos de lágrimas y de amor bajaron del cielo para musitar: "gracias", para después con la voz de quien tiene autoridad sobre la muerte y el tiempo decirle a Lázaro: "¡Ven fuera!"; esa llenura está una vez más ahí.

 

Los tres apóstoles lo saben, por lo que sin que ellos mismos se den cuenta comienzan a avanzar más lentamente. EI tiempo parece detenerse; están en la cima. El cansancio se ha ido, están ahí, observándolo todo, viendo cada detalle, tratando de adivinar porque el Maestro los Ilevó a aquel lugar, pero no encuentran el por qué, no adivinan el motivo.

 

Cristo está de pie, ahí, en medio de la cima; el frío de la humedad de los pequeños charcos de agua que empapan sus pies parece que no le perturban. EI aire frío de Ia montaña mueve sus cabellos y su mirada sobre el monte Hermón mira algo que los discípulos no pueden ver.

 

Ellos están Ilegando, se aproxima un instante de comunión intenso, y para un Dios que le resulta fascinante estar con su criatura, no es un momento que quiera perderse por nada.

 

Alguno de los acompañantes de Jesús se inclina para tomar un poco de nieve acumulada sobre una roca y la Ileva a la boca para tratar de saciar un poco la sed que aún reseca su garganta y agita sus pulmones. Casi instintivamente, los tres discípulos, buscando guarecerse del aire frío que comienza a sentirse más intensamente, buscan un lugar para sentarse; cuando de pronto, todo sucede en un abrir y cerrar de ojos.

 

Los tres voltean, algo está sucediendo, un brillo lo inunda todo, ilumina sus rostros y agita sus almas. Algo le ha sucedido al Maestro. Su rostro parece una lumbrera, sus vestidos no son los mismos, son más blancos que la nieve. Todo en Él parece diferente, pero ¿realmente es diferente? o ¿simplemente Io están viendo como es en realidad?

 

En este momento, Pedro, Jacobo y Juan saben la respuesta porque lo están viendo cara a cara. A nosotros, nos falta solo un poco más para mirarlo así también.

 

Y ahí a los lados de Jesús, Moisés y Elías. El hombre que guió a la nación hebrea está ahí, el receptor de la ley, el hombre cuyo rostro resplandeció, el hombre manso, el del amor y el consuelo resguarda a Cristo. Y Elías, el impulsivo y poderoso en palabra, el hombre de los avivamientos y la denuncia resguarda también al Cristo que muestra su gloria.

 

La ley y los profetas, las dos etapas más importantes de la nación hebrea, le abren su espacio a la gracia. EI hombre ha recibido la voz de Dios, pero ha Ilegado el momento de que reciban a Dios mismo.

 

Cristo sobre el monte Hermón.

Cristo transformado, diferente, distinto.

 

Los discípulos sobre el monte Hermón.

Iguales, sin cambiar, sin entender, sin analizar.

 

¿Cuántas veces hemos encontrado nuestros pensamientos a kilómetros de la voluntad de Dios? "Señor, ¿y si hacemos tres pequeñas casas de ramas para que el clima no los afecte a ustedes?, ¿Qué opinas?". Esa pregunta de Pedro realmente fue el recurso del miedo. Al no saber qué decir, prefirió decir cualquier cosa. ¿Jacobo y Juan? simplemente no son ellos mismos. La mente no tiene cordura, Ia lengua no tiene control. ¿Eso es la gloria? ¿Eso es Ia eternidad? Nunca la hubieran podido imaginar así.

 

Jesús, Moisés y Elías charlan, platican, hablan. El plan de las edades está por cumplirse y mientras esto sucede, una nube cubre a los tres personajes y da paso a una voz firme y segura: "Este es mi Hijo amado; a Él oíd". No hay otro camino, no hay otro modo de llegar al Padre, Él solo escuchará la voz del Hijo, a nadie más dará su gloria, solo ÉI es la puerta, el redil solo le pertenece  a Él. A nadie más Dios, amará como ama al Hijo.

 

Todo el amor del Universo concentrado en una montaña. La trinidad unida desde Ia eternidad salvando al hombre, el Dios Uno ante la disyuntiva de ser tres en la cima del Calvario. La única opción es amar, pero al amar hay que morir y Dios, Dios solo sabe amar.

 

La visión celestial termina, dejando a un Cristo igual a como era antes de subir sobre el monte Hermón. Pero, para los discípulos, las cosas han quedado ya suficientemente claras: Cristo es mucho más de lo que alcanzan a ver. Su Maestro es único y los tres hombres no alcanzan en ese momento a entender cómo logrará esa visión fortalecerlos en el futuro. Ahora nosotros ya lo entendemos al leer en una de las cartas de Pedro las siguientes palabras


...sino dando testimonio de su grandeza, que vimos con nuestros propios ojos
2 Pedro 1.16 NVI (énfasis del autor)

 

Volar sobre el monte Hermón

Demostrar que algo dentro de nosotros es totalmente distinto

 

Cristo era interiormente distinto a cualquier hombre. Eso le quedo claro a los discípulos en el instante mismo en que lo escucharon hablar por primera vez, pero, sobre la cima del Hermón, por lo menos a estos tres hombres les quedo claro que, el Mesías de Israel también es diferente exteriormente.

 

Hermón es el monte de la transformación.

Es el monte en donde dejamos de ser como somos para ser como Dios desea.

 

Los discípulos, doce hombres, doce personalidades formando un grupo tan heterogéneo que sólo gracias al hecho de que Cristo fuera su Maestro pudieron mantenerse unidos. De otra manera, el grupo se hubiera dividido casi al momento mismo de haberse formado.

 

De esto mucho nos puede hablar el siguiente pasaje de la Biblia: Lucas 6.12-15.

 

Pedro, impulsivo pescador de un fuerte carácter. Andrés su hermano, más servicial y menos colérico. Jacobo y Juan, hermanos con una fuerte tendencia a ser ventajosos. Felipe y Bartolomé siervos del análisis y del comentario prudente. Mateo, recaudador de impuestos, astuto y silencioso para sacar la mejor parte. Tomás dubitativo y exigente a la hora de las comprobaciones. Jacobo hijo de Alfeo, Simón celoso nacionalista con la violencia enarbolada como un recurso, Judas Tadeo y, como olvidar a Judas Iscariote demasiado ambicioso como para hacer las cosas de manera normal.

 

Cada uno de ellos amado por Cristo quien desde el principio supo lo que eran, lo que harían y lo que serían. Doce mentalidades en pos de un Maestro con tres años y medio de capacitación por delante para convertirse en los iniciadores de un movimiento que reconquistaría el auténtico mensaje de salvación que muchos no quisieron ver en la ley de Moisés.

 

Ahora, ¿Qué implicó ese proceso de capacitación envidiable? Por una parte, conocer íntimamente al Maestro, verlo amar para aprender a amar igual. Por otro lado, conocer su trabajo, verlo hacer las cosas para saber cómo hacer las propias. Además de todo esto, escuchar sus enseñanzas para poder conocer las reglas del Reino y entender lo que debe regir el comportamiento. Y en adición, la experiencia única de conocer el poder de Dios actuando de manera directa para poder comprobar la procedencia divina de Cristo y así no tener Ia más mínima duda del respaldo que su labor tendría.

 

En este último sentido, y después del pasaje de Lucas donde son Ilamados los apóstoles; me gustaría que hiciéramos una lista de los eventos que a los discípulos ya como grupo les tocó vivir juntos.

 

Escucharon la interpretación correcta de la ley mosaica de labios de su autor y curiosamente, lo hicieron también estando sobre un monte. Escucharon la forma en que desde el principio la ley tenía que haber sido interpretada. Ante ellos, Jesús sanó al siervo del Centurión y aprendieron con esto que Ia fe es premiada independientemente de las nacionalidades o carencias espirituales.

 

Vieron cómo Jesús sanó al hijo de la viuda para dar un poco de consuelo a una mujer y tiempo a un hijo para amar un poco más a su madre. Ante sus ojos, vieron cómo una mujer fue capaz de amar tanto que entregó todo el fruto de su trabajo en forma de un perfume mezclado con lágrimas que cubrieron todo el cuerpo y los pies del Maestro para tener con Cristo un encuentro en donde las palabras eran innecesarias, pues los corazones estaban gritando; un encuentro que les ensenó la importancia de la humildad, sí, pero de la humildad que se demuestra. 

 

Escucharon sus parábolas, la semilla en la buena tierra, Ia necesidad de dar fruto, evitar crecer entre los espinos, los afanes, las ansiedades de Ia vida. Aprendieron a no ser la semilla junto al camino, a abrir los corazones para ser buena tierra y tener asegurado el fruto al ciento por uno.

 

De manera sobrenatural y sin creerlo todavía, vieron una tempestad asesina calmarse por la voz de Cristo quien, con una sola palabra controló a los elementos de la naturaleza y se reveló como algo mayor que la propia creación. 

 

Mientras ellos atemorizados se resistían a avanzar al lugar donde empezaban los sepulcros, su Maestro enfrentó a una legión de demonios que suplantaban la personalidad de un hombre y lastimaban su alma.

 

Lo vieron regresar en medio de una multitud para encontrar el rostro de una mujer que tocó su manto con una fe tan grande, que el poder de sanar y amar de Jesús la inundó por completo.

 

Lo vieron entregar una cesta con cinco panes y dos peces pidiendo que fueran repartidos como si no fuera capaz de darse cuenta el tamaño de la multitud que había que alimentar, y sin embargo, se alimentó. Aprendieron que no hay límite para los milagros siempre y cuando se cumpla la voluntad de Dios.

 

Cuantas historias, cuantas experiencias de la mano de Jesús.

 

Cuantos momentos de sentir que su alma se abría por la acción de las palabras de su Señor. ¡Qué manera de enseñarles el amor a todos!, ¡Qué historia aquella del buen samaritano! Ideal para unos discípulos que siempre se habían creído superiores que los habitantes de la región de Samaria. No hubo más que agregar, nunca volverían a preguntar a quién se debía amar, solo bastaría que levantaran la vista para encontrar a alguien.

 

Aprendieron que la hipocresía de la religión solo nos aleja de Dios y que el demandar señales a Dios no es muestra de querer creer sino de soberbia en el corazón. 

 

Vieron la sanación de un ciego en un día de reposo y entonces así de momento quedó claro que el amor no está sujeto a ninguna ley y que su Señor, también es el Señor del día de reposo así que, podía emplearlo como Él quisiera. Cuantas, cuantas cosas los discípulos recibieron de Cristo.

 

Siempre hay tiempo para amar a quienes desean ser amados, eso les quedó claro cuando ellos querían no importunar a un Maestro que deseaba ser importunado por la fe sencilla, total y ciega de los niños que sabían con total certeza con quien estaban, a quien querían tocar; quien querían que los cargara, aquél a quien ellos llamaban: “El Hijo de David”.

 

Nunca imaginaron ver a un hombre como Zaqueo convertido a Cristo, prometiendo devolver cuatro veces lo que hubiera hurtado como cobrador de impuestos. Se dieron cuenta que la fe en Cristo era, es y será efectiva para hacer de las criaturas, nuevas criaturas.

 

En silencio, sin atreverse a hablar, lo observaron llorar sobre la ciudad amada y recordar con cada lágrima la ingratitud de la ciudad de Jerusalén que correspondió a su amor asesinando a los profetas que les envió; vieron llorar a Jesús ante la tumba del amado Lázaro; entendieron que la incredulidad hace sangrar el corazón de Dios. Se regocijaron cuando una multitud tan numerosa como voluble recibió a su amado Maestro sobre un asno para proclamarlo como un enviado de Dios y como cumplidor de promesas.

 

Nunca hubieran imaginado que Jesús tuviera tal firmeza para expulsar a quienes eran capaces de despreciar la santidad del templo para aprovechar esto en su propio beneficio. La gente debía acercarse a Él para buscar a Dios, no para buscar ganancias. Los discípulos quedaron bien, muy bien entendidos que no debe haber tolerancia contra el pecado, no debe haberla jamás.

 

Saciaron su corazón en el aposento alto, donde entendieron que en Jesús se realizó el cumplimiento de todas las cosas.

 

 

Sintieron el miedo y la angustia al sentirse privados de su guía, y sobre todo, impávidos, desconcertados y casi fuera de sí, escucharon Ia agonía de Dios y vieron los borbotones de sangre empapando una inmunda cruz de madera que brotaban del cuerpo de su Maestro provocados por unos toscos clavos de hierro símbolo de la intolerancia e injusticia de un imperio. 

 

Lo vieron resucitado, amando nuevamente, enseñando nuevamente, consolando nuevamente. Se fue al cielo dejándolos cargados de promesas. Recibieron las instrucciones precisas para iniciar una aventura que les encargaba llevar el amor de Dios hasta el último rincón de la tierra.

 

Los discípulos, privilegiados.

Los discípulos, con un lugar que muchos profetas de la antigüedad hubieran querido.

 

Con esto a su favor, respondamos la siguiente pregunta relacionada con ellos:

 

¿Fueron capaces de subir el monte Hermón?

 

Toda esa colección de privilegios, todas esas maneras de conocer a Dios como nadie lo hizo, ¿Qué podríamos esperar que hubiera logrado en ellos?, ¿fidelidad?, creo que por lo menos debería ser eso, pero, además, un amor a toda prueba por Cristo. Debiera haber provocado entrega, pero una entrega de tal magnitud que pudiera ser vista por todos aquellos que los conocieran y, sobre todo, un comportamiento lleno de mansedumbre que fuera su carta de presentación para hacer que otros conocieran el amor de Dios.

 

Creo que muchos libros escritos no alcanzarían para poder meditar acerca de lo que se esperaría que la vida de los discípulos fuera como consecuencia de estar bajo el cobijo del Maestro, pero, a mí, me gustaría que revisáramos una particular lista de versículos de la Biblia.

 

En esta lista, podremos echar un vistazo a la intimidad del grupo que rodeó a Jesús, con la intención de poder descubrir qué había en sus corazones mientras Dios dormía y comía con ellos.

 

Los discípulos, viéndolo andar sobre el mar, se turbaron, diciendo:
- ¡Un fantasma! Y gritaron de miedo
Pero enseguida Jesús les habló, diciendo:
- ¡Tened ánimo! Soy yo, no temáis.
Entonces le respondió Pedro, y dijo:
- Señor, si eres tú, manda que yo vaya a tí sobre las aguas.
Y él dijo: - Ven.
Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús.
Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse.
Entonces gritó: - Señor, ¡sálvame!
Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y Ie dijo:
- ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
Mateo 14.26-31

 

Después de esto andaba Jesús en Galilea, pues no quería andar en Judea, porque los judíos intentaban matarlo. Estaba cerca la fiesta de los judíos, la de los Tabernáculos, y le dijeron sus hermanos:

 

- Sal de aquí, y vete a Judea, para que también tus discípulos vean las obras que haces, porque ninguno que procura darse a conocer hace algo en secreto. Si estas cosas haces, manifiéstate al mundo. Porque ni aún sus hermanos creian en Él.
Juan 7.1-5

 

Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. Él le dijo: ¿Qué quieres?
Ella Ie dijo: Ordena que en tu Reino estos dos hijos míos se sienten el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús, respondiendo, dijo:
- No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
Ellos le respondieron: Podemos.
Él les dijo:
- A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda no es mío darlo, sino a aquellos para quiénes está preparado por mi Padre.
Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos.
Mateo 20.20-24

 

Vino luego y los halló durmiendo, y dijo a Pedro:
- Simón, ¿duermes? ¿No has podido velar una hora? Velad y orad para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
Marcos 14.37-38

 

 

Pero uno de los que estaban allí, sacando Ia espada,
hirió al siervo del Sumo sacerdote y le cortó la oreja.
Respondiendo Jesús, les dijo:
- ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día estaba con vosotros enseñando en el Templo y no me prendísteis; pero así es, para que se cumplan las Escrituras.
Entonces todos los discípulos, dejándolo, huyeron.
Marcos 14.47-50

 

Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte
donde Jesús les había ordenado.
Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban.
Mateo 28.16-17.

 

¿Qué les parece?

 

Pero realmente Iéanlos bien, no omitan ningún detalle, y si es posible, fijen imágenes de cada situación y consideren un importante detalle: todos estos eventos sucedieron después de que los discípulos fueron llamados como tales por el Señor.

 

¿Hemos entendido hasta este momento el punto central de todo?

 

Mientras Dios desgranaba conceptos eternos y los hacía alcanzables a sus seguidores humanos, ellos se encontraban más preocupados por mirar su entorno materialista y finito y así, en un instante de suprema humanidad, se perdieron Ia parte más importante de la historia. Es lo mismo que sucedió con los habitantes de Belén, más preocupados por no dejar ir las ganancias que les había generado el censo ordenado por el emperador romano que por apreciar el milagro más grande de toda la historia: Ia encarnación. 

 

Es lo mismo que les sucedió a los escribas, más preocupados por entender el concepto de las Escrituras que su aplicación, sabiendo que en Belén estaría el Mesías, pero sin Ia humillación suficiente para irlo a buscar. Su Iugar estaba dando consejos a un rey humano y no sirviendo a un Rey Divino como debería de haber sido, como debe ser.

 

Es lo mismo que sucedió a Pedro, a Jacobo y a Juan

Es Io mismo que puede estarme pasando a mí y pasándote a ti

 

Los tres discípulos están más preocupados por protegerse de las frías ventiscas del Hermón, más preocupados por no sentir sus propias sensaciones que por sentir las sensaciones de Dios.

 

La apreciación de Pedro en cuanto al asunto de las enramadas fue ignorada completamente por Jesús y por sus divinos acompañantes, no porque esa apreciación fuera inapropiada, incorrecta o incluso malvada; fue ignorada simplemente porque reflejaba una resistencia a ejercer Ia voluntad de Dios y reflejaba una tendencia a querer mezclar la voluntad de Dios con un poco del "yo pienso".

 

Es lo mismo que les pasó a los caminantes de Emaús, más preocupados por su propio dolor que por la presencia real del Maestro. El corazón ardía, pero se perdieron la mejor parte porque los ojos se resistieron a ver, solo querían ver Io suyo, no lo que Dios quería que vieran.

 

Volar sobre los montes de Ia transformación

Unos montes que no pudieron ser subidos por los discípulos de Jesús.

¿Podrán ser subidos por tí?

 

Hermón es el monte de la transformación. Cuando nuestro corazón se abre a Dios, debe notarse, de lo contrario, no se abrió. Según la Biblia, no es natural que existan cristianos que sólo hablan de la voluntad de Dios pero que no la hacen. Esos, los que solo hablan de lo que saben, pero no lo hacen, que quieren que los demás hagan, pero ellos no hacer, son títeres en las manos de Satanás para desprestigiar al evangelio y dividir a la iglesia.

 

¡Qué triste!

 

Dios mismo está en medio de sus hijos, mostrando su poder, dando bendiciones como jamás las había experimentado el creyente en otros momentos de la historia; nuestro Señor está todos los días trabajando para conquistar nuestros hábitos y actitudes y usar esto para que podamos reflejar un carácter que se está transfigurando y entonces: nada, ¿por qué? Porque el cristiano está más preocupado por cantar bonito en el coro, por tocar un nuevo instrumento musical o por recitar las Escrituras sin errores; está más preocupado por cubrir su hora y media de cristianismo los domingos, más preocupado porque se ore antes de cada alimento, en suma, más preocupado por estar con Dios que el por hecho de dejar que Dios lo esté transformando.

 

Alguna reflexión cristiana dice que, el milagro más grande de la actualidad es que Dios tome a una persona impía, la convierta en justa y pueda lograr que regrese a un mundo impío para seguir viviendo ahora justamente. De esto estamos hablando, de cristianos que se han vuelto a Cristo pero que deben dejar que los transforme, que los transfigure.

 

Resulta tan contradictorio que, en ocasiones, le digamos a las personas a las que queremos acercar a Dios frases como las siguientes: "Es que Dios te puede cambiar”, “Dios te puede hacer diferente” decimos, y esto, es precisamente lo que no dejamos que haga en nuestras vidas.

 

¿De qué sirve estar en una iglesia si sigo siendo el orgulloso empedernido que no sabe pedir perdón?, ¿para qué ser diácono, ministro o ujier si soy un macho disfrazado que en la intimidad del hogar rebajo a mi esposa al papel de una sirvienta y paso por encima de ella para crecer espiritualmente sin importarme si ella está creciendo o si ha quedado igual? 

 

¿Cómo era antes de conocer a Cristo?, ¿lo dejé actuar los primeros dos días en mi nueva vida como cristiano, pero, los cambios me incomodaron tanto que decidí ponerle un alto?

 

 

¿Mi vida es un ejemplo que despierta el interés de quiénes me rodean?

 

¿He subido el monte Hermón?

 

¿Soy alguien que atrae a otros a Cristo o que los aleja con su mal testimonio? 

 

Las cosas de Dios, ¿las vivo como Él quiere o como yo pienso que deben vivirse?

 

Hermón es el monte donde las cosas cambian y no vuelven a ser iguales, es tal vez, el monte más difícil de subir de los siete, porque es un monte que duele, que lastima, que hace Ilorar. Es un monte en donde debo dejar de ser yo mismo para ser lo que Dios quiera.

 

No podemos seguir siendo cristianos que no cambian cuando tenemos en medio de nosotros al Cristo transformado en cada culto en el que participamos. Pensemos en el hecho de que Pedro en la cima del monte Hermón también nos demuestra que, si no permitimos la transformación de Dios puedo terminar haciendo un absoluto ridículo.

 

¿Esa es tu idea de ser cristiano?

¿Para eso se clavó el Creador en una cruz?

¿Para eso las manos perforadas y la piel hecha pedazos?

 ¿Para que tú hoy no quieras cambiar para ÉI?

 


Así con las personas que NO están sobre los montes de la transformación

 

   Son personas que no tienen todas las áreas de su vida desarrolladas de la misma manera, como si existiera algún tipo de deformidad interior que no puede apreciarse a primera vista, pero que mirando con atención de inmediato se notará.

       Esa disparidad de crecimiento emocional provoca que sean personas tremendamente volubles que provocan mucho daño emocional a las personas a su alrededor.

    Son personas tremendamente manipulables. Aun cuando se vean grandes, hablen fuerte o golpeen sobre las mesas, una palabra inteligente o un argumento bien construido basta para que ellos hagan lo que otros quieran.

       Sufren periodos de irracionalidad. Hacen, descontrolan, no piensan. Y no es cuestión de personalidad, sino de personalidad deformada. Cuando una idea entra en su mente, no la sueltan durante un tiempo y se les vuelve una obsesión que de manera repentina desaparece.

   En algunas cosas de su vida sufren regresión. Se comportan como niños o adolescentes en unas cosas mientras se comportan con la mayor madurez en otras. Las cosas que suelen asumir con Ia menor capacidad tristemente, suelen ser las que más importan a las personas de su alrededor.

 

¿Eres esta clase de persona?

 

 

 

Así con los creyentes que NO están sobre los montes de la transformación

 

      Tienen una cierta cantidad de hábitos que van en contra de la más elemental ética de comportamiento bíblico.

     Son prejuiciosos. Siempre enfrentan un problema ya teniendo Ia idea de lo que es, lo que implica que para todo tienen pensamientos que difícilmente cambiarán.

    Su comportamiento es degradativo, esto es, al paso del tiempo se va deteriorando más, trayendo como es lógico toda una suerte de hábitos, actitudes o decisiones que les van alejando más de Dios y destruyendo más sus vidas.

       Suelen pensar que los mandamientos de Dios son represiones, y por más que se les dice, no entienden que son prevenciones para evitar sufrimientos futuros.

      Suelen creer que la gente quiere aprovecharse de alguna manera de ellos al pedirles que cambien, por lo que no lo hacen nunca, aun cuando sus íntimas batallas con sus conciencias les indican que deben hacerlo.

 

¿Eres esta clase de creyente?

Sobre los montes  

Consecuencias para las personas que NO quieren subir sobre los montes

de la transformación

 

Una persona que no se ha transformado, ha desarrollado sus aptitudes, más no sus actitudes. Es esforzado, pero no logra sus metas. Depende de las cosas de su alrededor para alcanzar un objetivo. Si le quitas a la persona conocida que les consigue el trabajo o los mantiene, dependerían de la misericordia de los demás para poder vivir.

 

Sin alguien que esté con ellos impulsándolos o soportándolos, dejan de ser productivos en todos los sentidos e inician un proceso de autodestrucción que los Ileva a desperdiciar sus mejores años en ineficiencia y dolor.

 

Condenados por ellos mismos, se convierten en su peor fiscal y juez; se relegan a la soledad interior rechazando a cualquier persona que desee o quiera prestarles un poco de atención y amor.

 

Soledad, silencio que desde su interior lo destruye todo, es la consecuencia para las personas que no se han transformado, que no han crecido. Son personas que actúan como niños solo que ahora, en su etapa adulta, sus juguetes son más caros.

 

 

Consecuencias para los cristianos que NO quieren subir sobre los montes

de Ia transformación

 

Jesús, en Mateo capítulo 5 habló de la necesidad de que el Hijo de Dios se convierta en una Iumbrera que ilumine las tinieblas de la tierra y por otra parte, hizo hincapié en lo mismo utilizando la figura de la sal.

 

Jesús invitó a sus hijos a ser sal en un mundo que cada vez se torna más insípido. Les dijo a los oyentes del sermón del monte que el creyente que se negara a realizar esta función de tener un sabor diferente a lo que el mundo es, terminaría como Ia sal sin sabor, terminaría siendo utilizado sólo para una cosa: para ser pisoteado por los hombres.

 

Pisoteado por los hombres.

 

Ser escarnecido, ser objeto de burla, ser criticado, ser humillado, ser avergonzado sin que nadie confié en su condición de Hijo de Dios, es más; usando su vida como ejemplo de lo que es un mal cristiano.

 

Quienes oyeron esta parte del sermón del monte entendieron bien el mensaje. En los tiempos de Jesús, la mayor cantidad de sal que llegaba a la ciudad de Jerusalén se obtenía de las riberas del mar Muerto de donde se extraía sal de excelente calidad, pero, en ocasiones la veta del mineral arrojaba sal de calidad deficiente.

 

La sal de buena calidad era destinada al consumo humano mientras que Ia sal de mala calidad era guardada en costales que iban a parar normalmente a los sótanos del templo en Jerusalén para que, en los tiempos de invierno, fuera sacada y esparcida sobre el embaldosado del templo para que la gente Ia pisara y así no resbalara. Ese era su destino inevitable, ser pisoteada. La sal de baja calidad terminaba teniendo un uso despreciable.

 

¿Qué opinión crees que tiene el mundo de los creyentes de baja calidad?

 

Esa es precisamente Ia consecuencia para los creyentes que no quieren subir el Hemón y ser transformados por Dios. 

 

Volar sobre los montes de la transformación

 

Reta al mundo y al diablo, rompe su sucio engaño y demuéstrate a ti mismo que los malos hábitos y actitudes de tu vida pueden cambiar. Demuéstrale a tu Señor que lo amas más de lo que te amas a ti mismo.

 

Empieza con cosas pequeñas, con una caricia, con un saludo, con una Ilegada temprano, con un apretón de manos, haz la Ilamada telefónica pendiente desde hace mucho tiempo, trágate el orgullo, ora por quien te cuesta tanto trabajo orar, dale al que siempre le has negado.

 

Inicia haciendo algo pequeño que empiece un efecto desencadenante, esa es tu parte. La parte de Dios es tomar esa pequeña intención e impulsarla para que produzca una vida transformada.

 

Conoce más a Dios para amarlo mejor y para saber qué cosas debes imitar. La Biblia no es un libro de entretenimiento, es una revelación, es la revelación del carácter de Dios y es, un medio para que puedas llegar a depender y vivir para Él.

 

Jesús vino a este mundo a algo más que a decir parábolas y portarse bien, Él vino para que hoy tú y yo conozcamos de primera mano cómo es Dios para que sepamos hoy como debemos comportamos.

 

La oración, es mucho más que una pócima mágica para que las comidas "nutran nuestros cuerpos" o para que Dios “supla las necesidades de los que no tienen". La oración es un ejercicio precioso de comunicación con el cielo por medio del cual podemos saber cuál es el paso que sigue. Los gigantes del evangelio, los campeones de Ia fe, los ejemplos a seguir en la Biblia, estaban consagrados a la oración; la falta de esta puede explicar las repetidas crisis en la vida de las personas y de las congregaciones cristianas.

 

Sube el monte Hermón, una gloria especial que solo tú contemplarás ¡te está esperando!


 


Capítulo 7.

Calvario

El monte del Perdón


Llevaban también con él a otros dos, que eran malhechores, para ser ejecutados.
Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, lo crucificaron allí,
y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía: - Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Lucas 23.32-34

 

Apreciable Iector, casi terminamos esta aventura literaria que espero haya confortado tu corazón y a estas alturas haya logrado que por lo menos hayas iniciado el camino para terminar de subir los montes que te hacen falta para que, vivas el reto de ser más que vencedor.

 

Pero, antes de tratar el tema de este capítulo me gustaría que pudiéramos hacer un recuento final de qué áreas de tu vida existen, con qué se relacionan y cómo debieran estar en este momento en particular.

 

Gracias por tolerar este último paréntesis en tu lectura.

 

Toda persona creyente, para poder alcanzar madurez, estabilidad emocional y crecimiento espiritual debe tener en perfecto equilibrio siete áreas que son complementarias las cuales, al ser  ejercidas, permiten desarrollar formas de pensamiento renovadas que nos ayudan a entender el verdadero propósito de las leyes de Dios.

 

Tener estas siete áreas en equilibrio nos hace ver la ley de Dios como es: perfecta y justa.

 

El comprenderla así, nos hace amarla y comenzar a practicarla Io que permite que hábitos santos sean incorporados a nuestro diario vivir; esto a su vez, provoca nuevos comportamientos y cambios en nuestro carácter que nos llevan a empezar a imitar el pensamiento y la conducta de nuestro Salvador Jesús. En consecuencia, todo esto conduce, por un lado, a un buen testimonio y, lo más importante, logra que la gente por medio de nosotros, de nuestra conducta que respalda a nuestras palabras, se acerque a Dios.

 

Demos un repaso a los conceptos que nos enseñan estas áreas:

 

Salvación. Mi alma debe estar salvada por Dios, debo tener el Señorío de Cristo en mi vida y mi fe debe estar depositada no en lo que yo puedo hacer para Dios, sino en lo que Dios ha hecho para mí: dar a su único hijo.

 

 

Entrega. Debo estar dando algo de supremo valor a Dios, para que, a través de esta consagración, yo dependa de Dios y no de mis emociones. Esta entrega me dará una permanente actitud de humillación delante de Dios lo que lo convertirá en la prioridad número uno de mi vida.

 

Moral. Debo sujetar mis pensamientos, mis emociones, mis incitaciones e incluso mis tentaciones al gobierno de Dios, para Iograr con ello que sea el Espíritu Santo quien gane terreno en mi vida. De no hacerlo así, puede ser que yo quede a merced de mi propia naturaleza lo que puede terminar confundiendo mis caminos y las decisiones que debo tomar.

 

Prueba. Mi confianza debe estar en Dios entendiendo que esta confianza puede exigirme soportar pruebas que tal vez sean permanentes, con el único fin de Iograr que mi dependencia de Dios sea absoluta y permanente.

 

Comunión. La dependencia de Dios debe Ilevarme a la práctica de todas aquellas cosas que fortalezcan mi conocimiento de Él para entender las cosas que puede estar demandándome.

 

Transformación. Todos los cinco montes anteriores, estallan aquí afectando mi diario vivir. Se ve lo que soy. Ya no necesito decirlo, se nota. Como buen hijo de Dios, es más lo que se dice de mi, que lo que yo digo de mí mismo.

 

Aquí está el cuadro casi completo.

 

Solo falta una pequeña pincelada.

 

Seis áreas que debes de mantener entregadas a Dios todos los días para permitir que tu crecimiento en Cristo sea permanente y te ayude para que las cosas del mundo ya no sean tu meta de vida. Esto implica que, tus intereses ya serán otros. Tu mente estará con el Señor. Tus pies estarán en la tierra y tu mirada en el cielo. Tarea nada fácil, pero a eso nos llamó el Señor. ¿Esto es opcional?, de ninguna manera. Subir tus montes es obligatorio, de Io contrario, ese estado de soledad e insatisfacción espiritual será permanente y el dolor y la amargura no se iran jamás.

 

Amargura.

 

Ha hecho caer naciones y destruido vidas. Ha divorciado parejas y lastimado a padres. Ha separado a siervos y ha roto la comunión de los creyentes.

 

Amargura.

 

Este sentimiento de alguna manera está relacionado de una forma realmente importante con el último monte que hay que subir, un monte que no es tan alto como el Hermón o tan demandante como el Moriah. No es tan difícil de subir como el Carmelo o tan complicado de aplicar como el Horeb, pero precisamente por eso, por parecer tan pequeño, es capaz de destruir todo lo logrado en los otros seis, por ello está analizado al final, porque merece Ia mayor de las atenciones para  ver en él una enorme advertencia de aquello con lo que no tenemos que tropezar.

 

Ese monte es el monte Calvario. 

 

El monte del perdón.

Vuela sobre los montes del perdón 

Me gustaría - ya que es un concepto que mencionaremos mucho a lo largo de este capítulo -  dejar bien claro el significado de un sentimiento que puede ser común para muchos de nosotros. Este sentimiento es: la amargura.

 

Amargura es el sentimiento de desprecio por una persona o por una cosa que se originó en algún conflicto con la persona o cosa que se rechaza. La amargura es un sentimiento que trastoca las ideas de la persona que la sufre, no lo deja pensar con claridad y en consecuencia, le hace tomar decisiones y actitudes que únicamente Ie lastiman más. 

 

La persona con amargura busca el aislamiento de ideas y la poca socialización con la gente como una manera de huir de su propia ineficiencia de no poder controlar sus sentimientos. Eso es la amargura.

 

La amargura germina en una situación que creemos injusta o que realmente lo es; la amargura es un veneno que penetra en nosotros a una velocidad impresionante y que se esconde en los más recónditos sentimientos y se disfraza de felicidad, de un poco de envidia o de algo de intolerancia, pero que, finalmente, es amargura.

 

La amargura nunca presenta síntomas, no sale a flote y sigue creciendo sin mostrar ninguna señal que nos permita suponer su presencia. La amargura siempre se mantiene ahí, en una calma superficial que la esconde bien, pero siempre, más tarde o más temprano, cuando aparece alguna vivencia o circunstancia particular, se activa y nos hace explotar contra todo y contra todos.

 

La amargura revienta, pero realmente su estallido es consecuencia de una presión acumulada durante mucho tiempo. La amargura no estalla por una sola cosa, estalla por todas y por cada una de ellas.

 

En este sentido, hay situaciones en esta vida que son sumamente incómodas, vergonzosas e incluso infames que bien podrían justificar cualquier nivel de amargura que pudiéramos tener; podríamos decir (sin que esto sea totalmente cierto) que la amargura del presente siglo está más que justificada y si no, demos un vistazo a la sociedad: pueblos enteros muriendo de hambre por la ambición de unos cuantos; niños violados por la depravación de una mente que se ha extraviado; padres asesinados por sus hijos, muriendo y preguntándose por qué pudo ser tan malo dar tanto amor. Esposas que han amado más allá de sus fuerzas para descubrir que su sacrificio es ignorado por su esposo que está buscando ya el sacrificio de alguien más joven.

 

Sí, hay cosas que duelen demasiado y hacen llorar más veces de las que pudiéramos soportar. 

 

Este es un mundo injusto que justifica la amargura, cualquier persona que ha sufrido tiene razón al ser dura, insensible e incomprensiva. Lo han sido mucho tiempo con ella y ha llegado el momento de que alguien pague el daño al que ha sido sometida.

 

 

Al parecer, el párrafo anterior es sumamente lógico e irrefutable, por lo que me gustaría a este respecto dar una respuesta definitiva tratando de analizar la vida del personaje más conocido de la historia, para poder tener una respuesta que nos empiece a ayudar a comprender la importancia de este monte, pero, sobre todo, la necesidad de subirlo por completo y para siempre: Jesucristo.

 

Si de motivos para sentir amargura se trata, Cristo entonces debería ser un maestro a ese respecto. Siendo aun un bebé fue rechazado por Ia infamia y el interés de un monarca que antes de perder su reino prefirió perder la razón y mandó a asesinar a niños inocentes para mantener su imperio.

 

Nunca un imperio construido sobre la sangre de los inocentes dura demasiado. Faraón lo supo, pero al parecer, Herodes no.

 

Cuando Jesús Ilega a este mundo, el Creador del Universo fue enviado a dormir entre el olor del orín y de las heces fecales de los animales del campo, y todo ello porque las habitaciones disponibles del pueblo estaban ocupadas. Al parecer, Dios en persona no merece que se le dé un espacio cómodo para llegar a este mundo.

 

Si lo piensas bien, esa actitud en todo el mundo con respecto a Jesús no ha cambiado. Es curioso entonces que cuando cuestionamos las condiciones del mundo, siempre se las achaquemos a Dios siendo que, todo es consecuencia de haberlo apartado de nuestras vidas y nuestras sociedades. Rechazado, despreciado en el momento de nacer tanto como fue rechazado desde el momento de su concepción. Dos buenos motivos para acumular amargura.

 

Cuando se dio a conocer como Dios, Jesús fue rechazado por su propia familia que veía en Él a un hermano inmejorable y carpintero diestro, ¿pero un Mesías? Eso era algo más de lo que sus hermanos de sangre podían creer.

 

Como consecuencia de esto, durante muchos años, Jesús sufrió el rechazo de los más cercanos a Él, algo que realmente duele mucho y cala hondo en el corazón.

 

¿Conoces esta clase de rechazo?

¿Estás sufriendo lo mismo?

¿Deseas que la vida termine aquí mismo?

 

¡Continúa leyendo!

 

Jesús se acerca a los suyos para demostrarles la ansiedad que siempre ha existido en Dios para acercarse a su creación, y los suyos lo rechazan. Les lleva palabras que les hagan entender realmente lo que Dios desea de ellos y no las escuchan. Hace milagros para demostrar que Dios es Poderoso y puede cumplir sus promesas y a cambio, sus obras portentosas son adjudicadas al diablo, esto es increíble; una oferta de vida es rechazada simplemente por ser demasiado buena.

 

Su ministerio siempre estuvo plagado de rechazos de la cúpula religiosa de su tiempo. Los fariseos, escribas y doctores de la ley, acusaban a Jesús de quebrantarla cuando nunca lo hizo. La mirada de la religión era tan corta que nunca se dieron cuenta que Jesús estaba no reinterpretando la ley, sino interpretándola de la manera correcta y despreciado entonces, tuvo que soportar a que testigos falsos y comprados pudieran construir argumentos contra Él

 

Su grupo de amigos, de hermanos, los discípulos, huyen entre las tinieblas de la noche dejándolo solo a su suerte. Él nunca los dejó solos y ahora, en los problemas, lo abandonan. Terrible  tendencia emocional del hombre: ante las crisis, dejar a Dios, huyendo de la realidad para preparar el camino para las pésimas decisiones.

 

Al parecer, para Judas fue más importante el dinero que su salvación. Del mismo modo, Pedro consideró de más relevancia su propio prestigio que a su Maestro. Traición y negación de quien menos lo hubiera esperado Jesús. Pero realmente esto no lo sorprendió porque ya lo sabía y aun así, decidió sufrirlo. ¡Eso es amor!

 

El juicio religioso ante el Sanedrín ha concluido. 

La pregunta del líder religioso fue directa y con los ojos inyectados de sangre:

 

-  ¿Eres tú el Hijo de Dios?

-  Lo soy, fue la respuesta.

 

Jesús está usando las mismas palabras con las que se presentó delante de Moisés. El eterno “YO SOY" está ahí, y los especialistas de la ley no parecen darse cuenta. Dios presentó sus cartas credenciales y el resultado fue un sumo sacerdote humano con las vestiduras rotas, e indignado por una “blasfemia" que la ha dicho quien le permitió tener su puesto religioso: El Gran Sumo Sacerdote Divino.

 

El juicio civil ha pasado. Pilato esta desconcertado, todas las pruebas apuntan a la inocencia y a la sobrenaturalidad de la persona que está ante él. Pilato no logra definir la sensación de insuficiencia e imperfección que le hace sentir Jesús, y al parecer su esposa tampoco, que aún en sueños fue perseguida por la idea clara y contundente de que estaban metiéndose con quien no debían hacerlo y Pilato malentendió esto pensando que no debía atender el problema, cuando lo correcto era atenderlo, pero de la manera justa.

 

Para Pilato, fue más importante que alguien le llevara al emperador la noticia de que no había sido capaz de controlar un intento de rebelión que hacer lo justo. Y decidió. Y esta decisión tuvo trascendencia eterna. Luego de Pilato, el escenario se terminó de preparar para la obra más contradictoria de toda la historia humana: el acto de ver a la criatura matar a la vida y asesinar a su Creador.

 

Son casi las doce del día. La fatiga ya ha hecho sus estragos. Los noventa kilos de peso o más  de la cruz sobre su espalda ya han doblado al Maestro muchas veces. La madera de la cruz está marcando su piel y ayudando a que su cuerpo esté a punto de la deshidratación. Las veces que su mirada se ha nublado y rodeado de una brillantez que debilita, han sido incontables y sobre todo ese dolor, ese dolor en una de las rodillas en donde ha tenido que apoyar en un solo y durísimo golpe todo su peso para evitar caer hasta el suelo con todo y la cruz que lleva en las espaldas.

 

Sed, tanta sed. 

 

Si tan solo pudiera llevar un poco de agua a su lengua para poder llevarse en un torrente el sabor amargo que le produce su propia saliva.

 

 

EI Creador no diseñó una criatura que se gozara lastimando y maldiciendo; el diseño original implicaba amar al prójimo y cobijar la vida, pero ahí, al parecer, va a suceder todo lo contrario. Esos latigazos en la espalda para hacerlo continuar le han obligado a seguir, a pesar de que sus nervios siguen en esa tensión que casi parece arrancarle Ia razón, tanto como la carne que los latigazos arrancaron de su espalda.

 

Las sensaciones físicas vienen y van. Es como un sueño. Muchos minutos para descubrir que ese golpeteo a un costado de su cuerpo es provocado por un trozo de piel que cuelga de la espalda y que deja al descubierto Ia carne viva que se ha llenado de polvo y que comienza a hacer que esa herida arda quemándolo todo.

 

Se necesitarían otros pulmones para poder almacenar la cantidad de aire necesaria para no desfallecer. ¿Por qué la gente se burla de esa manera?, ¿por qué avanzan esos insolentes muchachos para hacer caravanas de burla y patear sus pies que trastabillan y que son impulsados nuevamente por el dolor?

 

Un poco de amor, solo desearía en este momento un poco de amor. Las lágrimas de angustia de las mujeres contrastan con las miradas duras de los líderes religiosos que suspiran de alivio al terminar con un problema, lo que no saben es que solo han provocado que la historia comience a escribirse.

 

En la voz de muchas mujeres le ha parecido escuchar la voz de su madre. Cuantas ganas de estar rodeado de esos brazos y sentado en su regazo para disfrutar esa mano amada acariciando sus cabellos, y esos maternales labios besando su cabeza dejando humedades de amor. Cuantas ganas de volver a correr con sus hermanos entre las virutas de la carpintería para cubrirse juguetonamente con ellas hasta desaparecer por completo, y para volver a reaparecer por la orden terminante de un padre que lo único que desea es terminar la jornada de trabajo.

 

Cuantas ganas de las sopas calientes por las noches para irse a dormir entre la recitación dulce de los salmos en los labios de su madre. Cuantas noches en medio del frescor del verano con los ojos abiertos mirando el techo, sintiendo Ia angustia del pecado de la humanidad de todas las edades. Cuantos suspiros en esas noches de verano sabiendo que el tiempo se acercaba y muy pronto, las manos de alguien más que un pariente le bautizarían en el Jordán.

 

Cuantas ganas de volver, cuantas ganas. Solo una cosa sobrepasa eso y es el deseo de salvar, la sublime meta de reconquistar corazones y arrancárselos de las propias manos al demonio.

 

Ganas de recibir almas en el cielo, almas de criaturas reconciliadas con el Creador.

 

Ese hombre del campo Ilegó en el momento justo. Sus hombros estaban a punto de dislocarse y los músculos de desagarrarse cuando el peso de la espalda fue quitado de sí y por fin, pudo quitarse con la sucia manga de la túnica ese escupitajo que le resbalaba por la mejilla desde hace muchos minutos. Ese dolor en la base de la nuca que se extiende por todo el ancho de su cabeza mientras la sangre que lentamente cae por sus sienes va llevándose su vida.

 

Las piernas tiemblan, los brazos no tienen más fuerza. Los empujones le hacen caer y la verdad cae con su mayor peso, un peso doloroso que hace palidecer el dolor fisico: sus amados, no Io aman.

 

Este hecho es para recordarlo y no olvidarlo jamás.

 

Sus pies han comenzado a hincharse, ya no los siente. Si esto no termina mal, tal vez los pies sean amputados a causa de la gangrena. La puerta de Ia ciudad es cruzada, mientras Ia multitud frenética por distraerse de su propia esclavitud corre adelantándose a la caravana para Ilegar a la primera fila del espectáculo de la muerte por crucifixión.

 

La paga del pecado es muerte.

La paga del pecado es muerte.

 

Pero ¿debe haber muerte donde no hay pecado?

 

La subida al Gólgota es particularmente dolorosa. Cada músculo duele tanto, y el ardor de los ojos es inmenso. Las Ilagas de los pies arden de manera indescriptible y aún respirar lastima. Hace ya tanto tiempo que las pedradas recibidas se han dejado de sentir. Jesús alza su mirada y contempla el escenario preparado, a los soldados esperando y a Satanás restregándose las manos; pero la mirada del Mesías también estaba colocada en lo que pasaría después. El cuerpo del Señor está sufriendo el dolor físico, su alma, la angustia de la separación de su Padre, pero sus pensamientos están en el amanecer que sucederá dentro de tres días cuando el triunfo cambiará de manos para siempre.

 

Cuanto lo ayudó el ángel que en el Getsemaní lo fortaleció, en donde se estaba preparando para la prueba final, ahora, solo le separan de ella unos segundos.

 

De manera insensible, brutal y despiadada Jesús es colocado y acostado en la cruz. Algo es colocado en sus muñecas y de pronto el golpe, y el dolor, y junto con el dolor el grito que implora compasión y que desata Ia burla de los soldados. EI viento ha cesado de correr, las aves de volar, los animales no emiten ningún sonido. En la eternidad, los ángeles guardan silencio. La naturaleza y la gloria enmudecen. El dolor de Dios supera y superará cualquier dolor.

Más clavos, más golpes, más dolor, más burla

Y de pronto levantado. Si alguien hubiera sido un poco más sensible, hubiera notado que, igual que Moisés levantó una serpiente de metal miles de años atrás, en ese momento, la salvación estaba siendo levantada.

 

La tensión en los brazos es insoportable.

 

Poco a poco los huesos de los hombros comienzan a salirse de sus órbitas provocando que las Iágrimas de dolor de Jesús se derramen sin freno. Si las piernas no tienen fuerzas para sostenerse a sí mismas, mucho menos la tienen para sostener todo un cuerpo que se inclina mientras internamente el corazón enloquecido está a punto de reventar.

 

Las costillas se empiezan a enterrar lentamente en los pulmones. El sudor que se derrama hace que las heridas ardan más y al parecer no fue suficiente con esto. Al pie de la cruz, los soldados han tomado la túnica y la han partido para empezar a secarse el sudor con ella. El cuerpo está desnudo, avergonzado, destruido, pero no es solo el cuerpo. Parece que todos los que están ahí piensan que el corazón de Jesús debe morir en medio de la mayor vergüenza posible.

 

¿Tendría Jesús motivos para sentir amargura?

Tú, ¿has pasado por tu Calvario personal?

O, ¿acaso sigues en él?

 

Un grito de angustia que se escucha a cientos de metros de distancia escapa de la garganta de Jesús, pero, en realidad es un grito de búsqueda, de ansiosa búsqueda. En el abandono, en la falta de piedad, busca Jesús el rostro de su Padre y entonces lo que vé, lo impacta. Por ningún lado mira el rostro de Dios, lo único que alcanza a ver es su espalda. Su corazón está a punto de estallar, pero el del Padre, el corazón del Padre está estallando también. 

 

Los brazos de Jesús al contraerse producen más sufrimiento. El grito de angustia y desesperada búsqueda empieza a apagarse. El clímax ha llegado. El cuerpo ha cedido, no hay más energía, no hay más solución. No hay salvación posible. Jesús siente la muerte junto a Él.

 

El momento ha llegado. Es el momento de lo último, lo final.

 

¿Jesús estaría justificado en sentir amargura?

¿Piensas que sí?

 

Entonces, sorpréndete al ver su reacción.

 

En ese momento decisivo y final, Jesús podía haber hecho varias cosas; Ia primera era mandar una orden a los cielos para que, en un instante, ángeles guerreros despedazaran los cuerpos de todos los presentes y así, dejar constancia de su propio poder y, por medio de esto, alcanzar su salvación. No exageraríamos al decir que, muy probablemente esto era lo que querían hacer los ángeles.

 

Otra opción era poner en marcha el poder creador de su persona y separarse de la cruz levitando mientras sus músculos, nervios y tendones se volvieran a reconstruir en el aire para que, al posar sus pies en la tierra, lo hiciera como en el monte Hermón, mostrándose como realmente es.

 

Su tercera opción era no hacer nada. Las dos primeras, serían las opciones que hubiera llevado a cabo si hubiera permitido que su corazón se llenara de amargura.  Ojo por ojo y diente por diente, la Ley lo dice. Estaría justificado, todos lo entenderían. Pero Ia tercera opción, el no hacer nada requería mucha más fuerza y decisión que las primeras dos. 

 

Cumplir la voluntad de su Padre hasta el final, recorrer todo el camino sin quedar a medias. Eso es lo que terminó haciendo Jesús.

 

Jesús vuela ya sobre el monte Calvario. Su humanidad ha sido puesta a prueba a través de la amargura y ha vencido, pero ¿cómo Io logró?, ¿cómo logró Jesús subir su último monte y completar el recorrido? ¿Cómo puede una persona superar la amargura aun cuando está justificado que Ia sienta?

 

La respuesta es sencilla y está en una de las últimas palabras de Jesús en la cruz. Antes de entregar su Espíritu en las manos de Dios, antes de consumarlo todo como Él mismo dijo; antes  de reconquistar su lugar como Hijo Supremo de Dios, antes de volver a ser arropado por los cantos de los ángeles y acariciado por la mano de su Padre, antes de eso, Jesús, perdonó.

 

Jesús dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen

 Lucas 23.34.

 

Perdón, el único remedio contra la amargura. 

 

Perdonar, no sentir agravio por el dolor que se me provoca y yo sé que decir: “perdonar es tu única opción" a alguien que ha sido avergonzado hasta lo sumo por otra persona no es pedirle hacer algo fácil.

 

“Es que tú no sabes", “si te hubieran hecho lo que a mí", "a tí nunca te ha pasado". Tal vez no, pero a Cristo, a Él si le pasó por lo que puede entender perfectamente a lo que te enfrentas a la hora de pedir perdón.

 

Perdonar es tú alternativa. Cientos de horas de consejo y charlas con terapeutas, sicólogos y maestros de meditación no lograran que el dolor se vaya. Eso solo lo logra el perdón. Jesús perdonó, pero para poder lograrlo como Él lo hizo debemos entender el significado de una frase que salió de sus labios en la cruz:

"No saben lo que hacen"

Es fácil perdonar cuando nos damos cuenta de que las acciones que lastiman son generadas en mentes que difícilmente entienden Io que están haciendo. Y no lo entienden porque al momento de lastimar estaban presas de la ignorancia, de la depravación, de la lujuria, de la inmundicia o del orgullo; llenas de todas aquellas cosas que experimentamos cuando nos resistimos a estar sobre los montes. 

 Perdón, algo que da consuelo y frena a la amargura; es la diferencia entre vidas desperdiciadas y vidas fructíferas que superan sus dolores y son consoladas para después consolar a otros. 

 

Y quiero que quede claro algo. No escribo esto pensando que el perdón sea algo posible de hacer con solo decir: "Listo, ya he perdonado todo”. No, jamás. Perdonar es un ejercicio de humillación personal que muchos no pueden llevar a cabo. Si ya has subido los otros seis montes entonces será más fácil perdonar y debes estar consciente que muchas veces, tenemos que pedir perdón aun cuando nosotros no hayamos cometido el agravio. 

 

Perdonar no se hace en un día. Decir las palabras es fácil, pero enfrentar a las personas o las situaciones; eso, no lo queremos, no lo deseamos. Nadie quiere volver a ser lastimado, nadie quiere acercarse para ser rechazado. Nadie.

 

Cristo no pidió el Calvario, ni anheló la angustia, pero evitó la amargura perdonando y a muchos de los que le crucificaron, seguramente los recibió en el cielo, porque aceptaron su invitación.

 

¿Cuál invitación?

La misma que acepto Mefi-boset.

Pero ¿quién fue Mefi-boset?

 

Mefi-Boset fue un nieto del rey Saúl que, siendo un niño, sufrió en carne propia las consecuencias de la caída del trono de su abuelo, que murió junto con su padre Jonatán.

 

 

Jonatán hijo de Saúl tenía un hijo lisiado de los pies
Tenía cinco años de edad cuando llegó de Jezreel Ia noticia d
la muerte de Saúl y de Jonatán; su nodriza lo tomó y huyó
pero mientras huía apresuradamente, se le cayó el niño y quedó cojo
Su nombre era Mefi-boset.
2 Samuel 4.4

 

Las intenciones de Ia nodriza fueron buenas. Nadie le puede culpar por ello, pero en un descuido, el pequeño se cae, se fractura las piernas y al no haber un cuidado médico adecuado, queda discapacitado, inservible, sin poder valerse por sí mismo, desterrado de las mejores mesas y sin la posibilidad de un futuro brillante como Io tenía antes de ese descuido. 

 

Todo, absolutamente todo, consecuencia de un descuido.

 

Tal vez por eso, Mefi-boset es escondido en Lodebar, un lugar en el territorio de la tribu de Manasés, al otro lado del río Jordán, lejos de todo y de todos. Lodebar, nombre cuya traducción es algo parecido a desolación”. Soledad absoluta le rodea a Mefi-boset, toda la amargura posible está en su corazón.

 

Él debía ser rey, él debía estar en las mejores escuelas y en los mejores eventos públicos, pero, en lugar de ello, está en Lodebar; olvidado, amargado, sintiendo rencor mientras recibe noticias de cómo el trono de David se fortalece y algunos, le han dicho que David le ha robado lo que a él por derecho le pertenecía.

 

La vida no fue justa con Mefi-boset y seguramente muchos se identifican con él, viviendo circunstancias que nunca pidieron o tal vez están padeciendo cosas gracias a las acciones de alguien que, con las mejores intenciones hizo algo por nosotros sin darse cuenta de que, sus intenciones nos terminaron lastimando de muchas maneras.

 

Mefi-boset y Ia soledad.

Y de pronto, una invitación.

 

Cumpliendo una promesa hecha a su padre muerto Jonatán, David el rey, a semejanza de Dios, busca alguien con quién ser misericordioso, aun cuando ese alguien como nosotros no lo merezca. Dios y David harán una invitación como muestra de misericordia al amargado heredero al trono, que lo único que le ha quedado es vivir en la desolación.

 

Dios es así con nosotros, nos extiende invitaciones constantemente sin mayor motivo excepto el hecho de que nos ama. Por eso, el verdadero amor es sin interés alguno porque, como dice la Biblia, el verdadero amor, “no busca lo suyo”.

 

Al rey David se le informa de la existencia de Mefi-boset y entonces, envía una comitiva por él. Cuando Mefi-boset llega al salón del trono donde es esperado con ansiedad, cree erróneamente que se le aplicará algún castigo por ser descendiente de Saúl, el hombre que osó tratar de quitarle la vida a David quién tiene hoy en sus manos el poder de hacer pagar a todos sus enemigos.

 

Y ahora, a la sorpresa de la invitación se suma una sorpresa aún más grande.

 

 

No hay condenación. Lo mismo sucede con todo aquel que genuinamente arrepentido se acerca a Dios.

 

Entonces envió el rey David, y le trajo de Ia casa de

 Maquir hijo de Amiel, de Lodebar.

Y vino Mefi-boset, hijo de Jonatán hijo de Saul,

a David, y se postró sobre su rostro e hizo reverencia. 

Y dijo David: No tengas temor, porque yo a la verdad

haré contigo misericordia por amor de Jonatán tu padre,

 y te devolveré todas las tierras de Saúl tu padre;

y tú comerás siempre a mi mesa.

2 Samuel 9.5-7.

 

Una nueva invitación, la invitación a regresar a Ia condición inicial, de volver a ser una persona con los mismos privilegios de antaño, recuperar Io suyo.

 

Tú, ¿habrías aceptado?

Mefi-boset lo hizo y siempre hasta su muerte, comió en compañía del rey.

 

Solo el perdón puede librarte de la amargura; aceptar la invitación de Dios puede devolverte tu condición original. La condición que todos perdimos al comer del fruto del huerto del Edén. Mira qué curioso, el último monte por subir nos regresa al primero, y ¿sabes por qué?, porque para perdonar debes amar, pero para amar, debes haber sido amado primero y Dios, desde el vientre de tu madre te amó.

 

Piénsalo. De no haber sido así, no hubiera permitido que llegara hasta tus manos este libro. 

 

Si deseas aceptar esa invitación inmerecida, vuelve al capítulo 1 y recorre el camino para volver a ser un hijo de Dios para poder disfrutar sus bendiciones y para que el perdón sea posible.

 

 

Así son las personas que NO están sobre los montes del perdón

 

       Están completamente llenos de amargura. Se nota en sus hábitos, en sus palabras, en sus ideas y en sus acciones.


       La amargura los hace odiar. No toleran que alguien tenga lo que ellos no tienen.


       

     La amargura los hace injustos. Juzgan parcialmente y emiten opiniones y comentarios insensibles que lastiman profundamente a quiénes son objetos de su injusticia.


   La amargura los vuelve necios. Siempre querrán tener la razón. Dios está castigándolos en su cuerpo, en su casa, en sus hijos, y ellos, no se dan cuenta. Siguen comiendo necedad y respirando rebeldía.


   La amargura afecta su razón por lo que, cualquier argumento que presenten para justificar sus actitudes será increíblemente absurdo y sin sentido.

 

 

Así son los creyentes que NO están sobre los montes del perdón

 

     Muchas veces suelen deleitarse en la Biblia y en lo que van aprendiendo en su vida cristiana, lo comparten sin dudarlo, pero siempre evitarán vivirlo. Su dolor es tan grande y su amargura tan intensa que impiden cualquier cambio que el Espíritu Santo quiera hacer en sus vidas.


     Tienen una hipersensibilidad a cualquier comentario relacionado con su vida espiritual que se les haga y, normalmente, siempre interpretan que todo lo que se dice es para atacarlos.


     Su rechazo a la voluntad de Dios parte del hecho de que desean seguir sintiendo su amargura para justificar el daño que puedan llegar a hacer a quién creen que es su enemigo.


  Esconden tan bien sus sentimientos que son capaces de pedir perdón y ser ecuánimes, llorar y abrazar, pero, internamente no doblegan su corazón.


   Sufren intensamente, lloran a solas, se confiesan con desconocidos; siempre hay momentos en que no pueden reprimir su sufrimiento ya que este llega a ser mucho más fuerte que su capacidad de autocontrol.

 

Sobre los montes del perdón.

 

Consecuencias para las personas y los creyentes que NO quieren estar

 sobre los montes del perdón

 

La consecuencia es única y terrible, engloba todo un mundo de circunstancias destructivas que implicarían un estudio especial de cada una de ellas, pero, aunque sea en una mirada general hablaremos de esta consecuencia diciendo que es la misma que sufrió Mefi-boset. La consecuencia es vivir amarga y permanentemente en Lodebar, vivir en el lugar de la desolación.

 

Podrán estar rodeados de gente, pero no amarán ni serán amados. Son excelentes actores. Se fingen buenos hijos, amigos, esposos o esposas, pero a solas, su angustia los carcomerá por dentro. Se pueden pasar toda la vida esperando la oportunidad de vengarse y esta oportunidad puede ser que nunca llegue. ¡Triste situación la de vivir en Lodebar! 

 

En el fondo de su corazón nada les hace felices. Ni tener hijos, ni tener nietos, nada. Su disfuncionalidad emocional les impide amar a los demás sin interés. Están lisiados del corazón. ¿Cuál es la consecuencia final de todo esto? Es fácil adivinarlo: una vida inservible siendo criticado por todos, incluso por los más cercanos a ellos.

 

Vuela sobre el monte del perdón

 

Reconoce que tus ganas de venganza no te han dado la más mínima felicidad. Acepta que todos tus intentos para ser feliz no te han dejado nada y que aún continúas muy lastimado. Observa que Ia gente con la que platicas es gente que también esta amargada y quejándose de todo. Se juntan para seguir sufriendo en grupo y en grupo, justificar su soledad.

 

Si no eres capaz de soportar una charla con alguien sin estar a la defensiva, ya estás en Lodebar.

 

Vuela y perdona. 

Libera tu corazón. 

Deja ir el miedo y el rencor. 

 

Puedes tener razón y motivos para ser así, y aun así Dios te ama y así, como estés, está aguardando por ti. Aprende que perdonar no es sinónimo de debilidad, sino de madurez y fortaleza. Sólo perdona quién ya está libre de la esclavitud de su propia mente. Sólo perdona quién desea experimentar realmente el amor desinteresado. No desperdicies tu vida odiando, porque eso, precisamente eso es lo que puede acabar pasándote: desperdiciando tu vida, perdiéndote los mejores momentos para ser feliz.

 

Acepta la invitación.

Perdona, perdónate a ti mismo, y deja que Dios comience a suturar heridas.

             


 

Conclusión

 

 

 

Ya en la introducción compartí con ustedes una imagen del albergue que se encuentra al pie del volcán “Pico de Orizaba” en México y algunas palabras de una de mis experiencias de estar sobre los montes en ese albergue.

 

Quiero concluir pensando en el mismo lugar y en las mismas experiencias.

 

La imagen con la que inicia esta conclusión muestra el mismo albergue, pero debes tener mucho cuidado porque ahora, el alberge es una pequeña mancha colocada a la mitad de la imagen en el lado derecho. Tomé esta foto después de caminar tres horas descendiendo el mismo camino que nos llevó hasta ese lugar.

 

Estamos sin lugar a duda extremadamente cansados.

 

Una camioneta que asciende al albergue se ha detenido y nos ha preguntado a todos: “¿Están bien?” Aunque hemos afirmado con la cabeza, es obvio que nuestro semblante denota lo contrario.

 

Ya hemos estado sobre los montes. 

¿Qué podemos concluir?

 

Queremos regresar. No importa cuándo, no importa cómo, pero algo dentro de nosotros ha abierto la necesidad de volver a estar en ese sitio, caminar los mismos senderos, pasar al lado de las mismas rocas, pero, sabemos que será una experiencia totalmente diferente. Eso nos debe dejar claro que, la persona que está sobre los montes se vuelve adicto a ello.

 

La comunión íntima con Dios es algo que se buscará incansablemente hasta que se convierta en un estilo de vida, eso es finalmente el cristianismo, un estilo de vida donde se busca tener una permanente comunión íntima con Dios que transforme todas las áreas de nuestra vida.

 

 

Valoramos lo vivido. Después de estar sobre lo montes nos queda claro que, lo que obtenemos aquí no lo podremos tener en ningún otro lado. Ninguna otra experiencia, ninguna otra filosofía, ninguna otra práctica, ninguna otra idea se comparará con lo que obtenemos aquí. La plenitud que está sobre los montes es única e insustituible. Una vida de plenitud en compañía con Dios no pertenece a esta tierra.  

 

Compartiremos la experiencia. Deseamos que otros vengan, queremos que otros más se cansen, queremos que otros vean lo mismo, sientan lo mismo y anhelen lo mismo. La presencia de Dios no produce egoísmos, no se convierte en un ámbito personal. Simplemente no se puede conservar en uno, por el contrario, le debe pertenecer a muchos. Todos deben saber, todos deben escuchar, todos a nuestro alrededor deben conocer lo que es estar sobre los montes.

 

Los tres puntos anteriores los podríamos resumir como: anhelar, valorar y compartir. Son estos tres elementos los que todo creyente debe mantener vivos como consecuencia de su experiencia de subir montañas. 

 

Falta poco tiempo, muy poco antes de que vuelva a caminar esos senderos.

 

También falta poco tiempo para que el albergue eterno me reciba.

 

¡Falta poco tiempo!

 

El Creador de todo está esperando y cada día que pasa viendo lo que sucede en el mundo nos hace anhelar más que nunca la última caminata, nos lleve a su presencia.

 

Antes de concluir, un pequeño pensamiento teniendo en la mente a Cristo:

 

Cierro los ojos y lo veo

Suspiro y su imagen sacude mis pensamientos

Lo medito y el Universo se concentra ahí

 

Ese momento, no lo olvidaré jamás.

Ese instante, se ha hecho eterno por derecho propio

 

El cuerpo inerte, los clavos, la lanza.

El vinagre, las tinieblas, las espinas.

La sangre, los soldados que injurian, los amigos que huyen.

Las tinieblas que cubren, la muerte que llega, la cruz que grita.

La vida que tan brutal como lentamente deja de ser.

Los músculos en tensión, la piel colgando a jirones.

El corazón reventando y perdonando.

 

Cordero de Dios:

Mira el fruto de la aflicción de tu alma y siéntete satisfecho por los millones de tus hijos que estamos dispuestos a estar sobre los montes, aunque en ello nos vaya la vida.

Por favor, cuando estemos en el cielo ante tu presencia, déjanos tan solo recostarnos a tus pies para nunca apartarnos de ahí y para nunca quitar la mirada de los ojos que nos vieron antes de que alguien siquiera nos hubiera imaginado.

 

Te amamos.

 

Vuela sobre los montes


Vive lo que en ningún otro lado podrás vivir excepto en la presencia de Dios.


El morir, será ganancia.

 

¡Que Dios te bendiga! 


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